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MARRY ME…PLEASE? por Nova22

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Notas del fanfic:

Los personajes de Haikyuu no me pertenecen, pertenecen a Furudate Haruichi 

MARRY ME…PLEASE?


.


Tsukishima avanzó pesadamente por los pasillos blancos y pulcros del hospital. Había sido una larga y difícil jornada, lleno de pacientes y emergencias que atender; esa mañana hubo un accidente urbano en el que estuvieron implicados más de dos autos y llevó un gran número de heridos a las puertas de hospital. Afortunadamente no hubo ni un solo muerto.


Se frotó la nuca tratando de liberar la tensión acumulada y facilitó el paso de una camilla que iba a toda velocidad por el pasillo con una mujer en trabajo de parto. Parecía que la noche sería tan larga como el día.


− ¿Estás buscando a Bokuto-san? − preguntó Akaashi cuando se cruzaron en el pasillo. Su apariencia era digna de alguien que llevaba ya dieciocho horas de trabajo. − Lo vi entrar tambaleándose al elevador hace un momento.


− ¿Fue al tercer piso? − Akaashi asintió − Lo supuse, adora tomar siestas en las habitaciones vacías.


− Convéncelo de volver a casa cuando hables con él, ha estado trabajando más tiempo que yo.


− También lo supuse. − Bokuto era todo un apasionado de su trabajo y tenía más energía que todos en el hospital.


Akaashi sonrió − Bien, yo tengo trabajo que hacer. Te veré después, Tsukishima. − se despidió con un asentimiento de cabeza y continuó su camino por el pasillo al mismo tiempo que el rubio.


No había hablado con Bokuto en todo el día y la única vez que se vieron el bicolor se excusó alegando trabajo pendiente. Lo estaba evitando, era muy claro.  


 


Suspiró pesadamente antes de abrir la última habitación al fondo del pasillo, tal y como pensó, Bokuto se encontraba durmiendo en la camilla. Parecía un niño; recostado en posición fetal, tenía el cabello despeinado, grandes ojeras debajo de los ojos…y estaba babeando ¿Era extraño encontrar adorable algo así?


− Bokuto-san − Tsukishima posó una mano sobre su mejilla y movió en círculos el pulgar como usualmente lo hacía para despertarlo en las mañanas − Bokuto-san…


Bokuto dejó salir un ligero ronroneo frotándose contra su mano y sin previo aviso lo halo con él a la cama. Sorprendido, Tsukishima no tuvo tiempo de reaccionar. Sus brazos lo rodearon con firmeza y depositó un beso en el cuello que duró varios segundos − Tsukki, te extrañé…Vamos a dormir juntos − volvió a besarlo y enredó sus piernas con las suyas, con la firme intención de no dejarlo escapar.


− Nos veríamos más si fueras a casa más a menudo − dijo sin poder ocultar su tono de reproche − Vamos a casa. − susurró tratando de apartarlo sin querer hacerlo realmente − ¿Bokuto-san?


Su respiración era muy leve, pero podía escuchar un ligero ronquido escaparse de sus labios. Era increíble, se había vuelto a dormir y lo estaba usando como una muy práctica almohada para abrazar. La cama era muy pequeña, a duras penas cabían los dos, podrían caerse en cualquier momento, sin embargo era muy cómodo. Los brazos de Bokuto eran cálidos, le daban seguridad y protección, extrañaba mucho ser abrazado de esa forma, observarlo dormir y escucharlo balbucear su nombre entre sueños, así como lo estaba haciendo en ese momento.


“Lo extraño” pensó acurrucándose contra su pecho. Extrañaba verlo en casa, escuchar su escandalosa voz, sus radicales cambios de humor, lo infantil que a veces podía llegar a ser y ese extraño y vergonzoso habito de salir de la ducha sin siquiera usar una toalla para cubrir su cuerpo ¿Cuándo fue que esa agradable rutina cambio?


Cerca de tres meses atrás, en su último aniversario llegó tarde a su cita y desde entonces comenzó a actuar extraño…Sospechoso.


Trabajaba más horas en el hospital, prefería una incómoda cama de hospital a la cama que compartían, no volvía a casa a menudo y cuando lo hacía se marchaba de inmediato y sin cruzar más de media palabra con él ¿Qué estaba pasando con Bokuto? ¿Ya no lo amaba? Si era así ¿Por qué no decía nada? ¿Estaba jugando con él ahora? No podía evitar que miles de preguntas se arremolinaran en su mente, estaba asustado, temía que se repitiera la misma historia que con su ex, Kuroo.


Negó con la cabeza y cerró los ojos, Bokuto era diferente, lo supo desde el principio.


La primera vez que lo vio fue en una habitación tan pequeña como esa, recordaba las luces cegándole, estar rodeado de personas con cubre bocas y cofias en la cabeza y recordaba claramente sus ojos. Ese intenso y perturbador dorado…


*****


Observó con impaciencia el semáforo, habían pasado cerca de tres meses desde que llegó a esa ciudad. Era difícil habituarse a un nuevo ambiente y a una nueva cultura, había días en los que se sentía enfermo y tenía el estómago revuelto la mayor parte del tiempo…era tan inconveniente y desagradable. Yamaguchi lo llamaba “melancolía” ¡Qué tontería! Lo último que deseaba era volver.


El semáforo cambió de color y observó en su sitio como los transeúntes cruzaban la calle despreocupadamente, se le estaba haciendo tarde. Sin embargo no pudo caminar, se sintió mareado, todo dio vueltas a su alrededor y después de unos segundos volvió a la normalidad; tener mareos no era nada nuevo para él, era uno de los tantos síntomas que lo aquejaban recientemente y por mucho el más molesto.


Suspirando, dio un par de pasos y se detuvo justo a la mitad del camino presa de otro mareo más intenso que el anterior; se desconectó de su entorno por un largo instante y no fue consciente del sonido de la bocina del auto que se acercaba hasta que una pequeña mano, perteneciente a una niña de no más de diez años, haló la suya hacia atrás y pudo reaccionar a tiempo. Escuchó maldiciones procedentes de los demás transeúntes, al parecer el semáforo estaba averiado…era un problema.


