Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Efecto Mariposa por Annie de Odair

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fic es muy especial para mi, porque está basado en algunas experiencias vividas y otras imaginarias que me parecieron ideales para estos dos personajes que amo tanto. Gracias Daena Fuegoscuro por acompañarme siempre en este lindo viaje. Esto es para vos.

 

Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece

Notas del capitulo:

Este fic es muy especial para mi, porque está basado en algunas experiencias vividas y otras imaginarias que me parecieron ideales para estos dos personajes que amo tanto. Gracias Daena Fuegoscuro por acompañarme siempre en este lindo viaje. Esto es para vos.


Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece


 

Efecto Mariposa


"El batir de las alas de una mariposa


puede provocar un huracán en otra parte del mundo"


.


Camus miró su teléfono por décima vez. Naturalmente lo tendría en el bolsillo de su camisa y sólo cuando sonara lo miraría, pero en ese momento lo tenía entre las manos y prendía la pantalla a cada instante.


—¿Estás esperando que alguien te llame? —preguntó Shura mirándolo con el ceño fruncido, como si no terminara de entender la escena que se le presentaba. Camus ansioso y tenso. No era algo muy común.


Estaban en el cumpleaños de Shura, en su casa. No era nada muy escandaloso ni ruidoso, sólo algunos amigos comiendo. Todos habían advertido el extraño comportamiento de Camus. Se sabía que era naturalmente parco y serio, pero esa noche lucía incluso abatido. No era el Camus de siempre que parecía salido de un freezer, siempre perfecto e inmutable. Y esa manía de revisar el celular les decía que esperaba algo. Alguien importante. No estaban muy seguros de qué, pero nadie se había atrevido a preguntarle hasta que Shura lo hizo.


Todos contuvieron el aliento mientras Camus giraba el rostro hacia él y lo miraba con una de sus típicas miradas asesinas. Abrió la boca para contestar, pero alguien más se le adelantó.


—¿No es obvio? —comenzó con su sonrisita socarrona—. Debe estar esperando que el novio le mande un mensaje.


Nadie habló, porque las palabras de aquel amigo de Camus habían impresionado a todos. Seguía sonriendo como si se burlara y Camus sólo lo miró igual que a Shura.


—No es mi novio, Surt. —contestó finalmente. En sus ojos se podía ver hielo puro.


—Ah, pero sí estás esperando que te mande mensajes entonces... —siguió, haciéndole enojar más.


Camus se levantó de su asiento y se encaminó hacia la cocina para servirse un vaso de lo que sea, y también para alejarse de sus preguntas maliciosas.


—No espero nada. —contestó antes de cruzar la puerta, sin mirarlo—. Milo no es mi novio y además está en una cita.


Todos se quedaron callados, pero dentro de ellos resonó un pequeño "Ahh, con razón".


Ahora el comportamiento esquivo y triste de Camus tenía una razón. Y un nombre.


En realidad todo había comenzado hacía dos años, en un lejano invierno francés que encontraba a Camus en su departamento. Se había mudado hacía poco, pero vivía cerca de dónde lo hacían sus padres y hermanos. Era muy independiente pero no desaprensivo. No tenía intenciones de irse al fin del mundo, simplemente quería un lugar donde estar solo y poder hacer sus cosas. Ya tenía veintidós años y una carrera empezada de bioquímica en la Universidad Pierre y Marie Curie, una de las más prestigiosas de Francia con formación científica de alto nivel. Creía que tenía todo lo que quería, que vivía una vida tranquila con su familia cerca y una carrera que lo llenaba de orgullo y le gustaba mucho.


Fue por eso que ese invierno había vuelto tarde a su casa. Solía trabajar a la mañana y tomar sus clases por la tarde-noche, por lo que llegaba cercano a las diez de la noche. Se había preparado algo para comer y luego se metió cómodamente su cama con la computadora. Algo que lo calmaba antes de dormir era leer un poco. Se paseaba por todos los sitios de archivos científicos y a veces hasta hacía algunas críticas al respecto. Sin embargo, esa noche había otro motivo que lo reunía frente a la computadora.


