Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un ‘gracias’ perdido en el tiempo _Parte 4_ por Jinsei No Maboroshi

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

04

Hideto regresó a aquella lejana casa, que sólo poseía a una gran habitación de ensayo, la cocina y el baño, acompañado de Yukihiro, quien, llevando sus dos maletas, con todas sus pertenecías, había finalmente aceptado aquel arriesgado y poco prometedor futuro.

 

Hideto golpeó un par de veces la puerta, pero nadie atendió. Extrañado, giró el picaporte, e ingresó seguido del baterista.

 

Todo estaba como lo había dejado: los libros con las letras compuestas sobre la mesa, el futón extendido a un costado, y sobre él, Tetsu, caído.

 

Un mal pálpito hizo que caminara con paso rápido hacia el joven de cabellos desteñidos, y lo mirara de cerca. Estaba sonrojado.

 

Apoyó su mano sobre el rostro del bajista, y para su sorpresa, notó la elevada temperatura. Miró al baterista, quien sin dudar un minuto, salió de la habitación en busca de ayuda.

 

****************************

 

 

Tetsu escuchó una lejana voz desconocida, que lentamente se acercaba. Despertaba de su letargo, con la sensación del olvido y la traición.

 

-... el muchacho sólo tiene un cuadro leve de desnutrición y una fuerte disminución de su sistema inmunológico, probablemente producto de lo primero. Nada grave si se trata adecuadamente ahora.

 

-Mn.

 

-Se le debe poner mucha atención, y tratar que su ánimo no decaiga. Este tipo de reducción de glóbulos es debido a estados depresivos en la mayoría de los casos.

 

-Mn. haremos todo lo necesario.

 

Esa última frase le había resultado demasiado familiar, hasta el punto de hacerle esbozar una sonrisa.

 

Giró su rostro y logró divisar a través de la puerta abierta, la figura del pelirrojo que había creído desaparecer, al lado de un hombre más alto que él, y un medico.

 

Unos minutos de charla con el profesional, y ya ingresaban los dos japoneses al cuarto con una sonrisa en sus rostros, producto de verle despierto.

 

Hideto se sentó a su lado, sobre la cama y le miró con alegría.

 

-¡Tetchan! ¡Qué susto nos diste!

 

-¿Mn? –miró con desconfianza al joven que continuaba parado a su costado, del otro lado de la cama.

 

-¡Ah! No te lo presenté. ¡Es el baterista que te dije iba a buscar!

 

-¡Ah! –su mirar se entristeció y evadió la visual de Yukihiro. Recordó de súbito lo que aquello representaba, y lo que probablemente Hideto tenía que haber hecho. La sonrisa del pelirrojo se desvaneció, entendiendo lo que aquella fría expresión de su amigo representaba. Yukihiro, atento a esos leves detalles, comprendió demás, e intervino de la forma más amena.

 

-Ogawa-san. Pienses lo que pienses, créeme que Hideto no ha hecho nada incorrecto.

 

El baterista recibió el mirar curioso de ambos japoneses, sin llegar a entender aquel comentario, pero agradeciéndolo de alguna forma. Sólo era cuestión de definición de lo correcto. Y acorde a la definición que inconscientemente cada uno tenía, la idea que atravesaba la mente de cualquiera de los allí presente, justificaba con honor, el hecho y la acción.

 

-…l es Awaji, Yukihiro. Es un baterista que quiere unirse a nosotros... –comentó con vergüenza, eludiendo el mirar de Tetsu. …ste, tras ver al pelirrojo un instante, contempló al serio japonés, quien sólo inclinó su cabeza en señal de saludo. Sonrió con tristeza. Tetsu no sabía cómo tocaba aquel callado japonés, y sin aquella condición no podría ingresarle al grupo. Volvió a mirar a su amigo pelirrojo, y un latido doloroso hizo eco en su interior. Probablemente Hideto habría hecho aquello en vano.

 

-No te he escuchado tocar…

 

-No seré muy bueno, pero al menos... daré lo mejor de mí…

 

-Mn... –miró el techo. Era una locura. Su sueño era una locura.

 

-¡Tetchan! –llamó la atención de su amigo, y éste sólo lo miro con cansancio-. ¿Llamaste a tu guitarrista?

 

-Nnnn... no.

 

-¿No? ¿Por qué?

 

-Hide... olvida todo esto... –acotó finalmente, y girando su rostro hacia Yukihiro le contemplo con culpa–. Perdona. El grupo se disuelve definitivamente.

 

-¿¿¿¿Qué???? ¡Tetchan! –protestó el pelirrojo, divisándolo con desesperación.

 

-Sí. Se acabó. No tienen sentido... –suspiró con dejadez. Era una locura aceptar al callado japonés sin haberle escuchado en un grupo que se destrozaba, era una locura iniciar una vez más la búsqueda intensiva de un guitarrista, era una locura haber hecho lo que había hecho por Hideto. Tal vez el egoísmo rayó su alma, y el arrepentimiento le comprimió el pecho.

 

-¡No! ¡Tú no tienes sentido! –le recriminó con el ceño fruncido, molesto. Su esfuerzo y su propia repugnancia no debían ser tomadas de aquella forma. …l también sufría con la situación.

 

-¡No! No soporto la idea... –comentó con la angustia que había destilado durante todo ese tiempo.

 

-¿Qué idea?

 

-¡Que tuviste que regresar a tu infierno! –le miró con odio–. No soy imbécil. ¡Sé lo que hiciste! –le reclamó en un secreto sentimiento de celos y egoísmo, del que no era consciente.

