Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ángel corrompido por Reiga

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola! Vengo un poco tarde, pero no mucho esta vez jeje aquí les dejo el fics correspondiente al día 15.


Para celebrar este de mes de mis lindos dos amores. Aunque igual lamento que haya sido precisamente con este escrito.


No pensé que me quedaría tan… no lo sé júzguenlo ustedes u.u  Es el segundo que hago de este modo.


 Espero les guste lind@s <3


 


Advertencias!!!


-Mención de violación


-Muerte de personajes u.u

Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenecen u.u

 


~*~


 


La guerra había arrasado con aquel pueblo, Por más que habían tratado de evitarlo, no lo habían conseguido, la aldea se había visto afectada. Ahora solo quedaban los vestigios de casas derrumbadas, quemadas y de las de mejor material solo quedaba el esqueleto humeante.


El olor a pólvora, miasma y cuerpos incinerados se sentía en el aire. Era repulsivo, pero aun así seguía ahí. Mirando los daños. Humanos muertos, familias completas, animales y niños no habían podido escapar.


Se sentía impotente. Habían ganado una de las tantas peleas contra demonios, pero a costa de vidas humanas. Cuál era la ganancia “¿Que habían muerto más demonios que ángeles y no importaban los humanos?”


Después de esta pelea habría otra estaba seguro, siempre era así y estaba seguro que aquello no cambiaría, por aquella misma razón quería ascender a Arcángel, estaba cansado de seguir en terreno, donde reinaba la sangre, la matanza, el ser frio y calculador. Perder en cada batalla a amigos y no poder llorar por ellos, porque  es el curso, nada se gana sin perder algo.


Sin embargo su deseo era tan grande como su propia resignación. Sabía que ese mismo pensamiento mediocre era lo que no lo dejaba alcanzar su meta. ¿Qué le faltaba? Era lo que se preguntaba, su arcángel a cargo suyo siempre le llenaba de elogios, para toda la guardia él era el mejor y todos sabían que nadie mejor que él era digno de obtener ese puesto. Pero no llegaba.


Sus pasos seguían recorriendo el pueblo yaciente en casi extintas llamas que se lo habían devorado rápidamente. Sus camaradas ya se habían retirado pero él por alguna razón seguía ahí. Incapaz de desplegar sus alas he irse también y como siempre olvidar todo aquello que lo estaba rodeando ahora.


Sus pies descalzos tocaron la caliente tierra. Pero no le molestaba. Seguía su camino evitando con prudencia y algo de respeto las vidas perdidas.


Un sonido, diferente a la madera extinguiéndose, lo sacó de sus vagos pensamientos. Un sollozo lo llamaba  a lo lejos. Miro con curiosidad aquel lugar donde provenía aquel preocupante y sin saberlo esperanzador ruido.


Las cenizas se ceñían a sus pies mientras aceleraba cada paso rumbo al bosque o al inicio de él. Se detuvo. Necesitaba saber de dónde provenía. No escucho lo mismo pero si algo similar a una ramita rompiéndose, sus pies le llevaron hacia la derecha, unos pasos más y ahora sí podía sentir esa respiración acelerada, asustada y casi detenida.


Rodeo el árbol, sea lo sea estaba ahí detrás de la madera.  No vio nada pero sabía que provenía del árbol. Podía notar un espacio. En su inicio un agujero que era tapado por la larga hierba.


Se hinco para hurgar en ella. Sorprendiéndose en el acto al ver un niño no mayor a los cuatro años. Su rostro y al igual que todo en sí se encontraba sucio, su cabello era similar al fuego. Lloraba, lloraba y tiritaba mientras le miraba con horror. Su cuerpo entero temblaba, con espasmo mientras con sus pequeños brazos rodeaba sus piernas.


El ángel no pudo lidiar con ello. El menor le temía con justas razones y no iba a perder el tiempo explicándole  algo que seguramente no iba a entender. Con solo poner su mano en la frente del menor bastó para que este cayera rendido. Lo sacó de su cueva, aquella que sin duda le habría salvado la vida y lo tomo en brazos. Tenía que sacarlo de ahí. Buscarle un lugar seguro.


Era un sobreviviente. Uno en todo ese caos. Miro a su alrededor y dio con los que seguramente eran sus padres. Los cabellos de la chica le indicaba que así era. Frunció el ceño. Miro al niño en sus brazos, tan pequeño, tan frágil e indefenso.


Otro ruido lo alerto, pero este no le indicaba curiosidad, si no miedo. Si quería salvar la vida en sus brazos tenía que huir de ahí antes de que lo descubrieran.


Uno, dos, no. Tres eran en total. No tenía las fuerzas para abrir un portal y dudaba realmente poder escapar si lo intentaba.  Un poco de desesperación se hacía en su interior, pero no dominaban la calma que sabía debía predominar.


