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Roads Untraveled por Hiyori_Shima

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Notas del capitulo:

Vengo con mi vaca deshonrada.

Espero que les guste.

P.D: Hoverboard (patineta eléctrica?) es ese aparato que tenia Reita para trasladarse. Si vieron el dvd del WT16 entenderán. Hasta le tomaron foto con esa cosa, we.

Sin más, adelante.

 

 

 

 

Ya llegó la hora.

 

 

 

 

 

La voz de su amado lo devolvió del sueño en el que se había sumergido por unos instantes. Sueño que tal vez terminó por derrotarlo ante el cansancio por velar el de su amor, o quizás por querer olvidar el inminente final al que estaban predestinados.  

 

 

 

 

 

Giró su cuerpo hacia el otro, clavando su mirada en el rostro adolorido y cansado del baterista. No pudo articular palabra alguna ¿Qué debería de decir? El castaño se encontraba aferrándose a su brazo mientras el dolor carcomía su interior apropiándose de este, en complicidad con el ángel negro quien merodeaba por la habitación, esperando el desenlace de su historia en ese pedazo de paraíso. Paraíso al cual fue arrastrado muchos años atrás gracias al amor del bajista.

 

 

 

 

 

La palidez de la piel de su amado baterista resaltaba aún más el hermoso color de sus ojos, los cuales no perdían su brillo cuando se atrevía a posar su mirada en él.  Las pequeñas arrugas que se asomaban en su rostro le mostraban el largo camino que habían recorrido juntos, líneas de expresión que quedaron marcadas como huellas de la felicidad y dicha que tuvieron al compartir sus vidas.

 

 

 

 

 

Porque al final de la vida, con tantas experiencias y con el reloj de arena a punto de vaciarse por completo, les quedaba tan solo el recordar. El bajista era consciente de las decisiones que tomó y no se arrepentía de nada, pues cada una de ellas lo llevaron al camino correcto, camino al cual él pertenecía y camino por el cual encontró el amor.

 

 

 

 

 

De su lejana juventud solo tenían memorias increíbles. Aquellos días preciados que quedaron muy atrás lo hacían feliz, y todavía con los recuerdos rondando en su cabeza, se preguntó: ¿En qué momento había llegado a amarlo tanto, que le era imposible vivir sin él?

 

 

 

 

 

No tenía respuesta para esa pregunta suya. Solo de una cosa estaba seguro, y era que ese ser que ahora se encontraba a lado suyo se convirtió en el soporte de su vida y en su piedra angular.

 

 

 

 

 

Akira siempre creyó que Kai era el ser más perfecto de todos. Adoraba todo de él. Sus hoyuelos cuando reía, el sonrojo de sus mejillas cuando lo miraba fijamente, o cuando rozaba su piel de casualidad. El cuerpo del bajista también se estremecía de manera casi imperceptible cada vez que Kai sonreía y, como si se tratase de un imán, siendo polos opuestos se encontraba irremediable y profundamente adherido a todo de Yutaka.

 

 

 

 

 

Así pues, mientras el bajista repasaba todos los momentos tan especiales vividos al lado de Kai, un recuerdo muy especial se coló entre sus pensamientos. Tan solo pudo sonreír y mirar a su amado con mucho más amor, a pesar del final que veía llegar.

 

 

 

 

 

Era el recuerdo más preciado de todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

28 de Octubre.

 

 

 

 

 

Un día especial para una persona en particular. Estaban a tres horas de iniciar el concierto y para ellos los momentos previos eran importantes para calmar los nervios. Takashima, Shiroyama y Takanori estaban perdidos por algún lugar del gran estadio. En los camerinos solo quedaban los dos integrantes restantes, cada uno ocupado en sus cosas, sin intercambiar palabra alguna. Aunque uno de ellos, sentado en un sillón de una de las esquinas de la habitación, miraba con recelo al bajista que tenía en la mano un aparato extraño pero que llamó su atención desde que vio a su dueño usarlo por primera vez, semanas atrás. Supuso que, como era su “día especial”, tendría acceso a este curioso juguete. Pero con solo ver a Reita tan serio, concentrado limpiando aquel aparato, estuvo a punto de desistir de la idea. Además, no ayudaba mucho el nerviosismo que sentía imaginarse el tener que dirigirle la palabra mientras estaban solos, sumándole a esto el sonrojo inevitable de su rostro acompañado de la arritmia cardiaca producida por la presencia del otro. Reacciones que lo delataban y que según él no le favorecían en nada.

