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Memories por BombayLove

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Notas del capitulo:

La llegada de Subaru no sólo ocasiona que Ai tenga que hacer malabares para mantenerlo oculto dentro de su hogar sino, también, que haga malabares en el aprendizaje de las labores de un housekeeper.

Tanto Shota como Toma intuyen que sucede algo en torno a Subaru, pero no llegan a relacionarlo con Ai. Sin embargo, Ryo quien a pedido de Yuya, sigue a Toma, descubre algo que lo lleva a formar una alianza con Toma.

—Así que Erika quiere que vengas hoy con nosotros —le dijo Ryo a una Ai que parecía no estar allí—. ¿Ai?

—¿Qué? —le preguntó la muchacha, con un tono de voz lleno de furia por no haber podido dormir bien, ya que Subaru, desde que sintió el agua del océano bajo sus pies, no pudo salir de ahí y mantuvo a Ai despierta toda la noche.

—¿Oíste lo que te dije? —le preguntó Ryo, frunciendo el ceño—. ¿Qué fue ese tono?

—Ah… Lo siento… Es que no dormí bien…

—Parece que la fiesta hizo estragos contigo anoche —dijo Tadayoshi.

—Sí —dijo la muchacha, apoyando su codo izquierdo sobre la mesa, pero su pose fue rota por su padre biológico con un golpe sobre su brazo con el mango del cuchillo —. Oye…

—No apoyes los codos sobre la mesa —le dijo Tadayoshi.

—Perdón —le dijo Ai.  

—Hoy vienes con nosotros —le dijo Ryo, cortando un poco con el clima tenso que se había generado por unos momentos—. Si quieres seguir los pasos de Erika como housekeeper, debes conocer cómo es su trabajo, ¿no?

Ai asintió, sin acotar nada más. Pero por más que lo intentara, aunque físicamente estuviera en una reunión junto con vampiros y suppliers, su mente aún seguía en su hogar, preocupada por Subaru.

 

—¿Ai-chan? —llamó su atención Erika, al final de la reunión. La muchacha se le acercó.

—Dígame.

—¿Qué te pareció la reunión?

—Bueno… Como aún hay cosas que no entiendo… no podría decirle…

—¿Ryo no te lo ha explicado correctamente?

—Por supuesto que sí. Mis dos padres me han enseñado correctamente lo que sucede en la empresa, pero yo sólo conozco su trabajo, no el de Erika-san…

—En eso tienes razón —reconoció la mujer, con una pose pensativa—. ¿Qué te parece si vienes todos los días?

—Ahm… Sí… Bueno… Lo pensaré…

—No tienes nada que pensar, Ai-chan —le dijo Yuya, abrazando a la muchacha por detrás—. Erika-san no suele darle esta oportunidad a nadie. Serás su aprendiz. Y la primera, si no me falla la memoria.

—Así es, Tegoshi-kun.

Ai miró alternadamente a Erika y Yuya.

—Está bien…

—¿Qué sucede aquí? —preguntó Tadayoshi.

—Ai-chan aceptó ser la aprendiza de Erika.

—¿En serio? Eso es maravilloso, Ai.

La aludida le sonrió débilmente.

—Gracias —la muchacha miró hacia todos lados hasta encontrar lo que había estado buscando—. Si me disculpan —se excusó, dedicando una reverencia al grupo.

Tadayoshi siguió su alegre andar con la mirada, orgulloso de su hija.

—Kei-chan, voy a la oficina a descansar un rato —le dijo Shigeaki a Keiichiro, quien le sonrió.

—Nos vemos más tarde.

El aludido asintió con la cabeza y salió de la sala de reuniones, seguido por Ai.

—¡Shige! ¡Shige! ¡Shige!

El insistente llamado de la muchacha, hizo que el supplier se girara.

—Ai-san… ¿Sucede algo?

—¿Me llevas a casa, por favor? —Ai parpadeó varias veces, ocasionando que Shigeaki accediera a su pedido.

