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Vinculados por koru-chan

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Capítulo dos:


De madrugada


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Cuando introduje la llave en el cerrojo recordé lo tarde que era, y mientras abría la puerta de entrada rebusqué entre mis prendas mi teléfono celular pensando en cuantas llamadas perdidas debía haber tenido de mi novio. Cuando di con el aparato desbloqueé la brillante pantalla encontrándome con un extenso listado de llamados y mensajes. Suspiré apoyándome en la puerta cerrada pensando que, prácticamente, había desaparecido en un periodo de cinco horas.


Encendí la luz de la entrada percatándome que la casa estaba completamente en silencio; todo estaba oscuro y extrañado me adentré hacia la sala; dejé mi bolso sobre uno de los sofás individuales junto a mi chaqueta e ingresando hacía la aplicación de mensajería caminé por el pasillo hasta el despacho de Yuu. Pensé que lo encontraría ahí, mas no lo hallé. Revisé los textos advirtiendo que en la mayoría preguntaba: dónde estaba y por qué no contestaba; hasta que me topé con el último el cual adjuntaba un párrafo extenso en vez de una frase de dos o tres palabras:


“Amor, he intentado llamarte toda la tarde, ¿qué pasó? Cuando puedas mándame un mensaje, estaré en una reunión de emergencia con un gerente del otro lado del país. Ya sabes, sobre la nueva sucursal… Te amo, no olvides avisarme que todo está bien.”


Sin dudar y de forma escueta le dejé un recado corto excusándome banalmente que me había encontrado con un viejo conocido y que había perdido la noción del tiempo. Hice una mueca de medio lado aventando el aparato sobre la colcha perfectamente estirada de nuestra cama tirándome sobre el edredón boca arriba. Había obviado el hecho de Akira; que había descubierto que tenía una banda; que lo fui a ver al lugar donde tocaría, y que, entre líneas había captado el temor de verbalizar aquella secreta pasión. Bufé girándome sobre el espacioso colchón sintiendo el cansancio del movido día apoderarse de mí. Pero tras haber pegado mis párpados los abrí de inmediato al oír el sonido molesto de mi teléfono; un nuevo mensaje me había llegado. Tomé el tecnológico rectángulo entre mis dedos revelando el texto:


“Espero que nos volvamos a ver. Fue grato hablar nuevamente contigo.”


Suspiré contestando un:


“Espero que así sea”  Desganado; sin tanta parafernalia. Sentía que aún debía digerir todo lo que había hablado con Yutaka.


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Me desperté aquella madrugada agitado producto de algún sueño que ya no recordaba más que la sensación de ahogo molesto. Cerré mis ojos un par de veces intentando enfocar mí alrededor aún envuelta en la penumbra. Amodorrado me giré perezoso entre las mantas, tenía la boca seca y mi estado se encontraba algo aturdido por aquel brusco despertar. Me senté en el colchón para tomar un vaso con agua que sagradamente descansaba sobre la mesita de noche, pero esta vez este no se hallaba. Descalzo pisé la fría madera sintiendo como mi novio dormía placido respirando pausado sin percatarse que me había alzado de la cama.


Caminé hacia la cocina, y llené un vaso de agua bebiéndomelo de sopetón mientras distraído vi hacía el reloj de la pared: Eran las cuatro cincuentaisiete de la madrugada. Inconscientemente pensé en mi hijastro el cual no había oído regresar. Volví en dirección a mi cuarto viendo, de paso, como la habitación de enfrente—la cual era de Akira—estaba entre abierta. Empujé esta con lentitud encontrándome con el desorden típico de aquel hábitat y sin rastro alguno del dueño de este. Preocupado ingresé a mi cuarto y tomé mi teléfono. Tenía una serie de llamadas perdidas, tanto del número de Akira como de otro que desconocía.


—Amor…—emití digitando el número del rubio veinteañero. Obteniendo de mi pareja un somnoliento gruñido sin respuesta de lucidez; estaba completamente absorto en el sueño. Del otro lado de la línea tampoco tuve señales positivas—. Yuu—lo menee del hombro arrodillado junto a su cuerpo.


—¿Qué pasó?—pronunció sin voltearse mientras yo intentaba nuevamente localizar al chico, pero esta vez marcando el contacto de remitente desconocido.


—¿Akira…?—emití dubitativo con el entrecejo fruncido al oír una voz ronca del otro lado de la línea.


