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NOTICE ME SENPAI por shiki1221

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Notas del fanfic:

HOLA este es mi primer fic original, aunque los personajes no son creaciones mias asi que disclaimer ya que los personajes le pertenecen a la artista del dibujo de la pagina "miniture" quien creo a estos persoanjes y yo les di vida en esta historia como homenaje por su cumple.

 

FELIZ CUMPLE NOELIA!

Notas del capitulo:

DISFRUTENLO!

 

CAP 1: Cuando el rojo y el azul se encuentran

La ciudad de Tokio, tan hermosa y grande, contaba con bellísimos paisajes que recorrer, los cuales cierto jovencito deseaba visitar uno por uno desde que bajó del tren. Dado que dicho joven no era nacido en la zona céntrica de Japón, sino en un área un tanto más modesta llamada Hokkaido; se sentía impresionado por el lugar que visitaba y tan maravillado como cualquier turista en su primer viaje. Este joven muchacho de veinte años de edad se llamaba Dai, quien poseía un cabello de un llamativo color rojo, el cual estaba tan crecido que pasaba la altura de sus hombros, sus ojos verdes cual pradera en primavera. Sin embargo, pese a su deseo de recorrer el llamativo Tokio, el motivo de su estadía en aquella ciudad era asistir a la universidad T (universidad de Tokio). Con mucho esfuerzo y dedicación consiguió aprobar los exámenes; nunca fue el estudiante más brillante, pero tenía algo de inteligencia o al menos, era eso lo que se repetía cada vez que su boleta de calificaciones mostraba resultados que darían pena ajena.

A veces Dai pensaba con una ligera envidia que le habría gustado ser como algunos de sus compañeros, ya que ellos al contar con buenas habilidades atléticas, consiguieron becas y el ingreso de manera mucho más sencilla que él, únicamente por ser buenos en deportes. Algo que para él resultaba un mal chiste de sólo imaginarse a sí mismo jugando básquet ball, fútbol americano o algunos de aquellos deportes por los que las mejores universidades otorgaban becas rápidamente e incluso peleaban porque algunos alumnos talentosos los eligieran a ellos.

El de ojos verdes era consciente de sí mismo, cada vez que se comparaba con los demás hombres de su edad se sentía un enano, por su estatura de tan sólo 1.55m. Además de que el deporte no era algo que a él le interesara, su tiempo libre lo dedicaba a aquella actividad secreta que tanto amaba, pero que mantenía oculta de los ojos de cualquier curioso. El haberle dedicado tanto tiempo a lo que amaba no era algo de lo que se arrepintiese, pero sabía que era por ello que su contextura física era tan “delicada” y carente de músculos. No se avergonzaba de su propio cuerpo, pero en ocasiones antes de conseguir su ingreso a la universidad, la idea de que tendría el acceso seguro de ser un chico musculoso y atlético acudía de vez en cuando a su mente. Idea que quedaría totalmente en el olvido desde ahora que al fin consiguió aprobar, ya que con empeño en el estudio logró lo que deseaba.

Cuando terminó de divagar en aquellos pensamientos del antes y después de lo que sería su inicio en su nueva vida como universitario, se dirigió al complejo departamental para estudiantes. Aquel lugar era destinado a personas en su misma situación: hogares demasiado lejanos a su universidad. Con un acuerdo pre-pago hecho a través del teléfono, sólo le quedaba ir al lugar que serviría para su estadía mientras finalizaba su carrera para obtener su título. Al llegar hasta el frente del complejo fue recibido por una amable señora de cabellera plateada y ojos dorados, de piel tan blanca que se asimilaba a una hoja de papel, quien se encontraba barriendo la puerta de entrada.

—Buenas tardes —saludó la mujer viendo a su invitado llegando.

—Buenas tardes —respondió cordialmente—. Vengo porque tengo un cuarto reservado, ¿usted es Koneko-san?

—Sí, soy yo —contestó dejando a escoba a un lado para acercarse hasta él y estrecharle la mano—. Tú debes ser Dai ¿no?

—Así es —movió su cabeza afirmando lo dicho por la señora—. Un placer conocerla.

—Igualmente —le sonrió la dama de cabello plateado—. Acompáñame para que te muestre donde te quedarás.