 

Apenas llegó a su casa, Ai fue corriendo hasta la torre, desde donde Subaru miraba el agua detrás de la arena.

—Buenos días —le dijo—. Vine en cuanto pude.

—Ai —mencionó su nombre el muchacho—. Buenos días.

—¡Ugh…! No sé si habrá sido el agua del mar o qué, pero apestas más que antes… No estaría mal que te dieras un baño…

—¿Un baño?

Ai encerró literalmente a Subaru dentro de su cuarto de baño, no sin antes abrir el agua y dejarle a mano un par de toallas. Desde el otro lado de la puerta, le dio todas las indicaciones que creyó convenientes para que tuviera una buena sesión de aseo.

—¿Terminaste? —le preguntó.

—Supongo.

—Agarra una de las toallas que dejé cerca de ti.

—Listo.

—Póntela alrededor de la cintura y… abre la puerta —Subaru abrió la puerta. Con una mano, aún sostenía la toalla que estaba alrededor de su cuerpo. Ai se giró para ir en busca de la ropa que le había conseguido y, que esperaba fuera de la talla de su nuevo amigo—. Mira cómo me pongo esto y tú haces lo mismo adentro, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Cómo pudo, Ai se colocó una camisa y un pantalón. Su corsé no le impedía colocarse la camisa mucho menos abotonársela, pero debido a la parte más ancha de su vestido, sí se le complicaba ponerse el pantalón. Frustrada, bajo la sonrisa de Subaru, terminó sacándoselo de un tirón.

—Cuando te lo pongas, súbete esto  con cuidado —le advirtió, en referencia a la cremallera.

—De acuerdo —Ai se sentó frente al escritorio que estaba entre la cama y el ventanal y empezó a hojear un libro—. ¿Qué es eso? —sin percatarse de la presencia de Subaru, la muchacha saltó sobre la silla—. ¿Estás bien?

—Sí, solo… me asustaste —reconoció la aludida, mirándolo luego de arriba abajo, sonriendo al notar que se había vestido correctamente—. Por suerte, parece que sí recuerdas cómo vestirte —dijo la muchacha—. ¡Ah! Y esto, es latín. ¿Quieres que te enseñe?

—Me gustaría.

—¡Muy bien! Entonces, empezaremos con las clases de latín. Yo voy a tener que ausentarme durante la mañana pero… podríamos reforzar cuando mis padres se vayan a dormir. Creo que podremos trabajar sin problemas por la noche.

—Como Ai diga…

 

El cielo anunciaba que se iba a desatar una tormenta en cualquier momento. Pero más que eso, le inquietaba lo que le había parecido ver la noche anterior. Una mirada brillante e incluso animal que había llegado a olvidar.

—Quizás sea remordimiento —soltó Toma, sintiendo el frío viento que golpeaba contra su cuerpo.

—Toma —lo llamó Yuya. Somnoliento, el rubio no había alcanzado a oír las palabras de su supplier. Toma se giró, le sonrió y lo abrazó—. ¿Qué haces?

—Nada, salí a tomar un poco de aire.

—Hace frío, volvamos a la cama —le pidió el más bajo.

—Claro.

 

Ryuhei se despertó intentando alcanzar el cuerpo dormido de su amante, pero abrió los ojos rápidamente al no hallarlo. Se sonrió con somnolencia al verlo frente a la ventana, como si quisiera ver más allá de la lluvia que caía en abundancia sin saber del todo muy bien desde cuándo.

—Yasu —lo llamó, apoyando su mentón sobre uno de sus hombros—. ¿Sucede algo? —a modo de respuesta, el más bajo se giró e intentó refugiarse entre los brazos de Ryuhei—. ¿Yasu…?

—Oí… la voz de Subaru…

—Eso es imposible —reconoció Ryuhei, alzando su rostro con la mano para poder mirarlo a los ojos—. Hasta Erika-san desconoce su paradero.

