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Malos tiempos para decir adiós. por karla_ss

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—    ¿Cuánto me quieres hyung?—. La pregunta llega a los oídos del mayor, causando una sonrisa inmediata, un beso como respuesta es lo que el chico alto puede responder.

 

Se quedan hundidos en el silencioso beso que es compartido, separándose al poco tiempo, manteniendo sus miradas unidas esperando que el contrario hablase.

 

—   ¿Cuándo te quiero?—. La voz gruesa hace que el contario sienta un escalofrío y se enrede más en las sabanas que comparten, cómplices inimaginables de lo que ocurrió pocos minutos antes. El alto ríe, y busca su cara, acariciando una de sus mejillas con su nariz puntiaguda. — No tendría un número para decirte cuanto te quiero—. Dice al fin, respondiendo la pregunta que le fue impuesta.

 

El castaño parpadea y hace un gesto desaprobatorio con su nariz, arrugándola para demostrar  que no se siente satisfecho con aquella respuesta. Y de nueva cuenta le pregunta, logrando que la risa gruesa de su acompañante llene la habitación en la que se encuentran.

 

—   Bien, hagamos esto, piensa en las veces que hemos hecho el amor, entonces multiplícalas por dos, y entonces vuelve a multiplicar el resultado por diez, entonces Taemin, tienes la cantidad que yo daría si me preguntaran del uno al diez cuanto yo te amo.

 

 

 

 

 

 

 

El sonido repetitivo y desesperante logra que el chico sobre la cama abra uno de sus ojos avellana, con enojo y cansancio dominando su cuerpo alza una de sus manos y la saca de la cálida temperatura bajo las mantas que lo cobijan, un manotazo al teléfono celular hace que el ruido cese por un momento, regresando minutos después.

Cansado como esta, se obliga a abrir ambos ojos y tomar el teléfono entre sus manos para ver que lo que lo ha despertado en ese día feriado es solo una llamada de un número que desconoce. Un bostezo hace que su cuerpo sienta la necesidad de estirarse y lo hace, cumpliéndose el capricho, escuchando como algunos de sus huesos provocan el ruido que su madre tanto odia.

Dejando el teléfono sobre la cama mientras continua timbrando sin tener el minino reparo en parar, el chico alto y delgado sale de la cama rumbo a la puerta, alejándose sin el mínimo interés de atender dicha llamada desconocida. Con los pies descalzos y el frio recorriéndole la piel logra llegar hasta el baño de dos puertas a la derecha, solo un par de minutos para despabilarse y ya abre el grifo del agua, mojando su cara con la total intención de regresar a la realidad donde en esa casa no hay nadie más que él y su madre durmiendo en la habitación de al lado.

Una vez que el agua ha logrado su cometido, sale del baño y cambia el rumbo, ahora sus pies descalzos y delgados lo han llevado al comedor, donde ha encontrado el control remoto de la televisión en la sala continua. Con solo apretar uno de esos botones en el mando, el ruido ya es dueño de la silenciosa calma del lugar. Las noticias han inundado los oídos perforados mientras su dueño busca desesperado algún rastro de comida que pueda calentar, sin embargo, se detiene tan pronto y la sección de espectáculos ha comenzado.

Sus pies le hacen dar la vuelta para ver aquella pantalla plana que con tantas ganas se compró hace poco más de un año, y que ahora le muestra para su desagrado noticias que no quiere escuchar de personas que no desea recordar.

Aquellos que alguna vez fueron sus amigos, sus compañeros y hermanos aparecen sonrientes, brillando en el escenario del que se han adueñado en el video presentado, y por un momento se siente envidioso de la cara de felicidad que puede ver en cada uno de ellos, pero que desconoce en la propia.

La noticia dice que ellos van a estar en Seúl por un corto periodo de tiempo luego de haber pasado dos años completos sin pisar suelo coreano como estrellas, debido a sus obligaciones civiles. Hay un conflicto en su interior que le hace querer saltar de felicidad al escuchar aquello, pero al mismo tiempo, piensa, es mejor que nunca hubieran regresado.

Da la vuelta intentando sacar la noticia de su cabeza y vuelve a adentrarse en la cocina para buscar su anhelada comida. De pronto, el ruido aumenta y ocasiona que su concentración por la búsqueda de la comida, desaparezca. Da la vuelta, buscando que es lo que ha causado aquel aumento en el ruido del lugar y no se sorprende al encontrar a su madre de pie frente al televisor, entusiasmada por la nota, casi exaltada.

Y se queda ahí, mirando y escuchando lo que es dicho. Por momentos se queda estático torturándose un poco en ese mundo caótico del que salió por bien de terceros.

 

—   Deberías ir y saludar—. El chico escucha lo que le es dicho, más no crea ninguna facción de sorpresa en el rostro.

 

Ha pasado un tiempo desde que les vio de cerca, desde que tuvo una conversación y piensa, de ese modo es mejor para todos.

 

—   Taemin, seguramente ellos van a estar felices de poder saludarte.

 

Levanta la cabeza en dirección a su madre, ella parece feliz, entusiasmada y excitada con la idea de ver a esas cuatro personas que él mismo dejó atrás cuando firmó la anulación del contrato que lo mantenía como miembro de aquel grupo que tanto amó.

De la nada hay un dolor de cabeza rompiendo su estabilidad, no quiere hacerlo, nunca jamás en su vida quiere volver a estar cerca de ellos, no porque los odie, no porque no los quiera o aprecie, es solo porque él lo decidió de esa manera. Si no hay contacto, no hay sentimiento.

O eso es lo que piensa.

Deja que el comentario resbale por los hombros y se da media vuelta, el desayuno ya no parece importante ahora que el hambre ha desaparecido en totalidad de su cuerpo. Sus pasos le alejan del ajetreo que crea su progenitora y con pocas ganas, es que es capaz de llegar hasta la habitación de baño.

La puerta se cierra y por un segundo siente una momentánea tranquilidad. No hay ruido, no hay nadie a su lado, como debe ser.

Mira el grifo cerrado y extiende su mano tanto como le es permitido para alcanzarlo, pero al no estar dispuesto a dejar su posición, la tarea se vuelve inútil. Un resoplo le abandona y las prendas sobre él comienzan ir por el mismo rumbo, dejando expuesta su piel para permitirle entrar en ese espacio y poder abrir el grifo del agua caliente.

Las gotas caen una a una, pero al juntarse como lo hacen ahora, el sentir el impacto es mucho mayor del que una sola puede causar, y eso lo sabe bien. Taemin mira aquel grifo una vez más, reflejándose en el metal plateado, sus ojos se cierran y se abren.

Él es un grifo según piensa, porque el grifo es quien decide la cantidad de agua que sale, él ha permitido la cantidad de dolor que entra en su vida.

