17- Insana experiencia
Joseph sintió esos dedos fríos acariciar con fruición el largo de su falo mientras su espalda se hundía en el pecho del que tenía detrás y sus nalgas oprimían fuertemente la entrepierna del otro, las manos de Joey se clavaron en los brazos del otro mientras se retorcía por su toque, gracias a los estremecimientos que estos le producían Wheeler se agitaba sobre el plexo solar y la pelvis en los que se apoyaba.
Sus gemidos iban en aumento mientras su cuerpo se arqueaba y se oprimía más sobre el cuerpo del otro, su garganta producía sonidos que él nunca había pronunciado en presencia de otro ser humano con una voz más fina de la esperada de un adolescente de su edad. No quería que quien fuera que estaba tras todo eso escuchara semejantes sonidos pero nada podía hacer al respecto y solo se agitaba junto a la piel del otro.
Su trasero intentaba evitar que su parte delantera fuera tocada tan sexualmente e inconscientemente se fue para atrás, refregándose asiduamente contra la delantera del sujeto detrás y en base a la repetida sucesión de contactos, cierta nueva protuberancia empezó a ser notada por las nalgas del rubio, esta se rozaba incesantemente contra la parte entre cada una y sobre ellas cuando el melado trataba de esquivar ese contacto y movía hacia un lado su trasero.
Ahora los dedos fríos se sentían más cálidos y su agarre era mejor, además el aliento sobre el cuello de Wheeler se fue sintiendo con mayor intensidad cada vez.
De repente ambos coreaban gemidos al unísono mientras el poder de las sensaciones iba aumentando paulatinamente y haciéndose fervorosamente feroz mientras que el calor dentro del cuerpo de Joey se hacía casi sofocante. Ya era difícil respirar, sus manos se agarrotaron sobre los brazos que atenazaban su cintura, uno sosteniendo su agonizante miembro y el otro abrazándole apretadamente haciendo que no pueda separarse del cuerpo fuerte y firme que le sostenía por detrás.
Después de agonizantes segundos de tremendas sensaciones, combinadas con la pregunta de que iba a sucederle luego pues la ingente erección que el de atrás tenía auguraba que podía pasarle lo peor. Tenía un miedo creciente al igual que la necesidad de descargar todo el deseo generado en su miembro.
Con un grito el melado dejó ir el lechoso líquido y se recostó totalmente laxo en los brazos del otro, falto de energía para luchar, se sostuvo un poco con sus manos de los brazos a su lado pues la piernas ya no le sostienen.
Cuando Joseph está en la frontera del susto por lo que puede llegar a pasarle en ese lugar oscuro en el colegio cerrado y del cansancio por lo experimentado, siente de pronto un empellón que lo lleva sobre una banca cercana y se golpea un brazo.
¿O sea que así sucederá?
Piensa con pánico agarrándose el brazo mientras está sentado en el suelo de costado y entonces a través de la tela de la corbata puede ver como la puerta se abre y se cierra de un portazo.
Descubre con alivio y sorpresa que el otro se ha ido y su calvario por fin ha terminado.
Se saca la corbata de sobre los ojos con una expresión sobrecogida y se agarra la cabeza dándose ánimos pues se ha salvado de aquella insana experiencia.