—Pero…

—Shh… No te preocupes. Y ya, vamos a dormir de una vez.

—Sí —dijo Shota, no del todo convencido, dándole un dulce beso sobre los labios.

 

Al día siguiente, Subaru seguía estudiando latín, sentado en el suelo rodeado de libros. Cuando miró hacia la silla donde había estado sentada Ai, la encontró profundamente dormida. Él se levantó y sacó una frazada de la cama para cubrir el cuerpo de la muchacha. Al sentir el contacto de la tela sobre su cuerpo, Ai se quejó, pero no lo suficiente como para despertarse. Tal acción le pareció tierna a Subaru, quien sonrió. Una serie de golpes sobre la puerta, seguido de un llamado para Ai, hicieron que Subaru literalmente se esfumara y, al mismo tiempo, que Ai se despertara sobresaltada.

—¿Ai? —la voz de Tadayoshi hizo que la aludida girara la cabeza en dirección a la puerta, la cual se abrió segundos más tarde—. Vamos a desayunar.

—Buen día…

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó, con una sonrisa, acercándose a ella y levantando los libros que estaban regados sobre el suelo—. ¿Latín?

—Estoy repasando —le dijo la muchacha, sacándole los libros de la mano—. El hecho de no hablarlo con nadie hace que pierda los conocimientos que tengo en el idioma.

Possis loqui admequisquam.

Non possumloquitecum —sonrió la muchacha.

—Te espero abajo —le dijo su padre.

—Sí —Ai suspiró cuando volvió a estar sola en su habitación. Se dio cuenta que había una manta sobre el suelo. Sonrió al levantarla. Sabía quién la había puesto anteriormente sobre sus espaldas. Salió hacia el balcón y miró hacia la torre—. Gracias.

 

Había pasado una semana desde que Ai había empezado a enseñarle latín a Subaru. Por algún motivo, su alumno absorbía muy rápido el contenido. Llegó a pensar que en menos de un mes, podría llegar a hablar el idioma como si fuera un nativo. Debido al cansancio, su papel de aprendiz de Erika se estaba volviendo cada vez menos llevadero, y eso sin mencionar la cantidad de veces que se quedaba dormida en las reuniones, y que ni con regaños de sus dos padres podía evitar.

—Ai —llamó su atención Ryuhei, palmeando su hombro, haciéndola trastabillar—. Oye…, ¿qué te sucede? —le preguntó, sonriendo debido a que la muchacha casi se cae al suelo.

—Nada, tengo sueño, ¿por qué? —repreguntó la aludida, luego de un gran bostezo.

—Por eso mismo. ¿Qué estás haciendo en la noche?

—Estoy practicando latín.

—¿Para qué? Si lo hablas muy bien…

—Por las dudas…

—Deberías darle más importancia a aprender de Erika-san. Tu futuro es ser housekeeper, no saber latín…

—Lo sé, pero… ¿Es realmente necesario? —le preguntó, en voz baja.

—¿Qué cosa?

—Ser housekeeper.

—Oye, tú quisiste serlo… O es eso o… seguir los pasos de tus padres —reconoció Ryuhei hincándose de hombros.

—¿No puedo ser secretaria como tú? —le preguntó, aferrándose a su brazo, con una sonrisa.

—Puede ser… Pero no creo que Tacchon lo quiera… Mira —Ryuhei se zafó del agarre de Ai y la agarró de los hombros. Pese al odio que había sentido por su madre, entre ambos se había creado un lazo cercano a la hermandad, y siempre era a Ryuhei a quien Ai le pedía consejos—…, debes enfocarte en esto. Erika-san sabe lo que hace, sino no te hubiera elegido como su aprendiz.

—Lo sé…

—Entonces, hazlo —finalizó, dándole una palmada en la espalda, ocasionando que estuviera por caer al suelo de nuevo. Esto hizo reír a Ryuhei—. En serio que estás dormida…

—Oye, Maru…

—¿Mh?

