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Un ‘gracias’ perdido en el tiempo _Parte 1_ por Jinsei No Maboroshi

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01

-¡Perfecto! ¡Al fin el último día de esta mierda! –gritó con alegría el alto joven, mientras caminaba al lado de su amigo, cuyo paso describía con cierta melancolía.

-Mn... no lo sé –su tono de voz era inseguro, y un dejo de tristeza marcaba su acento propio de Osaka.

-¡Vamos, Tetchan! ¡Ahora somos libres! -animó a su amigo y le golpeó con suavidad la espalda. El joven muchacho de cabellos largos, atados en una baja coleta, le miró con seriedad.

-¿Cuándo te irás?

-¿Eh?

-Tú dijiste que irás a Nagoya... –volvió a fijar su vista hacia el frente. Extrañaría a ese japonés que tan buen amigo se había tornado, y aún más, odiaba perder aquel talento con la guitarra que tanto él deseaba.

-¡Ah! ¡Es eso!

Súbitamente, continuaron el paso tranquilo hacia sus casas, por las calles de Osaka, que se mantenían inmutables.

Ken miró ese camino que muy pronto añoraría, junto con el grupo de chicas que siempre se reunían en la esquina de la cafetería, que solían pasar por el frente de su calle. Extrañaría el aroma a comida que se mixturaba con el oxígeno del lugar, tendría nostalgias de todos los pequeños lugares de ese barrio tranquilo, y, por sobre todo, extrañaría su música, y su fiel compañero de bajo.

Ken dejó a Tetsu en la puerta de su casa, y continuó su caminata hacia la suya. El silencio les había arrebatado toda habla.

***************

Las vacaciones de verano habían comenzado y como nunca antes lo habían hecho, Tetsu y Ken compartieron la mayor cantidad posible de su tiempo juntos, entre pentagramas, entre ilusiones de lo que se desvanecía, entre miradas que perdían el brillo con el pasar de los días, porque la despedida era inminente.

Finalmente, aquella noche sería la última de Ken en Osaka.

Por más que había insistido a sus padres de ingresar a la facultad de la prefectura natal, ellos le había negado tal deseo, por el simple hecho de que su padre había estudiado en la lejana institución.

Por su parte, Tetsu comenzó a plantearse seriamente la idea de construir una banda propia. Aquella idea, potenciada por el ánimo de su amigo guitarrista, había logrado convertirse en su meta a futuro, en el sentido de su vida misma.

Habían comenzado, junto con Ken, a frecuentar los bares de los suburbios de la Osaka gótica, en busca de talentos, pero que difícilmente hallaba. Su antiguo senpai había desistido de ser la batería de aquel sueño, en pos de mantener una vida seria, con el futuro casamiento de éste. Y allí, la inminente despedida de su guitarrista preferido, se le presentaba como un obstáculo a la realización de tal sueño. Tetsu sabia que sólo podía ser bajista y voz, pero necesitaba de una guitarra y una batería. Era imposible sin ello.

Tal vez su sueño era demasiado lejano.

Esa tarde, Ken y Tetsu se reunieron en la cafetería de su adolescencia, donde solían intentar con frustrantes resultados la galantería con tímidas chicas, pero todo acababa en sonrisas y miradas pícaras. O al menos, eso era para Tetsu, pues Ken, ya convertido en su más tierna adolescencia en un galán, nunca dejaba escapar chica alguna, y más si sabia de su doncellez.

-¡Ay! ¡Ken! ¡No! ¡No puedes hacer eso! –comentaba indignado el bajo japonés, sabiendo de las intenciones que siempre rodeaban a su amigo cuando de faldas principiantes se trataban.

-¡Ya! ¡Cállate! ¡Yo no obligo a nadie!

-¡Pero Ken! ¡Les mientes!

-¡Baaah! Si ellas aceptan, ¡es problema suyo!

-¡Pero no deberías! ¡No deberías! ¡Debe ser especial!

-¡Ah! ¡Tetchan! ¡Tú piensas como niña! –el incipiente guitarrista fumaba con parsimonia dentro de la cafetería, en aquellas charlas amenas que una vez mas se reiteraban. En vano, el futuro líder trataba de persuadir a su compañero de desistir de tales artimañas, pero no tenía efecto alguno. El alto japonés siempre hacía lo que quería, y con quien quería. Era su habilidad innata.

-¡Oye! –rezongaba sonrojado–. ¡Sólo por que no piense como tú no significa nada! –exclamaba molesto por las analogías de su colega–. Yo quiero hacerlo con la persona correcta.

-Seee... sigue así, y cuando tengas a una mujer a tu frente, ¡no sabrás ni que hay que hacer!

-¡Sé lo que hay que hacer! –le respondió rápidamente, molesto por las repetidas bromas de su pervertido amigo.

-¿¡Ah sí!? Yo sólo te imagino dando besitos... ¡eres tan cursi! –reía con soberbia. Su basta experiencia le había enseñado a ser desfachatado, hallando que el hecho de que todas las jóvenes aceptaran su cortejo radicaba exactamente en esa personalidad desenfada.

-No me importa lo que pienses... –sus mejillas, sonrojadas, evidenciaban en el fondo la vergüenza de aún desconocer del tema.

-¡Bah! ¡Tetchan! ¡No me puedo ir sin dejarte hecho un hombre! –acotó mas serio Ken, mirando directamente a su amigo. Tetsu parpadeó con sorpresa, y, sabiendo que no quería preguntar al respecto, guardó silencio levantando una ceja, y notando cómo el gesto de seriedad en su amigo se tornaba cada vez más pícaro. Sólo significaba una cosa.

Ken se levantó de su asiento, y, dejando unos yenes sobre la mesa, tomó a su colega del brazo y salieron del lugar.

Caminaron en silencio, uno al lado del otro, en dirección al lugar que ambos sabían con perfección.

Era el lugar que más solía frecuentar el alto japonés, y en el cual solía pasar las noches.

Tetsu le había acompañado un par de veces, pero nunca aceptaba permanecer en ese lugar más de unos minutos. Solamente dejaba a su amigo continuar allí con aquello que éste consideraba su diversión, y Tetsu regresaba a su casa, o iba a lo del senpai, en busca de hallar la perfección en su bajo y voz.

Pero aquella tarde era especial. Iba a ser la última. Aunque fuera, le acompañaría hasta que Ken se encerrara con una de las jóvenes, tras despedirse de él.

-¡Ay! ¡Ken! No puedo creer que estemos yendo a ese lugar. Podemos pasar la noche juntos... –comentó con voz triste de la inminente despedida, pero Ken le interrumpió de súbito.

-¿¡Qué!? ¿Estás loco? ¡No pienso pasar una noche cerca de ti teniendo a esas mujeres! –caminaba con paso desfachatado, con un toque soberbio y ególatra de saber que aquellas bromas sólo intimidaban a su inmaculado amigo.

-¿¡Ken!? ¡Imbécil! ¡Te estoy hablando en serio…!

-Ja ja ja. ¡Eres una niña virgen! ¡Definitivamente! –continuaba hostigando a su amigo. Eran las últimas bromas, y sin darse cuenta, ambos las saboreaban con gusto.

-¡Ken! ¡¡Maldito perro en celo!!

-¡Jajaja! Bien, ya , ya. ¿Qué me decías? –desvió el tema, sabiendo que aquello sólo provocaría lo que siempre había pasado con su amigo: un día entero ofendido ante la burda y pícara broma hecha a su respecto.

-¡Bah! ¡Olvídalo…! Eres un insensible... –susurró molesto en parte, pero sonriéndole tras unos segundos. Eran amigos de alma, después de todo.

Sin percatarse, llegaron a las puertas del burdel, y como siempre solían hacer, ingresaban de incógnito, mezclados entre la gente, y, entre rumores que ellos mismo formulaban, confusiones del orden del turno de los clientes, y demás tretas de las cuales Ken era el creador, lograban los servicios de las chicas, sin utilizar un solo yen.

Tetsu solamente aprovechaba aquella habilidad de su amigo para conseguir tragos fuertes que sólo el bar interno del lugar vendía, pero Ken, ávido de las cosas prohibidas, había logrado ingresar hasta la puerta dorada.

Una puerta que era para clientes ‘especiales’. Ken, motivado por la curiosidad de aquel privilegio hacia algunos, había utilizado unos amigos que había logrado realizar dentro del lugar, y, generando esas confusiones audaces, había conseguido penetrar la tan misteriosa puerta. …l sabía lo que allí se guardaba, pero nunca lo había probado. Definitivamente, no era algo que le llamara la atención.

Ingresaron sin mayores dificultades al lugar, y, antes de que la noche cayera, ya estaban tomando tragos duros, en pos de aquella amistad que respirarían en la lejanía, y cuyo último día comenzaba a tener cuenta regresiva.

-¡Ay! Ken. Yo no sé cómo acepto esto... –comentaba indignado el bajo japonés, apoyado sobre la barra, y siendo observado de vez en cuando por Ken, quien estaba de espaldas a la cantina, y mirando la pista de bailes exóticos, recargado en sus codos.

-¡Nee! Deja de llorar, Tetchan, y ¡disfruta! ¡Dios! ¡Mira esa nena!

-¡KEN!

-¡Bah! No veo que te quejes mucho tomando el caipiroska que no pagaste.

-¡KEN! –comentaba sonrojado, pero su amigo sabía a la perfección cómo evadir sus enojos pasajeros: sólo apelando a su vergüenza de principiante.

-¡Mira a esa nena! ¡Tetchan! ¡Esa seguro que te enseña todo de un tirón!...ejem... tirón... bueno... –simulaba una vergüenza inexistente, con el único fin de molestar a su amigo, y efectivamente, funcionaba.

-¡Imbécil! ¡Cállate! –se ahogaba en el vaso de bebida, sintiendo cómo, lentamente, el alcohol comenzaba a marearle. O al menos, en apariencia.

Pasaron unas horas en silencio, Tetsu concentrado en su trago, y Ken en las chicas de las pasarelas, hasta que un extraño movimiento del bajista llamó la atención del alto nipón.

-Ken...

-¿Mn?

-Te voy a extrañar... –comentó con tristeza, sintiendo que rompería a llorar, debido al efecto del alcohol que junto a la fuerte música que le retumbaba en su tórax, le habían hecho perder su vigía.

-¿Mn? –lo miró sorprendido, y sonrió negando con la cabeza, frotando el cabello a su amigo, para despeinarlo.

-¡Ya! ¡Ken! ¡Para con eso! –intentó manotear el brazo de Ken, pero su brusco movimiento, le hizo resbalar de la butaca, cayendo al suelo sin que Ken siquiera lo notara para evitarlo. Ken echó a reír, divertido por el no muy común estado de ebriedad de su amigo. En realidad, era la primera vez que lo veía de aquella forma.

-Ja ja ja. ¡Tetchan! ¿Ya bebiste de más?

