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Anorexia por “fealdad”. por UnaHumana

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Notas del fanfic:

Primero confesaré que esta idea la obtuve por escuchar a Nicole Dollanganger  (si no gustan de música tranquila o muy depresiva, ni la busquen) con su titulo “Please eat”, por eso el tema principal ha sido la anorexia. Recuerdo cuando supe del tema por primera vez junto a la bulimia, este último siempre me causó una terrible sensación  y por eso preferí no tocar el tema mucho en aquél entonces; incluso en la actualidad evito todo lo relacionado con el vómito por mi sensibilidad. Estoy consciente de la gravedad de ambas enfermedades, por eso no romanticé ninguna escena relacionada. Traté de hacerlo ver lo más real posible, así que espero no ofender a nadie. De ser así, me disculpo de una vez.

            El borrador fue completamente distinto: más corto, menos detalles, y lo más importante, la víctima era Wander. Luego de haber terminado tal borrador, me levanté una mañana recordando lo escrito durante la madrugada (a duras penas había durado un par de horas escribiéndolo completo en un cuaderno) y analicé: Wander ha recibido mucho odio por parte de los villanos y a pesar de que Dominador fue la única que logró ponerlo triste más fácil que el resto, pudo mejorarse. Sería ilógico que Wander decidiera hacerse daño y preocupar a sus amigos de esa forma.

            Entonces… La imagen de cómo Odión (o Hater, como el fandom prefiera) se notaba gravemente afectado por unas simples palabras hiriendo su ego golpeó mi cabeza de tal manera que casi escupía mi café. ¡Odión era la opción más lógica! Y fácil, cabe mencionar. Al comenzar a pasarlo en computadora, no supe de qué forma editarlo, pero estaba tan emocionada que le comenté a una amiga lo que haría (sin especificarle que su hijo adoptivo número No-sé-cual, sería pareja de Odión).Así que, mi querida amiga paintri, lamento no notificarte eso. No lamentaré el desarrollo feliz de esta historia. Que disfruten. Oh, y si no es suficiente angst para su alma, ¿podrían hacérmelo saber? Ya que el objetivo de este escrito es exprimir sus corazones y crear un mar con sus lágrimas. Además de que esto de la angst no es lo mío [carita triste].

Wander era un extranjero pelirrojo de ojos obscuros, estatura baja y de personalidad alegre que se reflejaba en absolutamente todas sus acciones y facciones. Su color favorito era el verde, por lo que sus vestimentas eran usualmente de ese color; amaba las estrellas por lo que no era raro verlo llevar una en lugar de un moño o en algún estampado de su ropa. Wander era el tipo de persona que adoraba ayudar a los demás sin importar qué. Si una palabra fuera necesaria para describirle, esa era “bondad”. Él era, sin duda alguna, el ser que cambiaba por completo la perspectiva de las cosas a cualquiera que formara parte de su vida.

          Eso se debía a la facilidad de hablar con cualquier persona que pasara por su camino, las consecuencias de su habilidad fueron muchos conocidos en todas partes, pero jamás estaría más agradecido que cuando Sylvia dijo ser su amiga, la cual consideraba al pelirrojo como uno de sus pocos mejores amigos, y cómo olvidar cuando su más grande amor (cosa que nunca fue un secreto), accedió a ser su pareja. Wander aseguraba ser feliz.        Hasta que ese día llegó.

          El pelirrojo andaba directo al trabajo de Hater para llevarle el almuerzo a él y Peepers, este último era el mejor amigo de su pareja por lo que tuvo muchas dificultades para ser aceptado por él de esa forma, mas todo esfuerzo valió la pena pues tras tan malhumorada persona había alguien divertido y dulce. Wander todos los días se encontraba a Dominador en la entrada de aquel lugar, pues ella también esperaba a alguien de ahí, aunque nunca nadie supo a quien esperaba por horas. Al principio el extranjero trataba de hacerle plática a la mujer, pero ella simplemente le gritaba que se fuera así que desde entonces el de ojos azules se limitaba a darle un amable saludo.

