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Colina por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto, mía es sólo la historia.

La vida no es más que una continua sicesión de oportunidades para sobrevivir.

Gabriel García Márquez.

 

 

Vivir era una mierda. Soñar eran ilusiones llenas de falacias que poco entendía. Llorar a estas alturas de su vida era algo que le sorprendía, llevar cadenas era más sencillo que el recuerdo constante de aquellos ojos pícaros, pero tan serios que lograban poner en duda su propia existencia.

 

Amar lo tenía prohíbo. Eso le quedó claro en el momento que su hermano le dio la espalda a los dieciséis. Su madre había quedado descartada a los once y su padre desde los seis.

 

No sé quejaba, poseía libertad, que a veces preferiría no tener. Un hola, un abrazo, un beso, una sonrisa, palabras, comidas; todo era rectitud y moderación. Ahí no conocían el afecto. Muchas veces deseo poder irse de casa, pero nada podía hacer ante el miedo. Su más grande temor lo vivía a diario, con la diferencia, de a unos cuantos pasos, se encontraban persona durmiendo, ajenas a sus terrores nocturnos.

 

Deseaba tanto, tener a su lado el cuerpo del hombre por el cual estuvo dispuesto abandonar su lugar como parte de una de las familias reales que aún conservaban su linaje puro.

 

Estudiar, ser el mejor atleta, el mejor músico, el mejor hombre, el mejor… el mejor en nada. Tantas veces se preguntó qué se sentiría la lluvia golpear su rostro, correr cuesta abajo por la calle, cantar a todo pulmón, bailar. ¡Dios! Como extrañaba bailar, que el cuerpo se moviera ante las órdenes de algo intangible.

 

Anhelar.

 

Se limpia las lágrimas, la manga de su chaqueta lastima su mejilla, la mirada reprobatoria es cruel y advierte un castigo igual. Cientos de ojos sobre él le asfixian, se siente como un animal en exhibición, un muñeco de aparador. ¿Por qué no pudo nacer entre las calles? ¿Por qué no tener un familiar con la fuerza para enfrentar a su padre? ¿Cuánto más deberá de sacrificar por algo perdido?

 

Cierra los ojos, más sus lágrimas no cesan, por esta vez, le importa poco las consecuencias de su insubordinación. Su hermano le aprieta el hombro como advertencia, pero ni eso detiene a su mente. La muy perra, le muestra los minutos en los que pudo ser él, en los que pudo disfrutar y conocer cosas que jamás pensó, podría sentir alguna vez.

 

Recuerda.

 

Una sonrisa, unos ojos y unas manos le atrapan sin razón, le colocan un collar que gustoso acepta llevar. Aquel hombre insufrible le arrastra con su grupo de amigos, sonrisas y desacuerdos se ven claramente, más son ignoradas porque él, desea mostrarle las maravillas de la noche. Asustado y nervioso se dejó llevar como una hoja al viento.

 

Aprendió que no tolera la cerveza, pero puede con cualquier licor, la cruda era sentirse muerto en vida; que le fascina caminar por las calles atestadas de personas; que dormir bajo las estrellas le provoca calma; que los verdaderos amigos están en las buenas y en las malas, una familia escogida bajo sus propios estándares, pero respetando su identidad, que pueden ser brutalmente honestos o peor que un verdugo.

 

Aprendió a amar, a disfrutar las pequeñas cosas, a perderse por horas en la inmensidad del mar y los árboles.

 

Aprendió a bailar en compañía de un universo exclusivamente para él.

 

Tantas maravillas aprendidas y disfrutadas que duraron lo mismo que el humo al aire.

 

Pese a ello, no se quejó, no grito, porque eso lo hizo en el momento en el que entraron a su departamento arrancándolo de los brazos de aquella persona. Observó cómo los hombres de su padre golpeaban a sus amigos sin importar género, su razón recibió un disparo. Su corazón se encargó de desgarrar sus cuerdas vocales, mientras era llevado ante su progenitor. Al llegar ni siquiera se molestó en defenderse de los insultó y golpes, no buscó la mirada de su madre y mucho menos la de su hermano.

 

La ayuda no vendría nunca de su parte. Se volvió un títere, lo que su padre dictara era ley.

