Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

My little sunshine. por AkashiMAiray4

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes no me pertencen, son parte del anime "Osomatsu-san".

Son de la autoría de Fujio Akatsuka.

Notas del capitulo:

Parte 1 de 2.


Espero les guste.

– ¿Te gustan los ángeles, Karamatsu? –Preguntó la madre del mencionado mientras pintaba un dibujo de flores con demás cosas en él. El pequeño asintió con fuerza y emoción.

 ¡Son muy bonitos, mamá! –Exclamó con una sonrisa.

 ¿Y qué piensas de los rayos de sol?

 ¡También son muy bonitos! –Se acercó a su madre y le dio un abrazo. Tú eres como un ángel y un rayo de sol para mí, mamá. –Le sonrió.

Con aquellas palabras, la madre de Karamatsu se sentía la mujer más feliz del mundo. Daba gracias a Dios por la pequeña bendición que le había regalado: su hijo.

Te amo, mi pequeño. Nunca lo olvides–La mujer había terminado de colorear su dibujo.  ¿Te gusta así o le pongo más colores? –Le interrogó al menor mientras le enseñaba su obra maestra.

 ¡Se ve muy hermoso así como está, mamá! A mí me gusta así –Le dio un ligero beso en la mejilla a su progenitora. Queda muy bonito. –Ella sonrió.

Gracias por todo, Karamatsu.

–Aquellas palabras... aquella sonrisa... ¿cómo es que no pude saber que se estaba despidiendo? –Se cubrió el rostro. –Aún te extraño, mamá –Sonrió dolido. –Sin embargo, siento que estás aquí conmigo. Justo a mi lado.

Karamatsu siempre recordaba a su madre cada vez que pintaba un cuadro que iba a tener muchísimos colores.

Más si se trataban de ángeles y rayos de sol. Así como la persona que logró dominar su cerrado corazón con las personas.

»‡«

Mi vida fue difícil desde que mi madre falleció cuando aún era niño.

Por estas razones, tuve que ir a convivir con mi padre. Él casi nunca fue tan agradable.

Pero al parecer la muerte de mi madre hizo que su pequeño corazón se ablandara conmigo.

Aun así, no le agradaba la idea de que llegase a ser pintor. Simplemente no la aceptaba.

Mi padre era un empresario. Una persona con muchísimo dinero.

Tal vez desde fuera parecía ser la persona más fría que hayas podido conocer, sin embargo yo sabía que en realidad no era de esa forma.

Estudié en el colegio más costoso de la ciudad. Al parecer era en el que mejor enseñaban en todo el país. Fui uno de los primero puestos con un poco de dificultad.

Mi padre se sentía muy orgulloso por todos mis logros.

En el curso que siempre sacaba la más alta nota era en arte. Adoraba dibujar, hacer bocetos, delinearlos y pintarlos. Ya sea con colores, marcadores o acuarelas. Todo.

Durante mi último año mantuve la decisión de convertirme en pintor.

Pero como siempre, mi padre se negó a colaborar con mi excelente idea. Se nota que me adora, ¿cierto?

No entendía el porqué de su negación. Simplemente no lo entendía. Hasta que un día me lo explicó.

Su razón principal era: el miedo. Miedo a que pueda enloquecer.

Me dijo que yo sufría de tetracromatismo.

Desde ese momento toda mi pasada tuvo sentido.

El ver muchos colores, querer ser pintor, adorar la clase de arte. Hasta incluso la muerte de mi madre.

– ¿Mamá también sufría de eso? –Le pregunté, a lo que mi padre sólo asintió levemente con un poco de pena.–Ya veo...

Todo tenía sentido ahora.

–Seré pintor por ella, papá. Quieras o no. Me desheredes o no. Seré pintor en honor a mi madre... ¡Llenaré mi mundo de colores te guste o no! –Le exclamé decidido.

Aún recuerdo la tremenda bofetada que recibí ese día. Creo que me la había merecido.

╰ a34; ╮

Jyushimatsu corría por toda la casa en busca de pinturas para entregarle a su madre.

– ¿Por qué es que tuvimos que vivir en una casa tan grande? –Suspiró cansado, pero sonriente.

Mientras seguía con su búsqueda, encontró la pelota de béisbol que había perdido hace 3 años.

–Con que te habías escondido aquí, ¿no, pelota de béisbol? ¡Sabía que no podrías huir de mí tan fácilmente! –Exclamó victorioso.

Luego, el de enorme sonrisa escuchó que su adoraba madre lo llamaba con su angelical voz. Y no, no era sarcasmo. Ella de verdad era como un ángel.

Corrió hacia la habitación donde aquella mujer se encontraba.

– ¿Sucede algo, mami? –Sostenía su pelota de béisbol entre sus manos.

–Sí, cariño. Quería saber si es que ya encontraste las pinturas que... ¿Y eso? –Le preguntó al menor cuando divisó que traía algo consigo en sus manos.

– ¡Es la pelota de béisbol que había perdido! Esa por la cual me deprimí bieeen feo por un mes, ¿recuerdas, mami? –Ambos posaron su mirada en la pequeña pelota.

– ¿Cómo olvidarlo, mi ángel? Tuve que comprar un pote de helado gigante cada semana para que pararas de llorar. –Rio al recordar aquellas escenas.

–Es que se sintió feo, mi'. –Realizó un puchero de niño pequeño, a lo que su madre le causó demasiada ternura.

–Ay, hijo... ¿Qué haría yo sin ti? –Se levantó y le dio un abrazo. –Vamos, te ayudaré a buscar las pinturas.

– ¡Claro! –Le agarró de la mano mientras sonreía.

