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Forbidden heart por hannastony

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Al momento de llegar por fin a la capital y cruzar las primeras calles de por medio fue que Steve Rogers olvidó por completo la razón por la cual se encontraba finalmente ahí.

—¡No te separes de nosotros cariño! —gritó lady Sarah Rogers por la ventanilla del carruaje mientras veía como su hijo parecía estar inmerso en un mundo completamente nuevo. Con sus gemas azules abiertas en todo su esplendor, admirando con detalle cada cosa que se cruzaba en su campo visual.

No podía evitarlo. El volver después de tanto tiempo al lugar en el cual había conocido a verdaderos amigos, el volver a las calles en las cuales el recordaba haberse escabullido más de una vez para poder descubrir lo que la gente del pueblo podía ofrecer. Campesinos, artesanos, siervos que trabajaban arduamente, día con día, para poder mantener al conjunto de la sociedad.

Al haber nacido en una familia noble, Steve tenía casi prohibido el mezclarse con esta clase de personas las cuales no pertenecían a una familia prominente ni mucho menos tenían las riquezas que él desde que era joven obtenía. Sin embargo, Steve no los veía por debajo del como estaba establecido en la sociedad, al contrario, Steve admiraba el trabajo que cada persona realizaba e incluso se detenía  para poder contemplar con más precisión el trabajo de cada individuo

A Steve le entraron unas inmensas ganas de salir galopando su corcel a todo lo que daba hasta poder descubrir todos los rincones de la capital. El estar plenamente ilusionado al volver a el lugar que había acurrucado la mayoría de su niñez y juventud era una sensación perfectamente normal, más para alguien como Steve al quien le encantaba apreciar las cosas por más sencillas que fueran.  Parecía que había vuelto a ser un niño pequeño el cual estaba impaciente por descubrir.

Lamentablemente él no podía hacer nada de aquello, no podía simplemente separarse de su familia apenas llegaron y dejar a sus padres atrás. Tenía tantas ganas de salir a explorar, de ver que era lo que había cambiado, que era lo nuevo, que permanecía como lo viejo, pero por sobre todas las cosas, tenía ganas de ir a lo que fue una vez el hogar de su tan apreciado mejor amigo. Pero no había por que ser impaciente, ya él tendría tiempo de sobra para todo aquello.

Pasó el tiempo del recorrido simplemente limitándose a observar hasta que poco a poco miró como se iban acercando a la enorme hacienda que pertenecía a su familia. Al momento de finalmente llegar hasta las puertas de lo que en un tiempo fue su hogar y ser recibido por mayordomos y sirvientes con una cálida sonrisa fue que se sintió nuevamente en casa. El recordaba a la perfección a cada personal que trabajaba para su familia y sin esperar más fue que bajo rápidamente de Snow para saludar a todos con gentileza, alegría y respeto.

Parecía ser que el tiempo se había detenido en aquel lugar desde el momento en el que él y su familia abandonaron el lugar, ya que todo parecía estar exactamente igual a como él lo recordaba en su memoria. Los jardines, los comedores, las oficinas, las recamaras, todo estaba brillando de limpieza y en el justo punto en el que los Rogers habían dejado todo.

Steve volteo hacia atrás para ver como su padre y madre apenas estaban entrando a la sala de entrada y fue ahí que lo notó.

—¿Así que es cierto? Los Rogers después de tanto tiempo han decidido volver a la capital —dijo un muy apuesto muchacho que se encontraba caminando hacia la entrada, justo detrás de sus padres.

Portando vestimentas que solo alguien de la familia noble podía portar, acentuando aun más lo atractivo del joven, su cabello un poco largo y castaño cayendo a sus costados, sus penetrantes ojos azules brillando con entusiasmo y su sonrisa llena de galantería hacían que toda la atención se centrara en él, complementando todo con una reverencia como parte de saludo.

Al parecer esa también había sido una sorpresa para sus padres, ya que tanto Sarah como Joseph dieron un brinco de emoción

—¿Acaso eres el pequeño James Barnes? —preguntó una alegre Sarah para después acercarse al muchacho y darle un maternal abrazo sin importarle ni un poco las reglas de conducta. Ella siempre había considerado al joven Barnes como un hijo más y no se iba a reprimir al acto—. Dios mío ¡Cuánto has crecido! —dijo una vez separándose para darle espacio a Joseph y que también lo saludara.

—¿Bucky? —finalmente preguntó un Steve Rogers que hasta el momento se había pasmado al sentir que esa figura que se presentaba frente a él no era más que una ilusión.

Estaba en un pequeño shock, después de tanto tiempo sin ver a una de las personas más importantes para él, era más que obvio que no podía creer como el galante jovencito que había dejado atrás ahora ya estaba convertido en todo un hombre. Definitivamente fue una grata sorpresa el encontrárselo frente a su puerta, recibiéndolos a la capital, cuando él había pensado que tenía que esperarse un tiempo para poder volver a encontrarlo.

—Para ti, Lord Barnes —bromeó aquel apuesto hombre a la vez de que extendía ambos brazos, invitando a Steve a acercarse.