Ella lo guío explicándole cómo funcionaba aquel lugar, desde los horarios en los que se servían las comidas hasta presentarle a algunos de los demás inquilinos. Aquellos que regresaban o salían a sus clases o, en algunos casos, trabajos de medio tiempo, saludaban a la encargada y a Dai, quien sólo saludaba con la mano viendo la prisa que llevaban varios de ellos. Además, durante su recorrido tuvo la oportunidad de conocer a la hija de la señora Koneko, muy similar a su madre con la única diferencia de que sus ojos eran de un tono violeta y a juzgar por su apariencia tendría cerca de la edad de Dai.

—Yurie-chan, saluda a nuestro nuevo inquilino —pidió Koneko a su hija.

—Ohh, tú debes ser Dai —dijo ella dejando por un momento de trapear el suelo del pasillo—. Un gusto, mi nombre es Yurie —se presentó ella con una sonrisa.

—Sí —afirmó el pelirrojo acercándose a ella para estrecharle la mano con una sonrisa—, ya nos habíamos conocido por teléfono, pero de nuevo, mucho gusto.

—Recuerdo tu llamada —dijo la chica de cabellera blanca—, tus cosas ya llegaron y están en tu habitación.

—Perdón por las molestias —se disculpó el chico apenado.

—No te preocupes —tranquilizó la mujer mayor—, es nuestro trabajo. Ahora vayamos a tu cuarto —sugirió Koneko antes de retomar su camino con el joven de ojos verdes.

—Nos vemos luego Dai —despidió Yurie.

—Sí —saludó con la mano antes de seguir a la mayor.

Recorrieron algunos pasillos de madera hasta dar finalmente con el espacio destinado al recién llegado. Koneko abrió la puerta con su llave maestra, la cual era igualmente efectiva con todos los cuartos de su complejo.

—Este es tu cuarto —dijo ella una vez que la puerta fue abierta y extendió su mano con una llave—. Esta es la llave de tu cuarto. La que yo usé es mi llave maestra, la tengo siempre en caso de que ocurra alguna emergencia. Debes saber que mi llave es única y que, exceptuándola, la única forma de entrar a tu cuarto es con tu llave, por eso debes cuidarla mucho.

—Gracias, lo haré —respondió mientras veía que la encargada abandonaba el cuarto para darle su privacidad y que desempacara algunas cajas con sus pertenencias, las cuales habían sido enviadas y depositadas en su habitación previamente a su llegada.

Gran parte de la tarde y de la noche fueron dedicadas para acomodar sus pertenencias y estar más a gusto; Dai únicamente se detuvo a la hora de la cena. La comida era preparada por la propia Koneko y debía admitir que era una gran cocinera, algo en lo que todos los residentes coincidan sin excepción. Entre el hambre que tenía por el trabajo de acomodar sus cosas y lo deliciosa que era la comida que le sirvieron, no duró mucho en su plato, ya que casi inmediatamente lo engulló todo de prisa. Una vez finalizada su comida, regresó a su habitación donde se acercó a la ventana mirando el cielo nocturno.

Observó las estrellas, aquellas pequeñas migajas pan dejadas en el firmamento que guiaban sus sentimientos, en busca de un calmante a su atormentado corazón. En aquel momento se encontraba con pensamientos que lo ponían un tanto nervioso. Al día siguiente asistiría a su primer día de clases, por lo que su mente le hacía imaginar los posibles escenarios de lo que podría acontecer. Se imaginaba desde las mejores posibilidades donde le iba de maravillas en clases hasta donde podría ser el burro de la clase. Se repitió varias veces que sólo era el primer día y que no debía adelantarse a los hechos, aun no acontecía nada y ya estaba poniéndose nervioso. Sucedería lo que tendría que pasar, fue todo lo que se dijo antes de recostarse a dormir.