Un largo suspiro, sus alas brotaron rápidamente y comenzó con el escape por entremedio de los árboles, los mismos que le servirían de ayuda ante el ataque que no tardó en llegar, fuego, rayo de un azul tétrico y sombras negras llegaron a sus lados con la intención de matarlo. Algo lastimo su ala, un rayo llegó a una de sus piernas y otro atravesó su estómago. La sangre brotaba de su cuerpo, mientras seguía en su trabajo de proteger, esquivar y lanzar uno que otro ataque sin efecto.


Su mente solo se concentró en escapar, salvar su vida y la ajena. Sentía sus fuerzas abandonarlo pero llegó algún lugar seguro. Le perdió la pista a sus persecutores. No veía con claridad, solo escuchaba el sonido tranquilizante de lo que podía ser un río. No muy grande. Con cuidado se acercó a un árbol dejando al niño inconsciente  a sus pies. Necesitaba llamar a un Ángel sanador que pudiera eliminar el veneno.


Sus ojos se cerraron y dio contra el piso sin darse cuenta. Ya no quedaba nada más.


 


~*~


 


Abría los ojos despacio. Sentía el cuerpo pesado y adolorido. Abrió los ojos completamente sintiéndose encandilado por la intensidad de luz natural. Volvía a escuchar  el sonido del río pero esta vez viéndolo con claridad, el lugar se veía desolado hasta  que dio con aquel niño de cabellos fuego a la orilla del río lavando lo que parecía ser un paño manchado de sangre.


Cuando vio que volteaba hacia el cerro los ojos ni siquiera sabiendo el porqué. Sentía al pequeño acercarse e hincarse a su lado, sonrió cuando sintió el paño frío en su estómago. Abrió con lentitud sus ojos para ver como el menor estaba muy concentrado limpiado su herida.


Movió su mano, y noto que el pequeño le miraba un poco asustado, no con el horror de la noche anterior pero sí con mucho miedo. Apenas abrió la boca para decirle algo el menor salió corriendo.


Estaba impresionado más aún cuando el joven dio de boca contra el suelo y no parecía levantarse. Con dificultad se puso de pie llevándose una mano instintivamente a la herida en su costado, no era pequeña pera ya no brotaba sangre. Sabía que la herida seguiría ahí hasta que diera con un ángel sanador.


Camino donde el pequeño que se levantaba y se llevaba las manos a la cara.


—No te haré daño, necesito que confíes en mí, si quieres que te deje en un lugar seguro —fueron sus simples palabras. El niño no contestó pero se mostró tranquilo cuando el ángel lo tomó en sus brazos para seguir el camino.


Solo una preguntas había salido de sus tiernos labios. Y al no haber respuesta volvió a callarse.


“¿Mis padres?”


Camino todo el día con el niño en brazos, deteniéndose para buscar algo de comer, descansar y seguir su camino, sabía que debía haber una aldea próxima. Una en donde quizás acogerían un niño huérfano.


No quedaba mucho podía sentirlo en el aire, el viento el olor que traía y el sonido que guardaba.


—Escúchame... — decía mientras lo sentaba a la orilla de un árbol —Quédate aquí y no te muevas.


En cuanto el menor asintió con su cabecita mientras se apegaba más al árbol, tuvo la seguridad de que le haría caso.


Dejándolo seguro emprendió camino hacia la aldea. Se notaba tranquila. Casas humildes y llenas de vida por sus residentes. Huertos con trabajadores listos para lo que posiblemente sería una buena cosecha. Padres y familias pasaban por sus ojos pero ninguna como lo que él estaba buscando.


Siguió su camino, pasando desapercibido gracias a su poder. Necesitaba encontrar un lugar seguro. Llegó hasta lo último de la aldea y suspiro. Su mirada se fijó en un poco más lejos  encontrándose con una casita pequeña pero con un gran terreno, parecían tener su huerto personal.


Se quedó mirando como una viejita salía amarrándose un delantal a la cintura para luego colocarse un paño en su cabello blanquecino. Una abuelita en toda la regla pero llena de vida sin duda. Sonrió al verla arremangarse sus mangas llenas de energía.


Volvió con el pequeño que apenas lo vio corrió abrazándose a sus piernas. Aquello lo tomó por sorpresa y lo demostró en su rostro y en su cuerpo rígido.


Aomine alejó al pequeño y se  hinco para mirarle de frente. Tenía unos ojitos que para el moreno fueron imposibles de ignorar causándole una sensación nunca antes sentida. Gratificante y llena de calidez.


—Bien, te vaz a quedar en esta aldea —apenas esas palabras salieron de su boca el menor entristeció su rostro y apretó sus manitos —Escúchame bien, tienes que olvidar todo lo que pasó. Atesora los recuerdos de tus padres que dieron la vida para que tú vivieras, lo demás olvídalo y empieza de nuevo aquí —Podría borrar sus recuerdos pero por alguna razón no quería.