 

-¡Tetchan! ¡No hice nada malo! –mintió, sintiendo el reproche de su amigo, apreciando que esa calidez que había nacido de su vientre se retorcía en un dolor interno que le generaba angustia.

 

-¡Ah! ¡Sí! –miró al baterista con el ceño fruncido–. ¡Y tú! ¿¡Qué le pediste!? ¿¡Qué le pediste!?

 

-¿Yo? –sus ojos se abrieron sorprendidos por el repentino odio dirigido hacia él–. ¡Yo no le pedí nada! …l me ofreció ingresar a la banda, y yo acepté. Sólo eso -se justificó.

 

-No me mientas...

 

-¡No lo hago! ¿¡Qué sentido tendría!? -le miro con expresión mediadora.

 

-¡Dime cómo lo conociste! ¿¡De dónde lo conoces!? –le preguntó con osadía. El suave tono de su voz cansada aún podía elevarse en ese resto de autoridad que le quedaba al líder hecho cenizas. Yukihiro miró con un suspiro a Hideto, quien evadió su mirada, tomando la palabra.

 

-Tetchan, ¿quieres la verdad?

 

-Sí.

 

-…l fue un cliente ocasional hace más de 5 años. Nunca más nos vimos...

 

-¡Lo ves! -le reclamó con la voz más calma, en un tono traicionado–. ¿Y cómo lo contactaste?

 

-Tetchan....

 

-Fuiste con él, ¿¡verdad!? –sus ojos afinaron en odio y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

 

-Tetchan.

 

-¡Dime! ¡Dime! –le exigió con voz alta, mirando el techo.

 

-¡Sí! ¡Fui con él! ¡Y tuve que pagar la carpeta con los nombres! ¡Pero así encontré a Yukihiro! -reclamó molesto, aún repugnado por su acción. Reprochó internamente a Tetsu el hecho de haberse tomado privilegio de su decoro. Le reclamó, inconscientemente, el hecho de hacerle recordar tal decisión. …l también había estado arrepentido de tal costo, pero debía valer la pena. Indignado, salió de la habitación con ofendido aire. Tetsu no tenía por qué tratarle de esa forma, si él mismo le había rechazado cuando se había ofrecido.

 

Tetsu no dejó de mirar el techo ni un instante, y sólo sintió la presencia de su amigo desaparecer de aquel cuarto y dejar en situación incomoda al desconocido, cuando el portazo de la salida del pelirrojo hizo eco en el silencioso ambiente.

 

Tetsu bajó su mirada y la dirigió al desconocido, con duda, y éste evadió el gesto. No intuía del todo lo que había pasado, pero comprendía lo que ocurría entre esos dos japoneses.

 

En el poco tiempo que había compartido con Hide, había notado la inflexión de sus palabras a la hora de narrar la historia de aquel salvador de mirada pacífica, y apelando a su intuición, no dudó en desplegar su actitud mediadora.

 

Adquiriendo su acostumbrada personalidad, sacó del interior de su chaqueta un papel pequeño y, tomando una lapicera, miró a Tetsu con aire conciliador.

 

-Ogawa-san. Dime el teléfono del guitarrista de que habló Hideto.

 

-No. No hay solución. Ya no hay más grupo.

 

-¿Te rindes tan fácil? –le pregunto con seriedad. Hideto le había explicado en aquel breve tiempo los rasgos de ese líder conflictuado, detalles que le permitían de alguna forma misteriosa, comprender su personalidad.

 

-¡Oye! ¡Ya no hay más grupo! Vete, ¿sí?

 

-Sólo dame el teléfono. Yo también necesito un guitarrista –le sonrió con complicidad, pero el amable gesto no ablandó el duro sentimiento de traición que embargaba al bajista.

 

-Está estudiando arquitectura. No aceptará.

 

-Dame el teléfono, por favor.

 

-Deja de insistir. Eres un desconocido, ¿sí? No te metas en asuntos ajenos.

 

Yukihiro suspiró, notando la necedad del líder. En algunos aspectos, las narraciones de Hideto habían sido extremadamente soslayadas.

 

Apeló a su artillería pesada. Había notado demasiado a la perfección la extrañeza de la relación que unía al pelirrojo con él, y en pos de lograr obtener un grupo al que pertenecer, utilizó su mejor estrategia.

 

-Bien. Tú dejas el grupo, y Hideto vuelve al burdel.

 

-¿Qué? –le miró con el ceño fruncido, no entendiendo el fin del comentario.

 

-Hideto me prometió que me iba a pagar mi tiempo perdido, regresando a aquel lugar, si el grupo no funcionaba.

 

-¿Cómo se atrevió…?

 

-¿No entiendes que está desesperado por ti? -le interrumpió con rapidez, para no darle lugar a dudas. Tetsu le miró con recelo, manteniendo el silencio por unos minutos. Miró de vuelta al baterista, y soslayó su mirada.

 

-Anota el número...

 

Yukihiro le sonrió triunfal. Una mentira amable podía con la estupidez humana.

 

****************************

 

 

-¿Moshi moshi?

 

-Ah... ¿el señor Kitamura?

 

-Es el interno 256, apriete el número tras la señal.

 

Yukihiro esperó el pitido de aquel aparato, y presionó rápidamente las teclas. Fue atendido por una voz que denotaba un cansancio adicional y tal vez, con un dejo de picardía olvidada en el pasado.

 

-¿Moshi moshi?

 

-Ah... ¿Kitamura-san?

 

-Sí.

 

-¡Ah! Soy Awaji, Yukihiro... amigo de Ogawa-san.

 

-¿¡Tetchan!? –su voz tomó una tonalidad de sorpresa y melancolía mixturada en la más sincera alegría.