Esa mañana yendo al trabajo había terminado el libro Fahrenheit 451 y la experiencia lo había dejado maravillado. No es que no leyera, pero al ser un hombre de ciencia, pocas veces tenía el lujo de tomar su tiempo para disfrutar de una buena lectura. Su profesor de química le había recomendado ese libro en una charla que tuvieron y decidió leerlo. Se sentía muy afín a Dégel, era un buen profesor y tenía una personalidad que encastraba bien con la suya. Habían compartido varias conversaciones sobre la universidad, la carrera y hasta se habían intercambiando algunos archivos científicos. Por eso creyó en el buen gusto de su profesor y le hizo caso.


Al terminarlo, se había dado cuenta de que quería saber más. Sobre el autor, otros libros, otra cosa que pudiera seguir alimentando su hambre de lectura. Había olvidado lo bien que se sentía terminar un libro tan bueno como el que tenía en las manos.


Buscó algunos foros de discusión y comenzó a leer. Parecía un club de fanáticos acérrimos porque todos sabían mucho del universo, del libro e incluso del estilo del escritor. Todos hablaban inglés, y él podía entenderlo perfectamente, no sólo para leerlo y escribirlo sino para hablarlo. Camus había estado tan enfrascado en su ciencia que le sorprendió conocer un universo en la web donde la gente se reuniera a escribir sobre libros. Le pareció tan interesante que se creó un usuario y comenzó a comentar y crear sus propias entradas. Habló con otros usuarios e intercambiaron información acerca de libros y cosas del universo Fahrenheit. Era nuevo conocer ese mundo de ciencia ficción que parecía apasionar a todos.


Se fue a dormir luego de leer algunas cosas, más que nada porque al otro día tenía que despertarse temprano y trabajar, si no probablemente se hubiera quedado despierto un rato más al menos. Fue al otro día que le llegó un comentario a un artículo que había escrito él.


Montag: Muy interesante. Coincido plenamente con tu pensamiento. Leí hace poco Fahrenheit 451 pero me siento muy afín con él. Y tus análisis son increíbles.


Camus se había sentido halagado. La literatura no era su campo y que le hayan dicho esas cosas significaba que estaba haciendo bien sus primeros intentos de acercarse a ella más profundamente. Le respondió desde el celular mientras iba camino al trabajo. Se sentía de alguna forma satisfecho y entusiasmado por sus nuevos descubrimientos.


El día entero se lo pasó usando el teléfono. Apenas salió de sus clases volvió a tomarlo para contestar otro mensaje de aquel usuario que le había comentado su análisis. Se habían escrito desde la mañana, y parecía una persona inteligente y agradable. Era muy diferente a la clase de personas que Camus conocía en Francia y por eso le llamó la atención su personalidad además de sus gustos similares. Su nombre de usuario era como el del personaje principal del libro. Camus por su parte había elegido usar el del Clarisse McClellan, porque aunque fuera una mujer, representaba bien a su personalidad. Un bicho raro que no se le da bien socializar y que gusta de todo eso que la gente normalmente no suele prestar atención. Aunque Camus prefirió usar las iniciales CM porque también representaban las suyas: Camus Moreau.


Montag: Mi padre me recomendó leer el otro famoso libro de Bradbury. Se llama Crónicas Marcianas.


Camus estaba enterado de aquel libro y también había pensado en leerlo.


CM: Yo también quiero hacerlo. Quizá lo compre en estos días cuando vaya a la facultad.


Montag: Oh, ¿qué estudias? Yo voy a la Universidad de Grecia. Estudio filosofía.


CM: Haces honor a tu país. Estudio bioquímica en Francia.


Montang: Hombre de ciencia... aquí tienes a un servidor de la madre de todas las ciencias. Por cierto, me llamo Milo.