—¿Conoces el registro negro?

—¿El registro negro? Claro. Es el lugar donde está registrada la vida y obra de todos los seres que estamos o estuvieron aquí… ¿Por qué?

—Mhh… No. Por nada —dijo la muchacha, con una pose pensativa—. Nos vemos luego.

—Nos vemos —la saludó el morocho, quedándose intranquilo por la pregunta de la muchacha.

—¿Maru?

Shota llamó su atención. Al voltear a verlo, Ryuhei sonrió por la manera curiosa con la que estaba siendo observado.

—Yasu, ¿puedo pedirte un favor?

—Claro.

—¿Puedes seguir a Ai?

—¿A Ai-san? ¿Por qué?

—Mhh… No sé… Hay algo que me inquieta… Pero, quizás sea sólo mi imaginación —le sonrió Ryuhei.

—Ah… Disculpen —los interrumpió Yuya—. ¿Han visto a Toma?

—Mhh… No… ¿No estaba con usted? —le preguntó Ryuhei.

—Exacto, estaba —recalcó el rubio.

 

Sigilosamente, Ai entró a la oficina de Tadayoshi. Él aún seguía en la sala de reuniones, y tardaría un poco en llegar. Husmeando en todos los cajones, encontró la llave que estaba buscando: una barra de un metal brillante, rodeada de una fina cadena. Ai sostuvo el objeto entre sus manos y lo besó. Acto seguido, salió de la oficina y se dirigió al piso donde se encontraba el registro negro: un piso entero en el cual una incontable cantidad de ficheros a lo largo y a lo ancho del mismo contenía la vida y obra de cada una de los seres que habían vivido allí alguna vez, y a los cuales sólo unos pocos tenían acceso. Y Tadayoshi era una de ellos. Valiéndose de las habilidades enseñadas por Erika para pasar desapercibida, Ai entró al lugar y del mismo modo llegó al fichero correspondiente a Subaru, pero cuando intentó abrirlo, una barrera invisible se lo impidió, quemándole la mano en el proceso. Ai se agarró la mano, cerrándola en un puño, pero cuando volvió a abrirlo para ver las quemaduras, no vio absolutamente nada. Algo asustada por todo aquello, decidió que lo mejor sería dejar las cosas como estaban y volver a su casa. Al menos por ese día.

Sin saberlo, había sido seguida por Shota, quien la vio salir de allí.

 

Yuya estaba saliendo de la empresa cuando dio con las únicas personas a quienes no había preguntado por el paradero de su pareja.

—¡Ryo-chan! —lo llamó, antes de que ingresara al vehículo que lo llevaría de vuelta a su casa—. ¿Has visto a Toma?

—No, ¿por qué?

—¿Y tú, Tada-chan? —le preguntó al vampiro que ya estaba sentado sobre el asiento del automóvil.

—No, lo siento. Desde que salimos de la reunión que no lo veo.

—¿Adónde se habrá metido? —refunfuñó el rubio.

—¿Ocurre algo malo? —le preguntó Ryo. Yuya frunció los labios y se quedó mirándolo un largo rato—. ¿Qué…?

—¿Puedo pedirte un favor?

—¿Cómo puedo resistirme a esa carita? —retrucó el morocho, sosteniendo su mentón y meciéndolo con fuerza de un lado a otro.

—¡Oigan! —llamó su atención Tadayoshi, desde dentro del vehículo—. ¡Recuerden que yo estoy aquí!

 

Volviendo sobre sus pasos, Toma subió hasta la torre donde su insomnio había vuelto a aparecer. Se apoyó sobre el barandal alrededor de la misma y miró el lejano cielo azul extendiéndose a lo lejos.

