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Alfa cincuenta y seis por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Los personajes de KHR! pertenecen a Akira Amano-sama, la historia, toda guarra, es mía. Esto es divague de fans para fans.

Notas del capitulo:

Por el cumpleaños de Colonnello-Husbando.

+ : : : : +

El viento arrastró las gotas de lluvia hacia el ventanal que al estrellarse comenzaban su lento descenso hacia la cornisa del otro departamento; hacía una semana con éste clima y el reporte indicó bajas temperaturas para próximas jornadas. Colonnello mesó sus rubios cabellos, regalando un profundo y cansado respiro hacia el vidrio, el calor que despedía desde el interior de su cuerpo emborronó las formas de los árboles al otro lado, percibiendo sólo el eco del incesante goteo del agua sus ojos se redirigieron a la silueta que ocupaba su cama desde hace dos noches.

–¿Reborn-kora? –soltó bajito y al no recibir respuesta, tomó una chaqueta con gorro, se calzó botas cafés y salió a caminar. Necesitaba este tiempo a solas y a pesar de que el moreno no le interrumpía el torrente de pensamientos, tenerlo cerca avispaba la mente hacia otro lado. Inconscientemente tomó camino al parque más cercano, por un momento en su rostro se dibujó una sonrisa, ¿de qué?, ¿por qué? Un niño con linterna en mano y en busca de insectos levantó la mano en signo de rápida invitación para jugar, Colonnello abdicó antes de acercarse más de dos pasos, inclinó la cabeza y lanzó un par de recomendaciones al infante antes de desaparecer en la siguiente esquina.

Ahora que vagaba por calles casi desiertas, quizá él encontrase su propia forma de entretenimiento, aunque tenía una importante decisión que tomar, podía darse el lujo de andar tranquilo, al menos, unas horas. Caminaría hasta que el concurrir de personas se hubiese estandarizado a un domingo por la mañana, y después de allí, ¿quién sabe? Tal vez diera vuelta atrás para entregar una respuesta favorable a un Reborn que seguramente estaría molesto por aventurarse despreocupadamente y sin su permiso. Esa simplísima idea fue divertida.

 

Somnoliento, Reborn extendió la mano buscando con el tacto el cuerpo de Colonnello. Restalló la lengua cuando el frío del otro lado de la cama evidenció la ausencia por varias horas. Al ponerse de pie llamó un par de veces por idiota sin resultado. Un enfado lo dominó al ver que la sombrilla continuaba en su lugar junto a la puerta mientras continuaba la lluvia… ese estúpido se había escapado sin contestarle su propuesta y dar un paseo sin protección. Por suerte, su ánimo obsesivo había prevenido dicho hipotético, todo lo que tuvo que hacer fue extraer su teléfono celular del saco negro que aguardaba en el respaldo de la silla cerca del computador, pulsar un par de comandos y listo, gracias al chip en la bota derecha del rubio idiota obtuvo su ubicación precisa.

 

–¿Latte? –preguntó ligeramente sorprendida la chica detrás del mostrador de la cafetería preferida de Colonnello.

–Sí-kora, tendré que omitir el irlandés por un tiempo –se encogió de hombros. Sacó su cartera y de repente supo que este día también contaría con guardaespaldas, sin voltearse elevó la voz para hacerse oír en medio del gentío –. Debí imaginar que me encontrarías.

–Casi te pierdo de vista –se colocó con suma galantería a su lado, rodeándole la cintura con el brazo izquierdo –. Expreso, por favor –galante miró de perfil a la chica.

–Sí, por supuesto –apresuradamente recibió la tarjeta que el caballero de negro le extendió, casi teniendo miedo que la elegancia de los movimientos de ese hombre la paralizaran en su sitio sin la menor alternativa.

–De vez en cuando viene a bien un respiro-kora –sonrió conciliador retomando la charla con su cazador sentados lado a lado, por dentro guardó el bochorno que le causaba estelarizar la escena.

–Interesante lugar –dirigió la blanca taza a sus labios sin despegar la mirada de su objetivo –, debiste despertarme.

–Me es difícil acostumbrarme a rendir cuentas –recargó la barbilla en la mano, evitando los inquisitivos ojos negros, mirando por la ventana.

–¿Soy un estorbo? –bufó fanfarrón.

–Falta de costumbre-kora –subrayó –, si quisiera huir de ti tendría que hacerlo desnudo puesto que sé que sembraste un puto localizador en todo mi guardarropa, ¿qué te divierte tanto-kora? –una palpitante vena sobresalió de su sien derecha observando que Reborn usaba la mano para guardar una carcajada.

–Te diste cuenta.

–Por supuesto que me di cuenta-kora –se cruzó de brazos –, creí que me darías tiempo suficiente para meditar… ya sabes… -rodó los ojos –, pero no, te instalaste en mi casa.

–¿Por qué te fustigas de esa manera? –dejó que el calor del café bailase con el humo de su cigarro recién encendido –, todo podría terminar de maravilla si dices que sí, de otra manera –estiró la mano y con dos dedos recorrió el cuello del rubio –, te preñaré a la fuerza sometiéndote por el puro libido que en ti despierto cuando yo lo decida.