-Ken... ¡ayúdame! –le extendió la mano, y éste la sujetó, asistiendo a su compañero a incorporarse y retomar el asiento. Sólo fue cuando notó que una lágrima caía de Tetsu. Asintió con su cabeza para sí mismo el alto japonés. Era indiscutible que a Tetsu el alcohol le hacía tornarse exactamente a lo inverso de su personalidad: un pesimista.

-Tetchan, ya, tranquilo.

-Tú no lo harás... –retomó el vaso dejado a la mitad, tras ubicarse nuevamente en el asiento. Ken lo miró con sorpresa.

-¿Mn? ¿Qué cosa?

-Extrañarme... tú te irás de putas... allá estarás más libre... –comentó con angustia.

-¡Ya, Tetchan! ¡No eres mi madre! –comentó divertido–. Además, tú deberías hacer lo mismo.

-No.

-Vaaaaamos, Tetchan –apañó el alto japonés, creyendo que la negación era debida a su sugerencia.

-No. No te quiero perder... -susurró esclareciendo a Ken, quien lo miró con rareza. ¿Acaso el alcohol le hacía hablar sin barreras? Tomando serio el asunto, el alto japonés se sentó dando la espalda al espectáculo, y apoyó sus codos en la barra, para mirar el perfil de su amigo, que, encorvado, tenía un suave tambalear en su torso.

-¿Qué dices? –le insistió.

-Que te necesito...

-¿Eh?

-¿Quién va a estar aquí para molestarme? Para enseñarme como hacer el...

-¡Ya! ¡Tetchan! ¿Qué mierda dices? -comentó nervioso, no queriendo escuchar. Aquello le parecía una situación demasiado tensa. Era su amigo.

-Que te quiero...

-¿Qué? –Ken lo miró con espasmo, parpadeando rápidamente, mientras el rostro de Tetsu se giró en su dirección y le miró a los ojos.

-Bésame...

-¡TETCHAN! –nervioso, el alto japonés se alejó del rostro cada vez mas cercano de su amigo, y sintió un sonrojo en sus mejillas.

-Hazme lo que tú haces con las otras…

-¡Tetchan! Mierda, la bebida... –se paró del asiento al sentir la mano del muchacho sobre su muslo, insinuante. Aquello le estaba asustando.

Parado al costado de Tetsu, y éste retraído por ese rechazo, notó cómo de repente, su amigo comenzaba a tener un suave hipar rítmico, ocultando su rostro. Creyó que era el llanto de su extraño camarada, pero rápidamente, logró escuchar la carcajada limpia que éste que ya no podía contener.

Tetsu se sentó derecho y le miró con malicia, con una sonrisa torcida, calmando la carcajada que aquella situación le había generado.

-¿Qué mierda significa esto, Tetchan? –preguntó algo desconcertado.

-¿¡Y tú crees que eres el único que se puede burlar de mí!? No, idiota. Aunque sea el último día, yo también te puedo hacer sentir incómodo.

-¡Estúpido! –le reclamó el alto japonés, notando que todo había sido una actuación barata de su amigo, pero que efectivamente, le había escarmentado.

-¡Imbécil! –le sonrió, tras un suspiro. A él le había puesto levemente nervioso, pero había valido la pena. Se sintió satisfecho por un momento.

-Nunca te atrevas a...

-¡Ya! ¡Ken! ¿Crees que te elegiría si tuviera esos gustos? ¡Iluso! –le miró con una sonrisa torcida, y Ken, negando con su cabeza, reconoció finalmente que su amigo le podía intimidar. Estaban mano a mano-. Lo que no implica que no te vaya a extrañar –comentó, sonriéndole nuevamente y Ken asintió con su cabeza.

-Mn. Seguro. Yo también, Tetchan. Pero no te preocupes, podemos seguir comunicándonos.

-Sí, claro, pero yo quería un guitarrista...

-¡Ah! –lo miró con sorpresa, y una sonrisa amable se dibujó en su rostro.

-Sí. realmente quería que estuvieras en mi grupo...

-¡Nee! Tetchan, no te preocupes. Seguro que consigues uno mejor. Yo no soy tan bueno, después de todo.

-Mn.

-¡Ooooye! –rieron divertidos, ante aquella afirmación con desidia.

Pasaron unas horas mas en aquel lugar, hablando de los últimos planes de sus vidas, hasta que la medianoche apareció en sus relojes, y Ken, sabiendo que no debía perder la oportunidad de ayudar a su amigo, le tomó del brazo, y con sigilo, comenzaron a atravesar los pasillos de aquel gran lugar.

En busca de la mujer que al alto nipón le había enseñado sus primeros pasos, Tetsu comprobó la verdadera intención de su amigo y antes de poder continuar con la pesquisa de la puerta del cuarto de la ‘maestra’, lo detuvo con determinación.

-¡Ya, Ken! Ve tú, yo no.

-Vamos, Tetchan. Al menos una vez tienes que pasarlo.

-No.

-¡Tetchan! El día que tengas que...

-¡Ya me las arreglaré sólo…! –comentó con decisión, haciendo que el alto japonés, con un suspiro de resignación, liberara el brazo de su amigo y prendiera un nuevo cigarrillo. Lo miró a los ojos, y poniendo sus manos en los bolsillos, le habló con el cigarro sobre sus comisuras labiales.

-¿Y bien? ¿Qué quieres hacer?

-Regresar a casa... pasemos la noche tocando música... ¿no te parece mejor? –le miró con rostro inocente, y Ken le sonrió. Era un joven muy ingenuo, y, definitivamente, protegía aquella inocencia con plena conciencia.

-¡Bah! Bueno... vamos... aunque siempre es mejor pasarlo con una nena –comentó, fingiendo el desdén de la idea.

A paso más relajado, atravesaron los pasillos de regreso, pero antes de cruzar el último, en dirección a la pista central del lugar y hallar la salida, Tetsu miró curioso una extraña puerta que brillaba en el fondo de un pasillo en penumbras. Era una puerta dorada, con una luz lateral que alzaba la imagen de oro que generaba. Frunció su ceño.

-¿Ken?

-¿Mn?

-¿Qué hay tras la puerta?

El alto japonés, al ver lo que su amigo señalaba, torció su boca en una agraciada sonrisa. Después de todo, aún tenía la posibilidad de recuperar su dignidad perdida en aquella broma de mal gusto que su no tan crédulo amigo le había jugado aquella tarde.

-Mn. Algo muy interesante.

-¿Qué?

-Es una rareza sorprendente –insufló lo que sabía, mas desesperaba a su amigo: la curiosidad.

-¿Qué es?

-Es algo tremendamente bello y de colores vistosos.

-¿Colores? –Ken sabía de aquella pasión por la brillantez de su colega, y, utilizando todos los años que se conocían en detalle, redobló la apuesta.

-Sí. Si lo ves, nunca lo olvidarás.

-¡Qué mierda es!

-¿Quieres ver?

-¿Qué es?

-Espérame aquí...

Ken dejó el pasillo, desapareciendo por los otros. Iría en busca de su amigo, para que le diera un permiso especial o, tal vez, el turno de algún rezagado cliente. Aquella broma sería de lo mejor, y ya la degustaba con anticipación.

Mientras tanto, Tetsu se sentó en un costado del pasillo, mirando con intriga la puerta. Se abrió un par de veces, y logró ver salir tres hombres que vestían con fina ropa, esbozando una gran sonrisa.

Belleza. Lo que más le agradaba a Tetsu era la belleza. En cualquier expresión, incluso, en un burdel. Su amigo le había prometido beldad tras la puerta, y, sin intenciones de nada más que ver, había aceptado esperarlo.

Tras unos minutos, Ken regresó con una tarjeta especial, y se la dio a su amigo.

-Toma, Tetchan...

-¿Mn? ¿Qué hago con esto?

-Es el permiso para ingresar a cualquiera de las puertas que hallarás tras la dorada.

-¿Mn? Son prostitutas, ¿no?

-Son belleza en estado vivo. Disfruta una... te gustara, Tetchan.

-¡No! Pero.. ¿qué tienen de especial para que estén tras una puerta dorada?

-Mnnnnn, tendrás que verlo con tus propios ojos para notarlo.

-¿Mn? –le miró con intriga.

-Tetchan, allí te sentirás como nunca.

-¿Tú ya has estado allí?

-Sí. Sólo he visto –se recató con rapidez, quizás, en un intento de no generar ni siquiera una duda en su fama innata.

-¿No lo probaste?

-No, pero es maravilloso.

-¡Ay! ¡Ken! Si son sólo prostitutas, ¿qué tienen de maravilloso? –indignada, su voz emergió de la profundidades de su impaciencia.

-Tienes que verlo con tus propios ojos para entenderlo

-Bueno... sólo ver –dijo con cierta vergüenza, observando la tarjeta en su mano.

-Y prueba, Tetchan. Prueba.

-¡KEN! –le miró con sonrojo.

-¡Vamos, no me quiero ir a Nagoya sin saber que ya tienes algo sabido de mí! ¡Qué dirán las chicas cuando sepan que un amigo mío es tan principiante! ¡Afectas mi reputación! –le apoyó una mano en la espalda, y lo acompañó con una leve fuerza sobre ella, hasta la puerta en cuestión.

-¡Bah! ¿Sabes dónde me paso tu reputación? –le comentó con rostro de desgano, pero no pudo continuar, pues su amigo ya le había empujado hacia dentro de aquel pasillo, y, tras un guiño de ojos, le abandonó, cerrando la dorada portezuela.

-¡Tetchan, nos vemos fuera, cuando termines! –comentó con ironía, antes de cerrar definitivamente.

-¿Mn?

Miró con extrañeza el nuevo pasillo que se le presentaba. Era corto, de no más de 10 puertas, y cada una de ellas en un color del arco iris, perlado y metalizado. Colores que le maravillaron.

Caminó con duda por la de color azul, y atravesó la amarilla, para quedar impresionado por la roja. Un color que parecía llamarle a gritos.

Con temor, y profunda inseguridad mezclada con impaciencia e intriga, giró el picaporte, e ingresó al lugar.

Todo estaba en penumbras, iluminado por faroles rojos. Era un cuarto, en donde la cama se hallaba a su frente, mostrándole un cuerpo que aún respiraba agitado, boca abajo.

Frunció su ceño haciendo, un gesto de repugnancia al sentir el aroma acre y sexual que tenía el ambiente, pero aquello no le detuvo para acercarse a esa cama y mirar de cerca el cuerpo.

Ese cuerpo, aparentemente desnudo, agitado, temblaba de vez en cuando, y un suspiro emergía de la almohada donde ese ser ahogaba su respirar.

Se acercó un poco mas al notar unas profundas manchas oscuras sobre las sabanas blancas que se arremolinaban sobre la cadera de ese ser.

Intentó verle el rostro, pero éste, hundido en el edredón y cubierto por una extensa y abundante cabellera roja, le impedían apreciar detalle alguno.

Volvió a observar la espalda, que delineada con curvas refinadas, podía notar mordidas y marcas de agresiones.

Súbitamente, relacionó aquello con esas manchas sobre las telas, que interpretó de inmediato. Su corazón sonó más fuerte, en un súbito reflejo de pena y lástima.