 

¿Para qué pelear si ya han extinguido su llama?

 

Su madre le golpea, le arrastra a la pista donde una chica le espera. Su prometida, una alfa. Maldice en susurros su mundo, donde los alfas son la ley, los betas sus custodios y los omegas esclavos. Para su mala suerte, le tocó pertenecer a la peor casta. Omega, un ser sin valor ante los ojos de los ancianos y los alfas irracionales. El género no importa, sólo la casta con la que la naturaleza te caracterizó.

 

La música suena, ella le toma de la cintura para comenzar a moverlos por la pista, intenta tocar sus lágrimas, le gruñe, no pude tocarlas. Ellas son sagradas y no le pertenecen.

 

Recuerda cómo lo conoció.

 

Le cayó de un árbol, inverosímil, pero así fue, él había logrado escapar de su custodia personal, yéndose a los bosques cerca de la reserva, un árbol en la punta de una colina le permitía ver la ciudad desde lo alto. Tan hechizado se encontraba que no se percató de la presencia de un alfa, el cual, cayó por haberse quedado dormido en una de las ramas. Fue tonto y divertido, por primera vez en años, de sus labios brotó una carcajada.

 

Impresionado como maravillado siguió riendo. El alfa caído le observaba desde el suelo.

 

Una mirada, una mano extendida acompañado de un hola bastó para que las ilusiones de un cuento de hadas tuviera cabida en su mente. Sin embargo, debió de mantener su realidad, los cuentos de hadas con finales felices, no existen.

 

Su corazón se agita ante el recuerdo.

 

Ese alfa bufón le demostró que se puede amar de diferentes formas. Que un simple gesto le puede decir demasiadas cosas. La tristeza se impregna en su ser, su alfa no aparecerá por la puerta montado en un corcel a rescatarlo de su castillo. Al menos, eso, no le pasara a él.

 

Cierra los ojos.

 

Sin poder evitarlo, deja caer su peso completo en la alfa, por primera vez se rinde ante la lucha, de buscar una oportunidad para escapar de su destino. Ya no más lágrimas se gritó, pero decirlo y hacerlo, es un camino con trampas demasiado engañosas.

 

Quizá, esa misma noche, la alfa lo marcaría como suyo, le montaría y lo preñaría con cachorros que vería todos los días con la ilusión de que estos, pertenecieran a otro.

 

Un giro y manos diferentes le tomaron, abrió los ojos, conocía ese tacto porque varias veces se lió a golpes con ellos. Movió su rostro para permitirle a su nariz aspirar con mejor facilidad el olor. Sus ojos debieron haberse salido apenas reconoció la esencia.

 

–Sigue moviéndote y pase lo que pase, no grites.

 

Pero si gritar era lo que quería. Buscó algún indicio en los ojos chocolate, esté sólo le sonrió, le envolvió en su aroma tratando de tranquilizarlo. Y por lo que suponía, le funcionó de maravilla, porque otra alfa le tomó por la cintura elevándolo por los aires, al caer, la pinza que sujetaba su cabello ya no estaba.

 

Más vueltas, más subidas, más movimientos, más olores conocidos.

 

Cuando se dio cuenta, la canción llegaba a su fin y él se encontraba en las puertas de la cocina; confundido ante la sensación de varias manos tocando su cuerpo, no le permitió percatarse de otras que salían de las puertas sujetándolo de las caderas. No pego un chillido, porque, aunque odiara a su casta, seguía perteneciendo a una familia noble donde el chillar era considerado poco digno.

 

–Mira que te gusta ponernos en dificultades.

 

Kiba se presentaba en todo su porte alfa, sonriéndole divertido por su reacción, pues vamos, él ya pensaba que estos se vengarían por ocasionar la muerte de su líder.

 

–Deja de pensar y comienza a mover esas piernas flacuchas.

 

Ni siquiera tuvo la oportunidad de objetar ante su comentario y mucho menos se dio cuenta cuando le cambiaron sus zapatos de tacón por unos de piso, sus pies gritaron extasiados por el agradable cambio. Odiaba cuando su madre le vestía como mujer. Su mano fue tomada con brusquedad y fuerza, el arrastre comenzó. Atravesaron las cocinas, la cuales se encontraban llenas de personas preparando los alimentos de la fiesta protagonizada por su familia. Corredores azulinos, escaleras blancas y puertas de madera les pasaban como entes borrosos a sus lados.