Steve no se reprimió más para correr a su dirección y apretujarlo en un fuerte y entrañable abrazo el cual expresaba lo mucho que lo había extrañado todo este tiempo.

Se podía sentir la cómoda aura de una amistad innegable por parte de ambos hombres. Bucky fue su compañero de mil y un aventuras, Bucky fue el apoyo que él siempre necesito en momentos de debilidad. Bucky fue como su soporte para seguir adelante y convertirse en el hombre que a la fecha era.

Sus relatos y experiencias eran incontables, Bucky al ser alguien también de una familia reconocida por los altos poderes, se destinó a relacionarse con el chico de la familia Rogers en cuanto sus padres establecieron relación. La familia Barnes no poseía tantas riquezas ni era tan reconocida como la familia Rogers, no obstante, siempre se mantuvo un vínculo afectivo entre ambos hombres lo demasiado grande como para no romperse aun después de tantos años.

­—¡Wow! Mírate en un espejo Rogers ¿Dónde quedo el chico escuálido del cual yo era cómplice? De verdad que si no fuera porque sigues usando el mismo peinado de antes, ni siquiera te reconocería —comentó Bucky una vez que ambos se separaron, admirando una y otra vez al hombre que tenía frente a él.

—En cambio tú no has cambiado ni un poco, sigues siendo el galán de la capital —respondió Steve satisfecho de poder ver a su mejor amigo nuevamente, después de tanto tiempo.

Bucky simplemente enarcó una ceja, como si no pudiera creerse las palabras que su amigo de la infancia le decía con tanta sinceridad

—Eso era antes, dudo mucho que ese título me siga perteneciendo ahora con tu llegada —dijo finalmente para quitar su mueca cuestionadora y volver a poner una sonrisa—. ¿Ya se pudieron dar la oportunidad de explorar la capital? —preguntó curioso ahora dirigiéndose tanto a Steve, como a sus padres.

—Justamente acabamos de arribar joven Barnes —respondió Lord Joseph por toda la familia—. Pero no estaría mal que mi hijo vaya a dar una vuelta por los alrededores, has sido un largo viaje y mi Lady seguramente esta algo agotada. Nosotros nos quedaremos aquí a acomodar nuestra llegada, mientras ustedes pueden salir a divertirse —finalizó cortésmente mientras le daba una mirada de aprobación a su hijo.

Steve se limitó a asentir, tratando de controlar todas las emociones satisfactorias que lo rodeaban mientras que James se despidió con un “permiso” y  con un ademan de gratitud para finalmente ambos salir disparados de ahí. Steve montando rápidamente a Snow y Bucky tomando su corcel que había dejado con uno de los sirvientes.

Ambos amigos emprendieron tranquilamente su pequeño recorrido estando en la zona más rica de la capital, donde solo se podían encontrar personas de la más alta clase junto con decoraciones que solo los nobles tenían el privilegio de aprovechar. Cabalgando pasivamente por las calles mientras regalaban sonrisas cordiales a las personas con las que se cruzaban.

Para Steve no fue muy difícil el notar como las miradas de bellas y recatadas damas se posaban en ambos en más de una ocasión. Las sonrisas y sonrojos de por medio en las bellas doncellas no se hacían esperar tratando de lucir lo más discretas posibles, fallando inevitablemente en el intento.

A el rubio no se le hacía tan extraño el mirar el comportamiento que provocaba su grandioso amigo en las féminas y mucho menos que las mismas reacciones las pudiera causar él entre las mujeres de la capital, después de todo, en lo que era ahora su antiguo hogar había aprendido a reconocer como lentamente, conforme avanzaban los años, las mujeres eran propensas a mostrar un notable interés en su persona.

Antes de que él consiguiera más masa corporal y obtuviera su título de caballero ni en sueños pensó que eso podría llegar a pasar ya que, como Bucky le había dicho al momento de volver a verlo, él era un joven bastante delgado y de poca gracia física que hacía que solo las mujeres mostraran miradas de desprecio, negación e incluso lastima.

Él siempre odió recibir ese tipo de miradas solamente por el físico, hasta la fecha no consideraba que eso fuera lo que más se debía de considerar al momento de conocer una persona, había cosas más importantes, como los modales, la conducta y sobre todas las cosas, los valores. Todo lo demás era superficial, algo que con el paso de los años se iba acabando y que no determinaba el valor de una persona. Pero claramente, todos aquellos pensamientos siempre se los guardaba en lo profundo de su mente al no poder expresarlos abiertamente entre sus círculos sociales. Para un noble lo más importante era mezclarse con personas de su mismo rango y por lo tanto él no se podía dar la oportunidad de conocer a personas más sencillas a él, que se fijaran en el interior de una persona y no solo en su estatus social.

Acostumbrado ya a su vida de noble y caballero fue que siguió recorriendo gustosamente las calles por las que se cruzaban, notando cada cambio de lo que fue antes y de lo que era ahora en su máximo esplendor, ya sea tanto en construcciones, modas y sociedad. Pasaron un gran rato cabalgando e intercambiando palabras acerca de lo que había sido de su vida en todos los años que no habían tenido la oportunidad de haberse visto.