-Puedes comenzar cuando quieras... sólo se dan turnos de una hora. No se extienden a nadie. No pierdas tiempo.

Tetsu parpadeó sorprendido al escuchar la ronca voz de aquel cuerpo.

Reconoció la broma de su amigo, pero él estaba prevenido. Sabía que allí algo extraño ocurría, pues Ken no lo había probado. Eso explicaba todo y, conociéndole de años, la sorpresa de aquella voz no le resultó tan chocante.

Pero olvidando de inmediato el tema, se sentó al lado de la cama, porque, inesperadamente, una intriga le había atrapado la curiosidad.

Se inclinó un poco sobre ese cansado y extenuando cuerpo, y acarició su cabeza, sintiendo el sedoso cabello a pesar de la humedad de la transpiración. Advirtió que las sabanas también estaban levemente húmedas, y el calor de ese cuarto, que generaba un sopor de aromas groseros, definían a la perfección lo que ya su mente había captado.

Miró las paredes, y no halló ni una ventana. Suspiró con tristeza. Aquel cuerpo no podía siquiera descansar apreciando el exterior. Un escalofrío le recorrió la espina. Tenía lástima.

El joven, que aún se ocultaba del cliente, notó extrañado, y no por ello menos agradecido, la caricia de aquel desconocido, y que sin mayores movimientos, se había sentado a un costado del lecho, sin intenciones aparentes. Suspiró, apreciando una súbita punzada interior, producto de su último usuario. Pero se resignó.

Tetsu, habiendo escuchado el suspiro del joven, no pudo más con su curiosidad, y con su suave mano trató de mover los cabellos que ocultaban el rostro del joven. …ste, asombrado, se giró un poco sobre la cama, adolorido aún de las brutalidades que había experimentado desde el principio de la jornada, y dejó que ese japonés insólito le quitara el molesto cabello pegado en su rostro, debido al sudor.

Lentamente, sacando los mechones largos y rojos intensos, descubrió la suave figura de un muchacho que le miró con unas pupilas opacas, y, parpadeando con temor, tomó la mano de Tetsu y la apoyó sobre su pecho.

-Eres nuevo, ¿verdad?

-¿Eh?

-Nunca lo has hecho antes... por eso no sabes, ¿cierto?

-No... yo... no... –alejó su mano de aquel toque, de aquel pecho húmedo en transpiración. Sintió un leve asco, una leve lástima, una profunda dicotomía.

-No te avergüences. Aquí viene mucha gente como tú... –se excusó en un tono indiferente, casi autómata. Se sentó con dificultad sobre la cama, y le miró con cansancio.

-No... pero yo…

-Relájate.

Inmediatamente, como la rutina le obligaba, el joven muchacho desvistió la camisa de aquel japonés, con algo de rapidez, en busca de finalizar el encargue en el tiempo restante, lamentando una vez más la presencia de un principiante, que sólo le dañaban, tanto como los perversos que eran tan adeptos a su belleza.

Tetsu, súbitamente asustado, se levantó de la cama, y observó al muchacho que, no comprendiendo, le parpadeó una vez más, con el mirar sin brillo, sin sentimiento.

Tetsu se compadeció de ese rostro y aun más de esa vida.

Sintió un nudo en la garganta.

Allí estaba él, triste por la partida de un amigo, dudando de su sueño de la banda propia, creyendo que tal vez, la vida era un poco injusta con él, y ahora, veía en los ojos de ese ser sufrido, la opacidad de una vida sin metas, sin sentidos, una vida de la que no estaba tan seguro de que hubiera sido elección propia.

-Yo no te voy a tocar... –se excusó Tetsu, huyendo su mirar en un principio.

-¿Ah? ¿Quieres que lo haga solo? –preguntó sin sorpresa, sin nada que mutara su triste mirada, y sin más dilaciones, dirigió sus manos a la zona baja de su propio cuerpo, pero Tetsu nuevamente le detuvo con voz alta.

-¡NO!

-¿Mn? –parpadeó una vez más, no comprendiendo qué quería ese cliente.

-¿Estás cansado?

-No. nunca lo estoy –comentó tras mirar a un costado, eludiendo la visión de ese desconocido, en el que pudo reconocer la lástima. Era uno más de los extraños clientes que le asignaba su jefe, y que, insólitamente, desaparecían tras esa vez, movidos por la misericordia. Una sensación que no deseaba generar en otros, si éstos no hacían nada para detener su propia situación.

-¡No mientas! –le susurró, notando las ojeras marcadas en el rostro del pelirrojo que buscaba ocultarla, al igual que todos los golpes que su blanco cuerpo evidenciaba.

-Bueno... sólo un poco...

-Recuéstate... –le comentó Tetsu, acercándose nuevamente.

El pelirrojo, dejado a su suerte, acotó la orden, esperando que pronto la acción comenzara y finalizara lo antes posible, para poder descansar de aquella dura jornada.

Tetsu se sentó de nuevo en el borde de la cama, y lo miró con seriedad. El joven recostado, notando aquel mirar, lo contempló directamente.

-Tú mandas –acotó sumiso, sabiendo que aquello era lo que a muchos clientes les gustaba oír.

-Bien. Entonces... dime, ¿cómo te llamas?

-¿Mn? –lo miró con extrañeza–. ¿No te dijeron mi nombre?

-No.

-¿Y cómo pediste el cuarto? –le miró con intriga, y Tetsu, evadiendo el tema, acotó con rapidez y astucia, las mismas que había aprendido de Ken:

-Un amigo lo tenía reservado hace tiempo...

-Mn... pues, en ese caso... soy Akai. (akai=rojo)

-¡No juegues! Tu nombre real.

-Akai –Tetsu torció su boca, con cierta molestia.

-¡Ese no es tu nombre! ¿Todo está en rojo, y tú te llamas Akai? ¿Me crees estúpido? –le miró con cierta sonrisa, pero el muchacho no le correspondió.

-Eres primerizo. Se nota -soslayó su mirada.

-¿Por?

-Las personas que trabajamos en estos lugares, no decimos nuestros nombres reales, nunca.

-¿Por qué?

-Porque no.

-¿Por qué?

-Es así.

-No vale. ¿Por qué no? –insistió Tetsu molesto. Sabiendo que allí la conversación no tendría viraje, volvió a fijar su vista en el muchacho, quien le miraba expectante.

-¿Vas a empezar? –le inquirió éste, pero Tetsu sólo le parpadeó.

-No. No lo haré, ya te dije.

-¿Entonces para qué has pagado…? ¿O te han pagado? –corrigió, sorprendiéndose de que por vez primera, había puesto atención a la conversación de un cliente.

-Es problema del idiota que ha pagado, no mío.

-¿Mn?

-Olvídalo, ¿sí? Dime... Akai.... ¿tienes días libres?

-No trabajo fuera del establecimiento...

-¡No! No quiero nada, ya te dije, sólo quisiera que podamos hablar un día en otro lugar... ya sabes... este ambiente esta muy cerrado, y no tiene muy buena ventilación... sería bueno pasar un día...

-¿Me tomas por estúpido? ¿Qué quieres? –le dijo en un fuerte acento de Osaka, que detuvo a Tetsu de su sincero y amigable plan a futuro.

-¿Eh?

-¡No sé quién eres o lo que quieres, pero si no te vas a acostar conmigo, vete!

-Oye, ¿por qué te pones...?

-Porque conozco los que son como tú.

-¿Mn? –le miró con un cierto dolor, sabiendo que estaba siendo metido en un saco de generalidad de la cual, no era participe.

-Vienen a intentar hallar en mí lo que no encuentran por sus propios medios...

-¿Mn? Oye, no te entiendo...

-Vete...

-¿Entonces me acuesto contigo?

-Hazlo ya y vete, quiero descansar -Acotó, y, arrancándose la sabana de la cadera, se mostró desnudo ante Tetsu, que observó con dolor las marcas de profundas heridas en las zonas mas delicadas del cuerpo. Marcas de dedos que habían presionado sus muslos con agresión, rasguños en sus caderas, y sangre manchando algunas partes de su zona íntima, evidenciaban la brutalidad que había experimentado hacía un par de minutos. Tetsu comprendió la agitación de aquel joven cuando apenas había llegado al cuarto, y percibió de súbito, el dolor que le estaba generando al pelirrojo todo ese maltrato, y aun así, se volvía a entregar a otro cliente. Akai cerró sus ojos una vez más, esperando la inminente acción, pero Tetsu no hizo más que recoger la sábana, y, colocándola sobre el cuerpo cansado del muchacho, se recostó al lado de él, dejando sus pies calzados en la vera del lecho, suspendidos en el aire y cruzados entre sí.

Akai, notando el movimiento extraño a su costado, abrió sus ojos, y miró con extrañeza al muchacho que estaba mirando el techo del lugar, con un gesto de disgusto.

-¿Mn? ¿Y ahora? –inquirió el pelirrojo, notando la expresión del foráneo.

-Estoy acostándome contigo, ¿no?

-¡Imbécil! –comentó con desidia, y miró el techo junto con Tetsu-. ¿Por qué miras así? –le dijo sin apartar la mirada de Tetsu, que se reflejaba en el cielo raso.

-Es horrible un espejo arriba de la cama. Es un asco. Qué mal gusto.

-Tú no sabes nada, niño.

-¿Y para qué sirve? ¿No me digas que eso gusta?

-Y mucho –acotó el pelirrojo. No sabía por qué, pero se sintió un poco mejor al hablar. Nunca los clientes conversaban demasiado, y lo atacaban sin demora. Aquella extrañeza extendida a su lado, le resultó cálida, aunque supiera que era sólo un joven que se había compadecido de él, como tantos otros que le habían dejado allí.

-Mn. Qué mal gusto... –reiteró Tetsu, observando el inmutable rostro de aquel joven a su lado utilizando el espejo de por medio.

-Por cierto… ¿tu nombre? –interrumpió a Tetsu. Por primera vez, le interesó un nombre.

-¿Se permite que los clientes den su nombre a los empleados?

-El cliente siempre puede hacer lo que quiera... –comento con un dejo de tristeza, con una necesidad perdida en el tiempo que Tetsu sospechó sin preguntar.

-¡Ah! Soy Tetsu.

-¿Es verdadero? - su rostro se sorprendió con levedad, creyendo que aquel nombre respondía a un juego de palabras, que él presentía feliz (Tetsudau=Ayudar -es el mismo kanji que del nombre de Tetsu-)

-Ajá. No tengo porque mentir... es estúpido hacerlo –comentó con ironía que hizo levantar una ceja a Akai, y que Tetsu sonrió ante tal gesto reflejado en el espejo sobre sus cabezas.

-Bien, Tetsu, ¿lo vas a hacer? Sólo faltan 30 minutos.

-¿Tienes más clientes luego de mí?

-Creo que dos más.

-¿Dos? ¡Pero estás agotado! –le miró a través del vidrio, con sorpresa.

-Es trabajo.

-Oye… puedo preguntar...