 

 

 

 

 

Pero ese día siendo el cumpleañero (además líder de la banda), y aprovechando que solo se encontraban ellos dos en el camerino, se le acercó y sin más que agregar fue directo al grano.

 

 

 

 

 

     — Es mi cumpleaños dijo el castaño, quien ante la sorpresiva mirada del otro no pudo evitar sonrojarse, como ya se le estaba volviendo costumbre, mientras apartaba la mirada y empezaba a jugar con sus manos, esperando una respuesta.

 

 

 

 

 

Reita, quien estuvo pretendiendo ignorar al castaño todo el tiempo que estuvieron solos, se sorprendió que lo abordara de esa manera. Estuvo atento a cada movimiento de Kai desde que este ingresó al cuarto y se quedó observando el aparato que tenía entre manos. A decir verdad, a Akira le interesaba (y le era entretenido) observar a Kai cada vez que podía. Se podía decir que era uno de sus pasatiempos favoritos. De todos los años que lo conocía, en los últimos meses surgió una fuerte atracción de él hacia el baterista. Suponía que quizás era debido a la cantidad de horas que este había pasado observando al castaño, tanto así que hasta las muecas de este último ya le eran muy familiares y los conocía a la perfección.

 

 

 

 

 

Es por este motivo que, cuando el bajista notó que Kai lo estaba mirando de reojo desde lejos, supo que quería algo de él, y no precisamente era a él como persona, sino al bendito “juguete” que compró semanas atrás.

 

 

 

 

 

No pensaba que Kai se le iba a acercar, pues sabía que era un poco tímido, por eso cuando le dirigió la palabra quedó sorprendido y solo atinó a responder dos preguntas bastante estúpidas.

 

 

 

 

 

     — ¿Y?  ¿Qué tiene?

 

 

 

 

 

Ante la corta (y un poco agresiva) respuesta de parte de Reita, el baterista se puso aún más nervioso. Indeciso de continuar con la conversación y con la mirada baja, preguntó con timidez que lo caracterizaba.

 

 

 

 

 

     — ¿Puedo usar el hoverboard?

 

 

 

 

 

Akira arqueó una ceja, tratando de responder correctamente a la pregunta y no sonar agresivo como hace segundos. Pero era sabido por el grupo que, siempre que Reita trataba de alivianar las conversaciones, terminaba por empeorarlas haciendo comentarios sarcásticos o burlones. Y esta vez no iba a ser la excepción al parecer, aunque se tratase del bueno (en sentido figurado) de Kai.

 

 

 

 

 

     — Sabes que por mucho que practiques, seguirás haciendo el ridículo como en Dallas ¿Verdad?

 

 

 

 

 

Y allí estaba, Reita, quien no se podía morder la lengua antes de hablar. Al sentirse un poco ofendido, Kai levantó la mirada, topándose con la de Akira, y con la voz más tranquila que pudo, y para no hacer evidente su nerviosismo, respondió.

 

 

 

 

 

     — Era la primera vez que lo usaba, no me juzgues. Hablas como si tú no te hubieras caído cientos de veces antes de aprender a usar esa cosa. Al menos yo no me caí, tambaleé un par de veces, y eso. ¡Pero ya sé usarlo! — se defendió.

 

 

 

 

 

Reita solo esbozó una sonrisa. Obviamente las cosas no habían pasado así. Tambalearse no era la palabra correcta. Kai prácticamente jugaba al trapecista encima del hoverboard, pidiendo que todos lo miren cuando había avanzado tan solo 30 centímetros en dos minutos.