La noche lentamente iba cayendo y Steve fue notando como cada vez se estaban alejando más de la zona en la que los privilegiados vivían para acercarse poco a poco a la zona de los no privilegiados haciendo esto un tanto extraño para él.

—¿Estás listo para divertirte de verdad? —preguntó el castaño parando repentinamente a su corcel.

Steve  a decir verdad no logró entender sus palabras con exactitud por lo que simplemente respondió con una mirada un tanto confundida.

Bucky le dedicó una sonrisa maliciosa para después bajar de su hermoso caballo y tomar un bulto que parecía ser un costal que había estado colgando de su montura todo el tiempo. Se acercó con familiaridad una pequeña casucha en la que solo consistía de un pequeño cuarto.

A la entrara de esta se encontraba un sirviente que parecía servir a la familia Barnes ya que cuando arribó, el sencillo joven le dedicó un cordial saludo a su amigo y tomó las riendas de su corcel para encargarse de ello.

—¿No vienes? —preguntó de lo más entretenido Bucky al ver como Steve seguía montado en Snow sin tener la más mínima idea de lo que estaba sucediendo.

El joven Rogers espabiló y bajó de su corcel, entregándoselo al mismo sirviente y siguiendo el camino de su amigo con resignación.

—¿Qué es todo esto Bucky? —preguntó el rubio una vez estando dentro de aquellas pequeñas cuatro paredes.

—Ten, ponte esto —dijo su amigo sin siquiera ponerle atención a su pregunta anterior. Lo que le estaba proporcionando a Steve era un cambio de ropa, pero no era ropa de la cual estaba acostumbrado a utilizar, al contrario, era ropa la cual utilizaban las personas de menores recursos o clase social.

Steve solo vio como su amigo comenzaba a deshacerse rápidamente de sus costosas prendas para poder ponerse unas ropas más humildes, del todo parecidas a las que le había entregado a él.

Steve se dio cuenta que su amigo estaba demasiado concentrado en lo que sea que pasara por su mente como para ponerle atención, por lo que simplemente hizo caso a lo dicho anteriormente por su amigo y se cambió de igual forma hasta quedar vestido de tal forma que pasaban totalmente desapercibidos por el pueblo.

—¿No es más cómodo? —preguntó con gracia Bucky una vez que ambos se cambiaron y salió de ahí con urgencia para entregarle sus prendas y las del rubio a su mismo sirviente que se mantenía en la entrada.

Steve ignoró totalmente su pregunta tratando de averiguar de qué iba todo ese cambio.

—Te encargo los corceles Thomas —se despidió Bucky de su sirviente mientras le regalaba una sonrisa y se encaminaba más dentro del pueblo.

—¡Que tenga una divertida noche Lord Barnes! —respondió el sirviente al ver como su señor se iba alejando cada vez más del lugar.

Steve un tanto inseguro de la situación solo se dedicó a seguir a su mejor amigo sin saber para que debía prepararse.

—¿Ya puedo saber de qué va todo esto? —preguntó Rogers al sentirse ya agobiado por la intriga.

—¿Recuerdas cuando de pequeños nos escabullíamos de nuestras casas para pasear por el pueblo y descubrir lo que este tenía que ofrecernos? —respondió con otra pregunta y Steve solo asintió al llevar rápidamente su memoria a aquellos tiempos— Ah, Pues es exactamente igual —dijo divertido mientras sus ojos comenzaban a resplandecer más—. Es agobiante ¿sabes? El tener que apegarte siempre a las jodidas reglas, tener que ser cuidados con cada palabra que salga de nuestras bocas, con cada movimiento que hagamos, con cada gesto que dediquemos. En cambio, aquí, nadie sabe quiénes somos, nadie se apega a las conductas ni te está analizando cada maldito segundo para poder catalogarte en su estatus “social”. Aquí puedes ser quien tú quieras, hacer lo que quieras, y nadie debe de enterarse de ello. —finalizó bastante seguro de sí mismo.

Steve comprendió a lo que su amigo se refería. Él también en algún punto llegó a sentir todo aquello, pero ahora estaba más que acostumbrado y no era como si se sintiera agobiado al respecto. No podía negar que muy de vez en cuando se le cruzaba una que otra idea al respecto, como por ejemplo con su matrimonio arreglado, pero no había nada que él ni Bucky pudieran hacer al respecto.

—Llegamos —habló nuevamente Bucky parando su caminata en lo que parecía ser un taberna para toda clase de personas— aquí siempre se puede encontrar el mejor ambiente y las mejores chicas de los alrededores—. Comentó alegre a más no poder mientras le dedicaba miradas de ánimo a su amigo.

“Oh no” fue lo último que pensó el joven Rogers antes de ser arrastrado por su amigo dentro del lugar. 

Notas finales:

Gracias a las personitas que me comentan. De verdad es mucho apoyo para mí y me dan ánimos a seguir escribiendo.


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