Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Melodía desencadenada por chibibeast

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno, la idea es crear una historia a partir de un fanart que fue asignado al azar.


El fanart que el azar eligió para mí es de mi autora favorita: Kaze-pOn… Pueden verlo AQUÍ 


No sé publicar imágenes en este sitio. Perdón.


Escuché y vi ciertos vídeos que me ayudaron con el fic.


Ruki baila en una parte, pueden ver esto para darse una idea de cómo es, ya que mi descripción no se centra en él. BaileKabuki 

Notas del capitulo:

¡LEANLO O NO SARBÁN DE QUE VERSH LES CUENTO!

Aclaraciones de palabras japonesas:

*geta-> sandalias tradicionales.

*Rakugo-> es un entretenimiento japonés basado en monólogos humorísticos, cuyos orígenes se remontan al siglo XVII.

*rakugoka-> artista de Rakugo.

*shamisen-> es un instrumento de  tres cuerdas, s u cuerpo rectangular, sus cuerdas son de seda y posee un mástil similar a una guitarra, pero más delgado.  

*ryokan-> posada tradicional.

*biwa-> es un laúd (forma de pera) de mástil corto con trastes, sus cuerdas son de seda, también su uñeta es llamada bachi.

*Kabuki-za-> realmente existe, fue fundado en la Era Meiji. Aunque yo lo utilicé como parte de la Era Edo.

*wakashū-> así era llamado un joven que mantenía relación con un samurái. Como algunos sabrán, lo samuráis tuvieron practicas homoéroticas.

*dō->cuerpo del biwa.

*Biwa satsuma: de cuatro cuerdas y cuatro trastes, popularizada durante el periodo Edo en la provincia de Satsuma (actualmente Kagoshima).Su plectro (bachi) es más ancho que el de los demás tipos de biwa.

En las afueras de Edo…


El sol resplandece en lo más alto del cielo, la temperatura caliente típica del verano hace sudar a todos los habitantes de la pequeña aldea, a algunos les irrita y otros lo ignoran concentrándose en sus deberes. Los infantes corren, desplazándose a través de la hierba verdosa del campo, las risas dan un toque ameno al tranquilo ambiente. Las hojas de los árboles se mecen al son de la brisa, esa que refresca el cuerpo durante unos segundos.


Un hombre avanza por el camino que cruza el campo, a paso lento y sin prisa. El trinar de un grupo de aves tricolor revoloteando entre las ramas de un árbol capta su atención, el recuerdo de su niñez campante aparece, trayéndole un sentir nostálgico de aquellos días en los que su única preocupación era cuidar de su hermano y aprender las lecciones de su padre. Con un suspiro, retoma el camino de vuelta, visualizando a lo lejos un par de brazos elevados y agitándose a modo de saludo; acelera el paso para reencontrarse lo más pronto posible, tropezando un par de veces, causando risas a quien le espera a la entrada de la aldea.


−Bienvenido, hermano.


−Estoy en casa, Yutaka.


Luego del corto saludo, ambos hombres emprenden marcha de vuelta hacia su hogar, hablando trivialidades y saludando a uno que otra persona. Son bastante conocidos entre los aldeanos, el menor, Yutaka, es un herrero de buena mano; el mayor, Yuu, dedica su tiempo a enseñar el arte de la meditación y defensa personal a jóvenes. Nacidos en la casa Shiroyama, disciplinados para elevar sus virtudes, lo suficiente humilde para transmitir sus conocimientos.


Una vez en su hogar, Yuu procedió a narrar los acontecimientos ocurridos durante los tres días que estuvo de viaje, nada muy relevante, aparte de ciertas pláticas que tuvo con los comerciantes que vendían los materiales que él necesitaba comprar y un altercado en el que tuvo que interrumpir para que el amenazado no saliera lastimado.


−Pudiste haber sido tú a quien dañaran.− reclama.


Sentados a orillas del pasillo que da al jardín, bajo la sombra de un árbol, disfrutan la brisa que refresca las partes de sus cuerpos que el yukata no cubre.