Al llegar la mañana, para su desgracia, debió pagar las consecuencias de haberse desvelado mirando las estrellas. Pese a la alarma que había colocado, no fue capaz de oírla y en caso de haberlo hecho, entre sueños seguramente la desactivó para continuar con la compañía de su amada cama. Tarde fue cuando consiguió abrir los ojos, sólo para darse cuenta de que su reloj marcaba ocho de la mañana, horario en que él ya debería estar en camino para su primera clase. De un salto se levantó y comenzó a intentar hacer varias cosas a la vez para ahorrar tiempo; intentaba vestirse a la vez que cepillaba sus dientes y se arreglaba lo mejor posible que unos minutos le podían brindar. Juntó diversos cuadernos que aún tenía dispersos sobre su escritorio, todos sin haber sido correctamente acomodados, al haber sido dejados a lo último, puesto que se había dicho que aquello que sería de uso diario debía quedar a la mano y por tanto debía dejarse para el final.

El camino entre su residencia y la universidad no era muy largo, se felicitaba por haber conseguido una vivienda tan conveniente, aún con lo tarde que salió le restaban unos minutos de sobra. Aprovechando esto, Dai recorrió los alrededores de la que sería su universidad por los siguientes cuatro años y a medida que avanzaba, cada vez sentía más que no era su lugar correcto. Veía a muchos estudiantes que desprendían cierta aura de inteligencia y elegancia con la que él no hacía juego. Para dar más pruebas que acrecentaran su inseguridad, por lo que podía notar en las frases sueltas que oía de los estudiantes quienes conversaban despreocupadamente, a nadie le resultaron difíciles aquellos exámenes de ingreso, menos a él. Sus pensamientos comenzaron a correr deprisa procesando la información suelta a su alrededor.

Siento que no encajo aquí, quizás alguien como yo no deba estar en esta universidad tan prestigiosa. Soy alguien que no ha conseguido tener ninguna nota sobresaliente en ninguna materia ni tengo alguna especialidad académica. Soy lo que cualquiera podría denominar como común, quizás yo… ¡No debo pensar así! Me digo a mí mismo, golpeando un poco mis mejillas para hacerme reaccionar. Yo estoy aquí por mérito propio y haré valer mi esfuerzo en ingresar.

Dejaré los pensamientos pesimistas de lado y me concentraré en mis estudios, pero primero debo conseguirme alguna bebida porque estoy muriendo de sed. Para mi fortuna hay una máquina expendedora de la cual pude comprar una pequeña bebida en lata. Caminé despreocupado sin fijarme por donde iba, estaba tan sumido en mis pensamientos acerca de mi nueva vida como universitario que no noté que un chico venía caminando en la misma dirección que yo y terminamos chocando.

El impacto que se produjo al colisionar el uno con el otro, fue la causa de que todas las pertenencias de Dai fueran a parar al suelo, dispersándose en el mismo al haberse salido de su mochila todo lo que llevaba guardado. De inmediato se agachó a recoger todo lo que había caído, antes de que se volaran con el viento o fuesen pisados por los alumnos que caminaban apresurados por sus clases, sin mirar a su alrededor. La persona desconocida con quien chocó, se agachó también y comenzó a levantar las pertenencias caídas.

—Disculpa por el choque. —Se disculpó aquel chico a quien el pelirrojo aún no miraba por estar concentrado en el suelo donde yacían sus cuadernos―. No me fijaba por donde iba.

—Descuida —le restó importancia continuando con lo que hacía—, yo tampoco venía prestando atención.

—No te preocupes. —Oyó que le dijo el chico que lo derribó—― Por cierto, mi nombre es Raiden, soy estudiante de tercer año. —Se presentó cuando parecía que el de ojos verdes ya tenía sus cosas nuevamente acomodadas en su mochila.

—Yo soy Dai, de primer año. —Se presentó el menor, mirando por primera vez desde su choque a quien era la persona frente a él—. Gracias por ayudarme —agradeció regalándole una sonrisa típica de él.

Aquel sujeto que se presentó como Raiden, quien a juzgar por el año en que estudiaba tendría unos veintidós años, era increíblemente atractivo ante sus verdes ojos, medía aproximadamente 1.65m, lo que explicaba la razón de la que fuese tumbado con facilidad por aquella diferencia de tamaño. Aquel cabello verde turquesa medio corto, contrastaba con su piel blanca y aquellos ojos celestes y finos que parecían complementar el color de su cabello recordándole el mar. Ciertas zonas maravillosas y poco conocidas que cambiaban con la luz del sol, combinando sus rasgos representando la magnificencia del mar en su rostro. Dai no sólo pudo comparar las características de la persona que acababa de conocer con el inmenso mar, sino que además si tuviera que definirlo, en una palabra, Raiden sería el invierno. Sus facciones lo hacían ver un poco frío y solitario, pero con maravillas ocultas en la profundidad de su ser.

