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Walls and bridges por Yatziriid

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Loki tomó asiento frente al escritorio de la casa que había comprado en un pueblo tranquilo en Alfheim para pasar ahí su último mes. Había previsto un mes, por lo menos, pero después de dos días cambió de opinión y decidió que solo podía tolerar una semana. Una semana para estar seguro. Una semana para reflexionar. Una semana para prepararse.

Tomó cinco hojas de papel blanco del cajón central y mojó la pluma en el pequeño tintero encantado.

Escribir la primera carta fue fácil. Había pensado esas palabras durante mucho tiempo, se repitieron como un mantra mientras sus ojos lanzaban dagas a Odín durante su sentencia.  Se acentuaron mientras estuvo en la prisión de Asgard. Se grabaron a fuego en su cerebro mientras pasó los dos primeros años de su condena de seiscientos cincuenta  años —ciento cincuenta para asegurarse de que ningún Midgardiano que sufrió su ataque estuviese vivo cuando fuese liberado y otros quinientos porque se negó a ayudar a reparar el daño que había causado en Midgard y Jotunheim.

Aun así, logró escapar al tercer año de su condena.

Dobló el papel dos veces y en su suave escritura metódica escribió “Para Odín” en el exterior.

Tomó una segunda hoja de papel. Esta también fue fácil. Las palabras habían acudido a él junto con su plan, en el segundo año de su encarcelamiento. El texto exacto se perfeccionó con el tiempo, por lo que ahora la carta se escribió ella misma, con Loki siendo un mero instrumento para canalizar su control sobre el destino de otro hombre.

La dobló dos veces, escribió “Para Thor”. Imaginó la cara de este y paso una mano sobre el papel encantándolo para que revelará las palabras solo a su destinatario.

Tomó una tercera hoja de papel. Esta era mucho más difícil. Había evitado pensar en esta. Le costó tanto tomar la decisión de comenzar a escribirla. Le llevó casi tres horas terminarla y estaba agotado cuando acabó. Dobló el papel dos veces y escribió “Para Frigga”, y la encanto para que solo pudiese ser leída por ella y que nunca se desvaneciera o se hiciera amarilla.

Después de haber utilizado las primeras cinco hojas y dos más, Loki sacó otra hoja de papel en donde escribió unas pocas palabras y la dejó a un lado.

Entonces tomó la última hoja de papel del cajón. En esta página escribió, en letras grandes y claras: “NO MIRES HACIA ATRÁS”. La dobló y siguió con el mismo patrónr03; de las tres primeras. Miró el documento y frunció el ceño, porque no estaba del todo bien. Pasó el pulgar sobre el destinatario y  después de un momento extrajo la tinta y en el reciente vacío escribió lasr03; palabrasr03; “Para ti”.

Las últimas dos cartas carecían de su precisión habitual porque no pudo mantener su mano completamente estable.

Una vez hecho esto, Loki arregló sus pocas pertenencias y salió al porche. Esta casa era mucho más simple que cualquier cosa que hubiese tenido en Asgard, sin embargo, la amaba. Con sus tablones de madera clara ya curtidos, con sus columnas de piedra ligeramente inclinadas, con la barda de sólida piedra que cercaba el terreno. Era una noche hermosa, una brisa fresca con vago olor a pino del bosque cercano le inundó, la luna en su fase de tres cuartos lanzaba una suave luz sobre el mismo terreno. Miró a su atuendo, suaves botas de cuero marrón que no llegaban más allá de los tobillos, pantalones de cuero tan desgastado que tenía pequeñas grietas en las rodillas y arañazos al azar en otras partes, una sencilla túnica verde bosque más pesada y oscura en los bordes. Pensó en entrar a la casa por su chaleco de cuero, pero quería pasar el poco tiempo que le quedaba aquí, y en realidad no hacía tanto frío.

Se recargó en la barandilla de piedra descolorida por la luz solar, observó el extenso jardín y espero a que el par de soles de Alfheim, se elevarán en el cielo.

 

OoOoOoOoO

 

— ¿Loki? ¡Loki!—El pequeño niño de cabellos oscuros se sentó a prisa arrojando a un lado las pesadas cubiertas que se enredaban en sus pies.

– ¿Q-Qué?—Jadeó. Miró por encima de la pila de sabanas, a través de la habitación a oscuras hacía la puerta entreabierta. Parpadeó un par de veces y finalmente vislumbró al niño rubio que estaba de pie en la rendija.