−No lo hicieron, aunque necesite apoyarme en este trozo de madera –aprieta el bastón ubicado sobre sus muslos−, no podrían hacerme frente.


−Claro, prácticas a diario. Esa cosa –apunta el objeto− parece más un adorno, en ocasiones. ¿Qué más contarás? No creo que acabe sólo con un «Gracias, señor»− Yutaka, no lo cree así, ya que cada que su hermano ofrece ayuda, sea conocido o no, algo más sucede.


−Sí y no.− hace una pausa antes de continuar− Quise ayudarle a levantar sus pertenencias del suelo, pero él me miró enojado y dijo que podía defenderse sólo. Le di la razón y se fue. Al parecer, seguía asustado, le temblaban las piernas. Le seguí, ya que noté caminaba extraño, supuse que su tobillo estaba lastimado; en realidad, una de las tiras de la geta se rompió, ofrecí arreglarla y, para mi alivio, aceptó. Yo no quería que sufriera otro percance debido a tal descuido. Nos sentamos a las afueras de una tienda, yo arreglaba el calzado, mientras, él comía un par de dangos.


»−Conversamos un poco, se disculpó por ser sido desagradecido, estaba muy avergonzado por ello; como disculpa, hizo una invitación a ver Rakugo. Me sorprendió que fuese un rakugoka tan joven, negó serlo y aclaró que su trabajo es detrás de escena; el shamisen es su instrumento, sus dedos largos y flexibles lo confirmaron. Educadamente, negué su invitación, ya había pasado mucho tiempo en Edo y debía volver. La expresión tan triste en su faz me hizo replantearme un nuevo viaje al pueblo para la fecha próxima de actuación. Así que, hermano, dentro de dos semanas partimos a Edo.− comunica, después de terminar el relato, a un interesado y conmocionado Yutaka.


−Espera, espera. −repite hasta procesar lo dicho por el mayor.− Has sido tú a quien ha pedido asistir, ¿por qué he de ir yo?− con el entrecejo fruncido y de brazos cruzados, se opone.


−Porque le he dicho que irás.− sentenció sin inmutarse, observando la grácil danza de las hojas verdes al ser sopladas por el viento.− Además, necesitas material, muy pronto escaseará y como buen herrero sólo tú comprendes lo que debe o no ser comprado, qué cantidad y de qué tan buena calidad.


−Cierto es, que no puedo utilizar un elemento cualquiera, aun así… ¡No quiero ir! ¡Hermano, no me obligues a ir! ¡Yuu!


El resto del día, el silencio en la casa Shiroyama es roto únicamente por la voz del herrero, cuya insistencia es ignorada.


 


 


 


-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-


 


 


 


Al fin, el día de la marcha al pueblo de Edo llega.


Ambos hermanos parten de su aldea, despidiéndose momentáneamente de sus conocidos.


En el trayecto, el enfurruñamiento de Yutaka se acentúa al tener que caminar bajo el abrasador sol de verano, la brisa no le refresca, el saco cargado a su espalda le pesa; su largo cabello color ébano, atado en una coleta baja, le molesta más, los cortos mechones que se adhieren a su frente debido al sudor. Levanta la mirada del suelo al oír a Yuu hablar por lo bajo, seguramente, maravillado al observar el revoloteo de las aves, el ganado pastando, el arduo trabajo en los campos de arroz, entre otras cosas que a él no le interesan en lo mínimo.


No entiende cómo es que Yuu logra soportar el calor, de una coleta alta caen en cascada los oscuros cabellos, apenas nota una que otra gota de sudor resbalando por la frente y el níveo cuello, la respiración tranquila no advierte signos de cansancio. Contrario a él, que siente en cualquier momento el oxígeno abandonará sus pulmones. Increíble, él −que pasa casi todo el día frente a un fogón, golpeando con todas sus fuerzas el metal ardiente con un martillo, forjando−  tiene menos resistencia física que el otro −quien pasa el día meditando y enseñando a jóvenes cómo protegerse en caso de ser atacados−. Aunque, si lo piensa desde otra perspectiva, el mayor tiene una clara ventaja.