—No, cuartel central—abrí mis ojos justo cuando el moreno junto a mí se volteó con preocupación tatuada en sus orbes oscuras. Balbucee asustado sin saber que decir viendo de inmediato el rostro fruncido y la mandíbula contraída de  Yuu.


—Tengo varias llamadas perdidas…—hablé cortado.


—Sí, los imputados estuvieron llamando a sus tutores. ¿Usted es tutor de Akira Suzuki?—abrí mis labios sin que el habla me acompañase sintiendo en aquel instante como el aparato era sustraído de mi poder terminando en las manos de mi novio atendiendo con un timbre de voz autoritario. La charla perduró prácticamente medio segundo con un intercambio de vocablo mínimo que rondó en un cuestionario duro y conciso:


—¿Qué hizo…?—se podía oír de forma difusa las palabras verbalizadas de aquella entidad—. ¿Dónde está?—lo vi abrir sus ojos y como estos se desencajaban por la información que le daban al otro  lado de la línea—. Voy para allá—con el ceño fruncido por la inquietud que me albergó de forma súbita me cubrí los labios pensando que estaría encerrado por haber matado alguien o que por seguir la moción de sus amigos terminó haciendo algo ilegal. Suspiré recriminándome al no haberle preguntado donde estaría cuando se fue de aquel local nocturno. Fruncí mis labios recriminándome por perder por completamente su paradero.


—¿Qué le pasó?—pregunté acongojado observando como se vestía con ropa sencilla en completo mutismo,  maquinando tal vez, una buena reprimenda para su hijo menor.


—Está en la comisaria—abrí mis ojos atento—. Peleó con un sujeto que terminó inconsciente y cuando llegó la policía y estos ordenaron apresarlo por desórdenes, también los atacó. Lo detuvieron por disturbios y agresión a una figura de autoridad—lo vi sentarse en la cama colocándose sus pantalones con presura, al verlo así me acerqué a su espalda acariciando está concluyendo por enredar mis brazos por sobre sus hombros siendo rechazado—. No intentes calmarme—articuló—. He sido demasiado blando con aquel chico, siempre mimándolo…—hizo una mueca de disgusto mirándome—. Debería dejarlo ahí para que aprenda de sus actos, pero no, mírame corriendo con cada episodio infantil.


—Como sea que se comporte es tu hijo; olvídate de todo y ve—chistó con su lengua mirándome de soslayo.


—Si tengo que pagar por su fianza lo dejaré ahí para que aprenda—suspiré viéndolo salir del cuarto.


Azotó encabronado la puerta haciéndome cerrar los ojos mientras negaba aún sentado sobre el colchón. A pesar que al otro día tenía que trabajar desde temprano terminé levantándome, Cogí un par de prendas abrigadoras y me alcé de las mantas, no sabía cuánto se tardaría mi novio en la comisaria, pero conciliar el sueño se me hacía inverosímil cuando los nervios me carcomían la mente. Me senté en la sala en penumbras siendo participe del silencio típico de las madrugadas; viendo como el cielo aclaraba de apoco, y luego de casi dos agonizantes horas oí la puerta abrirse mientras escuchaba los regaños que estaba claro que no se habían detenido desde que el mayor vio a su hijo en aquel desolado lugar.


—¡Akira!—entoné alzándome del sofá precipitado para acercarme ambos viendo en el impulso, como el mayor miraba con ira a su hijo mientras este con un rostro cansado; amoratado, arañado, con manchas de sangre y un labio roto fruncía su mandíbula mirándome como si todo fuese mi culpa—. ¿Qué andabas haciendo…?—enfrenté a mi hijastro con intención de acariciar su rostro dañado obteniendo un arrebato en el acto. Contraje mi extremidad recientemente golpeada arrepintiéndome de mi noble intención—. ¿D-donde estuviste?, te vi que ibas con unos… amigos…—murmuré.


—¿Dónde lo viste?—miré a mi pareja quien me analizó extrañado, haciéndome caer recién en aquel error.


—Ah… Lo vi…—titubeé viendo el rostro molesto de aquel chico—. Nos encontramos en el sector poniente…—exhalé nervioso.


—¿Tú en el sector poniente?, y ¿qué hacías ahí?—me preguntó mientras ambos veíamos que el menor mudo caminó hacia el baño y su padre suspiró yendo hacia la cocina.