–Palabras cínicas de un fecundador nato-kora –soltó con desgano –, pero no quieres eso, o al menos de esa manera no. Maldito megalómano de mierda-kora.

–Mi propuesta es la misma y eres a la única persona a quien se la diré–dio una calada al cigarro y expulsó el aire lentamente –, sé mío y te follaré por el resto de mis días.

–Romántico empedernido-kora –a pesar de que ambos sostenían la plática con seriedad, le causó gracia. ¿Quién iba a pensar que elegir al asesino a sueldo más peligroso del Hampa atraería tantas consecuencias? Y todo había iniciado porque…

 

Los siete seres humanos más fuertes del mundo adquirieron la calidad de miembros del Arcoiris: guardianes de los pacificadores en eterna forma de infantes y tal categoría también traía como consecuencia aparejada siete alfas con alta capacidad de fecundación, durante más de cinco generaciones se había mantenido en esa constante, sin embargo, cuando Colonnello pudo temporalmente retomar su forma adulta, el sentido de alerta despertó, aunque era difícil describir cómo se sentía, pensó que lo mejor sería ocultar su condición de Omega a los demás al menos,  en lo que la controversia entre los arcobalenos terminase, al fin y al cabo regresar a su cuerpo original era medida provisional ya que para permanecer así debería ganar su equipo a los otros seis.

Muy dentro de él sabía que las probabilidades no estaban a su favor, ello se confirmó cuando en el transcurso de la contienda, Reborn reveló que tenía el poder suficiente para romper la maldición por sí mismo, provocando unos celos enfermizos en el militar y, por otro lado culpabilidad, pues reconocía que la nieta de Luce era quien merecía librarse de un castigo peor que el suyo. Aun así por un centellante momento egoísta deseó ser libre. En la conclusión de la competencia y al tener sus formas de bebés se les dictó un regalo de parte de Byakuran Gesso “Crecerán a partir de hoy”.

Declaración recibida más que sorpresivamente, la conflagración de sentimientos desbordó en dicha. Desde ese momento Colonnello atravesó diez años para decidir qué haría consigo mismo cuando arribara el momento de elegir pareja.

 

–Colonnello, ¿quisieras casarte conmigo? –dijo Lal con extrema suavidad, entrelazando sus dedos con los de él.

–No-kora –respondió en un santiamén.

–¿Por qué?

–Esto –recuperó su mano y extrajo de su pantalón un pequeño objeto consistente en un frasco a medio llenar de pastillas blancas –, resulta que son supresores. Ahora que todos tenemos forma adulta y cada uno de nuestros compañeros hace su sagrada voluntad, he decidido confesártelo.

–¿Cómo es eso posible? –su voz más que sorpresa denostaba indignación y ofensa –, tu condición de arcobaleno…

–Debió hacerme todo un campeón-kora, sí, ya me sé ese cuento. Sin embargo esto soy y ganaría nada mintiéndote.

–Que seas así no cambia lo que siento por ti. –aunque por dentro se preguntó «¿O sí?» -, podemos vivir juntos, yo cuidaría de ti.

–Mira, te quiero como la mentora y hermana mayor que siempre has sido, pero créeme lo que tú buscas y lo que yo busco son cosas muy diferentes-kora.

–Sorpréndeme por segunda vez este día, Colonnello –le retó.

–Yo quiero aprovecharme de ser un Omega para provocar ciertos disturbios, será divertido… mientras que tú lo único que pretendes es causar celos…

Colonnello se equivocó en una parte pues sí gano algo: una estruendosa bofetada.

 

Después de tan amistoso diálogo con su cuasi hermana, supo que el momento de exponerse había llegado, la oportunidad se presentó a partir de esa inesperada proposición y por ello convocó una tarde a finales de mayo al resto de arcobalenos.

−¡¿Cuándo pensabas decírnoslo?! -chilló Skull, arrancándose los cabellos. 

−Ah, pues hoy-kora. 

−Estás haciendo un escándalo, shie. 

−¡Es Colonnello quien lo provocó!

−Oh vamos, no era mi intención –bufó.

−Aun así, un arcobaleno omega, es todo un evento –hablo Viper −. Han sobrevenido generaciones sin que un hecho así diera a lugar.

−¿O sea que soy especial? –rodó los ojos –. Estás sugiriendo que me venderás en pedacitos, ¿no?

−Por supuesto que no –contestó –sería vender cierta parte de ti, la rentable, a veces un rato, a veces toda la noche. Estoy hablando de un negocio muy lucrativo.

−No me interesa. Los cité porque creí que deberían saberlo pero, a la vez, no quiero que lo divulguen. Al menos hasta que tome mi decisión.

−¿Sobre qué?

−Buscar pareja.

−Víctima de las circunstancias –terció Verde –, te verás en una vorágine en la que cualquier Alfa querrá marcarte los colmillos y no podrás evitarlo aunque te resistas con todas tus fuerzas.

−No lo creo –replicó Fong con gesto tranquilo –, ante la presencia de cinco Alfas y está como si nada.

