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Midnight Sun por pinguinorodriguez

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Notas del fanfic:

Este es un fanfiction en colaboracion de mi queria Yuuta De Atsushi, quien sin ella todas estas historias no serian posibles.

[Que el diablo no te recuerde, lo que Dios ya te perdonó.
Hebreos 10:17 ]

Cuando era niño, todas las noches tenía un sueño que me estremecía. Siempre era la misma imagen: él estaba al pie de mi cama, escondido entre las sombras de la noche, me observaba fijamente con sus brillantes ojos dorados y susurraba algo que jamás entendí. 

Noche con noche la pesadilla se repetía y me perturbaba.

Mi padre murió cuando yo tenía casi 5 años, mi madre no solía hablar del tema debido a que su muerte fue un misterio para todos, sin embargo tomó la decisión de mudarnos lejos de Seul y de los recuerdos que la ataban a mi padre, o al menos eso pensé.

Nos fuimos a vivir a las afueras de Francia, en un pequeño pueblo llamado “La Roque Gageac” un cambio muy drástico para un niño que comienza a adaptarse a su entorno. El principio no fue sencillo para ninguno de los dos, la diferencia de culturas e idioma fue un limitante que siempre estuvo presente. 

Mis rasgos asiáticos provocaban el rechazo de los demás niños. Pero lejos de perjudicarme todo aquello me ayudó a volverme más independiente y maduro. 

Evitando caer en la depresión, mamá trabajaba hasta rondas completas. Escasas fueron las veces en las que podía cruzar palabra conmigo tomó entonces la decisión de llevarme a un internado donde las monjas se harían cargo de mí y mi alma estaría más cerca de tener bendiciones.

A mis seis años entendí lo duro que fue aquella situación para mi madre. Yo en cambio pude agradecerle por haberme llevado ahí ya que las pesadillas cesaron desde la primera noche que pasé en ese lugar. 

...OoO..

-Buenos días Doctor Lee- saludó cortésmente el sacerdote, que caminaba por el mismo pasillo que el joven. 

-Buenos días.- el chico hizo una pronunciada reverencia y sonrió de manera amigable.

Diecinueve años pasaron desde que Kikwang había pisado el convento por primera vez, las religiosas se encargaron de su educación hasta que les fue posible, sin embargo cuando el joven estudió la carrera de pediatría se vio obligado a salir de aquel claustro que le brindaba confianza y paz. Cada noche regresaba al lugar que se convirtió en su hogar luego de tantos años. Todos los días dedicaba una hora a sus oraciones, para después pasar el resto del tiempo dentro de la habitación que había sido destinada para él, lejos de las celdas de las monjas, así podría ser libre de usar los servicios básicos para un chico de su edad, como la tecnología, el internet, etcétera. Nadie se opuso a su petición de permanecer en el convento, su carácter sencillo y humilde le brindaron dicho privilegio. 

Él se encargaba de la atención y cuidado a los niños que año con año acudían al convento en busca de refugio y/o educación. 

Su calidez y ternura sirvió para ganarse el amor y amistad de sus pequeños pacientes, haciendo tanto para ellos como para él, una estancia más amena. 

…OoO…

-¡Oh! - exclamó JaeJoong - No sabía que teníamos reunión familiar. 

Una suave risa se escuchó en la habitación que era rodeada de gruesas cortinas negras que impedían que la luz del sol se filtrara por las ventanas. 

-Jae, has llegado en un momento inoportuno, estábamos a punto de comer. - informó un rubio de voz suave y sensual, el mismo que había reído segundos antes. 

-¿Inoportuno? ¿Qué dices, primo querido? Es mi momento favorito del día. -dijo Jae Joong con emoción. 

Un chico delgado, de piel extremadamente pálida que contrastaba con su cabello negro azabache entró a la habitación con una expresión de desagrado. 

-¿Es esto una reunión familiar? 

-Junhyung, te estaba esperando, muero de hambre. -el hermoso rostro del rubio emanaba una adorable sonrisa. 

-No es necesario que esperes por mí, además por lo que veo él aún no ha llegado. 

Una densa nube de humo gris se formó en el centro del cuarto y una voz salió de aquella mancha. 

-Ahh… Junhyungie, ahora incluso te cuesta trabajo pronunciar mi nombre. - terminadas las palabras, el humo se disipó y en su lugar un atractivo hombre de cabello negro y ojos color turquesa se descubrió. El exquisito aroma que desprendía su cuerpo despertó el instinto de los tres hombres que se encontraban ahí inicialmente, encendiendo sus miradas. 

-Mi querido Dujun, dime que hoy nos traes algo que mezclado contigo tendrá un digno sabor demoníaco. Junsu se encontraba detrás de él, con lentitud, tomó entre sus delgados dedos la elegante camisa de gasa que cubría a Dujun, desnudando su sensual cuello y parte del pecho del muchacho. Clavó sus colmillos en él, una gota de sangre se derramó resbalando lentamente por su pecho. 

Junhyung se acercó a ellos y de manera lasciva lamió la sangre desde el inicio del pectoral subiendo lentamente hasta rozar ligeramente los labios de Junsu.

-¿Tienes que ser tan sucio al comer?- susurró. Clavó su mirada en los ojos color turquesa de Dujun. Este mantenía un gesto de dolor mezclado con placer que obligó a Junhyung a darse prisa y tomando su brazo derecho comenzó a beber la sangre de su muñeca. Un gemido más escapó de la boca del chico.

Jaejoong miraba con excitación la escena deseando formar parte de ella, se puso de pie y caminó hasta donde estaban los tres hombres. Con su dedo índice levantó el atractivo rostro de Dujun y se acercó a sus labios dejando apenas unos milímetros de distancia entre ellos. 