Al mismo tiempo que Dai observaba de manera meticulosa a ese chico de cabellos verde azulados, éste hacía lo mismo con el menudo chico al que accidentalmente tiró al suelo. Era más bajito que él y se veía sumamente delicado, haciéndole pensar que aquel cuerpo esbelto seguramente era muy frágil. El color rojizo de aquellos cabellos, le hicieron recordar a las bellas hojas de otoño de los árboles que tanto amaba y esos ojos tan verdes como las hojas de las plantas en plena primavera, hacían que aquel conjunto de rasgos visibles en su kohai, le recodarán precisamente a aquellas estaciones del año. La sonrisa que le regalaba al agradecerle era cálida, no se la veía forzada ni mucho menos falsa, era la justa medida entre el frío de la falsedad y la abrumante exageración. Tal y como la primavera atrapada en medio del invierno y el verano o el otoño entre el verano y el invierno.

—¿Me estás escuchando? —preguntó el menor al notar como el de cabello turquesa se perdió en su propia mente y no respondía a su llamado.

—Esto... sí, de nada. —Le regaló una sonrisa apenas perceptible cuando se dio cuenta que el chico le estaba agradeciendo.

—En ese caso me marcho —dijo Dai al darse cuenta, a juzgar por la forma en la que todos los alumnos se dirigían a sus salones, que pronto debía entrar a clases o se le haría tarde—. Mis clases deben estar por dar inicio.

—Espera. —Lo detuvo Raiden cuando el chico de cabellera roja dio unos cuantos pasos alejándose de él—. Se te olvidaba esto. —Mostró en su mano un cuaderno con el nombre Dai escrito en grande—. ¿Te gusta dibujar? —cuestionó al ver como algunas de las hojas parecían un tanto sueltas, dejando ver un poco del contenido.

—Es sólo un pasatiempo —respondió en un susurró apenado arrebatándole casi con brusquedad aquellas obras suyas—. Soy muy malo dibujando, por eso es que estoy en la carrera de arte, para mejorar mi técnica.

—Por lo que vi en eso te equivocas —comentó el chico de ojos celestes—. Tus dibujos no han sido perfectos, pero tienen un punto importante: las expresiones. En esos dibujos de rostros se puede ver el sentimiento que el rostro quiere transmitir —explicó con tranquilidad mirándolo con aquella pequeña sonrisa en sus labios.

—¿De verdad? ¿Lo dices en serio? —cuestionó sumamente entusiasmado de que alguien creyera que sus dibujos no eran basura.

—Lo digo en serio —respondió manteniendo su sonrisa cálida y que a los ojos verdes le resultaba sumamente brillante.

—Mi mayor esfuerzo siempre lo pongo en que se vea que lo que retrato tiene un sentimiento y no que son obras sin vida, no sé si me explico ―comentó apenado por las frases confusas que soltaba sin saber muy bien lo que decía y menos si el otro lo entendía.

—Sé de lo que hablas —respondió con tranquilidad—. Sigue esforzándote y podrás hacer que sus expresiones no sean su único punto a favor. —Fue un consejo y una leve crítica al mismo tiempo, con la cual se despidió para ir a su aula correspondiente.

—¡Gracias! —gritó Dai lleno de gratitud, antes de recordar que se le hacía tarde.

Por haber estado conversando con su senpai, Dai entró a su primera clase bastante tarde. Cabe destacar que el profesor a cargo de la misma no estaba feliz con tal acto de (a su parecer) irresponsabilidad juvenil, por lo que lo expulsó de su clase del día. El chico de ojos verdes con sumo pesar acató lo que le dijeron y salió de su aula, tal y como llegó. Permaneció lejos de aquella aula a la que tenía prohibida la entrada y mientras estaba sentado en una de las bancas para los estudiantes, rememoró su encuentro con Raiden. Las palabras dichas por aquel atractivo chico, le hacían sentir una confianza en sus habilidades de dibujo que antes no tenía, creyó por un momento que su corazón no podría más, hasta que unas gentiles palabras dadas por un desconocido hicieron que su pasión volviese a arder por conseguir aquella meta por la que estaba allí en primer lugar.