CM: Camus. Un placer, Milo.


Todo había comenzado de esa simple manera. Con mensajitos pequeños y simpáticos en inglés. Había descubierto en Milo un compañero para debatir todo tipo de cosas, y le agradaba de sobremanera su compañía cibernética. Al estar lejos geográficamente, ambos sabían convivir en la web. Se habían hecho grandes amigos en poco tiempo, cosa rara tratándose de Camus. Incluso en un momento Milo sugirió cambiar de plataforma web y empezar a escribirse en los números celulares. Camus nunca había usado WhatsApp antes. Consideraba que esa aplicación no le serviría y que si quería hablar con sus amigos o familia lo haría en persona, pero esto era distinto. ¿Cuántas probabilidades de ver a Milo en persona tenía cuando había tanto en el medio de ellos?


Milo: Soy Montag. Oh bueno, en realidad soy Milo, ya quisiera ser Montag.


Ese fue el primer mensaje que le envió cuando Camus le dio su número. Logró sacarle una pequeña sonrisa que lo hizo sentir bien.


Camus: Es gracioso porque yo sí soy CM. Lo había elegido por Clarisse McClellan, pero mi nombre es Camus Moreau. CM.


Milo: Es incluso más gracioso porque el nombre de Montag es Guy. Guy Montag. Y yo soy Milo Gheraldi.


Eran pequeñas cosas que transformaban sus charlas en cosas agradables y amenas. Hablaban bastante seguido y se contaban cosas más allá de la existencia de un libro. Esas cosas le gustaban a Camus, saber que habían entablado una amistad con alguien a quien creía poder conocer más allá de sus gustos superficiales. La diferencia horaria era de una hora entre Grecia y Francia y eso les permitía hablar bastante bien. Incluso habían llegado a tener llamadas telefónicas por WhatsApp. Era notable que tanto Camus como Milo, estaban entusiasmados por haber encontrado a alguien tan similar y diferente al mismo tiempo.


—¿Hola? —había contestado Camus la primera vez que lo llamó—. ¿Milo?


La voz a través del teléfono se sintió agradable. Al menos eso le pareció a Milo cuando oyó por primera vez la forma de hablar que tenía esa persona que había conocido por internet


—Si, soy yo. —mencionó él sonriendo mientras decía sus palabras—. ¿Cómo estás?


—Bien, hacía un rato llegué a casa. Son las diez y media de la noche aquí.


—Aquí las nueve y media, solo hay una hora de diferencia. —contestó sosteniendo el teléfono mientras buscaba auriculares para hablar mejor—. ¿Cómo te fue hoy?


Camus se sentó en la mesa y miró por la ventana la nieve que caía bañando Paris.


—Trabajé a la mañana y después tuve clases. Hoy es uno de los días que más tarde llego a casa.


—¿De qué trabajas? —preguntó interesado.


—Estoy en una biblioteca cerca de la Universidad. Suena raro teniendo en cuenta que no suelo leer mucha literatura.


—Nunca es tarde —comentó contento—. La verdad yo leo tanto de filosofía que no me queda mucho tiempo para dedicarlo a algo que me gusta. Fahrenheit se lo robé a mi papá de su biblioteca. No se lo digas... —murmuró más despacio y eso le sacó una pequeña risa grave a Camus—. Tienes una linda voz, es grave.


Camus se sorprendió al oírlo. Nunca había pensado mucho en su voz, pero era normal que fuese extraño para Milo porque nunca lo había oído, a pesar de haber hablado con él antes.


—Gracias, la tuya se oye más aguda, es jovial y divertida. —contestó rodeando con las manos una taza de café que acababa de preparar.


—Ey, ¿por qué no tienes una foto de perfil? —Le había intrigado desde antes que cuando le pasó el número, no pudiera ver su foto.


—¿Foto? —preguntó extrañado—. ¿Se puede poner foto?