 

Su animal interno intentó provocar el cambio ante el sorpresivo ambiente, no se lo permitió, si los amigos de su alfa querían venganza, él no opondría resistencia. Aunque en el proceso se llevará varios golpes o azotes.

 

–Aquí termina mi parte, – El castaño puso sus manos en sus hombros. – lo que pasó aquella noche no fue tu culpa, todos sabían el riesgo al dejarte estar con nosotros. Sólo no lo lastimes y cuídense mucho. – Un pasador fue puesto en su cabello sujetando un mechón dejando la parte derecha al descubierto. Kiba dio un paso atrás, colocó una mano tras su espalda, se aproximó a las puertas, tomo la perilla y hablo: – Señorita, espero haya disfrutado su estadía en el valle de la frialdad.

 

Las puertas fueron abiertas, pero él no se movió, no comprendía absolutamente nada. Unas manos se colocaron en su espalda.

 

–Vive lo que a mí, no se me permitió.

 

El empuje fue tal que avanzó varios metros fuera, al girarse, confundido, su hermano le sonreía, agitaba su mano en despedida, segundos que parecieron horas fue lo que tardaron en cerrarse las puertas. Quiso correr de regreso, miles de preguntas se arremolinaban en su mente y otras tantas buscaban ser las primeras en sus labios. No obstante, el relincho a acompañado de un golpe seco captó su atención lo suficiente para olvidar sus cuestiones.

 

–¿Tuvo una agradable velada, mi señor?

 

La voz que reproducía aquellas palabras lograron arrancarle parte de su fuerza a sus piernas, pulmones y corazón. La imagen que mandaban sus retinas hacia su materia gris era imposible, improbable, él lo había visto caer, escuchó el disparo… él no podía estar parado a unos cuantos metros de su persona.

 

–Señorito, le recomiendo que se apresure si desea llegar con buen tiempo a casa.

 

El clic del reloj de bolsillo al ser cerrado le regresó a la realidad, examinó cada imagen y movimiento desde el baile hasta ahora, pero nada le daba las pistas necesarias para armar el rompecabezas. Caminó, por cada paso analizó la imagen de frente, dos caballos españoles negros se encontraban atados uno del otro, pero ambos con las ataduras a un carruaje del siglo XVIII o XIX; el hombre portaba un traje, los pantalones resaltaban un par de piernas torneadas y largas, las puntas de un chaleco tinto se asomaban por debajo de una chaqueta completamente abotonada y con un par de cadenas de diferentes tamaños atravesándola. La corbata un poco más debajo de lo normal, una camisa blanca con unas finas rayas negras, par de guantes blancos y una gabardina.

 

Aquello completamente negro, acepción de un par de ojos azules que le observaban sin perder detalle de su comportamiento.

 

–¿Qué significa todo esto?

 

Una sonrisa ladina formaron esos labios carnosos tintados con labial negro. –Señor, no comprendo su pregunta para algo obvio, aun así, debo ser insistente en que se apresure a abordar el carruaje.

 

–No subiré a nada, hasta que me expliques, ¿qué coño está pasando?

 

–¡My Lord! Ese no es un lenguaje digno de un señorito de la casa Uchiha.

 

–¡El lenguaje se puede ir a la mierda junto con la casa Uchiha, escupe lo que pasa o no me muevo de acá! ¡Y es una orden!

 

No pudo evitar hacer un puchero ante la falta de respuestas, la situación comenzaba a sobrepasarlo y maldita sea, le importaba un reverendo pepino si las escoltas de su padre aparecían tras sus espaldas. Necesitaba respuestas, siquiera las palabras suficientes para tomar con verosimilitud lo que tenía enfrente.

 

Yes, my lord.

 

Su puchero fue cambiado por asombro en el momento en el cual, el hombre se inclinaba ante él. Eso jamás se hacía, ni porque pertenecieras a la misma rama de la realeza, aquello, era considerado indigno, sobre todo para un alfa.