          Sin embargo, todo cambiaría ese día. A la mujer de cabello descolorido se le ocurrió divertirse mientras esperaba a tan misteriosa persona, y lo hizo de la única forma que ella sabía: humillación ante varias personas. Wander se acercaba alegremente al lugar y al notar el cambio de lugar de espera de Dominador, se dio prisa sin saber que ese sería su peor error. La mujer sonrió de una manera escalofriante al notar que su objetivo se acercaba con prisa. Al tenerlo frente a frente, volvió a tener la expresión seria que antes.

– ¡Oye, bola de pelos naranja!

–Buenos días, D. –Dijo el más bajo alegremente mientras alzaba la mano y la meneaba en forma exagerada  para saludar.

Wander comenzó a hablarle como al principio hacía: contaba un “resumen” de su vida (él había viajado a muchos lugares desde joven) que parecía no terminar desde las primeras palabras que soltaba. Entre tanto parloteo, Dominador trataba de encontrar un punto débil por el cual atacar, en cada pausa del joven frente a ella, lograba soltar algún comentario ofensivo que parecía no afectarle al contrario. Pronto la de cabellos plata se arrepintió de haberle llamado y eso que tan sólo habían pasado cinco minutos desde entonces.

Después de un rato, apareció un hombre de piel increíblemente blanca, cabello negro y ojos verdes vestido de un pantalón negro y camisa abotonada de manga larga color carmín; aclamaba la atención de todos los que estaban andando en su alrededor. Cuando Dominador logró notar el silencio en Wander, ella iba a atacar con frases geniales que seguramente iban a herir la dignidad del extranjero, pero supo que éste miraba con los ojos iluminados a un lugar en específico. Al dirigir su mirada al mismo punto que el resto, tuvo una fantástica idea que la hizo sonreír.

El pelirrojo se dirigió emocionado y con prisa a su pareja, quien le recibió con timidez ante las miradas. Mientras conversaban abrazados y alegres se adentraron al edificio, a algunos se les contagiaba la felicidad y otros regresaban a lo suyo como si nada hubiese pasado en ese momento. La idea se mantenía palpitante en la consumida cabeza de la mujer de cabellera plateada, tal parecía que no iba a descansar hasta ejecutar su nuevo improvisado plan. Ese día Dominador regresó a casa temprano sin que nadie lo notara.

Ese día, Dominador se había vestido presentable para infiltrarse al edificio sin que le dijeran algo, a fin de cuentas nadie sospecharía nada malo. Todos creerían que simplemente comenzó a trabajar ahí. Sin hacer caso a las miradas, y tras preguntar por la oficina del hombre más llamativo de la empresa, se dirigía al lugar donde los hechos comenzaban. Tocó impaciente la puerta color negro frente a ella, tras unos momentos se abrió de golpe mostrando a aquél; ojos resplandecientes color verde y cabellera negra, ahora vestido de traje negro con corbata roja.

Dominador se abrió paso en esa oficina que, por juzgar a simple vista, era la oficina de alguien importante. Impaciente, Don Odión le seguía con la mirada hasta que ella se sentó en la silla frente el escritorio. El alto hombre de mal humor se sentó en su silla. Entonces ella comenzó a hablar. Ninguna palabra se escuchó fuera de la habitación, pero claramente retumbaban en la cabeza del hombre.

–Ese muchachito que viene a verte… Es muy lindo, ¿no? –Odión ya iba a gritar mil cosas, pero ella le interrumpió. –No creo que estén al mismo nivel.

– ¿A qué te refieres? – La sonrisa de Dominador se ensanchó.

– ¿Alguna vez te fijaste en tu figura? Aún no entiendo por qué él aceptó salir con alguien como tú. Es decir, mírate y míralo, ¡son totalmente distintos! Deberías hacer algo al respecto antes de que te cambie por alguien más… Delgado.