Milo comprendió en ese momento que Camus no era de usar WhatsApp.


—¿No sabes cómo? —Después de una pequeña risa le explicó cómo poner una foto en el perfil y esperó que lo hiciera, pero Camus dijo que no tenía muchas fotos—. ¡Haz una ahora!


Al principio le pareció loco pero después accedió. Abrió la cámara del celular y se sacó una foto. Luego siguió las instrucciones de Milo y la puso de perfil.


—¿Se ve ya? —preguntó al terminar.


—Eh... sí, ahí se ve. —Milo observó la foto con detenimiento. Camus lucía joven como él, con el cabello largo y lacio y tenía una polera gris que le cubría el cuello. Atrás de él se veía una ventana y nieve cayendo.


—Tengo el cabello largo, lo sé —Se atajó antes de que Milo lo dijera—. Quizá sea raro allá.


Milo río bajo, su voz jovial le inspiró un sentimiento agradable.


—Yo también tengo el pelo largo. Puedes verlo en mi foto.


Camus no se había percatado de que él también debía tener una foto de perfil y cuando le dijo eso fue a buscarla. Milo parecía divertido, feliz y... bronceado. Tenía el pelo largo como él pero mucho más alborotado y loco. Era atractivo, y Milo había notado lo mismo en Camus.


—Te ves feliz —acotó aún viendo la foto.


—Eso fue un día con mis amigos. Salimos a estudiar al aire libre. Teníamos un examen importante.


—¿Todos tus amigos son de filosofía? —preguntó curioso pensando que sus amigos no estudiaban lo mismo que él.


—No, sólo una. Se llama Marin y es de Japón. Ella estudia filosofía conmigo. Después tengo un amigo que estudia derecho, él si es de acá como yo. Se llama Aioria y está detrás de Marín pero ella aún se hace la dura. —Le contó riendo suavemente—. A veces se enoja y suelta algún insulto en japonés. Incluso le he pedido que me enseñe para hacernos notas y copiarme en los exámenes, pero ella es muy correcta...


Camus rió un poco, imaginando la situación. Como si el japonés fuera un idioma tan sencillo.


—Supongo que podrías usar el inglés si ella lo habla. —sugirió bromeando—. Aunque lo hablas raro...


—¡Ey! —protestó con una sonrisa en sus labios—. Ustedes lo franceses pronuncian la "r" de forma muy... suave.


—Y tú lo haces muy fuerte —contrarrestó levantándose de la mesa y dirigiéndose hacia la cama—. En fin... mis amigos no son de la misma carrera que yo, pero todos estudiamos en la misma Universidad.


—¿Qué estudian ellos? —Milo estaba interesado en sus cosas, realmente lo estaba. Era agradable oírlo hablar y quería saber cómo era su vida.


—Mi amigo español, Shura, estudia ingeniería, tengo otro que es de Noruega, se llama Surt y está haciendo física; por último está Afrodita, que vino de Suecia, hace dos años empezó una carrera llamada "tierra, medio ambiente y biodiversidad"


—Tienes amigos de todas partes del mundo. —comentó sorprendido—. Aunque esa Universidad es muy prestigiosa, entiendo por qué quisieron ir. Además de mis amigos, este año conocimos a dos más en filosofía. Shaka y Mu. Creo que ambos son de la India, no estoy seguro... —comentó riendo de su desatención—. Son algo extraños, pero muy buenos e inteligentes... ¿tú hace mucho que estudias ahí?


—Mmmm, hace tres años. Yo soy de Paris de toda la vida.


—¿Tienes veintidós? —preguntó luego de sacar cuentas—. Suponiendo que comenzaste a estudiar a los diecinueve.


—Si, si, cumplí veintidós el siete de febrero.


—Yo también tengo veintidós, aunque cumplí el ocho de noviembre. Hice una pequeña fiesta en mi casa.


—¿Vives solo?