Preocupado, se acerca a su hermano cuando lo ve tropezar por sexta vez.


−Creo que sería bueno si descaramos un poco, Yuu.− sugirió, ayudándole a sentar sobre una roca grande ubicada a un lado del camino.


−Ya estamos cerca, sólo un poco más y llegaremos antes del anochecer. Encontraremos un ryokan, entonces, te prometo descansar.−no puede contradecir aquella mirada decidida y terca que su hermano le dedica.


Suspira resignado, emprendiendo marcha nuevamente.


«No es a mí a quien el chico aquel quiere ver, aun así me dejé arrastrar por mero capricho. Espero que tanto esfuerzo de mi parte valga la pena, un poco de diversión me vendría bien.»


«Esa sonrisa torcida no augura nada bueno, al menos no para quien él elija como “su objetivo”.»


 


 


 


-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-


 


 


 


La noche que arribaron a Edo, rápidamente encontraron donde quedarse, se dieron un baño y, al instante, ambos cayeron dormidos en sus respectivos futones.


Al día siguiente, Yuu salió muy temprano, dejando a un dormilón Yutaka en la habitación.


Gracias a la amabilidad de las personas que le dieron indicaciones de cómo llegar al sitio que buscaba, frente a él se encuentra una de las salas de Kabuki más populares en estos días: Kabuki-za, reza el letrero que cuelga sobre el portón de entrada. Indeciso de si entrar o no, permanece de pie admirando la estructura de la construcción. Es dos o tres veces más alto que una casa, tal vez dos o tres casas sumen el diámetro de ancho y por dentro tal vez sea del tamaño de dos o tres casas juntas… vaya, debería dejar de comparar el teatro con casas. Culpa al nerviosismo, lo tonto le sale a flote.


Apoyado en su bastón, golpetea el objeto con los dedos, dándose valor para entrar a preguntar acerca del vivaz joven causante de su presencia aquí. Casi traspasando el portón, una voz distinguida le llama haciéndole detenerse y voltear.


−Shiroyama-dono, su presencia inunda de alegría mi ser. −ahí está el simpático muchacho, saludándole con una grata sonrisa. Viste un yukata sencillo de color azul oscuro, el cabello medio largo va atado en una coleta alta y el flequillo con algunos mechones que le cubren parte del rostro.


−Suzuki-kun, debe ser mi destino encontrarme con usted, su imagen predominaba en mi mente. Oh, los dioses han de haber materializado mis pensamientos al posarlo frente a mí. –saluda con una corta inclinación y sonríe ladino al ver la reacción de la persona frente a él.


Akira no acostumbrado a recibir halagos por su sola presencia, aparta el rostro apenado, acomoda el objeto que carga a su espalda antes de volver a hablar.


−Por favor, no diga cosas vergonzosas, Shiroyama-dono.


−Soy un hombre honesto, digo lo que pienso y es verdadero. Además, es un pequeño halago, por favor acéptalo.


Un asentimiento, dio fin al reencuentro. Ambos se adentraron al teatro, hombro a hombro atravesaron la recepción hacia sala de actuaciones.


Akira avanza con nerviosismo, sintiéndose un algo intimidado por la presencia del adulto. Él le invitó este día a manera de agradecimiento por haberle ayudado hace unas semanas, si Shiroyama no hubiese estado presente, las telas que cargaba no hubiesen sido entregadas a tiempo y él perdería su trabajo, al cual tanto esfuerzo y dedicación ha puesto. Aunque el acto oficial es en la noche, prefirió reunirse con él durante el ensayo para, cuando este acabase, pasar la tarde juntos y hacer un corto recorrido por las concurridas calles de este distrito.


Una vez dentro de la sala, un encargado del local les detiene, prohibiendo el paso a quien no forma parte de los empleados. Antes que el menor se disculpe, Yuu pregunta si podría quedarse a ver el ensayo, obteniendo una respuesta afirmativa con la advertencia de no interrumpir.


