Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¿Qué sabrás tú del amor? por Sakuma_Shuichi Eiri

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

ültimamente la pareja Zsaszlepot se ha colocado como una de mis favoritas. Se trata de un sólo capítulo. Las historias largas no se me dan pues acabo perdiendo el hilo de la trama. Nunca había tardado tanto en escribir oneshot, pero este se ha negado a tomar forma en el trascurso de los días y temo que entre más lo "empolle", pierna por completo la idea original. 

 

Notas del capitulo:

Los personajes están basados en la versión reciente de la serie televisiva Gotham.

Los personajes no pertenecen.

Destellos en la oscuridad, el chasquido del agua sobre los cristales y el oscuro cielo quebrándose en la tormenta, dejando caer toda su ira sobre Gotham luego del infierno en que se viera sumergida. Vestido de traje negro y guates de cuero atravesaba los peligrosos caminos a paso firme, sin esquivar los charcos, ignorando el lodo y el estruendo. La locura de la ciudad había limpiado las calles de vagabundos, delincuentes menores e incluso inocentes de vidas vacías, incapaces de defenderse a sí mismos, zombies siguiendo a las masas sin propósito alguno, sin esperanza ni hogar. Justo él volvía al único sitio que consideraba un hogar: elegante, antigua, llena de sangre y sus fantasmas, alejada del bullicio, resguardando celosamente sus secretos y a su morador…la vieja mansión de los Van Dhal.

Lejanas luces anunciaban la presencia del auténtico inquilino y único dueño de la casa, ex alcalde y rey del bajo mundo.

Cauteloso, apenas si hacía ruido al andar y respirar por el recibidor hasta el despacho del joven señor. Relámpagos iluminaron la estancia y aire helado se coló por su húmeda ropa, producto de un témpano de hielo a mitad de la habitación. Curioso, se acercó con intención de tocar tan exuberante adquisición.

       -  ¡Vaya, vaya! Miren quién ha regresado, el hijo pródigo.– Tan particular voz salía detrás de la masa congelada. Sentado en el sillón favorito, degustando una copa de vino al insuficiente calor de la chimenea  mal atendida por las cenizas en la alfombra se encontraba el hombre más temido de la ciudad.

       -  Jefe. – la sonrisa del hombre sin cabello volvía expresivo su estoico rostro.

Pronto desapareció la copa siendo arrojada al mayor, esquivándola éste con chocante facilidad. De alguna manera se lo esperaba. El de cabellera oscura era pura violencia. ¿Cómo alguien tan pequeño podía ser tan feroz?

      -  ¡¿Dónde diablos estabas?! ¡Mientras mi imperio caía a pedazos, la policía me arrestaba y todos trataban de matarme! ¡¿Dónde?! - Sus pecosas mejillas se teñían de escarlata debido a la furia y eso auguraba un buen escarmiento.

      - Usted lo sabe...Falcone. - el rojo iba en aumento, el rostro anguloso del capo iba deformándose por la furia. Zsasz era suyo. Su asesino personal. Carmine no debería tener autoridad sobre él y sin embargo éste le confesaba sin el menor remordimiento su traición.

      - Tengo nuevos aliados... ¡Ya no te necesito! No eres rival para los monstruos del doctor Strange. Fuiste el mejor de mis hombres, hasta hoy. – El hombrecillo sentíase seguro de sí mismo, saboreando el triunfo de volver pronto a la cima y aplastar a sus enemigos uno por uno.

        - Siempre hago bien mi trabajo. Asesinar, mentir, obedecer…

     -  ¡Sólo tenías que obedecerme a mí! ¡ME TRAICIONASTE! – escupía colérico, señalándole amenazante con sus delgados dedos.

      Otro destello trajo la suficiente luz para ver el desagradable y contraído rostro del señor Nygma dentro de la masa congelada, comprendiendo enseguida la verdadera causa de su histérico comportamiento. Conocía toda la historia, observando desde las sombras el sufrimiento del menor, experimentado algo parecido a la compasión por el pelioscuro, a la envidia por el más alto al recibir tanto del ambicioso Cobblepot e ignorar sus sentimientos, los celos de verse relegado por éste y presagiando el desenlace trágico del jefe y su amor. Un hogar, un amante. Ambos perderían algo. Sonrió al congelado sujeto mientras deslizaba la mano entre el saco en busca del revólver.– Nunca me agradó.