 

 

 

 

 

     — Cuando lo usaste por primera vez yo solo pensaba “¿A qué hora se cae?” — respondió el bajista.

 

 

 

 

 

     — Gracias por tu preocupación, Reita. No tenías que ser tan considerado —  contestó el baterista, fingiendo enojo.

 

 

 

 

 

     —  Vale, vale, te lo presto— Kai veía en los ojos de Akira que este planeaba algo— Pero tengo una pequeña condición — Y vaya que no se equivocó.

 

 

 

 

 

     —¿Cuál?

 

 

 

 

 

      —Yo iré contigo.

 

 

 

 

 

Kai empezó a reír como si se tratase de una broma del bajista, pero al ver la seriedad de Akira, se detuvo y cuestionándolo a la vez con la mirada, le contestó.

 

 

 

 

 

     —¿Estás idiota, Reita? No vamos a caber.

 

 

 

 

 

     — Es obvio que no vamos a entrar ambos en el hoverboard — respondió — La inteligencia todavía me da para deducir eso, Kai — ambos sonrieron — Yo me refería a esto.

 

 

 

 

 

Y como si fuera por arte de magia, Akira hizo aparecer una silla con ruedas sacada de quien sabe dónde. Y con una sonrisa triunfal, empezó a contarle el plan que tenía para ambos, pasando un brazo por los hombros de Kai y hablándole al oído como si de un secreto se tratara.

 

 

 

 

 

     — Este es el asunto. Como según tú ya sabes usar el hoverboard y supongo que no irás a más de 9km/h, iré contigo. Tu irás adelante y yo iré atrás sobre la silla con ruedas, agarrándome de esta cosa que tienes colgando de tu cuello, bufanda o lo que sea esto — soltó al castaño, lo giró para mirarlo fijamente a los ojos y agregó, tratando de mantenerse serio—. Kai, tú serás quien me lleve por todo el pasadizo. Dime si no es este un plan maestro.

 

 

 

 

 

Si el baterista hubiese estado bebiendo en ese momento probablemente hubiese escupido todo el contenido de su boca por tal idea. Reprimió una carcajada al ver la cara tan seria de Reita, como si fuese la más grande idea jamás planteada.

 

 

 

 

 

Y contrariamente a lo esperado, con lo cuidadoso que siempre era Kai, sin tener que pensarlo mucho, aceptó.

 

 

 

 

 

El bajista estaba más que entusiasmado, y por lo mismo fue el primero en acomodarse sobre la silla rodante. Se puso sobre esta de cuclillas, esperando a Kai, quien con cuidado acercó el hoverboard delante de Akira para luego subirse con rapidez en ella (tratando de equilibrar su peso) y fue Reita quien desde atrás sujetó ambos extremos la bufanda del baterista. Akira se acomodó una vez más, poniéndose lo más cómodo posible, sujetó bien la bufanda de Kai y dio la orden de empezar la aventura.

 

 

 

 

 

El castaño, con un poco de temor de no saber cómo iba a terminar lo que hacían, se inclinó ligeramente hacia adelante pero el hoverboard no se movía.

 

 

 

 

 

     —    ¡Qué pesas mucho, Akira! ¡Mira, esto ni se quiere mover!

 

 

 

 

 

Exclamaba el baterista, queriendo reír por la situación.

 

 

 

 

 

     —    ¡Tienes que inclinarte más, Kai! Agárrate fuerte de la bufanda, inclínate y yo te sostengo desde atrás.

 

 

 

 

 

Kai se inclinó más hacia adelante, y cuando creía que sus esfuerzos eran inútiles, el hoverboard empezó milagrosamente a moverse. La velocidad al inicio era bastante lenta, por lo que Reita empezó a “animar” al baterista.

 

 

 

 

 

     — ¡Arre, arre, arre!  ­ gritaba Akira, agitando con ambas manos la bufanda de Kai.