—Te mandé un mensaje, ¿no lo leíste?—hice una media mueca con mis labios siguiendo sus pasos al cuarto para acercarme al congelador y sacar un paquete de verduras. Me quedé con la bolsa translucida de chicharos en mis manos viendo como se servía un vaso de jugo y tras beberlo por completo y pensar un par de segundos habló:


—No lo leí. Te llamé tanto y te dejé tantos mensajes que me cansé. Luego con lo de la reunión y el cansancio olvidé por completo mi teléfono. Ya sabes, lo apago y no recordé encenderlo—asentí—. ¿Qué decía? ¿Te pasó algo?—se apuró en decir viéndome negar.


—Me encontré con un amigo… Trabajó en la cafetería, Yutaka, ¿lo recuerdas? Fuimos a tomar un café—entoné evadiendo detalles—. Y vi a Akira con un par de amigos. Sabes cómo es… Me acerqué a él, pero como me detesta…—le sonreí con tristeza. Vi en el momento como Yuu se aproximó a mí y me besó sobre los labios de forma dulce acariciando mi espalda.


—Entonces, deberías dejar de intentarlo. Si no quiso nada contigo cuando era adolescente, ahora… es algo complejo. Ya no es un niño… aunque actúe como tal—recalcó.


Eso era algo que realmente no podía hacer; aunque todos a mí alrededor me dijeran; aunque mi inconsciente me advirtiera una y otra vez, no podía, no quería darle la espalda a Akira como lo habían hecho conmigo...


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Golpee la madera banca y brillante del baño sin obtener respuesta desde el otro lado.


—Akira…— verbalicé en advertencia; al no obtener respuesta tomé el pomo de la puerta sorprendiendo al menor el cual secaba con algo de dolor su rostro tras haberlo lavado. Le tendí aquella bolsa congelada rellena de esféricos vegetales quien me observó estupefacto por mi gesto—. Es para tu pómulo. Bajará la hinchazón—articulé—. Siéntate—le indiqué el inodoro mientras rebuscaba un pequeño botiquín que había comprado para emergencia y el cual nunca lo había usado.


Y con delicadeza y un cotonete limpié con yodo aquella laceración baja oyendo diminutos quejidos del chico rudo—. ¿Me contarás por qué te peleaste…?—volví a cuestionar.


—¿Para qué? ¿Irás a golpearlo con tu tacón?—habló asiéndome detener mi tarea. Fruncí mis labios oyéndolo continuar—, o ¿lo irás acusar a su madre?—rodó sus ojos—. Deja de actuar. No tienes ningún poder de autoridad, menos gimiendo bajo mi padre. Que repugnante eres—entonó con malicia callándome, haciéndome morder la lengua mientras lo miraba con reproche sin saber que decir ante sus agresiones.


—Akira, cuida ese lenguaje—oí la voz molesta de Yuu tras mi espalda mientras terminaba de aplicar crema cicatrizante en el labio.


—¿O qué? Acaso, ¿me golpearás?—dijo en son de mofa mirándonos con desprecio a ambos.


—Akira, por favor no comiences con tus palabrotas de un niño de diez años. Si quieres ser tratado como adulto, ¡entonces actúa como tal; sé maduro por única vez en tu vida!—gruñó—. ¿Te das cuenta el grado de tus actos?—bramó sobándose las sienes. Los miré ignorante de lo que había pasado.


—Qué fue lo qué…— asustado miré al chico frente a mi interrumpiendo la disputa entre padre e hijo. El menor pegó su vista despreciativa a su progenitor frunciendo su mandíbula concluyendo por observarme.


—Nada.


—Se peleó a golpes con otro sujeto—respondió el hombre parado en medo de la puerta del pequeño cuarto—. Si mal no entendí, ¿fue porque te llamaron maricón?, ¿por un insulto tan banal y escolar? ¡Qué estupidez!—escupió—. Como andas borracho y consumiendo quien sabe que sustancia, con suerte puedes pensar claramente—miré al muchacho quien observaba a su padre desafiante—. Olvidé decirte que estas castigado. Y no me importa el sueño ni la resaca que tengas en…—alzó su diestra—, una hora porque te levantarás he irás a tus clases, si no es así, te saco de ahí. No voy a estar botando dinero por un idiota como tú—miré a Akira quien frunció su mandíbula colérica.