Así, Akira se despide momentáneamente y corre tras el escenario, dejándole solo, admirando los detalles del interior de la estructura.


−Al fin apareces, Aki-chan. –un hombre ataviado en un kimono de colores claros le recibe.


−Lamento la tardanza, Takanori-san. En la entrada me encontré a un amigo y…


− ¿Es el mismo del que haz pasado hablando estas recientes semanas? ¿Shiroga, se llama?− pregunta apenas, más centrado en atar un obi púrpura a su cintura.


−Shiro-ya-ma.− deletrea− Sí, es él. Será tu público, así que esfuérzate mucho.


−Hay un sujeto loco en la sala. –una voz grave y aburrida se suma a la conversación.− Observa fijamente el soporte de las katanas, como si fuese a tomarlas y en cualquier instante comenzara a matar a todos. Díganme, que no es a mí a quien busca. – aunque diga esto, al final, su voz sigue siendo monótona.        


– ¿Las katanas?– confundido, Akira ignora lo demás– ¿Tenemos katanas?


–Sólo dime que no tengo que rechazar a otro samurái que quiere convertirme en su wakashū.


–Para tu suerte, Shima-chan, no eres tú la razón de que él esté aquí.


–Takanori-san, creí que había dejado atrás su atracción por los samuráis. –el mencionado deja caer el peine con el que ordenaba los mechones rebeldes que sobresalen del tocado sobre su cabeza, al escuchar a sus pupilos hablar de tal ruin ser.


– ¡¿Qué?! ¿Por qué asumes que él ha venido a ver a este viejo? ¡Es a mí a quien visita!


Sin prestar atención a lo que los chicos tras el discuten, veloz se acerca a orillas de las cortinas para confirmar lo que Shima –como ellos le llaman– dice. Su pecho se llena de enojo ante lo que sus ojos ven.


– ¡Akira Suzuki!– ante el grito de tal profunda voz, los dos adolescentes callan– ¡Te he dicho que no te acerques a ese tipo de personas!


–Pero Shiroyama-dono no es un samurái. – no lo conoce mucho, mas está seguro que no es ese tipo de persona, se ha portado bien y le ha hecho sentir alguien especial.


–Reconozco a uno cuando lo veo.


–Aunque, ahora que lo pienso, –interviene el otro músico– no lo parece. Es bastante torpe, casi cae un par de veces e incluso el mismo bastón se enreda entre sus pies. –una ligera curva se forma en sus labios, a modo de burla. A diferencia de Akira, que suelta una baja carcajada, imagina cómo debió haberse visto.


–Pudo sufrir un accidente y por eso necesita apoyo para caminar.


–O tuvo una lesión durante una batalla, dejándole la rodilla inutilizable. –El actor suspira resignado ante la ingenuidad e inexperiencia de la juventud– Vayan a sus puestos, agarren sus instrumentos y no digan una sola palabra más. –sale a escena, en cuanto la señal es dada.


 


 


***


 


 


El sonido agudo e inconfundible del shamisen llega a oídos de Yuu, en combinación con los demás instrumentos lo transporta al acontecimiento que la persona sobre el escenario danza. Tan embelesado en las notas del único instrumento que a él le importa escuchar, cierra los párpados, olvidándose del resto, sólo las notas rápidas y lentas del shamisen sobrecogen sus sentidos. Su imaginación comienza a dar forma a la imagen de Suzuki sosteniendo el sobre sus muslos, deslizando la mano izquierda a lo largo del mástil y, con la derecha, tocando las cuerda con un bachi; con una expresión facial apasionada, reproduciendo el sonido necesario para marcar el ritmo de una historia angustiosa… una expresión de alguien que ama la música con cada fibra de su ser.


 


 


*****


 


 


Después de la práctica, antes de oír los gritos de su tutor, Akira, carga de nuevo su instrumento y huye hacia la salida del teatro, llevando consigo a un desconcertado Yuu.