La pequeña niña rubia le sonrió y antes de que pudiera hacer nada se marchó junto son madre perdiéndose entre la multitud ¡Genial! Una niñita lo había salvado.


Recordando su cita, se apresuró hasta parada del autobús; tuvo suerte de que aquel gran vehículo de metal aun no hubiese partido y mucha más de encontrar un asiento libre junto a la ventana…no parecía que fuese a ser un día tan malo después de todo.


Suspiró poniéndose los audífonos y activando la música, al igual que hacía más de un pasajero, entonces cerró los ojos y hecho la cabeza hacia atrás, si ese era su día de suerte quizá llegaría a tiempo a aquel lugar…


 


Abrió los ojos. No había parte de su cuerpo que no doliera, no podía moverse o articular palabra ¿Qué estaba pasando? Lo último que recordaba era el sonido de algo abrirse paso por sobre la música y una violenta sacudida…nada más. Y ahora no podía mover sus piernas, el espacio a su alrededor parecía haberse reducido y estaba saboreando su propia sangre.


“Duele“ había algo incrustado en su estómago, algo que le hacía desear gritar “Duele”


No era bueno, estaba perdiendo la conciencia, todo se estaba llenando de una fría oscuridad y tenía miedo.


Estaba muriendo…no era su día de suerte para nada.


 


Pobre chico, estaba…


Shh…Está recuperando la conciencia…


Anestesia…


Ecos de voces que llegaban a sus oídos, una habitación blanca, una molesta y cegadora luz sobre su rostro, y rostros de personas a las que no reconocía estaban reunidos en torno a él ¿Qué estaba pasando?¿No estaba muerto? Era toda una sorpresa que no lo estuviera, dado el desastroso estado en el que estaba seguro se encontraba su cuerpo.  


“Es inútil” pensó Tsukishima. No quedaba fuerza alguna en su cuerpo, estaba cansado, solo quería dormir. Dormido no sentiría dolor, la blanca paz lo envolvería…quería dormir.


Así que cerró los ojos y espero a que el dolor se desvaneciera.  


− ¡Vive! − una voz fuerte y clara se coló hasta lo más profundo de su conciencia − ¡Vive! − repitió la voz. Fuerte, claro y lleno de decisión.


Tsukishima abrió los ojos enfocando su borrosa vista sobre el dueño de esa esa intensa voz y se encontró con los ojos dorados más grandes e intensos que jamás había visto. Perturbadores y llenos de vida.


Eran hermosos.


− No te rindas, vive − volvió a decir el dueño de esos ojos.


¿Vivir? ¿Por qué debería hacerlo? Deseó poder decirle que se callara, que sería más feliz así, sin dolor, pero la voz insistió. Era molesto…irritante.


“Ya cierra la boca”


− Por favor pelea, vive. Prometo prepararte montones de comida deliciosa si lo haces.


¿Comida? ¿Qué clase de oferta era esa? ¿Qué clase de persona caería con algo como eso? No podía sentir su cuerpo y no podía asegurarlo realmente, pero tenía la sensación de que sus labios se movieron formando una sonrisa. De pronto pensó que si lograba sobrevivir recordaría eso.


 


Entonces, cinco días después.


 


− ¿Tsukishima-san? − una voz atravesó la niebla, arrancándolo de la nube de sueño en la que se encontraba. No quería despertar, tenía un mal presentimiento.


− Tsukki − la voz grave de ese hombre lo acerco más a la conciencia. No tenía idea de por qué su cuerpo reaccionaba a ella o por qué le parecía tan familiar.  − Tsukki, despierta − una cálida mano se posó sobre su hombro y Tsukishima arrugó la frente debido al dolor que ese inofensivo gesto le provocó.


− Bokuto-san −la voz del otro hombre tenía un tono de reproche.


− Lo siento − se disculpó el dueño de la voz que creía reconocer − Akaashi ¿Qué deberíamos hacer para que despierte?


¿Bokuto? ¿Akaashi? No reconocía esos nombres.


− Esperar, ya sabes cómo funciona esto. Hablarle es lo mejor que podemos hacer.


− Permite que sea yo quien se lo diga cuándo despierte. − la voz se volvió seria − Fui yo quien lo hizo después de todo.


Abrió los ojos e intentó enfocarlos. Primero vio la luz del techo, luego dos rostros desconocidos; a su izquierda un hombre de rebeldes cabellos azabaches y a su derecha otro con cabello negro grisáceo, no pudo apartar la vista de sus ojos. Recordaba haber tenido un sueño con esos ojos dorados como protagonistas.


− ¿Cómo se encuentra? ¿Me puede oír? − preguntó el pelinegro. Akaashi. Tsukishima asintió dificultosamente − ¿Recuerda cuál es su nombre y como llegó hasta aquí?


El hombre de ojos dorados. Bokuto. Pulsó el botón para alzar la cabecera de la cama. La cabeza, el cuerpo, incluso parpadear dolía, tenía un cabestrillo en el brazo izquierdo y la pierna derecha enyesada, sin embargo nada de eso se comparaba a la molestia que estaba experimentando en el pecho ¿Qué era eso? Era diferente al dolor físico. Deseó poder volver a cerrar los ojos y dormir hasta que el vacío en su pecho desapareciera, pero sabía que no sería posible.


Ya incorporado vio al pelinegro y respondió en un susurro − Me llamó Tsukishima Kei y tengo veintidós años. Soy estudiante, llegue a este país hace unos meses...Y recuerdo que el…el autobús…− alguien los envistió. Sus recuerdos después del accidente estaban cubiertos por una espesa niebla. No podía ver distinguir nada más con claridad…


− Bien − dijo comprobando sus signos vitales − Hemos tratado de contactar a tus parientes, pero ha sido difícil ¿Puedes recordar algún número de teléfono?


− No es necesario − respondió con dificultad − Solo tengo un hermano, pero estamos algo distanciados...− no se hablaban desde que comenzó su relación con Kuroo. Akiteru jamás lo vio con buenos ojos, nunca aprobó que estuvieran juntos y como resultado Kei abandonó el hogar que compartían para mudarse con el pelinegro. Debió haberlo escuchado.