Conforme Odión iba mostrándose afligido, Dominador continuaba hablando y hablando basura sobre el contrario que en su mayoría no venía al caso. No fue hasta que Odión se enfadó de escucharla y le ordenó que se fuera, ella no se fue tan fácilmente así que el hombre tuvo que llamar a los guardias de la compañía para que la llevaran fuera del lugar y nunca permitirle la entrada. La soledad impulsó a que los pensamientos de aquel llovieran enterrándose en su cabeza. ¿Y si esa mujer tenía razón y no estaba a la altura de Wander? Él sabía que no había mejor hombre que sí mismo, pero cuando Wander se mantenía persistente a hacerle sentir mejor… Simplemente emanaba alegría infinita.  Alegría que desde el comienzo no supo cómo pagar de vuelta.

          Tal vez si mejoraba su forma física él estaría agradecido, pero si ya hacía ejercicio… ¿Eso era insuficiente? Tal vez debía tomar otras medidas más efectivas… Unos leves golpes en la puerta de su oficina le sacaron de sus pensamientos. Una pequeña sonrisa se mostró en su rostro. Susurró que pasara, pues ya sabía quién era. Esa cabellera naranja que tanto esperaba ver se asomó con timidez por la entrada, esa sonrisa llena de ternura le contagiaba. ¿En serio no estaba a su altura? Es decir… No en forma literal, pues de ser así era Wander quien no estaba a su altura.

          Igual que siempre, Wander le traía un poco de comida preparada por su mejor amiga. Sus platillos siempre se veían apetitosos, mas en esta ocasión había perdido el apetito. El pelirrojo simplemente dejó la comida en el escritorio de su pareja y esperó a que lo tomara.

          –Lo siento, Wander–. Hizo una pausa para mirarle de reojo, en ese segundo pensó en lo que estaba por decidir, pero sabía que si le decía algo como “no lo comeré” se pondría muy triste, –Lo tomaré después, ahora no tengo hambre.

          La atenta mirada del joven le hacía sentir que inspeccionaba sus pensamientos, por lo que Odión le miraba de vuelta. Cada quien tratando de descifrar al contrario; uno buscando un problema y el otro buscando lo que trataba de encontrar su pareja. Entonces pasó algo de colores que distrajo a ambos, pues todos esos colores se reflejaban por la oficina entera creando un estético escenario que uno amó, pero el otro no estaba tan maravillado. Al asomarse por la gran ventana se encontraron con un desfile donde inflables gigantes con la figura de alguien muy reconocido.

          Odión aprovechó para guardar la comida en un pequeño refrigerador que tenía en su oficina. Vamos a esa feria, ¿puedes? Dijo el pelirrojo en forma de petición, con un tono tierno en su voz. Una sonrisa se asomó en los labios de Odión. Pronto la visita de Wander se volvió completamente amena y llenó de esa alegría la oficina. Claro que no duró por siempre, Wander se fue a casa de Sylvia y con él se fue la felicidad.

          El solitario hombre pasó su mano por su cabello y soltó un sonoro suspiro. No le puso atención al timbre del teléfono, a pesar de haber recibido alrededor de cuatro llamadas. Momentos después unos golpes en la puerta se hicieron notar. Sin decir nada, la puerta se abrió. Se trataba de Peepers, segundo al mando de la empresa después de Odión. ¿Estás bien? Preguntó suavemente a su amigo. El hombre no pudo hacer nada más que llorar desconsolado en la compañía de su fiel amigo como los viejos tiempos de inseguridades.

          Pasaron días en los que el de piel pálida había comenzado una dieta, cosa que tuvo que decirle a Wander ya que era Sylvia quien le hacía la comida. Desde entonces es el pelirrojo quien se dedicaba a prepararle unos apetitosos vegetales acompañados con cereales. Todo estaba estable ahora. Hasta que llegaron cartas por correo a la casa de Odión. Todas eran de Dominador donde tenía por escrito palabras hirientes. Esa dieta tuya no hará lo suficiente. ¿Cómo fue que se enteró? Era la pregunta que invadió por unos momentos al de ojos verdes.