Habiendo completado las clases, a las que sí ingresó a tiempo, era hora de regresar a su hogar, en todo el día no pudo prestar atención a sus clases perdiéndose constantemente en preguntas y dudas sobre su senpai. Quería saber más de él, que cosas le gustaban, cuáles no, entre otras que estuvieron ocupando su mente distrayéndolo de sus deberes como estudiante. De camino para el regreso a su departamento, no podía quitar una sonrisa que permanecía en su rostro, sin importar el castigo recibido nada más el primer día de iniciar sus clases en la universidad. Puede que sintiera en un primer momento que aquel no era su lugar, pero no pararía por esa insignificante excusa, porque él tenía la certeza que nació para dibujar y crear cosas que nadie jamás vio. Haría realidad su pequeño y ambicioso sueño de hacer algo que quedará en la memoria de muchas personas, que sus obras llegarán lejos, su nombre no necesitaba ser famoso, sólo deseaba tocar el corazón de alguien con su arte.

Al entrar al complejo donde residía se encontró a la hija de la encargada, la cual lo recibió con una sonrisa sin dejar de leer unos papeles, que él suponía debían ser las cuentas por los servicios del lugar. Cuando él la saludó, ella bajo un momento aquellos papeles para prestarle atención, algo que Dai no entendía, sólo la había saludado entonces… ¿A qué se debía esa media sonrisa algo pícara que lo observaba fijamente?

—¿Sucede algo, Yurie-san? —preguntó el chico intentando entender si había hecho algo sospechoso o que la pusiera alerta.

—Nada, es sólo que parecieras una colegiala enamorada —respondió ella con gran simpleza.

—¿Qué está diciendo? —preguntó él, si bien era cierto que quedó flechado por aquel chico no deseaba que eso se hiciera de conocimiento público. Menos aún con la hija de la encargada, quien, si bien era amable, aún era una desconocida, ya que no tenían un trato tan cercano.

—No intentes engañarme, niño. —Sonrió ella viendo con diversión el desconcierto de su más reciente residente.

—No soy un niño —protestó el pelirrojo—, tengo veinte años.

—Yo tengo veintiún años —comentó ella sonriendo con superioridad―. Puedes considerarme como tu Onee-sama.

—Pero si sólo es un año de diferencia —se quejó el chico.

—No desvíes el tema y cuéntame qué te sucede —pidió ella poniendo una expresión más suave para darle confianza a Dai.

—No me sucede nada —negó de inmediato con una expresión nerviosa y leves temblores por verse descubierto.

—Estás sonrojado y con una boba, pero deslumbrante sonrisa, conociste a alguien —dedujo ella de inmediato asustando a Dai por tal acierto—. ¿Fue amor a primera vista o te reencontraste con un viejo amor? —preguntó ella en un tono suave prácticamente maternal.

—Fue a primera vista —respondió un tanto cohibido, sabiendo que sería inútil intentar ocultarle algo. No había que ser un genio para notar la perspicacia en los ojos de aquella chica.

—¡Qué tierno! —exclamó ella tocando sus cabellos—. Pero nada de traerlo a hacer “cosas amorosas” aquí porque esto no es un motel, ¿entendido? —advirtió con diversión.

—Apenas lo conocí hoy —susurró intentando mantener la forzada sonrisa que tenía en ese momento—. ¡Ni que fuese a acostarme con un chico nada más conocerlo! —exclamó un tanto ofendido por la insinuación.

—Así que es un chico —comentó con una amplia sonrisa un tanto más maliciosa que la que usó antes.

—Yo… puedo explicarlo —intentó justificarse con nerviosismo.

—No debes preocuparte de explicar nada, al menos no a mí —interrumpió de inmediato las posibles excusas que le daría—. El amor es hermoso e inentendible. No conoce de razones, géneros, ni ninguna norma que se haya creado, por eso, no lo expliques.

—Gracias —dijo él sonriendo por aquellas palabras que no mostraron prejuicios ni ninguna mala intención contra él y sus preferencias.

—Ahora ve a hacer tu tarea o lo que sea que quieras hacer. Más tarde estará la cena para todos —comentó ella antes de retomar su trabajo en la recepción y regresar a la lectura de las facturas.