 

–Siguiendo sus órdenes, usted nos pidió que lo sacáramos de su mundo porque su deseo era conocer qué hay más allá de él. Los sirvientes de la casa Namikaze cumplimos con las órdenes de nuestro joven amo, pido disculpas si los métodos no fueron de su agrado.

 

Sus neuronas trabajaban a su máxima capacidad en busca de comprensión ante el esclarecimiento que más parecía un trabalenguas o algún tipo de mensaje cifrado, que una explicación de los hechos. Esto no tenía ni pies ni cabeza. Bajo su mirada, una sorpresa fue añadida a su lista del día.

 

Vestía un vestido azul cielo, con un poco de olanes y encajes blancos, un par de listones negros terminados en moños le daban al vestido un poco de capas como si lo estuvieran sosteniendo; al comienzo de su cintura se reducía hasta sus hombros descubiertos, al frente y al centro, un moño grande blanco con rayas negras, al centro de este una rosa azul. Sus brazos eran cubiertos por un par de guantes negros. Se dio media vuelta y tras el vestido había otro moño del mismo color que el de enfrente.

 

Eso no podía ser. Era… surrealista. Absurdo. Además, ¿Cuándo le cambiaron de ropa?

 

–Joven amo, si no le importa, podría terminar de analizar su vestimenta dentro del carruaje, los soldados de Lord Uchiha se aproximan.

 

–S-sí… no, no voy a subir, ¿quién rayos eres?

 

–¿Señor? Debe subir, el tiempo apremia.

–Ya lo sé, pero no voy a ningún la…

 

Quizá debió haber prestado atención a las facciones del contrario.

 

Yes, my lord.

 

Debió.

 

 

Pero no pudo terminar de escuchar lo mencionado porque su nariz fue cubierta con un pañuelo que lo mandó directo a la inconsciencia.

 

2

 

Su cabeza punza, su nariz escocía y se sentía flotar, la suavidad bajo su cuerpo era agradable. Poco a poco la conciencia regresaba, sus parpados pesaban, se giró intentando disipar un poco el sueño. Se volvió a gira boca arriba y por fin pudo despegar sus párpados. Parpadeo varias veces hasta que la visión se esclareció.

 

Observar el techo bastó para saber que las imágenes que se arremolinaban en su mente fueron un sueño. Ilusiones de algo poco probable. Suspiró, sus ojos comenzaron a cristalizarse, aquella realidad producida por su mente era cruel y hermosa. Volvió a girar, recorrió los muebles, se extrañó ante lo irreconocible. Se levantó, sus iris recorrieron el lugar de lado a lado sin reconocer nada de lo que ahí había.

 

Le restó importancia, probablemente su falta de alimentos y el estrés debieron ocasionar que se desmayara en pleno baile, metiéndolo en la primera habitación que encontraron. Cruzó los brazos por delante para crear una almohada con ellos, colocó la cabeza sobre ellos y se perdió en el ondear de las cortinas. Elevó sus pies, por momentos los balanceaba o los dejaba estáticos. Comenzaba a caer en el sopor previo al sueño profundo.

 

–Vaya, de haber sabido que me recibiría así, me hubiera apresurado, princesa.

 

Ocho letras, tres sílabas, una palabra con una carga simbólica demasiado hermosa. Su sorpresa era demasiada, al grado de hacerle levantar de forma bruta provocando un pequeño mareo.

 

–¿Te encuentras bien?

 

Sasuke clavó su iris en el interlocutor y en cuanto lo hizo, no pudo evitar abrir la boca.

 

–Esto es un sueño, esto no pasando… yo-yo, debo…

 

Su mentón fue tomado, delante de él se abrían un par de zafiros brillosos.

 

–No estás en un sueño, pequeño. – Se hundió. Cayó en la hipnosis producida por aquel iris. No sintió la liberación de las falanges contrarias. – Lamento haber tenido que dormirte, pero por más que mi hermano te insistía a subir, tú no lo hacías.

 

–¿Hermano?

 

–Menma, mi mellizo.

 

Y si continúo hablando, no le escucho, su mente se concentró en la ropa que portaba, a un costado de la habitación se situaba un espejo de cuerpo completo regresándole la imagen más extraña que haya vestido.