− Entiendo, volveré más tarde. − su semblante cambió, la atmósfera también lo había hecho, volviéndose más pesada.


Akaashi dio una palmada en la espalda a Bokuto, quien se había mantenido callado y con la mirada fija en ningún punto en específico antes de marcharse cerrando la blanca puerta detrás de él.


Silencio. Tenso y casi eterno reinó en la habitación. De pronto Bokuto se inclinó en una reverencia frente a él.


− Lo siento mucho − Tsukishima estaba perplejo ¿Por qué se disculpaba? Estaba vivo, le había salvado la vida. Esa no era razón para disculparse − Tu bebé...No pude salvarlo − volvió a hablar Bokuto.


¿Qué había dicho? ¿Bebe? Tenía que ser un error, no estaba esperando a ningún bebé. Debió haber escuchado mal, su mente aún se encontraba confusa y no estaba comprendiendo con claridad.


− Hicimos todo lo que pudimos, estabas perdiendo mucha sangre...− Bokuto siguió hablando, pero Tsukishima ya no estaba escuchando.


Se negaba a creer algo así. Si. Subió de peso en los últimos meses pero eso solo se debía a que la comida rápida se había convertido en su inseparable compañera y por extraño que pareciera su alimento favorito. Y sus síntomas también tenían una explicación; falta de vitaminas, una intoxicación por carne cruda o vegetales mal desinfectados. Había muchas posibilidades.


No era un embarazo. No, no,  no, no, no, y no...


− Cuanto tiempo tenía − esas palabras salieron de si boca sin su consentimiento. No quería pronunciarlas, no quería escuchar la respuesta.


Bokuto lo miró − Dieciocho semanas.


Algo en su interior se rompí al escuchar esas palabras, un ácido dolor le atravesó el vientre como si le quemara y negó con la cabeza aún incrédulo. Dieciocho semanas, cuatro meses y medio ¿Cómo no pudo haberlo notado? ¿Cómo se suponía que debía sentirse ahora? Había perdido a su hijo antes de enterarse de su existencia ¿Esto fue su culpa? Si no hubiera sido tan descuidado, si se hubiera percatado antes...Si no hubiera aceptado esa oferta para estudiar en el extranjero...


Su respiración se volvió acelerada, el bip de la máquina a la que estaba conectado aumento su ritmo. Quería llorar, gritar, pero no podía ¿Por qué estaba ocurriendo esto? Tenía que ser mentira, un sueño, una pesadilla. Esto no estaba pasando.


Escuchó voces, vio a dos enfermeras acercarse a él y hablarle. Después sintió el cuerpo pesado…y cayó en un profundo sueño que calmó su corazón.


Al despertar no sintió nada aparte del dolor físico que suponía tener una pierna y un brazo rotos, una herida en un costado del estómago y diversos moretones en el cuerpo. La desesperación había desaparecido dejando solo una muy fácilmente ignórable presión en el pecho. Se alteró demasiado en ese momento, fue una noticia impactante, cualquiera en su lugar lo habría hecho. Pero ahora ya no sentía nada más, ni dolor  ni tristeza, tampoco la alegría de estar vivo. No había nada.


Un ligero ronquido le hizo voltear a su derecha, el médico de cabello bicolor, Bokuto, dormía con la cabeza apoyada sobre la cama ¿Por qué seguía ahí? ¿Tenía más malas noticias que darle? No necesitaba más malas noticias.


Frunciendo el ceño por su incapacidad de moverse libremente y hablar con claridad, carraspeó un par de veces y  lo observó removerse y elevar la cabeza; tenía los ojos soñolientos y el cabello desordenado.


− Tsukki − el aludido frunció el ceño ante la forma en la que se refirió a él − ¿¡Estas bien!?  − exclamó poniéndose de pie. Su voz era escandalosa, hacía que la cabeza le doliera con cada palabra −Te alterarse mucho y...


− Estoy bien, lamento haber reaccionado así − Bokuto ladeó la cabeza y entrecerró los ojos. Había algo en él que le inquietaba, no le agradaba − Podrías dejarme solo, quiero des...


− Espera un segundo − dijo marchándose antes de que siquiera pudiera decir algo al respecto ¿Que le pasaba a esa persona? ¿No tenía trabajo que hacer?


Ese segundo se había convertido en casi media hora. No importaba mucho realmente, no quería verlo. Solo quería descansar hasta que su cuerpo estuviera lo suficientemente recuperado como para poder marcharse y continuar con su vida.


Trató de dormir, pero el estruendoso sonido de la puerta arruinó sus planes. Ahí estaba otra vez Bokuto, con un carrito para transportar comida de tres niveles, todos ellos con charolas y comida.


− Prometí que te daría montones de comida ¿Recuerdas? − Bokuto volvió a pulsar el botón para elevar la cama y posiciono una pequeña mesita de metal frente a él − Mientras más comas más rápido vas a mejorar. − dijo colocando la primera charola en la mesita.


Arroz, sopa caliente, puré de papas, no parecía la típica comida de hospital, tenía buen aspecto y olor ¿El hizo esto? ¿Por qué se preocupaba tanto? Aunque comiera todo lo que trajo para él no se recuperaría más rápido, eso requería tiempo, reposo y en algunos casos, terapia ¿Qué clase de médico era Bokuto? Era difícil de creer que alguien como él le hubiese salvado la vida.


− No tengo hambre − tenía el estómago revuelto y la boca le sabía a bilis.


− ¿Necesitas ayuda? No puedes moverte bien ¿Cierto? − Bokuto hundió la cuchara en la sopa y sopló − Déjame ayudarte, di Ah...


Tsukishima desvió el rostro ¿Por qué estaba haciendo eso? Ese era el trabajo de una enfermera, ese tipo no tenía por qué está ahí. Quería que se fuera, no quería verlo.


− ¿No te gusta la sopa? − preguntó confundido − Estoy seguro de que me quedó bien, soy un gran cocinero − había orgullo en sus palabras − Prueba un poco, tiene todos los nutrientes que necesitas para mejorar.