— ¿Qué haces en la cama de nuestros padres?— Thor preguntó en un susurro. Loki se frotó los ojos con ambas manos despejándose y luego frunció el ceño a su hermano.

— Está lloviendo—Respondió un poco huraño. Thor resopló.

— ¿Tienes miedo de los truenos?

— ¿Lo tienes tú?

—N-No

—Entonces, ¿por qué estás aquí?

–Vine a ver como estaba nuestra madre—Replicó Thor a la defensiva, luego, miró a su alrededor— Pero… Tal vez ella todavía está arriba con los sanadores—Guardo silencio unos segundos— ¿Crees que Padre esta con ella?

—Probablemente—Dijo Loki. Thor asintió y bajó la cabeza. Loki dudó.

— ¿Quieres esperar conmigo hasta que vuelvan?

– ¡Sí!–Respondió Thor con entusiasmo al tiempo que sus pequeños pies descalzos cruzaron la alfombra y se trepó en la cama junto a Loki. Aunque Thor era más grande que su hermano, la cama todavía empequeñecía a los niños. Thor se dejó caer sobre las almohadas enormes y soltó un gran suspiro, mirando hacia el techo. Loki se inclinó hacia atrás sobre una almohada mullida y lo miró, todavía podía distinguir las características del otro niño gracias a la luz del pasillo.

–No recuerdo tu nacimiento—Comentó Loki. Thor rodó los ojos.

–Eso es porque nací antes.

Loki frunció el ceño de nuevo.

— ¿Recuerdas cuando nací?

Thor pareció reflexionar unos momentos y luego apretó los labios en disgusto.

—No, no recuerdo cuando naciste.

—Tal vez somos gemelos—Sugirió inocentemente Loki.

—No somos gemelos—Respondió Thor rápidamente— No nos parecemos.

—Oh…—Exclamó Loki en voz baja. Thor dio la vuelta a su costado y ambos quedaron cara a cara.

– ¿Niño o niña?

— ¿Eh?— Loki salió de su ensimismamiento y miró a Thor. Solo podía ver la mitad de su rostro pero sus ojos azules estaban muy despiertos.

— ¿Madre tendrá un niño o una niña?—Thor aclaró. Loki lo pensó por un momento.

– Niño.

— ¿Porqué?

—Porque nosotros somos niños, a ella le gustan los niños—Razonó Loki.

–Eso espero–Thor suspiró– No quiero que una niña tonta nos siga a todos lados.

Permanecieron en silencio expectante.

—Escuché que hablaban sobre un nombre—Informó Loki.

— ¿Qué nombre?

—Balder.

— ¿Qué significa?

—Algo bonito…—Haciendo memoria Loki continuó— Como flores o verano… O algo así.

—Uf…—Thor gruñó— Entonces debe de ser una niña.

Ambos se quejaron. Su silenció expectante incrementó.

—Me preguntó si van a cambiar nuestros lugares– Murmuró Loki.

— ¿Cómo?

—Alrededor de la mesa…–Loki veía a Thor con un poco de pánico— Me preguntó si me moverán de asiento, más abajo o al otro lad-

Thor ya estaba negando con dureza.

—No, no, no—Insistió— No, te quedaras a mi lado, para siempre. Lo prometo— Thor se acercó más a Loki y acarició su rostro y luego su cabello y Loki suspiro aliviado.

—Está bien—Murmuró.

—Padre regresará pronto

— ¿Sí?

–Dormiré un rato.

—Sí, yo también—Respondió Loki en voz baja.

Y a pesar de que ambos lucharon para evitar dormir por completo, fue solo cuestión de segundos para que cayeran rendidos y terminaran acurrucados en la enorme y suave cama de sus padres.

 

OoOoOoOoO

 

Los rayos de sol daban de lleno en su rostro cuando despertó, aunque se sentía acogedoramente cómodo. Inhaló lento y profundo y exhaló de la misma manera. “No creo que alguna vez quiera levantarme”, pensó. Nunca antes había sentido tal comodidad y paz en su vida.

Pasó mucho tiempo, muchos minutos, tal vez incluso una media hora; antes de que se molestara en abrir los ojos. Después de todo, no había prisa. No podía recordar cualquier cita o compromiso que tuviera. Una pequeña mesa de madera con una lámpara de metal llenó su visión. “Bonita lámpara”, pensó, antes de enfocarla correctamente. Estaba bastante seguro de que nunca antes la había visto. Levanto la mirada y vio una pared de tablones de madera y en ella una puerta abierta y más allá había suelos y puertas de madera.