—No… ¿no puedo quedarme con usted? — preguntó con sus voz temblorosa.


—No — fue su tajante respuesta mientras cerraba sus ojos para no ver su tristeza —yo tengo que irme, pero quiero que me prometas algo ¿sí?


Se preguntó en su mente que estaba haciendo, ¿que lo llevaba a actuar de esa manera?, se desconocía a él mismo por estar actuando así con ese pequeño. Pero también pensaba que era la primera vez que se encontraba con ese tipo de situación, por más que pensaba después de todo él solo era un niño que no sabía y no tenía la culpa de nada. Le vio asentir mientras apretaba sus manos en su sucia ropa.


—Te portaras bien y  vivirás una vida feliz por las personas que te aman, no será fácil  — suspiro —y estoy seguro de que no me entiendes del todo, pero tienes que luchar por vivir solo desde ahora ¿Podrás?


Esos ojitos rojos volvían a ponerse cristalinos mientras se acercaba y situaba sus manitos en sus ropas igual de sucias. Con su mirada volvía a pedirle algo imposible.


Le regalo una sonrisa de la que ni él mismo sabía era poseedor. Y nuevamente llevó su mano a su frente  para hacerlo dormir.


Tomó su cuerpo en sus manos y asegurándose de que nadie lo viera lo dejó cerca de la casa de aquella anciana. Lo vigilo hasta que la dueña encontró la irregularidad en su territorio.


La impresión en su rostro era genuina. La vio mirar hacia todos lados preocupada pero al no ver a nadie  se incoó para ver al menor. Su rostro gastado mostró una cálida sonrisa mientras le tomaba en brazos y le llevaba a su morada.


“Estarás bien” fue el último pensamiento del ángel   antes de desaparecer.


 


~*~


 


Daiki estaba cansado. Cansado de correr de pelear.  A veces se preguntaba por qué no dejaba que un rayo le diera al corazón y así el veneno le matara rápido. Luego reía con ironía, seguramente jamás sería perdonado.


Como un déjá vu. Como si esa misma escena la viera a diario. A sus pies miraba a una mujer con su bebé en brazos. Con curiosidad, algo de lástima también. Sus ojos estaban irritados y se notaba la sequedad de sus lágrimas. Un rostro compungido por la desesperación, así es como seguramente habría muerto. Desesperada por vivir y proteger a su hijo.


—Los humanos sí que son seres desdichados.


Daiki solo escucho a su amigo no haciendo ningún comentario. Pero pensando algo parecido. Los demonios se alimentaban de sus almas débiles. Corrompiendo y haciendo a su antojo con aquel que caía. Y aun así lo que no lo hacían tenían que lidiar con esas asquerosas criaturas que infestaban el mundo humano.


Matar por el solo hecho de matar, de comer. Se alimentaban de su sangre sin control. Un  anciano, un adulto, un joven, un niño o un bebé no había diferencia. Las sangre les daba vida, el matar placer.


Daiki esquivo a la mujer y levantó la vista. De pronto sintió que ya conocía ese lugar. Una aldea pequeña, llena de huertos. Llena de vida en algún momento. Su miraba se elevó un poco más viendo una pequeña cosita un poco más lejos.


Sus alas le llevaron sin darse cuenta realmente. Su amigo igual lo hizo extrañado por lo abrupto de su movimiento.


El olor a verduras y frutas apaciguaba el olor a sangre de la anciana que reposaba al lado de una cesta de tomates con el pecho desgarrado.


—Vámonos Daiki, no quiero seguir aquí, son aún peores que los demonios — decía al Ángel, mirando con repulsión la herida pero con mucha pena a la anciana.


—Cállate de una vez Delian


Los pies de Daiki tocaron la tierra y caminó lentamente hasta que encontró lo que buscaba. Apretó los dientes y su puño. Era él, lo recordaba, estaba más grande. Y por desgracia muy diferente a como lo recordaba.


—Oye Daiki aún  tiene signos vitales. —Daiki miro los ojos dorados de su amigo y luego miro al pequeño. Delian era un Ángel sanador. Él podía notarlo. Muy contrario a Daiki que  a simple vista asumió que el chico estaba muerto. Seguramente le quedaba poco.


—¿Puedes ayudarlo? —Preguntó sorprendiendo a Delian y a él mismo.


—No crees que es mejor así. El chico no tiene a nadie ahora, estoy seguro de que él prefiere no vivir.


La mirada de Daiki le indico a Delian que la pregunta había sido mero protocolo, no esperaba ni quería respuesta. Era una orden y quería que la efectuara.