»‡«

– ¿Cómo es que no te aburres de dibujar algo casi todos los días, mi'? –Le interrogó a su madre.

– ¿Aburrirme de dibujar? ¿Yo? Por favor... –Rio. –El "fin del mundo" llegaría el día que pase eso, hijo mío. Así que la respuesta es no, no me aburro. Hacer cuadros es como mi vida... Es mi pasión desde niña. –Sonrió con nostalgia.

–Igual sufres cuando se te acaba la pintura. –Le bromeó y en respuesta recibió un muy ligero golpe en su frente por parte de su progenitora. –Ouch... ¿A qué vino eso, mami?

–Por decir tonterías que duelen en lo profundo del corazón por ser demasiado reales. –Le sonrió y siguió dibujando. –Es una de mis mayores preocupaciones.

– ¿Y yo no soy algo por quien deberías preocuparte? –Su madre le respondió con un "no" mientras soltaba una risa. – ¡Mamá! -Ambos rieron.

Siempre adoré este ambiente y esa confianza.

Gracias a mi madre, puedo pensar en alguien cuando juego béisbol y por eso gano siempre. ¡La quiero muchísimo! 

╰ a34; ╮

–"Nakamura Karamatsu, 18 años, Tokio (Japón)". ¿Correcto?

–Sí, señora.

– En primer lugar, ¿por qué es que acudiste a mí, hijo? –La mujer lo miró desconcertada.

–Pues, porque mucha gente me habló de usted, señora. Me dijeron que realiza unos cuadros muy hermosos –Le sonrió con confianza. –Y desde hace un año llevo queriendo conocer a alguien con experiencia de ser pintor. Por eso recurrí a usted.

–Ya veo... –Se detuvo a pensar un poco. – ¡Excelente! Me agradaría tener a alguien a quien enseñar todas mis técnicas, ¿serías como un alumno para mí, joven Karamatsu? De paso podrías convertirte en un amigo más para mi pequeño hijo. Tiene muy pocas amistades.

–No hay problema, señora. Pero a las justas sé su nombre, ¿podría...? –Fue interrumpido por la mayor.

–Manami. Soy Manami Matsuno, pero como desde ahora confío en ti como mi hijo, puedes llamarme sólo "Nami". –Le revolvió los cabellos.

– ¡Muchas gracias, Sra. Manami! –Se levantó y realizó una reverencia.

–Hey, tampoco me creas tan vieja, chico. A penas y tengo 42 primaveras –Rio ligeramente. –Por eso llámame "Nami", no te preocupes.

–De acuerdo... "Nami". –Sonrió.

–Bien, quiero presentarte a mi pequeño angelito. Acompáñame. –El de cejas fruncidas asintió y siguió a la mujer.

– ¡Jyushimatsu, ya llegué! ¡Te traje helado! –Exclamó la joven madre.

Pude divisar a dos siluetas a lo lejos. Ambas venían corriendo bajando las escaleras.

– ¡Bienvenida, mamá! –Sonrió con entusiasmo el de polera amarilla. En cambio el otro chico sólo dio una ligera sonrisa para luego mirarme y esconderse detrás del más alto.

–Jyushi, no me dijiste que Ichi se quedaría el día de hoy. –Habló Manami con un ligero tono sorprendido.

–Lo siento, mi', pero la Sra. Aiko vino hacer un rato junto a Ichi para dejarlo aquí. Dijo que tenía que salir urgentemente hacia una conferencia y presentía que su hijo se aburriría si lo llevaba con ella... por eso lo trajo aquí. –Habló mientras miraba el helado.

–Oh, bueno. De todas formas, sabía que Aiko me encargaría de nuevo a su retoño en esta semana, sólo que no sabía cuál día. –Suspiró. –Cambiando de tema... Jyushi, seguro te diste cuenta que hoy traje a alguien conmigo a casa, ¿cierto?

– ¿Qué? Ah, pues, no. No me di cuenta, mi'. –Sonrió ligeramente. El de polera morada se aguantó la risa.

¡¿Cómo es que no se dio cuenta de mi presencia?!

Creo que mi nivel de ser ignorado va pasando mis expectativas.

– ¿En serio? –Se le notaban las enormes ganas de reírse.

–Pensé que era una más de tus pinturas, mamá. –Manami por fin soltó una carcajada.

Dios... Qué vergüenza.

– ¿En serio? ¿A caso no viste que se ha movido?

–Eh... No.

–Jyushi... –Pronunció el diminutivo de su nombre en tono de regaño serio.

– ¿Quéee? ¡De verdad pensé eso! Ni he visto que ha parpadeado... Bueno, hasta ahora. –Me sonrió.

Vaya.

Hasta que al fin me notó de una manera especial: con una tierna sonrisa. Muy linda, a mi parecer.

–Ay, Jyushi... –Le sonrió al menor mientras le revolvía los cabellos. –Ichi, ¿podrías dejar esto en la congeladora, por favor? –El mencionado sólo asintió y se dirigió hacia la cocina junto al helado.

–Quiero helado. –Suspiró. –Mi', dame helado.

–Después, mi ángel. Primero quiero presentarte al joven que tengo al lado mío. –Nos sonrió a ambos. –Bueno, Jyushi, él es Karamatsu Nakamura, tiene 18 años y será mi aprendiz a partir de ahora. –Dijo mientras me empujaba desde los hombros hasta llegar frente a su hijo. –Ahora preséntate tú, cariño.

–Claro, mi'. –Le sonrió a su madre. – ¡Hola! Mi nombre es Jyushimatsu Matsuno, tengo 15 años y el béisbol es mi deporte favorito. Un gusto conocerte. Espero que seamos buenos amigos y algún día vayamos a un parque a jugar béisbol y corretear por ahí. –Me extendió la mano con una adorable sonrisa. Correspondí de la misma manera.