Levanta su mano y ve el agua en ella, ve las pequeñas vibraciones que ocasionan las nuevas gotas y piensa una vez más en ellos.

En quienes no puede volver a ver por seguridad propia y tercera, se tortura pensando una última vez en si aquellos a quienes dejó atrás de manera egoísta también piensan en él, como él piensa en ellos hoy.

Se deja llevar y cierra ambos ojos, sintiendo aquellas vibraciones mientras poco a poco abre más el grifo del agua.

Recuerda la sanción de sentirse rodeado, de sentirse mareado a cada segundo que compartía con ellos. Las peleas y los gritos que terminaron de lastimar su corazón cansado. Sus hombros caen ante la presión de los recuerdos y se ve obligado a mover la cabeza para despabilarse.

Hoy tiene una cita, una cita importante que no puede dejar pasar como ha hecho muchas veces en el pasado. La empresa le ha dicho que no van a tolerar sus desplantes, que si no se ven sus cabellos por los pasillos esa mañana, había un montón de problemas que Taemin no necesitaba.

 

 

 

 

 

 

3 años atrás, Seúl, corea del sur.

 

Sus pies se movieron agiles sobre el suelo resbaladizo, y moviéndose como solo él sabía hacerlo, Taemin se llevó consigo los gritos y los aplausos de las personas que observaban atentas desde sus lugares en el recinto.

Baja del escenario con prisa a sabiendas de que su tiempo había terminado y que debía correr para el cambio de vestuario, recorre los pasillos que reconoce a la perfección y abre la puerta que coloca el nombre de su agrupación sin atreverse a tocar antes de realizar su acción, sin embargo su cuerpo se tensa cuando la voz de un mayor inunda sus oídos. Aquellas voces mencionan su nombre, y aunque en un inicio su cabeza le dijo que se tocaba su nombre de forma positiva, sus oídos le recuerdan que vive en un mundo agitado e inundado de hipocresía.

 

—   Si alguien debería de abandonar el grupo es él, no tú, ni yo—. La voz de Onew recae en sus hombros, aplastándolo con una fuerza brutal.

 

Una fuerza que él nunca imaginó que su líder tendría al hablar. Cierra los ojos, esperando que al abrirlos la sensación agridulce se esfume como las palabras que escucha cantar a lo lejos.

 

—   Taemin tiene dos contratos, él no estaría perdido si se fuera del grupo—. La segunda voz es aguda, grave y la reconoce en segundos rápidos.

 

KiBum y Jinki son las personas que dicen su nombre sin nombrarlo, abriendo una herida que le hace agonizar.

Da la vuelta intentando apartarse, pero un impulso dentro de sí le hace terminar entrando en la habitación para sorpresa de los dos hombres que se encontraban dentro, sentados en un cómodo sillón mientras tomaban de un dulce café humeante en manos.

Avanza hasta el pequeño vestidor y toma sus ropas en la mesilla de junto, pasando frente a ellos sin mencionar palabra alguna.

 

—   Si quieres agua, dejamos algunas en el refrigerador Taeminie.

 

Asiente a las palabras de su mayor y entra en el pequeño espacio para comenzar a desvestirse con rapidez.

Sus manos son rápidas y en segundos ya se encuentra desnudo, comenzando a secar el sudor para colocarse las prendas que le han escogido previamente, aquellas que hacen juego perfecto a las que sus dos mayores ya visten cómodamente en ese sillón.

Una tercera voz invade sus oídos, y una sonrisa avanza hasta sus labios.

 

—   ¿Han visto a Taemin?, no pude felicitarlo cuando bajó del escenario.

 

No puede ver su rostro, pero sabe que sonríe, que le muestra una sonrisa sincera y llena de entusiasmo. Lo sabe porque lo ama y lo conoce, porque de todas las personas que existen el mundo, él es una de las que nunca le escondería la cara para hablar a sus espaldas.

O eso es lo que piensa.

 

—   Cambiándose—. Responde el mayor en el lugar antes de salir.

 

 

Tres días después de haber terminado su participación en el concierto de SMent, camina por los pasillos blancos con tonos rosados en las paredes de la compañía, directo a la oficina de quien manejaba cada segundo de su ajetreada vida.

Empuja la puerta con respeto, procediendo a entrar al escuchar la afirmación que se lo permitía y se quedó plantado al lado del pedazo de madera fina mirando a la persona que acompañaba a su jefe en el escritorio de este.

 

—   Siéntate—. Asiente no sabiendo cual es la situación a la que acontece el llamado de urgencia a aquella oficina grande de la que ha escuchado, no salen cosas buenas.

 

Pone sus manos en sus piernas, mirando fijamente a ese hombre mayor.

 

—   Ahí tienes dos carpetas, elige solamente una.

 

Sabe lo que son, sabe cuál contiene qué, y sabe lo que significa el tomar solo una de ellas. Sus ojos se detienen en la persona que se encuentra a su lado, esperando una respuesta que este no espera darle.

 

—   ¿Por qué?—. Se atreve a preguntar con la voz firme.

 

El hombre se reclina sobre su asiento, mirándolo fijamente, esperando que la mirada del menor se achique a la fuerza, pero no lo hace.

 

—   Tus compañeros ya no ven tu presencia como indispensable dentro del grupo. Jinki ha solicitado tu renuncia.

 

 

 

 

 

 

 

2020, fecha actual, Seúl, corea del sur.

 

Gira a la derecha, avanza tres puertas y abre la que queda en el final del pasillo sin detenerse a preguntar si puede hacerlo o no. La madera previamente empujada le abre el paso a esa oficina de la que el olor a café sale majestuoso y su nariz se arruga.

La persona dentro le mira con ojos analíticos y le sonríe con ese deje de diversión al encontrarse con la persona con la que ha pedido hablar con urgencia.

Y Taemin arruga el entrecejo, pues sabe que nada bueno aparece cuando ese señor ha decidido sonreírte de esa manera tan peculiar en la que lo ha hecho.

Sin decir nada toma asiento frente a ese hombre y deja su espalda recargarse en el suave respaldo de cuero mientras cruza una de sus piernas ante la mirada fija en su persona. El hombre, sonriente y carente de la emoción que más domina a su empleado, le tiende un papel simple, uno que no es ni grueso ni delgado, ni colorido ni incoloro, pero que es suficiente para que al verlo, tus ojos se agranden.

Taemin lo toma entre sus manos temblorosas pero firmes, mirando los relieves y las líneas entre las palabras que le causan un conocido escalofrío. Mira la fecha, la hora y los asistentes, y siente que es una mala broma que su tiempo sea gastado por un capricho como ese.

