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Comienzo de una nueva leyenda por Otogi Rinkaku Nishimura

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— Amo... Me gustaría pedirle un favor. 




 




El lugar en el que se encontraba era por demás tenebroso, los colores predominantes eran el rojo y el negro, junto a algunos colores claros que representaban las almas que allí vagaban en su eterno sufrimiento.  




Cuando Koichi se paró frente a su amo sintió sus piernas temblar, por más que había pasado bastante desde que le serbia, aún sentía un miedo enorme cada que los ojos del demonio se fijaban en él.  




Pero el favor que quería pedirle era uno que hacía ya bastante rondaba por su mente. 




 




— ¿Un favor? ¿Por qué debería hacerte un favor? —La profunda voz del ser infernal llegaron a retumbar en sus aposentos, en tanto algunas sirvientas se acercaban con comida en forma de ofrendas, las cuales el demonio rechazaba con hacer un chasquido de sus dedos, volviendo toda comida ceniza. 




— He obedecido cada orden que me ha dado sin quejarme... He cumplido cada cosa que ha pedido con la cabeza en alto... Por favor... Solo tengo un deseo en este momento. —Las rodillas del Kitsune chocaron contra el suelo, pudiendo arrodillarse ante su amo, bajando su rostro en una señal de completa sumisión, sintiendo algunas lágrimas juntarse en sus ojos. 




— Estoy de buen humor... ¿Qué es lo que quieres? —Solo con esas palabras, el de cabello rosado elevo su rostro, esbozando una amplia sonrisa al no poder contener su felicidad. 




— Q-Quiero visitar al Dios Inari, por favor, es mi único deseo, luego de eso no pediré nunca más nada. —El rostro de felicidad paso a ser una de preocupación, ya que no había pasado por alto el cambio de expresión que el demonio tuvo, sintiendo ahora una mirada de enojo— ¿A-Amo? 




— Tsk... Prepárate, iremos en unos minutos.  




 




Con ello dicho, el demonio de cabellera negra desapareció en una nube de humo de igual color, dejando a todos los lacayos con un sentimiento de preocupación, pero no por su amo, si no que estaban preocupados por el pequeño zorro de tres colas, quien paso por alto todo para poder ir a arreglarse. 




Si vería a su Dios, debería estar presentable. 




 




Koichi se sentía demasiado emocionado y nervioso, por lo que cada tanto arreglaba su cabello, mirándose en un espejo que allí había.  




Una presencia fría se logró sentir tras de él, por lo que giro en tanto desplegaba sus tres colas. 




La curiosidad le gano cuando vio frente a él a una mujer de largo cabello negro y de rostro bastante delicado, el cual era cubierto por un pequeño velo verde casi transparente. Su ropa consistía en un kimono completamente blanco en tanto sus pies estaban descalzos.  




Lo que más llamaba la atención era la enorme guadaña que traía en una de sus manos. 




 




— ¿Quién es usted? Nunca la he visto en el lugar de mi amo... —La voz desconfiada del Kitsune hizo que la mujer mostrara una sonrisa, lo que le hizo poner los pelos de punta a Koichi. 




— Así que tú eres la mascota de mi hijo... Deberías mostrar tu respeto hacia mí. —Con un movimiento de su mano, la mujer coloco su guadaña contra el cuello de quien catalogo como mascota. 




— ¿H-Hijo? … D-Diosa Izanami... 




— Así es... No me agradas mucho... Así que ve diciendo adiós.  




 




Koichi cerro sus ojos con fuerza, sintiendo un movimiento de la mano de aquella Diosa de la muerte. Sintió su fin cerca, por lo que simplemente se dejó hacer. 




Nada sucedió. 




Cuando abrió sus ojos, miro con sorpresa que la mujer allí presentaba una mueca de extremo dolor. 




Otogi estaba sujetando su muñeca con una fuerza increíble, lo que logro que la guadaña fuera soltada, haciendo un ruido seco al impactar contra el suelo. 




 




— Sabes que adoro tus visitas, Izanami, pero si se te pasa por la cabeza el amenazar o hacer algo contra alguno de los seres que me sirven... Creo que tendremos un problema tu y yo. —La voz del demonio sonó completamente carente de emociones, incluso se podía escuchar cierto cinismo que combinaba con la sonrisa de lado que dedicaba a la que era su madre. 




— H-Hijo, solo... Solo estaba jugando, n-no era necesario que reaccionaras así... E-Estas apretando muy fuerte. —El kitsune podía asegurar percibir el miedo y desesperación en la voz de aquella Diosa, lo que le llego a impresionar. Según sabía, la Diosa Izanami infundía temor más nunca lo sentía. 