–Igualmente un gusto, Jyushimatsu. –Le devolví la sonrisa.

Nos quedamos sonriéndonos por un par de minutos hasta que Manami exclamó avisando que los helados ya están servidos.

–La casa invita, Karamatsu. –Chocó puño con mi corazón y fue directo a la cocina.

¿Escuchan eso?

¿Pueden oírlo, acaso?

Supongo que no, pero aun así.

Gente, creo que este chico se acaba de robar mi cerrado corazón hacia la humanidad.

╰ a34; ╮

De regreso a nuestras guaridas, Ichimatsu me preguntó algo que nunca me esperé que fuese a preguntar. Fue raro.

–Oye, Jyushi...

–Maúlla.

– ¿Cuál era el nombre de ese chico? –Preguntó con cierto nerviosismo.

– ¿Cuál chico? –Me hice el confundido. Sabía que hablaba de él.

–Ya sabes, el que estaba el otro día en tu casa. –Suspiró pesadamente.

–Donald Peña Nieto, ¿por?

– ¡No estoy jugando de esa forma, cabrón! –Soltó una pequeña risa por nombre al azar que le dije. -Anda...

– ¿Qué cosaaaa? –Pregunté de nuevo haciéndome el confundido.

–Ladra.

–Está bien, está bien. Su nombre es Karamatsu Nakamura, ¿feliz? –Una parte de mí se sentía un poco molesta al escuchar el interés que tenía Ichi sobre Karamatsu.

¿Por qué será?

Bueno, no importa.

–Un poco. -Sonrió muy ligeramente. –Bueno, yo me voy por aquí, tengo que ir a comprar unas cosas que me pidió mi mamá. Nos vemos. –Se despidió de mí mientras sacaba una pequeña lista que guardaba en su mochila.

–Llevamos varios años siendo amigos y aún me parece un chico raro. –Me quedé mirándolo por poco tiempo. Luego, proseguí con mi camino hacia mi casa. Aun pensando en mi antigua conversación con Ichi.

– ¡Bienvenido de vuelta, Jyushi! –Me saludó mamá.

– ¡Hola, mi'! ¿Ya está listo el helado? –Le pregunté.

–No hay helado el día de hoy, cariño. Lo siento.

– ¿Por quéeee? El mundo no me quiere el día de hoy... –Suspiré y agarré una manzana que encontré por ahí. – ¿Está lavada?

–Sí, hijo mío.

–Entonces qué bueno, ¡el mundo me quiere! –Exclamé mientras estiraba mis brazos hacia arriba en modo de victoria. Mi madre sólo rio. –Iré a dejar mis cosas, ahora vuelvo.

Salí de la cocina y me encontré con Karamatsu en la entrada. Inconscientemente le sonreí, a lo que él también me devolvió la sonrisa.

– ¡Hey! ¿Qué pasiones, Karamatsu? –Le saludé con la mano a lo lejos.

–Hola, Jyushimatsu. –Correspondió el gesto. –Pues, nada, ¿tú? –Bajó la mochila de su hombro y la colocó en el suelo.

–Igual... –Se presentó un silencio muy incómodo. Sólo nos sonreímos por última vez y luego cada uno se fue por su lado. Él hacia la cocina y yo hacia mi habitación.

Muy bonita y larga conversación, ¿no?

Dejé mis cosas sobre el suelo y mi tiré sobre mi cama. Qué día más pesado y triste.

¿A caso no había nada mejor que hacer?

Es viernes y hoy no hay práctica de béisbol por culpa del entrenador y su maldito viaje.

¡¿Por qué, vida?! ¡¿Por qué?!

Aunque, al menos hablé con Karamatsu hace unos momentos.

Reaccioné hacia mis "adorables" pensamientos y me cubrí la cara con mi almohada.

Dios.

–Algo me sucede y no sé qué es... –Suspiré aún con la almohada sobre mi rostro. –Algún día tendré que descubrirlo, quiera o no.

╰ a34; ╮

Con el pasar de los meses, pude ver todo mi avance en aprender a ser un pintor. O algo así.

– ¡Quedó hermoso, Karamatsu! Good job! –Manami me sonrió mientras alzaba su pulgar en señal de aprobación a mi trabajo.

–Gracias, Nami. Me alegra que le haya gustado mi cuadro. –Le devolví la sonrisa.

–De nada, Karamatsu. Está muy bello –Suspiró al ver la pintura regada por el suelo. –Aunque luego tendrás que limpiar tu espacio, querido.

–Lo sé, Nami. Es lo que iba a hacer justo ahora. –Hablé mientras cogía un trapo que encontré por ahí tirado. Al menos esto serviría para limpiar aunque sea algo, ¿no?

–Bueno, te dejaré trabajar con eso. Hablamos luego, pequeño saltamontes.

–De acuerdo. –Comencé a limpiar aquella habitación.

- ¡Al fin terminé! -Exclamé ligeramente exhausto. Me dolía el cuerpo.

Me dirigí hacia la puerta y nuevamente me encontré con Jyushimatsu, Pero no como lo había visto anteriormente.

¿Será que hoy tampoco tiene práctica de béisbol?

-Hola, Jyushimatsu. -Sonreí ligeramente mientras suspiraba aún por el cansancio. Él sólo respondió con su mano en forma de saludo.

Estaba encorvado y sus brazos se balanceaban ligeramente, su caminar era muy lento y pesado...

Já. Esto es aburrimiento puro.

¿Es que acaso no vive sin jugar béisbol?

- ¿Crees que limpié bien la habitación? -Le pregunté, a lo que no obtuve respuesta alguna.

Genial.