—La primera vez que me pasó esto fue cuando te dejé encerrado… Despojado de todo… porque era lo mínimo que te merecías por haberte metido con Yuya —a su derecha, algo llamó su atención. Era un pequeño broche dorado con la forma de un ave. Se agachó para agarrarlo y lo examinó cuidadosamente con la mirada—… Subaru…

 

Ai, Ryo y Tadayoshi cenaban y comentaban lo sucedido ese día. La integrante menor de la mansión seguía sin encontrar marcas de quemaduras en su mano.

—Dime, Ai, ¿has visto a Ikuta-kun por aquí? —le preguntó Tadayoshi.

—No, ¿por?

—No, por nada. Curiosidad.

—¿Te aviso si lo veo?

—No, no, no. No hay problema.

—¿Papá?

—Dime…

—¿Cualquiera tiene acceso al registro negro?

Tanto Tadayoshi como Ryo miraron a la muchacha ante semejante pregunta.

—¿Por qué quieres saberlo? —le preguntó Tadayoshi, con una sonrisa—. Todo lo que quieras, puedes preguntármelo a mí o a Ryo-chan.

—Lo sé, pero… Es sólo curiosidad —se sonrió la muchacha.

—Verás, Ai, sólo las personas que Erika elije son las que tienen acceso a esos archivos. Son sumamente importantes porque allí está toda nuestra vida, así que no cualquiera tiene la llave para acceder a ellos.

—¿Sabes quiénes tienen las llaves?

—Sólo Erika lo sabe.

—¿Y hay… algún tipo de restricción?

—¿Restricción?

—Sí… Alguien que… no pueda acceder a esos archivos ni aún teniendo la llave para hacerlo…

—Bueno… Sí, hay —respondió Tadayoshi, con una pose pensativa—. Las brujas tienen el acceso prohibido a esa clase de información.

—Ya veo.

—Si me disculpan —dijo Ryo, levantándose de su asiento.

—¿No vas a terminar de cenar? —le preguntó Tadayoshi.

—Se me quitó el apetito —le dijo el hombre, dedicándole una sonrisa de lado—. Buenas noches.

—Que descanses —le dijo Ai, pero no obtuvo respuesta.

—Yo también te dejo, hija —le dijo su padre, rápidamente, pero no sin antes darle un suave beso sobre la frente—. Que tengas dulces sueños.

—Gracias —susurró la muchacha, sin comprender absolutamente nada de lo que había sucedido. En aquel momento, se le ocurrió una idea, así que fue corriendo a la biblioteca.

 

Ryo se sobresaltó al sentir el abrazo de su pareja. Se giró sobre la cama para mirarlo.

—¿Qué sucede? —le preguntó.

—¿A ti qué te sucede?

—Tú… lo sabes —susurró el aludido, esquivando su mirada.

—Ryo-chan…

—Tadayoshi…, maté a su madre… ¿Cómo pretendes que le diga lo que tú le dijiste mirándola a los ojos?

—No fue tu culpa…

—Sí lo fue. Yo lo pedí.

—Ryo-chan —Tadayoshi lo abrazó con fuerza—. Eso ya forma parte del pasado. Como dijiste, Mirei está muerta, y no va a volver.

El aludido suspiró, refugiándose entre sus brazos.

 

Ai regresó a su cuarto, cargada de libros. Subaru se acercó a ella rápidamente antes de que varios libros terminaran estrellándose en el suelo y llamara la atención de todos, algo que no debía suceder.

—Lo siento —se disculpó Ai, cerrando la puerta a su paso—. Más tarde te traigo algo de cenar.

—Está bien —dijo el aludido, abriendo uno de los libros y hojeándolo mientras se acercaba a sus apuntes.

—¿Estuviste leyendo todo esto? —le preguntó, en referencia a los libros que descansaban a su derecha.

—Sí.

—No te dije que los leyeras todos hoy…

—Estaba aburrido… y Ai no regresaba.

—Lo siento, pero si me escabullo más temprano, van a empezar a sospechar.