—Claro y gracias. —Se despidió antes de irse a su habitación. Quizás podría entablar alguna conversación de vez en cuando con la hija encargada, la sabiduría y percepción en ella eran algo que seguramente le trajo la experiencia de atender a tantos residentes.

Pasaron los días y Dai se esforzaba como se prometió a sí mismo, hacía lo mejor posible por enfocar su mente en sus estudios, pero tenía dos grandes dificultades: se perdía con facilidad y sus pensamientos eran rápidamente trasportados a Raiden. No es que no quisiera pensar en el “maravilloso” Kant o en las tan profundas reflexiones de los filósofos acerca del arte, pero cada vez que se hacía alusión al amor, lo que era y como representarlo pensaba en su senpai. Aquel color en sus ojos y como combinaba con su cabello lo hacían ver como arte viviente y cada vez que pensaba en ello suspiraba enamorado.

Los primeros exámenes parciales que Dai había presentado resultaron en un total fracaso, se trataba de animar a sí mismo diciendo que eran sólo los primeros y que podría remontar la nota con los exámenes venideros, pero esa posibilidad estaba cada vez más lejos de ser una realidad. La preocupación y el estrés hicieron que perdiera su apetito y hasta sus ganas de dibujar. Cada vez que intentaba trabajar en un dibujo para presentar a sus maestros, cometía algún fallo por la presión de querer hacerlo perfecto y en su frustración terminaba desechando el dibujo con tal enfado que no podía siquiera iniciar uno nuevo sin temor a equivocarse y arruinarlo.

Precisamente estaba en su habitación trabajando en otro dibujo al que no conseguía darle la forma que anhelaba, además de sumarle el problema que tenía que estudiar historia del arte y su memoria era pésima para recordar los nombres y movimientos vanguardistas más destacados. Se jalaba sus rojizos cabellos con frustración al no saber qué hacer, ¿estudiar la teoría o seguir con la parte práctica? En ambas le estaba yendo mal, ¿cuál tenía más posibilidades de salvar?

—Dai —llamó Koneko a la puerta—, ya está lista la cena, baja a cenar.

—Disculpe, Koneko-san, pero no estoy de humor para comer. —Se disculpó desde el interior de su habitación completamente frustrado por su nuevo fracaso.

—Dai —susurró la encargada al otro lado de la puerta, ella estaba un tanto preocupada, pero decidió dejarlo por ahora y camino por el largo pasillo de madera, ya que debía encargarse de los platos sucios de la cena.

—Mamá, ¿qué sucede? —preguntó Yurie acercándose a la mayor en medio del pasillo.

—Yurie-chan estoy un poco preocupada por Dai —comenzó a hablar Koneko—, hace días que está comiendo poco, ya se lo está notando un poco pálido y tiene ojeras en sus ojos.

—No te preocupes, mamá —dijo la menor dirigiéndose al cuarto de su inquilino—, yo iré a hablar con él —tranquilizó ella antes de perderse de vista de su madre.

—Gracias, cariño —dijo la mayor continuando con su camino hacia la cocina.

Yurie caminó con prisa a buscar a Dai, estaba un tanto molesta de que no le haya hablado aun cuando ella le dejó claro que sucedía algo podía contar con ella para oírlo. Estando en una época de tantos exámenes ella misma tenía poco tiempo para fijarse en algo que no fueran sus apuntes y libros. Sin embargo, eso no quería decir que no haría un espacio en su agenda para ayudar a Dai o a algún otro residente. Cuando llegó hasta la puerta del pelirrojo, con su mano golpeó insistentemente la puerta.

—¿Qué sucede? —preguntó el de ojos verdes desde el interior del cuarto.

—Quiero hablar contigo, ahora —recalcó ella en tono autoritario.

—Lo lamento, pero estoy algo ocupado —respondió el chico.

—¡Abre la puerta! —gritó enfadada de que no le hiciera caso alguno.

—Bueno, bueno. —Se resignó Dai y finalmente abrió la puerta—. ¿De qué quieres hablar?

—¿Qué sucede contigo últimamente? —cuestionó empujándolo levemente para poder entrar al cuarto.

—No es nada importante —contestó con una mueca que demostraba con claridad enojo mezclado con tristeza.