 

—   No voy a asistir—. Dice al tiempo que ese papel es arrojado en el escritorio frente a su creador—. Tengo cosas que hacer en esa hora.

 

—   No pareces entender aún. Tú, vas a ir quieras hacerlo o no.

 

Su entrecejo se frunce más, hay una pequeña batalla campal entre sus miradas, pero Taemin de todos modos sabe que ese hombre frente suyo sabe mover sus hilos, está consciente de que su vida está vendida desde el momento en que decidió tomar una de esas dos carpetas que años atrás le fueron ofrecidas, y se siente completamente utilizado gracias a ello.

Sale sin decir nada, justo de la misma manera en la que interrumpió y se tambalea por los pasillos buscando la salida del lugar al que ha sido llamado en contra de su voluntad lo más rápido que puede, porque no quiere estar ahí, porque duda de si mismo al permanecer en ese lugar que le sofoca, con las personas que pueden entrar y salir, llegar e irse.

La fecha en la tarjeta invitación que le fue dada figura el día 28 del mes de octubre, día que se figura también en el celular que con tanto recelo guardó al salir de su casa un par de horas más temprano y la hora, esa vendita hora para la que poco faltaba.

Voces acudieron a sus oídos y se sintió paralizado de pronto, voces graves, agudas.

Todas y cada una perfectamente reconocibles para él.

Retrocede dos pasos, tal vez incluso más que solo dos. Siente el frio de la pared blanca en su espalda pero la presión en su pecho le hace evitar sufrir de los escalofríos en su cuerpo y en su lugar, siente la boca secarse, los ojos arder.

Pero no lo demuestra.

Y es justo cuando toma tanto aire como sus pulmones pueden almacenar, que al final del extenso pasillo tres figuras son visibles a sus ojos cafés.

Uno, dos, tres, él no está.

Traga saliva sintiéndose extrañamente aliviado, pero su postura corporal está lejos de relajarse como esperaba, sucediera. A lo lejos en el largo pasillo, aquellas tres personas apenas reparan en su presencia.

Un rubio le ha mirado un poco asombrado de encontrarle, y los dos acompañantes a su lado solo han desviado ligeramente la cabeza meneando a regadientes. Maldiciendo su mala suerte, su mala fortuna.

 

—   ¡Taemin!—. JongHyun avanza rápido hasta encontrarle, mirándole con ojos inyectados en emociones difícilmente explicables.

 

Porque el chico le ha extrañado, le ha añorado. Porque la situación en la que se vieron envueltos años atrás no fue de su entera consciencia.

 

—   JongHyun Hyung—. Le responde por mera cortesía, midiendo la distancia en que sus cuerpos se han enfrascado, no quiere parecer cercano por qué no lo son, porque la relación que una vez mantuvieron ya ha dejado de existir, al menos para él.

 

Fue llamado traidor, recibió críticas sobre sus derrotados hombros, y todo lo que trabajó para volver a ponerse de pie está siento desestabilizado por ese hombre más bajo que él. Habrá personas en los pasillos que los verán, que hablarán si pone una palabra errónea en sus labios, incluso si solo se trata de una mirada y es por esa misma razón que sus ojos bajan a dar al suelo.

 

—   Parece una eternidad desde la última vez que nos vimos, ¿Por qué no vamos juntos a la fiesta en la noche?—. Propone con una sonrisa, palpando su hombro con despreocupación, sin cuidado, como él siempre hizo durante sus mejores años.

 

—   Lo siento, pero no creo que pueda aceptar.

 

Por el rabillo del ojo, ve los pies de los otros dos, inquietos esperando que la curiosidad de JongHyun sea satisfecha pronto.

Sabe que ellos desean estar ahí tanto como él mismo desea que permanezcan frente a él, y sabe que JongHyun no tiene la culpa de que las situaciones del pasado se interpongan en lo que una vez tuvieron como amistad, pero no puede hacer nada al respecto, nada que no sea mantenerse lejos.

Suspira sintiendo la presión del tiempo sobre sus hombros, hay tres personas delante suyo, tres que se convertirán en cuatro.

 

—   ¿Estas ocupado?, he seguido tus actividades y que yo sepa no tienes nada que ensayar ó...

 

—   Lo siento, JongHyun, pero nada es para siempre, estoy trabajando ahora.

 

Diciendo eso le regala una sonrisa como disculpa, por interrumpirle y porque negarle una petición sincera, agacha levemente su cabeza mostrando sus respetos al mayor y a los otros dos que se han quedado un poco lejos.

No dice sus nombres, no los mira, pero aun así sabe que en el lugar hay cámaras y paredes que todo lo escuchan.

Avanza los pasos que necesita hasta alcanzar ese ascensor en la orilla contraria al pasillo, tamborileando sus pies inquietos deseando que las puertas se abran y martirio termine, escucha las voces a lo lejos y las ignora, las ignora hasta que es imposible.

 

—   ¡Eh Taemin!, ¿me puedes dar tu nuevo número de teléfono?, estoy seguro de que a Minho también le va a gustar saludarte—. JongHyun aparece a su lado. Y Taemin cree que su fachada inexpresiva le está fallando.

 

En el reflejo de las puertas metálicas del ascensor se ve dudar ante ese nombre del que no había querido hablar. El nombre de una persona a la que se vio obligado dejar años atrás con el único propósito de triunfar.

Ve como el chico ha sacado su teléfono celular esperando que comience a dictar el dato que le ha solicitado con la confianza del mundo en sus palabras, pero se ve incapaz de abrir la boca y decir algo más que una excusa cuando las puertas finalmente se abren dejándole el paso libre, completamente libre.

 

—   Lo siento, pero ahora tengo que irme.

 

Sube a paso rápido y finge demencia cuando las palabras salen una tras otras de la boca de su mayor antes de que las puertas finalmente sean cerradas regalándole una vez más la expresión de su cara.

La cara que muchas personas consideraban hermosas y que le había valido miles de contratos como modelo para distintas marcas y revistas, la cara que ahora se mostraba confundida y trastocada por un encuentro con fantasmas.

Recargándose en el frio metal hace una imagen mental de sus cartas, Taemin tiene dos.

La que decida mover ocasionará estragos para él, personales o profesionales, pero los tendrá. Lo sabe y eso es lo que le hace enfurecerse aún más. Luchando solo está bien, aplacando multitudes con su voz y ocasionando su desenfreno está perfecto para él, pero, encontrarse nuevamente entre la espada y la pared le aterra.

No quiere ir a esa reunión conmemorativa, esa reunión donde siempre existe un aire de hipocresía. Donde tendrá que reír cuando alguien se acerque, donde tendrá que ver a quien no quiere y aguantar a quien le desespera.

No quiere tener que soportar estar en el mismo lugar que las personas a las que llamó hermanos y que cobardemente le apuñalaron, no quiere ver a quien amo y a quien dejó.