Me está ignorando.

Suspiré resignado y fui a devolver el pedazo de trapo al lugar donde lo había encontrado: sobre una mesa.

Después regresé al mismo lugar de antes.

- ¿Qué te parecería ir al parque a correr y jugar un poco de béisbol por ahí, Jyushimatsu? -Me recosté en el marco de la puerta.

- ¡¿Qué?! -Exclamó sorprendido. - ¡¿En serio podríamos ir?! -Volvió a sonreír con muchas ganas.

Demonios.

Si sigue así me va a matar.

-Claro que podemos. Sólo hay que pedirle permiso a tu madre y listo, no creo que sea difícil. -Me acerqué a él y le revolví sus cabellos. Luego bajé hacia la cocina.

Vaya, Manami sí que estaba aquí.

-Nami, necesito preguntarle algo. Es de parte mía y de Jyushimatsu. -El mencionado apareció justo detrás de mí.

-Claro. Procede, Karamatsu. -Sonrió mientras llevaba su café hacia la mesa y se sentaba sobre una de las sillas.

-Pues, queríamos pedirle permiso para que el día de hoy, Jyushimatsu y yo fuéramos hacia el parque más cercano a jugar béisbol. Vi que su hijo estaba aburrido y me dije a mí mismo: "¿Por qué no llevarlo a corretear por ahí un rato?" -Habló ligeramente nervioso. Tenía miedo de la respuesta de la madre del más joven.

Como siempre, su reacción fue inesperada.

- ¿Y pensaron que sería mejor salir el día de hoy? -Le dio un sorbo a su café.

- ¡Por supuesto que sí, mi'! ¡Hoy es un día perfecto para jugar béisbol! -Exclamó mientras daba unas cuantas vueltas en su mismo sitio.

-Mi ángel, para ti todos los días son perfectos para jugar béisbol. -Rio y le dio otro sorbo a su café que ya estaba medio tibio. -Bueno, me hubiera gustado acompañarles pero tengo cosas que hacer.

- ¿Entonces es un sí? -Preguntamos al unísono.

-Obviamente, chicos. -Ante esta última respuesta de parte de la mayor, Jyushimatsu saltó de alegría. Fue corriendo a traer su bate y unas cuantas pelotas de béisbol.

Manami sólo sonrió y siguió tomando su café.

-Eres una gran madre, Nami. -Le agradecí y salí de ese lugar.

- ¡Homerun! -Gritó emocionado el de amarillo. Fue directo a recoger la pelota.

-No creí que podía lograrlo. -Miré el bate con una sonrisa. -Es divertido de alguna manera. -Jyushimatsu volvió.

- ¡Haz otro Homerun, Karamatsu! -Me dijo con entusiasmo y lanzó de nuevo la pelota.

Lanzó de nuevo aquella esfera de color blanco con franjas rojas.

Estuve listo para pegarle a la pelota, pero algo hizo que fallara y soltara el bate por accidente.

Eran de nuevo los colores resaltantes de todo el paisaje. Me mareaban.

Los había presenciado desde el momento que llegamos al parque, sin embargo, hasta ahora no los había visto con intensidad en demasía.

Iba a perder el equilibrio y caer al suelo pero, por suerte, agité ambos brazos desesperadamente para evitar mi caída desastrosa sobre aquella cosa verde de nombre césped.

Jyushimatsu vino corriendo hacia mí.

- ¡Karamatsu! ¿Qué pasó? ¿Estás bien? -Miró el césped y vio que no había ninguna roca con la que supuestamente me tropezaría y caería.

-Fue mi capacidad de ver más colores... -Sacudí ligeramente mi cabeza.

- ¿Capacidad? ¿Cuál capacidad? -Me rodeó lentamente para divisar si es que tenía algún daño en mi cuerpo, cosa que no era cierta.

-Soy tetracrómata.

- ¿Tetra-qué? -Preguntó incrédulo.

-Tetracrómata. Es tetracrómata, Jyushimatsu. -Solté una pequeña risa.

-Y... ¿qué es eso? -Interrogó.

-Bueno, es una capacidad que sólo pocas personas tienen. Puede ser hereditario o no. -Tomé un respiro. -Gracias a esto puedo ver más colores de los que usualmente se ven. ¿Lo entiendes?

-Creo que sí... -Mencionó un poco asombrado y recogió algo del césped. - ¿Entonces qué colores ves en esta hoja caída? ¡Yo sólo veo verde oscuro! Aunque un poquito de verde claro, pero nada más.

-Yo veo varios tonos de verde, turquesa y celeste. Creo que amarillo y rojo también. -Me acerqué para lograr ver más colores. Sin embargo, Jyushimatsu me alejó. - ¿Qué sucede?

-No es nada, sólo es que... se siente raro. -Rio. Se le notaba algo nervioso.

- ¿Seguro?

- ¡Sí! No hay ningún problema. -Me sonrió tranquilamente y fue a recoger su pelota de béisbol junto a su bate. Juntando todo en una bolsa que encontró por ahí. - ¡Ya es hora de regresar a casa! -Gritó a lo lejos.

Sí, se estaba yendo sin mí.

-Dejarme solo atrás no es ser amable, Jyushi. -Le reproché ligeramente ya alcanzando su ritmo.

-Lo siento, ¡pero es que eres muy lento! Tu apodo debería ser "Tortuga". -Soltó una carcajada contagiosa.

-Sí, claro. -Hablé con sarcasmo para luego reír. -Ya es demasiado tarde, tu madre nos va a matar. -Ambos apresuramos el paso hasta regresar a casa.

»‡«

[...] Despierta Tortuga

Despierta

Paso el tiempo de dormir

Ya los gallos muy contentos

Cantaron quiquiriquí

Ya viene amaneciendo

Ya la luz del día nos dio.