−¿Quizá se deba a mis efectivos supresores? –fanfarroneó.

−Déjame examinarlos -dijo Verde, que sin ocultar su ánimo ansioso dirigió su mano hacia Colonnello, casi como si quisiera extirparle él mismo el frasco que traía el rubio en el bolsillo trasero de su pantalón, de no ser porque Reborn, que seguía pegado a la ventana y detrás de Colonnello, intervino, atrapando la mano del arcobaleno del trueno.

−Paleto de cuarta -sonrió -¿Eres tan experto que con sólo verlas sabrás lo que necesitas? –inquirió apretando la muñeca del científico con absurda fuerza.

El militar suspiró y se apartó, dejándolos argüir. En eso, Skull se recargó en su hombro para susurrarle cosas al oído que le provocaron risa, ello coadyuvó al rompimiento de la discusión, los contendientes se separaron y el moreno recuperó su lugar a espaldas del rubio. 

−Como sea -finalizó Verde −. Es algo que debo estudiar, accederé a guardar tu secreto si me permites analizarte en mi laboratorio, a solas. 

−No son buen conejillo de indias, ya te lo he dicho en varias ocasiones -se rascó la nuca −Sólo quiero pedirles que me guarden el secreto por un tiempo. Les deberé un gran favor.

−Hecho -dijo Reborn, para sorpresa de todos, primero -. Quiero cobrarlo ahora.  -inmediatamente se percibió un cambio en el ambiente, despertándose miradas lúgubres en más de uno de los presentes.  

−¿Por qué la urgencia? -preguntó Colonnello, sintiendo una gota de sudor caerle por la sien izquierda mientras sonreía con nerviosismo. 

−El tiempo me es relativo, por mis propios intereses estoy dispuesto a cooperar contigo, pero alguien más no -con el señalamiento de sus dedos índice y corazón bastó para que todos miraran por la ventana. 

−Pero qué mierda... - se le secó la boca, Colonnello se quedó sin palabras como si de repente se hubiese construido un dique en su garganta que le impedía arrojar cualquier sílaba. Una enardecida horda comenzó a llegar a través del bosque y se instalaba en el enorme patio usando como estandartes flores, armas, dulces, todos cerniéndose con un firme y concreto propósito del que se enteraron al tenor de su demanda: 

−¡¿Qué queremos?!

−¡A Colonnello!

−¡¿Cuándo lo queremos?!

−¡Ahora!

−¡¿Dónde lo queremos?!

−¡En nuestra cama!

 

−Lal Mirch -masculló después de beber dos sonoros tragos del vaso con agua que alguno le había ofrecido; absorto admirando el espectáculo de cortejo masivo que se vivía fuera de la mansión que Colonnello ocupaba en Mafia Land –. Debo salir de esta Isla, necesito que me ayuden, amigos... -por el cuerpo le recorrió un escalofrío al escuchar el seguro de una pistola siendo quitado, sigilosos pasos sobre la alfombra, que su experiencia le indicó, estaban posicionándose para atacar, un leopardo que se agazapa, esperando el momento justo para cernirse sobre su presa para clavar sus hambrientos colmillos -¿Amigos? -volteó lentamente, constatando sorprendido que Viper, Skull, Verde, Fong y Reborn habían formado un semicírculo donde todos dirigían sus armas entre sí. 

−Caballeros, hagamos esto divertido -declaró Reborn que era el más próximo a la ventana, ergo, al rubio que por un segundo más estuvo bajo el influjo de la incertidumbre, sin embargo, el moreno, con un par de palabras lo trajo de vuelta -Obedece a tu instinto, miliciano, ¿a quién eliges? 

En ese instante, la mente de Colonnello fue atravesada por una pregunta ¿Realmente tenía opción? Desde un principio Reborn había tomado la delantera eligiendo un punto estratégico, dibujado el contexto, pues convenientemente Yumi, la sobrina putativa del hombre más fuerte de la mafia, se colocó a su izquierda, por lo que la posición del rubio estaba asegurada.

Una jugada en la que Reborn encarnaba al Paladín y Colonnello el premio. Un juego sin lógica, sin honor y sin salida.

El rubio miró hacia abajo y, por obra del destino, reencontró una pelota anti estrés que, en una noche había lanzado hacia la pared, y la arrojó al moreno.

−Reborn, yo te elijo.

 

 

El verano desplegó su presencia con fuerza. Dio dos más vueltas sobre la pista de carreras dejando que se bronceara su varonil espalda bajo el implacable sol de Verona, paró a refrescarse, pasando una blanca toalla sobre su faz y dejándola en el hombro para beber agua. Sabía que tenía supervisión, y más de un mirón curioso de la servidumbre por cada paso que daba, pero el imperdible que se aferraba al revés de la banda militar sobre su frente impedía que alguien más se le acercase en un rango de diez metros. De nuevo pensó que además de ridículo podía tildarse de antihigiénico, mira que tener cabellos negros de Reborn entre los suyos para alejar a cualquier otro ser que no fuese el legítimo dueño de las ebras color ébano… pero, era eso, o tener relaciones consensuadas con el rey de la megalomanía y, en dicha ceremonia, recibir la tan mentada marca. Y sinceramente, no estaba listo ni dispuesto a rendirse sin pelear, o al menos ofrecer resistencia digna.