Delian se incoó en el suelo y se acercó al cuerpo del pequeño, no había sido mordido solo asesinado. Quizás con la anciana les había bastado.


Daiki miro un poco los alrededores realmente habían arrasado con el lugar, volvió su mirada al pequeño pelirrojo. A su lado había una cesta con manzanas. La imagen del pequeño corriendo con los cestos  de aquí para allá ayudando a la anciana se le vino a la cabeza.


La ternura  era un sentimiento que pocas veces había podido sentir. Y ese era uno de esos momentos.


—Ya está. ¿Qué harás ahora? No podemos dejarlo aquí, hay que buscarle un lugar seguro.


Daiki tomó al pequeño en sus brazos.


—Tu vuelve yo me encargo,  diles que pronto voy a volver.


—Haz lo que quieras, pero sabes que tendrás problemas no podemos intervenir en la vida de los humanos y lo sabes… Está bien ya no digo nada más — dijo al ver la mirada seria de Daiki— Tienes un carácter horrible ¿te lo han dicho?


Daiki sonrió ante eso, se lo decían bastante. No tenía mal carácter. Solo no toleraba opiniones que no pedía ni necesitaba.


Delian se había ido, ahora solo quedaba él y el niño en sus brazos. Se dio el trabajo de enterrar a la mujer mayor. De alguna manera creía que era lo mínimo que se merecía. Por primera vez ves usaba una bendición desde el fondo de su corazón. Siempre lamentaba las muertes. Pero lo hacía en silencio. Sin embargo la mirada de aquella anciana años antes le había indicado que había sido una mujer de alma pura. Un buen corazón trabajado a base de sacrificios. No merecía morir así.


 


~


 


Un día entero había transcurrido. Lo único que le había sacado al chico era su nombre y la edad de ocho años. Lo demás solo eran llantos. Cuando lograba dormir despertaba tiritando y gritando. Sus ojos eran desorbitados y aterrados. Pero en cuanto daba con Daiki  se tranquilizaba.


Daiki no era bueno cuidándolo tampoco. La primera vez que lo vio había sido fácil de tratar. Ahora las circunstancias; que aunque tenían una cierta similitud, eran muy diferentes. Taiga era más grande había sido consciente de todo lo que había sucedido.


A los tres días Taiga ya no lloraba y parecía no querer mencionar nada respecto a su abuela, solo seguía Daiki donde sea que esté fuera y tampoco preguntaba. Tímidamente tomaba su mano y  seguía mirando atento cada parte del bosque que recorrían con algo de temor.


Para Taiga, Daiki solo era alguien que le había salvado. Según él, los dos únicos sobrevivientes del masacre que vivió su aldea. No quería incomodarlo con alguna pregunta. Temía hacer enojar al señor. Y que por ello este le dejara solo. Le aterraba esa idea.


Al quinto día Daiki por fin pudo verlo sonreír. Alegre mientras le mostraba un pescado en  sus manos que aleteaba por libertad, verlo sonrojarse al ver que este pez le cacheteaba la cara con su cola y cantaba la victoria al irse río abajo.


Por primera vez Daiki Se había carcajeado. Algo tan contagioso que Taiga olvido su vergüenza y se rió junto a él.


Daiki no conocía el sueño pero si el cansancio. Y este ya le pesaba la espalda. El pequeño dormía a su lado y no soltaba su mano. Sabía que el miedo lo acompañaría por un largo tiempo. Sentía que a su lado no podía bajar la guardia. Era consciente de que ningún lugar ahora era realmente seguro.


Pero quería encontrar un lugar en el que al menos Kagami pudiera crecer y tener una vida promedio del humano.


—Vaya, vaya, que linda escena ¿Puedo saber que estás haciendo Daiki?


El ángel de piel morena y cabello azulino miro a la intrusa y suspiro. Ya le había parecido raro que no mandaran a alguien por él. ¿Pero porque de todos tenía que ser ella ?, De alguna manera ella no le gustaba y  no lograba agradarle, aunque tampoco podía odiarla. Su cabello era largo y rubio con una piel blanca en totalidad. Sus ojos eran los más puros y transparentes. Un calipso claro abrumador. Pero su sonrisa era tan tétrica algunas veces que le asustaba. Todos   y cada uno de los ángeles tenían un propósito, fueran del rango que fueran. Pero el de ella nadie lo sabía. No era un arcángel pero ellos la trataban con respeto. Por ende todos lo demás también lo hacían.


—Solo estoy descansando.


—Así veo, ¿sabes que no es la respuesta que quería verdad? — Aomine tembló ahí estaba esa sonrisa que parecía ser gentil pero no lo era.


—Perdón — dijo y la vio sonreír ahora genuinamente — estoy buscando un lugar donde dejarlo y pueda estar protegido. Ha pasado por mucho.