 

Su situación podría considerarse algo sacado de una novela barata de las cuatro. Su animal interno rasgaba su interior por mostrarse en todo su esplendor o mínimo dejar libre su cola y orejas como muestra de peligrosidad, algo, que en definitiva, no iba a pasar. Al menos, no hasta que el susodicho alfa muerto aparezca por esa puerta explicándole con puntos y comas, cómo mierdas seguía vivo y sobre todo, la pantomima en la que había sido involucrado sin consultárselo.

 

Porque el muy hijo de su gran madre, ni se molestó en decirle que saldría. Sintiéndose exhausto se sentó en el sillón junto a la venta, subió sus pies recargando en ellos su mentón. La ropa le daba cierto picor agradable.

 

–¿Cómo te sientes?

 

–No te importa.

 

–No seas así.

 

–Como sea o deje de ser es mi puto problema, Namikaze. – Le clavo sus ojos fríos, no estaba para comportarse sumiso y correcto. – Habla, ¿Qué diantres pasó por tu mente al haber hecho todo este teatro?

 

El silencio reino, las cortinas danzaban al compás suave del viento. Por unos instantes se permitió exhalar el olor característico de su alfa, menta, bosque y chocolate; toda una gama de olores exquisitos que volvían loco a su animal interno.

 

–¿Desea el joven amo la parte técnica o la sentimental?

 

Levantó una ceja, la forma de la respuesta le llamó la atención, pues él no suele expresarse así, además, aquello era de siglos pasados. El hombre no se sentó, se quedó parado frente de él. Le examinó cual químico a una muestra. Zapatos lustrosos, pantalones rectos con unas finas líneas blancas, chaleco, camisa blanca, una chaqueta larga que terminaba en picos; cabello perfectamente recogido hacia atrás, guantes blancos y una pequeña sonrisa cínica y divertida en los labios.

 

El negro era el predominante en el conjunto. ¿Qué diablos se traían con el negro? ¿Acaso no  sólo a él le gustaba usar ese color?

 

Y la serendipia se mostró.

 

Tuvo que parpadear varias veces, recapitulo todo, bajó y subió sus ojos en el cuerpo contrario y el suyo. Eso no podía ser cierto, el idiota no podría… ¿o sí?

 

–Veo que lo has resuelto. – El hombre se sentó en el sillón de frente, con las piernas cruzadas y una copa en la mano.

 

–¿Cómo… ?

 

–Mi querido omega, tu padre me dio la clave para todo. Mira que hacer las cosas en la bruma de la furia no es bueno.

 

–Mi padre ni siquiera…

 

–Sasuke, tu padre cometió el peor de los errores, – Un sorbo a la copa y continuo. – subestimar a su enemigo. Mira que darme un disparo sin constatar que realmente morí, es una falta de un principiante, no de un líder de manada.

 

–Yo vi cuando te dispararon, caíste y había sangre. –Sasuke estaba realmente sorprendido, apenas podía comprender lo que sucedía.

 

–Cierto, caí, pero la bala sólo rozó el órgano, no lo daño. Mientras me recuperaba, entre los chicos, mi familia y yo pensamos una forma de sacarte. Nada se nos ocurría y el tiempo se acababa. – Los ojos del alfa se perdieron en las ondas del vino. – Una noche, mi hermano llegó gritando sobre las caricaturas que las personas del otro lado hacían para distraerse y ahí recordé.

 

Sabes, una noche navegando por internet encontré una página de anime, son caricaturas animadas hechas en Japón. Vi uno que me llamó mi atención… desearía que alguien me rescatara como el mayordomo rescata a su amo.

 

–¿Lo recuerdas?

 

–Siempre recuerdo todo lo relacionado contigo, princesa.

 

Por segunda vez en su vida, no pudo contener la carcajada que empujaba sus labios y, no la detuvo. Lágrimas corrían libres por sus mejillas, su estómago dolía junto con su quijada. Él, siempre serio, ahora reía como un loco desquiciado.

 

¿Cómo no hacerlo? Nunca se imaginó que su alfa fuera el más idiota y a la vez, un loco y romántico capaz de hacer semejante locura. Ni siquiera podía imaginar, cómo fue que consiguió el carruaje, la vestimenta y ni se diga de las invitaciones para entrar a la fiesta de su padre. Al ser ya una sonrisa, prosiguió el alfa.