−Faltas a tu palabra, soldadito de plomo –así empezó la discusión la primera noche que compartieron techo en Italia.

−Te elegí, ¿o no? Nadie más que tu tuvo el privilegio de sacarme de esa cuna de lobos hambrientos –recorrió la mirada el departamento de Reborn –¿Dónde dormirás?

−Contigo.

−Claro… que no –sonrió –, no quiero que vuelva a ocurrir-kora –dijo aludiendo a la apoteosis en Mafia Land –. Necesito más medicamento, ¿Dejarás que Shamal venga?

–No.

–Estás demente-kora, iré a buscarlo yo mismo –frunció el ceño y dio media vuelta con dirección a la salida.

–Soy la única protección que tienes en este mundo.

Congelado quedó en el piso, era cierto que Reborn insistía pero con él, al menos, tenía la seguridad, a veces, de que no lo marcaría en contra de su voluntad, cosa que nadie allá fuera le garantizaba.

Entendía que sus circunstancias actuales de princesa encerrada en un castillo custodiada por una terrible bestia, eran consecuencia de su descuido y exceso de confianza, pero no concedía que tal confinamiento también conllevase al matrimonio de la doncella con el dragón; de allí que cuando Reborn le presentó la villa en Italia, después de una épica presentación…

 

–¡Reborn, podemos hacer esto de la forma fácil o de la difícil! ¡Tú decides!

–A mi manera, entonces –con la derecha señaló con el cañón a cada rival y con la izquierda se hizo del rubio que se guardó toda protesta para evitar que su voz sonase avergonzada.

Con estrépito se rompió el cristal de la ventana y el moreno saltó hacia atrás llevándose a Colonnello a rastras.

–¡Miren, en el techo, allá! –uno de los admiradores apuntó hacia arriba y en parvada todos se lanzaron hacia el moreno que se había atrevido a sustraer a la manzana de la discordia, mientras ésta se odió a sí misma, ¿qué mierda le cruzó por la cabeza cuando creyó buena idea ir con la manada de lobos más influyentes del universo y pavonearse como Omega?

–¡Suéltame, idiota-kora! –al echar un paso atrás para librarse, en contraposición, el idiota le jaló de la muñeca para robarle un beso que dejó estoico a más de uno de los presentes. Primero el pánico se apoderó del arcobaleno de la lluvia, pero lentamente, el ósculo de su compañero le estaba robando algo más que el decoro: la voluntad, y fue cuando recordó que Shamal al medicarlo le había advertido que por más efectivo que fuese debía evitar ser estimulado por cualquier alfa de primer categoría si quería mantener el dominio de sí mismo.

El aire se impregnó de un dulce olor a flores, estremeciendo de pies a cabeza a todos, incluso Reborn sintió que se le embotaban los sentidos hasta el punto de olvidarse de que estaba presumiendo y enfocar todo en atraer a Colonnello, masticarlo, absorberlo hasta que quedara nada. La esencia del rubio, ese perfume, estaba sometiéndolos al punto de dibujar en sus rostros signos de alabanza, sin embargo, poco a poco su instinto les llevó al egoísmo y recordaron que compartir era de estúpidos.

Un hilo de saliva todavía unió a los amantes en el techo, el omega temblando y aferrándose, mostrando una suplicante mirada y una endurecida entrepierna.

–Él es mío –la voz del moreno sonó sofocada, su corazón latía rápido, debía reponerse si quería salirse con lo suyo –, quien busque siquiera colocar un solo dedo sobre él, recibirá la muerte.

–«Qué dialogo más cutre» -pensó más de uno, pero eso no cejaba el empeño de los demás. Colonnello no tenía marca, ahora podían olerlo con toda claridad, sin embargo el moreno dejó de conservar su neutralidad y emitió sus llamas doradas para constatar su fuerza, hizo una señal rápida a Yumi que asintió en silencio y después de pedir disculpas a un rubio que la miró sin entender, convirtió al arcobaleno de la lluvia en infante de cinco años y ante el asombro de todos Reborn se esfumó cargando a un enfurecido Colonnello bebé, cuyas patadas terminaban en las costillas del sustractor que sólo lo miró condescendiente.

 

En el transcurrir de los días, su consciencia le clavó un avisó que debía atender urgentemente: empezaba a ver el fondo ambarino del frasco de supresores. Lo peor es que no sabía si podía resistir, incluso medicado, su próximo período de celo. El cénit de la fertilidad. Se mordió el labio y dejó que el frasco rodara entre sus dedos. Desde que había llegado a la mansión de Reborn, tenía miedo de doblar cada esquina y encontrarse con él, cuando sí ocurría evitaba mirarlo a los ojos. Este tiempo que hubiera servido a su propósito de buscar a la pareja destinada tenía que desperdiciarlo viviendo con el miedo de perder el raciocinio, batalla inútil contra el instinto. ¿Qué otra cosa le había explicado Shamal? ¿Toda una semana buscaría colmarse únicamente de placer? El ritmo de su pulso se aceleró. Nada para asustarse, se trataba de un tipo normal de excitación con la cual podía lidiar… antes de asumir su puesto en el arcoíris.