Como una detonación el pingüino saltó del asiento y tan rápido como le permitía la pierna herida, se acercó al de ojos castaños. - ¡No lo hagas! – El pequeño cuerpo se interpuso entre la estatua de hielo y él. La mirada oliva fija en su persona, le revolvía las entrañas. Había tanta vida en ellos, tanta emoción estremeciéndole el cuerpo a punto de desbordarse. Ira, pasión, miedo, confusión, despertando las adormecidas emociones de Zsasz.

-          Aun le ama y eso le llevará a la ruina. Puedo defenderle de sus enemigos, incluso de la muerte pero nunca del amor. – Desvió el cañón del arma entre las cejas del rey, controlando el imperceptible temblor en las manos, causa de sus propias emociones  como siempre que estaba cerca del pelioscuro, quien se negaba a moverse centímetro alguno. - No vale la pena matarlos. Él le arrebatará la vida. –bajó el arma con decepción impresa en la mirada.

El aire escapó del cuerpo de Oswald, dándole un aspecto diminuto, cansado. ¿Zsasz defraudado de él? Vaya ironía viniendo de un traidor. Entonces la consternación regresó al verle alejándose. No lo necesitaba, pero tampoco quería ser abandonado de nuevo. Primero su padre, su madre, de nuevo su padre, Edward, Fish, Butch y ahora Zsasz. Miedo e ira tomaron el control de sí. Con el rostro desencajado buscó a su alrededor hasta dar con el atizador que empuñó con ambas manos abalanzándose al mayor.

        -  ¡Aaaaaahr! ¡Zsaaasz! – gritaba colérico blandiendo con singular cadencia por la cojera el fierro sobre su cabeza, quebrando la mesita de té, rasgando el sillón, las cortinas, sin asestar golpe alguno contra el descarado calvo que con voz ronca, reía a carcajadas en ese juego violento de los dos.

Al fin el metal se detuvo estampándose contra la pared, encajándose en la madera, impidiéndole sacarlo por más que tirara de él. Al menos había acorralado al otro asesino y eso bastaba para desquitar su frustración.

        -  ¡Maldito traidor! ¡Falcone no reconocerá tu rostro cuando acabe contigo!.

 Ni el chasquido del arma favorita del capo, ni el brillo de la navaja a la luz que los jirones de las cortinas dejaban entrar por los ventanales lograban borrar la sonrisa del mayor, que mostraba los dientes apuntando el arma bajo la barbilla puntiaguda del jefe. Disfrutaba en demasía el ser la causa de tal escándalo, de  tener su completa atención; incluso dándose el lujo de admirarse reflejado en sus pupilas y la sombra de las oscuras cejas dando profundidad a los dementes ojos verdes, la forma en que las aletas de la nariz se ensanchaban por el esfuerzo de respirar y mostraba los dientes como un animal rabioso a punto de morder.

          - Me encanta…-soltó de pronto, con tanto fervor nada propio de él. Oswald detuvo la presión de la navaja sobre el cuello contrario,  aferrándose a la solapa del traje.

        -  ¿De qué demonios hablas? ¡Explícate, bastardo! – escupía las palabras, pero el frenético movimiento de sus párpados delataba confusión, sorpresa y curiosidad.

        - Lo que veo en usted, en ti. Me gusta. – la sonrisa desapareció en el rostro del mayor, dando paso a la admiración y seriedad, dejando sin réplicas su confesión.

El silencio se instaló entre los dos después de eso. Sin duda los inquilinos de la mansión eran mudos espectadores del drama que alcanzaban escuchar en sus habitaciones, más nadie se atrevía a bajar las escaleras.