—Deja de mentir —pidió ella mirándolo seriamente.

—Uff me está yendo mal en mis materias —admitió suspirando pesadamente por sus tropiezos—, no puedo dibujar y no soy bueno en la parte teórica.

—¿Por qué no simplemente te consigues un tutor? —interrogó ella señalando lo obvio.

—¿Un tutor? —repitió él en forma de pregunta—. ¿Por qué no se me había ocurrido? —se preguntó a sí mismo queriéndose golpear por no pensar en ello antes.

—¿Ahora si bajarás a cenar? —cuestionó Yurie sonriendo—. Te aseguro que con un buen tutor y algo de empeño podrás mejorar tus calificaciones ―animó con una sonrisa.

—Sí, muchas gracias —agradeció Dai sonriendo con mucho entusiasmo―. Vamos a cenar, mañana cuando vaya a la universidad iré a pedir un tutor particular.

Con aquello en mente Dai fue capaz de bajar a comer su cena, sentía que finalmente podría solucionar su problema con los estudios. Su único obstáculo sería encontrar a quien aceptara ayudarlo, pero de eso se encargaría al día siguiente. La noche la pasó con tranquilidad, logró conciliar el sueño sin mayores problemas, algo que necesitaba desde hace algún tiempo. El chico de los ojos verdes despertó con energías renovadas y se levantó con ánimos de los que no gozaba desde hace varios días. Tenía una gran sonrisa pensando en que si el estrés por las calificaciones desaparecía probablemente podría volver a dibujar con la libertad que la presión no le dejaba.

Dai estuvo durante sus recesos buscando a quien lo pudiera ayudar, para su desgracia, a varios a los que les consultó rechazaron su petición, al no tener tiempo libre por ser tan próximas las fechas para rendir exámenes. Otros tantos simplemente no eran buenos en las materias en las que el necesitaba apoyo. Por lo que, siempre terminaba volviendo al punto de inicio: encontrar un tutor. Cuando estaba a punto de rendirse con el asunto, en medio de su caminata, logró divisar a una chica que se levantaba muy emocionada de un asiento que compartía con… Raiden. La mente del pelirrojo lo hizo pensar mal por unos momentos, la situación pronto se aclaró cuando la chica habló con su amiga.

—¿Cómo te fue? —cuestionó una segunda chica a la que estuvo sentada junto a Raiden.

—Muy bien —contestó ella emocionada sonriendo—. Raiden-senpai es un gran tutor, tiene mucha paciencia y explica muy bien, si no fuera por él seguro que reprobaba.

Las chicas se fueron juntas a la clase que les correspondía mientras que Dai no podía dejar de pensar en que quizás debería pedirle a Raiden que fuera su tutor. Era cierto que necesitaba ayuda para poder estudiar, pero a su vez también podría aprovechar para estar cerca de aquel chico que había capturado su atención desde la primera vez que lo vio. Notó como aquel chico de cabellos verdosos se levantaba de su asiento y se disponía a irse, quiso correr y pedirle aquel favor. Sin embargo, antes de que aquellos ojos azules notaran su presencia corrió en dirección opuesta, ocultándose para no ser visto. Cuando Raiden se fue, el chico de cabellera roja sintió un gran alivio de que estuviera lejos, un sentimiento que le duró poco al darse cuenta que no debió hacer eso.

Durante el trascurso del día, Dai intentó acercarse a su senpai, pero el pudor podía más que él y le costaba encontrar una manera de pedirle ayuda sin sonar como un aprovechado. Sólo habían hablado una vez y parecía un abuso tener que pedirle aquello de buenas a primeras. Sin embargo, Dai tomó aire y se abofeteó un poco a sí mismo al pensar en que no debería actuar como un completo cobarde. Durante el intermedio que había entre dos de sus clases Dai buscó a Raiden por toda la universidad, hasta hallarlo leyendo mientras comía en una parte un tanto alejada del resto de los estudiantes.

—Ho-hola —tartamudeo un poco el de ojos verdes intentando sacar al otro de su muy interesante lectura.

—Hola —saludó con simpleza enfocando momentáneamente sus ojos azules en el otro chico.

—¿Cómo estás? —preguntó nervioso intentando sacar una conversación al otro, sintiéndose un idiota por no encontrar una mejor manera de iniciar una plática.

