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Manos entrelazadas por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del fanfic:

Holi (?)

Para no perder la costumbre, no sé qué estoy haciendo xD Es un AU, donde todo es bello y mis hijos dejan de sufrir. Soy muy cursi, lo siento, pero es que los amo tanto *llora*

 

Renacimiento

  

 

 

Cuando Alex sugiere que todos vayan a ver un partido de basketball en vivo, para ayudar a Worick y a Nicolas a adaptarse nuevamente a la vida de civiles, hubo múltiples reacciones y mucha rabieta de parte de los dos niños con cuerpos de adultos.

Pero como nadie debe subestimar las cualidades maternales de Alex, después de un par de tirada de orejas y de la tortura de los suplicantes ojos azules de Nina, ambos guardaron silencio y fueron a donde se les decía.

El graderío está eléctrico y lleno de gente. Alex percibe una gran emoción invadiéndola con cada pequeño sorbo de su cerveza y con cada canasta del equipo de su preferencia, que parece convertirse en un adversario invencible con cada rugido del público. Era la semifinal de a-saber-qué-campeonato (detalles, detalles) y el tutor legal de Nina, el ¿buen? doctor Theo compró, generosamente, los boletos para que todo el grupo fuera a pasar un rato agradable.

(En realidad, Nina lo ha manipulado con facilidad ridícula para que los comprara, pero eso nadie necesita saberlo).

El doctor tiene un conocimiento limitado acerca de todo lo referente a las actividades atléticas y los deportes profesionales, al igual que Alex y Nina, pero los tres han decidido que tanto la agresividad silenciosa de Nicolas, como la mirada perdida de Worick, tienen que encontrar su fin con la mayor prontitud.

Lo único que Alex le agradece a la vida es que ambos hombres pudieron cumplir su servicio militar uno al lado del otro. Quién sabe qué habría sido de ellos, si hubieran tenido que sufrir los horrores de una guerra sin el apoyo de su compañero de toda la vida.

Por eso la chica les pregunta de todo, manteniéndoles concentrados en el juego, en la compañía y en el contacto humano, reacia a dejarse vencer por las circunstancias y los recuerdos que los otros dos vienen cargando.

Nina, por su parte, es todo un espectáculo entre los costados de Alex y Nicolas; está comiendo un hotdog con mucho entusiasmo, ensuciándose con mostaza el pecho de su vestido y su mirada es feroz, como la de todos los espectadores que vibran en aquella euforia descontrolada y contagiosa.

Alex quiere hacer el intento de limpiarle las mejillas con una servilleta, pero renuncia cuando se da cuenta de que se ve más linda así. Lo nota por la sonrisa de Nicolas, que no mira el partido, sino a ellas, de vez en vez.

—Tengo que ir al baño —dice la más pequeña, irguiéndose de golpe y queriendo escabullirse entre el público.

—Aguarda, Nina —replica Alex, con gesto nervioso—. Si quieres ir a algún lado, tengo que acompañarte y por el momento está difícil salir de aquí…

Nicolas, que ha estado pendiente de la conversación, se inclina hacia la nena y comunica con sus manos:

—Si tienes muchas ganas, puedo acompañarte yo.

La preocupación es tan, tan dulce y se nota que Nicolas no sabe cómo contenerla, pero a eso Alex está acostumbrada, eso es algo que conoce y es bueno ver que algo va regresando a la normalidad. Tampoco es como que se le lograron escapar los ojos cautelosos de Worick.

Nina se sonríe por la actitud de su adulto preferido y le calma asegurándole que está bien, que no se preocupe, que solo está un poco nerviosa por estar entre tanta gente, que es más tranquilo en casa y que por eso toma la mano de Nicolas.

—Es un juego de basketball, ¿qué esperabas, linda~?

Alex frunce el entrecejo ante el comentario de Worick, porque aunque sabe que el rubio solo está así porque lleva más de media hora sin fumar un cigarrillo, debería darse cuenta que es Nina quién está diciendo en voz alta lo que Nicolas siente.

 

Worick sabe que Nicolas se siente inquieto a todas horas y que llena cualquier estancia con una sensación de impaciencia, porque todos le miran como una tormenta eléctrica que solo está esperando el momento ideal para soltar su furia contra todo lo que encuentre.

Nicolas se le queda mirando demasiado a los extraños, sobre todo si las personas a su alrededor no sacan las manos de los bolsillos de su pantalón. Nicolas no quiere a nadie a sus espaldas a no ser que se trate de Worick y busca colocarse en las esquinas de cualquier habitación, recostado en la pared y sin dejar de observar.

Worick tampoco regresó en mejores condiciones. En lugar de ser un poco más genuino como su compañero, él persiste en lucir una máscara de risas, con expresiones graciosas y sensuales siempre a la orden, hablando con voz firme pero los ojos vacíos y un temblor casual domina sus manos cuando escucha un sonido repentino y no siente el peso de un arma en su cadera.