 

-Ajá.

 

-¿¡Le sucedió algo!? –preguntó detenido en el tiempo. Se reprochó en un instante los años de abandono en el que había recluido a su amigo.

 

-Todavía no...

 

-¿Mn?

 

-Mira. Ogawa-san esta recuperándose de una fuerte depresión. Creo que como estás fuera de Osaka no has escuchado que su grupo casi llega a superar las fronteras de la prefectura, pero quebró inesperadamente. Eso le afecto demasiado.

 

-¡No! ¡Pobre Tetchan!

 

-Y ahora queremos que lo vuelva a intentar, pero está algo cansado... me imagino que debes entender.

 

-Por supuesto.

 

-El vocalista y yo estamos preocupados por su salud.

 

-¿Eres de la banda?

 

-Ajá... Tú eras un amigo suyo desde muy pequeño, y eres guitarrista...  yo... yo sé que estás estudiando en la universidad...

 

-¿Me necesitan? –le preguntó con un suave brillo en los ojos. Miró a través de su ventana, y vio aquellos hierros retorcidos.

 

-Realmente queremos... que Tetchan se mejore, y hacer que esta banda...

 

-¡Voy! ¡Voy! ¡Dime dónde! ¡Iré inmediatamente!

 

****************************

 

 

Tetsu había salido del hospital, mejorado levemente, y a pesar del rechazo a la idea en un principio, decidió regresar a aquel alejado lugar donde su sueño de grupo solía refugiarse en compañía de Yukihiro y Hideto.

 

Pasó varias semanas en su futón, bajo los delicados cuidados del pelirrojo que no desatendía los horarios de las medicinas, ni de su alimentación. La tierna pasión que éste tenía para con su compañero, inmersa en gratitud, ya no era un secreto para el nuevo miembro del grupo, que nunca habiendo hablado al respeto, prefería la discreción como actitud a tomar.

 

Yukihiro se había mudado con ellos, y con él, había traído su propia batería que volvía a ocupar gran parte del pequeño rincón vacío.

 

Continuando con aquella rutina, pasaron los días.

 

Una tarde, inesperadamente, la puerta de aquel refugio de artistas caídos resonó con fuerza.

 

Hide, sin sentir nada especial en aquel sonido, se levantó de la mesa donde ya leía y componía música sin necesidad de diccionarios para entender o recordar los kanjis, y se dirigió a atender el llamado. Yukihiro sólo le observó, sentado desde la otra punta de la mesa donde compartían la composición del resto de las canciones que necesitaban para finalizar un CD, y dando tiempo a su agotado líder que descansaba sus ojos recostado sobre el futón.

 

El pelirrojo abrió la puerta, y miró con rareza a un alto japonés, de cabellos cortos, y con un color rojo intenso en su boca, sujetando dos maletas a sus costados. Levantó una ceja extrañado.

 

-¡Mierda! ¿Tú eres la nena de Tetchan? –resopló contemplando a Hide desde arriba hasta abajo, advirtiendo las curvas de aquel delicado y pequeño cuerpo–. ¡Pero linda, vas a tener que hacer algo con la delantera! –le guiñó un ojo, que no intimidó al joven callado. Había vivido cosas peores que aquella grosería.

 

Tetsu, reconociendo la voz en un lejano recuerdo de infancia, se incorporó del futón, y desde allí avistó al alto japonés. Era Ken.

 

Sonrió internamente, pero un dejo de duda le opacó. La culpa mechó su espíritu, y rápidamente, casi en un gesto de protesta, miró con molestia a Yukihiro, quien notando ese duro observar, esquivó fingiendo concentrarse en las letras que estaba corrigiendo.

 

Tetsu volvió a reparar en el alto japonés, que tan desubicado como siempre, miró por encima del pelirrojo, y tras distinguir a su cansado amigo, ingresó al lugar sin permiso, dejando las maletas fuera.

 

Se arrodilló sobre el futón, y con un anhelo de perdón, le abrazó con fuerza. Tetsu aceptó el cálido gesto, y en una añoranza tan reprimida por años, le retribuyó el movimiento, casi al borde del lloro. Allí estaba su amigo, el que el tren se había llevado.

 

-¡Tetchan! ¡Pedazo de estúpido! ¡Te dije que te cuidaras! –le regañó con un suave susurro. Hide miró la escena con una suave sonrisa, e ingresó las maletas que ese desenfadado japonés había dejado fuera, para cerrar la puerta.

 

-¡El idiota eres tú, te olvidaste por ir de putas! –le reclamó con cariño, no queriendo separarse.

 

El silencio los mantuvo unidos un par de minutos más, pero finalizaron el contacto tras la expectación y sonrisa de los dos espectadores que le miraban.

 

Ken, regresó su atención a la pelirroja, y con un gesto tranquilo, le hizo un movimiento de mano.

 

-¡Linda! No te preocupes. No me violaré a tu novio...

 

Hide sonrió divertido, cautivado por ese japonés que respondía exactamente a las descripciones que su amigo le había confesado en sus momentos de mayor soledad. A través de esas narraciones había desarrollado un afecto delicado hacia ese japonés grosero, en igual calidad que Tetsu había hecho con éste.

 

-No te preocupes. Yo no tengo tan mal gusto. No me gustan  tan deprimidos... –jugueteó el pelirrojo ante la atónita mirada de Ken, que volvió a contemplar su cuerpo, con un dejo de vergüenza, tras haber escuchado la ronca y profunda voz de la delicada figura.

 

-¡Vaya! Perdona, ¡hermano! Con razón tu delantera... ¡ay! –se excusó sin inhibición, pero no logró terminar por el golpe que recibió en sus costillas, propinado por su amigo.