Un tema recurrente en su psique era lo ridículo que eran los seres humanos, por un lado la civilización rechazaba a los omegas por ser capaces de producir vida, esa anti naturalidad les gana el desprecio de ciertos sectores y la vanagloria en otros, pues la tasa de éxito en fecundación de un alfa y un beta es bajo, y para que un ser humano nazca alfa u omega, sin asomo de duda, deben reproducirse entre estos dos factores, luego entonces, Colonnello se había convertido, de la noche a la mañana, en un objeto de concepción. Nada más.

 

Con decepción salió de la ducha al darse cuenta que su fiebre no había cedido con el agua fría. Cierta sensación de rechazo hacia sí mismo le despertaba repugnancia a pesar de estar impoluto su cuerpo. Respiró hondo, se recostó en la cama con la bata abierta, extendiendo sus piernas a lo largo del colchón, llevándose a la nariz su banda militar donde reposaba el imperdible con los cabellos de Reborn. Así comenzó a seducirse, teniendo entre su mano la propia e inhiesta hombría.

Los latidos de su corazón alcanzaban su pecho, lo tocaban con furia, queriendo salir disparados en cualquier dirección que no fuese en esa prisión de carne. Una vez… aunque sea una sola vez le gustaría tener a alguien que le diera afecto con enloquecedora pasión. Sus dedos ya no prestaban atención a su pene, se los introducía en las nalgas, simulando penetrarse. No iba a resistirlo más. Necesitaba a alguien.

Con la necesidad al tope, se aventuró a salir de su cuarto, se apoyaba en la pared mientras con pasos vacilantes recorría el pasillo en busca de Reborn.

«Por favor… por favor… » -maldijo la hora en que exigió albergarse en la habitación al extremo opuesto a la del moreno. Ahora sí recurría a Reborn, por sus motivos egoístas hoy quería utilizarlo, la vergüenza y el asco por un momento le embargaron la libido y se dejó caer después de doblar la esquina. Qué patético. De saber que acabaría, hubiera permanecido en eterno anonimato, aunque eso le llevase a una soledad igual de perenne. Lágrimas de rabia brotaron de sus ojos ardientes y cayeron sobre la cara alfombra, al abrir los ojos su mente le jugó mal, no recordaba que hubiese ninguna moqueta negra… no. Había unos zapatos negros recibiendo la prueba de su desgracia.

Al levantar la cabeza sus miradas se clavaron mutuamente. Reborn, de pie, tal alto y soberano, con labios firmes se reservó toda palabra, pues sabía que si abría la boca, su lengua lo traicionaría, mostraría la debilidad que provocaba en su ser ver a Colonnello tan indefenso, porque expondría que desde el primer beso ya quería servirle toda la vida. Protegerlo. Tenerlo para sí, nadie más.

Fue el olor desprendido de cada poro de la piel acanelada lo que lo atrajo irremediablemente al ala este de la villa. Sabía lo que le esperaría si continuaba buscando, pero por nada en el maldito mundo permitiría que alguien más captara el celo que Colonnello padecía.

El rubio extendió su temblorosa mano hacia el moreno, pero un pinchazo de su conciencia le recordó el peligro y la regresó a cubrir su nuca. Lo que despertó la furia del alfa, que se arrojó con él al piso, plantándole un forzado beso, lleno de ansiedad y hambruna. Colando la mano izquierda entre las húmedas piernas de Colonnello, gimió en consecuencia, abriendo la boca para excitar al activo que creía explotarle la cabeza. El rostro de Reborn reflejaba una diáfana locura, plagada de deseo y en extremo intimidante que hizo sucumbir el último grano de arena del reloj de su raciocinio.

El cuerpo de Colonnello, más que listo para recibirlo, lo exigía. A pesar de que el celo había lubricado en exceso al omega, Reborn era demasiado grande incluso entre los suyos, la exclamación de Colonnello alcanzó el techo. Se aferró a la espalda de Reborn, arrugándole la ropa, gimiendo muy alto su nombre, pidiéndole que se moviera, saciara su hambre, lo sacudiera dentro, haciendo un desastre que diera mucho de qué hablar.

La fricción contra la alfombra ocasionó el enrojecimiento de su espalda, pero era más calcinante el calor en su vientre. Era delicioso impregnarse del sudor de Reborn, su aroma, mejor aún, someterse al imperio de un hombre más fuerte que él,

–Tan grande… -balbuceó Colonnello, en respuesta, los movimientos del activo aumentaron de velocidad. La estrecha cavidad empezaba a contraerse, las paredes anales apresaban la hombría del moreno con placentera fuerza, queriendo extraerle todo, tal como su naturaleza dictaba.

–Por favor –clamó besando el cuello de su captor –… no te detengas… 

«Qué odioso –injusto– eres». Pensó.