El ángel se acercó al niño pelirrojo y sonrió cuando le tocó su mano.


—Ha pasado por bastante para ser un niño. Pero como él hay mucho más Daiki, te has relacionado más de lo debido. ¿Lo sabes?


Daiki abrió sus ojos en demasía, ella había podido ver los recuerdos de Taiga.


—En dos días te quiero de vuelta, no me obligues a venir por ti.


La mirada de Daiki se perdió en la nada. La sensación con la que había quedado no era buena. He inconscientemente apretó la mano de Taiga. En toda la semana no había buscado verdaderamente un lugar seguro pues  a su lado Taiga lo estaba.  Aunque sabía que aquel tiempo se lo había permitido también por el hecho de no querer volver a su vida.  Al fin de cuentas ni él sabía realmente porque hacía lo que hacía.


Al día siguiente, taiga había despertado diferente. Con una felicidad irradiable que había desconcertado al ángel. Daiki se había encontrado con un pequeño enérgico por seguir el camino. Más hablador que de costumbre, escuchar su risa era tranquilidad. No evitada mostrarle su media sonrisa cuando el pequeño hacía una pregunta y él no contestaba. Al parecer a Taiga no le molestaba simplemente seguía hablando amenamente como si Daiki le contestara.


Por otro lado Daiki no era que no quisiera contestarle. Simplemente no sabía qué responderle. No tenía el valor de decirle que pensaba dejarlo cuando el niño ya le había dicho que ya sabía que estaban buscando un lugar en donde vivir los dos.


El ángel se detuvo, quedaba poco recorrido para encontrar un aldea y sabía que solo un poco más lejos estaba la ciudad. No sabía la hora pero no habían parado y ya se estaba oscureciendo. El estómago de Kagami trono de hambre. Y miro con sus mejillas enrojecidas al moreno


—Espérame aquí iré por algo de comer— dijo recordando que un tanto más atrás había visto un árbol de manzano.


Al volver traía seis manzanas, su pequeño estaba seguro se las devoraría todas. O eso era lo que había imaginado. Que la comería una tras otra como si no hubiera mañana. Si tan solo no hubiera ido por ellas…


Una manzana luego todas fueron al dar al pasto estrepitosamente. Quiso correr ayudar al pequeño pero su cuerpo no se movió. Taiga estaba siendo acorralado por un hombre siniestro. Su miedo e impotencia creció al no poder moverse lo sabía lo estaban  bloqueando ¿pero porque?.


Su pequeño lo necesitaba. Una risa femenina escucho un poco antes de que la dueña mostrará su cuerpo. Era ella, con su mirada apagada y una sonrisa desquiciante.


—¿Qué es lo que estás haciendo? — decía apretando los dientes. Su mirada llorosa se perdía en el cuerpo pequeño que gritaba por él.


—Es su destino Daiki. Interviniste la primera vez. Él hubiera muerto de frío o hambre si no fuera por ti. Luego  volviste a salvarlo, hubiera sido mejor que muriera en ese instante.


—¿De que estas hablando Dalisha?, Si podemos ayudarlo quiere decir que no es su destino morir ¡NO ASÍ! —Por más que lo intentaba no lograba moverse. Taiga seguía gritando por su ayuda, gritaba por él mientras el hombre jugaba con su cuerpo y atormentaba su alma —¿Porque… porque haces esto?


—Es mi trabajo, te encariñaste con él Daiki… eso no está bien. Tú me obligaste a esto —Daiki dejo de mirar a Kagami para verla a ella con todo el odio que le fue posible. Vio una mirada serena, perdida y algo arrepentida.


Ya no quería seguir mirando, no quería ver esos esos rojizos llenos de lágrimas viendo directos los suyos pero sin saber que él estaba ahí, pedirle perdón desde el fondo de su corazón era lo único que podía hacer. Después de todo no lo había podido proteger.


 


“Eres uno de los mejores candidatos a Arcángel Daiki, si puedes  superar el odio, rencor y la venganza que sientes hacia a mi estoy segura que serás uno de los mejores. Doy  Fe de que tu alma no podrá ser corrompida por esos sentimientos.”


 


Rio ante sus palabras antes de caer en la inconsciencia. No lo conocía en absoluto.


 


~


 


Su paso por el bosque era corto, tenía que llegar antes de que amaneciera a la ciudad, a su refugio. En los árboles  de rama en  rama iba dándose impulsó hasta que se detuvo de golpe al ver un acto que aborreció. Algo que ni su mentor con lo cruel que era hubiera cometido.


Sacarle el corazón había sido algo fácil. Destriparlo quizás hubiera sido mejor y doloroso pero no quería ensuciarse. Observó al niño meticulosamente y sintió lástima por él. Si su mentor lo viera de seguro se reiría de él hasta ensuciarse los pantalones.