No quiere porque sabe que la herida tardó en sanar más de lo que inicialmente pensó. Porque sabe que la cicatriz aún tiene esa pequeña costra que al rasgarse provocará dolor.

A paso lento es que sale del lugar subiendo a su auto ignorando el ruido que provocan las personas al verle aparecer, ignora los flashazos de las cámaras, los gritos y las peticiones que le son hechas. Él quiere salir de ahí tan rápido como le sea posible, quiere ir a su cara y quiere dormir.

 

 

 

La carta en su cama se ríe en su cara, señalándole con dedos imaginarios la hora, los minutos y los segundos en que debe de presentarse en un salón al que poco dispuesto está de llegar. Mira la hora en su celular roto, existe un plazo de poco más de una hora y cuarenta minutos en los que debe de mostrar su cara ante las cámaras y hacer una sonrisa fingida cada vez que se le pregunte algo y él finja interés alzando la cabeza.

Resopla molesto con el universo por ponerle en esta situación de la que escapó por años con la excusa increbrantable de estar trabajando, pero ahora recuerda las palabras de ese hombre mayor en los pasillos blancos. Recuerda que su agenda está tan libre que le parece irreconocible y le molesta.

Porque son cartas que él no esperaba ver esparcidas en la mesa obligándolo a elegir solo dos.

 

—   ¿Taemin ya terminaste de bañarte?—. La voz de su madre se escucha a través de la puerta de madera blanca de su habitación, comenzando a hastiarle.

 

Sabe que debe irse ahora para poder estar en el ala de maquillaje y peinado antes de que la esperada reunión conmemorativa empiece, pero es que aún muy en el fondo desea que al ver el reloj este le diga que para eso, falta una eternidad.

Con fuerza toma la camisa blanca de gala y comienza a vestirse sin dar una respuesta a la persona que lo trajo al mundo. La sangre le hierve y sabe que debe de calmarse antes de salir al encuentro con la mujer que le ha felicitado al ver la invitación en su mano.

Unos cuantos minutos más y logra pararse frente al espejo mirándose de pies a cabeza, tal vez con más detenimiento del que debería. Su pantalón negro esta liso y sin arruga alguna, ajustado con un cinturón de cuero que le ciñe también esa camisa blanca para darle la comodidad de moverse sin que esta se salga de su lugar.

Zapatos brillantes y un saco detrás de él esperando ser tomado y colocado como última pieza en ese rompecabezas de perfección que su manager mandó unas semas atrás para un evento diferente.

Taemin caminó reacio a tomarlo y finalmente colocarlo por sus largos brazos y su angosta espalda. Un pequeño sentimiento de nostalgia comenzó entonces a picarle la garganta.

¿Estaba bien atreverse a ir?

Carraspeó molesto consigo mismo por permitirse el siquiera dudar en que lo que hacía era lo correcto. Debía hacerlo sin importar cuan molesto se volviera el sentimiento en su pecho, debía parase en ese lugar y ver a las personas que no deseaba cerca directo a los ojos.

Y demostrar que los golpes nunca le dolieron como realmente lo hicieron.

Habiendo colocado la última prenda en su cuerpo salió finalmente de la habitación encontrando a su madre en el pasillo con una mirada perdida en la televisión a lo lejos en sala. La misma que anunciaba con exceso de ruido y color el próximo concierto a celebrarse, ese del que muchas personas habían estado esperado con el único fin de ver a grandes artistas reunidos en el mismo escenario, a quienes fueron compañeros y dejaron de serlo.

 

—   Dales un saludo de mi parte—. Dice la mujer antes de verlo salir por la puerta principal y escuchar el auto comenzar a andar.

 

 

 

 

Los sonidos estridentes de gritos llenos de energía le sacaron del sueño en el que se había metido, su mánager en el asiento del conductor le hizo una seña con la mano para que saliera, seguida de la indicación de que le vería adentro apenas estacionase el auto en el lugar designado. Y Taemin asintió sin mucho que decirle.

Abrió la puerta y dejó que los flashazos dieran contra su maquillada cara, que las personas miembros del staff le indicaran por donde debía caminar y donde debía de parar para que las fotografías capturasen su persona en esa alfombra rosa por la que ya habían pasado demasiadas personas.

Sus ojos reconocieron a conocidos y desconocidos con quienes se vería obligado a posar y hablar.

Mecánicamente pasó por el lugar sonriendo y agradeciendo el cariño que las personas gritaban desde los barandales antes de verlo ingresar a ese edificio platinado donde su pesadilla comenzaría sin que él apenas pudiese advertirlo.

Recibió indicaciones y se reunió con la persona que lo había llevado al lugar, su manager le dijo que debían encontrar un lugar para sentarse antes de que el resto de las personas llegasen y el ambiente volviera más ruidoso e incómodo para ellos, Taemin asintió y se dejó guiar hasta una esquina del amplio salón para sentarse finalmente en una de las mesillas en silencio.

Las fiestas en conjunto que organizaba la empresa nunca le habían parecido más hipócritas ante sus ojos cansados. Nunca había saboreado tanto la hipocresía como al ver a esas personas sonreírse entre ellas y fundirse en abrazos fríos.

Vio como muchas personas sonreían e interactuaban entre sí con felicidad impregnada en sus caras. Ignoró los gritos agudos de las miembros del que incluso ahora podía llamarse el grupo más reconocido del continente, ignoró las sonoras carcajadas de los mayores y los menores que se tomaban fotografías en las ante-salas, ignoró como muchos realizaban cantos absurdos a coro, y como más de uno le saludaba a lo lejos sin atreverse a llegar hasta la esquina en donde se había quedado solamente mirándoles.

Pero lo que Taemin no pudo ignorar fue el sentimiento en su pecho cuando los estruendosos gritos de una de sus superiores en la industria llamó sin descanso a la persona que acaba de entrar en el salón saludando a quien se le ponía enfrente, sonriendo, agradeciendo y siendo él.

Sus músculos se tensaron al verle por primera vez en cuatro lejanos años, en los que se habían distanciado más de lo que inicialmente había pensado que harían. Sintió como una parte de su pecho ardía y como su garganta gritaba implorando agua, o en su defecto, el licor que estaba en el centro de la mesa en la que se había sentado.

Ignoró como su acompañante le dijo que aún no era hora para beber de esa manera, él solo supo que los tragos llegaron uno tras otro para su derrotada mente que le estaba diciendo, que asistir no había sido el movimiento adecuado.

 

—   Iré a traerte algo para comer al menos.

 

Dejó que se fuera sin decirle palabra alguna y de nuevo se sumió en el goce y ardor del licor bajando por su garganta necesitada, lejos de donde se encontraba, personas disfrutaban la compañía a la que él se vio obligado a renunciar.