 

En la cama, ambos estaban acostados de lado, Colonnello se mordía el dedo pulgar mientras la potente virilidad del moreno lo atravesaba, sentía el corazón de Reborn pegándosele a la espalda. Éste tomó el interior del muslo del rubio para elevarlo, penetrándolo más rápido, con más enojo. Tenía plena disponibilidad la nuca del omega, en este mismo segundo podría imprimirse en su piel, pero la furia cegaba su necesidad primigenia.

Colonnello no lo quería para compartir la vida con él.

Sólo lo necesitaba por esta noche. Cómo lo odió por eso.

 

 

–Reborn…

–No –dijo, cortándole el diálogo, sin despegar la mirada del periódico. La verdad, le era imposible concentrarse en las noticias, mantenía el papel en alto para ocultarse del rubio que se retorcía en el piso, a sus pies. El zumbido también contribuía a quitarle la atención al mercado de valores.

Colonnello, desnudo, tenía las manos atadas hacia atrás, por más que intentaba librarse de las amarras, era inútil porque el consolador vibraba en su máxima potencia, arrancándole toda necesidad de ser libre, sino con la única necesidad de ser objeto de lujuria.

–Hunm… Mmm… Re… born… Nnm… -con una venda sobre los ojos, a pesar de que el cuarto estaba saturado del perfume de Reborn podía intuir el lugar donde éste se encontraba, su olfato estaba lleno de la marca territorial del macho. Toda la villa se había convertido en el nidito de amor. Nunca se hubiera podido imaginar que la esencia de un alfa estaba para dictar órdenes sin incluso abrir la boca y cuyo rango abarca kilómetros.

El estertor de una pequeña y dulce muerte, llevó a Colonnello al orgasmo, manchando la alfombra con su esencia blancuzca. En eso, Reborn bajó el periódico, viendo que el rubio todavía movía sus caderas, queriendo más. Mientras el alfa sabía lo que el omega quería, Reborn (el ser consciente y vengativo) jamás le proporcionaría lo que se le pedía.

Se aproximó a la presa, hincándose cerca de ella, dejando que su dedo índice recorriera el cuerpo de Colonnello a todo lo largo, sintiéndole estremecerse y susurrar su nombre como en improvisada plegaria. Detuvo su peregrinar sobre el glúteo derecho, deslizándose peligrosamente sobre la punta del consolador que sobresalía. Lo extirpó y comenzó a estimularle con dos dígitos.

–No… no… tus… dedos –abundante saliva escapaba de la comisura de los labios del penitente.

–¿Qué quieres? –el corazón del moreno late deprisa, quiere amarlo, amasarlo, pero también quiere venganza.

–T… Tu… verga… te lo… Mnnmm… suplico… -estando en su tercer día de celo, incluso la muletilla había olvidado en algún lado. Escuchar el zíper descendiendo fue la más celestial música que jamás había escuchado, sentir la punta de la hombría de Reborn lo hacía arder en anticipación –. Hazlo… fóllame duro y… -aquí ya sabía Reborn lo que le sería pedido –, córrete dentro…

–No –repitió. De una estocada entró en Colonnello, cuya espalda se arqueó felinamente.

El celo tenía una función, desencadenar la razón. Dictándole una simple orden: reproducirse, obtener la semilla de un alfa en sus entrañas para concebir le regresaría a la realidad a la par que mantendría alejados a otros cazadores sin tener que recurrir a amuletos hechos de cabello; empero, Reborn no se entregaba. Sabía que Colonnello estaba en su período de fertilidad máxima, y con él como alfa quedaría preñado indubitablemente.

El rubio quería disculparse, quería decirle que lo aceptaba sin reparos, pero esos momentos de flaqueza eran reconocidos inmediatamente por el moreno. Lo silenciaba con candentes besos y caricias mórbidas, porque si escuchaba esas palabras, terminaría el tiempo de castigo y dios sabía que todavía no era suficiente, su ego debía recuperarse de los múltiples rechazos.

 

 

El séptimo día Colonnello lo pasó solo en su habitación. Remordiéndolo el vergonzoso comportamiento de la última semana. Cuando su celo hubo pasado, se quedó más de una hora en el baño. Se sentía demasiado flojo de cierta parte. No sabía a dónde había salido Reborn, pero sí sabía que tenía que hablarle. La discusión fue breve, pues ambos ya tenían fijados sus diálogos.

–¡Dime qué quieres de mí y lo haré-kora!

–Quiero que cada parte de ti me elija –contestó –. Tu necesidad, tu instinto, tu raciocinio, tu locura. Lo quiero todo. Y que te entregues a mí, con todo lo que eres capaz de dar.

–Te daré una respuesta-kora –prometió –, pero no la obtendrás si continúas teniéndome recluido aquí, tendrás que regresarme mi libertad, quiero regresar a mi vida normal.

 

 

Se mudaron a un departamento de Colonnello en Japón. El asesino de negro examinó los alrededores con gesto aburrido y, ciertamente, despectivo; el anfitrión rodó los ojos con gesto divertido, mientras abría la puerta que daba al balcón. Poco a poco, peligrosamente, se estaba acostumbrando a estar junto a él. Pensó que quizá se debía a que ya habían estado unidos, en más de un aspecto, y que las malditas hormonas estaban jugándole mal.