-¡NO! No preguntes nada de mi trabajo. Ya sé cómo eres...

-¿Mn? –levantó una ceja, y le miró con asombro. Tetsu no podía comprender que le conociera sin siquiera haberse tratado más de una hora–. ¿Conocerme? ¿Crees que me conoces? Entonces, dime, ¿quién soy?

-Luego te enojarás y me golpearás... –giró su rostro hacia el exterior de la cama, ya no queriendo ver aquel joven. Tetsu, notando el ceño fruncido en odio del pelirrojo, se sentó en la cama, y le contempló su perfil directamente.

-¡¡No pienso hacer tal cosa!! ¿Ves que no me conoces? –le replicó con cierta indignación y osó retarle–. Intenta decirlo...

-Tú, como muchos clientes, vienen por nuevas experiencias, pero sólo se llevan la lástima. No soy estúpido. Sé que me estás viendo con compasión, con culpa. Yo no las necesito... –acotó sin poder decir más, contraída su garganta. Tetsu se levantó de la cama, y lo volvió a mirar. El joven pelirrojo tenía absoluta razón. Sintió culpa y temor.

-Perdona. Mejor me voy...

-Sí. Como todos los que son iguales a ti. No soportan la lastima, y se van. Prefieren mirar a un costado. Son tan perversos como todos... sólo desaparecen...

Tetsu parpadeó un poco más ante aquellas palabras, y le volvió a mirar con detalle. El pelirrojo, yaciente sobre el lecho, con el rostro hacia un costado, estaba inmutable. Su mirar perdido en el vacío y unos labios que pudo notar lastimados, semiabiertos por una grosera hinchazón que denotaba un gran ardor.

Un joven que había perdido sus metas antes de haberlas conseguido. Tuvo una centella de intención de ayudarle, pero se detuvo. Tal vez el joven no quería ayuda, como evidentemente se lo demostraba, pero dudó.

Sacudió su cabeza un poco, y se dirigió en silencio hacia la puerta.

El alcohol probablemente le había afectado.

Cerró la puerta tras de sí, no sin antes ver cómo Akai, cansado, se había rendido a sus sueños, y respiraba con tranquilidad sobre la cama llena de líquidos ajenos y sudor.

Sintió lástima, no lo pudo evitar. Pero nada podía hacer.

Cada uno tenía su sino.

Y cerró la puerta.

************************

Ken, fuera del burdel, estaba sentado en el borde de la acera, fumando con desfachatez y mirando su reloj con extrañeza ante la tardanza de su amigo, cuando sintió una mano sobre su hombro.

Levantó su rostro y vio el serio semblante de Tetsu.

-¡Oye! ¡Tetchan! Era sólo una broma...

-Vamos a tocar, ¿sí? –su voz tenía un dejo de tristeza que el alto japonés advirtió sin equivocación.

-Tetchan, ¿te encuentras bien?

-¿Cómo puedes? –le miró con dolor en los ojos, y el nipón desfachatado no le comprendió.

-¿Qué cosa?

-¿Cómo puedes acostarte con mujeres que no sabes si realmente quieren hacerlo?

-¿Tetchan? La caipiroska te ha afectado...

-No, Ken –negó con su cabeza, e iniciando juntos el camino de regreso a su casa para pasar la queda noche con sus músicas, continuaron con su charla calma.

-¿Y entonces?

-¡Ken! Esas mujeres…

-¡Oye! ¡Se les paga! Ellas trabajan de eso...

-¡Ken! No es justo... ¿tú trabajarías de eso?

El alto japonés resopló sin poder contestar. Miró con una ceja levantada a su amigo, y, convencido de que aquel actuar era ocasionado por la bebida, abandonó el tema, desviándolo hacia la música.

Y entre ese lento pasar de horas, amaneció, hallándolos dormidos en el cuarto de Ken, abrazando sus guitarras y bajos, en un intento desesperado de aferrarse a la adolescencia.

**************************

Tetsu le dio la última maleta a Ken, pues las había llevado todo el trayecto hasta el shinkansen (tren bala), y éste la apoyó en el suelo. Era cuestión de minutos y el tren partiría.

El alto japonés sonrió con desenfado, tratando de animar el pesimismo que estaba dominando la situación y a su colega.

-¡Ne! ¡Tetchan! ¡Cambia esa cara! ¡No me muero aun!

-Idiota... te vas, es lo mismo... –comentó con resentimiento que su compañero percibió.

-¿Cómo así?

-Sí. Te irás de putas todo el tiempo y ni te acordarás de que tenías a un amigo aquí...

-¡Eres un estúpido!

-Y tú un imbécil.

-Tienes la actitud de virgen violada.

-Tú siempre actúas tan liberal como perro en celo.

-Eres un marica, ¡Tetchan!

-¡Idiota! –le dijo, sabiendo que extrañaría aquellas groserías mutuas, y no pudo contener las lágrimas que brotaban de su ojos. Siempre lloraba con la televisión, ¿cómo no iba a llorar allí, frente a la misma realidad, alejándole de tan agradable tesoro?

Ken le sonrió divertido por aquellas actitudes que ya extrañaba sin aún haberse ido. Ladeó su cabeza, y tomó a Tetsu de los hombros zarandeándolo levemente.

-Vamos, ¿ahora vas a llorar como niña…?

-Eres un completo idiota... un imbécil estúpido... te odio...

-Yo también te extrañaré –le abrazó, saboreando ambos aquella migaja de amistad que aún sobraba, que aún quedaba intacta de los primeros años de escuela.

El tren dio la última señal, y, aflojando el abrazo, Ken separó el contacto. Tomó sus maletas y le guiñó el ojo a su amigo, que se mantuvo parado frente al andén, observando cómo el alto japonés ingresaba al tren, y, tras acomodarse rápidamente en un asiento, le miraba por la ventanilla.

Con lentitud el movimiento se inició, y Tetsu parpadeó con fuerza, con rapidez, evitando la caída de más lágrimas que le fue inútil.

Y allí se iba la imagen de Ken, mirándole con el ceño alzado, con una sonrisa torcida, entre la pena y la nostalgia, entre el arrepentimiento de aquella decisión y la obligación, haciendo un suave gesto con su mano...

Hasta que la velocidad alejó por completo el tren y, con él, el rostro de su tan desfachatado amigo.

Lo extrañaría tanto.

Suspiró, aliviando su tensión, y caminó en dirección de una plaza lejana a la estación, con el único fin de pasar la tarde en soledad, bajo un árbol, notando con angustia la ausencia de aquel cómplice.

************************

-¡Más! ¡Sakura! ¡Más! –jadeaba Akai, abrazando la ancha espalda que impelía contra su cuerpo, que lo lastimaba en su salvaje deseo, sabiendo que aquellas palabras sólo le incitaban a hacer aquel movimiento más rudo, sin cariño, sin preocupación alguna del que era agredido de tal forma.

-¡Vamos! Dilo, ¡sigue diciéndolo! –incitaba el oscuro japonés, que se contraía ante cada nueva embestida, sintiendo el progresivo corte que hacía en el interior de aquel muchacho con sus movimientos.

-¡MÁS! –acotó con un grito, abrazando con fuerza el cuerpo que lo estaba torturando.

Era en aquellos momentos que prefería morir, antes que continuar con su vida, dando gestos y palabras vacíos, pagos. A veces, producto del desesperante dolor, miraba hacia arriba, en busca de clemencia de algún dios que tuviera el tiempo libre para él, pero sólo veía el reflejo de su agresor, de su amo, empujando contra su cuerpo, sujetando sus caderas de forma grosera, y haciéndole contraer sus muslos en un rechazo natural de su cuerpo ante la violencia.

Y así, varias horas se repetían en la misma tortura, hasta que, finalmente, ese oscuro japonés de cabellos largos y negros le dejaba descansar, sintiendo los resultados de aquellas noches que no eran más que continuaciones del tormento del que era víctima de hacía más de 4 años.

Sakura se levantaba con una sonrisa amena, y, para comprobar los efectos de su presencia en el cuerpo de Akai, le volvía a penetrar con los dedos, sólo para ratificar una vez más los daños ocasionados. Akai gemía de dolor, derramando lágrimas que brotaban de sus ojos, los que se cerraban con fuerza ante las humillaciones y vejaciones.

-Lo has hecho muy bien hoy, Hideto –analizó sus dedos sangrantes, y sonrió con triunfal mirada. Akai, con su cabello desparramado por todo el edredón, respiraba agitado, sintiendo como el dolor generalizado en su cuerpo comenzaba a centralizarse en diversas partes e iniciaba un latir constante que le desesperaba.

Sin decir nada al respecto, se giró sobre la cama, y, ubicándose de la forma más cómoda posible para su cuerpo lastimado, cerró sus ojos, intentado dormir, pero le era imposible con la presencia de ese hombre.

Sintió los besos de éste sobre sus hombros, y la lengua jugando con su oído.

Simplemente le resultó indiferente.

Sakura se vistió con lentitud y abandonó el cuarto, cerrando la puerta con llave.

Se encogió con levedad sobre sí mismo, sintiendo una punzada sobre su espina, que le hizo adoptar nuevamente la inicial posición, boca arriba.

Y allí, sobre el espejo, una vez más se vio. Su cuerpo desnudo, cansado y profundamente marcado, frente a él; los restos de una humanidad que ya no estaba seguro si existían, condenado a un destino que no quería. Sólo deseaba la libertad, tener alas con las que volar, sólo deseaba no ser lo que estaba siendo.

**************************

Tetsu, como en sus largas recorridas por las góticas noches de la Osaka de los suburbios, continuaba ya con menos expectativas de hallar el talento necesario.

Pasaba horas en los bares, mirando con ilusión las bandas que allí se presentaban, con la vaga ilusión de que alguno de ellos fuera el escogido, fuera el talentoso que ayudara a realizar su sueño en realidad.

Pero esa noche, parecía que iba a ser distinta.

Un grupo de corte mórbido, apareció sobre el improvisado escenario. Nunca había visto aquellos japoneses que, vestidos en harapos, con el cabello inflado, en tonalidades negras, y con sonidos netamente graves que aumentaban el ambiente ultratumba que generaban, tocaban canciones del más pesado heavy death metal.

El guitarrista de aquel grupo le llamo profundamente la atención, que, pareciendo un vampiro, miraba de reojo al público y con un halo de soberbia, sonriendo en cuanto hacía temblar las cuerdas de la guitarra.

Sus manos se movían con asombrosa velocidad, interpretando las melodías más rabiosas sin dificultad alguna.

Lo miró todo el espectáculo, y esbozó una sonrisa. Una posibilidad más aún existía.

*********************

Ingresó a los pasillos del abandonado bar, y, en busca del vestuario, halló al baterista del grupo que había visto con suma estupefacción, y le tocó el hombro, con una suave sonrisa en su rostro.

El baterista, alzando una ceja con desagrado, le miró de arriba hacia abajo, notando las tonalidades vistosas que aquel japonés de pelo anaranjado tenía.