— Que casualidad... Nunca me gustaron tus juegos. Ahora vete a menos que quieras que apreté tu cuello en vez de tu mano. —Con un movimiento brusco logro que su progenitora se hiciera a un lado, quien le miro con cierta rabia para luego desaparecer. Al verse solos, Otogi logro voltear hacía el zorro bajo su mando— ¿Estas bien? ¿Te ha hecho algo? 




— N-No... No me hizo nada... 




— Bien... Agárrate de mí, te llevare con ese Dios de cuarta.  




 




El kitsune no pudo decir nada en contra de lo dicho, ya que eso conllevaría provocar el enojo de su amo, lo cual no estaba preparado para soportar.  




Aún recordaba la primera lucha que tuvieron y de la cual tardo bastante tiempo en curarse. 




Agarro con cierta timidez el trabajado brazo del demonio, cerrando sus ojos con fuerza cuando sintió que este le acercaba más hacía si, para luego notar que su cuerpo parecía más liviano. Un viaje entre dioses, supuso. 




Cuando noto que todo ya estaba tranquilo, fue abriendo poco a poco sus ojos, intentando acostumbrar estos a la gran cantidad de luz que allí había. 




En cuanto se acostumbró a la vista, sintió una presión en su pecho. 




Estatuas, miles de estatuas de Dioses estaban allí, pero algo dentro suyo le indico que no eran solo figuras de piedra. 




No, eran los Dioses durmiendo. 




Con lágrimas en sus ojos comenzó a correr entre todas las figuras, intentando buscar así a Inari. Reconoció incluso a deidades como Tsukoyomi, Takemikazuchi, Ame no Uzume y demás. 




Se detuvo cuando noto la gran y brillante figura de Amaterasu, derramando algunas lágrimas cuando sus dedos rozaron con esta.  




Solo se detuvo cuando por el rabillo del ojo pudo distinguir la figura que buscaba. 




Había encantado a Inari. 




Con pasos lentos pudo ir hasta la figura de piedra que allí había, sonriendo entre lágrimas al ver que su Dios seguía igual que siempre.  




Sus lágrimas comenzaron a recorrer libremente sus mejillas, sollozando en tanto se arrodillaba e inclinaba frente a quien era su Dios, por más que este estuviera petrificado. Solo volvió a levantar su cabeza cuando noto la esencia del demonio, que era su amo, cerca de aquella estatua, sintiendo una alerta de peligro cuando las largas uñas de este comenzaron a rozar con la piedra. 




 




— A-Amo... 




— Tranquilo... No me apetece deshacerme de estos imbéciles... Solo gusto darte un pequeño regalo.  




 




Diciendo ello, Otogi acerco su rostro hasta la oreja del Dios petrificado, recitando unas palabras que fueron inentendibles por el Kitsune. 




Koichi sintió que su corazón explotaría cuando vio que la roca comenzaba a tomar color. 




Inari estaba despertando. 




Cuando el Dios abrió sus ojos, Koichi emitió un sonido de total alegría, en tanto sus tres colas comenzaban a danzar de un lado a otro, demostrando así su felicidad. 




 




— ¡D-Dios Inari! 




— Koichi... —La suave voz de aquella deidad diciendo su nombre hizo que automáticamente se acercara hacía él, no conteniéndose de abrazarle, ocultando su llanto en el pecho de su señor— Ya, no llores... ¿Por qué he despertado? ¿Acaso las personas... ? 




— No te hagas ilusiones, Dios de los zorros, yo te he despertado. 




 




La gruesa voz hizo que la deidad volteara, viendo aquellos ojos ahora verdes mirándole con total molestia. 




 




— Tu aura es bastante diabólica... ¿Por qué mi mensajero tiene parte de tu ser impregnado? ¿Quién eres tú y que haces en el hogar de los Dioses? Seguro debes ser un sirviente de Izanami...  




— Para tu información, ''Dios bueno'', soy ese ser que puede cortar el hilo de la vida de todos aquí, incluida Amaterasu, así que, como recomendación, intenta no decir que soy el sirviente de la estúpida de mi madre. 




 




Los ojos del Dios se abrieron con total sorpresa, en tanto presionaba más contra si el cuerpo de su mensajero, mirando luego con total desconfianza al demonio. 




 




— Así que tú eres el fruto de la unión de la muerte... Ahora que estoy despierto, no pienso dejar que te lleves a Koichi, él es muy importante para mí.  




 




El mencionado sintió sus mejillas sonrojarse, en tanto se alejó un poco para poder mirar el rostro de su señor, dedicándole una amplia sonrisa.  




Pero esta se borró cuando un gran dolor comenzó a extenderse en su cuello, donde la marca de propiedad de Otogi se extendía con un calor abrasador. 




