31-Complicado algoritmo.
El dormitorio de Kaiba era bastante más normal de lo que Joey hubiera pensado. Una cama de una plaza, medio ancha (plaza y media) estaba en medio de la recámara del millonario, las paredes eran azules y la cama tenía un edredón gris con una franja azul, una moquete blanca cubría el piso del cuarto de estilo occidental, que también tenía una mesa de luz y una cómoda de estilo antiguo en roble oscuro, en una de las paredes se veían páneles deslizantes blancas que sin duda eran el ropero.
Unos fuertes brazos le rodearon desde atrás y la boca del otro tocó levemente la parte de atrás de su cuello, las manos de Joey se agarrotaron donde estaban como reacción al contacto y cuando no pudo más se movió donde estaba, volteando y tomando los labios de Seto por asalto, después de besarse un rato el castaño caminó con él hacia la cercana cama, recostándolo y recostándose sobre él.
Una de las piernas de Kaiba se interpuso entre las del rubio y sus ingles se contactaron con el muslo del otro, causando una fricción acalorada. Luego de un rato de besarse mientras el contacto en la entrepierna proseguía, pequeños gemidos comenzaron a escapar de los labios de ambos entre beso y beso.
La mano de Seto comenzó a trabajar en sacar la ropa bajo la cintura del melado a quien le excitaba más el contacto de sus fríos dedos con su calurosa piel. Cuando la ropa estuvo a la altura de la rodilla el castaño dejó de atender su boca para mirar su elevado miembro, ahora sin escudo alguno.
Oye, que… no mires eso tanto—dijo el ojos mieles con un ligero enrojecimiento en las mejillas. El ojos azules sonrió con pícaro gozo.
No pensé que fueras tan tímido en la cama—dijo el millonario mofándose de Joseph que hizo un puchero.
¡Oye fanfarrón yo…--dijo el melado algo molesto.
Pero no pudo seguir, ya que un astuto Kaiba suponía que si lo dejaba armaría un escándalo y todo terminaría, para evitar eso puso su boca a trabajar… pero no diciendo nada.
El cuerpo de Joseph se arqueó hacia atrás al sentir los labios engullir su miembro viril erguido, la sensación de esa parte al ser atrapada era algo que escapaba a su imaginación, era diferente a ser tocado como antes pues la sensación era cálida y húmeda, la lengua de Seto acariciaba firmemente el falo , sus labios lo succionaban y podía sentir apenas el borde de sus dientes todas esas sensaciones le hicieron estremecerse y gemir sin control mientras iba arribando al final deseado por el millonario.
Kai…ba me ven…go—dijo con apuro el melado mientras trataba de empujar a Seto por el hombro para que se alejara pero este agarró su muñeca con fuerza y la alejó mientras apuraba el paso, logrando que el rubio llegara al éxtasis con toda potencia mientras seguía estremecido.
Luego los labios que le habían dado tanto placer se acercaron a los suyos, como preguntando si aún quería ser besado por ellos. Joey no lo dudó y poniendo una mano en la nuca del ojos azules le besó con pasión mientras sentía ahora sobre su muslo la aún incipiente erección del otro.
Esto no es justo, pensó el rubio que obligó a voltear a Kaiba y se puso sobre él para halar sus pantalones hacia abajo, descubriendo un miembro de dimensiones bastante mayores que el suyo, intentó tocarlo pero el castaño lo jaló hacia arriba y lo retuvo contra sí, sus piernas quedaron una a cada lado de las del otro y volvieron a besarse.
Mientras se besaban los miembros de ambos, ahora sin ropa que les separase, comenzaron a friccionarse de una manera casi agónica y sin pensarlos ambos aumentaron el contacto cada vez más.
Wheeler intentó de nuevo alcanzar la entrepierna del ojos azules pero este desvio su mano de nuevo.
Pero tu…--protestó el melado.
¡Shhh!—respondió el otro y sosteniendo una de sus manos sobre sus nalgas obligó a sus pelvis a presionarse con más fuerza lo que hizo que los movimientos involuntarios de sus pelvis fueran más intensos y luego de un par de minutos, Seto se vino por primera vez y Joey por segunda.
Luego siguieron besándose y sacándose la ropa, cada uno la propia y mientras Joey terminaba, Seto sin abandonar sus labios abría la cama bajo ellos para meterse entre las sábanas con el rubio, luego ambos se cubrieron e hicieron de nuevo lo mismo.
Kaiba…--preguntó de pronto el melado con un nada característico tono de vergüenza y el otro se detuvo para mirarlo expectante--¿Tu sabes… cómo se hace entre varones? Porque yo no y no se si…--Kaiba no es tonto y entendió en seguida lo que el otro pretendía.
Tomémoslo con calma—dijo con voz algo ronca por tanto gemir—Tal vez la siguiente vez. ¿No te parece?—preguntó el castaño y Joseph se lo quedó mirando, pues no había esperado que luego de todo ese ardor de antes el otro fuera a mostrarse tan comprensivo y atento. De verdad las apariencias engañaban algunas veces.
Bien, yo…--decía el melado cuando sonaron golpes fuertes en la puerta.
¡Hermano! ¡Hermano! ¿Estás ahí?—preguntó una voz algo ronca de niño.
Seto sonrió de lado con algo de dulce hastío—Si Mokuba—respondió casi a desgana--¿Necesitas algo?—
¡Ehm! ¿Por qué tu puerta esta con llave? ¿Estás con alguien?—preguntó el niño al que de pronto se le había ocurrido tal posibilidad aunque para él era la primera vez si era cierto pues su hermano no era muy sociable que digamos y odiaba compartir su espacio personal.
Así es—contestó mirando a los melados ojos que estaban sorprendidos y casi asustados de ser encontrados ahí en esas condiciones aunque aliviados de que la puerta estuviera trancada—Un compañero vino a pasar la noche—contestó el CEO—¿Necesitabas algo urgente?—preguntó el ojos azules.
¡Eh, no! Puedo esperar a mañana. Buenas noches Seto y buenas noches a tu amigo—contestó el niño.
Joey se puso a pensar mientras hablaban: “Tiene un hermanito. No me lo hubiera imaginado. Por alguna razón pensé que el prepotente este era hijo único. Hay muchas cosas que no sé de él”.
Joseph, se llama Joseph—le dijo el mayor y luego susurró al otro a su lado—Dale las buenas noches—
Bu…enas noches, Moki—dijo fruto de los nervios el rubio pues no se acordaba bien del nombre antes oído.
Seto le miró como diciendo “¿En serio?” Reaccionando ante esa abreviatura inesperada.
Buenas, Joey—susurró el niño sorprendido al otro lado de la puerta antes de dirigir sus pasos hacia su propia habitación llevando bajo el brazo un cuaderno en donde estaba un complicado algoritmo que quería que su hermano le explicara.