 

—Está bien —replica Nina a las palabras de Worick, sublimando su suave voz por sobre el ruido de la multitud y sosteniendo azul contra azul—. No me iré, me quedaré para protegerlos y no dejar que nadie los moleste. Lo prometo.

Worick parpadea sorprendido y pronto sonríe, avergonzado de su actitud previa y suspirando en acuerdo. Alex por fin respira con un poco más de paz.

Continuaron mirando el resto del juego; Nina con una atención preocupante, Nicolas con una especie de indiferencia respetuosa y Worick, para sorpresa absolutamente de nadie, mirando a Nicolas.

Y porque Alex quizás nunca le ha prestado tanta atención a Worick como desde que regresara de la guerra, ahora le invaden escalofríos cuando nota el filo y la oscuridad en los ojos del otro cuando mira al moreno. Hay algo ahí, ahora, que Alex no se atreve a nombrar. No puede nombrarlo ni descubrir su origen. No está segura si lo que ve es una calidez obsesiva o un fuego destructor. Tampoco está segura de querer averiguarlo. Y teme por Nicolas.

El brazo de Worick está detrás de la espalda del asiento de Nicolas, su sonrisa es perezosa y arrogante y Alex nota un dedo que roza el cuello del moreno, no una, sino tres veces. Y cada contacto es asombroso: Nicolas respinga sutilmente, como si nunca logra anticipar el toqueteo y balancea un puño cerrado contra el costado de Worick, pero este lo detiene a tiempo y le acaricia la línea del mentón con un dedo.

Nicolas persiste en alejarlo, pero no se percibe particularmente molesto.

Alex cree que siguen igual a como eran antes de ingresar en el ejército, pero no se convence del todo. Ahora hay algo nuevo que repta bajo la superficie de su tira-y-afloje en una forma casi peligrosa. Es algo insostenible, precipitante, que está a punto de derramarse por el borde de un contenedor metafórico que Alex no sabe de dónde ha salido y que no puede describir.

Amistad. La palabra le rasca de forma incómoda la conciencia, como si se tratara de una pieza que no encaja del todo en el rompecabezas.

Es en los últimos tres minutos del tercer cuarto que la música empieza a sonar en los parlantes y se acelera el tamborileo del corazón de Alex.

—¿Quién será?, ¿quién será~? —canturrea una voz desde la bóveda—. ¿Quiénes serán los afortunados de esta noche~?

La cámara parece moverse sin rumbo en la pantalla que debería mostrar los acercamientos de las jugadas. Hay un pobre hombre enfundado en un traje de mascota que viene acercándose al cuarteto y ella no lo puede creer. Comienza a secársele la garganta solo de imaginar que se detiene entre ella y la persona a  su izquierda, que es un hombre entrado en los cincuenta y con poco sentido de la higiene personal.

Trata de hacerse más pequeña, pero sabe que es imposible con una niña a su lado. Nina está expectante, agitándose en su asiento, como si esta fuera la parte que realmente ha estado esperando. Alex ha tardado en notar que Nina soltó las manos de Nicolas hace rato y que ahora ha tomado las suyas.

—¿Quién?—insiste la voz—, ¿a quiénes les toca?

«Por Dios, que no acerque más», suplica Alex para sí misma, porque por ninguna razón quiere ser el objeto de atención de cientos de espectadores. Para su desconsuelo, la mascota continúa acechándoles, saltando hasta ellos. Alex se acaba la cerveza de un trago, a punto de que el estómago la traicione, hasta que Nicolas gruñe en descontento.

Cuando Worick le interroga con la mirada, Nicolas hace las señas para especificar la magnitud de su odio hacia esa tontería. Que se supone que están mirando el juego y no-

—¿No qué? —le interrumpe el otro, con la voz gruesa por su humor malicioso—. ¿Qué te gustaría estar haciendo, Nicolas?

El aludido bate con un gesto una mano traviesa que recorre su espalda, y todo el intercambio deja estupefacta a la amiga de ambos. Nina también los contempla con afable intriga, como si fueran ellos dos los que están jugando.

Les toma un segundo completo darse cuenta que la mascota se ha posicionado detrás de sus asientos, en medio de Worick y Nicolas, como una sombra opresiva.

El corazón de Alex se hunde.

—Mira, somos nosotros~ —ronronea Worick, con una lascivia que no debería permitirse frente a tantas personas, si tuviera un atisbo de decencia.