Levantarte de la mañana,

Mira que ya amaneció.

Quisiera ser solecito

Para entrar por tu ventana

Y darte los buenos días

Acostadito en cama

Ya viene amaneciendo

Ya la luz del día nos dio.

Levantarte de la mañana,

Mira que ya amaneció. [...]

Jyushimatsu cantaba mientras su madre traía un pastel.

Seguro hoy sería el mejor cumpleaños que tuve a lo largo de mi vida. Claro, dejando de lado los que celebré con mi madre cuando aún seguía con vida.

Luego de unos pequeños minutos para que finalice la canción que Jyushimatsu busco por Internet y que de ley se tuvo que aprender por regaño de su madre, era el momento de que yo pida un deseo.

-Adelante, Karamatsu. Piensa en tu deseo de cumpleaños número diecinueve. -Habló Manami con tranquilidad mientras sostenía el pastel al frente mío.

-De acuerdo. -Cerré mis ojos.

Pensé en todo lo que había sucedido en estos últimos meses que ya se convertirían en un año de estadía junto a los Matsuno, mis compañeros de estudio y algunos amigos de la familia conformada por madre e hijo.

Pensé en mi madre, mi padre y en la persona que más quería en este mundo actualmente.

Sonreí, pedí mi deseo sin decir ninguna palabra y soplé las velas a la par que abría mis ojos.

-Oye, Karamatsu. -Llamó el menor. - ¿Cuál fue el deseo que pediste?

-El de ser el mejor pintor del universo.

- ¡¿En serio?! ¡¿Y crees que se cumpla?! -Habló emocionado.

-Baja la voz, Jyushimatsu. -Coloqué mi dedo índice sobre sus labios. Eran suaves. -Y sí. Sí creo que llegue a cumplirse. Sólo queda tener esperanza, trabajar muy duro y nunca rendirse. -Separé mi mano y fui hacia donde estaba Manami.

Jyushimatsu se quedó solo en la cocina.

Paralizado por los nervios por tal cercanía, suponía yo.

╰ a34; ╮

Ya pasó casi como mes y medio y aún sigo pensando en aquel momento en el que Karamatsu tocó mis labios.

Admito que me puse nervioso y la mente se me quedó en blanco.

¡Por suerte llegó Ichimatsu a salvarme del ligero trance en el que entré!

Escuché la puerta de mi habitación abrirse y rápidamente me senté sobre mi cama.

-Ah, eras tú, Ichimatsu. Casi me das un susto porque pensé que eras... -Me quedé callado al analizar lo que iba a decir.

- ¿Quién? ¿Tu madre?

-Sí... -Respondí entrando en mi mundo nuevamente.

Me dispuse a pensar en dos cosas: que mi madre aún no me ha llamado para avisarme que ya aterrizó el avión y que Karamatsu no ha venido durante dos días.

¿Qué le estará pasando al mundo? Sé que está loco, ¡pero esto ya es pasarse demasiado!

Por suerte todavía hay prácticas de béisbol. Eso sí.

A no ser que el entrenador se vaya de viaje de nuevo.

Ahí sí podría contratar un sicario a que se lleve toda su comida, sus dulces, su agua y muera de hambre combinada con sed.

- ¡Jyushimatsu! -Logré escuchar el fuerte grito horrorizado de Ichimatsu desde la sala.

- ¿Sucede algo? -Respondí de la misma manera mientras me levantaba de mi cama y escuchaba más ruido.

Era la puerta de entrada y pasos muy rápidos de una persona. Como si estuviera corriendo.

¿Serán ladrones?

Por instinto corrí hacia donde se encontraba mi bate, tomé el mango con ambas manos y me posicioné cerca de la puerta.

Cuando ésta se abrió estuve listo para batear a quien sea que se encuentre, pero un abrazo me detuvo haciendo que suelte el bate de mis manos.

- ¿Karamat...? -No pude pronunciar su nombre completo porque en seguida cogió mi mano y me llevó hasta el marco de la puerta de la sala. Ichimatsu también se encontraba ahí.

Esperen.

Estaba... ¿llorando?

¡¿Qué demonios sucedió durante el tiempo que estuve en mi mundo?!

-Lo siento mucho... -Karamatsu susurró apenas audiblemente que pude escuchar lo que dijo.

- ¡¿Qué sucede?! ¡Alguien explíqueme! -Grité desesperado. - ¡Ichimatsu! -Avancé hacia el mencionado, soltándome del agarre de Karamatsu.

Sin embargo, cuando me acerqué a él, dirigí mi vista hacia la televisión prendida.

Eran las noticias. Y en ellas decía: "¡A último momento! Avión que se dirigía a Japón desaparece y encuentran restos en el mar."

Sentí mi corazón quebrarse en ese momento. Era el avión donde iba mi madre.

Corrí hacia el teléfono a marcar el número de mi progenitora, pero quien me respondió fue la operadora diciendo que el número que marqué estaba fuera de servicio.

Tenía un tremendo nudo en la garganta y volví hacia la sala a escuchar la lista de los nombres de las personas fallecidas.

Con ansias esperaba que el nombre de mi madre no estuviera ahí.

Logré captar muchos nombres de personas desconocidas, entre ellos los padres de Ichimatsu, quien había salido corriendo de la casa.

Y cuando escuché el último en ser llamado, caí de rodillas al suelo: mi madre había sido mencionada.

-Mamá... -Pronuncié con dificultad. Mis ojos no soportaron más y las lágrimas decidieron salir, chocando unas contra otras. - ¡MAMÁ! -Grité lo más fuerte que pude para tratar de sacar todo el dolor que tenía en mi quebrado corazón. Fallando en el intento.