 

 

−¿Estás con Reborn? –trató de recuperarse del asombro.

−Sí-kora –enarcó una ceja –. Creí que había quedado claro.

−No –agitó las manos –, debí exponer todo mejor, quiero decir –se aclaró la garganta –, lo tuyo se mantuvo en el más absoluto secreto hasta para mí –comenzó el Décimo Vongola –, pero a partir de lo ocurrido en Mafia Land investigué qué otra cosa me ocultaba Shamal, aunque no terminó muy bien –distraídamente se rascó la mejilla izquierda donde todavía se veía la marca inconfundible de la picadura de insecto –, sí obtuve otra información que me conmocionó.

−¿Podrías dejar de dar vueltas-kora?

−Perdona, pero es que no entiendo cómo has estado todo este tiempo sin su marca.  

−Lo rechacé un par de veces y me está castigando por ello.

−Es que tendría que ser imposible para él resistirse a hacerlo. Su sangre así lo exige.

−Cualquier alfa se sentirá atraído por eso-kora –replicó con cansancio.

−No si está destinado –se avergonzó del rumbo que había tomado la conversación pero sabía que Colonnello no se iría ahora que había empezado a confesar –. Conforme a la investigación fue dando frutos Shamal me dijo que es un fenómeno exclusivo de esta generación, y si buscas bien entre las pertenencias de Reborn debe haber algo así –de un cajón de su escritorio, una cajetilla –. Por cada contra, hay un pro. No me malinterpretes, pero la mitad del mundo quisiera estar en tu lugar, y la otra mitad en el lugar de él.

−¿Qué es…? –arrancó la etiqueta negra que al reverso se encontraba, con caligrafía reconocible, una simple palabra inhibidores. Eso sólo podía significar una cosa, pero la conclusión a la que eso le orillaba le causó un vuelco en el corazón. 

 

 

Intempestivamente abrió las puertas, sacó cada cajón de su lugar, buscó con desesperación estúpida en cada rincón de su apartamento y no encontró más medicación que la propia. Lanzó un golpe a la pared y se dejó caer a las espaldas del sillón hasta terminar en el piso.

−¿Te diviertes? –inquirió el moreno inmutable en el sillón individual. Con risa oculta había presenciado el evento circense del rubio perdiendo los estribos por una razón que intuía pero quería fingir que no. Como el vil manipulador que es.

−Sí-kora –soltó una maldición para sus adentros. Todo era un desastre –, debió serlo más para ti.

−Nunca tuve competencia seria.

−Eres un monstruo.

−Eso es lo que te gusta –escuchó la risa de Colonnello.

−Idiota-kora –el crujir de la ropa le indicó al asesino de negro que el militar estaba incorporándose, un segundo después lo tuvo enfrente –. Márcame.

−¿Dónde quedó el romanticismo? –le jaló por los glúteos hasta tenerlo sentado sobre él, hizo un amago de entregarle un beso pero retrocedió en medio de una ladina sonrisa –. ¿Qué pasaría si al final decido dejarte ir? –preguntó. El rostro de Colonnello mostró desolación y esa leve mortificación en su palpitar enderezó al moreno que automáticamente clavó su nariz sobre la clavícula. 

−Tranquilízate o alertarás a los vecinos –sentía estremecerse cada fibra de su cuerpo, qué fácil podía caer ante la naturaleza del rubio que estaba hecho para él.

−No puedo si estás aquí-kora –articuló con dificultad, dejando que Reborn metiera las manos y tuviera libre acceso a su piel.

−¿Recordando nuestra luna de miel en Verona? –con suaves movimientos los dedos índice y pulgar derechos jugaron por turnos con los pezones del rubio, mientras que la izquierda descendía hasta su cintura.

−Rápido-kora –con movimientos entorpecidos por la urgencia, desabrochó el cinturón y bajó el cierre, mientras le regalaba ansiosos besos, sin embargo el moreno se mantenía quieto y eso lo aterrorizaba –. No me rechaces –soltó con vocecilla suplicante.

−Tú empezaste.

−No vuelvas a eso-kora.

El moreno decidió que el mejor campo de batalla estaría en el suelo, así que empujó ambos cuerpos en un suspiro, tomó la mano del omega para ponérsela en el pecho para mostrándole su condición.

− Algo dentro de mi le eras urgente pero no lo entendí sino hasta esa noche –le susurró al oído –. Era insoportable verte cada segundo y no poderte doblegar −le apretó las muñecas, llevándolas por encima de la cabellera rubia –, creí que me volvería loco.

−¿Por qué-kora? –se le entrecortó el aliento al percibir el abultamiento del moreno entre sus piernas.

−¿Sabes lo difícil que es inhibir mi naturaleza? –comenzó a estimular ambas hombrías a través de la ropa a través de cadenciosos movimientos de pelvis –. Sólo basta un pequeño empujón más para que despierte una bestia que ni tú podrás soportar –dejó libres sus manos.

Vagamente recordó lo que Tsuna le dijo, si tú eres un prodigio, Reborn está hecho para relucir tus arpegios. Tenía un arma, debía dispararla ahora que todavía contaba con algo de cordura.