          Todas las cartas que Dominador mandaba eran cada vez más hirientes. Un fin de semana Peepers había visitado la casa de su amigo, como era costumbre cada sábado. No era necesario llamar al timbre pues él tenía las llaves de la casa. Al abrir la puerta, un sonido le llamó la atención. Ese sonido provenía del suelo, donde se encontró varias cartas sin abrir. Las tomó entre sus pequeñas manos. Caminó hasta el comedor. Dejando las cartas en la mesa, se sintió intrigado por las que ya estaban abiertas y revueltas.

          Agarró una sin cuidado y leyó la primera línea. Estaba confundido. No había nadie en la empresa que fuera más imponente que Odión, y mucho menos si se dirigían a él. Todos lo respetaban como era debido. Peepers comenzó a buscar al remitente de las cartas, leía sin querer una que otra frase. Siempre una más cruel que la anterior. Poco a poco vio más necesario revisar si su amigo estaba bien.

          Hasta que leyó una frase en una hoja casi vacía: “Tal vez si dejaras de comer tanto, podrías adelgazar como se debe”. Peepers, con la preocupación maternal que siempre se le acusó de tener, se dirigió de prisa –olvidando dejar la carta– a la habitación de su amigo. Abrió la puerta de golpe. Encontrando a Odión, tal como esperaba, hecho un ovillo. Se acercó lentamente, temiendo del cómo pudiera reaccionar su amigo estando de mal humor, pero por dentro sabía que dentro de su obscura silueta estaba tan destrozado que el hecho de entrar a su habitación era lo de menos.

          –Dime que no estás pensando en hacer una estupidez–. Rompió el silencio Peepers acercándose a su amigo– Dime que esto no te importa–. Dijo levantando la hoja de papel.

          Odión sólo se encogió más. El pequeño bajó los hombros, señal de haber perdido la esperanza. Miró a su amigo y luego bajó la mirada al papel. Lo lanzó lejos, tras su espalda, sin saber muy bien a donde había caído. Se sentó en la orilla de la cama y tocó la espalda de su amigo en forma de consuelo.

          –Eres el amigo más genial que he tenido, ¿sabes?­­– silencio fue lo que recibió, entonces continuó– ¡Todos conocemos lo magnifico que puedes ser! Creemos que usted es un ser perfecto y nuestra empresa no puede dirigirse sola­–. Dijo con alegría, esperando que su amigo se animara al menos un poco, luego susurró– Aunque la mayor parte de las cosas me las deja a mí…

          Eso sacó una risa del grandulón. Peepers hizo que su amigo se levantara y le pidió que ordenara la habitación, pues parecía que la acababan de saquear. Si bien los dos se esforzaron por lograr que se olvidara el asunto de las cartas, tirándolas todas sin leerlas, Dominador encontró otras formas efectivas: Correos electrónicos, llamadas desde algún teléfono público, mensajes por celular desde distintos números.

          Odión no pudo simplemente ignorarlo. Cada vez al ver sus redes sociales repletas de mensajes de varias cuentas falsas con el mismo contenido de siempre, comenzó a cansarlo y de vez en cuando a asustarlo. Desde que eso comenzó a penas había pasado semana y media, no podía ni quería creerlo. Por más imposible que pareciera lograr ignorar lo que Dominador hacía, Odión no tardo en creer lo que la mujer le mandaba por escrito y mensajes de voz.

          Pronto Dominador no fue necesaria para que el hombre simplemente se deshiciera en lágrimas cada mañana al despertar. Ya se sentía una máquina andante. A excepción de ese día que estaba repleto de trabajo, no había tomado alimento alguno, estaba de mal humor y lo que le faltaba aún después de haberles gritado a la mayor parte de sus empleados, era verse en el espejo. ¿Realmente Wander lo quería así?