Su insistencia era incómoda − No tengo hambre − repitió olvidando toda cortesía, pero Bokuto parecía no querer ceder. – Vete −Impulsado por su irritación Tsukishima alzó el brazo y con toda la fuerza que logró reunir golpeó la mano lanzando la cuchara al suelo. − No quiero comer, déjame solo.


El mayor lo miró con preocupación − Está bien, más tarde yo...


− No quiero, déjame.


− Está bien.


Fue grosero, nunca había perdido así la calma, pero no pudo soportarlo. Había algo más que preocupación en sus ojos, algo que lo hacía sentir patético. Lástima. No necesitaba eso. Si, perdió al bebé que esperaba ¿Y qué? Lo mismo le ocurría a miles de personas en el mundo, la vida seguía. No tenía sentido llorar o deprimirse, no quería hacerlo, no iba a hacerlo.


Tenía la esperanza de que ese desplante alejara a Bokuto de él, sin embargo no lo hizo. Volvió, día tras día, le llevaba el almuerzo, a veces la cena, trataba de charlar con él siendo rechazado en cada momento. Lo irritaba la forma en la que se comportaba, amable, infantil y alegre, se esforzaba demasiado por acercarse, no importaba que tan grosero fuera Tsukishima, él solo volvía.


Lo odiaba, le fastidiaba y cada día que pasaba su aversión por él crecía más y más. No soportaba verlo.  


 “No tiene malas intenciones, solo quiere hacerte sonreír” le dijo Akaashi en una ocasión ¿Por esa razón le había llevado títeres? ¿Esa era la verdad detrás de todos esos chistes malos y tortuosas historias?


No dudaba que sus intenciones fueran buenas, no parecía una mala persona; a todo el mundo parecía agradarle Bokuto, pero a Tsukishima no. Era insistente, no se molestaba sin importarle cuan grosero y mal agradecido trataba de ser ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué le molestaba tanto verlo?


¿Por qué sentía dolor a pesar de que sus heridas estaban sanando?


No tenía idea de la razón de su malestar y culpó a Bokuto y a su insistencia, hasta que un día mientras el bicolor le daba un paseo en silla de ruedas por el jardín del hospital descubrió la razón.


− Las flores están muy lindas esta hoy − habló Bokuto con aire animado.


La tarde era tranquila, no había ni una nube opacando el intenso azul del cielo y el sol era cálido. Cómo ya se había hecho hábito en las últimas semanas, Bokuto empujaba su silla de ruedas mientras daban un paseo por el jardín y alrededores del hospital, ya conocía a más de la mitad de los empleados y la mayor parte de sus instalaciones gracias a él.


Lo llamaban "El paciente favorito de Bokuto"  ¡Mentira! Si fuera su paciente favorito no estaría atormentándolo como lo hacía. Parecía que había vuelto una meta personal sacarlo del estado de "negación" en el que, de acuerdo a palabras solamente del bicolor, estaba sumido.


No estaba en negación, tampoco estaba reprimiéndose, aceptó lo que había ocurrido y decidió superarlo sin hacer alguna clase de drama ¿Tan difícil era de creer? Cada persona reacciona de distintas formas a una pérdida de ese tipo, era natural que hubiera reaccionado así, no tuvo tiempo de desarrollar sentimientos por el bebé que esperaba. No sentir nada era perfectamente normal.


Sin embargo Bokuto creía lo contrario.


− Hoy es día de cuentos ¿Quieres escuchar con ellos? − preguntó Bokuto inclinando la cabeza hacia él.


Justo frente a ellos, bajo la sombra de un gran árbol cuidadosamente podado, los pequeños pacientes del hospital disfrutaban de una historia. Todos ellos, con grandes sonrisas en el rostro, parecían desfrutar de la lectura. Eran adorables y estaban llenos de energía.


Cualquier persona, por muy duro de corazón que fuera, se sentiría conmovido ante la imagen que se presentaba ante sus ojos ¿Por qué Tsukishima no? No era especialmente bueno con ellos, pero sabía bien como tratarlos; Yamaguchi tenía dos hermanos menores y jugaba con ellos de vez en cuando.


Pero ahora verlos causaba una extraña reacción en su pecho, no era agradable.


− No soy un niño − respondió secamente − Quiero volver, pronto será hora de mi almuerzo.


− De acuerdo − esa respuesta lo dejó confundido ¿Donde estaba su usual “un poco más”?


Bokuto dio vuelta a la silla y la empujó de vuelta a su habitación, o eso era lo que creyó haría. Bajaron del elevador en el piso equivocado y en total silencio condujeron varias puertas a la izquierda hasta detenerse frente a un gran cristal.


"Maldito bastardo" pensó Tsukishima.


En la habitación había más de quince bebés es recién nacidos recostados sobre sus cunas, la mayoría estaban durmiendo. Eran tan pequeños, con caras arrugadas y rojas, algunos tenía gorritos blancos, otros rosa, azules y amarillos. Tan pequeños.


Esa fue la última gota que derramó el pequeño vaso de su auto control, ya no podía más con eso, si pudiera correr o al menos caminar más de diez metros sin que su pierna doliera ya se habría marchado ¿Qué era lo que Bokuto quería de él? ¿Por qué no lo dejaba tranquilo?


¿Por qué era tan cruel?


Agudo y desgarrador el dolor que atravesó su pecho le dejó sin respiración, si era esto lo que Bokuto quería, pues lo había logrado. Tratando de contenerse apretó los puños y se mordió el interior de la mejilla.


Podía con eso, solo tenía que calmarse y podría volver a la normalidad. No iba a derrumbarse por eso, todavía tenía el control.


Así que observó, sin apartar la mirada, tratando de convencerse a sí mismo que no importaba a pesar de que si lo hacía y…siendo al fin plenamente consciente de que una parte de su alma había sido arrancada.


− ¿Tsukki? − le llamó Bokuto cuando estuvieron solos en su habitación − ¿Estas bien?