—No, con Aioria. Nos mudamos hace algunos meses. De hecho aún no desempacamos todas las cosas. Cuando fue mi cumpleaños teníamos todo en cajas y había bastante lugar. ¿Tú vives solo o con tu familia?


—Me mudé hace relativamente poco también, pero no vivo lejos de mi familia. Ellos viven a unas calles de aquí. Lo preferí así para poder verlos seguido. Sobre todo a mis hermanos.


—Oh, ¿tienes hermanos? —preguntó curioso.


—Dos, Hyoga e Isaac. Tienen catorce y van al colegio. Los días que tengo tiempo libre a la hora que salen los voy a buscar y almorzamos juntos en casa. Después los llevo y estoy con mis padres. Es una familia bastante tranquila. —le contó con una sonrisa divertida al recordar a sus hermanos—. ¿Tú familia como es?


—Antes vivía con mi padre. No tengo hermanos así que vivíamos juntos, mi madre murió cuando era muy chico. Luego él se volvió a casar y pasamos a vivir con su nueva pareja. Ellos viven un poco más alejado de la ciudad que yo. Vendimos la casa en la que vivíamos los tres y nos mudamos, yo al departamento y ellos a una casa. Los veo bastante seguido, la pareja de mi papá tiene un hijo más grande que yo, se llama Kardia.


—¿Te llevas bien con él?


—Si, es muy simpático y gracioso. Aprendí muchos trucos de él. —le contó con una risa cómplice pensando en muchas locuras que Kardia le enseñó—. Ahora anda de viaje por el mundo. Creo que está viajado por aquí, en Europa. La verdad es que Kardia es un loco, pero lo quiero.


Camus sentía que podía conversar eternamente con él. De hecho no creía haber hablado tanto con alguien en su vida. La charla había durado bastante tiempo, pero ambos tuvieron que despedirse porque era hora de dormir. Aún llevaban los recuerdos de su conversación en la cabeza, y a ambos les resultaba muy agradable hablar así.


Era increíble pero Camus había encontrado a alguien que le sacara más palabras que las que había dicho en toda su vida.


Su vida cotidiana se vio provista de una nueva emoción que antes no había tenido. Camus tenía amigos, pero Milo parecía ser una clase distinta. Había conversado muchas cosas con él en tan poco tiempo que creía que ya conocía un montón de él. Era extraño cómo decidió depositar tanta confianza y abrirse de esa forma a otra persona que no conocía, pero Milo le daba el lugar y tenía las palabra justas para hacerlo hablar de todo.


—Una vez salí con una chica que tenía una biblioteca enorme en su casa, pero no le gustaba leer. —Le contó una vez riendo—. Le quité algunos y ella nunca se dio cuenta.


—Ey, eso no está bien... —Lo reprendió pero su tono de voz no parecía escandalizado; más bien le causaba gracia—. Que raro que salieras con alguien que no gustaba leer cuando a tu si.


—Bah... sólo salimos un par de veces. La misma cantidad de libros que tengo. —mencionó sonriéndose—. Nada serio.


—¿Nunca has tenido novia? —Interiormente se había preguntado si Milo era de esos chicos exitosos entre las mujeres. Todo indicaba que parecía serlo.


—Si, dos vece, pero cuando era más chico. —contó recordando esas épocas—. Cuando tenía quince y luego a lo dieciocho. No se si fueron noviazgos reales de todos modos.


—¿Por qué?


—A los quince no estoy seguro que supiera lo que era ser un novio. Creo que sólo quería darle besos a esa chica y caminar de la mano. A los dieciocho no estaba tan enamorado. No lo sé... creo que nunca supe bien lo que era el amor.


—Supongo que nadie lo sabe hasta que lo siente. —concluyó Camus pensando en sus elucubraciones.


—¿Y tú?, ¿ha tenido novia?


—No... nunca estuve en una relación larga.


—Ah, eres de una sóla noche... no te tenía así Camus. —Se burló con una risa socarrona.


