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Eso que pudo ser bonito, pero no lo fue [KaiSoo] por Pandora09

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ESO QUE PUDO SER BONITO, PERO NO LO FUE

 

The farther I fall I'm beside you.
As lost as I get I will find you.
The deeper the wound I'm inside you.
For ever and ever I'm a part of…

You and me.

Nine inch nails ~ We’re in this together

 

 

Las llamas crepitan y danzan al son del viento, JongIn las mira hipnotizado, embebiéndose de su calor. Las fichas clínicas se consumen lentamente, como reviviendo esos años de desolación, de noches frías y solitarias, de dolores y vómitos.

Ve a Zelo, al otro lado de la pira, acurrucarse contra el pecho de YongGuk, ve el temor en sus ojos marrones y el dolor. Sabe que los años han pasado, que esa etapa quedó atrás, pero esa noche todo revive, todos los recuerdos están más frescos, porque todos han seguido adelante, todos han superado el cáncer, pero no pueden negar cuánto han cambiado en los últimos ocho años.

Sehun sostiene con una mano un par de libros y Yixing tiene los demás. Su brazo izquierdo está inmóvil, esa misma tarde le quitaron el catéter del hombro y aún siente dolor. Mira a su mejor amigo y siente deseos de llorar. Aún recuerda perfectamente al adolescente temeroso que conoció una tarde en el hospital. Recuerda ver sus ojos asustados, anegados de lágrimas, las muecas de dolor y la desesperanza plasmada de forma casi indeleble en sus rasgos.

Han pasado ocho años y hay cosas que no cambian, que nunca cambiarán.

JongIn sostiene dos grullas en la mano derecha y una carta desgastada en la izquierda. Observa el papel percudido por el tiempo y sonríe. Es su carta de despedida, la escribió la noche antes de ser operado, un mes antes de que le dijeran que su cáncer estaba en fase cuatro. Cuando pensaba que podía morir, cuando el miedo lo consumía y sentía que no tenía fuerzas para enfrentarse a lo que estaba viviendo. En ella le decía a su familia que los amaba, que estaba asustado y que esperaba poder verlos de nuevo. Muchas veces pensó editarla, porque nada parecía ser suficiente para una despedida eterna, no tenía palabras para decir y que fueran recordadas por siempre, su vida había sido una sucesión de eventos azarosos y poco memorables. Estaba llena de fracasos y sueños incumplidos, era solo miseria emocional y frustración.

Y, como si eso no hubiese sido suficiente, tenía cáncer.

Recuerda perfectamente esos días, la ansiedad y la incertidumbre. No  era una vida perfecta –piensa-, pero valía la pena vivirla.

Ocho años después, quiere creer que lo hace.

Una de las grullas, la más grande, esa que escondió junto a su carta de despedida, cae al fuego y rápidamente se consume. Es una grulla blanca que está pintada de miedos invisibles, de lágrimas secas y de pinchazos dolorosos.

Después, tira la carta al fuego y agradece que nunca nadie más que él la haya leído. Agradece no haberla necesitado. Se ríe de su estupidez porque pasó tantas noches pensando que moriría, creyendo que no soportaría ni la enfermedad ni la vida misma. Ahora el cáncer se ve tan lejano y se siente tan tonto por haberle temido como lo hizo, piensa en todas las personas que han muerto, en todas las que han sufrido como él no sufrió, en todo el dolor que sintieron otros y quiere tomar a cada una de esas personas y decirles que el dolor va a pasar y que todo va a mejorar, pero sabe que es imposible, porque él mismo estuvo aterrado creyendo que el mundo estaba acabando.

Al reverso, una lista de canciones muere en el olvido.

 

Kim JongIn siempre fue un cobarde. Le temía a la oscuridad, a las arañas, a los sonidos estruendosos, a los fuegos artificiales y a un sinfín de cosas más. Por supuesto que entre todos sus miedos se encontraba la muerte y el olvido, por lo que cuando le dijeron que su cáncer había alcanzado el nivel cuatro debido a la metástasis, creyó que el mundo acababa para él.

Entonces, ignorando los llantos y gritos de su madre, corrió tanto como sus pies se lo permitieron, sintiendo el viento azotarle el rostro y secarle las lágrimas que su fuerza de voluntad no podía detener.

Nunca se había sentido particularmente enfermo, pero ahí estaba el cáncer, carcomiendo su cuerpo, intoxicándolo de adentro hacia afuera. Matándolo. Acabándolo. Destrozándolo.

Sin darse cuenta, llegó hasta un bar y, sin pensarlo tampoco, se adentró en él. El lugar, como era de esperarse, estaba oscuro y abarrotado de gente ebria. Miró a la gente bailando en la pista, sus sonrisas y los movimientos de sus cuerpos. Se preguntó si él podría volver a hacer eso alguna vez.

Se preguntó si el cáncer tenía algo bueno y, cuando el barman le sonrió, quiso creer que sí.

- Agua mineral –pidió en un grito, consciente de que no podría volver a beber alcohol y menos estando tan cerca de comenzar su tratamiento.

El barman le sonrió y enarcó una ceja.

- ¿Quién viene a este lugar y pide agua mineral?

Un enfermo –pensó-, un moribundo.

- Yo.

Con otra sonrisa, una que JongIn encontró resplandeciente en la penumbra del lugar, el tipo le sirvió un vaso que decoró con una rodaja de limón.

- Cuéntame –dijo el tipo unos minutos después, recargándose en la barra-, ¿qué te traer a pedir agua a este lugar?

JongIn lo observó a través del vidrio, mientras bebía la mitad del líquido transparente. Tenía el cabello negro como una noche sin estrellas, la piel pálida y fantasmagórica, las manos delicadas y aparentemente suaves. JongIn nunca había visto una sonrisa más preciosa que la suya.

- Nunca más podré bailar –susurró sin estar realmente seguro de eso-. No podré beber alcohol –de eso sí estaba seguro, por lo que la voz le salió un poco más firme-. ¿Te acostarías con alguien a quien lo diagnosticaron cáncer en fase cuatro?

Los ojos del tipo de abrieron de forma divertida, recordándole a la que había sido su caricatura favorita cuando era niño. Entonces soltó una risotada que se escuchó por encima de la música y Kai supo que estaba en el sitio correcto.

KyungSoo fue un respiro de vida en medio del ajetreo de estar enfermo. Era gracioso y no se hacía problema con acompañarlo a sus terapias cuando se sentía abrumado por la constante presencia de sus padres.