Había quienes le abrazaban, quienes le besaban en las mejillas que él alguna vez acarició con confianza. Y a pesar de que su racionalidad le dijo que debía quitar la vista de esa persona, los celos remolineando en su interior le permitieron lo contrario.

Observó todo lo que ante sus ojos se desarrollaba, los gritos, las alegrías y el triunfo que él había logrado en los juegos de mesa.

Y por un momento se sintió celoso de una manera diferente.

Había tenido todo al alcance, había tenido amigos, había tenido gente que le había brindado una mirada cariñosa y que sin esperar nada a cambio se había acercado a hablarle, pero viéndose ahí sentado en silencio y completamente solo, únicamente pudo sentir pena de sí mismo.

Celoso de quienes sonreían.

Tenía el sueño de su vida en sus manos, tenía gente que aclamaba su nombre y gente que le daba críticas favorables a su carrera como un artista hecho y derecho, pero no lo tenía a él.

Se puso de pie sin medir las consecuencias de lo que hacía, y sin el mayor de los cuidados se acercó hasta el tumulto de gente que gritaba festejando una nueva vitoria en el juego que estorbaba en su objetivo.

Las personas a su costado le miraron sorprendidos de que estuviese en ese lugar y le saludaron esperando que les regresara el gesto, cosa que no sucedió.

Uno de los presentes le tomó del brazo haciéndolo girar para mirarlo, enojado por ser ignorado como un objeto en la lejanía de una carretera. Taemin miró los ojos penetrantes de quien había interrumpido su labor, sorprendiéndose.

 

—   ¿No vas a saludar ni siquiera a viejos amigos?

 

—   No esperaba tener que hacerlo.

 

El chico miró por sobre su hombro notando que lo gritos se habían calmado y que la música de fondo cantada por su mismo grupo había podido ser escuchada por sus oídos perforados.

Los ojos de alguien unos metros más allá le miraron directo, percatándose de lo cerca que estaba de alguien a quien por tantos años no había visto en persona. Pero no se acercó.

Jong In ladeó la cabeza mirando a Taemin.

 

—   ¿De verdad pensabas ir a hablarle?

 

La respuesta no fue a sus oídos, no fue a ningún lado porque nunca existió. Taemin solo se soltó del agarre que lo contenía y dio alcance a uno de los meseros para tomar una nueva copa que se perdió por entre sus gruesos labios.

Vio como las luces se apagaban anunciado que las personas debían correr a sus asientos antes de que el presentador especial subiera a la pequeña plataforma en el centro para empezar a ambientar el lugar con palabrerías que ellos entenderían.

Pero las ignoró tal y como hizo con las palabras que su amigo decía acerca de tomar lugar y mantenerse callado en la obscuridad.

Caminó agradeciendo la poca luz, apenas iluminando el lugar con matices azules que enfocaban a quien ya hablaba por el micrófono de forma animada. Encontró su objetivo un poco más lejos de lo que pensó que lo estaría. Y un pequeño nudo en garganta le hizo dudar en dar el siguiente paso.

Sus ojos estaban fijos en quien hablaba entre risas a su lado, cuidando las distancias pero pareciendo tan cercanos.

Su cabeza dolió ante la pregunta que su corazón le hacía.

Había huido años atrás con el cuidado de hacerse un nombre que pudiese brillar solo, sin la compañía de nadie a sus espaldas. Había huido más temprano en la mañana cuando se encontró a los que una vez llamó amigos, incluso hermanos.

Pero ahora no quería simplemente huir, Taemin sintió la necesidad de no hacerlo.

Apretó los puños sintiendo la sangre recorrerle el cuerpo, avanzando por centímetros hasta convertirse en los largos metros de venas que lo atraviesan.

Una mano le dio la vuelta con rapidez, obligándolo a ver.

 

—   ¿Qué estás haciendo aquí?, vamos a la mesa, necesitas comer algo y enfriar tu cabeza —. Taemin escuchó lo que le fue dicho, razonó, y supo que de algún modo su manager tenía la razón.

 

Pero cuando sus ojos dieron en su objetivo una vez más, mirándole a él mismo, supo que ya no había una vuelta atrás.

—   Quiero hablar con él.

 

—   Tú y él no tienen nada de qué hablar, por favor Taemin, evitemos un problema más.

 

Su ceño se frunció de una forma inmediata, su garganta por fin se había abierto y la oportunidad que llevaba 4 años esperando se comenzaba a esfumar ante sus irritados ojos.

Alejarse era la opción más adecuada, debía volver a aquella mesa lejos de la cercanía de cualquiera y perderse en las copas que la persona que lo  miraba directo a los ojos le ofrecería. Eso era lo que tenía que hacer.

Solamente eso.

Sin embargo su cuerpo cansado, débil e intolerante a las órdenes que su mente le demandaba se sacudió quitándose la mano que le apresaba, logrando un impulso indeseado en su brazo izquierdo que había terminado por dar en uno de los meseros que pasaban a su costado.

Taemin podía llamar suerte a ese acto indeseado que había terminado por abrirle las puertas al oro.

Taemin podía llamar estupidez al acto que le había condenado a mirar ese par de ojos destellantes una vez más.

Las voces habían dejado de llegar a sus perforados oídos cuando se dio cuenta de lo que había hecho mediante las disculpas exageradas del mesero que se rebatía entre mirarlo a él, o hacerlo con quien aún sentado en su sitio, trataba de limpiar el pulcro traje negro que llevaba puesto esa tormentosa noche de octubre en la vida de Lee Taemin.

Sus rodillas ligeramente flaquearon cuando se dio cuenta de lo que sus acciones habían ocasionado. Tras el flequillo de su cabello pudo ver como ambas personas buscaban limpiar la blanca camisa empañada en ese vino que hasta segundos antes, Minho estaría bebiendo con total tranquilidad.

 

—      ¿Estas bien Taemin?, ¿no te lastimaste?—. JongHyun le ataca con preguntas que no sabe bien como debe responder. Con ademanes de cederle un asiento y algunos otros que buscan acomodarle lo mejor posible en el tumulto de gente que ahora les observa.

 

—     Él está bien JongHyun, ven vamos a los vestidores—. El hombre le jala de un brazo haciéndole avanzar y es solo entonces que los sentidos vuelven a su persona y el gesto que ha provocado esta situación, aparece nuevamente.

 

Solo cuando su brazo se ve libre es capaz de avanzar a pie propio y salir del lugar sin dar una palabra a sus compañeros de empresa que buscan una respuesta, las cámaras captan lo que sucede ahí, pero Taemin bien sabe que esas fotografías nunca verán la luz.