Dejo de pensar en aquel viejo y volvió su mirada al pequeño que parecía más muerto que vivo. Vivo estaba, de seguro.


—Morirás, ya sea de frío, o por ese golpe en la cabeza. Seguramente  el desangrado te llevará más rápido. ¿Quieres seguir viviendo? Dime tu nombre si es lo que deseas.


Diez segundos y nada, sabía que el pequeño no podría contestarle. Sus ojos  demostraban lo vacío que ya se encontraba. Pero aun así cruelmente lo había intentado. No creía realmente que el niño después de lo vivido quisiera seguirlo haciendo.


Se dio vuelta listo para seguir su camino luego de tan molesta distracción.


—T…Ta…i…ga — el hombre se dio vuelta estrepitosamente. El niño no se había movido ni un centímetro, pero de sus ojos volvían a brotar lágrimas mientras casi de manera inconsciente decía su nombre  en leves susurros.


El hombre sonrió antes de que sus ojos negros tomarán un color carmesí.


 


 


~Tiempo después~


 


 


Años habían transcurrido por su vida. Ya poco recordaba de una vida anterior que esperaba no volver a recordar nunca más. Pero ciertos sucesos le traían nuevamente dolorosos recuerdos. Recuerdos que parecían no querer dejarlo para seguir atormentando.


—¿Estas bien? — su mentor aparecía por detrás abrazándolo íntimamente pero con cariño. Taiga Volteo su cabeza y se encontró con sus labios.


No le molestaba compartir besos con él. Le gustaba. Sabía que Himuro tenía su pareja, pero siempre había tenido palabras cariñosas y besos que carecían de ternura para regalarle. Con Mura pasaba igual.  A veces le parecía curioso que a ambos vampiros lo viera realmente como lo que algunas personas llamarían padres. Indiferente de que se besara o bebiera de ambos en ocasiones.


Prácticamente ambos le habían criado. Al ser convertido desde niño tuvo que alimentarse por largo tiempo solo de Himuro si quería llegar a crecer. Ambos habían tenido especial cuidado en que Kagami no lo hiciera de otro ser y que por ello quedará como un niño para siempre.


Himuro dio vuelta a Taiga y le abrazo mirando con recelo la escena detrás de él. Detestando el momento en que decidido salir a la zona baja de la ciudad buscando alguna presa de la cual ambos podrían deleitarse. Jamás habría pensado que Taiga se encontraría con una niña asesinada en medio de la nada.


Se fueron en silencio y sin decir ninguna palabra. Cuando ya estaban cerca de su refugio Taiga no quiso volver. Quería pensar, liberar su mente.


Siempre que llegaban a una nueva ciudad, buscaba un lugar solitario. El bosque era su sitio preferido. Lástima que nunca podría volver a verlo de día. Por eso mismo atesoraba los recuerdos fragmentados de zonas silvestres y llenas de árboles que aún tenia. Una anciana era uno de los pocos recuerdos que aún conservaba y recordaba con calidez. Lo otro solo era un rostro masculino que lo había salvado de morir  igual que su abuela en el ataque de  hombres lobos, pero nada más. Lo más seguro era que ese hombre hubiera muerto al igual él  ese día. O en un buen caso que haya tenido una buena vida. En gratitud hacia él le gustaba pensar lo segundo.


Tejado tras tejado llegó al final de la ciudad. Un bosque le daba la bienvenida. La oscuridad y la soledad eran sus mejores amigas desde hace mucho. Descansar hasta que los rayos de sol quisieran golpearlo en la cara, era lo que lo tranquilizaba. Y lo que él definía como paz.


Una o dos horas faltaban para que el sol hiciera su aparición. Debería empezar a caminar pensó cuando de pronto un olor conocido llegó a sus fosas. Apetitoso, exquisito. Su sed creció pues el olor era fuerte y abundante. Una herida lo más probable. Lamió sus labios ante la cena servida que se acercaba donde estaba Taiga. Desde que habían llegado no  había tenido la oportunidad de alimentarse  y su primera casa había resultada nefasta.


Aunque beber de un herido no estaba en sus planes quizás un poquito más que perdiera la persona no le molestaría.


Bajó del árbol veloz como un rayo cuando sintió el olor a sangre justo debajo de él y mostró su sonrisa más perversa al hombre en frente. Sonrisa que desapareció al instante al ver un rostro familiar tal y como lo recordaba.


“Era imposible”


 


~*~


 


Aomine sentía sus ojos pesados los últimos recuerdos que tenía era una batalla que se había desencadenado por su traición de ahí  y luego de su escape solo recordaba haber tenido un dulce recuerdo. Quizá y Taiga por fin había decidido aparecer en sus sueños para agradecerle su deuda pendiente.