La voz de un cantante estadounidense se movió por la oscuridad, JongIn conocía esa voz y esa canción, debido a que su padre era fanático del rock y el metal, siempre le había dicho que podía encontrarse a sí mismo en las letras o la melodía, solo debía sentirlo.

And in my dying, I'm more alive, than I have ever been.  

Sin darse cuenta y sin comprender si quiera lo que eso significaba, en esa noche de invierno luego de conocer su diagnóstico definitivo, Jongin acabó enamorándose perdidamente de Do KyungSoo.

 

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Sehun y Yixing se acercan al fuego y, uno a uno, lanzan los libros que habían prometido quemar desde el principio. JongIn apenas puede reconocer todos los títulos o recordar todas las historias. Tiempo de matar. Dune. Hellriser. La saga de Ender. Canción de Hielo y Fuego. Retrum.

A Sehun acabó gustándole la poesía, aunque debían debatir sobre los significados de los versos leídos y casi siempre era JunHong quien debía explicarles luego de que YongGuk se lo explicara primero.

Incluso leyeron Bajo la misma estrella y fue cuando Zelo comenzó a preguntarse qué tan bien podría irle escribiendo libros sobre el cáncer. Llegaron a la conclusión de que se podía vivir de la lástima ajena, pero ninguno quería hacerlo y Zelo demostró que podían usar su experiencia pero de distinta manera.

 Y, entre todos esos libros que humean e incluso le da un poco de pena destruir, Sehun deja caer al fuego una botella blanca, cuando JongIn la reconoce, se ríe en voz alta y Zelo lo sigue con una carcajada estridente. Recuerda cuando les dijo que debían estar agradecidos de poder ir al baño como personas normales y se avergüenza de sí mismo.

 

Sus ojos recorrían los dibujos amorfos marcados por el tiempo en el techo, mientras una mano presionaba haciendo círculos sobre su vientre. Quería ignorar el dolor concentrándose en el calor de los dedos que producían cosquillas cuando iban demasiado abajo y era él mismo quien debía tomar la mano y subirla hasta la boca de su estómago. KyungSoo volvía hacia abajo y soltaba risas estruendosas cuando JongIn se avergonzaba.

A ratos, escuchaba la risa de Sehun, su compañero de cuarto, que leía en silencio sobre su cama.

Nadie visitaba a Sehun y JongIn se entristecía por eso, así que compartía con él a sus amigos y comenzaba a considerarlo como un hermano.

- Es hora de tus remedios –KyungSoo salió de debajo de su cuerpo y buscó una botella blanca en el cajón del velador junto a su cama. JongIn hizo una mueca de asco y se sentó derecho.

ChanYeol, el enfermero del área de quimioterapia de ese piso, había entrado a la habitación unos minutos antes, recordándole a KyungSoo que debía obligarlo a tomar la medicación complementaria y JongIn había reclamado, alegando que la lactulosa no estaba haciendo efecto en su organismo. Era la segunda sesión de quimioterapia y estaba siendo horrible.

Sehun se compadecía de él sin comprender del todo por qué JongIn se sentía tan mal, ya que a este le avergonzaba reconocerlo.

- En serio no sé por qué debo tomarla, prefiero tomar jugos naturales –KyungSoo negó con la cabeza y le acercó la primera cucharada del líquido espeso y traslúcido. Al principio no había sido tan malo, la primera vez, para ser más específicos, había sido dulce hasta volverse empalagosa y vomitiva.

- Espero que tu madre pueda traerte mañana sin que ChanYeol la descubra –Kai negó con la cabeza, ChanYeol era demasiado amargado como para permitirle ese simple placer.

- ¿Qué haces aquí? –un tipo, bajito, de cabello castaño y vestido igual que ChanYeol, estaba parado en la puerta de la habitación, mirando directamente hacia KyungSoo.

- ¿BaekHyun? –la segunda cucharada de lactulosa se detuvo a mitad de camino y se derramó un poco cuando KyungSoo soltó una risa estruendosa. El recién llegado frunció el ceño y se cruzó de brazos.

- Baek, te dije que... –ChanYeol apareció detrás de él, luciendo agitado-, es el novio de JongIn.

De esa forma, Kim JongIn conoció a la persona más alegre en ese lúgubre mundo.

Byun BaekHyun era una estrella brillante en medio de un firmamento decadente. A excepción de ese día –y con justa razón cuando le explicó que KyungSoo y ChanYeol habían sido pareja-, siempre lucía una radiante sonrisa y tenía una palabra de ánimo para dar. Eso muy a pesar de ser el enfermero del pabellón del dolor, el lugar al que iban a morir los pacientes terminales.

Con el paso de los días, BaekHyun comenzó a ir a visitarlo más seguido, se había encariñado con él y Sehun.

Le parecía sorprendente ver lo enamorado que estaba de ChanYeol, a pesar de este ser un amargado desagradable, BaekHyun era demasiado para el orejón. Simplemente demasiado. JongIn se preguntaba a qué rey ChanYeol había salvado en su vida anterior para merecerse a alguien tan alegre como BaekHyun. Era un completo misterio. Y KyungSoo coincidía con él.

- Hasta siento lástima por Baek, nadie debería soportar las crisis existenciales de ChanYeol cuando ni siquiera él se soporta a sí mismo.

A JongIn no le importaba mucho, mientras eso no le afectara a él, no le importaba.

 

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Sujetadas con un juego de cintas elásticas, tira su colección de entradas al fuego. Hay entradas a conciertos, también un par de entradas al cine y a parques temáticos, pasajes de avión, tren y buses. Porque hizo una lista de cosas que quería hacer antes de morir y, con el paso del tiempo, ha ido cumpliendo, tachando cada cometido luego de ser realizado.

Fue a un concierto de metal con su padre.

Saltó en bungee en la Torre Macao.

Volvió a bailar a pesar de tener el catéter en el hombro.

Bailó en público la canción de una gilr band y subió el video a internet.

Gritó ‘soy el rey del mundo’ en la proa de un buque mercante.

Se disfrazó de vikingo y asistió, con el rostro pintado y capas de piel, al Up Helli Aa, en Escocia.

Pudo volver a comer pollo frito (aunque con el tiempo perdió la costumbre y el interés).

Piensa en su vida, antes y después de enfermarse. Recuerda cómo siempre daba las cosas por sentadas.

Mañana iré a este lugar.

En dos años estaré allí.

Cuando acabe mis estudios podré hacer lo que quiera.

Cuando sea viejo me sentaré afuera de mi casa a mirar a los niños jugar. También iré a algún lago y, como anciano de película, alimentaré a los animales.