− Esa es la pregunta más estúpida que jamás haya escuchado en mi vida − masculló Tsukishima − ¿Te parece que estoy bien? − Tsukishima lo miró, tratando fuertemente de contener la picazón en sus ojos − ¿Por qué? − dijo en un susurro. Estaba a nada de explotar, no quería eso. Solo quería olvidar.


− Lo necesitabas…


Furioso Tsukishima tomó el florero junto a la cama y se lo arrojó viéndolo destruirse contra la puerta − Tú no sabes lo que necesito, no me conoces. Aléjate de mí.


− No, necesitas hablar − dijo con una postura firme y cruzándose de brazos frente a la puerta.


Tsukishima dejó salir un bufido − Tu eres la última persona con la que quiero hablar ¡Quiero que te vayas!


− No − volvió a repetir.


Y esa fue la gota que derramó el vaso de su autocontrol, ya no podía más con eso. Quiso hacer un último esfuerzo y luchar contra ello, y maldijo ante la implacable necesidad física de llorar, gritar, arrojar todo lo que se encontrará en su camino. Pero fue imposible. Toda la frustración y furia que había estado acumulando durante todo el tiempo que había estado en el hospital explotó…Tsukishima explotó


Desesperación y dolor mezclándose en su pecho, ese terrible sentimiento de pérdida, ese agujero negro en el que el vacío en su pecho se había convertido, lo estaban torturando. Ya no podía seguir guardando todo eso. Ya no.


− ¡Desaparece ya! − exclamó golpeando a Bokuto con todas sus fuerzas, pero el bicolor no se inmutó. − ¡Te odio! ¿¡Por qué me hiciste esto!? − gritó arrojándole todo lo que pudo encontrar a su paso.


Bokuto no hizo nada, se mantuvo ahí, mirándolo con esos enormes ojos dorados y sin cambiar su semblante serio ¿Estaba disfrutando eso? ¿Por qué seguía ahí? ¿Por qué no se iba? ¿Acaso no sabía que eso solo aumentaba su molestia?


− ¡Te detesto! − exclamó golpeándolo una y otra vez − ¿Por qué?...¿Por qué no me dejas en paz?...¿Porque?...¿Por qué lo hiciste?...¿Porque me salvaste?...¿Lo hiciste para burlarte de mí?...Te odio...¿Por qué no solo te mueres?


Sus manos dolían, sin embargo el dolor de sus puños no era nada comparado con el dolor en su corazón, era duro ver como el mundo que con tanto trabajo habría estado tratando de sostener caía a pedazos frente a sus ojos. Necesitaba desesperadamente a alguien a quien culpar, a alguien con quien desatar toda la frustración que había estado reprimiendo…a alguien que lo abrazara.  


− ¿Por qué? − susurró apretando su ropa con ambas manos, su cuerpo perdía fuerza, la furia había desaparecido dejando solo dolor. Profundo y lacerante, tanto que creyó que moriría − Mi bebé...devuélvemelo − entonces dejó que sus lágrimas fluyeran de sus ojos como un río helado.


“Duele”


No podía comprender por qué dolía tanto, no debería doler tanto. No supo de su existencia hasta que ya lo había perdido y sin embargo lo amaba, deseó tenerlo entre sus brazos a pesar de que sabía era imposible. Por las noches soñaba con él, con el color de su cabello, con sus ojos y su sonrisa, lo quería, quería verlo y saber que ese deseo jamás podría ser cumplido dolía más que cualquier herida.


Lloró todo su dolor, toda su frustración. Lloró como nunca antes lo había hecho en la vida y Bokuto permaneció ahí, sosteniéndolo entre sus brazos, estrechando lo con fuerza. No conocía su dolor, no lo conocía a él, sin embargo se quedó a su lado y lo abrazó con todas sus fuerzas hasta que sus lágrimas remitieron.


− ¿Por qué? − susurró con el rostro enterrado en su pecho, incapaz de verlo a los ojos.


− Porque a veces solo necesitas llorar − su mano, cálida, le acarició el cabello con ternura − Llora, no te avergüences de hacerlo. Solo llora...


Ese tipo era estúpido y lo odiaba tanto...


*****


Sintió su corazón latir rápidamente, la respiración agitada y su cuerpo frío, un frío que poco a poco comenzó a convertirse en una reconfortante calidez de lo envolvió por completo, llenó cada rincón de su cuerpo y desvaneció su angustia hasta el punto en que olvidó como se sentía sufrir...hasta el punto en que todo lo que podía sentir era la paz que su fuerte abrazo le proporcionaba.


Inconscientemente, Bokuto era capaz de sentir la aflicción que ese lejano recuerdo traía consigo y disiparla con un simple abrazo. Al igual que ahora, estaba dormido, sin embargo sus brazos no iban a dejarlo ir...y Tsukishima no quería que lo hiciera. Se removió, acomodándose contra su pecho de modo que sus ojos se posaron sobre su rostro; ahí estaba, la persona que sano su alma, unió con cuidado cada una de las piezas de su roto corazón y que también tuvo el descaro de robárselo...como si hubiera sido suyo desde el principio.


"Es tan ruidoso"


Sus cadenciosos ronquidos flotaban por la pequeña sala y casi le hicieron sonreír. Los odiaba, sin embargo los había extrañado. Con dificultad, elevó una mano e inconscientemente apretó su nariz con el dedo pulgar e índice, a lo cual el mayor respondió con un ronquido más sonoro que los anteriores y Tsukishima ahogó una carcajada. Había perdido la cuenta de todas las veces que había deseado ahogarlo con una almohada solo para callarlo, sin embargo ahora no podía dejar de escucharlo o de admirar esas largas pestañas negras.


"¿Cómo un hombre puede tener la piel tan suave?"


Presionó el dedo índice contra su mejilla y lo deslizó lentamente hacia su mentón; suave como el satén, era un poco injusto...pero también agradable. Sin embargo, su piel no era lo único suave en su rostro. No. Había una parte mucho más agradable, su lugar favorito; sus labios.


Inconscientemente trasladó su dedo de su mentón a su labio inferior; suave, tal y como lo recordaba...


"Si tan solo dejará de usarlos para decir tonterías exasperantes, sería genial"


Sería genial, sin embargo dejaría de ser el Bokuto del que se había enamorado. Era un dilema.