−Te amo… −El golpe fue certero, había encontrado el punto débil.

El aire se enrareció de modo inmediato. Una aguda tensión en el ambiente inmovilizó todos y cada uno de los movimientos del rubio, así que podía dedicarse a temblar ante la terrible mirada del Alfa.

Me comerá vivo…

Lo volteó con estrépito, sujetando la cabeza rubia contra la moqueta. La venenosa lengua del animal se paseó por su nuca y al fin los dientes, bañados en saliva, se hundieron en la blanda piel de Colonnello.

El rubio sintió un delicioso orgasmo bañarle el cuerpo entero. Por fin. Aunque no tuvo tiempo de digerir su impronta pues el órgano viril de Reborn tenía voluntad propia, se adueñó de su cavidad en una estocada que llegó hasta el fondo.

−¡Ahhhh!

Los rugidos que brotaban de la garganta del moreno eran fascinantes. No podía compararse a su primera vez juntos en Italia. Definitivamente no era capaz de ver lo ingenuo que había sido todo este tiempo, si éste Reborn hubiera estado con él desde el inicio…

Los varoniles gemidos tuvieron que danzar con la voz ronca del imperator. Un espasmo en el cuerpo del activo fue advertencia inútil. Reborn se corrió dentro de Colonnello. Con la respiración agitada, el moreno recuperó poco dominio de sí, se abrió paso a la euforia cuando se dio cuenta que no sólo semen escurría de la cavidad anal del rubio.

Surprise –ronroneó en un perfecto francés.

−¿Qué… es esto…? –se mordió el dedo índice. Una sensación indescriptiblemente placentera recorría cada centímetro de su piel, pidiendo más.

−Estás desbordándote –tomó ambas hombrías con una mano, recorriéndolas de cabo a rabo –, te retuerces como una perra, ¿qué hago contigo? –se ennegrecía su corazón con vileza al ver el claro desamparo del rubio que no sabía ni cómo hablar –¿Enmudecido? Deberías. Tu celo no debería haber llegado sino dentro de dos meses más –le mordió el labio inferior hasta sacarle sangre, posteriormente repartida en un fogoso beso.

−Re… Reborn… Cállate y fóllame… rómpeme… el culo… lo que quieras… pero métemela ya.

De una estocada estuvieron unidos de nuevo. Los labios temblorosos de Colonnello incitaban cual fruto prohibido. Un anhelo calcinante. La voz quebrada, naturaleza que bordea la lógica. 

−… Mnnn… sacude tu verga dentro de mí…

−¿Estás bien con ser tratado así? –balanceándose con más velocidad, usó el peso de todo su cuerpo para clavarse con fuerza –. Un militar digno de respeto, corriéndose una y otra vez al tener una verga en su culo.

−N-No.

−¿Me equivoco? ¿O es que cualquier falo te haría desfallecer?

−Sólo tú… haces que mi culo se sienta bien… -balbuceó –. Por favor, Reborn… córrete dentro…

−Ya lo hice –sacó su miembro, masturbándose.

−No… -gruñó –, se subió a horcajadas del moreno, con apoyo de la diestra, recuperando el pene del moreno para penetrarse –. Otra vez, quiero que lo hagamos una y otra vez –él sólo elevó y descendió sus caderas, sufriendo con deleite los espasmos.

 

 

Pegajoso. Abrió los ojos con lentitud y a su lado estaba durmiendo, cual criatura celestial y despreocupada el actual dueño de su vida. Se tocó la nuca, notando las hendiduras y bordes causadas por la fuerte mordida. Levantó la sábana y colocó un dedo entre sus viscosas piernas. Se habían extralimitado anoche y eso había drenado todas las fuerzas del campeón, puesto que no se despertó a pesar de todo el ruido que Colonnello produjo al salir de la cama, arrastrarse a la ducha y cambiarse de ropa. Fuera llovía con fuerza.

 

 

Durante la caminata remembró cada suceso con detenimiento y ahora, en la cafetería[1], el moreno, sentado junto a él en la mesa, le atrajo por el mentón y le cuestionó si estaba pensando en otra cosa que no fuera él.

–Llevamos poco tiempo juntos y recién descubro que tú eres el contra de mi pro –refunfuñó –. Aunque ambos estamos en este barco, ya no importa las razones que nos pusieron en esta encrucijada, ¿verdad-kora?

El tono no le gustó nada.

–Sinceramente, no sé qué hacer-kora –dejó caer su cabeza después de un sonoro suspiro.

–¿Cuánto tiempo más vas a ocultar que a quien realmente quieres…? –estaba por comenzar un altercado en público pero no terminó la pregunta, pues Colonnello se tomó el atrevimiento de plantarle en el dedo anular un aro de oro en medio de una risa que detuvo la lluvia y esclareció el día.

 

+ : : FIN : : +

 


[1] Regreso al inicio de la narración

Notas finales:

Es irrisorio que alguien que nunca ha tenido una relación amorosa se ponga a escribir sobre apasionados amoríos, ¿No? 
Escrito y publicado en horas de trabajo porque YOLO.


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