No podía creerlo.

No quería creerlo.

- ¡No puede ser cierto! -Comencé a gritar. - ¡¿Por qué sucedió esto?! ¡¿POR QUÉ?! ¡¿QUÉ ES LO QUE HICE MAL AHORA?! ¡¿NACER?! ¡¿SEGUIR RESPIRANDO?! ¡¿AMAR A OTRA PERSONA?! ¡¿QUÉ HICE, DIOS, QUÉ?! ¡MAMÁ! ¡MAMÁ! ¡NO ME DEJES, MAMÁ, POR FAVOR!

-Jyushimatsu...

- ¡¿QUÉ QUIERES?! -Le grité mientras apretaba mi labio inferior con mis dientes para parar de gritar ya.

No hubo respuesta de parte de Karamatsu. Sólo un fuerte abrazo.

»‡«

Luego de enterarse de la muerte de su madre, el joven Jyushimatsu Matsuno no volvió a ser el mismo.

Sonreía con menos frecuencia y había veces en las que Karamatsu lo encontraba cortándose. Ya sea con una navaja, cúter, cuchillos, tijeras, pedazos de vidrio roto o un Gillette. Incluso hasta se punzaba la piel con agujas.

Siempre le respondía lo mismo: que no importaba, que sólo era para concentrarse más en el dolor físico que en el emocional.

De todas formas nada de eso funcionaba.

El chico de sonrisa forzada no fue al velorio de su madre porque se la pasó llorando tirado en su cama. Con frío y tratando de abrigarse con varias mantas que encontró por el sótano.

Sí, era verano y él sentía frío. No en todo su cuerpo, sino en el corazón.

Por eso creía que con las mantas lograría calentar a su frío y destrozado corazón por la muerte de su madre. Cosa que hasta ahora no ha logrado.

Ichimatsu y Jyushimatsu dejaron de hablarse por un tiempo (cuatro meses, para ser exactos), porque según ellos, si uno hacia contacto visual o hablaba directamente con el otro, estaban seguros que terminarían llorando al final. Y era lo que su orgullo no quería.

Por eso es que siempre se mensajeaban con Facebook, WhatsApp o, simple, por su correo electrónico.

A fin de cuentas seguían siendo amigos. Ninguno se culpaba al otro por la muerte de sus padres. Y eso era bueno para ambos.

╰ a34; ╮

Nuestra relación no había cambiado en casi nada durante estos seis meses. Sólo el hecho de que Jyushimatsu, la mayoría de veces, se saltaba el desayuno por quedarse dormido o andar deprimido hasta la madrugada.

Sin embargo, ya no podía seguir cuidando de él. Puede que ya sea mayor de edad, pero había una ley en nuestra ciudad que prohibía el hecho que alguien que no sea familiar, cuidase a un menor de edad.

Por eso ambos decidimos que sería mejor separar nuestros rumbos para tener una mejor vida.

Por petición de Jyushimatsu, yo me quedaría aquí. En esta casa.

Era agradable quedarse en este lugar porque fue el primero en donde me sentía como en mi verdadero hogar. Sin embargo, había algo que no me gustaba: que el menor se iría.

No es que no confiara en su amigo Ichimatsu, es sólo que me preocupo por él ya que sé cómo se siente el perder a una madre.

Tendría que empezar una nueva vida.

Lejos de sus amigos, lejos de su primer hogar, lejos de su club de béisbol, lejos... de mí.

Tendré que aprender a convivir sin esa sonrisa que tanto me alegraba el día.

- ¡Demonios! Estos pensamientos siguen sin ser de mi agrado. -Golpeé la pared con mi puño. Ya luego reaccioné y pude sentir el dolor. -Esto me dolió un chingo. -Me cubrí la boca por escuchar aquella última palabra que dije. -Que se me pega lo mexicano. Tal vez muchos amigos de ese país por mis redes sociales hacen daño.

Regresé a lo que estaba haciendo anteriormente: desempacar todo lo que había en unas cuantas cajas que traje de mi apartamento.

Quedaba sólo a pocas cuadras, pero aun así era agotador.

- ¡Al fin! -Exclamé. - ¡Por fin pude desempacar todo! -Alzaba mis brazos en modo de victoria.

-Haces mucho ruido, Cacamatsu. -Sólo había una persona en el mundo que me decía así. Era muy reconocible.

- ¡Ichimatsu! -Volteé a verlo mientras sonreía. -Vienes por Jyushimatsu, ¿verdad? -Poco a poco se me iba quitando mi sonrisa de la cara.

-Sí. ¿Tienes algún problema con eso?

-No... ¡En realidad, sí! Digo... No, no hay ningún problema. -Ichimatsu sólo enarcó una ceja, a lo que yo tosí a propósito para liberar mi nerviosismo.

-Bueno, entonces me lo rapto ahora.

- ¡¿No que iría contigo voluntariamente?!

-Es sólo una expresión, estúpido. -Volteó y soltó una ligera risa. Ya luego desapareció entre el pasillo oscuro que daba con la habitación de Jyushimatsu.

-Pues utilizan expresiones muy raras, a veces. -Bufé para salir de la que a partir de ahora sería mi habitación y fui en dirección hacia la cocina.

- ¿Empacaste todo?

-Sí.

- ¿Seguro?

-Sí.

- ¿De verdad?

- ¡Ya te dije que sí, Karamatsu! No seas como... -Quedó callado mientras miraba hacia otro lado con tristeza.

-Lo siento. No fue mi intención. -Cubrí mi rostro con mi mano. -A veces suelo ser muy torpe para todo. En serio, discúlpame, Jyushimatsu.