Avanza los pasillos encerados hasta las salas de recuperación y aseo que conoce demasiado bien para gusto propio y entrando en una se detiene a esperar a la persona que le ha estado llamando todo el camino desde que ha dejado el salón, la fiesta, las personas, y a él.

Sabe que su manager es alguien con quien puede contar, alguien que le va ayudar aunque no lo necesite ni lo merezca, pero también sabe que ese hombre que ha corrido todo el camino detrás de él es la única persona, excluida del grupo que le vio nacer como artista, que sabe la verdad.

La verdad de lo que ha sucedió a través de los años que no sabe, cuando dejaran de continuar.

Mira sus pies resaltar de la blancura del piso en que se encuentra parado, y cuando finalmente escucha el movimiento de alguien detrás de su persona, es que logra avanzar los pasos que le restan hasta llegar al cuarto de baño sin cerrar la puerta.

Confía en que su único confidente le tome en consideración y le deje en paz. El sonido de la puerta al cerrarse le indica que los pensamientos rodantes en su cabeza no estaban equivocados y tela por tela, su ropa cae.

Y ahora mira sus pies desnudos en la blancura del piso y sin levantar la cabeza avanza hasta el tomo que le cede el acceso al agua que tanto necesita.

La siente caer, gota a gota, sobre su piel cansada y sus músculos tensos que aun en esa situación de auto confinamiento le parecen agradables, pero se queda paralizado cuando sus ojos ven, gracias a las baldosas blancas, una figura detrás de él.

Está desnudo, sin un ápice de protección en el cuerpo que le libre de miradas escurridizas, está ahí de pie dándole la espalda a quien no reconoce en esa desfigurada imagen frente a sus ojos.

Su boca se seca por enésima vez esa noche. Y por primera vez en cuatro años no sabe a ciencia cierta qué es lo que debe de hacer. Su primer impulso le lleva a tomar una toalla blanca para cubrir la desnudez de su cuerpo, aunque la persona que ahora le mira directo a los ojos pueda conocerlo mejor que él mismo.

Minho se encuentra parado delante de él, con la camisa desabrochada, esa camisa que en primera instancia era blanca, pero que ahora le presume a Taemin un color rosa.

Siente que debe disculparse por haber provocado ese incidente; siente que debe de dar una excusa para las acciones cometidas esa noche, una excusa que le dé razones suficientes para su presencia delante de él en primer lugar, pero no tiene ninguna que no sea la necesidad de sentirlo cerca.

 

—     Usualmente alguien con educación se disculparía por esto. Pero debido a que se trata de ti, supongo que no puedo esperar mucho.

 

Taemin regresa a esa mañana cuando se encontró a JongHyun en el pasillo, en el momento en que su viejo conmigo casi le aseguró que Minho estaría feliz de saber de él, y una risa involuntaria aparece en sus labios.

El chico frente a él atraviesa esa blanca habitación en la que han terminado, deteniéndose unos segundos para hacer algo que Taemin prefiere ignorar.

Por el rabillo del ojo observó como Minho se quitaba completamente la camisa, dejándola después, en uno de los percheros sobresalientes de la pared. Sintió la sangre arder en su cuerpo, pero se obligó a evitar el contacto visual con esa persona. Si Minho estaba ahí, era por la misma razón que él.

Quería asearse.

Al menos hasta que pudiesen llegar cada uno a sus hogares para tomar un baño tal cual, entrar a los vestidores y hacer uso de las regaderas era la mejor opción. Un rápido escaneo del lugar le brindó la información que necesitaba. El piso estaba compuesto en su totalidad por azulejos blancos y pequeños, con tres resumideros para terminar con el agua que las tres regaderas en la pared pudieran soltar en ellos.

En ese pequeño lugar solo había tres compartimentos, tres paredes que apenas alcanzaban a tapar su cintura, uno al lado del otro. Minho había dejado un espacio entre ellos.

Por un momento su cabeza le manda la orden a su cuerpo de salir de ahí, pero la ignora, y dando se la vuelta gira de nuevo la perilla liberando el paso del agua en su cuerpo.

Los vidrios empañados casi al lado de la puerta resguardan el reflejo, y los cuerpos desnudos que luchan por un control tratan de continuar aseando el vino tinto de sus cuerpos.

Bajo las dos llaves de agua abiertas, uno al lado del otro, Minho y Taemin tratan de tomar un baño rápido, uno que les permita salir huyendo del lugar lo más pronto posible para evitar cualquier enfrentamiento innecesario.

 

—     Han pasado más de cuatro años, pero aun así, tu cuerpo no ha cambiado.

 

Taemin finge no escuchar aquello y continúa tallando su cabello, aunque este no necesite de tal cuidado. Pero al escuchar aquello, es consciente de que sus acciones son únicamente un distractor. Taemin entiende que aún después de cuatro años, aún después de haber tenido que soportar las cosas que vinieron después del adiós, pudo hacerse a la idea de haberlo dejado todo, pero no lo hizo.

 

—     Pienso hacerme un tatuaje, un par de perforaciones también estarían bien— Su boca se abre al fin. Una disculpa no es lo que sale de sus labios, pero si lo es una mentira.

 

No sabe porque han establecido algo parecido a una conversación cuando en primer lugar, ellos dos no debían de cruzar la palabra esa noche. Eso era algo que tenía asumido cuando abordó la camioneta blanca en su casa, pero que desapareció cuando le vio a lo lejos, sonriendo a alguien más.

Entiende que lo que ha dicho es solo porque quiere ver una reacción en Minho, que lo mire, que le pregunte, algo, pero prefiere ignorarlo.

Cuando has lograr atravesar por diversas situaciones, se dice, puedes llegar a controlar otras tantas.

 

—     Supuse que sería así, es tu cuerpo y puedes hacer lo que desees con él.

 

Y Taemin solo aprieta sus labios aprovechando el vapor del pequeño cuarto en que de alguna forma terminaron juntos. Quiere escuchar un reclamo como hace años, cuando bromeaba con aquello y Minho se molestaba, quiere escuchar sus reclamos sobre el mal uso que daría a un cuerpo hermoso, como Minho decía que era el suyo.

Pero aquella reacción que busca ya no existe, porque lo que hubo entre ellos se fue como el agua que baja por su piel y que desaparece al llegar al drenaje.

 

—     ¿Dónde harías las perforaciones?—. Pregunta Choi, interesado y seguro de que el sentido de la conversación puede cambiar, que la incomodidad entre ambos puede irse y que un tema trivial puede salvarlo.

 

Por qué Minho nunca fue un protagonista en el pasado turbulento que tuvieron que vivir hace cuatro años. Él había sido algo así como el hijo que ha quedado a la deriva en un matrimonio fracasado, junto a JongHyun.