          Miraba su reflejo. Todo en él estaba mal: bajo sus ojos había unas ojeras muy marcadas que ahuyentaría a muchas personas, su cuerpo se comenzó a hacer flácido por la falta de ejercicio desde que comenzó a trabajar en su empresa. Molesto por su propia descripción, rompió el espejo de su habitación, logró notar algo más que detestar… Su forma de ser era insoportable también, entonces… ¿Por qué alguien como Wander se quedaría a su lado?, ¿Por qué Peepers insistía en ser su amigo? Suspiró de manera pesada, el pensar en esas cosas sólo lo hacía sentir más cansado que nunca. Igual que los últimos días se fue a dormir con un dolor de cabeza que ignoró al ya saber la razón.

          Un par de semanas pasaron desde la última vez que Odión había comido de manera decente. Siempre encontraba la forma de convencer a sus seres queridos que ya había comido o no tenía hambre. Ese día esperaba a Wander con una nueva escusa. La llegada del pelirrojo no tardó. Pronto la habitación se llenó de alegría y cariño, pero algo estaba cambiando. Algo que sólo el de ojos verdes sentía, pero que el de ojos azules pudo notar a la perfección.

          –Me pareces más delgado… ¿Debería preocuparme? – Cuestionaba mientras paseaba su mirada en el cuerpo de su pareja. Odión sólo negó con la cabeza estando él muy nervioso, – ¡Oh! Es por tu dieta. Qué bueno que logres tus objetivos.

          Wander se encontraba feliz por su pareja, pero Odión se sentía culpable por ocultarle cosas. En todo el rato que el pequeño estuvo de visita se mantuvo en silencio y sólo contestando lo necesario a las preguntas que ocasionalmente el pelirrojo le hacía. Tal vez sea porque está cansado, pensaba el pelirrojo. Pobre criatura inocente no sabía lo que su pareja ocultaba tras su seriedad en ese momento, tan deseoso de contarle porque era lo único que invadía su cabeza los últimos días.

          El pelirrojo se fue momentos más tarde. Dejando al de cabello negro solo en su oficina, ya su día de trabajo llegaría a su fin y lograría llegar a casa a dormir. Los días siguientes fueron más o menos así: Odión despertaba. Se arreglaba para el trabajo. Llegaba saludando a todos los que le saludaban. Se encerraba en su oficina. Llegaba Wander con lonche para él. Él lo guardaba con algún pretexto. Hablaban hasta que el pelirrojo se fuera. A veces Peepers llegaba a hablarle también unos minutos de su descanso. Terminaba la jornada. Llegaba a casa a dormir.

          Terminó el primer mes en el que Odión no había comido absolutamente nada. Ya comenzaba a atraer miradas de sus empleados y seres queridos, sin embargo él insistía en que todo estaba bien y se estaba alimentando como era debido. Lo más difícil era mentirle a su novio, pues aunque las señales fueran muy marcadas, Wander le creía fielmente todo lo que decía. Y su sonrisa a veces le hacía sentir tan culpable… Tan despreciable… Muchas veces estuvo a punto de decirle la verdad, pero no podía, siempre se quedaba a medias.

          Así continuó aquél por un par de semanas más. Wander atravesó la puerta de la oficina muy emocionado: ¡La feria está de vuelta!, gritó. Entre saltos de emoción y parloteo, el pelirrojo pidió gentilmente que visitaran la feria ese fin de semana. Odión estaba contagiado por su felicidad que la preocupación de esa mañana al notar cuánto cabello se le caía y la facilidad con la que se le había roto la mitad de su uña del dedo pequeño de su pie, desapareció. Accedió a la petición del contrario con una sonrisa.