Tenía tantos planes y, de repente, un día todos esos planes murieron ante la pasibilidad de no vivir para cumplirlos.

Algunos incluso murieron definitivamente.

Un JongIn de trece años recién cumplidos junto a un Lee TaeMin de catorce terminaban de pintar un mapa sobre la mesa de centro de la casa de los Kim.

- Los colores primarios primero –JongIn dibujó una línea negra uniendo todas las figuras pintadas con dichos colores y luego ocupó un crayón rojo para unir el resto-. Papá dice que Europa es muy frío.

TaeMin tomó el crayón rojo y pintó el dibujo de Japón sobre el mapa y gritó:

- ¡Japón! ¡Japón! ¡Japón!

- Sí, iremos a Japón, pero…

- Primero debemos conocer nuestro propio continente –dijo el mayor, aparentando madurez, y JongIn lo miró con ojos brillantes, admirándolo-. ¿Cómo podemos conocer el resto del mundo si no conocemos nuestro continente?

Piensa en TaeMin y esas mil grullas que hizo con ayuda de su familia. Piensa en lo difícil que fue decirle a su mejor amigo que tenía cáncer. Piensa en lo doloroso que fue sentirse dejado atrás por algo que estaba más allá de su poder.

- Me llamaré Kai, suena atractivo.

- Ni siquiera sabes lo que atractivo significa.

Recuerda todas esas horas que pasó hablándole a su psicólogo de TaeMin, porque era la única persona que amaba fuera de su familia. La única persona que quería tener a su lado cuando las cosas se ponían difíciles.

 

TaeMin había sido su mejor amigo desde que tenía diez años y su madre lo obligó a disculparse con él por golpearlo con una piedra por accidente. Desde entonces, fueron inseparables. Hasta que el tiempo y la vida los atraparon.

Habían soñado con recorrer el mundo bailando, siendo los mejores.

TaeMin estaba haciendo realidad sus sueños, mientras Kai contaba las gotas que caían en la bajada de la droga que, se suponía, mataría el cáncer.

- Los chicos dicen que en poco tiempo podremosdebutar –TaeMin sonaba emocionado y JongIn solo sentía ganas de llorar. Estaba orgulloso de su mejor amigo, pero habría dado alguna parte de su cuerpo sana para poder estar a su lado en ese momento.

- Espero que así sea, estoy seguro de que serán un éxito.

- Ojalá, soy demasiado joven para fracasar –al otro lado de la línea, TaeMin suspiró-. ¿Recuerdas cuando éramos pequeños y soñábamos con debutar en alguna gran compañía? Me gustaría que estuvieras conmigo.

A JongIn se le secó la boca, él también deseaba estar ahí y no solo acompañándolo. Quería compartir el escenario con él.

- Solo espérame, ya verás cuando yo debute.

Escuchó varios gritos llamando a TaeMin de fondo, reconociendo la voz de solo uno de ellos, el favorito de TaeMin.

- Te llamaré mañana o cuando pueda, tal vez hasta tenga buenas noticias –las voces llamándolo no se callaban, por lo que la despedida llegó demasiado pronto-. ¿Te imaginas que yo debute y tú ya estés de alta del tratamiento?

Era un sueño bonito.

- Escucha esta canción, a JongHyun le gusta la música en español –TaeMin le tiró un beso y luego escuchó sus pasos alejándose.

Su mejor amigo siempre hacía eso, dejaba el celular en algún lugar cerca de un parlante y una canción sonando para que JongIn cortara cuando esta acabara.

- Y tú, tú junto a mí, yo junto a ti. En el camino hasta que nos llegue el fin…

No comprendía las palabras, pero cuando las lágrimas recorrieron sus mejillas, ya no pudo contener el sentimiento de desolación que le dejaba cada llamada con TaeMin.

- Si un día dejo de avanzar, sigue el camino sin volver la vista atrás.

 

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Deja caer al fuego un gorro de lana negra. Porque así como algunas personas se alejaron de su vida, otras aparecieron. Y no, no se refiere a Zelo y Sehun.

Entonces vuelve a pensar en lo tonto que fue. En lo cobarde que fue. En todo lo que tuvo en sus manos y dejó ir por miedo.

Siempre por miedo.

 

JongIn miró su reflejo en el espejo, de fondo, los sollozos de su madre le hacían coro a sus pensamientos.

Un par de manos pálidas se posaron en sus hombros y una sonrisa con forma de corazón se reflejó junto a su cabeza.

- No pienses en este como parte de la enfermedad –KyungSoo le agitó el cabello, el poco cabello que estaba a punto de rapar.

- ¿Qué es, entonces? –preguntó con tono mordaz y el más bajito solo acentuó su sonrisa.

La caída del cabello era algo inevitable, había dicho el amargado de Park ChanYeol.

- Bueno es el pelo o la vida.

No tenía compasión el bastardo.

Bien, lo habían operado y los órganos perdidos y la cicatriz eran un recuerdo permanente de lo que el cáncer había alcanzado en su interior, pero él no los veía, no se miraba al espejo y veía el vacío que habían dejado en su cuerpo. En cambio, si ahora se miraba en el espejo, ese reflejo deforme con apariencia de alien no hacía otra cosa que recordarle que sí, el cáncer era real.

Se dio cuenta de que el cabello comenzaba a caérsele un día que su madre fue a acariciarlo y, cuando su mano se alejó, un gran mechó de enredaba entre sus dedos. Los ojos de su madre se llenaron de lágrimas en seguida y él se vio en la obligación de mantenerse fuerte por ella, porque ella era la que veía cómo poco a poco, su hijo se volvía esa cosa que ahora era y apenas podía mantenerse en pie.

Cada vez que se miraba al espejo, más cuero cabelludo era visible, más le ardía al rozarlo, más le picaba la piel. La caída del cabello era la prueba fehaciente de que su cuerpo estaba luchando contra sí mismo en una guerra implacable.

KyungSoo le abrazó los hombros y posó la barbilla en su hombro, dejando caer su respiración sobre su oreja.

- Es parte de tu recuperación.

Una sonrisa triste se dibujó en sus labios como respuesta, nadie había relacionado su cabello con su mejora, solo con la enfermedad.

 

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Observa a Sehun junto a Yixing, que todavía sostiene un libro del que Sehun no quiere deshacerse porque aún no quiere hacerse a la idea de que, por fin, el cáncer está atrás.

No, ellos nunca serán completamente libres, pero ya los tres cumplieron los cinco años de seguimiento. Superaron los dos primeros más críticos y, aunque no todos tardaron el mismo tiempo, se liberaron de esos catéteres de quimioterapia que les seguían recordando la enfermedad.