-¿Qué quieres?

-Me preguntaba... si... puedo hablar con el guitarrista... –comentó no muy seguro, y, antes de percibir el movimiento, el antipático hombre le había dejado solo frente al marco de la puerta de entrada al vestuario. Parpadeó con molestia, y, golpeando con su mano la abierta puerta, asomó su rostro por ella.

Dentro, cuatro hombres oscuros, entre ellos el baterista que se sacaba la camisa empapada, le miraron con desidia. Miradas tristes y hasta cansadas, que inhibieron un poco al joven muchacho.

-Estem... perdón... pero... quisiera hablar con el guitarrista... –comentó inseguro. Un alto japonés se levantó de su asiento, y le miró inmutable.

-¿Sí?

-¿Eres tú?

-Ee.

-¿Puedo hablar contigo a solas? –el guitarrista elevó una ceja con recelo, pero no escatimó su paso, y se dirigió a la puerta cerrándola tras atravesarla. Tetsu y el misterioso hombre se mantuvieron en silencio un momento, en la inmensidad de aquel pequeño pasillo. Tras un suspiro, Tetsu le volvió a sonreír y le dio la mano.

Una vez más, la ceja del alto japonés, se levantó en actitud suspicaz, y tras mirar un segundo la mano que se le presentaba, fijó su vista en la del joven de cabellos largos.

-¿Qué quieres?

-¡Ah! No me presenté, soy Ogawa Tetsu, y estoy buscando miembros para una banda que deseo realizar. Será un rock pesado pero con variaciones tonales que adquirirán muchos adeptos, porque...

-¿Miembros? ¿Y yo qué tengo que ver con eso? ¿No ves que pertenezco a esta banda? –su tono de voz agresivo había sorprendido a Tetsu, quien tras detenerse un instante, producto del impacto de aquellas frías palabras, retomó su amable actitud e insistió con amabilidad:

-Lo sé, perdóname. Pero créeme que estoy pasando los meses en busca de talento que no encuentro, y en ti lo he hallado... –le volvió a sonreír, con un mirar suplicante.

-Niño, ¿cuántos años tienes? –le preguntó, dudando de aquel joven que se le mostraba tan ingenuo.

-18, ya no soy...

-Eres menor de edad, ¡no rompas los huevos! –comentó con desidia, y se giró para ingresar al lugar del que había salido.

-Pero... por favor... ten mi número de teléfono... por si cambias de opinión... –comentó inseguro, sujetándole del brazo y dándole un papel escrito en su mano. El guitarrista lo miró de reojo con molestia, pero no detuvo su paso. Se giró tras ingresar al vestuario y miró un par de segundos más al joven que le contemplaba con tristeza. Notó que el muchacho estaba ilusionado, y que allí, él mismo ponía fin a aquel sueño. Extrañado por la actitud amable de un joven que hablaba de rock pesado, le dio un aliento, no estado muy seguro de lo que decía.

-Niño... no te prometo nada... pero... lo pensaré. ¿Sí? –fue cuando el rostro de Tetsu, iluminado de súbito por aquella noticia, sonrió con profundo agradecimiento, y tras una leve inclinación con su cabeza le miró a los ojos, esta vez, destellados en esperanza.

-¡Sé que lo harás! ¡Gracias…! –el guitarrista le observó con descreimiento, y, esbozando una pequeña, casi imperceptible sonrisa, intentó cerrar la puerta, pero el joven de cabellos largos, le detuvo un segundo–. ¡Ah! Por favor, ¿tu nombre?

-Hiro. Sólo llámame así.

-Genial. Gracias, Hiro. ¡Te esperaré!

Y la puerta se cerró finalmente.

El corazón de Tetsu dio un vuelco de alegría. Supo que allí comenzaba su sueño nuevamente.

************************

Akai abrió sus ojos, viendo su propio reflejo en aquel espejo perverso sobre su cama. Había quedado dormido por unos minutos. Sólo un sueño liviano, nada reconfortante. Se giró con suavidad sobre la cama, notando los estragos en su cuerpo, y tomó el teléfono de línea interna que se hallaba al lado de la cama. Apoyó el auricular sobre su oído, y esperó que la llamada fuera atendida, tras digitalizar el número.

-Keiko... Keiko...

-¿Mn? ¿Qué quieres? –comentó la recepcionista, que entregaba los turnos a los clientes, bajo el control del ‘gran jefe’. Su sistema de recepción de llamadas era un complejo mecanismo de detectación de cuartos.

-Por favor... ya no más clientes. Estoy exhausto, y no lo voy a resistir.

-¡Pero Akai! Aún tienes 10.

-¡10! ¡Mierda! Ya no doy más... –el muchacho se arrojó sobre la almohada, inerte, sin deseos de moverse. La clientela de aquel día habían sido mayoritariamente los violentos, y su cuerpo, golpeado y lesionado, no podía sentir más que dolor ante, incluso, el simple respirar. El movimiento de su caja torácica expandiéndose, generaba un latir doloroso en sus huesos.

-Lo hablaré con el amo...

-Pero... –la llamada fue cortada.

Akai, demasiado cansado como para ubicar nuevamente el tubo telefónico en su lugar, se quedó en la misma posición, inmutable, cerrando sus ojos, en busca de una paz que no hallaba.

Un súbito recuerdo de aquel nefasto día le sobresaltó, y le hizo parpadear con rapidez, ante el intento fallido de ingreso al sueño que su cuerpo desesperadamente le pedía.

Estuvo unos minutos en aquella posición, escuchando el silencio del lugar, observando el rojo en las paredes, el rojo de las luces, y el contrastante blanco de sus sábanas que sólo servían para que sus perversos clientes notaran el daño ocasionado. Tal cual como su amo.

Suspiró, sintiendo el malestar que aquello le había generado en sus costillas, pero su extenuación le impidió mover sus manos hacia aquella zona y corroborar los hematomas que de seguro tendría.

El silencio fue interrumpido por un seco sonido que el joven conocía con perfección. Sólo el picaporte que una vez más evidenciaba el ingreso de un nuevo cliente.

Cerró sus ojos, dispuesto a mentalizarse de que el amo realmente no le había concedido el descanso, y resignado a su sino, continuaría con esa tortura hasta que su cuerpo sucumbiera.

-¿Conque quieres descanso? –la voz ronca del japonés hizo que Akai abriera sus ojos con asombro, y, en un giro brusco de su cabeza, mirara con horror la presencia de su amo allí mismo. Guardó silencio, temiendo que aquel hombre se le abalanzara, sin consideración de su estado. Era peor que los clientes.

-Yo... –comentó sin mucha convicción.

-¿Y a ver? ¿Por qué quieres descansar? -le miró con cínica sonrisa que hizo evadir la mirada de Akai, quien, incorporándose lentamente, se sentó en la cama con profundo dolor. Observó las sábanas, y allí, como siempre, la evidencia que más excitaba a aquel perverso.

Contempló nuevamente a su verdugo, quien ya había notado las manchas rojas y se acercaba a él con paso felino.

-No me siento bien.

-¿A ver? –el japonés oscuro se sentó al lado de Akai, y, obligándole a separar sus piernas levemente, analizó los perjuicios que los clientes había hecho en su cuerpo. El muchacho, ya sabía que no se detendría, y sufriendo una vez más aquella vejación, simplemente se entregó.

Ya lo estaba empujando contra la cama, y entre violentos besos, comenzaba a ingresar entre las heridas. Sus lesiones corporales, sus magulladuras espirituales, y la única y aún sangrante grieta que nunca se cerraría: su libertad.

Había sido peor llamar. Nunca más lo volvería a hacer. Prefería 10 clientes más, antes que aquella constante vejación.

Y una vez más, se abrazó a aquel cuerpo que lo destrozaba, mirando hacia el techo, sintiendo el asco que le ocasionaba, y viendo cómo sus lágrimas sólo caían, producto del dolor físico.

Ese cuerpo le penetraba, le invadía, le violaba.

Ya había olvidado llorar, pues la resignación le había carcomido el alma.

Sólo pudo ver una imagen reiterativa y rítmica.

Y entre aquel dolor, cerró sus ojos, pidiendo una vez más que aquello acabara. Que todo desapareciera, y él simplemente muriera.

///

*****************************

Otra vez, como tantas, Tetsu estaba frente a la puerta de un camerino mal acondicionado, golpeando a una banda más, en busca del talento.

Su propuesta de buscar un batero había sido rechazada infinidad de veces. Muchos parecían tener la habilidad, pero ninguno le aceptaba.

Golpeó tres veces más, ya impaciente por aquel retraso. La puerta finalmente se abrió, y la cantante del grupo le miró con sensualidad.

-¿Niño? ¿Qué quieres?

-Soy Ogawa, Tetsuya, y quería hablar con el baterista... –comentó inseguro. Odiaba el rechazo, odiaba que le menospreciaran por su edad, odiaba aquella soberbia tan altanera.

-¿Mn? –le miró de arriba hacia abajo, como todos los desconocidos hacían cuando les golpeaba la puerta. La muchacha volvió a ingresar al cuarto, y le dejó esperando unos minutos en soledad, tras los cuales, se presentó ante él, un ancho japonés, de labios negros, y maquillaje pálido que alzaba el color sombrío de sus cabellos y sus ojos redondeados.

-¡Un gusto! Soy Ogawa Tetsuya –había practicado infinidad de veces las diferentes formas de manifestarse para que la impresión causada en el otro no fuera de un simple niño jugando a ser adulto, y de todas aquéllas la que el joven muchacho creía mejor era ésa, pero lamentablemente, nadie le trataba diferente de como siempre lo hacían.

-¿Un niño? ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres hablar conmigo? ¿Autógrafos?

-No, no –comentó con una sonrisa amena, escondiendo el fastidio que le generaba esas actitudes–. Sólo quería saber si te agradaría ser la batería de un grupo...

-¿Un grupo? ¿De rock?

-Ajá –le miró receloso. Sorprendentemente, el ancho japonés le contempló con una sonrisa amable, y entusiasta de la idea-. ¿Te interesa? –Tetsu dudó de aquella amena expresión.

-¡Que si me interesa! ¡Por supuesto! ¡En dos meses esta banda se disuelve¡ ¡Es bueno tener ya una propuesta! –comentó con alegría.

Tetsu le sonrió, agradecido de aquella amabilidad que nunca había visto en los rockeros que había recorrido por todo ese tiempo, y tras dale la mano le entregó un papel con su número de teléfono.

-Perdóname, pero... ¿cómo te llamas?

-Dime Pero.

-¡Bien! Dime Tetsu.

-Claro, ¡Tetchan! –alegó rápidamente el hombre, y tras guiñarle un ojo, cerró la puerta.

*************************

Finalmente, tras cinco meses de búsqueda continua, y en lucha de convencimiento de aquel soberbio guitarrista, Pero, Hiro y Tetsu formaron el grupo L’arc en Ciel.

Sus composiciones, de corte metalero rítmico, generaron impacto en los suburbios de Osaka, pero no repercutían a mayor escala, por alguna extraña razón.