 

-¡Infeliz! ¡…l es el vocalista!

 

-¡Ah! ¡Avisa, estúpido!

 

-No cambias, ¡Ken!

 

-¡Y tú siempre el mismo lelo! –rezongó más tranquilo.

 

-¡Oye! ¿Qué haces aquí? –le preguntó sereno, calmado de las emociones nostálgicas que el encuentro le había generado.

 

-¿Y no ves? ¡Visito idiotas!

 

-¡¡Ken!! -le recriminó con cariño, tras tornarse serio de súbito. Sabía lo que Yukihiro le habría dicho, y su presencia en esa casa sólo indicaba que ese desfachatado japonés había aceptado. Una suave brisa de culpa le acongojó el alma–. Ken... ¿tu carrera...? –preguntó finalmente con duda. El alto japonés le sonrió sin arrepentimientos. Y aquel secreto gesto les bastó a los dos.

 

Tras la presentación de cada uno de los miembros, y luego de relatos breves de anécdotas que parecían haber sido olvidadas, Ken se disculpó ante el quiebre de la conversación que los cuatro mantenían, y motivado por su anhelo tan exasperado, se dirigió al rincón de aquel gran cuarto, donde una guitarra gastada le esperaba.

 

Era un intento desesperado de volver a la vida.

 

No deseaba descansar de su largo viaje, ni comer la cena que ya casi estaba servida de la mano de Hide, solamente le interesaba descargar toda su añoranza por tantos años, en el roído instrumento que allí tenían, y tal como lo deseó, lo realizó.

 

Los tres se maravillaron del movimiento rápido de su mano por sobre la guitarra en una sensual danza con la música, que extasió a todos.

 

Tras finalizar aquella necesidad compulsiva, se unió a su amigo a la mesa, y procedieron a comer finalmente.

 

-¡Mn! ¡Qué delicia! ¡Oye! ¿Quién cocina esto? –preguntó el alto japonés, hablando con la boca llena, pero intentando simular buenos modales.

 

-Yo –el pelirrojo le miró con una sonrisa torcida.

 

-¡Oh! Lástima que te sobra ‘aquello’, porque casi eres la mujer de mis sueños... –comentó desenfadado, intentando retomar su actitud tan olvidada. Su típico deseo imperioso de incomodar a todos los presentes. Aquel comentario, como pudo notar, incomodó a Tetsu y Yukihiro, pero extrañamente, ese joven de cabellera color pasión, le miró con un guiño de ojos.

 

-Esta noche te puedo mostrar que lo soy sin que te moleste ‘aquello’... –le susurró sensualmente, generando un embarazo a todos los presentes. Ken levantó una ceja ya no tan convencido de su antiguo poder de molestia, y miró a Tetsu quien rió con simpleza. Hide siempre había escuchado su relatos de los intentos fallidos que éste siempre realizaba en el fútil intento de contrarrestar y opacar aquella habilidad innata del guitarrista por la desfachatez. Y motivado por esas historias, y por esa necesidad de vengar a su secreto amado, había logrado lo que nadie: había inhibido a Ken.

 

-Ja ja ja. ¿¡Ken!? ¿Vergüenza? –punzó la situaron el joven de desteñidos cabellos.

 

-¡TETCHAN! –le recriminó con un suave sonrojado en sus mejillas, y continuó comiendo en silencio. Ya sabría quién en realidad era Hide.

 

****************************

 

 

Lentamente, con el tiempo, las cosas tomarían su orden necesario.

 

Y efectivamente aquello había dado resultado.

 

La asombrosa guitarra de un alto japonés con boca escarlata, la llamativa habilidad de un bajista de cabellos escandalosos con ropas místicas, un baterista de características autómatas y un vocalista andrógino, habían sido la perfecta combinación que les lanzó al éxito rotundo.

 

En poco tiempo, su nombre resonaba en toda Osaka, y sus presentaciones habían superado con creces a los más renombrados artistas internacionales.

 

A pasos agigantados comenzaron a recuperar todos los puestos que habían perdido en los rankings regionales, y ya incapaces de ser contenidos, desbordaron a las prefecturas vecinas, extendiéndose por todo Japón.

 

Su nombre ya era nacional, y en busca de atender todos los pedidos mercantileros, la asistencia a programas, y demás actividades que lentamente comenzaban a copar su vida gracias a la fama del grupo, determinaron que debían mudarse a Tokyou, la gran capital, donde todo grupo comenzaba su verdadera vida musical.

 

Aquel día sería el último en Osaka, y motivados por aquella súbita nostalgia, dispusieron esa última jornada a sus propias reflexiones individuales, a sus propios quehaceres antes de finalizar el largo recorrido que habían caminado en esa prefectura que les había visto nacer.

 

Ken, motivado por su necesidad masculina, había decidido pasar esa noche en compañía femenina, tras visitar por última vez su casa natal, de la que había sido echado cuando su decisión de ingresar al grupo en pos de ayudar a su amigo Tetsu y de hallarse nuevamente como humano, le había valido el desprecio de su familia.

 

Yukihiro, en un último gesto de su pasado, y bajo la discreción absoluta, incluso para sus amigos, de su tan callada personalidad, utilizó aquel día para visitar a su antiguo amor, en lo que quizás, era la última palabra debida. Hide lo había sospechado a pesar del misticismo con el que el baterista había  rodeado su última acción en Osaka. Sabía que su amigo iría a visitar a la que casi se transformaba en su esposa. Unas últimas palabras, para dejar al olvido actuar.