Como si fuera una oruga, se removió lentamente hasta que su rostro estuvo frente al suyo y se acercó a sus labios, apreciando como su corazón aumentaba rápidamente su ritmo hasta casi golpear contra su pecho, y los unió con los contrarios. Un contacto que despertó por completo su dormido ser y que duró hasta el momento en el que una curiosa enfermera abrió la puerta, dejó salir un jadeo de sorpresa.


Los ojos de Bokuto se abrieron hasta el punto en el que creyó se saldrían de sus cuencas y en un segundo, Tsukishima se vio siendo arrojado al suelo − No estábamos haciendo nada, lo juro − recorrió la sala con la mirada ansiosa y con las manos elevadas hasta la altura de su cabeza − ¿Dónde está?


− ¿Quien? − murmuró Tsukishima, observando como la chica se disculpaba y cerraba la puerta.


No era la primera vez que alguien los descubría en esa clase de situaciones, Bokuto nunca fue alguien muy discreto y hacia lo que quería la mayor parte del tiempo, arrastrándolo como un poderoso huracán que derrumbaba todas sus barreras en un santiamén. Sin embargo, hubo un incidente que, quizá, generó alguna especie de trauma en él.


− Tu hermano...


Siete meses atrás, durante la primera visita de Akiteru al departamento que compartían; fueron descubiertos en una posición un tanto...demasiado comprometedora. No estaba muy seguro de que tipo de charla tuvieron ambos, pero Bokuto parecía una gelatina temblorosa y muy perturbada, y no volvió a tocarlo desde ese día...al menos no sobre el sofá.


− Mi hermano se marchó hace seis meses − respondió limpiándose el polvo imaginario de su bata blanca.


− ¡Oh! Lo hizo ¿Verdad? − había alivio en su voz y cuando comprobó en donde se encontraban, tomó su mano halándolo hacia él − ¿Quieres dormir un poco más?


− No...estaba a punto de volver a casa − hizo una pausa, pensando en si debía o no decir lo siguiente − Hace mucho que no volvemos juntos y pensé que esta vez podríamos...


− ah...uhn...eh...− sus parpadeantes ojos se movieron por toda la sala y sus labios balbucearon nerviosos − Yo...− ahí venía una excusa − Tengo algo muy importante que terminar hoy y...eso...así que voy a hacerlo ahora − tomó sus hombros, le dio un rápido beso y salió casi corriendo − Te quiero, nos vemos en casa...¡oh! Y no me esperes despierto.


Suspiró, Bokuto era un mal mentiroso o quizá simplemente ya no le importaba lo suficiente como para esforzarse en mentirle ¿Que más podía pensar?


Estaba actuando extraño, pasaba demasiado tiempo en el hospital, más tiempo del que solía pasar antes, solo volvía a casa a dormir y se marchaba justo antes de que despertara, y a pesar de que sus demostraciones de afecto no habían tenido un cambio radical, ya no iban más allá de besos y caricias. Perdió el interés ¿Verdad? No sería extraño pensar que esa era la respuesta a su reciente comportamiento.


No sería extraño pensar que, al igual que como ocurrió con Kuroo, él sintiera que su compañía ya no era suficiente…que simplemente ya estuviera cansado.


A pesar de que ya había experimentado algo similar antes, el dolor que ese pensamiento causó fue, por mucho, distinto al que había sentido en el pasado...mucho más desgarrador...


 


 


Bokuto volvió a casa cerca de la media noche, sin perfume de mujer o el aroma a jabón de hotel impregnado en su piel y sin lápiz labial en el cuello de la camisa e hizo lo que últimamente había estado haciendo; depositar un beso sobre su cabeza y dormir dándole la espalda. Nada más...


A la tarde siguiente, cuando despertó de su tan necesario sueño, Bokuto no estaba; su lado de la cama estaba frío, no estaba en la ducha, en la cocina asaltando la nevera o en el gimnasio en el segundo piso. No estaba en la casa, el único día en el que su día libre coincidía con el suyo, él no estaba. Después de escuchar sus constantes quejas sobre pasar más tiempo juntos durante meses, lo menos que podría esperar era al bicolor arrastrándolo a una cita o impidiéndole poner un pie fuera de la cama...no esto.


Su aparente indiferencia era una muy clara señal de algo cuya certeza no hacía más que apretar su pecho; era el fin.


El silencio en el departamento le pareció casi opresivo; no lo había notado antes con Bokuto apareciendo siempre frente a él en cada rincón, pero era demasiado grande para los dos. La primera vez que lo visitó le pareció tan pequeño con toda esa basura acumulada; había conocido a personas desordenadas pero él, sin duda, cruzaba el límite de lo que jamás creyó posible. Fue toda una odisea, y un reto personal, ordenar todo con alguien que parecía tener el talento innato para desordenar.


Pudo haberle entregado aquello que Akaashi le encomendó entregarle y haberse marchado sin más, el como Bokuto viviera no era su asunto, sin embargo se quedó. Y esa simple acción marcó el inicio de una extraña relación que, inocentemente creyó duraría por siempre.


¡Qué ingenuo! Realmente no había aprendido nada de sus errores pasados.


Se dejó caer con todo su peso sobre el sofá y se cubrió el rostro con las manos ahogando un suspiro – Ya supéralo, no importa.


Esto no iba a derrumbarlo, era lógico que todo terminara pronto; su relación no era normal. Si lo veía todo en retrospectiva, su relación comenzó específicamente a raíz de ese accidente; era como si Bokuto se sintiera responsable por él.


Él bicolor era así, hacia todo lo que podía por sus pacientes y en algunas ocasiones tendía a involucrarse demasiado; tal y como había hecho con él, y quizá aún lo estaba haciendo ahora…quizá ya había llegado a un punto en el que había encontrado tedioso seguir con todo y tal vez…había encontrado a alguien más.


Eso explicaría las misteriosas llamadas telefónicas, sus muy prolongadas ausencias, el hecho de que estuviera evitándolo y las tontas y muy poco elaboradas excusas para no volver juntos a casa; era como si ya no le importara.