 

 

 

 

 

     —¿Me crees caballo o qué? respondió el baterista, tratando de no desconcentrarse y de no chocar en el camino.

 

 

 

 

 

Al salir del camerino se encontraron en el largo pasadizo. Como no vieron persona (o cosa) alguna que pudiera interferir en su “carrera” Reita animó a Kai a ir más rápido.

 

 

 

 

 

     —    ¡Más rápido, Kai! Mi abuela es más veloz.

 

 

 

 

 

De un momento a otro, el hoverboard empezó a ir más y más rápido.

 

 

 

 

 

Ambos empezaron a reír y gritar de emoción al verse rodando a una velocidad considerable. Quien gritaba más era Reita. Kai por otro lado gritaba, pero de nervios, mientras que pequeñas gotitas de sudor aparecían en su frente.

 

 

 

 

 

El pasadizo, por otro lado, parecía interminable. Todo era recto y no había obstáculo alguno.

 

 

 

 

 

Hasta que…

 

 

 

 

 

Kai vio como una pequeña bola negra emergía a lo lejos. Achinó los ojos para tratar de ver qué era eso. Y para cuando se dio cuenta era demasiado tarde.

 

 

 

 

 

Todo sucedió como en cámara lenta.

 

 

 

 

 

Era Koron quien estaba en medio del pasadizo. Y Kai al no saber cómo frenar, salió volando hacia delante del hoverboard, llevándose por inercia con él a Reita. Mientras que ese aparato y la silla con ruedas prácticamente atropellaban al perro de Ruki.

 

 

 

 

 

Kai y Akira, tirados en el suelo, uno encima del otro, se incorporaron terminado sentados, uno agarrándose la cabeza y el otro tratando de pegar el pedazo de tela que se había roto de su pantalón. 

 

 

 

 

 

No tardaron mucho en verse a la cara y terminar matándose de risa por lo ocurrido.

 

 

 

 

 

     —  Cuando dije que nací para morir no me refería a querer morir tan rápido — dijo Reita entre risas y lágrimas en los ojos por tanto reír.

 

 

 

 

 

Ambos con la ropa sucia y uno que otro rasmillón en sus manos, no paraban de burlarse de lo que acaba de pasar.

 

 

 

 

 

Todo era pura risa hasta que el primero en callar fue Kai.  

 

 

 

 

 

Reita al ver la cara de susto del baterista siguió la dirección de su mirada y se encontró con lo que más temía en ese momento: Ruki dando pasos tipo zancadas, acercándose peligrosamente hacia ellos, con una cara nada amistosa.

 

 

 

 

 

El lamento de Koron atrajo la atención inmediata de su dueño, quien en menos de un minuto se encontraba a unos cuantos metros de llegar hacia su mascota, y por ende, a los causantes del atropello de su engreído, sentados todavía en el suelo: Kai y Reita.

 

 

 

 

 

Al percatarse y ser consciente de lo que pasaría si se quedaban allí, Suzuki tocó con suavidad el hombro derecho de Kai, logrando que este volteara a verlo directo a los ojos.

 

 

 

 

 

Y una mirada cómplice se posó en los ojos del baterista.

 

 

 

 

 

     —    ¿Juntos?  preguntó Reita.

 

 

 

 

 

No necesitó respuesta.

 

 

 

 

 

Y en tres segundos, como si estuviesen conectados en mente y cuerpo, se levantaron del suelo, y echaron a correr en dirección contraria a Ruki, quien olvidándose de Koron, se dispuso a perseguirlos por todo el pasadizo y más allá, soltando una que otra palabrota a ese par que, entre risas y gritos, corría chocando con todo lo que se les atravesaba por delante, escapando de la furia de Takanori, asustados pero a la misma vez con el corazón feliz sin poder explicar la razón de aquella felicidad.