A pocos metros de distancia, se detienen, debido al problema del mayor.


−Perdona, le emoción me hizo correr, olvidé la lesión de tu rodilla.−la respiración agitada de este, le deja claro que no está acostumbrado a la actividad física o algún sobreesfuerzo.


−No hay ningún problema, si puedo ser tomado de la mano de una preciosa criatura, cuya luz me invita a seguirle. 


Ante esto, el adolescente se percata de su atrevimiento y, azorado, deshace la unión. De manera disimulada, apunta hacia una tienda de dulces, mientras se dirige a ella. Un bufido burlón escapa de boca de Yuu, le divierten este tipo de reacciones.


Pasan la tarde entre conversaciones para conocerse mejor, compartiendo datos curiosos de cada uno, frases coquetas de parte de Yuu y la alteración de Akira como respuesta a estos. Así, el músico revela su amor al shamisen, que fue instruido por su madre; el mayor, revela también saber tocar uno que otro instrumento de cuerda, como el biwa satsuma. Prometen reunirse de nuevo, esta vez para unirse en un dúo y ser «La pareja de seda». Broma hecha por Yuu, referenciado al material del que están hechas las cuerdas, pero en la mente del menor sólo resuena la palabra “pareja”.


Hay ciertos momentos en los que Akira siente su corazón detenerse y retomar los latidos aceleradamente: esas sonrisas ladinas, la gentileza de aquella voz, la risa estrepitosa y contagiosa, la amabilidad en el trato. Todo esto y más, es tan increíble, que le parece estar soñando. A sus dieciocho años ha tenido tres pretendientes, a lo mucho, pero ninguno le había hecho sentir como su acompañante. Casi tan frágil como a una mujer, tan necesitado de atención como un niño, tan valioso como las prendas ceremoniales del Shōgun, tan… tomado en cuenta como la opinión de un igual; casi como si son de la misma edad, como un hombre experimentado, no como un adolescente que le falta demasiado por vivir. Y le gusta, le gusta escucharlo hablarle de circunstancias de la vida, darle consejos, permitirle la palabra en temas que normalmente otros adultos le prohibirían.


A sólo un par de horas al inicio del evento, se despiden.


Yuu regresa al ryokan, encontrando a Yutaka atendiendo la recepción.


− ¡Bienvenido!− le recibe una radiante y perfecta sonrisa, servicial.


−Esta es la visión más falsa que he visto en mi vida, eso que he presenciado las “sonrisas” del primer ministro.− muestra una mueca de disgusto, bromeando.− ¿Qué se supone que haces?


−El dueño me pidió el favor de cuidar la entrada, mientras él arregla una de las habitaciones. No debe tardar en volver.


−Bien. Cuando termines, ve a vestirte decente o llegaremos tarde.− oyendo de fondo las quejas de su familiar, se dirige a la habitación asignada la noche anterior.


 


 


*****


 


 


De nuevo, esas inconfundibles notas llegan a sus oídos. La ambientación de la obra, los diálogos proferidos por lo actores y los movimientos sutiles de la danza, les cuentan a todo el público una historia de desamor, infidelidad y la trágica muerte de una hermosa mujer.


Siente su pecho llenarse de orgullo, ni una sola nota del shamisen ha sido errada. Aunque él no sea partícipe en la formación musical de Suzuki, siente felicidad al ser empapado por el sonido delicado y, otras veces, brusco.


La melodía desgarra el corazón de los presentes, más la imagen del cuerpo inerte cubierto de nieve con el kimono de tonos rosas desarreglado, enfriándose a cada segundo, sufriendo hasta el último aliento.


Yutaka está completamente hechizado bajo los encantos artísticos de Takanori.


 


 


 


*****


 


 


 


−Las viejas mañas no se olvidan. Los Shiroyama tienen un fuerte arraigo a sus costumbres, ¿no? –el que interpretó a la esposa engañada, le dedica tales palabras fuera de contexto.