Tetsu, bajista y vocal, había perfeccionado sus artes de la mano de Hiro que con su soberbia innata le obligaba a mejorarse permanentemente.

En busca de hallar el problema a ese estancamiento, el guitarrista había propuesto modificaciones en cuanto al ritmo de la melodía, sumiéndolo en el estándar de lo gótico, que a Tetsu, si bien no le desagradaba, lo consideraba muy repetitivo en el resto de los grupos, y su meta era destacar de la generalidad.

Aquellas diferencias musicales habían puesto a Tetsu en una permanente defensiva con Hiro, que sólo eran amenizadas por la intervención del gentil Pero. Sin embargo, aquellos roces rápidamente repercutieron en las composiciones del grupo, que comenzó a mixturar varias categorías melódicas, pero que a pesar de ello, y de esa rareza, no podían superar el atasco alcanzado.

Pero, en busca de una solución, compuso en secreto un CD completo, tratando de hallar el equilibrio entre los gustos de su líder y vocalista, con las pretensiones soberbias del guitarrista. Aquellas creaciones, al ser presentadas al grupo, generaron una súbita unión, que tranquilizó los conflictos por un tiempo prolongado.

-¡Bien! Hemos terminado –comentó Tetsu, sacando su bajo de su hombro, y disponiéndose a descansar sobre un rincón del garaje que habían conseguido como lugar de práctica. Pero, sudado en demasía, tomó una toalla cercana a su batería, y secándose con ella, acompañó a su colega hasta el mismo rincón, para tomar de las botellas de agua que allí les esperaban. Allí, los dos japoneses se sentaron en el suelo alrededor de una baja mesa.

-No, no hemos terminado –sentenció el guitarrista, que se mantuvo firme con su instrumento, en medio del lugar, bajo la expectación de sus compañeros.

-¿Qué? ¿Por qué? –acotó Tetsu, ya frunciendo su ceño, dispuesto a una nueva riña. Su amabilidad había sido hastiada con aquel personaje molesto, pero no podía rechazarle ni echarle, en pos del talento que poseía, y que, secretamente, Tetsu admiraba.

-Porque no estás entonando bien. Esta última canción requiere de un tono do superior, que no alcanzas. ¿Crees que no lo he notado? –alzó una ceja, ladeando su rostro.

-¡Oye! ¡Hiro! ¡Eso es injusto! ¡Tetchan canta bien! ¡No tendrá un ancho rango, pero lo que hace lo hace bien! –comentó con tranquila voz el baterista, sabiendo lo que próximamente se avecinaba.

-No lo defiendas, Pero. Tetsu tiene que entender que así no vamos a surgir. Ya hemos intentado todas las variaciones rítmicas que tanto tú como él han querido...

-¡No te olvides que también hemos tenido en cuenta tus críticas! ¡No seas egoísta! –corrigió Tetsu, atando su cabello largo en una baja coleta, sin dejar de verle con el ceño fruncido. Hiro, como de costumbre, nunca sonreía, y le miraba con superioridad.

-Lo que sea, pero no ha funcionado –acotó rápidamente, defendiendo su posición inicial–. Aquí el problema eres tú, Tetsu.

-¿¡Ah!? ¿Ahora me quieres echar? ¿Eso es lo que estás intentado? –se levantó del suelo, donde estaba sentado junto con Pero, y caminó un par de pasos hacia el guitarrista con el rostro crispado en molestia.

-¡Tranquilos, chicos! –intervino Pero, levantándose con haraganería, y mirando el techo, cansado de aquella reiterativa situación.

-¡No! No me voy a tranquilizar, ¡este idiota se cree el dueño de la banda! No te olvides que soy yo quien se rompe el culo haciendo los preparativos, pensando en las producciones, arreglando con los bares, consiguiendo el dinero necesario para la ropa, y el mantenimiento de los instrumentos...

-Bien, bien. ¡Reproches! Eso te servirá con Pero, pero conmigo no. A mí me tienen sin cuidado tus problemitas, porque eres un crío que no se da cuenta de las cosas... aquí el problema es tu voz. ¡No sirve para este tipo de música!

-¿Y quién lo determina? –se enfrentó a Hiro, alzando un poco su vista ante la altura superior del guitarrita, y éste levantó una ceja, aumentado la sensación de inferioridad que aquella posición favorecía.

-¡Yo! Que cuando tú estabas aún usando pañales, ya tocaba en un grupo barrial...

-¡Ah! Y si tan bueno eras, ¿¡qué le paso a tus grupos!? –ironizó con un leve esbozo de sonrisa en su gesto. Creyó que tal vez, estaba rodeando al guitarrista con aquellos argumentos. Pero se equivocaba. La diferencia de años entre él y Hiro se evidenciaba en esos momentos de mayor tensión.

-Todos el mismo problema: la voz.

-¡Por qué no te vas a la mierda! ¡PEDAZO DE INFELIZ! –le gritó molesto Tetsu, saliendo de su contenida ira, y empujando a Hiro, quien le miró aún con mayor algarabía.

-¿Ves? Ni aún enojado puedes alcanzar esa nota... –le fastidió con sarcasmo, que generó súbitamente en Tetsu un odio profundo y, antes de que el muchacho iracundo pudiera lanzarle un puñetazo, el brazo fue detenido sin dificultad por Pero que estaba a su lado.

-¡Basta los dos! –comentó nuevamente, sujetando la extremidad de su amigo, y mirando a Hiro-. Si siguen así, nunca vamos a surgir, y más allá de eso, nos vamos a disolver como siempre termina pasando –comentó con tristeza, hablando desde la erudición. Su actitud pacifista había sido requerida en cada uno de los grupos que había formado parte, pero nunca lograba resguardar al equipo de la disolución. Suspiró resignado. Nunca había pasado más de cinco años en un mismo grupo.

Tras aquella disputa, Tetsu dio a la banda un descanso de dos meses. Extrañados, tanto Pero como Hiro no acotaron al respecto, y aceptaron la decisión, con la sensación de un simple pálpito de la futura disolución del grupo.

En ese tiempo, Tetsu había desaparecido de Osaka, y nadie sabía de su paradero.

Hiro y Pero habían decidido tomar aquel descanso como una forma de profundizar su relación profesional, y crear juntos nuevas melodías.

Aquellas noches de continua batería y guitarra, habían permitido el surgimiento de canciones pesadas y góticas que, consideraron, serían un éxito. Aunque Hiro siempre señalaba al respecto.

-¿…xito? Lo serían con una buena voz.

-¡Oye! Hiro, no seas duro con Tetchan, que hace demasiado por el grupo. Es representante, voz y bajo. Trabaja de día, y ayuda a mantener los gastos...

-¡Ne! ¿Y nosotros qué? ¿No trabajamos también? Yo me gasto el sueldo en este grupo, y si se estanca no tiene mucho sentido. ¿Por qué no le decimos que finalmente deje de cantar...?

-¿Lo vas a echar? –le miró con sorpresa. Las sospechas de Tetsu eran verdaderas, después de todo. Un gesto de culpabilidad cubrió el rostro pálido del baterista.

-Naaa. Como bajista no es tan caótico...

-¡Hiro! –le reclamó, indignado de aquel desprecio continuo.

-Lo que sea... pero como voz no alcanza. Entiéndelo.

-¿Sugieres que busquemos una voz? –su voz temerosa, nació entre el deseo de emerger del anonimato y la culpa de decidir a espaldas de quien debían serle fiel.

-No sería mala idea. Y un bajista...

-¿Qué? ¡Hiro! ¿No estás...?

-¿Crees que no se ofenderá como niño caprichoso cuando le demos la noticia de que hemos decidido cambiar la voz del grupo?

-Pero Hiro... tenemos que hablar con él. No es necio, es muy amable, y no es justo...

-No es justo que yo pierda mi tiempo. Créeme que no es justo.

Pero le miró con la boca torcida, reconociendo que aquel japonés no dejaría nunca su soberbia, y, sin mucho entusiasmo, abandonó el tema en el aire.

Continuaron practicando variando notas, y dando vida a nuevas composiciones.

La noche se adentraba en la madrugada, y en presencia de las ultimas fuerzas que les restaban, el guitarrista miró con complicidad a su compañero, con una idea que había atravesado su mente, y con sutileza, había esbozado una tétrica sonrisa.

-Oye, Pero... ya que no está el niño dando vueltas, ¿vamos a divertirnos?

-¿Mn?

-Sé de un lugar con buenas chicas... –comentó, sacando su guitarra, y dejándola a un costado de ese garaje que hacía de su estudio amateur.

Pero, sin muchas más convicciones al respecto, tan cansado como el otro miembro del grupo, deseoso de eliminar el estrés del que eran víctimas, levantó sus hombros en señal de desgano, y simplemente asintió.

Nada les haría pasar un tiempo divirtiéndose en compañía femenina.

**********************************

Los dos meses se cumplieron rápidamente, y tal como había especificado el líder, se reunieron en el garaje en día y hora detallada. Pero y Tetsu esperaron la llegada del siempre tardío Hiro, y, tras saludarse más distendidos por el tiempo alejado, comenzaron a interpretar las canciones que el guitarrista y Pero habían compuesto en ese tiempo, y que el baterista ya le había anunciado a su líder, en busca de amenizar la espera de la llegada de ese japonés soberbio.

Comenzaron la interpretación de las partituras, y para sorpresa de los instrumentistas, la voz de Tetsu resultó diferente.

Su voz, de corte neutro, había logrado alcanzar unas notas adicionales, que habían enriquecido su rango, y un extraño falsete popero se evidenciaba en aquel tono.

Al finalizar el ensayo, Hiro miró con una ceja levantada a Tetsu quien les sonrió triunfal.

-¿Y? ¿Qué les parece? –comentó expectante, quizás con una mecha de esperanza de adquirir un poco de respeto ante aquel talentoso, pero soberbio guitarrista.

-¡Rayos Tetchan! ¡Has mejorado tu voz! –e sonrió el siempre complaciente baterista.

-Sí. Dos meses internado en una escuela de vocalización. ¿Y tú qué dices, Hiro? –el guitarrista, torció su boca hacia un costado no muy seguro de que aquella nueva técnica fuera a mejorar o empeorar el grupo, pues había notado de inmediato la tonalidad popera, y su carácter gótico le marcaba un cierto dejo de rechazo ante la idea.

-No lo sé.

-¿Mn? –la sonrisa de Tetsu se desvaneció y un gesto de decepción pasó por su rostro. Aquel guitarrista no apreciaba ni sus más profundos esfuerzos.

-Tiene sonidos muy cursis.

-¿Cursis? –le contempló con el ceño fruncido, y Pero suspiró negando con su cabeza, sabiendo que allí comenzaría todo nuevamente.

-¡Sí! Cantas como esos cinco gringos del occidente... ¿cómo se llaman, Pero? –preguntó al baterista tras mirarle, el cual aún reconociendo el nombre, calló, pues sabía que lo que el guitarrista hacía era sólo provocar al líder, permanentemente–. ¡Ah! ¿Cómo eran...? ¡Ah! Si, los bakku sutorii booi.