Durante los primeros días había tratado de comprender las acciones que llevaron a su expareja a renunciar al grupo, pero nunca las consiguió.

Taemin tarda un momento, se enjuaga el pecho y piensa en sí debería responder lo que ha pensado.

 

—     En mi lengua estaría bien—. Dice, notando de reojo la expresión de sorpresa en Minho. — Eh estado pensado que uno en la punta de mi pene estaría bien también—. Termina, espera una respuesta, no la recibe.

 

Entonces Taemin lo mira, buscando la negación en la cara de Choi y encontrando solamente el semblante un poco sobrio, que le duele, pero le alegra. Porque así es como deben de ser las cosas.

Ellos dos no deben de estar juntos en una sala de limpieza hablando de la trivialidad de la vida, ellos dos deberían de estar lejos del otro, olvidándose y odiándose.

 

—     ¿Ahí? Cielos, ni siquiera sabía que se podía hacer eso—. Dice Minho, hundido en la incomodidad nuevamente.

 

—     El sexo oral es mucho mejor de esa forma—. Confiesa, terminando de limpiar su cuerpo y cerrando el grifo para caminar un poco y tomar una de las dos toallas en perchero.

 

—     ¿Cómo es que siquiera sabes algo como eso? Es extraño—. Minho sigue sus pasos, acercándose un poco y tomando de igual forma, una toalla para comenzar a secar su cuerpo.

 

—     El chico con el que salgo tiene uno, realmente se siente mejor—.Miente, El ceño en la frente de Choi se frunce.

 

 

—     Oh, creo que ni siquiera sabía que salías con alguien. Hace unos años la posibilidad de una perforación te daría pánico, pero ahora incluso deseas hacer una ahí, debes quererlo mucho.

 

Taemin termina de secarse, toma su ropa y comienza a vestirse, molesto por lo que fue dicho por Minho. Las cosas suceden en un orden cronológico, un orden que no se regresa aunque uno mismo lo dese en noches desesperadas. Como él mismo hizo.

Y de la nada, la repentina necesidad de escapar de esas paredes húmedas crece dentro de él. No sabe en qué momento fue abandonado a su suerte por su manager ahí, no sabe cómo es que Minho llegó antes, como la puerta no ha sido abierta.

No sabe nada y le aterra.

 

—     Hace unos años es pasado, justo hoy es presente—. Dice, se coloca la ropa interior y trata de desenredar los calcetines hechos nudo que había abandonado cuando ingresó. — Y sí, pienso eso de él.

 

 

—     No hay duda de ello. Has cambiado mucho Taemin.

 

—     ¿Qué hay con eso?

 

—     Incluso a mí que me dijiste te amo tantas veces — Minho hace una pausa, mirando lo que Taemin supuso era alguna parte de su vestimenta, pero que ignoró — jamás aceptarías algo como como eso.

 

 

Taemin siente el sabor del sarcasmo en las palabras de su ex compañero. Una mirada rápida y se da cuenta de esa mirada obscura, de esos ojos penetrantes que antes pudieron intentar una conversación con él, pero que en silencio le juzgaban.

 

—     Minho basta.

 

Choi alza una de sus cejas sorprendido por la orden dada, y se queda quieto a la mitad del intento por colocarse la camiseta que le su manager le dio antes de mandarlo a las regaderas. Y que bien pudo rechazar por informal.

 

—     No tienes la más mínima idea de lo que ha pasado conmigo todo este tiempo, así que agradecería que no mencionaras nada más. Me gusta mi vida ahora, me siento bien ahora sin ti revoloteando a mí alrededor y quiero que siga así. El que estemos aquí no te da derecho a preguntar sobe mi vida. Tú y yo no somos nada.

 

Las palabras quemaron en su boca, pero no pudo siquiera pensarlas antes de decirlas y ante la mudez en la que Minho se ha quedado sumergido, piensa en lo que vio momentos antes, en lo mucho que dolió y en el sentimiento de odio que de repente, comenzó a aparecer de nuevo.

Los celos ardiendo por la pérdida.

Porque Taemin ama al chico que tiene enfrente, no lo quiere cerca.

 

—     Antes, antes…

 

—     Antes fue pasado, ya lo dije. ¿Tienes idea de cuantas veces peleamos en el pasado?, bien, ahora, multiplícalas por dos, y esa es la cantidad de mi odio por ti. No quiero saber absolutamente nada de tu vida.

 

Minho siente el estrujar en su pecho y cree, no hay peor sentimiento que ese que siente, ese que es provocado por las palabras duras y secas del Taemin al que muchas veces prometió estar juntos para siempre.

Siente que las cosas que JongHyun le dijo en la camioneta son mentiras, de igual forma en que Taemin lo sintió antes cuando lo vio entrar.

El pasado lastimó con fuego los corazones abandonados de ambos, pero, incluso teniendo conciencia de que Taemin había decidido irse por pie propio, pensó que las cosas podrían cambiar.

Que las cosas podrían empezar de nuevo, que podrían ser amigos como lo fueron cuando recién se conocieron.

 

—     Ese chico con el que sales ahora, ¿es bueno contigo? ¿A él también le has dicho que no puedes siquiera dormir sin tenerlo cerca, que estarán juntos incluso si alguien se da cuenta?

 

—     ¡Cállate!

 

 

La ropa ya ha sido puesta, pero la puerta no ha sido abierta por ninguno de los dos, que se enfrentan por primera vez en cuatro largos años de anhelo, arrepentimiento y nostalgia.

 

—     …solo, cállate. La relación que tengo con él es diferente a lo que sea que tú y yo pudimos tener.

 

—     ¡¿En que es diferente, ah?!  ¡¿Cuánto puedes querer a una persona como él?! No fuiste capaz de enamorarte de mí en 5 años, jugaste a ser el chico perfecto y a sentir algo por mí, ¿ese es tu amor? ¿A él también vas a hacerle lo mismo que me hiciste? ¡¿Vas a hacerle enamorarse y a ser tan dependiente que no pueda vivir sin ti para después botarlo?!

 

Minho siente de pronto un golpe seco en su mejilla, uno que ha sido producto de la mano de Taemin quien le mira rabioso, con lo que Minho piensa son lágrimas en los ojos, pero que el vapor del pequeño cuarto de baño no le deja comprobar.

Ambos tienen la garganta ardiendo por los gritos dados, por el coraje y las ganas de seguir reclamando, pero durante un corto periodo de tiempo, nadie dice nada.

Nada porque no son capaces de decir algo sin herir al contrario. Por lo que lo ha pasado entre ellos ha sido mucho y poco, porque pudo ser más, pero no lo fue.