Jamás lo había visto hasta esta noche, no le conoce ni entiende a qué se refiere… bueno, tal vez sí lo entienda. Después de todo, es un adulto buscando la compañía de un adolescente; sin embargo, no está para juegos, no lo quiere una sola noche, no es su cuerpo solamente lo que desea. Quiere sus risas, sus lágrimas. Y él está dispuesto a darle todo.


−No es a usted a quien yo debería demostrarle que un árbol frondoso da sombra y se mantiene firme por siglos, protegiendo con bondad a las criaturas que encuentran un hogar en él.


−No obstante, en cualquier segundo podría secarse y caer, arrastrando consigo a lo que está enredado en medio de sus ramas.


−No sucederá.


−El tiempo lo dirá. Puede que un tronco sin hojas sea un mejor hogar que uno frondoso.


Un enfrentamiento de duras miradas y contundentes palabras es interrumpido debido a la presencia de Akira, Takanori aprovecha la distracción para salir detrás de las cortinas hacia el frente, disimuladamente, agradeciendo la asistencia.


− ¡Shiroyama-dono!− entra apresurado, una extensa sonrisa dibujada en el rostro, a paso apresurado se acerca, casi  cayendo debido al enredo formado en medio de sus piernas por la tela del kimono que luce.− ¡Mire lo que he conseguido!− al llegar a su lado, levanta a la altura del pecho un precioso biwa color marrón y se lo ofrece.− No es necesario que esperemos a que usted se vaya y tenga que regresar, lo he cogido a escondidas, así que… ¡toquemos juntos!− menciona tan emocionado, lo último lo grita− Claro, si usted quiere.− ríe nervioso cuando se da cuenta de su exaltación.


−De acuerdo, primero hagamos una promesa: Una canción será nuestra unión. Sin importar la tardanza de nuestro reencuentro, esta melodía será la seda atada a nuestros corazones.− deja a un lado el bastón, toma el biwa con la zurda y cruza su meñique diestro con el del menor.


«La eternidad contigo


Se posicionan en el centro del escenario, sentados sobre el piso con los instrumentos encima de sus muslos, ignorando al escaso gentío aún presente.


Es el biwa el primero en sonar, el bachi parece fusionarse a la mano de Yuu y el laúd parece ser su mismo torso. Hipnotizado, sin saber cómo, Akira empieza a seguir el ritmo. Los sonidos emitidos en combinación del shamisen y biwa inundan la sala, que permanece silenciosa, brindando una acústica excelente.


Un desborde de emociones se produce al interpretar los suaves y, a la vez, aligerados cambios de afinación.


«−Me da la sensación de tener algún tipo de remordimiento acerca de un amante pasado, memorias de todos esos sentimientos complejos y acontecimientos que surgieron con ellos. Palabras que quisimos decir, cosas que nunca hicimos, justo resultó para nosotros dos. Las preguntas que todavía permanecen en mi mente, como la forma en que una sola nota de una canción puede mantenerse en el aire después del menor toque a las cuerdas de un Biwa.


Nunca he vivido un amor, nunca he tenido esta clase de sentimientos. Pareciera una predicción de mi futuro al lado de esta persona, esta persona que en tan poco tiempo e inesperadamente exclama una vida imperfecta; contradiciéndose al segundo siguiente, prometiendo una vida de aventuras colina arriba, esquivando los obstáculos de un camino pedregoso hacia la infinidad del vacío azul.


Las cuerdas mi corazón están siendo tocadas junto a esta canción.»

Notas finales:

¡Perdón!

Dos cosas:

-La nota tan larga de aclaraciones.

-Haberme desviado tanto de lo que representa el fanart.

Eh, lo narrado desde la llegada a Edo hasta el final… pasó en un día, sí. Cosas locas de la visa J

Creo que estoy perdiendo habilidad en la escritura, estas apariciones espontáneas son malas.

Bueno, espero a alguien le haya gustado. A mí me gustó la idea, pero siempre le encuentro lo malo a lo que hago.

Los rws no son obligatorios, pero alegran el alma.

Nos leemos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).