-¿¡QU…!? –le gritó con molestia el líder, reconociendo la pura maldad en el comentario.

-Pues sí. Ya te pareces a uno de ellos. Sólo te falta bailar a esos pasitos ridículos y ya abandonaras el rock. Te dije, Tetsu, que me interesa el rock, no musiquita para niñas quinceañeras...

-¡BASTA, HIRO! –le gritó el baterista, finalmente mostrando su rostro ceñudo al soberbio nipón–. Tetsu hace sus mejores esfuerzos, ¿no te das cuenta que mejoró su voz sólo por tu crítica? El busca ser equitativo con todos nosotros, pero tú no aprecias sus esmeros.

-¡Bah! ¿Ahora tú le vas a defender? ¿Por qué no le dices lo que hemos pensado en este tiempo? –le desafió el guitarrista y Pero, con desidia, negó con su cabeza. Sólo haría que las cosas explotaran.

-¿Qué han tramado en mi ausencia? –acotó con duda el líder.

-¡Tetsu! Pero y yo hemos decidido que hay que buscar una nueva voz.

-¿Qué?

-Sí. Tu voz nos está hundiendo a todos...

-¿Qué? ¿Me están echando? ¡Pero! –miró a su compañero, que le negó con la cabeza en silencio. El gusto a la traición ya era percibido en su boca. Sólo decepción permanentemente–. ¿Tú también? ¿Te dejaste convencer por él?

-¡No, Tetchan! Yo no soy radical. Yo creo que hay que intentar de vuelta. Tetchan ha cambiado su voz, y veremos qué resultados da... ¿Qué les parece si antes de comenzar a matarnos, lo intentamos una vez más? –comentó, mediador por enésima vez en aquel corto período desde que había ingresado al grupo.

Tetsu miró a Hiro, quien, sacándose la guitarra, observó hacia el techo, en un limpio gesto de fastidio, y clavó su mirada en la del líder.

-¡Bah! ¡Peder seis meses más o no, es casi lo mismo... ya veo el concepto que tienen de música, si piensan que esa vocalización hará algo al respecto! –despreció nuevamente, y sin mediar más palabra, se fue del garaje, sin voltear a saludarlos.

-¡Mierda! –comentó impotente el líder, sintiendo de golpe la mano del baterista sobre su espalda, en un gesto de compostura.

-Ya, Tetchan, demuéstrale que se equivoca -le sonrió con amistad, y Tetsu asintió. Al menos no se había equivocado al elegir a su batería. Ese japonés de ancha contextura había resultado ser el humano más dócil de los que se había hallado en su larga lista de personas en busca del talento. Un hombre que en el fondo, le resultaba conocido. Era un ameno reflejo de sí mismo.

******************************************

En pocos meses, alcanzaron la fama dentro de la prefectura natal. L’arc en ciel era el símbolo característico de toda Osaka, gracias a aquella extraña combinación de rock pesado con una voz de corte occidental y ritmo pop. Habían hecho nacer el rock popero.

Los conciertos se llenaban de alocadas fans que gritaban y cantaban sus canciones a la par. Los regalos y el cariño de la gente, comenzaron a ser percibidos por los integrantes del grupo, y, rápidamente, los ranking regionales demostraron que la banda era la primera y que dicho puesto no se lo entregaría a nadie con facilidad. El despegue hacia la fama nacional era inminente.

Y así, entre esa incipiente y aparentemente creciente popularidad, el grupo daba el último concierto de una serie de presentaciones promocionales en las cercanías del antiguo barrio de Tetsu.

Tras el final de aquel espectáculo, los tres japoneses decidieron rendirse al festejo y, apañados por Hiro, ingresaron a un burdel que él les había declarado como el más fino en rarezas de la zona.

Extrañamente, Tetsu notó con un nudo en la garganta que aquel lugar era no más ni menos que el lugar de las travesuras más picaras de su antiguo amigo, al cual no veía desde hacía más de dos años.

Los tres ingresaron al sitio, siendo halagados por un conjunto de hombres y mujeres que al identificarlos, se le abalanzaron en busca de autógrafos. Superada la euforia inicial, el lugar regresó a la calma, permitiéndole a los tres japoneses tomar unos tragos en la barra y apreciar los espectáculos de mujeres en pasarelas decoradas con la penumbra, que contorneaban sus figuras entre delicados caños que había dispuestos sobre el escenario.

Tanto Pero como Hiro estaban sentados de espaldas a la cantina, mirando con deleite los entretenimientos sensuales que se exponían sobre las tablas. Mas Tetsu, demasiado asediado por el cansancio y una súbita sensación nostálgica, le impidieron de hacer otra actividad que no fuera tomar su caipiroska de antaño, una que finalmente podía pagar.

-¿Tetchan? ¿Te sientes bien? –una mano amiga se posó en su hombro, y giró su rostro para ver al baterista que le miraba con amable gesto.

-¿Eh? Sí. Sí. Sólo que estoy cansado.

-¡Ne! ¿¡Tan pronto!? Mira que aún tenemos que probar esas delicias.... –insistió el japonés, con cierta travesura plasmada en su semblante, pero Tetsu le interrumpió con una súbita sonrisa.

-Eso es para ustedes.

-¿Ah? ¿Y por qué tú no? No me digas que no te gustan las...

-¡Ey! –sintió un dejo de tristeza rozar su corazón al confundir de repente aquel ancho baterista con el alto japonés desfachatado que solía hastiarle con bromas de toda índole.

Su mente le atacó con recuerdos de años anteriores, y la imagen de Ken se proyectó en su interior. Le extrañaba sin darse cuenta.

-¡Pero! ¡Vamos, que ya es nuestro turno! –interrumpió Hiro, levantándose del asiento. El baterista miró a Tetsu y éste negó con su cabeza.

-¡Tú te lo pierdes, Tetchan! –le sonrió con malicia, y caminó al lado del soberbio guitarrista, hasta sumirse en los pasillos de la lejanía, en busca del placer que extrañamente podían adquirir en lugares como aquellos. Placer que a Tetsu sólo le podía generar angustia, al ver el mirar triste de todas las mujeres que allí trabajaban. No era decisión propia. Aquel tipo de vida, no era elegible. Era impuesto.

Regresó a su vaso, y sintió con molestia que ya no le afectaba como cuando era menor de edad. Sonrió divertido. Ya tenía 21 años, y aquello se le presentó como la causa principal a tal resistencia al alcohol.

Pero no le dio importancia.

Pasó un par de horas tomando un poco más de su bebida, y miró a su lado el asiento vacío.

Sí.

Siempre que lo recordaba, le extrañaba con profunda nostalgia. Tal como había predicho, Ken le había hablado los primeros meses, muy aisladamente, hasta que finalmente, el contacto se disolvió.

Suspiró triste. Aún recordaba aquella broma de mal gusto que le había hecho en ese mismo lugar. Se sonrojó un poco. No podía creer que hubiera tenido el valor suficiente para haber dicho cosas tan insinuantes a su amigo, pero había valido la pena, al ver el rostro de espanto del tan siempre desenfadado japonés. Rió sólo un segundo, y otro recuerdo le detuvo.

Dejó un par de yenes sobre la barra, y caminó hacia los pasillos que una vez más los recordaba con la nostalgia de aquella última vez, de aquel último día, donde aún su amigo no se esfumaba en la ausencia.

Miró el pasillo largo, y atravesando los que ya conocía, halló la puerta de su evocación, dorada e intachable de la que aún conservaba exacto recuerdo.

Se acercó, con un presentimiento chocante, no comprendiendo porque necesitaba ver una vez más a aquel joven.

Recordó sus palabras, y esbozó una sonrisa triste.

“Como todos los que son iguales a ti. No soportan la lástima, y sólo desaparecen...”

Tomó la tarjeta que Pero, apenas ingresados los tres al establecimiento, había guardado en el bolsillo de su camisa, y la tocó, junto con el picaporte de la dorada puerta.

Se detuvo un instante, aún meditando su pasado.

Había sido como ese muchacho le había dicho.

Había sido como Tetsu había pensado que sucedería con su amigo.

La sensación de saber lo que ocurriría con los hechos le sorprendió un instante.

Todos tenían conciencia de la consecuencia de sus acciones, pero nadie luchaba contra ello. Sólo marionetas que, sin libertad, se dejan llevar por una corriente, maleables y resignadas, sin más deseo que la frustración.

Separó su mano del picaporte y anheló huir de allí, pero sólo miró la dorada puerta.

Era irónico, tanto color para tanto mirar opacado.

Pero su curiosidad por saber cómo estaba aquel joven de delicados rasgos y melena colorada, le impulsó nuevamente a tomar con fuerza el picaporte, y entrar con decisión.

Recordó aquel instante como si aún fuera el joven que había sido hacía dos años. Miro el estrecho pasillo.

No tardó en hallar la puerta roja, y con miedo, la entreabrió con lentitud.

-¡Ay! ¡Basta! ¡Basta! –Tetsu detuvo la apertura, y de repente, pudo escuchar el movimiento de la cama contra la pared, en un rítmico pero salvaje movimiento.

-¡Yo no quiero que digas eso! –súbitamente escuchó el eco de una bofetada, y parpadeó sorprendido. Su corazón comenzó a latir más aceleradamente, y la lástima le tiño el alma–. ¡Di que quieres más! ¡Dilo!

-¡Más! ¡Sakura! ¡Así! ¡Más fuerte! ¡AY! ¡BASTA! –gritaba desesperada la voz que no podía reconocer, pues sus tonos estaban distorsionados por el dolor que percibía en el vibrato.

Sonrojado por aquella interrupción que la pareja no había notado, cerró la puerta con vergüenza, con lentitud, escuchando el jadeo y los gemidos, con gritos de dolor que se mixturaban dentro de ese ambiente.

Se dirigió a un rincón del pequeño pasillo, y aprovechando un recoveco, se sentó allí, entre las penumbras, a esperar que esa puerta quedara libre.

Pudo escuchar el aumento de esos gritos desesperados, pidiendo el final de la tortura, y el sonido de golpes, que le hicieron cerrar los ojos con fuerza. Por alguna extraña razón, sentía aquel dolor y se compadecía de ese muchacho.

Recordó la última vez que lo había visto, y temió de volverle a ver. Temió ver aquel mirar aún más apagado, el cuerpo más desgastado, y los vestigios de humanidad que aquel ser podría haber tenido alguna vez en su vida.

Quiso comprender su pasado. Y, entre esos gemidos atroces, intentó distraerse con la reflexión llana de un pasado. El pasado que su mente creó para ese chico. Tal vez sólo el abandono y la perdida de fe podía generar que seres como él, en busca de supervivencia, se dejaran denigrar se esa forma. Tal vez, el muchacho lo hacía por alguien, por algo. Quizás, sólo se resignaba a esa vida.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un grito espeluznante, que había quebrado la voz del aullido. Era aquel muchacho. Lo sabía, aunque no podía reconocer su ronca voz, dilapidada por la tortura.