Fijó su mirada en bloc de notas sobre el suelo junto a la pequeña mesa de cristal frente a él, Bokuto seguía tan desordenado como siempre.


Con parsimonia, Tsukishima se inclinó para tomarlo de vuelta percatándose de un pequeño y dentado trozo de papel mal arrancado, en la parte superior, en el cual podían apreciarse un par de garabatos hechos con tinta y huellas, de lo que estaba seguro, eran restos de queso de frituras. Rodó los ojos, al parecer alguien había roto la dieta que había jurado seguir...otra vez. Ya sabía que argumento usar la próxima vez que la balanza marque dos kilos extra y Bokuto tratará de culpar a su comida, lloriqueando.


Si es que había una próxima vez...


Sus dorados ojos se mantuvieron sobre el bloc de notas, los minutos pasaron y por su mente cruzaron millones de ideas ¿Qué hacer? Esa era la pregunta dominante; conocía la dirección que marcaba aquel trozo de papel. Conocía perfectamente bien esa calle, en ella había un pequeño restaurante que combinaba su discreta decoración con la elegancia de una amplia gama de flores que cultivaban en la parte trasera, sitio que podía ser reservado para ocasiones muy especiales.


"Un lugar especial" quizá le decía eso a todas, no era muy diferente que Kuroo en ese sentido. Ellos también tenían un lugar especial, uno que estaba lleno de recuerdos...uno que el pelinegro convirtió también en su sitio de citas favorito...en el lugar especial de sus amantes.


− No va a volver a pasar − se levantó con decisión, tomó su chaqueta y salió del departamento, percatándose de cómo los últimos vestigios del atardecer desaparecían dando paso a un cielo nocturno.


No iba a volver a ser el idiota ingenuo del pasado, no iba a quedarse sentado esperando con la esperanza de que él cambiara. No estaba dispuesto a repetir el pasado, si Bokuto no quería terminar con todo, entonces Tsukishima iba a hacerlo.


No volvería a ser el juguete de alguien...no más.


 


Apretó los puños espasmódicamente mientras examinaba a los clientes del restaurante a través de los grandes ventanales de cristal. Estaba vacilando, su reciente resolución se le estaba escapando de las manos y el hecho de divisar como el dueño de aquella inconfundible cabellera bicolor era halado por alguien hasta perderse por el pasillo que, estaba seguro, daba al jardín, lo destrozó.


Fue como si su corazón dejara de latir, todo a su alrededor simplemente se detuvo y no pudo escuchar nada más que el sonido de algo rompiéndose en su interior ¿Por qué dolía más que en aquel entonces? Creyó que podría enfrentarlo, pero no parecía posible. No quería verlo, no quería volver a pasar por eso.


No iba a hacerlo…


− ¡Tsukishima! – Akaashi posó una mano sobre su hombro sobresaltándolo − ¿Qué estás haciendo aquí parado? Entremos…− el rubio se giró para ver que el pelinegro señalaba la puerta del restaurant.


– No…lo siento, ya tengo que volver − hizo amago de marcharse, pero Akaashi lo detuvo sujetándole del brazo y le miró con una sonrisa en el rostro. 


− Vamos, todos están esperando − el rubio lo miró ansioso − Es normal que estés nervioso es algo que no sucede todos los días. Pero todo va a estar bien, sabrás que decir cuando estés ahí…


¿De qué estaba hablando? ¿Él sabía sobre Bokuto? ¿Iba a hacer que presenciara todo con sus propios ojos? No, era imposible. Akaashi no era ese tipo de persona, entonces ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Venia de una fiesta? Su ropa era demasiado formal…


− Por aquí − le guió el pelinegro a través del amplio salón, en otro momento se habría tomado el tiempo para admirar la decoración y disfrutan de la tranquila melodía del piano ubicado en un pequeño escenario, pero ahora su mente estaba dando todo de sí para procesar las palabras de Akaashi − Él te está esperando, estaba desesperado porque no llegabas; creyó que te había arrollado un auto y estaba a punto de correr a buscarte.


− ¿Qué? ¿De que estas hablando? − paró en seco, causando que el pelinegro diera un ligero tirón a su brazo antes de detenerse − ¿Quién me está esperando?


Akaashi sonrió y con una tortuosa lentitud se acercó a la puerta de cristal esmerilado al final del pasillo − Bokuto-san…


Una ráfaga de luz cegó sus ojos y su cuerpo se vio aprisionado por un fuerte abrazo; no tenía que verlo para saber de quien se trataba, conocía perfectamente bien ese calor − ¡Tsukki! ¡Viniste! − Bokuto se apartó y con ambas manos sobre sus hombros, giró la cabeza en dirección al jardín − Ven, les dije que vendría.


− Sí, sí. Ahora ya puedes dejar de llorar, galán. − exclamo Konoha con expresión divertida mientras movía la mano frente a su rostro.


De inmediato Bokuto volteó hacia el confundido rubio − No estaba llorando…solo estaba un poco preocupado, creí que no vendrías.


− ¿Qué está pasando aquí? Y…− enfocó la vista sobre la ropa del mayor; llevaba un traje negro sin corbata y una camisa azul con los primeros dos botones desabrochados, vestimenta que desentonaba con los janes negros desgastados y la chaqueta roja de algodón que Tsukishima llevaba puesta  − ¿Por qué estas vestido así?


− Porque se supone que hoy íbamos a cenar − entre cerró los ojos − ¿Por qué tardaste tanto? ¿No sabias que ponerte? Te ves fantástico con lo que sea.


− Podría ser, tal vez, que yo no sabía que hoy íbamos a cenar aquí. − repitió cada palabra lentamente, tratando él mismo de recordar el momento exacto el que Bokuto mencionó la dichosa cena. Pero no lo consiguió.


− Eso es imposible, te dejé una nota esta mañana.


− No, no fue así.


− Si − buscó entre su ropa hasta extraer algo y entregárselo − Mira, aquí esta.


Y ahí estaba el resto del trozo de papel que encontró en al bloc de notas. Era ridículo y tenía demasiado que decir al respecto, pero todas las palabras murieron antes de siquiera ser formuladas por su mente; estaba aliviado…demasiado aliviado como para siquiera molestarse con él.


