—Otabek, por el dinero no debes de preocuparte, que Yakov pagará todo. Tú solo ven y diviértete con nosotros, ¿Qué dices?
—Viktor, agradezco su invitación, pero no me permite la federación de mi país dejar la concentración por este momento, por lo tanto, no puedo ir. Lo siento —respondió Otabek, impactando ello a Viktor y a Yuuri, y, enfadando a Yurio, quien, pegando la carrera, salió de la habitación, siendo seguido por el de ébanos cabellos, rumbo a darle alcance.
—Descuida Otabek, será en otra ocasión.
—Me hubiera encantado ir y poder ver a Yuri, pero así como deseo verlo, deseo poder enfrentarlo con todo mi potencial en las siguientes competencias, por lo que quiero seguir preparándome, y si voy, lo más seguro es que mi federación me correría. En serio, me apena mucho.
—Te comprendo. Sé que tan duros son algunos entrenadores, y peor las federaciones. Solo espero puedas acompañarnos después, o igual, si se da la oportunidad, te dejaré los datos de donde estaremos.
—Gracias Viktor. Por cierto, ¿A dónde van a ir?
—Iremos a Chechenia.
En la puerta del ascensor del lujoso edificio donde Viktor tenía su apartamento, y en el cual, ambos Yuris estaban viviendo, el ruso presionaba una y otra vez el botón para que este llegara al piso, siendo en el transcurso alcanzado por el de lentes.
—Espera Yurio, ¿A dónde vas?
—Déjame tranquilo cerdo.
—No, espera, Otabek dijo que...
—No me interesa —repuso el rubio, entrando al elevador recién llegando, siendo seguido por su antiguo anfitrión, quien, al cerrarse la puerta, impidió que el chico presionara algún botón, poniéndose al frente de la tira de botones.
—Yurio, no tienes por qué enfadarte. Sabes que no es culpa de Otabek y...
—Da igual. Yo tampoco iré.
—Yurio, escucha —le pidió, paciente, Katsuki, hablándole comprensivamente—, entiendo que quisieras que Otabek viniera, pero sabes lo difícil que es que las federaciones y los equipos te dejen hacer lo que tú quieras. Todos, excepto el suyo, son así. Y a mí me tocó y lo sabes.
— Pero, al final estás aquí —reprochó el hada, torciendo su boca.
— Y Otabek irá con nosotros un día, así que, por ahora, vamos a disfrutar y luego, a entrenar muy duro.
—Katsudon, no me convences, pero, no me queda de otra, puesto que sino me quedaré solo en la pista entrenando y me dará flojera. Ya que...
Cuando el GPF había terminado, la invitación de Viktor para que Yuuri se fuera a entrenar con él y Yuri a San Petersburgo había quedado abierta, y, aunque e japonés hubiera querido irse de inmediato con él, lo cierto es que su federación le puso muchas trabas, entre su edad, sus motivos para irse, aunado a su relación con Viktor, el supuesto de que solo se distraería y que "entrenaría con el enemigo". Al final, con la amenaza (falsa) de Viktor a la federación japonesa de que convencería a Yuuri de retirarse del patinaje si no lo dejaban venir a Rusia, el joven por fin fue autorizado para ir a radicar al país del hielo, sin no antes haber pasado más de un mes entre esos dimes y diretes.
Regresando al apartamento, Viktor recibió en la puerta a los dos patinadores, notando la tristeza en el rostro del más joven y su extraña pasividad.
—Cenemos algo y empecemos a buscar el hospedaje y los boletos. Quiero que lleguemos pasado mañana y podamos aprovechar al máximo este descanso. Es más, pide algo de cenar Yurio, tú elijes —dijo Viktor, intentando animar al chico, quién, entrando al piso, se fue a encerrar a su habitación.
—Yo pediré la cena —medió Yuuri.
— ¿Ya no va a ir? —preguntó Viktor, desconcertado.
—Dale tiempo, está sentido porque Otabek no vendrá, pero aceptó que irá solo por no quedarse solo. Vamos, pidamos pizza —respondió un comprensivo Yuuri, dándole un tierno beso a la mejilla a su pareja, entrando ambos al lugar.
En tanto, en su alcoba, Yuri seguía molesto, y cuando vio un mensaje de Otabek en su celular, decidió apagarlo y no leer el contenido, debido a su sentir.
—Eso como si a Otabek no le importará verme. Sé que es difícil ir contra tu entrenador, pero si quisiera verme, lo habría hecho... supongo.
Y, siendo llamado a cenar, devorando el dos pizzas grandes, todos los preparativos quedaron listos para partir dentro de dos días. A la mañana siguiente, empacando cosas y terminando las reservaciones, el trío estaba más que listo para sus mini vacaciones. Mientras que Yuuri y Viktor cantaban y reían, Yurio los veía con el ceño fruncido, cepillando el pelaje de Potya.
—Saldremos mañana temprano y pasaremos tres noches allá. Habitaciones separadas para ti Yuri y para nosotros y contraté un tour por la ciudad, así como imprimí unos treinta mapas de a dónde iremos y... —comentaba, alegre y entusiasmado Viktor, anonadado a Yuuri, e ignorándolo Plisetsky.
— ¿Y a dónde pasaremos la otra noche? —preguntó, algo forzado en voz, el moreno, recibiendo la respuesta casi en grito.
—Iremos a Almaty. Dicen que es un bello lugar y...
— ¿A Almaty? —terció atónito Yuri, corriendo frente a los tortolitos.
—Así es Yurio. Pasaremos a darle la sorpresa a Otabek, y así no interferiremos en su entrenamiento. ¿Te parece la idea?
—Me encanta Katsudon. Gra, gracias —contestó, visiblemente emocionado, abrazando a Potya—. Iré a hacer mi equipaje —agregó y dando ligeros brinquitos de emoción fue a su pieza a empacar, mientras que esa muestra dejaba más que satisfecha la pareja.
—Tenías razón Yuuri, era una buena idea, el gatito parece haberse emocionado.
—Eso me da gusto. Ahora hay que empacar, dejar a Potya con Mila e ir a disfrutar —cerró Yuuri, sonriendo junto con Viktor por la emoción de su viaje.
Y así, en la mañana con las maletas llenas y mucha alegría, un itinerario hecho y deshecho por los tres, y un fuerte sol acompañándolos, el trío de patinadores tomó su vuelo rumbo a la República de Chechenia, para comenzar unas vacaciones que, ciertamente, serían todo menos lo que ellos habían pensado.
Continuará...