De forma automática, el de cabello rosa, comenzó desesperadamente a intentar para aquel dolor, pasando sus manos por su cuello, incluso arañándose de vez en cuando ante el miedo que le daba todo ello.  




Inari al ver ello se puso frente al demonio, quien le veía con un gran odio. 




 




— ¡Deja de hacerle eso!  




— ¡Koichi es mío y hago con él lo que quiera! ¡Es mío, mío y solo mío!  




 




El cabello de Otogi comenzó a volverse rojo, en tanto sus colmillos ya se asomaban por sus labios a la par que emitía algunos gruñidos. 




Pero luego mostro una sonrisa que confundió a la deidad de los zorros. 




El demonio solo se colocó a un lado de su sirviente, estirando su mano para poder sujetar aquella zona tan sensible que los Kitsunes tenían, para luego hacer uso de su fuerza para quitar esta. 




El grito de Koichi resonó por todo el lugar cuando una de sus colas fue arrancada, siendo el dolor tan insoportable que el de cabello rosa termino por desmayarse ante el shock que le había causado aquello. 




 




— Los celos han corroído tu alma, hijo de Izanami... Hacer aquello solo alejara a Koichi de tu lado. —La voz llena de rencor del Dios hizo que el de cabello negro le mirara— Es una lástima... Pude notar que Koichi te agarro aprecio... No le lastimes más... 




— Duerme, Dios Inari, duerme hasta que los humanos vuelvan a llamarte.  




 




Solo esas palabras fueron necesarias para que Inari volviera a petrificarse, más incluso así podía notarse la mueca de tristeza que portaba. 




 




 




Cuando el kitsune despertó, vio que se encontraba en una mullida y amplia cama, siendo rodeado por varias bandejas llenas de diferentes comidas. 




Sabía que eso solo era para compasar que ahora solo sentía dos de sus colas. 




El llanto le gano, cubriendo sus ojos con sus manos. 




Se sentía humillado, vacío. Tanto había vivido para llegar a su tercera cola y ahora ya no estaba allí para demostrar su estatus. Había sido rebajado de una forma totalmente humillante. 




El peso a su lado hizo que volteara, viendo como Otogi se colocaba a su lado sin mirarle, si no conociera al que era su amo, pensaría que este estaba arrepentido. 




El rencor comenzó a recorrer su cuerpo, por lo que sin pensarlo fue contra el cuerpo del demonio, intentando herirle mientras las lágrimas nublaban su vista. 




Otogi nunca intento defenderse. 




Cuando el de cabello rosa se calmó, pudo ver cada herida que había hecho en el cuerpo del hijo de la muerte, más antes de poder hablar, escucho la profunda voz de este. 




 




— Lo siento, me dejé llevar por la ira que me produjo Inari y actué por impulso... 




— ¿Llamas impulso al haberme hecho eso? Realmente... Realmente eres el hijo de Izanami y Shinigami... Realmente no tienes corazón.  




 




Sabía que lo que decía no era lo que verdaderamente sentía, porque él mismo había sido testigo de algunos actos que el más alto había hecho, pero el rencor nublaba cualquier juicio que tuviera. 




Con curiosidad vio como el demonio agarraba una daga, pensando en la opción de que este le matara, aunque eso ya no le importaría. Pero en vez de eso, vio como se hacía una herida en la palma de su mano, viendo como esta se llenaba de su espesa sangre. 




Quiso agarrar su mano para intentar curarla, pero Otogi simplemente elevo su mano para poder llevarla a sus labios. 




El Kitsune vio como la sangre allí era absorbida por los labios de su amo. 




Koichi solo noto que sus labios eran presionados por los ajenos. 




Otogi le estaba besando. 




La sorpresa fue bastante, pero luego cerro sus ojos con fuerza cuando noto la lengua de su amo separar sus labios, sintiendo entonces como la sangre de este pasaba a su boca. 




El metálico sabor inundo sus sentidos, para luego ser un estremecimiento el que recorrió su cuerpo, como si de un calor intenso estuviera quemándole desde dentro. 




Cuando ambos se separaron, el más bajo presiono las sabanas bajo sus manos. El dolor que ahora sentía estaba haciéndole marear. 




Un grito fue el dado por el chico de cabello rosa, quien agotado vio hacia atrás. 




Las lágrimas volvieron a caer cuando noto que no eran solo dos colas las que tenía. 




Cuatro eran las colas que se movían ahora, mirando estas con total sorpresa, no creyendo que eso fuera posible. 




 




— Un Kitsune gana colas con la experiencia, tu superaste la tercera cola, mi sangre solo acelero lo que deberías haber obtenido lo de antes...  




 




Cuando quiso voltear a ver a su amo, este ya había desaparecido en una densa capa de humo, quedándose solo. 




Solo él y con su corazón palpitando con fuerza. 


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