Aquello se percibía como un martirio.

Finalmente la tranquilidad regresó al lugar y, tras unos minutos de silencio, la puerta roja se abrió, dejando salir a un alto japonés de cabellos negros y largos, con un caminar satisfecho. Cerró la puerta con llave, y, dejándola dentro de la cerradura, abandonó el pasillo, atravesando la dorada puerta.

Tetsu, curioso y aún padeciendo el dolor que había identificado tras aquella puerta, se levantó del suelo, y, con suavidad sigilosa, la abrió tras girar la llave. Sus oídos sólo podían escuchar un sollozo agitado, lastimado, ahogado entre sábanas.

Cerró la puerta tras ingresar, y volvió a ver nuevamente aquel cuerpo, maltratado con los años, llorando compulsivamente, cubriendo su rostro con el cabello rojo.

-¡No! ¡Por favor! ¡No más! ¡No más por hoy! ¡Me duele todo! ¡Sakura! ¡Por favor! –gritó ahogadamente en la almohada, donde enterraba su rostro.

Tetsu miró horrorizado aquella escena, a medida que se acercaba. Los hematomas en la blanca piel, la sangre manchando las telas, y parte de sus piernas aún temblando, exhibiendo en la delicada dermis la marca de la posesión material que manos brutales habían plasmado en ella.

Su compasión generó un brillo en el mirar, que contuvo con fuerza.

Tragó con dificultad.

Se sentó en el borde de la cama, y advirtió cómo aquel movimiento, había elevado a su nariz el aroma que ya había olvidado cuando años atrás, había ingresado a ese cuarto por primera vez.

Un aroma repulsivo, en el cual aquel joven debía vivir permanentemente, y sin ventanas para poder renovarlo. Una vida que no podía ser elección propia. Era evidente.

-¡Por favor! No hagas lo de siempre... ¡te lo diré yo! ¡Estoy muy lastimado! ¡Pero no me toques con tus dedos, por favor! ¡Me duele todo…! –su llorar comenzaba a amenizar, producto del miedo ante aquel ser, sabiendo lo que la segunda parte de ese accionar violento siempre ocasionaba en él.

-No soy quien tú crees... –le interrumpió de súbito, no queriendo escuchar lo que ya había apreciado. Prefería no entender, aunque lo hacía.

Lentamente, el pelirrojo giró su rostro y vio el triste perfil de Tetsu, que, sentado en la cama, miraba a la pared, con lástima. Parpadeó un par de veces, no creyendo que aquel joven aparecería nuevamente en su vida. Ya casi lo había olvidado, porque como todos los que eran como él, tras la piedad desaparecían, pero a diferencia de ésos, Tetsu no le había tocado aún.

Se giró un poco sobre la cama, y, secando las lágrimas que el dolor le generaba, esperó en silencio que el otro hablara, pero ninguno se inmutó.

-¿Tetsu?

Rápidamente, el joven muchacho salió de su ensimismamiento, y giró su rostro sorprendido, al pelirrojo.

-¿Me recuerdas? –inmutable, el pelirrojo le miró con lentitud, apreciando el cuerpo de ese joven que aún tenía rasgos delicados.

-No has cambiado mucho...

-¿Mn? –Tetsu examinó el cuerpo del joven yaciente sobre el lecho, notando que a su diferencia, el de éste sí había cambiado, habiéndose tornado más delgado y definido, pero su rostro aún seguía mostrando la misma androgeneidad.

-Sigues virgen... -le divisó cansado, pero la sola idea le hizo esbozar una sonrisa. Sintió que aquel inesperado encuentro algo tenía de especial, porque aquel joven de anaranjados cabellos había sido especial: nunca le había tocado. Y sólo aquel detalle le permitió guardarle en la memoria, no muy consciente de ello, pero protegiendo del olvido aquel corto y tan simple nombre: Tetsu. El bajista, doblemente sorprendido de aquel pormenor recordado por una persona como el pelirrojo, lo contempló con seriedad, pero contagió su sonrisa al notar la del joven, que por primera vez, le enseñaba ese gesto.

Se mantuvieron en silencio unos minutos más, apreciando sus rostros con esa sonrisa triste que había nacido en sus labios. Se miraban con un dejo de añoranza, como si aquella reunión que se estaba dando a lugar, hubiera sido la cita de dos antiguas almas alejadas por el tiempo, a pesar de lo superficial que había sido el primer y último encuentro que habían compartido 2 años atrás.

Akai notó el brillo que aparecía en aquel joven que le miraba con tan profunda lástima, quizás, con la vaga sensación de que Tetsu podía identificarse con él, podía sentir lo que él, podía ser alguien que profundamente le estuviera considerando. Sólo ilusión.

Cerró sus ojos, buscando protegerse de aquel sentimiento quimérico. No quería lástima, ni compasión, ni piedad. Ninguno de esos sentimientos le permitía lidiar con su vida diaria, con su martirio continuo. Nada le calmaba realmente.

Notando el gesto, Tetsu desvió su mirada hacia la pared, y la contempló ensimismado.

-¿A qué has regresado? ¿Quieres hacerlo? –interrumpió el quedo ambiente, pero Tetsu no movió su mirar. Akai quería romper el momento de magia que había creído en su desesperada necesidad de salvación. Ambicionaba desengañarse a sí mismo. Ese muchacho no podía haber regresado para otra cosa. El pelirrojo sabía que los paraísos no existían, sólo la realidad: él había venido para su propio deleite.

-No. Claro que no.

-¿Y entonces?

-Sólo quise… –se detuvo. Tal vez sus palabras le dañarían, como la lástima que le tenía. Reconocía demasiado bien lo que atravesaba el joven. Lo sentía en todo su interior, latente y sufriente.

-¿Sólo quisiste? –insistió, no muy consciente del por qué lo hacía. Quizás, sólo quería escuchar esa voz que, extrañamente, tenía un ronco sonido que no recordaba. Tal vez, algo había cambiado en esos dos años.

-Saber cómo estabas... –terminó, y miró sus manos, no muy convencido de las consecuencias. Observó de soslayo a su interlocutor que le contempló con asombro.

-¿En serio? –inquirió incrédulo. Y, sin darse cuenta, un pequeño germen comenzó a brotar en su oscurecida alma. Sólo una quimera, pero que le mantendría flote.

-Claro...

Otra vez el silencio alargando la situación que ninguno de los dos quería destruir. Tetsu sabía que su presencia calmaba al joven muchacho, y éste se sentía seguro en cercanía de aquel inocente muchacho. Ambos sabían, sin plena conciencia.

-¿Y qué es de tu vida? –le preguntó, queriendo que el silencio no fuera excusa para su retiro. Quería retenerlo, aunque su cuerpo adolorido pedía por descanso.

-Mn. Nada realmente importante ha pasado... –comentó inseguro. Tenía vergüenza de sus propios sueños, de sus metas que se realizaban a diferencia de la dura vida del muchacho. Le miró con brillo en los ojos, que Akai no dejó de notar, pero ya se acostumbraba a ellos, porque extrañamente, apreciaba que aquel joven, a diferencia de todos los que huía de él tras la culpa, podía hacer algo, aunque fuera, ese simple gesto de compañía, esa sensación a brisa limpia, esa impresión de calma aparente–. Y dime... de ti... –se detuvo. No tenía sentido preguntar.

-¿Yo? En mi vida no pasa nada diferente -comentó sin inmutarse.

-Mn.

Otra vez el silencio. Aquello era vacío. O tal vez, estaba repleto de miedos. Miedo al rechazo, a la vergüenza, a la inseguridad.

Akai estaba cansado de seres como Tetsu, que, vagando por la noche le hallaban, y con palabras de salvación, le hacían creer ilusiones que nunca se volvían realidad. Muchos clientes habían dado su palabra de sacarle de allí, pero sólo desaparecían, como todos.

…l estaba hundido en aquel pozo sin ventanas, alejado del mundo, y resistiendo lo que pudiera.

Se movió un poco sobre la cama, en un repentino escalofrío producto del dolor, que Tetsu malinterpretó.

Miró a Akai, y sujetando con un poco de repugnancia las sábanas, las extendió sobre el cuerpo desnudo de éste. El pelirrojo le contempló intrigado, reparando que aquello había sido percibido como un frío, pero no como lo que realmente era: un espasmo de dolor. ¿Acaso se podían confundir tan fácilmente?

-Akai... ¿quieres que haga algo por ti? –interrumpió el muchacho.

El joven tendido en la cama, lo miró con perplejidad. Era la primera vez que alguien le preguntaba aquello, que le pedía su opinión. Todos los quiméricos salvadores aseguraban que el deseo del pelirrojo era salir de allí, como era natural esperar, como era la pura verdad, pero nunca le preguntaban. Sólo lo determinaban. Akai le miró con profundo asombro, porque era la primera vez que le inquirían, que le cuestionaban al respecto. Le estaba dando algo que nadie nunca le dio: la libertad de al menos, elegir qué decir. Suspiró.

Su respuesta era natural: sacarle de ahí. Pero se contuvo, como siempre.

-Está bien... gracias –le susurró con tristeza.

-¿No quieres bañarte?

-¿Mn? –le miró con intriga, ya sintiendo el cansancio de su cuerpo pesándole en los párpados.

.

-Sí... ¿puedes dormir con ese aroma? –preguntó, sonrojando sus mejillas con levedad. Sin comprender, Akai aspiró un poco, sin notar lo que su interlocutor le decía.

-No lo siento... –su voz estaba teñida de tristeza. Ya tenía tan impregnada esa esencia agria en su piel, en su vida, hasta en su espíritu, que no lo percibía. Hasta probablemente, aún bañándose, ese aroma continuara en su piel.

-Y eso que es fuerte... -replicó con un suave gesto de desagrado.

Akai, suspiró, y se acomodó en la cama, tratando de mantener su vista en el cuerpo de aquel japonés sentado en la vera del lecho, pero rendido a su cuerpo dolorido, sucumbió al sueño.

Tetsu notó que finalmente se había quedado dormido, y decidió irse.

Por un instante tuvo culpa de no haberse despedido de él, y, motivado por aquel sentimiento, sacó un papel que tenía en el fondo del bolsillo de su pantalón, y, con una lapicera, le escribió un mensaje.

Dobló el papel en cuatro, y lo dejó en el borde de la cama, bajo el almohadón. Observó una vez más el cansado gesto del muchacho, y percibió el pecado de su propia dicha. Le pesaba demasiado sentirse tan bien con su vida, y saber de la existencia de otros que penaban torturas no elegidas. Era una profunda injusticia universal, del que él había escapado por alguna razón, o al menos, eso creía.

Contempló una vez más el cuerpo del joven, cubierto por la manchada sabana, con un gesto herido en su rostro, algo contraído por el dolor.

No quiso olvidarle. No podía aunque quisiera.

Y sin más dilaciones, salió de aquel cuarto, cerrando con llave, tal cual como había sido cerrado antes de su ingreso.


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