 

Hyde, que había finalmente cambiado su nombre japonés por el exótico y hasta maléfico nombre de un conocido personaje de literatura inglesa, simplemente se recluyó en su apartamento, el que había podido comprar, junto con otros tres para sus amigos, en un edificio del centro de Osaka. Era su primera posesión sin gusto a obligación.

 

Carente de familia y de afectos profundos en esa gran ciudad, había escogido la soledad de aquel último piso, en cuya terraza podía apreciar la insignificancia del resto del mundo ante sus ojos, en un intento de hallar su soberbia adolescente, con orgullo de haber superado su destino cruel. Nada más necesitaba que ese momento íntimo consigo mismo para jactarse de su triunfo, para saborear con un profundo agradecimiento, la suerte que le había entregado la vida, a pesar y después de todo. No tenía más que sonreír con satisfacción. Todo lo que deseaba lo tenía, o al menos, todo lo que con trabajo se podía conseguir.

 

Tetsu, por su parte, utilizó aquel día para devolver finalmente el préstamo misterioso que Pero le había hecho en aquellos duros años.

 

El resto de la tarde de esa jornada, motivado por su sentimentalismo familiar, la dispuso para despedirse de sus parientes, sujetando fragmentos de memoria en aquella casa que le había visto nacer.

 

Sin embargo, tras cenar en familia, un suave ronroneo interior llamó su atención en medio de las charlas amenas de sus seres queridos.

 

Sin saber la causa al respecto, abandonó su casa con la despedida final, y se encaminó a su solitario departamento.

 

Ingresó al edificio, con la profunda necesidad de ver por última vez su ciudad.

 

Tomó el ascensor hacia la terraza, en donde halló a Hyde avistando con ese mismo encanto a la metrópolis que les había dado tanto: dolor y esperanza.

 

Caminó a sus espaldas, y contempló con sumo placer el cabello aleatorio y largo que se movía con estética, sobre la espalda de ese japonés.

 

Con el paso tranquilo, pasó a su lado, y se apoyó sobre la baranda del lugar.

 

Miró la inmensidad, y contempló el perfil de Hyde.

 

-¿Mn? ¿Mirando por última vez la ciudad? –le sonrió con ameno gesto, que Hyde retribuyó. El pelirrojo ya podía sentir ese burbujeo interior, como nunca dejaba de apreciarlo cada vez que ese japonés se acercaba a él. Le miró con un suave brillo en sus ojos, intensificado por la luz de la luna.

 

-Ee. Es increíble para mí.

 

-¡No para ti sólo! –le corrigió con tranquilidad y volvió a posar sus ojos en la ciudad iluminada.

 

-Tetchan... –le llamó con miedo.

 

-¿Mn? –se sostuvieron el mirada mutuamente.

 

-Gracias...

 

-No, Hyde. Gracias a ti –bajó con levedad la cabeza, en un gesto de amable asentimiento. Hyde mordió su labio inferior.

 

Dejaron los tranquilos minutos escurrir con parsimonia, mientras veían lentamente cómo la ciudad se dormía, en el silencio.

 

-Hyde... nada de esto hubiera sido posible sin ti... –rectifico su anterior palabra–. Créeme que te lo agradezco... –sus locuciones fueron detenidas por el pelirrojo que posó dos dedos sobre los labios del bajista, y le miró con una sonrisa llena de gratitud.

 

-Soy yo quien te agradece infinitamente, Tetchan. Yo soy gracias a ti. Tú me sacaste del infierno... –se acercó a él con lentitud, para evitar cualquier rechazo, y apoyó su mentón sobre el hombro de Tetsu, abrazándole con suavidad. El bajista, retribuyendo el agradable contacto, se apoyó contra la baranda, ya no importándole la vista, y ladeando un poco su cabeza, para acercarse al oído de su amigo. Cerraron los ojos, en un antiguo gusto de pasado acogedor.

 

-Hyde...

 

-¿Quieres saber mi pasado? –susurró, sabiendo que el japonés de cabellos anaranjados reconocería de inmediato a lo que se refería. Su pasado lo conocía, pero nunca había escuchado con detalle la historia. El abrazo que éste le proporcionaba, se comprimió un poco, quizás, algo sensible a esa verdad.

 

-No es necesario...

 

-Sí. Sí lo es –acomodó su rostro en el cuello de Tetsu, para percibir ese aroma cálido del joven, esa colonia, que sólo hacia sonreírle ante las cosquillas impetuosas que explotan en su interior–. Lo es, porque quiero que sepas... lo importante... que eres...

 

-¡Hyde! –le calló una vez más. Desde hacía meses, aquel pelirrojo no dejaba de enviarle esos sutiles y evidentes mensajes, que Tetsu, por extraña razón, los evitaba.

 

-Mi padre había creído que un restaurante en Osaka sería un buen negocio. Junto con mi madre, utilizaron todos sus ahorros para la instalación de uno, pero no alcanzaba. Tuvieron que pedir crédito a la yakuza, que le prometían, además, inmunidad. Mi padre aceptó considerando que en menos de tres años, la deuda sería cancelada y esa relación con gente de tal calaña terminaría siendo un mal trago del pasado. Nunca creyó que el negocio no funcionaria.

 

-Hyde, está bien si... –intentó detenerle, con temor a la suave convulsión de llanto que comenzaba a agitar la respiración del cuerpo que abrazaba con seguridad.

 

-... y no funcionó. La yakuza le presionaba todos los meses, por años, hasta que cansados de aquella deuda, invadieron mi casa cuando tenía 14 años. Tomaron a mi madre y mataron a mi padre, frente a mis propios ojos. Sé que ellos iban a matarme, pero el hijo del gran jefe se sintió atraído por mí, y me tomó como pago de aquella deuda. Luego supe que mi madre, sola, se suicidó no queriendo saber de mi destino final.

