En qué momento pasó esto?
Por qué?
Esos eran los únicos pensamientos de Hinata Shoyo en esa situación. Se encontraba aturdido, confundido, aterrado, triste, impotente, solo.
Era un día totalmente normal, disfrutaba de la bella tarde sentado frente a un árbol, como siempre lo hacía.
Disfrutaba de su tranquilidad, hasta que el primer sonido de explosión lo sacó de su trance. De inmediato buscó de dónde provenía tal escándalo.
Lo que vio lo dejó atónito. Él ya sabía sobre los conflictos entre los reinos, pero nunca creyó que su alejado y pacífico pueblo fuese víctima de un ataque enemigo.
En seguida, vio fuego, y los gritos comenzaron. Eso era lo único que presenciaba el pequeño niño. Sus ojos comenzaron a nublarse, sus piernas a fallarle y su respiración era pesada gracias al humo y a las cenizas.
Quería llorar, tirarse al suelo, maldecir a la guerra. Quería que fuese un sueño, tan solo un sueño del que podría despertar.
Pero la realidad era otra. Nada era ficticio, estaba ante una verdadera masacre. Sabía que moriría si no hacía algo. Reunió toda la fuerza que le quedaba para levantarse y dejar de llorar. Debía sobrevivir.
Por su extraño escondite era porque aún no lo habían descubierto, debía agradecer por eso.Lleno de dolor miró hacia su pueblo natal, envuelto en llamas, con olor a sangre, y alaridos de dolor en todod el aire.
Reprimió sus lágrimas y miró hacia adelante. El bosque sería su único escape de esa pesadilla. Se armó de valor y atravezó el frondoso pasaje del bosque. No le importaba que los rosales le rasgaran su ropa, que la oscuridad le consumiera ni que cada vez se perdiera más.
Paso tras paso, se adentraba más al bosque. Su visión era menor y los sonidos le daban escalofríos. Pero él siguió corriendo, alejándose de su pesadilla.
Después de andar por mucho tiempo, sus pies ya no daban para más. Se desplomó en medio de un claro al cual la luz del anochecer se filtraba a través de las hojas de los árboles.
Sus ojos se cerraban pococ a poco. La fatiga lo venció por completo.
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—Hey, estás bien...?— Logró escuchar una voz entre sueños, debía despertar.
Lentamente abrió los párpados, ahí, frente a sus ojos vio a una silueta borrosa. Se incorporó y se talló los ojos. Sus piernas le dolían y su fuerza parecía haber desaparecido.
Poco a poco su visión se fue recuperando ahora podía distinguir la apariencia de la misteriosa figura.
Era un niño también, quizá un año más grande. Llevaba el cabello negro y caído, también estaba jugando con una piedra.
—Huh... si, estoy bien... pero... dónde estoy?— El chico pelirrojo levantó la vista hacia su extraño acompañante.
—Bueno... estás en la frontera de Nekoma, totalmente demacrado y al parecer, algo herido— El extraño se agachó hacia él y le tendió la mano, ayudándole a levantarse.
—Por cierto... Soy Kozume Kenma—
—Ummm, gracias. Yo soy Hinata Shoyo— Hinata se comenzó a sacudir el polvo de la ropa una vez se había levantado.
—Bueno, no me vas a contar lo que te pasó?— Kenma le miró algo curioso, pero con un poco de lástima también por las malas condiciones de Shoyo.
Hinata se acercó un poco a Kenma, suspiró y se decidió a contarle. Después de todo dicen que te desahogas si lo cuentas.
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—Ya veo...— Kenma escuchó atentamente la terrible tragedia por la que había pasado Shoyo, así que no pudo evitar sentir lástima por él.
Hinata por su parte estaba al borde de las lágrimas, recordar a su propia casa en llamas le rompía el corazón, nunca deseó que eso pasara.
—Umm... no tienes a dónde ir?— Le preguntó Kenma.
Era cierto, se había ido sin pensarlo. No tenía refugio, y estaba cerca de un reino enemigo. Estaba claro, le perseguía la desgracia.
—N-no, estoy perdido... y solo...— Esta vez no pudo evitar que sus lágrimas no salieran. Estaba destrozado.
—Sabes, creo que puedo ayudarte. Mi familia es pacífica y está en contra de la guerra... tal vez te puedas quedar con nosotros.— Kenma le miró esperando su reacción. En verdad quería ayudarlo.
Hinata alzó la mirada y sus ojos se iluminaron con esperanza. Tal vez no estaba tan perdido.
—E-en serio?!— Se paró y por arte de magia su fuerza regresó.
—Bueno, tenemos que ir con ellos para saber si puedes— Kenma se paró y comenzó a caminar para así hacer que Shoyo le siguiera.
—Si!— Exclamó el pelirrojo y siguió a Kenma.
Continuará--