—¿Quieres que sea tu tutor? —cuestionó de inmediato el de los ojos azules sin cambiar la expresión de su rostro.

—Esto… yo… —Dai tartamudeo sorprendido, ya que no sabía cómo es que su senpai pudo adivinar con tanta facilidad lo que iba a pedir, pero eso le facilitaba parte de lo que debía hablar.

—¿Cuándo quieres empezar? —continúo preguntando el mayor mientras su mirada volvía a posarse en su libro.

—Si te parece bien mañana mismo —habló con rapidez intentando no perder el valor—. Yo puedo quedarme después de clases, ir a tu casa o tú venir a la mía, aunque vivo en un complejo de depar… —antes de que el pelirrojo consiguiera terminar de hablar el otro lo interrumpió.

—Tranquilo —dijo Raiden con algo de diversión en su voz—. Mañana nos encontraremos luego de clases y veremos en qué lugar nos pondremos a estudiar, ¿de acuerdo? —preguntó con calma mirándolo con una tenue sonrisa.

—Sí, claro —afirmó de inmediato Dai moviendo la cabeza en gesto aprobatorio mientras su sonrisa se ampliaba a más no poder—. Gracias, senpai, nos veremos mañana —se despidió sabiendo que sus clases estaban a nada de empezar.

—Hasta mañana —despidió Raiden levantándose con calma para ir a sus propias clases. Suspiró con un sentimiento difícil de catalogar sin que nadie lo viera y guardó su libro antes de comenzar a caminar.

Los ojos de Dai tenían un brillo notorio por la felicidad, su corazón latía rápidamente al fin podría tener una excusa para acercarse a él. Quizás durante su tutoría podría saciar un poco de la curiosidad que sentía por el chico de ojos celestes. Su cara se tornó de un color carmín al pensar en que tendría citas con su senpai, citas de estudio, pero citas, al fin y al cabo. Si el día en que lo conoció le costó trabajo poner atención a las clases, en esta ocasión resultó imposible bajar su mente de la luna. Lo cual trajo como consecuencia un par de regaños y trabajos extra por su falta de atención, y ni siquiera con eso dejaba de sonreír bobamente. Al regresar al complejo de apartamentos vio a Yurie barriendo la entrada, quien nada más divisar a Dai con aquella expresión de que algo “interesante” había sucedido ese día, ella no tardó en acercarse a interrogar.

—Yurie-san buenas… —saludó el de cabello rojo, o eso intentó hasta que fue interrumpido.

—¿Qué sucedió hoy? —cuestionó la de cabello blanco con una sonrisa pícara.

—Yo… esto… —intentó hablar el chico sin mucho éxito—. Conseguí un tutor. —susurró bajando un poco la mirada con vergüenza.

—¿Y qué más? —preguntó Yurie con suspicacia.

—Mi senpai será mi tutor —confesó cohibido.

—¿Y eso por qué te sonroja tanto? —preguntó la hija de la encargada sin entender, hasta que su mente ató cabos y llegó a una conclusión—. No me digas que él es… —dijo ella recibiendo un leve asentimiento de Dai—. ¡Esto es perfecto! —gritó emocionada.

—¿Perfecto? —cuestionó con sorpresa y confusión en sus ojos verdes.

—Sí —afirmó ella con seguridad—, es la oportunidad perfecta para que enamores al chico de tus sueños.

—¡No es el chico de mis sueños! —negó elevando la voz—. Aún no he soñado con él —susurró para sí mismo.

—Ya tendrás sueños pervertidos con él —afirmó Yurie restándole importancia—. Sueños que se harán realidad. —Sonrió ella de manera pervertida.

—¡No digas esas cosas! —gritó apenado.

Pese a las palabras de Dai una parte de él deseaba con fuerza acercarse a aquel chico y la oportunidad que se le presentaba era digna de ser aprovechada al máximo. Y Yurie ya tenía en mente como darle un empujón al enamorado de cabellos rojizos, pero lo que ella tenía planeado era algo que se daría a conocer cuando las tutorías dieran inicio.

 

CONTINUARÁ…

 

Notas finales:

Espero les haya gustado este primer capitulo. hasta la proxima janne n_n


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