Nunca había visto nada de eso antes. Su corazón comenzó a golpetear.

“¡Me secuestraron!”, pensó en creciente pánico.

Se levantó lo suficiente para lograr observar el lugar en que estaba sentado. Y se percató de que no estaba solo. El pánico incremento cuando vio a un hombre vestido con una túnica amarilla, sentado a los pies de la cama.

— ¡Quédate atrás!—Gritó al hombre, al tiempo que presionaba su espalda contra el cabecero de madera de la cama y aplastaba una almohada tras de sí. Instintivamente llevó una mano al frente y empujó, enviando una onda de energía que hizo al otro hombre caer con fuerza hacia atrás en una de las sillas.

Entonces una mujer apareció en la puerta, llevaba la misma túnica amarilla del hombre y una expresión de sorpresa en el rostro.

—Por favor, mantén la calma—Dijo ella, deteniéndose justo dentro de la alcoba, mientras que el hombre de la silla se sentó rígidamente. Él aún miraba sospechosamente a la mujer y al hombre—No estamos aquí para hacerte daño, somos sanadores, estamos aquí para ayudarte.

–Sé que tienes miedo—Intervino el hombre de la silla de manera apaciguadora. No hizo ningún esfuerzo en presentarse de nuevo o moverse—Es una reacción natural. Los alrededores son desconocidos para ti, ¿verdad?

El increpado no se relajó ni disminuyó su predisposición a defenderse, aunque ningún movimiento fue hecho contra él, y los de túnica amarilla no parecían particularmente hostiles.

—Correcto—Respondió finalmente y de alguna manera su propia voz le parecía extraña.

— ¿Me puedes decir tu nombre y de dónde eres?

“Qué pregunta tan extraña”, pensó el hombre. “Estos dos me han traído hasta aquí… Ellos deben de…” Se miró a sí mismo, llevaba ropa de cama blanca con el torso desnudo y una anodina manta gris arrebujada en la cintura, donde podía ver la parte superior de unos pantalones de fina tela blanca, también desconocido. “Ellos dijeron que son sanadores… ¿Tal vez estoy aquí para ser tratado? ¿Pero… ¿Pero qué fue lo que me pasó?”. Respirar era cada vez más difícil.

— ¿Tu nombre y origen?—Volvió a preguntar el sanador.

El hombre de la cama finalmente relajó su postura y dejó caer la mano a su regazo. “Si me hubieran secuestrado, no necesitarían preguntarme mi nombre”.

—Es…—No había nada. Vacío. Un enorme vacío. Esta pregunta no requería un pensamiento extra—Soy…—Un enorme agujero. Un pozo negro que surgió de la nada—Yo… No lo entiendo. Yo no… no puedo… pero…—Su respiración volvió a agitarse.

—Calma, por favor. Todo está bien. ¿Permitirás que Pardit te examine?

Dejó de hablar para concentrarse en respirar. La mujer, quien aparentemente era Pardit -y que precioso debería ser para ella saber su nombre- se acercó. Era alta y un poco robusta y sonriente y no trató de detenerla. Tomó lentamente de una bolsa de su túnica un objeto largo y delgado, aparentemente hecho de vidrio y lo movió alrededor de su cabeza y luego llevo su cálida mano a su pecho.

—Su mente ha sanado bien, pero su corazón está latiendo demasiado rápido—Dijo Pardit al otro hombre, antes de erguirse y hablarle a él—No es inusual, aunque me gustaría que bebieras algo para ayudarte a calmar. No interferirá con tu capacidad de pensar y no hará que caigas dormido, ¿lo harás? Landis te explicara todo una vez que lo hagas.

Su voz era suave y relajante. Amable. Parecía ser realmente una sanadora, por lo que bebió todo el contenido del pequeño envase metálico que obtuvo de su túnica. Era muy dulce y pensó que tal vez no le gustaban las cosas dulces, y luego comenzó a agitarse de nuevo porque no sabía si le gustaban las cosas dulces. Respirar se le dificultó y el martilleo en su pecho reinicio pero entonces todos sus músculos y extremidades se relajaron al mismo tiempo y se sentía cálido, acogedor y bien. Las manos de Pardit sobre su pecho se sentían bien, también. Suaves, reconfortantes, tranquilizadoras.

