8-A punto
Joseph estaba pensando mientras fumaba en el techo. Estaba muy afectado por la pérdida de su reproductor. Misteriosamente había desaparecido de su mochila.
¡Miércoles!—siseó por lo bajo el rubio, cerró los ojos mientras una música que había oído en el radio más temprano. Tenía ganas de cantarla y se imaginaba la cara del pelotudo de Kaiba mientras lo miraba. De pronto sonrió al pensar en esa cara y viendo a su alrededor para asegurarse que no hubiera nadie cerca olvidó un poco su cauta forma de ser, tiró la colilla de su cigarro y cerró los ojos, caminando mientras se contoneaba.
“¡Sé…
…que estoy a punto de perderme!
Tu peligro me envuelve…”
Su voz no sonaba para nada a como sonaba cuando hablaba. De hecho por ello había dejado de acompañar a sus amigos al karaoke en el primer año de secundaria.
Muchos se rieron, dijeron que parecía una chica, incluso algunas de sus compañeras que lo acompañaron a esas noches se rieron a escondidas de la diferencia entre su apariencia pendenciera y su voz femenina al cantar.
Años de burlas.
Cargadas en los baños y en los vestidores.
Dejó el futbol y de reunirse con otros chicos.
Se volvió más taciturno y pendenciero de lo que era.
Su madre se quejaba de sus malas notas y le decía a su hermana que no siguiera su ejemplo. El borracho de su padre le decía inútil. Si hubiera sabido el detalle de su voz femenina le hubiera golpeado pensando que asi le haría salir la voz masculina que un Wheeler debía tener.
George Wheeler era un gaishin apostado en Nagasaki que se había enamorado de una bonita muchacha japonesa y habían flirteado hasta que la pobre quedó embarazada y los padres de ella se quejaron a las autoridades de la base.
Por suerte la regla de no confraternización ya no regia por lo que ambos se casaron bajo la atenta mirada de padres y mandos y empezaron su vida juntos cosa que no había agradado mucho al joven que solo buscaba tener anécdotas variopintas por el mundo.
Y así nació Joey. La base de las desdichas de su padre que por ser un miserable en su trabajo había sido mandado como guardia a un consulado pequeño con una esposa nuevamente embarazada.
Esa era la historia familiar de Joey. Nada de que enorgullecerse.
Tu peligro me envuelve—volvió a cantar con los ojos cerrados y una mano alzada hacia la nada de adelante mientras con la otra sostenía un invisible micrófono. Cantar así era la única forma de aliviar sus penas, de dejar de pensar y solo sentir.
Sé que estoy a punto de perderme. Tu peligro me envuelve—cantó recordando el tema de la radio mientras se abrazaba con su brazo libre al decir “envuelve”.
Cerca, muy cerca no vio esos ojos azules que lo miraban atentos por tener los propios cerrados, ni los puños cerrados por la ofensa recibida, el ego es algo fácil de lastimar, duro de curar y pocas veces se decide por no cobrar el precio de ser herido.
Seto miró calladamente al otro mientras se balanceaba de espaldas a él y cantaba con una voz dulce y algo ronca, pero que era sin lugar a dudas la voz de la cantante que él como un perro iba a ver todas las veces que daba su función, y se sintió todo lo frustrado e impotente que se pudiera haber sentido en la vida.
Sin lugar a dudas el otro sabía que era él quien lo iba a ver y descaradamente había jugado con sus impresiones aun a sabiendas de que el otro no había juzgado su proceder pues era un chico que bailaba y cantaba como chica, y aun así… aún así él…
La impotencia y la ira reverberaron por el cuerpo del ojos azules. El CEO estaba tan furioso. Iba a demostrarle a ese idiota cual era su lugar.