Y sobre eso que trató el libro que JunHong escribió. Fue su one hit one y se siente orgulloso. No es un libro sobre el cáncer ni sobre cómo superarlo. Es un libro sobre la vida, porque la vida es difícil y se vuelve más dura cuando uno cree que va a morir. O así piensa JongIn que, después de decidir que la danza sería un sueño que moriría como un sueño y después de pasar días enteros dibujando hasta perfeccionar su técnica en el hospital, pudo ilustrar el libro de Zelo.

Sus dibujos no eran obras de arte ni estaban llenos de colores y alegría, eran más bien melancólicos y lúgubres, pero expresaban más o menos su forma de sentir y a sus amigos les gustaba.

Ahora ilustra historietas y también se siente orgulloso de sí mismo.

Hay cosas de las que él tampoco quiere deshacerse, recuerdos que tampoco quiere borrar, pero sí hay errores que quiere corregir.

Pero no son sus logros profesionales los que aprietan su garganta en un nudo asfixiante.

Aún después de casi ocho años, siente que debió hacer algo más.

 

KyungSoo se había vuelto una de las personas más importantes de su vida. Apareció en el momento más duro de su vida y se quedó con él facilitándolo todo. Hacía sus días más amenos, le sobaba el vientre cuando no podía ir al baño y le sobaba la espalda cuando los vómitos eran inevitables.

Si a JongIn le hubiese preguntado si el cáncer tenía algo bueno, él habría respondido que sí, a Do KyungSoo.

A veces se cuestionaba las razones que este tenía para permanecer a su lado, pero no se sentía capaz de formular sus dudas en voz alta. No quería exteriorizar los pensamientos que lo debilitaban cuando se encontraba solo en la habitación del hospital.

Había muchas cosas que le hacían cuestionar su cordura en las noches. Había muchas dudas en su vida, demasiada incertidumbre como para poder exteriorizarla y no morir de pena en el intento.

Se esforzaba por mantener el miedo a raya, pero en ciertas ocasiones, cuando algún paciente de BaekHyun moría y ChanYeol se deprimía, la tristeza se transportaba a él y lo torturaba. Porque tenía miedo, le aterraba ver pasar las estaciones entre esas paredes. Le aterraba salir al mundo real y encontrar que toda su vida había cambiado sin que él estuviera presente. Le aterraba pensar en KyungSoo siendo solo una fantasía en medio de tanto dolor. Le asustaba enfrentarse al mundo, simplemente, porque él había dejado de formar parte de tal cosa.

- Summer is miles and miles away –la radio de los enfermeros sonaba baja, pero JongIn escuchaba perfectamente la voz del vocalista. No comprendía las palabras porque su inglés era bastante precario, pero comprendía muy bien el sentimiento. Y él esperaba que alguien le pidiera quedarse.

 

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Las últimas sesiones de quimioterapia fueron las más difíciles. El cansancio lo había llevado a su límite.

La noche de Navidad había pasado sin pena ni gloria, acurrucado en las mantas de su cama, apenas vio a sus sobrinos en la cena y cayó inconsciente, preparándose para un refuerzo al día siguiente.

El año nuevo fue solo más de lo mismo, demasiado cansado para siquiera responder alguna llamada, le envió un saludo a Sehun –que debía estar en el hospital- y no pudo responder las llamadas de KyungSoo.

Con el pasar de los días, comenzó a sentirse culpable, los médicos le dijeron que el tratamiento estaba haciendo el efecto deseado y que había grandes posibilidades de que realmente acabara luego de los cuatro ciclos, pero su cuerpo se sentía pesado todo el tiempo y pasaba gran parte del día durmiendo.

Y ahí estaba, viendo a nieve caer desde a calidez solitaria de su habitación en aislamiento. Una gripe lo encontró con las defensas bajas, le provocó fiebre y estaba esperando la visita de un hematólogo.

Su madre lo iba a ver y se quedaba más horas de lo normal con él, debido a que los médicos apenas iban a verlo porque les aburría tener que ponerse pechera, mascarilla y guantes cada vez que se le acercaban.

Gracias a la calefacción, podía simplemente acurrucarse bajo las mantas y dormir plácidamente, pero el sueño no lograba alcanzarlo.

Cada cinco minutos miraba su celular y luego lo volvía a esconder bajo la almohada. Ningún mensaje. Ninguna llamada. Ninguna señal de Do KyungSoo.

Su madre le había preguntado por él más temprano y solo había dicho que no habían hablado. No quiso decir nada más porque no quería reconocer que se sentía olvidado y abandonado. Porque tampoco había querido reconocer lo importante que era Do KyungSoo para él. No quería siquiera pensar en cuánto dependía de él su ánimo. No quería pensar en que si estaba dispuesto a pasar por la tortura del cáncer era en gran parte gracias a su presencia.

Se había acostumbrado a sus mensajes.

Se había acostumbrado a su voz.

Se había acostumbrado a sentirse necesitado por él.

Pero era solo un extraño. Un desconocido que llegó a ahogar a KyungSoo en problemas que no eran los suyos. Que llegó a abrumarlo. Que llegó a exigirle su apoyo y cariño.

JongIn no comprendía que estaba haciendo con KyungSoo, pero le gustaba sentirlo cerca, le gustaba contar con él, con sus besos y sus palabras de apoyo.

Le gustaba KyungSoo, simplemente.

Pero ahí afuera, entre la nieve, el frío y los días de invierno, KyungSoo tenía una vida que JongIn no comprendía. Porque sí, debía aceptar que a veces no sabía qué decirle, que no comprendía la vida de adulto que KyungSoo tenía.

Se sentía como un niño pequeño intentado alcanzar un imposible.

 

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Mirando hacia atrás, piensa que su batalla no fue una batalla como tal. Después de todo, él simplemente se recostó a que le inyectaran las drogas.

No sufrió ante la perspectiva de perder a un hijo, como lo hizo su madre, que pensaba en lo injusto que sería tener que enterrarlo.

Nunca se sintió impotente al sobarle la espalda a alguien cuyo cuerpo solo quería eliminar las drogas mediante vómitos, como lo hicieron sus hermanas.

Nunca se sintió culpable por no poder estar al lado de su mejor amigo en los momentos más difíciles, como lo hizo TaeMin.

Porque cuando el dolor acabó y todas las marcas de las agujas y las manchas en su piel desaparecieron, pareció que la tragedia nunca ocurrió.

Cualquier persona que hubiera escuchado sus pensamientos depresivos y suicidas en esa época lo habría tachado de loco exagerado, pero se siente excusado por las circunstancias.