 

—     Piensa en todas las veces que al menos yo, te hice el amor, piénsalas Taemin y cuando tengas un número, multiplícalo por dos y vuelve a multiplicar el resultado por 10, y esa es la cantidad de amor que tuve por ti.

 

Taemin siente las piernas temblar por las palabras que Minho profesa sin cuidado frente a él. Las mismas palabras que una vez le dijo, las mismas, sin más ni menos. Nunca fue lo suficientemente valiente para enterrar esas palabras con el resto porque siempre lo vio como terminar con todo lo que fueron en el pasado. Las recuerda y las siente.

Cuando abrió la boca esperando contestarle, Minho lo calló.

 

—     Y cuando tengas el resultado Taemin, vuelve a multiplicarlo por dos, entonces vas a saber cuánta decepción, rencor y odio tuve a causa tuya. Pero después multiplícalo una vez más, esta vez por cero, y ya sabes la dimensión del sentimiento que tengo por ti ahora. Buenas noches.

 

Y no hubo más que decir, Minho pasa al lado de Taemin, rosando su hombro y logrando que el mullido cuerpo del chico sea empujado, y solo cuando está frente a la puerta y toma pomo, Choi se da el lujo de Mirar por encima del hombro la espalda del castaño. Y un segundo más, solo Taemin es quien está de pie ahí.

Él sabe que nunca va a encontrar un par de ojos más sinceros que aquellos que ha visto mirarle con odio. Sabe que las gotas en las largas pestañas de Minho no eran producto ni del agua ni del vapor, si no de lágrimas.

Muerde su labio con tanta fuerza que el sabor metalizado de la sangre no es una sorpresa. Porque siente rabia, coraje y mucha tristeza acunarse en él.

La culpa no es de Minho, tampoco lo es de Jinki ni de Kibum, la culpa mucho menos es de aquel que firma sus cheques a final del mes. La única persona que tiene en sus hombros la responsabilidad de cada doloroso día, es él.

Porque dejó todo lo que tenía para seguir un camino en la soledad. Porque prefirió terminar una relación hermosa por miedo, porque le importó más tener reconocimiento y éxito que tener amor y compañía.

Jinki se lo dijo la primera vez que lo externó. Le dijo que cualquier cosa que decidiera hacer desde ese momento no tendría nada que ver con ellos. Que si decidía irse por pie propio, ninguno iba a mover un dedo. Y le advirtió, le advirtió que una vez tuviera un pie fuera, dejaría su relación con él.

 

—     Solo tengo que hacer esta mentira durar para siempre, de ese modo, no tendré que volver a verte llorar.

 

Había sido un error ir a esa fiesta esa noche. Había sido un error intentar acercarse a Minho cuando lo vio a lo lejos entre la marea de gente que no deseaba soportar. Lo sabía, lo entendía y para entonces ya le había sido imposible reprimir la lágrima traicionera que por su mejilla cayó.

 

 

 

 

 

Acostado en la suavidad de la inmensa cama que había comprado con ímpetu la semana pasada, miró su teléfono buscando la distracción que su mente parecía implorar, notando por primera vez desde que había puesto un solo pie en su casa, la cantidad de mensajes y llamadas perdidas de personas que habían querido contactarse con el después del penoso accidente que protagonizó.

Y rio con burla. Había mensajes de personas que apenas y conocía lo suficiente como para enturbiar números, había llamadas de amigos que él no deseaba contactar, no mientras esas personas estuviesen reunidas en Seúl, o en Gangnam Gu, o en cualquier parte de Corea del Sur. Tomó el teléfono con fuerza, borrando cada uno de los menajes sin dignarse a abrirlos siquiera.

Dio una vuelta sobre la cama, pero las voces y las imágenes no se iban. Y no lo harían, no tenían por qué hacerlo si era él mismo quien las buscaba recrear una y otra vez. Porque simple y sencillamente no entendía en que punto de la noche su racionalidad se fue, dejándolo a la deriva frente a la peor amenaza en su vida.

En su razonamiento no existe otro momento que no se aquel en que lo vio sonreír.

Porque él, él que había pasado por tanto no concebía la razón de aquella sonrisa pura. Porque él, él que había tenido que llorar muchas veces detrás de una puerta de baño para no ser escuchado no entendía como era posible que Minho estuviese ahí de pie siendo feliz.

Miró la ventana frente a él, amplia y blanca. La primera vez que había dejado su casa había terminado durmiendo en una hitación similar a la que ocupaba ahora. Con paredes blancas y cortinas pesadas. Tragó saliva con fuerza esperando ignorar de esa forma, el nudo que se formó al recordar aquel primer día.

Sintió un desagradable sentimiento acoplarse en su pecho. Sabía que las cosas que había hecho traerían consecuencias, tanto para él como para aquellos que se vieron involucrados, pero lo que más le importaba era el hecho de sentirse utilizado una vez más.

Y ni siquiera podría culpar a alguien más.

Su manager le había tupido de sermones una vez decidió salir de los vestidores donde había terminado dándose un baño rápido con Minho. La primera reacción que tuvo fue buscarle con los ojos, encontrándolo a unos metros conversando con sus ex compañeros y la decepción que sintió de sí mismo nunca fue tan alta.

Cuando KiBum le regresó la mirada no había encontrado ningún tipo de emoción más allá del desprecio. Y cuando JongHyun se dio cuenta de su presencia, hizo un intento por abrir la boca para hablarle, pero había desistido casi tan rápido como la iniciativa le había llegado.

Tragó duro al recordar aquella sensación de vacío cuando Minho y Jinki resistieron de mirarle todo el tiempo que estuvieron ahí, en ese frio pasillo, esperando algo que nunca llegó.

En la actualidad, las lágrimas no habían vuelto a caer hasta que pudo cerrar la puerta de su habitación y sentarse en la frialdad del suelo blanco, recordando una y otra vez aquella mirada de odio puro que su ex pareja le dirigió al salir de los vestidores.

Que sabía se merecía.

Había logrado mucho. Tenía una de las carreras más sólidas de la industria, además de haber dejado el grupo que le vio nacer, dentro de su trayectoria no existía ningún oro escándalo.

Aprendió a planear las cosas con la cabeza fría, a calcular las reacciones que obtendría en cada uno de sus movimientos. Aprendió a prevenirse en la obscuridad de la industria musical y consiguió lo que por tantos años deseó. Pero ahora estaba ahí, solo.

Suspiró queriendo sacar aquel sentimiento atorado en su pecho, pero consiguió lo contrario y de pronto las ganas de llorar lo sobrepasaron una vez más.

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Notas finales:

La idea nace en una noche tranquila, no es nada contra los miembros de la agrupacion ni mucho menos, solo mi humilde percepción de la gran actividad indivual de Taemin.

La historia estará publicada tambien en Wattpad.

 

¡gracias por leer!


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