 

 

 

 

 

Los corazones latieron a mil por hora cuando Reita, sin explicarse el por qué, agarró de la mano a Kai y ambos cruzaron por la última puerta que los llevaría hacia el exterior, hacia quizás el mundo que ellos estaban evitando por tanto tiempo, pero ahora sin poderlo ocultar. Olvidándose de la realidad por un momento, olvidándose de que tenían un concierto pendiente, olvidándose de que las fans estaban probablemente afuera, pero para suerte de ellos, nadie los detuvo.

 

 

 

 

 

No separaron el agarre de sus manos en ningún momento, siguieron corriendo hasta un parque solitario, cuando el sol empezaba a ocultarse en el horizonte y frente a las flores de sakura cayendo al beso del viento…

 

 

 

 

 

Las palabras sobraban y lo que no se dijeron se demostraron con un tierno beso. Al primer toque de labios ambos sabían que iban a seguir corriendo juntos, tomados de la mano por el resto de sus vidas. Que aquello no era momentáneo, sino que quería y debía ser eterno.

 

 

 

 

 

Y nunca más se soltaron.

 

 

 

 

 

 

 

El primer beso y uno de los mejores días de su vida transcurrió así, con una anécdota graciosa y que fue el detonante de una declaración que jamás pensaban que iba a llegar.

 

 

 

 

 

El bajista iba a cerrar los ojos otra vez, pero la respiración de Kai se volvió más rápida, superficial y entrecortada. Cerraba los ojos como temiendo perder la batalla, aunque sabía muy bien que el destino ya estaba escrito. Akira lo envolvió con sus brazos, besó su frente y acercó su cuerpo mucho más al de su amado, tratando de rescatar el poco calor que quedaba y que se evaporaba entre sus manos.

 

 

 

 

 

Y fue así como su última carrera estaba por comenzar.

 

 

 

 

 

Y nuevamente era Kai quien lo guiaba.

 

 

 

 

 

Pues al fin y al cabo, Suzuki decidió correr siempre él, mano a mano y latido a latido.

 

 

 

 

 

     —    ¿Juntos? — preguntó Kai, con el poco aliento que le quedaba. Akira sonrió. Y aunque el castaño sabía la respuesta de Reita, era necesario escucharlo de sus labios.

 

 

 

 

 

Miró sus ojos, y esa sonrisa preciosa apareció de repente, esos hoyuelos que jamás desaparecían, recordándole que no era el final, era el inicio de una eternidad. Que el miedo ya no estaba presente, tan solo era el paso a una nueva aventura.

 

 

 

 

 

     —  Siempre — respondió Akira.

 

 

 

 

 

Y con una última sonrisa y un beso, Kai se despidió de él. Cerrando los ojos y con un último suspiro, voló y dio inicio a su viaje.

 

 

 

 

 

Reita, sin separar el cuerpo de Kai del suyo, lo recostó en su pecho y acariciando su rostro, cerró también los ojos e inconscientemente la imagen de él y de Yutaka, corriendo despreocupados y cogidos de la mano se proyectó en su mente un último instante: Representando la primera vez que fue completamente feliz, y el día en el que decidió ir y correr con el baterista por el resto de su vida. Y así fue que, recordando ese momento preciado de su juventud, voló… para reunirse con su amado.

 

 

 

 

 

Voló y siguió sus pasos.

 

 

 

 

 

Tal vez los dioses sabían lo mucho que anhelaba seguir a su lado, o tal vez fuiste Kai, quien lo llevó tras de si una vez más para continuar con su carrera, pero esta vez, sin llegar a un punto final, sino a un para siempre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Porque de todos los caminos, lo escogió a él.

 

Desde que cogió su mano jamás lo soltó.

 

Y esta vez no iba a ser la excepción.

 

Él sería su guía, como aquella vez.

 

Lo seguiría como fuera.

 

A donde fuera.

 

Hasta el fin.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Terminé por hacer del fanart un bonito recuerdo para la historia.

Imagen del fanart --> https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/71/5a/3a/715a3a46ee9a9c3fa1ff98a80c5b93af.jpg

Si me quieren amenazar de muerte por no ser un fanfic gracioso pueden hacerlo.

Gracias por leer.

 

 


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