—Sabes que me importa una mierda si dejas de pagar esa universidad de niños ricos. Jamás te pedí estudiar eso.


—¿Ah, sí? Bueno, desde ahora trabajarás. Y si quieres vivir aquí pagarás una renta—se cruzó de brazos estoico tras formular aquellas palabras—. Así aprenderás lo difícil que es la vida—entonó para finalizar dando una media vuelta marchándose.


—Yuu…—bufé quedando en medio. No sabía si acudir a calmar al hombre o atender a su hijo. Sabía que estaba cansado, exhausto por las miles de situaciones que su retoño le hacía pasar. Observé a Akira y negué con mi cabeza—. Hablaré con tu padre. Lo que dice no es enserio, sólo está molesto—solté tocando su zurda la cual sostenía la bolsa congelada de chicharos posada en su pómulo malogrado. La quitó dejándome libre el paso para curar los raspones que hacían juego con el corte en su labio y su hinchazón facial. Me incliné atendiéndola con cuidado—. Pero entiéndelo, ponte en sus zapatos; está muy preocupado…


—No me hables como si sermonearas a uno de tus monstros, Matsumoto. No soy uno de tus alumnos—se mofó harto alzándose del inodoro. Retrocedí siendo acorralado contra el lavamanos el cual estaba situado tras mi espalda intimidando con aquella mirada de hiel que su padre no tenía.


—No. Mi intención no es esa. Lo siento, al ser maestro de primaria aquella personalidad fraternal se adhirió a mi ADN—le sonreí alzando mí vista; era alto, un chico de veintiún años malcriado que se comportaba, cuando le convenía, de su edad—. Déjame terminar de curar esto…—alcé mis brazos aplicando una blanca pomada cicatrizante en su mejilla magullada viéndolo cerrar uno de sus ojos adolorido por el roce—. Sólo quiero que entiendas. Tu padre es de gritar e imponer y yo, sólo quiero que comprendas, nada más—rodó los ojos con fastidio.


—Dime—susurró—, ¿le dijiste?—desentendido detuve lo que estaba haciendo y lo miré unos segundos y luego negué. Busqué a mi costado, en mi kit de primeros auxilios, una banda lo suficientemente grande para que cubriera la contusión.


—Le conté que me encontré con un amigo y obvié lo de tu… banda—susurré lo último. Cubrí la zona lastimada con una venda cuadrada escuchándolo sisear por la cercana invasión.


—Más te vale…—lo vi sonreí autosuficiente mientras yo meneé mi cabeza bufando.


—No te tengo miedo—lo miré firme apoyándome de la cerámica tras mi cintura la cual contorneaba el lavamanos de aquella área. Rascó su nuca. Sus ojos lucían molestos.


—Estoy harto de ti, por tu maldita culpa un idiota de la banda insinuó que eras mi “pareja” ¡Mierda!, jamás me revolcaría con un tipo—bramó—, menos con un idiota abre piernas por dinero como tú… —no lo pensé, no analicé el hecho, sólo me atreví acarreando todo mi pasado de horribles palabras que cortaban como finas navajas. Golpeé su mejilla. Una palmada de sonido seco y cortante que me dejó la mano cosquilleando por un par de minutos. Su rostro, que quedó hacia el costado contrario, se volteó de a poco para terminar mirándome iracundo. Cogió mi muñeca con una presión desproporcionada.


—La verdad te arde, ¿no?—escupió entre dientes—. No me vuelvas a tocar, Matsumoto porque no lo pensaré ni dos segundos en desfigurar tu perfecta cara de niñita—su mirada afilada me dejó ahí sintiéndome culpable a pesar que mi subconsciente me decía que había actuado de forma correcta; que no tenía por qué beberme su veneno, pero a pesar de todo no debía haberlo golpeado; no debí haber volcado mi pasado en él cuando en este siempre me quedé callado, ¿por qué ahora no hacía lo mismo? Llevé mis manos a mi rostro martirizado.

Notas finales:

Gracias por sus leídas y reviews. ¡Son un amor!

Espero que la historia les esté gustando. Será un Reituki complejo, o ¿ustedes que creen? ¿Esperan un final feliz?

¡Un beso!

PD: "Vinculados" también está en Wattpad por si desean leerla ahí. Mi seudonimo es "Koru-chan" aquí y allá :D


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