Un gélido aire lo hizo estremecerse. Sintiendo la mirada de Junhyung sobre su nuca. 

-Ni siquiera lo pienses. -amenazó el pelinegro. 

-Ah… Jun, si no lo reclamas como tuyo mínimo deja que nosotros disfrutemos de él. 

Junsu se separó del cuello de Dujun y habló. 

-¿Podemos tener una cena tranquila, por favor? Jae, conoces las reglas. 

Jaejoong rodó los ojos y suspiró. 

-Lo sé, pero es una lástima no poder mancillar esos deliciosos labios. - Sin más opciones, Jae Joong descubrió el brazo izquierdo de Dujun y pronto sus labios estaban sobre la muñeca izquierda del de ojos turquesa. 

De tal modo que Dujun se encontraba inmovilizado y perdido en el éxtasis. 

...OoO...

Kikwang rezaba con enorme devoción mientras sus hermosos ojos observaban con extrema tristeza el crucifijo que se alzaba en la parte más alta del altar de mármol blanco. 

Sus oraciones se interrumpieron al escuchar el eco de unos pasos, los cuales resultaron pertenecer al sacerdote. 
El Doctor se acercó a él pidiendo un poco de su tiempo. 

-Padre… ¿Puedo hablar con usted?

-¡Oh. Kikwang! Claro, acompáñame por favor. 

El chico lucía confundido, hasta cierto punto melancólico, jaló la silla de madera y tomó asiento. Mirando cada rincón de la sacristía, como si quisiera evitar el contacto visual con el religioso. 

-Dime hijo ¿qué te trae aquí? Creí que estarías en el hospital. 

-¿Padre, recuerda cuando llegué aquí y...?

-¿Las pesadillas han vuelto?

Kikwang tragó saliva y bajó la cara para esconder sus ojos. 

-Es una sensación diferente.- alzó la mirada para clavarla en los ojos del sacerdote, puso sus manos sobre las suyas y susurrando le habló - Padre, siento que alguien me está siguiendo... 

-¿Qué dices?

-Cuando estoy solo por los pasillos o en las aulas tengo esa extraña sensación de que alguien camina detrás de mí o me observa todo el tiempo, el miedo que tenía después de cada pesadilla, es el mismo.

-Kikwang, debes calmarte, descansar... has estado trabajando mucho y lo me…

-¿Qué hay en ese recinto? ¿Por qué la gente le teme tanto?- interrumpió el chico. 

El sacerdote lo miró preocupado y contestó susurrando. 

-Ahí vive el diablo y sus demonios.

-¿Qué? - Kikwang frunció el ceño, preguntándose si hablaba metafórica o literalmente. 

-Hace muchos años, fueron descuidados y el pueblo logró acabar con uno de ellos la gente colgó sus colmillos en la entrada del pueblo como símbolo de victoria y amenaza a quien se atreviera a entrar nuevamente. Pero los otros fueron más listos y siguieron bajando a nuestras tierras para asesinar.

-¿Qué son exactamente? 

-Kikwang debes tener cuidado con ellos, esas pesadillas, la sensación de ser observado, nada es causa de tu imaginación, ellos están tras de ti.

-¿”Los otros, ellos”? No lo entiendo. 

-Todos tenemos un destino, hijo. Nuestro querido padre nos regala la vida y nos envía a este mundo con un propósito específico. Y el tuyo es concluir lo que tu padre inició hace varios años. El que tu madre te trajera a este lugar de nuevo, no es casualidad.

-¿Qué tiene que ver mi padre en todo esto? 

-No puedo darte todas las respuestas que buscas, hijo. Aún si quisiera hay cosas que ni yo mismo alcanzo a comprender. Te he mantenido en este lugar por tu seguridad, pero llegará la hora en que mi protección no te sea suficiente y entonces, conocerás la verdad. Y mucho me temo que ese momento se acerca. 

-Padre, en verdad no entiendo qué es todo esto que me dice. ¿Quién o qué es lo que está detrás de mí? 

-Kikwang, pase lo que pase no pierdas tu fe en Dios, él es el único que podrá ayudarte en esta búsqueda. 

A diferencia de lo que había pensado, las palabras del sacerdote en lugar de reconfortarlo, sólo había logrado confundirse aún más. 

La luna brillaba en el cielo nocturno su potente luz blanca iluminaba los jardines del convento, caminando entre los corredores intentaba explicarse todo lo hablado con el padre, pero mientras más lo pensaba menor sentido tenía. 

En el fondo del pasillo por el que caminaba, algo llamó su atención un par de luces rojas que parecían el reflejo de dos rubíes provocaron una incontrolable atracción en Kikwang, quien pronto caminó hacia ellas. 

Cuanto más se adentraba en la penumbra del pasillo su cuerpo perdía voluntad y fuerza al igual que su mente, antes que el chico por fin se desvaneciera de entre las sombras un par de brazos sujetaron la cintura y nuca del Doctor. 

-Espera un poco más. -susurró una voz áspera.

-¿Quién…? -alcanzó a pronunciar Kikwang con el poco aliento que conservaba. 

-Sólo ven a mí -dijo aquella voz desconocida – Pronto seremos uno.

El hombre de cabello negro y ojos escarlata posó con suavidad sus labios sobre los gruesos labios de Kikwang, sellando aquellas palabras como si de un pacto se tratara. 

-¡Lo encontró!- Dujun levantó la mirada observando el oscuro cielo, la rabia en sus ojos hizo que el turquesa de estos brillara incluso aún más que la luna llena de esa noche.


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