Las doce dieron en el antiquísimo reloj de la entrada, rompiendo el silencio la estridente melodía del péndulo, seguido de  risotadas nerviosas subiendo en escala, debatiéndose entre la risa y el llanto.

       -  Nadie, escúchalo bien. ¡Gustar, querer, amar, nadie siente ese por mí! Todos están muertos…o congelados, que para el caso es igual.

         -  Yo lo hago. –susurró enarcando el músculo de sus inexistentes cejas.

        -  ¿Hacer qué? – repuso con dramatismo tanto en la voz como en la floritura de las manos al aire, punzando amenazadoramente el cuello del ojos castaños.

        -  Todo por ti.

En ese mismo lugar, en otro tiempo, alguien había pronunciado la misma frase que cayó como peso muerto sobre el jefe del bajo mundo.

       -  No…no…¡Noooo! ¡Mientes! – un hilillo de sangre ajena recorría sus dedos sobre la empuñadura, como una cálida caricia, a la cual se unieron los fríos y enguantados dedos del traidor aquel.- ¡Antes que tú, otros prometieron lo mismo! Hacer cualquier cosa por mí.

        - Cualquier cosa, excepto amarte. – La calma que exhibía el asesino contrastaba con el nerviosismo desmedido de su jefe.

         - ¡¿Qué sabrás tú del amor?! ¡No tienes sentimientos! ¡Eres un psicópata! – Deseaba herirlo física y verbalmente, tanto como él lo había herido con sus palabras y traición.

        -  Nadie habló de amor…

         -  ¡Deja de jugar conmigo! – interrumpió temblando de pies a cabeza por la furia de recordar el rechazo de Ed en palabras de Victor que sin aviso alguno, acercó el rostro al suyo, clavándose a sí mismo en la navaja con tal de rozar la singular nariz afilada con su aliento.

        -  …Conozco el sabor de otra boca, la sensación de una caricia, el calor de un cuerpo ajeno. ¿No es suficiente? - Oswald estaba desconcertado, erróneamente pensaba en Victor como un arma, sin voluntad, sin alma. Escucharle hablar de lo que él nunca había podido experimentar le causaba enojo, especie de celos y envidia.- Pediste ser el rey, estuve de tu parte. Asesiné a los aliados de Falcone por una mirada. Traicioné a Don Falcone advirtiendo a Jim por esa boca tuya. ¿Qué deseas? Sólo pídelo.

 

Hasta entonces todos escupían en su cara lo asqueroso que sería intimar con él, ninguna mujer desearía tocarlo. - Bésame. – ordenó por impulso, retando al mayor como una advertencia a probar la veracidad de sus palabras o demostrar la mentira de las mismas solo para salvarse la vida. - ¡Hazlo!

 

No hizo falta repetir la orden, pues el frío cuero de los guantes se aferró a su delgado cuello, oprimiendo su nuca, tirando de sus oscuros cabellos para verse a los profundos ojos castaños que le observaban cual presa, lista para ser devorada.  Sus quejas fueron sofocadas por los labios del mayor en un beso ansioso y violento, robándose oxígeno el uno al otro. El placer y sabor de la sangre no se hizo esperar. Ambos mordían a conciencia, como si quisieran arrancarse los labios…hiriéndose y deseándose a la vez.

 

En el corazón de Oswald sólo estaría Ed, su sed de venganza y ansias de poder, pero hoy, justo en ese momento, su cuerpo deseaba sentirse sino amado, buscado, deseado, experimentar lo que Ed se negaba a darle y la bestialidad de Zsasz encendía sus propios instintos homicidas. Dejó caer el cuchillo al suelo, dando un último vistazo al hombre entre el hielo en la habitación contigua. “Ojos que no ven…bueno, ya sabes, Ed.” Se dijo a si mismo antes de entregarse con un gemido gutural, nada elegante a los descarados lametones de Victor sobre su cuello, al escozor en los rotos labios, al sabor del vino y sangre entremezclado, a la sensación de vivir y morir a manos del otro. 

Notas finales:

Los comentarios son siempre bienvenidos. 

Gracias por leer. 

No na da!! :3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).