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My Little Wolf. por Color Onirico

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Notas del capitulo:

Resumen: Quiero ser Ciel.








                Los personajes no me pertencen

            Si no a Yana Toboso.
                                     

               Titulo: "Los Lobos pueden ser muy guapos."


Todo transcurría tan normal el día de hoy. . .

. . . Para qué mentir, nada, absolutamente nada era normal hoy, ¿Por qué? Quizás porque justamente en este instante, el joven Ciel tenía en frente de él  un cachorro que si no es suficiente era uno de lobo… De todos los escenarios que pudieron presentarse tuvo que tocarle precisamente esté. Por un momento pensó que hubiera sido mejor enfrentarse a un ladrón en vez de hacer el ridículo por casi matar a un “inocente” animal.


 —Tch… ¿Y ahora qué hago contigo? —Pregunto a la nada, sabiendo que el dueño del animal ya debería estar a kilómetros huyendo de la responsabilidad de ser dueño de un lobo, claro, no lo culpaba sabiendo que la naturaleza predadora de los lobos daban muy buenas razones para no tenerlos como mascotas domesticas.  Pero tampoco justificaba que lo abandonara con alguien que apenas es capaz de cuidar  de sí mismo. 

  Ciel antes de decidir qué demonios hacer con su inquilino no deseado prefirió limpiar todo el desorden de la casa porque no iba a poder concentrarse con todo hecho un lio. Tardo aproximadamente 30 minutos en reacomodar todo y dejarlo limpio; dejando a la pequeña criatura encerrada en la habitación.

  Se dejo caer el sofá en un suspiro intentando aclarar la mente, todo esto era muy confuso y raro. No tenía idea de qué hacer. Necesitaba a alguien para apoyo y preguntas, necesitaba llamar a Alois.

  Tomó el teléfono que reposaba en la pequeña mesita de cristal y se dispuso a buscar el número, le llamaría y le diría al respecto al cachorro y le preguntaría si…

   Una voz terciopelada y con un toque algo triste interrumpió el ambiente, dejando al menor gélido al instante.

 — ¿Quieres deshacerte de mí…? —Un hombre alto, asomaba su cabeza detrás de la pared.

  A Ciel se le fue el aire cuando logro ver de dónde provenía la voz.

  No solo era un hombre alto, no, un par de orejas puntiagudas estaban sobre la cabeza de ese sujeto de cabellera oscura y una cola larga y esponjosa se balanceaba a su lado. Tenía un traje formal y guantes blancos. Pero fueron esos orbes escarlatas los que le hicieron entrar en razón, no era un desconocido…claro que no.

Sólo se trataba del cachorro que ahora era un hombre. ¿Todo bien, no?

—. . . ¡¿Tú e-eres…el…el?! — “¡El cachorro!” Ni siquiera pudo terminar la oración,  tan solo se quedo ahí…temblando ante la idea de que pudiera ser devorado por ese ser. Cuando estuvo cerca de intentar entablar conversación nuevamente una extraña sensación le recorrió el cuerpo. Una lengua húmeda se paseaba por su cuello hasta llegar a la oreja. Ciel no supo cómo reaccionar cuando se dio cuenta de que el escarlata estaba sobre él, lamiéndolo, muy parecido a como un perro mostraba afecto a su amo.

— ¡¿Oye qué diablos haces?! ¡De-Detente! —Ordeno el chiquillo con el rostro parcialmente cubierto de rubor. No iba a mentir en que se sentía condenadamente bien; ¡Pero esa no era excusa para entregarse fácilmente!

— ¿Qué hago? Le doy mimos a mi amo, por supuesto~.

— ¡¿Amo?! ¡Yo no soy tu amo y ahora quítate! — El pelinegro hizo caso omiso y continuo con su sesión de mimos al cual Ciel  reaccionaba con uno que otro jadeo y titiriteo.

— Detente… ¡Sebastián detente! —Y el mayor se detuvo, con una sonrisa victoriosa en el rostro. Aunque si el hibrido era sincero, era una pena que se hubieran detenido…

— ¿Ve? Yo no miento, amo Ciel.

El chiquillo Peliazul ya estaba bastante consternado, y ahora esto….No, ¡Esto no podía estar pasándole a él!  ¿Cómo fue que adivino el nombre de “eso”? ¡No entendía nada!

 ¿Por qué todo esto tenía que pasarle a él? Y justo cuando todo parecía ir bien…tenía que suceder algo.  Lo único que hizo fue una mueca de disgusto, ahora sus ideas, emociones y pensamientos eran un remolino de caos total…añadiendo que…quizás…sólo quizás… le gusto la sensación  de los mimos…

  ¡¿Pero en qué demonios estaba pensando?! ¡Ese perro estúpido tenía la culpa!

— ¿Amo…? —Un cojín salió disparado a la cara del azabache y antes de que este pudiera impactar la esquivo con una facilidad insultante.