—¡No quería decir eso! —Se defendió negando con la cabeza—. Simplemente... bueno, las cosas que tuve no duraron mucho.


—Quizá nadie está preparado para querer...hasta que quiere. —Milo había pensando en voz alta, simplemente dijo esa frase que una vez le dijeron a él—. A mi me dijeron lo mismo hace unos años.


—¿Qué no estabas preparado para querer?


—Que cuando quisiera a alguien no iba a estar preparado para eso, porque nadie te avisa cuando pasa. —comentó riendo levemente—. Me lo dijo un chico que estaba enamorado de mí. Supongo que yo no le di todo lo que quería.


—¿Te gustan los chicos también? —preguntó ligeramente sorprendido.


—¿A tí no? —Milo parecía más sorprendido aún—. Oh, lo siento, siempre creo que todo el mundo es como yo. No tengo muchos problemas con el género de las personas. Si me gustan, me gustan.


Camus se quedó un tiempo en silencio. Él nunca había estado con un hombre antes, pero escuchar la naturalidad con que lo hablaba Milo le hacía pensar que ojalá todo el mundo pensara así. Ojalá todo mundo fuera como Milo, tan transparente y atrevidamente inocente.


—Supongo que mi vida "amorosa" es más escueta que la tuya. Raro viniendo de París, ¿no?


—La ciudad del amor... —exclamó sonriendo, intentando imitar el acento francés. Sin resultados, por supuesto—. Eres un grinch Camus, seguro ni festejas Navidad...


—¡Ey! ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?


—¡Camus grinch, Camus grinch!


—¡Milo!


Al final Milo parecía ser el único que podía molestarlo sin hacerlo realmente. Después de todo, ¿quién se enojaría con alguien como él?


—Sabes... —empezó el griego bajando el tono de sus burlas—. Kardia solía molestarme todo el tiempo. No vivimos juntos nunca porque cuando nuestros padres empezaron a convivir, él ya era grande y vivía solo; pero de todos modos pasábamos tiempo cuando venía de visita o volvía de algún viaje sin dinero y buscaba a la familia. Él siempre fue así... —rió levemente recordando a su hermanastro—. Una vez yo me enfadé tanto con él, que le dije que se fuera de casa y no volviera aún si estaba en bancarrota. —Bajó un poco más el tono de voz, como si el recuerdo necesitase cierta atmósfera que transportara a su interlocutor a la escena recreada—. Él me dijo "Cuando alguien te molesta es porque te quiere. Mucha gente puede decirte cosas lindas, pero la verdad y las bromas... sólo viene de los que te aprecian mucho" —Se calló por un momento, esperando que las palabras hicieran mella en Camus—. Creo que tenía razón.


Sí... ¿Cómo enfadarse con Milo?


Su trabajo le gustaba bastante. La biblioteca era linda, silenciosa y tenía un agradable aroma a antiguo. Para ser una persona que no leyera mucha literatura, era raro trabajar en una biblioteca, pero a Camus le gustaba estar ahí. Solo tenía que sentarse en el mostrador y acreditar a todos los que entraban, documentar libros, chequear los egresos e ingresos de estos y procurar que haya orden. Tampoco era algo muy difícil, nadie iría a molestar a una biblioteca.


—Buenos días Camus.


El saludo provino de una voz grave delante de él. Camus quitó los ojos de una planilla que estaba escribiendo y lo dirigió hacia quien le hablaba. Se encontró de frente con su profesor de química de la Universidad. El mismo que le había recomendado leer Fharenheit 451.


—Profesor Dégel, buen día. —correspondió al saludo con un gesto amable.


—No es necesario que seas tan formal, no estamos en la Universidad. —agregó sonriéndole con cortesía—. Vinimos a buscar unos libros para una clase mía.


—¿Vinimos? —cuestionó Camus pero apenas lo preguntó, sus ojos cayeron en la persona que tenía al lado.