 

-Ese... era...

 

-Fue ese bastado, Tetchan... el que tanto daño nos ha hecho... me encerró a los 14 años en esa pocilga, y me explotó todos los días de mi vida. Yo no quería vivir, Tetchan. Lo hacía por desdén, por simple cansancio, porque ya nada me daba vida. ¿Lo entiendes?

 

-Lo sé...

 

-Yo también quería que mi vez hubiera sido especial... créeme que lo había deseado...

 

-Basta... por favor… Hyde... –le susurró, apoyando su mano sobre el perfumado cabello de su amigo, achicando aquel contacto, presionándolo con más fuerza contra su cuerpo en un ilusorio movimiento de resguardo. Ese recuerdo fresco en su mente aún le dolía, en cuerpo y alma. Pero ese relato le hizo comprender con demasiada claridad lo que realmente representaba para Hyde el grupo y él mismo.

 

-Yo no tenía libertad, no tenía deseos, ni mucho menos ilusión. Yo sólo quería desaparecer... Tetchan... –un oleaje súbito mojó su alma con aquella agradable sensación que cosquilleaba su interior. Deseaba desde hacía años a ese gentil japonés, pero siempre su rechazo le reprimía.

 

Tetsu alejó el roce, y miró los ojos entrecerrados de Hyde, en su momento de mayor sinceridad. La luna iluminó con penumbras aquel rostro que se veía tan vivo desde aquellos nefastos tiempos, y una agradable sensación de satisfacción cubrió su espíritu. Hyde estaba vivo gracias a su sacrificio, y eso le hacía menos penosa la idea de haber atravesado aquella traumática situación.

 

Sin percibirlo, deslizó su mano hasta la mejilla de Hyde y la acarició con sorpresa y deleite. Ya no estaría mancillada nunca más.

 

Hyde se acercó al rostro de Tetsu, en un último intento de besarle, pero el lento camino hacia sus labios fue desviado por el mismo bajista, quien miró hacia un costado, y acercó el rostro de Hyde a su propio cuello. Y una vez más esa sensación de oleaje interno le insinuaba su profunda necesidad de aquel gentil japonés, pero con el gusto de lo prohibido.

 

Al bajista le seguía doliendo el recuerdo de lo que había sido arrebatado. Advertir lo que sentía, le asustaba.

 

-Tetchan... créeme que siempre deseé hacerlo contigo... –le susurró, notando la leve tensión de su amigo. El tema siempre evadido, siempre soslayado, emergía una vez más de sus labios, con el único fin de buscar la aceptación que nunca aparecía. Sólo quería amarle, más de lo que ya lo hacía.

 

-No digas...

 

-Es la verdad. Nunca lo había deseado... sólo contigo... Yo te amo...

 

Separaron su contacto una vez más, y Tetsu le miró con asombro, sintiendo su corazón acelerarse, y un latir ahuecado retumbarle en todo el cuerpo.

 

-Tetchan... borremos el pasado, y hagamos cuenta nueva... hagámoslo especial...

 

Tetsu se mantuvo en silencio, con el rostro inmutable, pesando su propio sentir. Y es que era innegable. No había habido nunca otra razón para haber ayudado a ese pelirrojo en el cuarto de aquella tortura. No había habido otro motivo por el cual había deseado su libertad. No había otra causa por la cual había aceptado tan perversa condición para que Hyde fuera finalmente libre. Nada explicaba mejor aquel odio que había tenido por la reincidencia de Hyde en aquel horrible actuar.

 

La verdad era evidente.

 

Y fue cuando sintió en su interior aquella angustia, aquel dolor, aquella culpa, que no nunca habían sido más que las mismas cosquillas del sentimiento compartido.

 

No podía mentirse más.

 

Y finalmente besó a Hyde, con ternura, con delicia, disfrutando por vez primera esa boca que los años de libertad habían purificado, y que le devolvía el sentimiento de desesperada necesidad.

 

La respiración del pelirrojo ya se había alterado, y su cuerpo comenzaba a experimentar lo que nunca. El deseo de la carne, pero con el dulce sabor de la ternura.

 

Sin mediar palabras, sin más que mirarse en el silencio cómplice, descendieron hasta el cuarto de Hyde, y sin prender las luces, iluminados aún por la luna que ingresaba al cuarto desde la ventana, se entregaron en aquella necesidad que por años había sido reprimida y confundida.

 

Por primera vez, Hyde sentía manos amables que le desvestían con cuidado, manos que le acariciaban con absoluta dulzura, que buscaban desesperadamente borrar los dolores pasados. E inevitablemente realizaba su cometido, sumiéndolo en placer desconocido, en necesidad cálida, que se saciaba lentamente con los besos que Tetsu desplegaba sobre su pecho y cuello.

 

Hyde, abrazándole con desesperación, sólo podía gemir en éxtasis el trato único de su amante, el trato que nunca habría esperado de nadie más que de él, el mismo trato que imaginaba en aquella lejana tortura, cuando intentaba escapar de tan grosera situación.

 

Y Tetsu, ya sin velos, se entregaba placentero a aquel sentimiento que finalmente había descubierto.

 

Todo su accionar había sido producto del sentimiento que le unía con ese peculiar japonés que gemía bajo su cuerpo, de una forma deliciosa y extrema.

 

Sus cuerpos desnudos, frotaban sus pieles con placer, mezclando sus perfumes, que ya no eran desagradables. Nada allí les repugnaba, e incluso el tinte de prohibición que les envolvía, no les asustaba, porque sentían verdadero aquel actuar.