          Tras acordar bien las cosas Wander se fue. Decidieron ir el domingo de esa semana, y así sucedió. Su delgada figura esperó por unos minutos la llegada del extranjero. Odión temía que se desmayara frente a su novio durante ese alegre paseo, pero con un noventa por ciento de cariño y un diez por ciento de fuerza de voluntad logró disimular su malestar durante varias horas bajo el sol de la tarde.       Ambos se estaban divirtiendo. Caminaban de puesto en puesto hasta quedar satisfechos con su recorrido. Cuando el Sol se estaba poniendo, caminaron lejos de la gente y se sentaron a disfrutar del paisaje.

          – Gracias–. Ese azul de sus ojos dejó el contacto con los colores rosados de esa tarde para ver el pacifico rostro de su pareja. Sonrió momentos después.

          –A ti–. Respondió con una sonrisa para luego recargar su cabeza en el hombro del contrario hasta el final de la puesta de Sol.

          El día siguiente, Odión se veía mucho más cansado de lo normal; sin embargo cada que alguien preguntaba sobre su estado, él insistía en que estaba bien. Cuando finalmente llegó a su oficina totalmente cansado se sentó en su silla. A penas encendió su computadora, la espera le pareció eterna. Los parpados le pesaban, poco a poco se cerraban. Pensando que era simplemente sueño, puso sus brazos cruzados en el escritorio y en ellos yació su cabeza.

          Pasaron horas. Múltiples llamadas recibía su teléfono, al igual que mensajes por parte de sus empleados para atender asuntos importantes. Ya todos estaban preocupados, así que mandaron a algún supervisor a comunicarle al segundo al mando sobre el asunto. Confundido y esperando que todo estuviera en orden, Peepers fue a ver qué pasaba con su amigo. Tocó la puerta levemente. No hubo respuesta. Golpeó con más fuerza la madera. Nada. Abrió de golpe para verle ahí recostado. Suspiró aliviado.

          –Demonios, je, je… No es momento de tomar siestas, eh–. Peepers comenzó a acercarse, cuando estuvo a un lado de su amigo comenzó a moverlo levemente– Vamos, despierta–. Soltó una risa nerviosa–. Por poco pensaba que- ¿Odión?

          Ahora con el corazón palpitando rápidamente, asustado como nunca, gritaba el nombre de su amigo. Sus ojos se mostraban cada vez más empapados, la desesperación apenas le dejaba respirar. Cuando pudo respiró hondo e hizo lo que su sentido común le ordenó hacer. Una llamada. Sólo una llamada. Comunicó como pudo la dirección y la situación. Estaba ansioso, asustado, preocupado. Lo único que lograba hacer era dejar caer sus lágrimas y aferrarse al inconsciente cuerpo de su mejor amigo.

         Lamentaba no haber hecho caso a su instinto cuando le decía a gritos que algo iba mal con él. Lo siento. Sollozaba. Las sirenas sonaban por las calles. Peepers ni siquiera se movió por su cuenta cuando apartaron a su amigo del lugar. Sólo abrazó sus piernas esperando que todo resultara bien. Deseando que no hubiera sucedido. Sentía que era su culpa. ¿Cómo no lo sospeché antes? Lloraba mientras las sirenas se alejaban a gran velocidad.

          Risas. Sylvia acababa de decir uno de sus mejores chistes. Wander compartía uno suyo cuando una llamada le interrumpió. ¡Oh, C. Peeps! Contestó con un alegre saludo. Desde el otro lado se comunicaban palabras que hicieron al pelirrojo sentir un dolor de cabeza y un vacio en el estomago. Los nervios y el terror se esparcieron con agilidad por el cuerpo del pequeño extranjero. Sylvia estaba mirando con atención a su amigo.

          Wander salió corriendo de su casa sin decir nada, dejando a su mejor amiga confundida. Ella intentó seguirlo, pero por entretenerse cerrando la casa, el pelirrojo ya había subido a un taxi. Ansioso y preocupado bajó del transporte en cuanto estuvo frente al hospital. Una vez dentro se dirigió a recepción, donde recibió la información que necesitaba. Al llegar a la habitación, un doctor que estaba saliendo le explicó la situación por petición del recién llegado. Eso sólo le hizo sentir peor.