— ¡CIERRA LA BOCA Y VETE!—No puedo aguantarlo un segundo más y empujo al hombre fuera de su casa y le cerró la puerta con tanta fuerza que el sonido asusto a unos cuantos pájaros que andaban cerca.

 Estaba frustrado por todo lo que estaba pasando al punto de encerrarse en su cuarto quizás para quizás nunca salir, sin importarle que el estúpido estuviera allá fuera implorando que le dejara pasar como perro regañado y es que ni siquiera los dulces—que siempre dejaba cerca de su cama— le subían el humor.

“Esto es una pesadilla, una pesadilla” repetía una y otra vez en su mente para intentar convencerse de que despertaría y todo “esto” no sería más que un desagradable recuerdo que olvidaría en unos días….pero… la sensación, era tan malditamente real que incluso fumando tres kilos de droga podría aceptar que todo fue una insignificante pesadilla. Es que ¿cómo podían existir esas cosas? ¿No se supone que los “hombres-lobo” no eras nada más que una criatura mitológica?

O ¿Realmente existen…? La prueba más real que tenia era. . . ¿Sebastián?

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Mientras que Ciel estaba entre la línea de la cordura y la demencia, Sebastián había decidido dejar que el pequeño digiriera todo, fue mala idea decirle todo eso tan apresuradamente cuando apenas podía creer que un “lindo cachorro” fue “dejado” en la puerta de su casa. Y como estaba tan ansioso termino diciéndole más de lo que debería saber, al menos por un tiempo. Pero no, cometió la gran idiotez de escupir todo y ahora el menor aparte de estar aturdido y quizás asustado, ahora estaba muy confundido.

No lo culpaba, nadie podría creerse algo así tan fácilmente. Y menos cuando un hombre con orejas y cola te lo decía…vaya, se sentía discriminado.


—Hm….Paciencia. —Susurro para sí, dejando finalmente de insistir, por ahora era mejor irse hasta que el pequeñín  pudiera procesar la extraña realidad, ¿y cuál era? Que ahora tenía como sirviente personal, un hombre lobo.

Pero podrían tardar días en el proceso, y el azabache estaba tan ansioso, llevaba años esperando y hoy finalmente hoy pudo conocerlo… al descendiente de “ella”. Era curioso las miles de versiones que existían del cuento más comúnmente llamado “Caperucita” pero ninguno contaba la verdadera historia, que si se le analiza bien…

No es una historia para niños.

«Los humanos y su costumbres de adaptar historias para adultos y convertirlas para niños,  ah» Fue su “queja” mental, mientras poco a poco abandonaba la casa—lo cual no fue de su agrado porque ese lugar no era conocido por su seguridad— y su figura se perdía en el bosque.  Probablemente volvería al pasar de unas horas, era tiempo de divertirse un poco, pobres las criaturas que están por allí, un lobo hambriento no es buena compañía.

Y como si de una telenovela se tratase, Ciel apareció para disculparse por haber sido tan “grosero” y pedirle más calmadamente una explicación —porque era la única forma de intentar resolver todo este disparate—pero se llevo una gran sorpresa cuando no lo encontró.

Fue razonable que lo hiciera después de que le gritara “vete” y lo sacara a la fuerza cerrándole la puerta en la cara sin darle tiempo al mayor de hablar. No iba a mentir en que deseo que volviera, y el sentimiento de curiosidad que le taladraba en la cabeza se añadía a las razones de querer volver a verlo.

Suspiro por el cansancio emocional que le causo razonar nuevamente. Y ahora que lo recordaba tenia tarea por hacer; distraer la mente un rato no estaría mal y luego un postre…sí, sus ánimos volvieron.

Cuando se disponía a buscar el libro de Geografía tropezó con el cojín que anteriormente le había lanzado a Sebastián,  el joven pudo haber maldecido su vida pero por alguna razón, la capa roja que su abuela le regalo en unos de sus cumpleaños estaba tirada bajo la mesa. Juraría que esa capa su madre la tenía guardada. ¿Cómo demonios apareció aquí? Su vida se tornaba cada vez más rara y desesperante.

De pronto el sonido de la lluvia acompaño el ambiente, y un chillido agudo capaz de erizar la piel de cualquiera se escucho. Ciel por un momento aseguraría que un dolor agudo tomo su pierna izquierda.

No supo porqué, pero se coloco la capa roja y salió de la casa corriendo al bosque, tenía un mal presentimiento.  Los arboles se agitaban violentamente y las gotas de lluvia eran cada vez más grandes. Todo estaba húmedo lo que causo que la tierra se volviera lodosa y resbalosa.

El agua empapo completamente al pequeño, buscando desesperadamente a alguien pero ¿Quién? Una sensación le impulsaba a seguir buscando.

Pero Ciel no vio la roca que estaba en el camino y cayó por el barranco que estaba al lado suyo, la figura del Peliazul se veía caer a la quebrada, el pequeño cerró los ojos y el terror se adueño de él.

Iba a morir, allí.

—Sebastián… —Murmuro, como últimas palabras.

Notas finales:

Gracias por sus Reviews, son un amor <3 


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