—Eso es todo, descansa—Le dijo y después se dirigió al hombre en la silla, “Landis”— Se siente mejor ahora—Ella abrió un cajón de la mesita junto a la cama y sacó un bulto de tela blanca—Si lo deseas, puedes usar esto.

Tomó la tela sin vacilar-era una túnica sencilla, de manga corta, con cuello en V- y se la puso. Ella sonrió y pensó que era la cosa más hermosa que había visto nunca. Le devolvió la sonrisa.

La otra persona, Landis, se levantó de la silla y del escritorio de madera tras él tomo un jarrón redondo lleno de gases verdosos que giraban con pereza. Pardit tomó la silla y la llevó hasta donde había estado, junto al lado de la cama. Landis se sentó en la cama y levantó el extraño objeto. El hombre que todavía estaba sentado en la cama se vio inevitablemente atraído hacia el jarrón, perdiéndose en sus remolinos, su misterio y su belleza.

—Este es un Ataúd de Recuerdos—Dijo Landis, sosteniendo el objeto más cerca del hombre para que pudiese verlo mejor—Es un nombre perfecto ¿no es así? Un ataúd, un contenedor, un recipiente para salvaguardar algo precioso. Joyas, reliquias, poder. Recuerdos, en este caso. Cada recuerdo, desde tu nacimiento hasta el momento en que tus memorias fueron extraídas. Tu muerte, en cierto modo. Este ataúd contiene algo precioso pero que ha sido corrompido. Algo que murió y fue enterrado. Este ataúd contiene todas las memorias a las que te rendiste y perdiste. En un sentido muy real, contiene a tu antiguo yo, porque murió y fue enterrado. Este es su ataúd. Tu ataúd de recuerdos.

Ataúd. Muerto. Rendido. Perdido. De alguna manera sabía que estas palabras deberían de hacerle sentir más agitado o provocar una terrible reacción en él, pero simplemente miro en apacible confusión a Landis.

—Mis recuerdos… ¿están ahí?

—Así es.

—Pero recuerdo muchas cosas—Dijo aun confundido— ¿Cómo pueden estar mis recuerdos ahí?

— ¿Qué recuerdas?

—A Pardit, a ti, esta habitación…—Frunció el ceño—Muchas… muchas cosas.

— ¿Qué recuerdas antes de despertar hoy en esta habitación?

—Yo…—Vaciló—Recuerdo muchas cosas—Estaba seguro de que lo hacía. Era un hombre. Había vivido una vida. Había ido a lugares y hecho cosas. Había visitado muchos lugares y hecho muchas cosas. Estaba seguro de ello. “Lo recordaré. Sé que lo haré”.

—Acostumbrarte será difícil al principio. El arrepentimiento es normal. El duelo es normal. La ira es normal. Sin embargo, tu antiguo yo eligió esto. Romper los lazos con su antigua vida y comenzar de nuevo. Libre y sin restricciones. Las puertas están abiertas para ti ahora y puedes elegir atravesarlas o no—Dijo Landis, retorciéndose en su asiento y extendiendo un brazo hacía la puerta abierta a la habitación de al lado.

El nerviosismo atacó y la suspicacia floreció. Esto estaba muy bien planificado, muy bien escenificado. Trató de sobreponerse al efecto de lo que fuera que haya bebido. Su mente se puso en alerta y se dio cuenta de que no tenía que creer lo que le estaban diciendo.

—Has dicho que elegí esto ¿Cómo sé que estás diciendo la verdad? Tal vez hiciste esto en contra de mi voluntad ¿cómo puedo saber que no lo hiciste de esa manera?

—Tus preguntas también son normales y entendibles, por favor, observa esto—Landis metió la mano en la bolsa de su túnica y saco una pieza rectangular de vidrio del tamaño de un pulgar, le dio un golpecito y una imagen apareció por encima del objeto.

El hombre de la cama se enderezó y observó, intrigado. El hombre de la imagen era mucho más pálido y de cabello negro que los dos sanadores que tenían la piel de color dorado y cabello marrón. La imagen proyectada comenzó a hablar.

“Hago esta declaración para certificar, por las restricciones de las leyes de Alfheim, que de forma voluntaria y en pleno uso de mis facultades elegí someterme a la extracción de memoria en la clínica privada Landis Vale, después del período requerido de deliberación. Les pido que mi decisión sea aceptada y respetada. Esta es mi aprobación y consentimiento vinculante para dicho proceso.”