− Ya entendí, lo siento − llevó una mano a su nuca, sus hombros cayeron y le dio una mirada apenada − Debes estar molesto murmuró – No tienes que quedarte ¡Vete! dramatizó apartando el rostro y apretando un puño contra su pecho.


El rubio rodó los ojos − Olvídalo, ya estoy aquí…y no estoy molesto.


Él lo miró analizando si en verdad estaba molesto o no y cuando al fin llegó a un veredicto dijo − Ven…− Bokuto alzó una tímida mano que Tsukishima no dudó en tomar y ambos salieron al jardín. Justo en el centro, rodeada de rosas multicolores había una mesa con velas que ardían lentamente, una botella de vino y una maravillosa cena para dos.


Las luces en los pilares iluminaban cada rincón, permitiéndole apreciar cada detalle del jardín, cada arbusto y enredadera, el color de las rosas y sus diversos tamaños. El cielo estrellado estaba lleno de luces parpadeantes de colores y un dulce aroma flotaba en el ambiente; parecía un sueño.


En seguida reconoció la melodía de un violín, una melodía que lo transportó al momento justo en el que se percató de que su corazón había sido tomado por completo y por el rabillo del ojo vio a Akaashi, quien balanceaba su cuerpo con elegancia al tiempo que manejaba con soltura aquel hermoso instrumento.


Bokuto carraspeó llamando su atención, aún sostenía su mano regalándole un poco de su calidez. Giró su cuerpo hasta posicionarlo frente a él y llevó una mano, que fue detenida a mitad del camino por el rubio, a su cintura – ¿Sabes? Me gusta caminar, tal vez podríamos pasar de eso esta vez.


– No va a ser cómo la última vez, lo prometo.


– Me torcí un tobillo...– y temía que en esta ocasión lo dislocara. Bokuto podía dar pistones muy fuertes.


El mayor frunció los labios, cavilando si debía hablar o no – He estado tomando clases...así que estoy muy seguro de que no voy a romperte nada – dijo – Soy muy bueno ahora – afirmó con orgullo.


– ¿Cuánto tiempo?


– Unos meses...cuatro, tal vez.


Tsukishima disimuló una sonrisa, era eso; sus ausencias, los días que había vuelto a casa demasiado cansado como para hablar. Estaba tomando clases de baile por él. Se sentía un poco ridículo ahora, pasó todo ese tiempo creando una historia imaginaria alimentada por sus propios miedos e inseguridades, cuando la realidad era distinta.


– Entonces ¿Podemos? – preguntó con esa miradita de cachorrito suplicante, mientras deslizaba lentamente la mano por su cintura.


– ¿Tengo elección?


Bokuto sonrió afianzando su agarre alrededor de su cintura, tomó su mano entre la suya y alzó la barbilla – Tu sabes que no.


Solo Bokuto podía verse tan orgulloso e infantil a la vez y no perder su atractivo masculino. Comenzaron a moverse dando pasos torpes y desarticulados, él se mantuvo mirándolo a los ojos, sujetándolo con firme delicadeza, y pronto sus pasos fueron acompasándose con la música y sus movimientos se volvieron una parte más de la melodía.


Bokuto combinó sus ahora seguros y fluidos movimiento con una sonrisa espléndida y Tsukishima no necesito nada más que eso para perderse en él y dejarse llevar, olvidando por completo su inicial cautela. Quiso culpar a los acordes del violín, que se colaban por sus oídos con su dulce cadencia, al aroma de las flores o al esplendor de sus colores, al cielo, a las estrellas o al conjunto de todo, porque ¿De que otra forma podría justificar el hecho de estar sonriendo sin complejos o girando entre sus brazos hasta que descubrió que la música había terminado desde hace mucho?


¡Qué vergonzoso! Tsukishima no hacia eso; disfrutar de un baile o reír como un tonto enamorado, no iba con él ¡No lo hacía jamás¡ Y sin embargo ahí estaba, siendo brazado por él mientras era contagiado con su tonta risa.


Había perdido por completo...pero no estaba tan mal.


Se separaron la distancia suficiente para que su nariz chocará contra la suya, los ojos del mayor miraban sus labios con insistencia ¿Iba a besarlo si o no? – Cierra los ojos – susurró al fin; Tsukishima lo miró con desconfianza, sabía por experiencias pasadas con él, que nada bueno pasaría si lo hacía – Solo un momento ¿Si?...diez segundos...


Suspirando, Tsukishima hizo lo que le pidió y cuando volvió a abrirlos volaron palomas y millones de globos llenaron el cielo; fue precioso hasta que las cosas se salieron de control.


– Tsukki... – Bokuto tenía una rodilla apoyada en el suelo ambas y manos extendidas hacia el frente sosteniendo una pequeña caja de terciopelo que contenía un brillante anillo – Cásate conmigo – tenía los hombros tensos, la voz temblorosa y una mirada tierna – ¿Por favor?


Todo era un desastre, la mayor parte de los globos se enredaron en los cables de luz y arbustos, las palomas volaron hacia la mesa y picotearon su comida antes de que una de las velas cayera sobre la mesa e incendiara el mantel. Era terrible, un desastre total, algunos lo llamarían la peor propuesta de matrimonio, sin embargo para Tsukishima era perfecto.


 El desastre más feliz y perfecto.


Llevó ambas manos hasta su boca y posó sus ojos sobre los de Bokuto que lo miraba con ardiente pasión, no sabía cómo expresar toda la alegría que estaba  sintiendo, era tan difícil ponerlo todo en palabras...


Su cuerpo temblaba, su pulso se aceleró y su corazón latía tan rápido que temió sufrir un paso cardíaco. Sabía que Bokuto estaba experimentando algo similar, no quería hacerlo esperar más, quería que el rostro ansioso que ahora veía se convirtiera en ese alegre que tanto amaba.


Entonces, tomó aire, alejó todos sus miedos y reunió todo el valor que necesitaba para responder.


– Si...


Hoy y mañana. Por siempre y para siempre.


Si...

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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