          Entrando al lugar donde estaba su pareja, respiró con dificultad. La figura de quien tanto amaba estaba tan delgada que la mayoría de sus huesos podían notarse. Varios moretones se lucían es su pálida piel. Odión miraba a través de la ventana con una expresión decaída pues no sabía cómo miraría a los ojos a Wander después de que supiera la verdad. El de ojos azules caminaba lentamente hacia la camilla, su semblante reflejaba su tristeza, luchaba por no llorar en ese mismo momento.

          El silencio los estaba matando con cada segundo que pasaba. Por parte del de cabello negro no había mucho por decir, pues todo se había explicado por sí mismo, pero Wander no sabía por dónde empezar…

          – ¿Por qué…?– Calló al notar un respingo por parte del contrario. No le respondió. Suspiró. Se acercó aún más tratando de encontrar los verdes ojos de su novio, sentía necesario ver su expresión. –Odión… Esto fue un tanto extremo, ¿lo sabes?, ¿Por qué lo hiciste? – Le miró con tristeza sin decir nada– ¿Por mí?

          El hombre internado apretó las sábanas, notando esto Wander acercó una silla y se sentó para después tomar una de las manos de Odión con delicadeza. Pensando en lo que diría, suspiró ligeramente por no poder pensar con claridad.

          ­–Escucha: Te amo. Eres un tesoro para mí, así que lo que todos vemos en tu exterior es lo de menos. No importa porque adoro desde la más bella cualidad hasta cada uno de tus defectos–. Una sonrisa leve apareció en el rostro de Wander por el simple hecho de pensar en lo que decía– A decir verdad, ¡amo tu personalidad! Tu forma sincera de ser con todos, y el cómo eres conmigo, Odión… No quiero que mueras porque si no estás…– Su voz se quebraba poco a poco. Sus ojos enrojecían al dejar ir cada palabra. –Mírame.

          Acariciando la mano de Odión con una mano, llevó la otra hasta la mejilla de su novio que sólo observaba cada movimiento conteniendo sus lágrimas en vano. Jamás había visto al pelirrojo reflejando tanta tristeza, o quizá jamás se acostumbró a eso por la falta de tal sentimiento en su pareja… De todas formas, verle así le destrozaba poco a poco.

          –Por favor… No me dejes. No mueras, no mueras ahora siendo joven. ¡Tenemos tanto por hacer! –Exclamó con esperanza en su voz. Sus lágrimas caían también, resbalando por sus mejillas. –No puedo abrazarte, me da miedo… Si no ha sido suficiente debes saber que lo daría todo por ti, para darte lo que te mereces… ¡Recorrería todas las galaxias existentes sólo por ti! Porque lo mereces todo por ser tan magnífico como amigo y como novio. Así que prométeme que al salir de aquí, comerás de nuevo. Por favor, aliméntate porque de verdad no sé qué haría sin ti…

          Wander lloraba como si no tuviera consuelo en ninguna parte, se calmó un poco por la sorpresa de ser rodeado por los brazos de Odión, un acto de ternura que por el miedo antes mencionado no pudo corresponder como le hubiera gustado hacerlo. En ese momento se prometió no descuidar en ningún momento a su pareja. Prometió decirle que lo amaba cada mañana.

          Su mirada nublada miraba hacia la tierra que estaba ahí a unos pasos de él. Como en una película de Hollywood, comenzó a llover. Aún tenía fresco en su memoria el recuerdo de cómo el electrocardiograma comenzaba a sonar de manera constante justo después de haber sido abrazado por Odión con tanta ternura como jamás había hecho. Aún recordaba sus propios gritos y llanto inundando los pasillos. Lloraba. Recordó cómo Peepers lloró antes de desaparecer al día siguiente de haber recibido la noticia… Arrodillado sobre el pasto, dejó que la lluvia le consolara en vano. 

Notas finales:

Gracias por leer.


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