-Descuida. -Alejó mi mano para ver mi rostro y sonreírme. -Para eso es que me voy de aquí. Para tratar de sacar toda mi tristeza jugando béisbol y estudiando.

- Me llamarás, ¿verdad?

-Tal vez sí, tal vez no, ¿quién sabe? -Soltó una carcajada.

-Nunca abandonaste el bullying hacia mi persona, ¿cierto? -Fui contagiado por su escandalosa risa.

-Es divertido, no lo niegues. -Se acercó a mí y me dio un abrazo. -Sabes que te voy a extrañar. Tal vez con eso baste para que no te sientas solo. Y si aún te sientes así, adopta un gato. -Palmeó un poco mi espalda.

Correspondí fuertemente el abrazo, a pesar que mi corazón esté latiendo a una velocidad muy brusca.

-Tomaré en cuenta lo de tener un gato. Y gracias, Jyushi. Tengo el presentimiento que nos volveremos a reencontrar algún día. -Me separé de él y le ayudé a llevar sus maletas hacia la salida. -Cuídate y no causes problemas, ¿eh?

-Pffft, eso es imposible. Soy demasiado tranquilo como para ocasionar un tornado como tú al no encontrar tus pinturas.

- ¡Deja ya el bullying, Jyushi! -El mencionado sólo rio nuevamente. -Hablo en serio, cuídate mucho, ¿sí?

-De acuerdo, de acuerdo. -Alzó su dedo pulgar en modo de afirmación.

-Te quiero.

- ¿Eh?

-Te quiero... -Hubo un ligero silencio. -Ahora sí, ya vete. -Me dirigí hacia la puerta de nuevo, pero un impulso me ganó. Me hizo retroceder y le di un beso en la mejilla al menor. -Hasta pronto. -Susurré en su oído y salí disparado a encerrarme en la casa.

¡¿Qué fue todo eso?!

¡¿Mente, qué hiciste?!

Me arrastré sigilosamente hacia la ventana y miré hacia afuera con un poco de nervios.

Jyushimatsu aún seguía parado ahí. Quizá esté procesando todo lo ocurrido.

De alguna manera lo entiendo, ni hasta yo podría procesar lo ocurrido tan fácilmente.

Insisto, soy un idiota. Tal vez un idiota enamorado.

Suspiré tirándome de espaldas contra el suelo.

-Puede ser que con este ligero impulso ya haya aclarado la duda que tuve desde hace meses en mi cabeza. -Cerré los ojos y me cubrí el rostro con mi antebrazo. -Dios, que vergüenza... ¡Justo la tía de Ichimatsu y él estaban en el auto! -Luego pase a cubrirme nuevamente la cara, pero esta vez con ambas manos.

Sentía mi rostro arder.

-Seguro ando rojo como un tomate. -Susurré. - ¿Y si le pido disculpas? ¿Estaría bien? -Pensé por unos momentos muy bien lo que iba a hacer. -Sí, le pediré perdón otra vez.

Justo cuando me levanté a mirar por la ventana de nuevo, vi que ya no estaba el auto estacionado ahí. Ya se habían ido, seguro.

¿Cuánto habré demorado en pensar lo anteriormente ocurrido? Suponía que mucho. O quizá poco. No estaba seguro.

Pero mi única preocupación ahora era... ¿eh? ¿Qué es ese olor a quemado en la cocina?

- ¡Maldita sea! ¡Mi cena se va quemar por completo! -Fui corriendo hacia la cocina para poder apagar la hornilla y evitar que el recalentado se queme demasiado.

¿Ves lo que ocasionas, corazón?

Eso nos pasa por tener sentimientos hacia alguien que probablemente nos esté odiando ahora y planee su venganza cuando crucemos caminos de vuelta.

╰ a34; ╮

Salto en el tiempo: dos años.

╰ a34; ╮

- ¡Apresúrate o llegarás tarde! -Me hablaba a mí mismo mientras trataba de correr esquivando a la gente que caminaba por toda la calle. -Lo siento. Disculpe. ¡Con permiso! -Trataba de abrirme paso entre este gran mar de personas.

¿Es que acaso no entienden que por su culpa no llegaré a tiempo a la panadería?

Esto también me pasa a mí por levantarte tarde el día de hoy.

Pero lo bueno, es que el cuadro con el que me desvelé hoy le gustó a aquel pianista que pronto llegará a ser famoso...

Al menos algún día.

-Muévase, señor. Bloquea el paso. -Habló un hombre enojado que logró empujarme levemente.

- ¡Lo siento! -Le grité a lo lejos. -Estúpido... -Susurré y continué con mi camino.

Sin embargo, algo me detuvo.

Escuché una risa que siempre fue reconfortante para mis oídos a pesar de tener un tono muy alocado.

Miré a mi alrededor y entre toda la gente reconocí aquella sonrisa de la que siempre estuve enamorado.

-Jyushimatsu... -Susurré para luego sonreír inmensamente. - ¡Jyushimatsu! -Grité para que pudiera escucharme. Vi que volteó ligeramente sorprendido.

Y el que estaba a su lado era... ¿Ichimatsu? Vaya, que sí había cambiado.

Empecé a abrirme paso entre la gente de nuevo para poder alcanzarles.

- ¡Jyushimatsu! -Cuando por fin llegué hacia ellos, le di un abrazo al mencionado. - ¡Cuánto tiempo, Jyushimatsu e Ichimatsu!

Este día sería feliz, seguramente.

Sin embargo...

- ¿Qué hace, señor? -Preguntó incrédulo, a lo cual me alejé de él.

-Sólo te estoy abrazando, Jyushi. Y no me trates de señor. Está bien que sea mayor de edad, pero tampoco te pases de esa manera. -Reí levemente.