Y tanta mierda que la gente nunca entendió, no más que él.

¿Quién, en su veintena, se replantea la vida que está llevando?

Sus hermanas lo juzgaban por sonreír y no tomarse la enfermedad en serio. Después, lo hacían porque no se tomaba la vida en serio.

Tuvo tiempo para sentir lástima de sí mismo y autocompadecerse, pero siente que lo desperdició dándose ánimos a sí mismo.

Recuerda que todas las promesas que escuchó, todos los deseos que le hicieron pedir. Todo lo que él rechazó creyendo que, si lo hacía, se estaría condenando a morir.

Se sintió tan presionado que comprendió que estar enfermo era tanto una maldición como una responsabilidad.

Luchar era lo correcto. Sonreír lo hacía ver fuerte. Bromear tranquilizaba a las personas que lo rodeaban. Escribir un diario le aseguraba que nunca iba a olvidar el dolor y el miedo. Vomitar era lo que su cuerpo necesitaba para poder funcionar. Pero, a veces, todo lo que necesitaba era recostarse en silencio y maldecirse a sí mismo.

Porque nadie lo comprende realmente. Porque se hace todas esas preguntas sobre qué mierda hará con su vida. Porque entiende lo que significa estar a punto de perderla (y perderla de forma patética, no como siempre imaginó, siendo un héroe).

Y, cuando se da cuenta, ya pasó. Ya pasaron todas las oportunidades de remediar lo errores, de disfrutar, de ser atrevido y romper todas las reglas. Pierde el derecho a disfrutar porque vuelve a tener todas esas responsabilidades de una persona común. Y no dice que no está agradecido de volver a la monotonía y la pasividad, pero de nuevo lo ve todo tan lejano. Está vivo. Está bien y no tiene razones para ser atrevido y arriesgarse a romper las reglas.

Cierra los ojos y se dice que es el fuego y el humo, pero sabe que las lágrimas que corren por sus ojos provienen de otro lugar.

Deja caer la segunda grulla, esa que había guardado para KyungSoo, y contiene un sollozo. Porque fue tan idiota y estaba tan perdido, no supo cómo retomar su vida cuando pasó casi un año encerrado en un hospital, conectado a máquinas y bolsas de sueros y drogas.

Piensa en todo lo que ganó, una nueva perspectiva de la vida, nuevos amigos a los que siempre atesorará, fortaleció sus lazos familiares… Pero también piensa en lo que perdió, la persona que fue antes, la inocencia que murió con los sueños, que se fue con las personas a las que dejó ir.

Piensa en KyungSoo y lo extraña tanto que no sabe cómo ha vivido esos años sin él.

 

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Observaba a KyungSoo en silencio. Ninguno decía nada por miedo a equivocarse.

JongIn acababa de salir de su segundo control con JunMyeon. Todos sus exámenes habían salido bien, su cuerpo había eliminado todos los residuos de los tumores y el cáncer estaba completamente erradicado de su sistema. Habían posibilidades de que volviera, siempre las habría, pero en ese momento, se sentía invencible.

- Tu historia es como para contarla –había dicho el oncólogo y él estaba de acuerdo, quería compartirla con el mundo. Quería que KyungSoo se lo preguntara y poder decirle que estaría siempre a su lado.

Pero KyungSoo se mantuvo en silencio. Él también.

No sabía cómo habían llegado a eso, pasar de tener a KyungSoo sobándole la espalda o el vientre a estar ahí, uno junto al otro, como perfectos desconocidos.

Recordaba las conversaciones que habían tenido antes y se sentía como un niño pequeño. KyungSoo tenía una vida construida. Era un hombre de negocios, como solía decir JongIn, con responsabilidades diferentes a cuidar de un niño enfermo.

JongIn sentía que apenas debía volver a tomar los pedazos rotos de su vida y ni siquiera sabía cómo volver a vivir como una persona normal.

- ¿Alguna vez te has preguntado por qué existes?

KyungSoo asintió y JongIn nunca había extrañado tanto su voz como lo hizo en ese momento.

- Yo me pregunto por qué sobreviví.

 

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- ¿Qué haces aquí? –la voz de ChanYeol sonó hastiada, como cada viernes por la tarde, no veía el momento de irse y JongIn debía pagar por su mal humor.

- Espero a Sehun.

- Sabes que Sehun no se irá a casa, ¿verdad? –el más alto se sentó a su lado y ambos soltaron un suspiro sonoro.

- Solo quiero saber cómo está, Yixing dijo que…

- Odio a las personas como tú, de verdad que las odio –soltó el enfermero, haciendo caso omiso a sus palabras.

- No entiendo cómo BaekHyun puede estar con un amargado como tú –soltó a la defensiva JongIn sintiendo que podía ser todo lo irrespetuoso que podía ser ahora que ChanYeol no era su enfermero.

- Si no fuera por mí, Baek no sería tan sonriente –lo peor de esa afirmación no era lo que decía ni lo que implicaba de ser verdad, era la suficiencia con que ChanYeol la pronunció. Con lo amargado y agrio que era, JongIn no podía ver ninguna forma en la que las sonrisas deslumbrantes de BaekHyun fueran producidas por ChanYeol.

- Eres la suprema expresión de la felicidad absoluta.

- Y tú un bastardo miserable y mal agradecido –ChanYeol soltó un bufido y se sacudió el cabello rojo fuego-, me haces comprender perfectamente por qué BaekHyun disfruta tanto trabajando en el pabellón del dolor.

- ¿Porque los bastardos miserables y mal agradecidos como yo van ahí a morir?

ChanYeol volvió a bufar y a sacudirse el cabello, recordaba haberlo visto así de frustrado solo cuando su suegro se negó a realizarse la quimioterapia por miedo a los efectos secundarios.

- BaekHyun debe ver a las personas los últimos días de sus vidas, ve sus últimas risas, escucha sus últimas plegarias, a veces hasta es quien le da los últimos apretones de manos –JongIn por fin estaba comenzando a comprender un poco a la persona más curiosa de ese hospital y no sabía si le respuesta le agradaría o no-. A veces llega tan destrozado a casa porque no pudo hacer nada por algún paciente, pero siempre termina sonriendo porque es así como ellos se van. Kai, ¿realmente no comprendes la oportunidad que la vida te dio?

- ¿Oportunidad de qué, de comprender lo que es el verdadero sufrimiento? –JongIn sentía que el cerebro le iba a explotar y el corazón se le iba a detener, no podía creer que ChanYeol le estuviera diciendo todo eso, habiendo sido testigo de lo duro que había sido aquel tratamiento y todas las consecuencias que la enfermedad tuvo en su vida.