Solo habría deseado que fuera algo más largo que sola imagen.


Un ardor en su estómago lo hizo caer en la realidad. Aún seguía vivo y no estaba solo. Alguien lo había ayudado y ahora limpiaba sus heridas. Abrió sus ojos lentamente viendo un chico joven. Los abrió completamente al notar su cabello pelirrojo, su perfil tenía el parecido. Pero era imposible.


—Gracias por ayudarme — dijo, pero el chico no se inmuto. Y no contestó.


—Levántate para vendarte


Aomine se levantó con  dificultad. Quedando muy cerca del pelirrojo. Un calor recorrió todo su cuerpo cuando el chico lo abraso en repetidas ocasiones para vendar todo su estómago. Pudo ver mejor su rostro  y realmente el parecido era mucho. Su color de cabello, sus ojos carmesí, sus cejas, su piel era notablemente más pálida sí.


—¿Que eres? — Preguntó Taiga sacando a Daiki de sus pensamientos. —No eres humano. Tu heridas se regeneran —lento pero lo hacían lo había notado en las más pequeñas —  pero tampoco eres un vampiro y olor a perro no tienes. ¿Qué es lo que eres?


Taiga había arriesgado su vida buscando un lugar seguro cuando el moreno se había desmayado después de verse por un instante en el bosque. El deseo por su sangre fue fuerte pero se había controlado. Al darse cuenta de que no era un humano creyó en la posibilidad de que si fuera el hombre que había cuidado de él cuando era pequeño.


—Quién sabe — contestó Aomine volviendo a recostarse en la cama  con la ayuda del pelirrojo, su cuerpo dolía, le costará recuperarse  pero esperaba que una herida hecha por uno de los suyos no fuera tan peligrosa como las de un demonio. Después de todo ahora no contaría con aliado que le curara


Taiga no volvió a preguntar, solo recogió las cosas y se levantó.


—¿Dónde estamos? — preguntó el moreno.


—Tranquilo. Está abandonada, o al menos eso creo, se nota que no ha sido habitada en mucho tiempo. — Taiga fue lo primero que había pillado en medio de la nada. Algo pequeño pero lo justo para resguardarse del sol y dejar descansar al hombre — ¿Tu nombre?


—Eh… — le costó entender que era su nombre lo que preguntaba —Daiki y ¿tu? —sus ojos pestañeaban. Se sentía tan tranquilo que sus ojos se cerraban lentamente.


—Taiga — respondió retirándose de la habitación.


Aomine abrió sus ojos en demasía ante ese nombre y el recuerdo de un pequeño de mirada alegre. La palabra imposible la repetía una y otra vez, sin embargo el parecido y su mismo nombre no podía ser una coincidencia. La pregunta era ¿cómo podía ser posible?


 


~


 


Aomine volvía abrir sus ojos más recuperado. En seguida vio al pelirrojo al fondo de la habitación sentado en un sofá, sus ojos estaban puestos en su persona, la habitación permanecía oscura pero podía notar que afuera aún era de día. Aunque por el tono de la luz no debía faltar mucho para que oscureciera. Miro nuevamente a Taiga y este parecía ansioso.


—¿Estas bien?


—¿Porque la pregunta?


—No lo sé te ves nervioso


Taiga tenía hambre y lo único que deseaba en ese momento no podía tenerlo por el simple hecho de que no quería obtenerlo, no  de él. No volvió a contestar y solo espero que las horas pasaran y se hiciera oscuro de nuevo.


 


~


 


Aomine miraba hacia las afuera de la ventana, realmente no se veía nada más que árboles y pasto. Una cerca baja de no más de tres  palos desde el suelo algo precaria, pero notoria para marcar el terreno.


Taiga no había vuelto. Aomine Podría irse, seguir huyendo para no ser encontrado. Pero no lo hacía. Tenía la esperanza  de que el pelirrojo volvería… quería verlo. Preguntarle cosas. Entre ellas si lo recordaba. Pero tenía miedo. Miedo de que le odiara por haberlo dejado solo y que por ello…


Ciertamente Aomine había quedado traumado. Más incluso de lo que  había quedado Taiga. Esa última mirada del pequeño le había arrancado el alma en aquel último encuentro. Las cosas que vinieron luego fueron incluso peores. Nada le parecía bien. Jamás había llegado a pensar que algunos ángeles eran incluso peores que lo mismo seres malignos con los que peleaban a menudo en busca de paz.


Su mente se llenaba de pensamientos negativos. Su corazón se marchitaba con el pasar del tiempo y su alma se llenaba de sentimientos nuevos que oscurecían su ser. La única salida era la venganza. Tomar venganza por ese niño que le había regalado sonrisas sinceras y que nunca debió pasar lo que sufrió.  Sus pasos ahora en guiados por nuevos ideales, tenía nuevas metas. Se volvió calculador para llegar en donde tendría más libertad y más poder.