—Lo siento, no te lo he presentado. —se disculpó trayendo a su acompañante más cerca del mostrador—. Él es un amigo de hace varios años, se llama Kardia. —Dégel lo señaló y Camus sólo pudo volver sus ojos atónitos a esa persona para escanearla de arriba a abajo—. Kardia, él es un alumno mío, Camus.


Kardia, Kardia, Kardia. Camus había oído ese nombre muchas veces, infinidad de ellas en tantas charlas con Milo. No le extrañaba verlo en su ciudad, después de todo era un viajero empedernido según Milo, lo verdaderamente raro era que fuese amigo de Dégel. Es decir, el hermanastro de Milo era amigo del profesor que le recomendó un libro por el que conoció a Milo. No estaba seguro si eso era un efecto mariposa o una paradoja, pero el pensamiento le pareció absurdo de todos modos.


—Kardia... —murmuró mirándolo. El nombrado frunció el entrecejo al verse sometido a un minucioso examen—. Por casualidad... ¿tienes un hermano llamado Milo?


Ahora sí que los sorprendidos fueron ellos. Los dos se quedaron en silencio, Kardia por la sorpresa y Dégel porque no entendía bien qué estaba ocurriendo.


—¿Conoces a mi hermano? —preguntó al fin con extrañeza. Camus se puso algo nervioso.


—Si, somos... amigos. —mencionó sin estar seguro qué decir.


—No recuerdo haberlo oído mencionarte... —comentó tratando de hacer memoria, pero Kardia sabía que aunque no lo haya oído era probable que Milo lo hubiese nombrado y él solamente no hubiera prestado atención.


—Nos conocimos hace poco en realidad. —acotó rápidamente. Era lógico que no supiera de él, no era Aioria o Marin, los amigos de Milo a los quizá hubiera visto con su hermano cuando volvía a Grecia.


Kardia se quedó en silencio un rato tratando de pensar, por más difícil que fuera recordar algo de lo que no estaba seguro si sabía o no.


—Oh, ¿lo terminaste? —preguntó repentinamente Dégel, viendo Fharenheit 415 en el mostrador junto con otros libros para devolver. Camus giró la vista hacia él.


—Sí, lo traje porque lo había tomado de aquí, pero en realidad lo terminé hace mucho antes, sólo que quise volver a leerlo...


—Vaya, te gustó mucho. —se sorprendió mirando a su alumno—. Bueno, no es de extrañar, Fharenheit 415 es un libro excelente, ¿has probado con Crónicas...?


—¡Ahhh por ese libro! —exclamó Kardia en un tono bastante alto para una biblioteca. Todos se dieron vuelta a mirarlos y Dégel lo reprendió con la mirada.


—Shh, Kardia, no puedes gritar aquí... —le dijo molesto.


—Si, si, lo que sea —Hizo un gesto con la mano como si no le importara y se estiró para tomar el libro—. Ya sé porque no te recordaba. Milo nunca me dijo cómo te llamabas, pero me había comentado por teléfono que había conocido a alguien por un libro, ahora que lo dijeron, creo que era éste. —explicó triunfal mostrándoles el libro como si fuera un trofeo—. Rhafenheit 154...


—¡Fharenheit 415 Kardia! —Intervino Dégel exasperado—. Pareciera que tuvieras dislexia...


—Si, si, Fharen... lo que sea. Me había olvidado, pero Milo me lo comentó una vez que nos llamamos. Lo recuerdo ahora porque no dejaba de hablar de eso. De lo increíblemente inteligente que era su estirado amigo francés. Yo había pensando por un segundo que era Dégel, pero él no tiene mucho que ver con los libros...


Dégel lo miró como si no aguantara las ganas de matarlo.


—Sabes que soy profesor de letras además de química Kardia. ¿Cómo no voy a tener que ver con los libros...?