- ¿Cómo puedes ser tan ciego? No eres una víctima, Kim JongIn –el enfermero lo tomó de los hombros y lo sacudió, pero no tan violentamente como el mismo Kai lo hubiese hecho-. Sí, tuviste cáncer. Sí, fue una mierda soportar el millar de drogas en tu sistema. Sí, tu vida cambió drásticamente, pero estás vivo. Las personas que llegan al pabellón del dolor han perdido toda esperanza, pero aun así sonríen, aun así quieren seguir viviendo. ¿Sabes que es lo que hacen cuando están a punto de morir?

Dejarse ir –es lo que él habría hecho.

- Piden un deseo, algo que soñaron toda su vida, pero nunca pudieron hacer… Cuando BaekHyun los cumple ese deseo, todos mueren con una sonrisa.

Kai desvió la mirada hacia la pared inmaculada frente a él, no quería comprender a dónde quería llegar ChanYeol con esa perorata.

- Sé que no me crees, pero también sé lo que es estar en tu lugar –la voz del enfermero bajó un par de tonos, enojando a JongIn, que se había acostumbrado a sus palabras despectivas y aborrecía que lo trataran con condescendencia-. Sé lo que es que tu vida se detenga y todo el mundo avance. Ver a tus amigos cumplir sus sueños, ver a tu familia salir adelante, sentir que te estancaste en un lugar y que no puedes avanzar… y quieres que todos se queden ahí, contigo, lo necesitas para no sentirte miserable.

Un par de lágrimas corrieron por sus mejillas, pero no fue capaz de detenerlo.

- Kasper tenía veintidós años cuando le detectaron cáncer de colon. Nos conocimos en la universidad, cuando entramos a enfermería y pensamos que seríamos amigos por siempre –una risa ronca escapó de los labios de ChanYeol y un sollozo se atoró en el pecho de JongIn, él siempre había sido el enfermo, no podía comprender lo que se sentía ser el testigo-. Teníamos tantos planes por cumplir, pero su salud estaba primero, así que se atrasó un año. Después dos y luego tres. Yo seguí adelante, porque así debía ser. Su novia lo dejó porque ¿quién quiere cuidar siempre de un enfermo? Sus hermanos menores se fueron a estudiar. Sus papás se separaron. No puedo recordar la última vez que lo vi. Se iba a casar con otra mujer, el cáncer había desaparecido.

No sonaba a una historia tan triste, ¿por qué la voz de ChanYeol sonaba al borde de las lágrimas?

- Apenas me reconoció y ya no teníamos nada en común. Él estudió cocina, o eso fue lo que su madre me dijo, sintió que se estaba quedando atrás y esa fue una carrera lo suficientemente corta como para no tener que perder más años estudiando –entonces ChanYeol se pasó las manos por la cara y JongIn lo miró, encontrándose con una sonrisa húmeda y llorosa-. Puedes llorar por KyungSoo todo lo que quieras, puedes volver todos los días a ver a Sehun y recordar que sí, tienes cáncer, porque esto va a estar en ti toda tu vida, pero no puedes seguir viviendo así. No puedes odiar a todos porque siguieron adelante, no puedes esperar que las vidas de los demás se detengan por ti porque el tiempo pasa y no espera a nadie. Y nadie tiene la culpa de eso –el enfermero le tomó las manos y las sostuvo en su regazo por unos segundos, cuando Kai ya lloraba abierta y sonoramente-, nadie tiene la culpa de afrontar y vivir la vida que le toca. No sabes el gran regalo que recibiste, no todos tienen una segunda oportunidad y menos personas aun saben aprovecharla. Todo pasa por algo y solo cuando debe pasar.

JongIn se había repetido eso tantas veces, tantas que la idea había perdido sentido en su mente. Él lo sabía, por supuesto que comprendía que no podía tomar el tiempo entre sus manos y detenerlo. No podía jugar con las vidas de otras personas ni podía esperar que todos sufrieran porque él era incapaz de seguir avanzando. No podía espera que los demás lo vieran siempre como un súper héroe porque, al fin y al cabo, no era tan especial para ser considerado así. Pero necesitó que ChanYeol lo regañara así, sin anestesia, para comprenderlo realmente.

- Tú amigo, él…

- Kasper murió con una sonrisa en el rostro.

Sin despedirse, ChanYeol entró a la habitación de Sehun y cerró la puerta a su espalda.

Cuando el llanto se calmó y JongIn pudo respirar de nuevo, pensó un poco en TaeMin, sin llegar a entristecerse por él, recordando que no fue capaz de acompañarlo en su debut. Una mezcla de culpa, envidia y vergüenza se apoderó de él. Había querido estar a su lado y demostrarle lo orgulloso que estaba de sus logros, pero no había soportado la idea de no estar cumpliendo su sueño. Tampoco había querido acercarse a sus amigos y reconocer que ya no era el único y mejor amigo de TaeMin.

Porque TaeMin estaba avanzando y él se esforzaba por seguir estancado, tal vez ChanYeol tenía razón y disfrutaba revolcándose en su propia miseria inexistente.

Sintiéndose pesado, caminó bajo el crepúsculo hasta legar a su casa, donde su padre lo esperaba con el ceño fruncido.

- ¿Dónde estabas?

- Estaba con… paseando, ¿por qué?

Su padre le mostró un sobre amarillo y lo sacudió frente a sí, JongIn miró la hora en su celular y comprendió a qué se refería. Apenas una semana antes de ser dado de alta, su padre le había prometido una sorpresa. JongIn ya sabía a qué se refería y no tenía ganas de hacerlo, pero su padre había estado tan emocionado que no pudo negarse. Había esperado que KyungSoo lo ayudara a zafarse del compromiso, pero eso no pasó. Resignado, fue a su habitación y se cambió de ropa por algo más cómodo y acorde a un concierto de metal. No era fanático de esa música, pero su padre sí, así que no podía negarse a acompañarlo, también necesitaba distraerse un poco, porque pensar en las palabras de ChanYeol le provocaba ganas de llorar en posición fetal debajo de la cama.

Su padre no era alguien muy hablador y a JongIn le gustaba así, pero a veces esperaba que dijera algo, el silencio entre ellos le molestaba porque sentía que no le importaba lo suficiente.

Pero su padre comprendía mejor que él lo que le ocurría, por eso siempre tenía la palabra justa en el momento adecuado.