—Tienes razón…

—Como sea, te traje esto para que me ayudes.

—¿Ayudarte? ¿A qué?

—Pude encontrar una forma de entrar al registro negro —Subaru adoptó una graciosa expresión de sorpresa que hizo sonreír a Ai—. El registro negro es el lugar del cual podremos averiguar tu pasado. Mira —de entre sus ropas, la muchacha le enseñó la llave que había sustraído de la oficina de Tadayoshi.

—Yo vi eso.

—¿Dónde?

—Donde me desperté.

—¿Tú tenías una llave? —de la sorpresa, Ai terminó sentada en el suelo—. Entonces, debiste haber sido alguien importante… ¡Con más razón tenemos que… ir! —pese a su entusiasmo, la muchacha no pudo ocultar su cansancio.

—Ai tiene que dormir…

—Sí… Eso parece… Bueno… Por ahora sigue con eso y… yo mañana… te aviso… y vamos… ¿Sí? —le dijo, acomodando su cama para acostarse sobre ella—. Buenas noches, Subaru.

—Buenas noches, Ai. Que descanses —le deseó el aludido.

 

El aroma seguía siendo igual de podrido que la última vez que había pisado ese sitio. Junto con aquel aroma, miles de horribles recuerdos golpeaban su mente una y otra vez, con más fuerza. Llegó al centro del lugar, donde un par de débiles luces titilaban. Se suponía que debía estar ahí, hasta desmembrado si hubiera intentado escapar. Esas habían sido sus indicaciones. Pero, lo único que había allí eran lo que alguna vez habían sido las personas que él había contratado para despojar a su presa de su libertad y de su alma. El destello de un objeto llamó su atención.

—Una llave —dijo Toma, sosteniendo el objeto entre sus manos.

—Así que aquí estabas —la voz de Ryo lo hizo girarse. Su presencia lo sorprendió, pero más que eso, le sorprendió no haberse dado cuenta que alguien lo había venido siguiendo—. Estabas tan enfrascado en tus pensamientos que no te diste cuenta que venía pisándote los talones, ¿cierto?

—Así es. ¿Te mandó Yuya? —le preguntó, mientras Ryo husmeaba el lugar con clara curiosidad.

—Bingo. ¿Qué es esto? ¿A quién mantenías cautivo aquí, Toma? Debió haberte costado mucho.

—Efectivamente, unas tres cuartas partes de mi patrimonio. Y viendo el resultado final… se ve que no valió mucho la pena.

—¿A quién tenías?

—A Subaru.

—Todo este tiempo…, ¿estuvo aquí?

—Sí.

—¿Cómo lo hiciste…?

—Vino voluntariamente. Pensó que tarde o temprano encontraría alguna escapatoria, pero como te dije, gasté tres cuartas partes de mi fortuna para que no quedara ningún punto ciego en este lugar.

—Veo que te falló un poco… y te quedaste algo corto de personal —dijo Ryo, en referencia a los esqueletos de las personas que había contratado Toma y que estaban regados por el lugar.

—Sí, así parece. Ryo… Tienes que ayudarme.

—¿Por qué siempre a mí? —se preguntó el aludido, revoleando los ojos—. Tego no tiene que saberlo, ¿verdad?

—Aparte de eso… Tienes que ayudarme a destruir este lugar.

—¿Por qué? Está alejado de todos. A nadie se le ocurriría venir aquí ni perdiéndose.

—Si Subaru no está aquí, quiere decir que está afuera. Y eso es grave. Si vuelve aquí, va a salir a la luz lo que pasó, lo que le hice… Yuya no podría soportarlo. Me rechazaría y… No. No puedo ni pensarlo.

—Qué curioso… Anoche pensé lo mismo respecto a Ai —Ryo volvió su vista a un suplicante Toma—. Te ayudaré… porque sé mejor que nadie como te sientes.

Notas finales:

¡Gracias por leer~! ^3^ ♥


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