 

–Te ves hermoso Sasuke.

 

–Lo sé, – Confianza ante todo. – pero no has expuesto tus razones para secuestrarme de tal forma, alfa.

 

–¿Es una orden?

 

–Si.

 

Yes, my lord. – El hombre dejó la copa en la mesita. – Porque eres mi omega, porque no voy a permitir que te golpeen, que te impongan una pareja y mucho menos concibo que te alejen de mí. Puedo ser un ángel, pero si alguien osa tocar o dañar lo que me pertenece, el infierno no será nada comparado a lo que yo desataré.

 

–¿Por qué? – Volvió a preguntar, seducido por la intensidad de las palabras y la mirada del alfa.

 

–Porque te amo, porque te prometí hacerte feliz y lo que yo vi fue miseria y dolor. Quiero mostrarte lo que hay detrás del mundo de los cambiaformas, que conozcas el mundo normal. ¿No te gustaría estudiar, ser un médico, un profesor, un artista o lo que más te llame la atención?

 

Sasuke no dijo nada, asimilaba cada palabras profesaba por el alfa arrodillado ante él.

 

–Mi señor, me convertiré en su mayordomo, en su esclavo, su confidente, amante o lo que usted desee. – Un par de iris penetrantes se clavaron en su persona, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, sentía que le veían hasta el alma, que leían hasta su más íntimo secreto.

 

El alfa se levantó regresando a su posición secundaria. Tan sexy, atrayente y mostrando ese par de piernas fuertes y esculpidas protegidas por los pantalones que al parecer de Sasuke, era una prenda innecesaria.

 

–¿Y si sólo deseo que seas mi amigo? – La sorpresa del contrario fue momentánea, pues fue sustituida por la tranquilidad. Sasuke lo notó, se levantó y continúo. –Dime mayordomo, ¿serías mi escudo, mi espada, mi pañuelo, mi cama? – Por cada palabra dicha, él se acercó al contrario hasta quedar a unos cuantos centímetros lejos.

 

–Lo que usted desee, joven amo. – Ambas miradas colisionaron, una onda de lo más deliciosa, embriagante, chocó contra Sasuke, algo que nunca había experimentado hasta ahora.

 

–¿Serías el padre de mis cachorros, Naruto?

 

–Lo que quieras.

 

No pudo evitarlo. Demasiado tiempo, demasiado lejos, demasiado seductor. El choque de labios fue tempestuoso, brutal, se dañaron los labios, pero aquello les importo poco. Sasuke no se resistió ante las manos que tomaban su cintura para jalarlo más hacia el otro cuerpo, terminando sentado en las piernas contrarias. Su omega ronroneaba ante las demandas de su alfa. El ósculo bajo de intensidad, los sonidos de sus labios eran obscenos y húmedos, la excitación crecía como la lujuria y la pasión.

 

Un burbujeo crecía en su interior, se acomodó mejor sobre él. Naruto, no le soltó en ningún momento, la fuerza sobre su cintura se intensificó cuando sintió que se caía mientras pasaba su otra pierna. Aquella acción le encanto, le decía que él jamás le soltaría, siempre estaría para él.

 

Los labios del alfa estaban rojos, su olor le envolvía completamente. Se separó lo suficiente para poder hablar.

–Este cosplay, – Un beso en la mejilla. – es excitante. – Clavo su iris en los contrarios.   –Quédate a mi lado para siempre, Naruto.

 

El alfa, le observó subiendo una ceja.

 

–¿Es una orden?

 

–Si.

 

La sonrisa fue tan cínica y macabra que no comprendía porque sus ojos gritaban felicidad y amor. Demasiada dualidad había en ese ser.

 

Yes, my lord.

 

Dualidad que le importaba un rábano si ésta provenía de su caído amado alfa rubio.

 

 

Notas finales:

Chan, chan, chan~

¿Qué os ha parecido? Fue un reto, pero al final salió algo digno de leer. ¿Reconocieron el anime?

Este shot pertenece a un reto de tres palabras, la mías: secuestro, cosplay y pasión.

Nos vemos en la siguiente locura. 

Yanne. xD

 


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