Así que ahí acabaron, en medio de una marabunta de gente vestida de negro, al interior de un teatro donde JongIn había soñado con bailar, viendo a un grupo de desconocidos sacudir la cabeza al ritmo de la música estridente. Escuchaba los gritos y cantos del público, saltaba con ellos porque sus pies no podían estar quietos. Sentía la energía recorrerle el cuerpo y sacudirle el alma. Gritaba y sacudía el puño en la oscuridad, sintiendo el sudor cubrirle la piel y la adrenalina azotarle el corazón. Su padre parecía un niño pequeño en un parque de juegos y, cuando comenzó sentirse lejos de él al verlo cantar una canción en inglés que comprendía pero no se sabía, fue cuando el tipo lo abrazó por los hombros y cantó.

- Life is better alive. It is a dumb thing to say, but the fact won’t wane away –JongIn lo miró, su padre sonreía de esa forma que, se suponía, él había heredado. Su acento era gracioso y apenas comprensible, pero Kai conocía la letra y la comprendía. Durante unos segundos se sintió conectado a su padre, como si por fin toda esa vida de dolor que ambos habían compartido no existiera, como si ellos estuvieran en otro lugar, en otro planeta-. La vida es mejor estando vivos, es estúpido decirlo –susurró su padre abrazándolo con fuerza, provocando que, inconscientemente, JongIn llorara sobre su hombro.

ChanYeol tenía razón, no podía forzar a la gente a detenerse con él, pero podía hacer todo lo posible por aprovechar a quienes quisieran ir a su ritmo.

Escuchó ese lalalalaa que remeció el piso al ser coreado por todo el público y se le erizó el vello del cuerpo, entonces, con su acento marcado y apenas comprendiendo la letra, imitó los sonidos y se unió a su padre.

- With a friend who’s right beside you.

 

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Desde la noche del concierto, él y su padre se volvieron casi inseparables. Su relación, que se había fragmentado con el divorcio cuando él tenía casi diez años, se fortaleció.

Esa noche comprendió un montón de cosas sobre la vida, sobre su familia, sobre sí mismo.

Aunque la frecuencia con que visitaba a Sehun disminuyó, su amistad también se volvió más fuerte, al igual que con Zelo.

- Como la película, Mulan –había dicho Chen, su psicólogo, luego de compartirle sus pensamientos y cómo estos se asemejaban a los de sus dos amigos-, esa parte en que el emperador dice que la flor más hermosa es la que crece en la adversidad.

JongIn no se sintió como una flor, pero sí sintió que en ese charquito de agua poco profundo (como se había descrito a sí mismo en una de las sesiones) podía hacer crecer algo más que moho.

Pero a pesar de sentirse pleno e invencible, siempre hubo algo que no pudo corregir. Algo que hasta hoy duele, aunque han pasado casi ocho años y se dice que ya lo olvidó.

Porque ya no ama a KyungSoo como lo hizo. Porque ya no lo necesita como lo necesitó. Ya no lo desea como lo deseó.

Pero nunca pudo agradecerle su apoyo y cariño. Nunca fue capaz de decirle cuánto lo amó.

Y sabe que nunca lo superó, que siguió con su vida como se suponía que debía hacerlo un sobreviviente como él, como lo estaban haciendo Zelo y Sehun.

Se planteó nuevos desafíos y los cumplió.

Tiene éxito, pero no el que deseaba.

Piensa en KyungSoo, en que lo conoció en el momento perfecto, así como Sehun conoció a Yixing y Zelo comenzó su relación con YongGuk. (Y sí, era gracioso reconocer que Zelo tenía razón cuando decía que la gente con cáncer se rodea de gente con cáncer así como los homosexuales se rodean de homosexuales). KyungSoo lo aceptó con todas sus falencias y miedos. KyungSoo lo apoyó desde el principio y él, temeroso y roto, lo rechazó ante el primer cambio.

Todavía le duele su despedida y piensa que fue una de las cosas más dolorosas que hizo en su vida, porque fue injusto con KyungSoo, malagradecido y cruel, un cobarde de tomo y lomo.

¿Quién puede odiar a una persona que le da la libertad de ser y hacer lo que quiera? Solo él.

- No puedes remendar a una persona rota y solo para abandonarla cuando crees que no te necesita.

Ese es un recuerdo que no puede olvidar, que no puede arrancar de su mente, porque fue lo último que le dijo antes de que KyungSoo desapareciera completamente de su vida.

Tenía miedo, tanto miedo de que KyungSoo lo abandonara, que decidió ser él quien se fue. Decidió dar un paso al lado y seguir con su vida lejos de todo lo que le provocaba dolor. Llegó a depender tanto de él que, cuando no estuvo a su lado, se sintió destrozado.

Y no podía cargar a nadie con tal peso. No con su peso.

Y está tan arrepentido, porque sabe que amó tanto a KyungSoo. Que lo necesitó tanto. Que lo deseó tanto.

Pero KyungSoo nunca lo detuvo, nunca le pidió quedarse.

 

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When I thought that I fought this war alone, we were one with our destinies entwined.

Su celular estaba muerto en algún lugar de su habitación, por lo que su padre le había cedido, momentáneamente, su IPod lleno de palabras inentendibles en idiomas desconocidos. Al menos podía practicar un poco su inglés. La voz grave del finlandés de Poets of the fall arrullaba sus oídos mientras recorría las calles desiertas en dirección a la tienda de discos antiguos que KyungSoo había abierto en conjunto con un par de amigos luego de renunciar al bar en que trabajaba de barman.

De detuvo frente a la tienda, mirando a través del cristal, encontrándose con un KyungSoo que le sonreía abiertamente a un cliente. Le alegraba verlo así, era como lo había conocido.

Y sí, el tipo en sus oídos tenía razón, JongIn había encontrado en KyungSoo una muy buena razón para luchar su guerra.

Con pasos decididos, cruzó la calle y atravesó la puerta de la tienda. Una campana suave anunció su llegada y la sonrisa de KyungSoo se ensanchó cuando sus miradas se conectaron. Entre tantos vómitos, medicamentos y mareos, había olvidado por qué era que KyungSoo le gustaba tanto.

Le gustaba cómo lo miraba, como si fuese la cosa más bonita del universo. Le gustaba cómo lo tocaba, como si fuera su tesoro más preciado. Por sobre todo, le gustaba como lo besaba, cómo si pudiera tocar el cielo con una sola caricia.

No sabía qué era, apenas se había molestado en cuestionarse esos sentimientos, solo sabía que necesitaba a KyungSoo en su vida.

- Te estuve llamando –dijo el mayor cuando el cliente se fue con una sonrisa y JongIn desvió la mirada al piso.

