48-4 años
Estaba el médico terminando de vendar la herida de Joseph en su cabeza mientras dos tipos se llevaban al fallecido asesino de ese lugar. Mientras veía como le disparaba al inocente Joseph en la cabeza, por suerte solo fue un rozón debido a su precaria posición después del golpe, el castaño se le tiró encima y logró sacarle el arma con la cual le disparó fatalmente para luego llamar desde la habitación del hotel a sus conocidos.
¿Cómo está él?—preguntó al galeno.
Solo es un rozón. Está mejor que usted—contestó este al hombre con el torso vendado tras la camisa y chaqueta cambiadas.
Reinhardt estaba ante su jefe--¿Cómo dejaste que sucediera esto? El muchacho es un testigo. Si alguien investiga—dijo este aludiendo a Joey.
Jefe, él se arriesgó para salvarme, no podría…--dijo el ojos verdes con mirada decidida.
Pues está dentro o está fuera—dijo tajante su jefe.
Joseph yo no quería inmiscuirte en mis cosas, lo siento pero todo ha salido mal. Tal vez pueda hacer que te encargues de algo que…--dijo el otro pensando en la manera de sacar al rubio del aprieto en que estaba. No quería meterlo en esto. Sabía que el muchacho era demasiado tierno y no estaba acostumbrado a la violencia, por eso…
No te preocupes—dijo con voz rasposa Joseph. El otro no sabía sus motivos para irse de Japón así que brevemente se lo dijo. Reinhardt le escuchó serio—Yo, ya no podré cantar. ¿No es cierto?—Viendo las pocas opciones que tengo ahora, la tuya no es del todo mala, si tu me ayudas. ¿Cierto?—preguntó el sentado en una cama al que estaba sentado a su lado. Ambos sentían mutuo respeto y sabía que el otro no le había dicho lo de su voz para no desesperarlo.
4 años más tarde.
Joseph leía el periódico mientras tomaba su café, tenía puesto un traje caoba y usaba lentes dorados, el niño a su lado tomaba su desayuno rápidamente con un uniforme escolar. La habitación era blanca y amplia con muebles muy adecuadas para la casa estilo victoriano.
Señor, el chofer espera para llevarse al niño—dijo una sirvienta que de pronto apareció en el umbral con timidez.
Ya oíste Joey. Vete ya o llegarás tarde—dijo al niño que se levantó a su pesar y agarró su mochila para luego depositar un beso en su mejilla. Era un niño muy cariñoso para sus ocho años.
¡Ándate ya o llegarás tarde y deja de molestar a tu papá con eso!—dijo una figura en la entrada del comedor. El niño miró malignamente a la figura mientras pasaba a su lado y se fue corriendo.
No seas cruel con Joey—dijo el rubio al recién llegado.
¿No viste como me miró? Ese niño tiene más pelotas que tú y yo juntos. No debes preocuparte por él. Lo que me preocupa es perder las mías. Es muy posesivo contigo—dijo Reinhardt mientras sonreía, haciendo que Wheeler hiciera lo mismo—Ahora vamos que no vine a recogerte a esta hora por nada—
Como mande, jefe—dijo el rubio con una sonrisa mientras doblaba el periódico y se paraba para agarrar el maletín que tenía en la silla a un lado de la mesa. Ambos salieron juntos de la casa y un chofer les abrió la puerta de un auto que estaba flanqueado por otros dos.