Entró al salón como de costumbre para encontrarse con varios rostros nuevos y algunos otros ya conocidos, varios lo saludaron a lo que él les contestó con un gesto para buscar un asiento en medio de la clase.
El profesor ya había llegado así que se encontraba leyendo un libro muy entretenido, a diferencia de él, Hoseok prefería platicar con las personas a su lado.
Todos sabían de quien se trataba, así que era inevitable permanecer callado antes de que una clase iniciaría, tenía conocidos por todos lados y tampoco disfrutaba mucho del silencio.
Las cosas serían lindas sino fuera porque esas personas no buscaban una amistad sincera con él, sino que lo hacían al saber que era el hijo del director y eso podría traerles muchos beneficios.
Miró la ventana un poco aburrido mientras veía como la lluvia caía afuera y algunos estudiantes corrían intentando resguardarse de la lluvia en los edificios.
Cada inicio de semestre era muy caótico pero siempre le ilusionaba ver que nuevos compañeros tenía y si había alguna persona que valiera la pena como amigo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un chico abrió la puerta completamente enojado y mojado de pies a cabeza. Tenía los labios azules debido al frío y de su cabello escurrían algunas gotas.
Su piel era muy blanca, casi transparente por lo que contrastaba muy bien con la pared que adornaba el salón.
Caminó a zancadas por todo el lugar con el ceño fruncido para irse a resguardar a una esquina del salón y aventar sus cosas ahí, sacó su celular para después dejar salir un gran suspiró al leer algo.
Hoseok lo miraba con curiosidad porque nunca lo había visto ni nunca había oído hablar de el durante todos sus semestres. Era maravilloso como parecía importarle muy poco la opinión de la gente ni como tampoco buscaba causar una buena impresión.
Notó que su cuerpo temblaba por el frío pero nadie hacía nada por él, ni siquiera las personas que estaban a su lado y que ya habían dejado algunas prendas que no ocupaban colgadas en la parte trasera de sus asientos.
Hoseok se sentía cada vez peor porque sabía perfectamente que de estar en su misma situación, los chicos se pelearían por ayudarlo. No podía evitarlo, mientras más lo observaba, más le preocupaba el estado de aquel chico.
Sentía que estaba a punto de desmayarse así que sus piernas actuaron por sí solas avanzando hacia su lugar con una bolsa entre manos. Lo tocó en el hombro izquierdo provocando que el pálido se sobresaltara por su acción y que le mirara molesto.
–Hola –Soltó un tanto incomodo pero intentando sonreírle al chico.
Esto causó que lo molestara incluso todavía más, mirándolo continuamente y casi intimidándolo por la intensidad de sus ojos negros.
Parecería extraño pero le fascinaba como se comportaba junto a él, porque parecía no juzgarlo por su estatus sino por la persona que Hoseok era. Un chico normal, en una clase normal con estudiantes normales, alguien que intentaba sonreír pero que no le salía muy bien por la actitud del chico.
No fingía, ni intentaba caerle bien.
Él era él y Hoseok era Hoseok.
No había estatus de por medio, ni mentiras.
–Hola –Oyó una voz grave.
Era una voz que le había gustado mucho e intentó que no se le notara pero no estaba muy seguro de que las cosas salieran bien.
–Desde mi lugar noté que tenías mucho frío y ya que traje una muda extra, ¿te gustaría usar la mía? –El chico seguía con el ceño fruncido, Hoseok se preguntaba si alguna vez sonreía –La ropa que traes puede provocar que te enfermes.
El chico miró la ropa mojada y bufó ante su estado. Tomó la ropa entre sus manos y murmuró un gracias.
–Bien chicos, no dejaré entrar a nadie más, así que la clase va a empezar –El profesor se levantó de su lugar mientras miraba la hora.
Hoseok se fue a sentar a su lugar y observó como el menor salía corriendo de su lugar para irse a cambiar con su ropa.
Era una muda que pensaba utilizar para ir al gimnasio pero ahora ya no podría hacerlo, lo que significaba que debía volver a casa y eso lo molestó de sobremanera. Aunque después recordó el motivo por el cual debía volver temprano a su casa y se resignó, de todos modos a ese chico le hacía mucho más falta esa ropa que a él.
Intentaba apuntar con rapidez todo lo que el profesor de matemáticas decía pero no podía evitar preocuparse porque el chico aún no había vuelto. Apenas estaban platicando las políticas del curso, los objetivos a seguir y la forma de trabajo pero de todos modos aún sentía que era información que él debía saber.
Y el chico seguía sin aparecer, así que intentó anotar cada cosa importante para explicarle después.
Al poco rato, el joven entró con un mucho mejor aspecto y Hoseok le hizo un gesto de saludo que ignoró.
Su ropa le quedaba grande, muy grande de hecho, así que se veía adorable con los pantalones doblados y con los dedos de las manos sobresaliendo porque las mangas de la deportiva le quedaban muy grandes y aunque intentara doblarlas, estas no obedecían.
Su piel blanca contrastaba muy bien con el verde.
–Te queda un poco grande pero se ve bien –Le dijo después de que la clase había finalizado –¿Cuál es tu siguiente clase? –El pelinegro hizo un puchero mientras pensaba en una respuesta.
Quizás Hoseok había conseguido un nuevo amigo, uno real y no de los muchos que ya tenía. Internamente se puso feliz y no podía evitar emocionarse porque el chico, además de gruñón era bastante guapo.
–Filosofía –El nombre le sonó así que quería creer que las cosas habían jugado a su favor.
–¿En serio? –Soltó mientras buscaba entre sus cosas el horario que había impreso antes de salir de casa –Me toca lo mismo, ¿es en el 2102?
Aunque el pálido asintió ante su gesto, su rostro denotaba fastidio por las palabras de Hoseok e intentó ignorarlas sugiriéndole una idea.
–¡Genial! vayamos juntos –Lo tomó de la mano sintiendo una especie de choque eléctrico en su espina dorsal, porque su mano era tan fría como el hielo, a comparación de su mano que estaba bastante calientita –Si vamos de una vez podremos escoger nuestros lugares antes de que se llene el salón –Lo llevó fuera del aula.
Lo casi arrastró aunque el chico no imponía resistencia alguna y cuando llegaron afuera del primer edificio decidió soltar su mano para caminar a su misma velocidad.
–Por cierto, ni me he presentado –Se paró repentinamente provocando que el pelinegro siguiera sus acciones –Soy Hoseok y tengo 17 años.
Sonrió una vez más.
–Yoongi, 19 años.
Su voz fue cortante pero volvió a ignorarla y le indicó a Yoongi que mejor se apresuraran porque su clase estaba próxima a comenzar.
Quizás era muy pronto decirlo pero Hoseok creía que hablarle a ese chico podría ser una de las mejores ideas que había tenido en todo ese tiempo.