Habían pasado casi cinco meses desde que se conocieron. Cinco meses en los que KyungSoo le dio un nuevo sentido a su vida. Cinco meses en los que no solo tuvo que enfrentar el cáncer y sus consecuencias. Cinco meses en los que se volvió una persona completamente nueva.

- Me hubiese gustado conocerte en otras circunstancias –había dicho KyungSoo una vez y él había estado de acuerdo. No por el cáncer en sí y la perspectiva de la muerte asechando, más bien por la persona que era. Se había dado cuenta, con el tiempo, de que era un desconsiderado. Se había aferrado a KyungSoo de una forma insana y no le había retribuido los sentimientos, al menos no como él merecía. Se excusaba diciendo que todo cambiaría al acabar el tratamiento, que se convertiría en un buen novio y, por lo menos, respondería a sus llamadas. Se decía que tenía todo el derecho de estar enojado con el mundo porque no se merecía nada de lo que estaba viviendo, pero KyungSoo tampoco se merecía que se comportara como un bastardo malagradecido con él. No se merecía ser utilizado de esa manera tan cruel.

 

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El fuego disminuye con el paso del tiempo, las llamas se apagan y ellos ya no tienen con qué alimentarlo. JongIn acaba de tirar las doce pulseras plásticas de sus hospitalizaciones y sonríe. Zelo tiene más que él y Sehun aun más. JongIn fue el único cuyo tratamiento tuvo éxito desde el principio.

Recuerda a JunMyeon felicitándolo, diciéndole que debía enmarcar las impresiones de su segunda tomografía por emisión de positrones. A su padre abrazándolo hasta quitarle la respiración y la mirada brillante en sus ojos. La sonrisa de su madre y las risas nerviosas de sus hermanas. Nadie podía creer que su cuerpo hubiera eliminado la enfermedad tan rápido, ni siquiera él.

Se seca las lágrimas del rostro. Abraza a sus amigos con el estómago retorcido. Sonríe, ríe, grita y llora, se siente libre, estúpidamente libre, increíblemente libre.

Cuando las brazas se apagan y todos se alejan, la alegría y la angustia se mezclan en su interior, provocándole un sentimiento agridulce nauseabundo, siempre falta algo paras que su felicidad sea absoluta.

 

 

 

 

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Quiere pensar que las cosas así debían pasar, que no hubo malicia en el actuar de KyungSoo ni crueldad en el suyo, porque recuerda perfectamente la desorientación, el miedo, los ataques de pánico cuando quiso volver a estudiar y no pudo soportar el estar con un grupo de personas al interior de la misma sala. El miedo a salir a la calle y morir (porque le ganó al cáncer y no podía dejarse morir por cualquier otra imbecilidad humana) y quiere creer que no era responsabilidad de KyungSoo ni de nadie el esperarlo. Que debía seguir con su vida, que debía dejarlo ir, porque JongIn no podía retenerlo, no podía detenerlo.

A pesar de haberse marchado de Seúl al año de que su relación terminara, KyungSoo dejó a Sehun a cargo de su tienda, nunca dejó desamparado a su amigo. A JongIn le hubiese gustado que no la abandonara a él.

Zelo terminó su carrera y comenzó a trabajar en una editorial, la misma donde publicó su libro y, de vez en cuando, publicaba cuentos infantiles que JongIn ilustraba.

Todos habían construido sus vidas, reforzaron los lazos que forjaron mientras luchaban contra sus propios cuerpos

TaeMin sigue siendo su mejor amigo, se ven poco pero mantienen el contacto. Cada vez que se presenta en la ciudad, TaeMin le regala entradas para JongIn y sus amigos. Incluso tiene la grabación de uno de sus conciertos en Europa, donde su mejor amigo interpretó la canción Breath de LeeHi para celebrar que la quimio había tenido el efecto esperado en su cuerpo. JongIn sabe que no puede desear tener a un mejor amigo.

A veces se siente tan orgulloso de sí mismo. El cáncer se volvió una etapa en su vida, la que pudo superar victorioso.

Pero es ahí, cuando el fuego se apaga muriendo junto a todas esas memorias que aún pican, que esa espina vuelve a doler, que KyungSoo vuelve a doler, pero lo va a superar, lo sabe.

Y, cuando la lluvia comienza caer como en esa última vez que estuvieron juntos, lo ve afuera de su casa, cubriéndose de la lluvia con una chaqueta gruesa y un abrigo de lana, sabe que no está equivocado.

Porque JongIn es un cliché mal relatado en una película de clase b y solo KyungSoo lo sabe.

Porque KyungSoo está a su lado, le sonríe y le susurra esas palabras que lo hacen sentir, por primera vez desde que los doctores se llevaran una parte de sí, completo.

- Gracias por existir.

Notas finales:

Sé que es una historia confusa y la explicación de por qué es así, es incluso más confusa, por eso me disculpo. Es un poco exagera y tonta, yo también lo pienso, pero es así como sucedieron las cosas que debían ser relatadas [no es necesario leer de aquí en adelante].

Pude haberla editado y corregido hasta que quedara perfecta, como imaginé que sería el final de La triste trilogía de los tres tristes lisiados, pero no podía esperar a publicarla otro.

Esta trilogía y la historia Partículas hoy cumplen un año, igual que la persona cuya vida las inspiró y cuyo regalo de cumpleaños número veintitrés fue saber que tenía un cáncer ramificado en fase cuatro.

Es una historia real vista de tres puntos de vista diferente, pero con la misma esencia.

Es sobre una persona que desesperadamente necesitó razones para luchar, como Sehun.

Que vio a su familia completa enfermar, como Zelo.

Que no supo qué hacer con su vida cuando todo acabó, como JongIn.

Que alucinaba con el fentanilo como el JongIn de Partículas.

Pero que, al igual que ellos, dijo que haría lo que fuera necesario para salir adelante.

Y probablemente todo esto sea estúpido y exagerado, pero bien dicen los médicos, cada cuerpo es diferente y nadie sabe cómo los va a afectar la quimioterapia… nadie sabe lo que significa hasta que tiene cáncer.

Olvidé todo lo que quería decir aquí, yo solo quería compartir la historia de una persona que nunca pudo explicar cómo se sentía, que no olvida los efectos secundarios de la quimio, que se siente culpable, que siente que se está quedando atrás… y a pesar de todo, sigue viviendo. A veces feliz, a veces no tanto. Que se asusta, que extraña comer comida chatarra, que apenas ve su pelo crecer y planea volver a estudiar y sueña con ir alguna vez a un concierto de Rammstein.

¡Saludos!


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