 

Guiado por su amante experimentado, Tetsu notó el suave movimiento de las piernas de Hyde, que tras abrirse y ubicarse sobre su cadera, esperaba extasiado el ingreso tan deseado por años. Pero Tetsu se contuvo, aún en aquel trance gozoso de carne y esencia.

 

-¿Pasa algo? –susurró jadeante Hyde, al notar el súbito detenimiento de su amante.

 

-Hyde... yo... no quiero lastimarte... –susurró con miedo. La experiencia que había tenido antes le opacó el sentimiento, recordando el dolor sufrido, y la amarga sensación en el alma.

 

-Es nuestra primera vez... Tetchan... hazlo sin miedo, como si desconociéramos las consecuencias... –le sonrió con amable gesto, y ayudado por la presión que ejercía con sus piernas en la cadera de su amante, favoreció al movimiento que ambos deseaban sin dilaciones.

 

Y efectivamente, Tetsu, con aquella ternura que le caracterizaba, se movía con lentitud en su interior, rozando con temor sus partes más íntimas, arrebatándole el aliento de una forma nunca antes sentida. Finalmente profesaba la sagrada unión a la que los humanos pueden acceder, en un intento de redención, de salvación.

 

Sus gemidos cada vez más altos, no hacían más que excitar a Tetsu, quien ya no podía controlar la lentitud de sus estocadas, y a medida que la cadera de su amante se lo permitía, aceleraba ese rítmico movimiento, abrazado a su amante, con el borde de la locura rayando su inconciencia.

 

Las manos de Hyde se ceñían sobre su espalda, acariciándole los omóplatos, en medio de aquel ritual largo y acelerado. Podía apreciar cómo su amigo separaba sus piernas, para ahondar aquella dulce penetración que se apresuraba con el transcurrir de los minutos, y a su vez, intentaba cerrarlas, pero sin rechazar su propia cadera. Le sentía gozar y podía percibir el remolino de sentimientos que atacaban a su pelirrojo, en medio de aquella desesperación, donde Tetsu le besaba, y ahogaban mutuamente sus gemidos, al borde de la más profunda locura.

 

Ya sentía a su amigo rodearle con una infinita profundidad de sentimientos, besarle con entrega absoluta. Y es que ambos, sin darse cuenta, estaban haciendo de aquella vez, una especial primer experiencia verdadera.

 

Finalmente el éxtasis los atacó sin compasión, acabando el tan divino ritual.

 

Por primera vez, Hyde sonrió al sentir los restos de aquel último suspiro de su amante, que le llenaban con lenta caricia, y a diferencia de lo que siempre había vivido, cerró sus ojos con placer, para degustar aquella tan intima sensación que nunca antes había disfrutado. Y Tetsu, finalmente liberado de toda la pasión desmedida, notó cómo el relajado cuerpo de su amante le acariciaba la espalda, en una actitud sumamente placentera.

 

Se apoyaron en la cama, exhaustos con insondable tranquilidad.

 

El bajista se acomodó a su lado, y abrazándole con cariño le miró, notando aquella sonrisa que nunca había hallado tras la salida de ningún cliente.

 

Y esa idea oculta, le hizo sonreír.

 

Hyde, más recuperado, se giró y contempló con maravilla esa única sonrisa de la cual había dependido su vida por meses. Esa sonrisa de tan gentil ser.

 

Y mirándose mutuamente lo descubrieron en silencio: había sido especial.

 

Demasiado significado en sus pasados, demasiado sentimiento contenido.

 

El pelirrojo, se acurrucó en los brazos de su amante, y sin mediar palabra, reconociendo el verdadero valor de aquella noche, se durmieron con la sensación de que finalmente, la paz había alcanzado sus atormentados espíritus y su pasado finalmente había sido borrado. Estaban purificados.

 

Sólo una noche para el resto de sus vidas, pero había alcanzado.

 

****************************

 

 

El tiempo siempre cambiará las cosas, por más que se las intente mantener intactas.

 

Los años pasaron y, entre conciertos, tours, asistencia a programas de TV, videos promocionales, y una infinidad de actividades que lentamente consumían su vida en Tokyou, el grupo había alcanzado finalmente la fama.

 

L’arc en ciel, demasiado cansado de toda esa actividad, había determinado hacía más de siete años, unas vacaciones ‘temporales’.

 

La vida de cada uno de los miembros, demasiado ocupada en los trabajos individuales, terminó resultando siempre la excusa perfecta para continuar dilatando el regreso. Un regreso que parecía, nunca más sería efectivo.

 

 

En un alejado parque de la ciudad, desolado, iluminado tenuemente por faroles eléctricos que daban un ambiente melancólico a los vívidos parajes, una brisa invernal soplaba con tristeza, moviendo con parsimonia las hojas de los árboles, generando un suave murmullo.

 

De entre aquella inmensidad, una sombra de caminar oscuro, con cabello corto y negro, y un ceño marcado por la resignación de las cosas, caminó por la espesa noche sin luna, hasta alcanzar el lugar acordado, en un determinado banco.

 

Caminó con lentitud, hallando ya a su compañero en el lugar establecido.

 

…ste se giró con un triste movimiento y tras sonreírle un suspiro de alegría, le permitió sentarse a su lado.

 

Dos hombres que el tiempo había cambiado.

 

-Hyde... ¿por que? –le preguntó Tetsu con un suave dolor en su voz marcándole el acento.

 

-Tetchan...