Jyushimatsu sólo enarcó una ceja y miró a Ichimatsu.

-Ichi, ¿conoces a este tipo?

Aquella pregunta quedó grabada en mi mente.

Parpadeé unos segundos para poder reaccionar y no entrar en un pequeño trance.

-Por desgracia, sí. -Habló el anteriormente mencionado por Jyushimatsu. -Volvimos a casa, Karamatsu. -Sonrió ligeramente.

- ¿Eh? ¿Casa? Pero, ¿no que esto sólo era una visita hacia la tumba de tus padres?

-Eso te dijimos. En realidad, fue una mudanza. -Ichimatsu entrecerró un poco sus ojos al mirarme. -Pensé que te habías olvidado de nuestra existencia.

- ¡Eso nunca! Pero, ¿por qué parece que Jyushimatsu no me reconoce? Ni si quiera tengo barba como para que haya cambiado. -Miré mi ropa. - ¿Será por mi forma de vestir?

- ¿Reconocerte? ¡¿Te conozco?! -Siguió preguntando incrédulamente.

-No, idiota. -Chitó al mirarme nuevamente. - ¿Y si mejor vamos a otro lado? Sería imposible hablar tranquilamente por este lugar de mierda. -Jyushimatsu sólo rio por la expresión utilizada por el de cabellos desordenados.

-Bien. Vamos a mi casa. -Ichimatsu asintió y cogió la muñeca de Jyushimatsu para que no se le perdiera.

Eso es un poco... molesto.

Demonios, ¡tranquilízate, corazón!

Ya para de estar latiendo tan alocadamente.

- ¡Ya llegué! -Exclamé entrando a casa.

- ¿A quién le hablas, Cacamatsu?

-A esta hermosura. -Hablé mientras cogía en brazos a mi gata. -Ella es Kitty. Kitty, ellos son Jyushimatsu e Ichimatsu.

- ¿Por qué mi nombre siempre al último, estúpido?

-Lo siento. Ya se me había hecho costumbre. -Sonreí, a lo que Ichimatsu bufó. - ¿Sucede algo?

-No, nada... Sólo es que... -Hablaba con un poco de dificultad.

-Anda, dime, no tengas miedo. No muerdo. -Jyushimatsu sonrió a lo último que dije. Dios, esa sonrisa.

-Bueno, podrías tú, no sé... puedes... -Fue interrumpido.

-Lo que pasa -habló Jyushimatsu- es que a Ichimatsu le encantan los gatos. Por eso se pone nervioso cuando otras personas los cargan y se les hace difícil pedírselos. -Agarró suavemente al felino y se lo entregó al menor.

Ichimatsu sólo volvió a sonreír y fue a sentarse al sillón. Seguido por ambos.

-Bien, Ichimatsu, cuéntame todo lo que sucedió y porqué Jyushi no me recuerda. -El último en ser mencionado sólo se dirigió hacia el jardín con un poco de dificultad.

-Jyushimatsu perdió la memoria.

- ¿Qué? ¿Estás bromeando?

-Yo no bromeo con estas cosas, Cacamatsu. No jodas.

Jyushi había perdido la memoria.

¡Ahora el que no me recordara tenía sentido!

Se siente horrible. Como si haya sido una estaca más al corazón.

- ¡¿Cómo es que sucedió todo esto?! ¡¿Qué le pasó?! -Comencé a desesperarme de a poco.

-Cálmate, imbécil. -Dijo seriamente mientras seguía acariciando a mi gata.

Obedecí las palabras de Ichimatsu y me dispuse a calmarme.

-Bien. Dime.

-Se quiso suicidar porque se le acumularon demasiados problemas. El primer mes estuvo normal, justo como lo viste por última vez, pero cuanto más tiempo pasaba, su depresión iba empeorando. Siguió con sus cortadas. Hasta que cierto día no apareció para cenar. A pesar de andar de depresivo, él jamás se tardó demasiado en llegar para la cena.

- ¿Luego? -Miré preocupado al menor y tragué saliva.

-Vimos por las noticias que un muchacho estaba en lo más alto de un edificio enorme y tenía intenciones de suicidarse. Mi tía y yo reconocimos rápidamente la polera y afirmamos que era Jyushimatsu, por eso es que salimos corriendo de la casa. -Suspiró. -Jyushi se tiró mientras nosotros estábamos en camino desde el auto.

-Dios... No puede ser.

-Sí, pasó. Por suerte amortiguaron su caída. Sin embargo, ambos brazos estaban desangrándose por cortes profundos, al igual que unos ligeros cortes en su cuello.

- ¿Por qué...? -Susurré.

-Lo llevaron de emergencia al hospital y cayó en estado de coma por un año. Cuando despertó, sólo recordaba su vida antes que te conociera. -Bajó a la gata y volvió a mirarme de nuevo. -Por eso es que no te reconoció. Y aún no sabe quién eres.

Era casi imposible creer todo lo que me contó Ichimatsu.

Pero tenía muchísimo sentido como para ser una mentira. Además, una persona no podría cargar con tal peso por bastante tiempo.

-Tengo que ayudar a que recuerde todo. -Me levanté de mi asiento para irme hacia el jardín junto a Jyushimatsu, pero un agarre brusco me detuvo.

-Dale tiempo. Aún sigue sin poder tragarse completamente la última confesión que le hicimos: la muerte de su madre.

- ¿Cómo se lo tomó?

-Muy mal.

- ¿Y ahora pudo ser feliz?

-No. Intentó suicidarse nuevamente ayer.

Notas finales:

Gracias por leer hasta aquí.

Nos leeremos de nuevo en el siguiente capítulo, el final.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).