—No entiendo—Dijo cuándo la voz se detuvo, la voz que sonaba similar a la de él— ¿Qué tiene esto que ver conmigo?

Landis regresó este pedazo de vidrio hacia su bolsa y saco otro, de la mitad de su tamaño. Cuando el apretó sus extremos, más vidrio apareció encima de ella, y en el vidrio había otra imagen del mismo hombre de antes, pero este hombre parecía tan confundido como el hombre de la cama. Detrás de este hombre había un cabecero de madera. Este hombre tenía una túnica blanca con cuello en forma de V. La mandíbula del hombre cayó floja en sorpresa, y con él, el hombre en el espejo. Manos volaron hasta los labios, las mejillas, la nariz, la frente, el cabello negro, las orejas. Orejas curvadas en la parte superior y no puntiagudas como las de Pardit y Landis. Apretó la mandíbula, sacudió la cabeza, empujó el vidrio-espejo-y salió de la cama tan rápido que no acababa de liberarse de la ropa de cama y tropezó y cayó de manos y rodillas en el piso de madera. Se puso en pie y miró a la puerta por la que desesperadamente quería salir corriendo, pero Pardit y Landis estaban entre él y ella. Se retiró a sí mismo en la esquina más alejada de la habitación y presionó sus manos con fuerza sobre los ojos.

Se estremeció con fuerza cuando sintió manos sobre sus brazos, pero estas simplemente se frotaron con suavidad, sin intentar sacarlo de la esquina en la que se había resguardado.

—Calma, calma—Escuchó que Pardit le decía en voz constante y suave.

—Yo… ¡Nunca he visto a ese hombre antes en mi vida!—Farfulló a través de sus muñecas.

—Por supuesto que no, hoy es tu día de nacimiento, el primer día de tu nueva vida—Respondió Pardit aun tranquila— ¿Acaso un bebé sabe cómo luce su apariencia en el momento en que acaba de nacer?

Bebé… Apariencia… Acabar de nacer…

—Pero soy un hombre, no soy un… bebé—Replicó tardíamente.

Una mano recorrió todo el camino desde el brazo hasta su muñeca frotando y finalmente empujando.

—Debemos darte otra dosis, por favor, estas pasando un buen susto ahora y tu cuerpo está en riesgo.

Lentamente a regañadientes, dejo que Pardit tomara su mano y colocara el frasco de metal en ella, se lo llevó a los labios temblando y bebió más de ese líquido dulce. El efecto fue casi instantáneo. Dio un suspiro mientras la tensión abandonó su cuerpo y se balanceó sobre sus pies cuando Pardit comenzó a llevarlo de nuevo a la cama. Más manos estaban sobre él, instintivamente abrió los ojos y Landis estaba allí, guiándolo a la cama. Apoyándolo. Se sentó, subió las piernas a la cama y se recargó contra la cabecera de nuevo, flexionó sus rodillas hasta el pecho y envolvió sus brazos alrededor de ellas. Estaba descalzo, miró sus propios dedos de los pies y los movió. Sus propios dedos no se veían familiares para él.

— ¿Te sientes mejor?—Preguntó Pardit, acomodándose en la silla que Landis había ocupado anteriormente.

Asintió.

—Entonces continuemos—Dijo ella amablemente—Sí, por supuesto que eres un hombre ¿y no es eso lo mejor? No necesitas aprender a hablar, caminar o controlar tu cuerpo—Enumeró Pardit a la par que Landis asentía—Algunas tareas podrán requerir un poco de pensamiento extra, cierto grado de exposición y experiencia para que puedas reaprenderlas o para que te des cuenta de que ya sabes cómo hacerlo, pero tu memoria procedimental está intacta—Pardit sonrió—No tendrás que aprender a escribir, además, ya hemos visto que tu habilidad con la magia no la has perdido ¿lo ves? Puedes comenzar a buscar tu nueva vida casi de inmediato.

Él asintió de nuevo, esto sonaba bien y bueno. Nueva vida. Inmediatamente.

Tal vez no lo haga inmediatamente, pensó.

Por ahora, prefería sentarse en su cama, descansar su mejilla contra sus rodillas y escuchar las voces de Landis y Pardit (especialmente la de Pardit) explicándole a detalle lo que recordaría, lo que no quería recordar y todas las maravillosas posibilidades que yacían delante de él. 


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