—¡Bueno! No es importante... la cuestión —continuó mirándolos fijamente como si el asunto estuviera provisto de una seriedad que en realidad no tenía—, es que creí que era Dégel, pero parece que no eres el único francés estirado. —Se burló de su amigo mirándolo con una sonrisa tonta. Dégel simplemente lo ignoró—. En fin... no es raro, parece que ambos tenemos amigos parecidos. El novio del enano es igual que mi mejor amigo.


Camus se quedó tieso al oírlo y Dégel percibió su incomodidad por lo que miró de mala forma a su acompañante inconsciente.


—Sólo... somos amigos, Milo no es mi novio. —aclaró sintiendo que la situación se le había ido un poco de las manos. No sabía cuántas veces más iba a aclarar aquello en el futuro.


—¿Ah no? —preguntó sorprendido Kardia—. Yo pensé que sí por cómo me hablaba Milo de tí, pero bueno... tiempo al tiempo.


—Mejor hagamos lo que veníamos a hacer, Kardia —lo apuró Dégel pensando que no debería extender más esa charla—, y dejemos a Camus trabajar.


Con la mirada Dégel le pidió unas disculpas mudas por el comportamiento de su amigo. Camus solo asintió. Se encontraba demasiado avergonzado como para hacer otra cosa.


En la noche, cuando llegó a su casa y Milo lo llamó por teléfono, Camus le contó su aventura con el atolondrado de Kardia.


—¿¡Conociste a mi hermano!? —preguntó atónito al escuchar la historia de Camus. Lo que le contó al menos.


—Fue inesperado pero... simplemente pensé en él cuando Dégel me lo presentó como Kardia.


—Seguro me lo cuenta cuando me llame —pensó Milo en voz alta, aunque probablemente lo llamara él antes para preguntar—. No puedo creer que lo hayas conocido.


—Lo se, es algo extraño —rió levemente, sintiendo que ésa era la primera vez que verdaderamente se sentía relajado y que podría detenerse un segundo a reírse un rato—. El hecho de que tú hermanastro sea amigo del profesor que me sugirió leer algo por lo cual te conocí a tí.


—Wow... —exclamó asombrado—. Eso sí es un efecto mariposa


Camus rió levemente.


—También lo pensé. Si Dégel no me hubiese recomendado este libro, probablemente no nos conoceríamos.


—Que triste sería mi vida entonces. —dijo en tono risueño, aunque no pretendía decir nada más allá. Sin embargo Camus recordó las palabras de Kardia y su cuerpo se puso tenso—. Tengo una sorpresa, de hecho. No te lo había comentado antes porque no era seguro pero ahora está cien por ciento confirmado.


—¿Qué cosa? —preguntó con extrañeza.


Milo se calló uno segundos para mantener la tensión y luego sonrió como un tonto, aunque Camus no podía verlo.


—Me había anotado en un programa en la Universidad para asistir a congresos, seminarios y conferencias en todo el mundo. Tenía varios destinos a elegir, pero yo deseaba asistir a la Conferencia sobre Filosofía Francesa, y ya me aceptaron la propuesta para ir. ¡Iré a Francia Camus! —Su emoción era sentida y podía percibirse lo contento que se encontraba—. Siete días de conferencias y congresos, pero vamos a poder vernos cuanto queramos.


Camus permanecía en silencio. Las palabras estaban siendo procesadas. Le parecía algo fantástico poder conocerlo, pero había algo que lo dejaba tenso, quizá el recordar los dichos de Kardia.


—Tengo que conseguir algún lugar donde quedarme, pero de todas formas eso puedo verlo allá. Le pediré a Kardia que me pase algun hostal, o si no... —Camus lo interrumpió de forma rápida.


—Ven a mi casa. —Su voz era la de él, pero sus pensamientos estaban congelados. No sabía cómo fue capaz de decir eso, ni cómo habló tan rápido sin procesar la información—. Tengo espacio para tí, así no gastas.


La emoción que llevaba Milo se había convertido en un torbellino grande de felicidad. Al fin se iban a conocer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).