 

-Sé que sólo fue una noche... pero... tal vez

 

-Una única y especial noche –rectificó Hyde con pena. Aquella vez perdida en los años había sido maravillosa, pero extrañamente, el miedo, el sentir, el dolor, el pasado, les pesó demasiado como para afrontar la realidad de su amistad. El pasado no podía borrarse, no se podía hacer cuenta nueva, cuando la crueldad humana rasgaba la inocencia. Algo, al final, había lastimado el sentimiento, pero como todo en la vida, el misterio de aquello era irrevelable.

 

-Si fue tan especial... por qué...

 

-Perdona, Tetchan, pero las cosas cambian... –miró el suelo con arrepentimiento–. Pronto seré padre...

 

-Mn... sí. Lo sabía.... yo sólo quiero saber por qué... -le suplicó, clavando su mirada en la oscuridad del parque, sus ojos abiertos en trance sólo intentaban ocultarse del dolor, pero no podía evitarlo. Allí estaba en su interior, latiendo con perversidad.

 

-El tiempo cambia las cosas... Tetchan... lo siento...

 

El bajista advirtió cómo la presencia de aquel bajo japonés desapareció de su lado tras un par de segundos, y la fría brisa que sopló le hizo cerrar los ojos, degustando los restos de la estela de perfume que le había llevado a su nariz.

 

Sintió un profundo arrepentimiento, una profunda traición, un dolor infinito.

 

Todos los recuerdos de aquel pasado le atacaron sin compasión, pero ya era imposible reflexionar en las causas o en las consecuencias.

 

El tiempo no se detenía.

 

Abrió sus ojos, y parpadeó un poco para evitar que una rebelde lágrima asomara por su rostro.

 

Elevó su semblante hacia la noche, que nublada, no le iluminaban ni estrellas ni luna, sólo los tristes y artificiales faroles dispuestos entre la arboleda.

 

Un sonido de cortocircuito, hizo eco en la queda noche, y el parque se oscureció de súbito.

 

Y allí quedó Tetsu, sentado en la soledad y oscuridad de aquel bosque en la ciudad, acompañado de un murmullo cínico de los árboles, suspirando con el dolor de la culpa y el arrepentimiento.

 

Sólo un suave pensamiento lastimó más su alma.

 

“Soy yo quien te agradece infinitamente, Tetchan. Yo soy gracias a ti. Tú me sacaste del infierno...”

 

Miró el cielo una vez más. ¿Por qué?

 

Ya ni la luna existía para él.

~Owaru~

 

 

NOTAS DE AUTORA.

Bien. Es realmente un aborto de la naturaleza que hubiera escrito algo tan corto! ^_^... la verdad yo ya venía preocupándome cuando estaba escribiéndolo por la mitad, así que comencé a hacer las cosas un poco más rápido.

 

(Sayachita, tómate este pseudo-fic como el que me pedías de un Haitsu con final feliz... sí, sí. es lo más feliz que puedo escribir! U.U)

 

[Saya: y a esto llama final feliz TT___TT Diosh! qué trauma!!]

 

¿POR QUE EL TEMA?

La idea de escribir a este respecto nace de la profunda tristeza que tengo para con los trabajadores sexuales, un tema que, desde bastante chica (pre-adolescente, digamos ^^), me ha conmovido. Hay cosas dolorosas, pero esto es una de las más crueles. Dudo mucho que exista alguien que lo haga por ‘vocación’. Habrá, probablemente, pero son una muuuuuy reducida minoría.

Supongo que este es un escrito en honor a todos ellos, en un secreto rezo del que una agnóstica puede realizar, para que la suerte de ellos cambie radicalmente. Ojalá fuera posible.

 

¿POR QUE SAKURA TAN PERVERSO?

Ne. Nada personal. Como siempre digo, su imagen, oscura, misteriosa, con el duro mirar, no hace más que generarme la idea de una personalidad maligna, pero por el simple hecho de tener que escoger a alguien para realizar dicho papel . no por otra cosa.

Como a veces digo: compara a todos los miembros de Raruku entre sí, y el que le encaja ala perfección el papel de perverso-malo es Sakura. Sólo cuestión de estética. Nada en particular. ^^

Disculpas a Todas las pro-Sakura.

No tengo ningún desagrado personal, como dije, con el joven.

Es más, reconozco su belleza. No es un feo Japonés.

En algún momento escribiré algo para recompensarle. Seguro.^^

 

Y seguramente, lo que más reclamarán:

 

¿PORQUE TAN CRUEL FINAL?

Seee... mis finales son peores que todo el pesudo-fic. U.U.

Podría haberlo terminado en aquella noche apasionada entre Tetsu y Hyde, pero.... definitivamente, yo necesitaba saber un poco más... ¿Qué había ocurrido en Tokyou tras su permanencia allí?. Y bueno, como todo, el paso del tiempo, y el mismo olvido, hace que las cosas dejen de funcionar o simplemente se omitan.

El suspiro de esta idea, ya me la había dado Yukihiro en esa conversación con Hide ( en ese fragmento de pasado). Fue muy sutil, pero me llamo la atención. (seee... escribo yo, pero hablo como si no pareciera ^^U)

Y bueno... la vida me da la sensación de que siempre a los más puros e inocentes son los que más pagan, los que más sufren. En parte, porque son más sensibles, y sienten con mayor intensidad el dolor, pero también por una malévola forma que tiene la vida de ensañarse con los más amables. Quizás es un secreto reproche por la simpleza de alma, pero la cuestión, es que a final de cuentas, siempre sufren los que son como Tetchan.

Y bien.. que más decir sobre el final.

 

La luz se apaga, y en los momentos de mayor debilidad, no hay nadie que ilumine, que de una mano, que con su presencia, de un aliento que ya no se tiene. Solamente la soledad.

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).