—¿Qué…? —se le escapa a Nicolas, con su voz rota y sin aliento (en el sonido más desesperado que Alex le ha oído en toda su vida), siguiendo los ojos de Worick hasta las pantallas desplegadas por encima de la cancha donde se ve a sí mismo. Su rostro palidece de terror—. No, Wori-

La protesta forma parte de un silencio equidistante, pues es gobernada por un beso, veloz, profano y sinvergüenza, que todo lo cubre a su paso. Es un huracán que quiebra los vidrios de las casas y levanta ciudades desde sus cimientos. Nicolas ya está vencido y Worick no deja de atacar.

Dios… —susurra Alex sin que nadie se dé cuenta.

Es como si con cada caricia, Worick se convirtiera en una jaula capaz de contener toda la atmósfera, la potencia y la bestialidad que componen a Nicolas. Es caliente y atroz, es consumidor de las palabras, de bocas y de labios. Las uñas de Nicolas se hunden en los hombros de Worick. Una mano del rubio acuna la mejilla del otro, y es casi gentil.

La mandíbula de Alex simplemente ha dejado de funcionar, pero trata de apartar la mirada. El beso está siendo contemplado en todas las pantallas de la cancha y Nina está a su lado, sin siquiera respirar, con sus manos apretando las de Alex sin consideración.

Hay alguien gimiendo de satisfacción detrás de Alex, y entonces es consciente –poderosamente consciente– de que el beso no está próximo a terminar.

«Maldición, están en público, par de idiotas», replica la muchacha en su interior. Quiere decirlo pero la frase se le escapa cuando Nicolas –por fin– se separa de Worick y lo empuja, sin enojo, hasta su asiento.

Ambos están respirando con fuerza y Nicolas jamás va a admitir que lo cubre un sonrojo criminal, pero sería una necedad tratar de negar la luz que danza en su mirar, como si sus espíritus hubieran sido entregados a las llamas.

 —Vete al infierno, Worick —expresa Nicolas con sus manos, con ademanes que pretenden ser irritados, pero que carecen del familiar desprecio con que se dirige al otro.

Por suerte para ambos, el otro ya está acostumbrado a esa bravuconería. Nicolas es incapaz de cualquier reto ante la sonrisa indomable de Worick.

—¿Cómo es eso~? ¿Quieres que te lleve a una cita? Y yo que te tomaba por un hombre ocupado.

 

 

Worick dice que está enamorado”, le dijo Nina a Alex mientras estaban solas, preocupadas por los otros antes que por sí mismas. Nina había querido saber qué podía hacer por ellos y por eso se lo comentaba a Alex. “Me pregunto quién es…

Y Alex, quizás distraída con sus propias conclusiones, recuerda que le respondió a la pequeña que Worick siempre desviaba las conversaciones importantes con amoríos ficticios. “Probablemente sea alguien que se encontró en el ejército, dudo que se refiera a alguien que conocemos. Ya lo conoces”.

Ahora, le parece una ridiculez haber dicho eso.

Es una tonta, por no haber entendido lo que pasaba desde un principio.

Sigue siendo una niña, comparada con ellos dos, que tan naturalmente habían puesto de manifiesto ese a l g o brillante y único que solo existía entre ellos dos.

Ahora ve la mano de Worick, pesada y posesiva sobre la espalda baja de Nicolas, como una caricia que busca calmar los demonios del otro. Ahora ve las fieras en las palabras de Nicolas hacia Worick, como incisivamente cariñosas. Cada gesto exultaba un ritual imposible de amor, en el cual se adherían el uno en el otro; como la piel se une a la fruta, como la lágrima se sostiene de los ojos, como el cuchillo no suelta la herida.

«Claro», piensa ella. «Por supuesto».

Le ha tomado tiempo verlo, porque, ¿cómo imaginar que fuese así? Es como si hubieran estado acostumbrados a lastimarse, en algún momento de sus vidas o en algún espacio en el universo. Es como si hubieran permanecido demasiado tiempo en un lugar donde nunca brillaron las estrellas, donde la luna no les sirvió de testigo ni el sol les alcanzaba… un lugar donde las plegarias iban a morir.

Quizás vieron demasiado cerca a la muerte, allá donde fueron.

Quizás es por eso que ahora, ahí, en ese instante, en ese mundo donde el sol calienta, es gentil y les da la bienvenida, y no tengan piezas de sí mismos que esconder del mundo entre las sombras de su dolor… se sienten libres.

Y eso la hace feliz. Le restaron años de vida con la angustia que le provocaron, pero se siente feliz.

Porque, al fin, ya no son las balas cayendo perfectamente en la recámara de una pistola que está lista para quitar una vida, o el filo de una espada que se guarda en la vaina que la sostiene como un guante, lo único que encaja a la perfección.

Ahora son también un par de manos entrelazadas. 

 

Notas finales:

Toda crítica que quieran hacerme será muy bien recibida, se los prometo. Procuraré mejorar ;) No muerdo.

Ha sido un placer~


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