Solo había una persona con la queria acabar y sabía que siendo un arcángel podría lograrlo.  Y lo había conseguido. Había sido fácil fingir y ganar la confianza de Dalisha.  La fe que dijo tenerle era cierta, pillarla con la guardia baja fue aún más fácil y sencillo, matarla había sido  un completa satisfacción.


Aomine abrió los ojos al sentir el ruido de la puerta cerrándose,  vio por la ventana notando que ya era de noche y segundos después a  Kagami con dos bolsas en sus manos.


—¿Cómo está tu herida? — preguntó el pelirrojo. Daiki lo miro asombrado de ver que había vuelto. Sonrió. Como hace en muchos años nuevamente lo había hecho y justamente a la misma persona. O eso quería creer, no podía seguir más con la duda.


—¿Nosotros… nos conocimos antes verdad? —Aomine vio atento como Taiga se acercaba en la cama y se sentaba frente a él abriendo una de las bolsas. Un pedazo de pan le fue entregado —a mi… enserio me gustaría saberlo. — presionó


—Solo te diré una cosa. Si pero no quiero hablar de eso, no me gusta recordar esa parte de mi vida. ¿Está claro?


Y Aomine entendía él porque  por lo que asintió mirando el pedazo de pan, jamás había comido algo de eso, pero al probarlo pensó que podía acostumbrarse.


Se detuvo mirando al pelirrojo.


—¿Qué es lo que eres? — preguntó nuevamente y Kagami lo miro molesto.


—Quién sabe — respondió molesto recordando la respuesta que el moreno le había dado.


—Tengo curiosidad — insistió


—Haces muchas preguntas, mejor mantén la boca cerrada y duérmete. Yo no  insistí cuando te lo pregunte y no me contestaste.


—Tienes razón.


Kagami se levantó y caminó por la casa, era muy pequeña pero con todo lo necesario, la única división que tenía era para el baño, lo otro estaba todo muy bien distribuido pero en sí todo junto  no había paredes que separaran la cama de la cocina o el living. 


—¿Cómo está tu herida? — preguntó nuevamente Kagami  y se dio vuelta para mirar al moreno que le miraba pero no contestó. Agarró uno de cojines del sillón y se lo tiró en el estómago.


—¡Maldición que no ves que estoy herido! — le gritó sujetándose su herida.


—Rayos lo lamento — se acercó rápidamente a la cama — pero no me contestaste.


—¡Me dijiste que mantuviera la boca cerrada!


—¿Así que harás lo que yo te diga?


—No, solo te estaba molestando — Kagami  frunció el ceño y el moreno se rió en su cara —Esta bien lo siento, porque lo que veo tienes mal temperamento. El mío no es mejor que tal si intentamos llevarnos mejor.


—Por mi te puedes morir y poco va a importarme — le dijo Taiga   separándose un poco de la cama.


—Vaya jamás pensé que ese niño que conocí podría llegar a decir algo así — La intención de Daiki  había sido querer molestarlo. No obtener esa mirada que le abrió heridas.


—Ese niño murió hace años… ese niño…


Aomine tomo su mano y jaló de él hasta abrazarlo, le pidió perdón incontables veces, como todas aquellas veces que lo repitió una y otra vez después de aquello. Creía que con cada vez que lo hacía quizás y podía ser perdonado. Pero también sabía que jamás  se le concedería por eso lo pedía hasta el cansancio.


Taiga se perdió en el abrazo lleno de calor que le entregó el moreno. No entendía por qué el perdón. Pero lo calmaba. Algo le provocaba que hizo que apoyara su frente en el hombro moreno y relajara por completo su cuerpo.


Luego de eso la conversación llegó y las explicaciones. Daiki por fin había escuchado un “No tengo nada que perdonarte porque no fue culpa tuya” no liberó la culpa ni sus demonios pero sí ayudó bastante.


Después de eso se llevaron  considerablemente mejor, peleaban bastante, pero nada que lamentar luego. Siempre había uno que sabía ceder en el momento indicado. Kagami había tenido la confianza de contarle sobre sus dos compañeros de  viaje. Y de cómo estos aún no querían dejarlo solo. Pues se habían metido muy bien en su rol de padres. El tampoco se veía sin ellos. Al menos hasta hace poco.


Dos semanas ya llevaban de esa manera, ambos se había apoderado de ese lugar y lo habían remodelado para que tuviera vida. Aomine aún necesitaba descansar pues la herida de su costado aún no quería curarse. Lo hacía lentamente pero no lo suficientemente rápido. Sabía que si usaba su poder podría curarse más rápido pero no quería, no si por ello podía ser encontrado. Ahora era cuando menos quería eso.


—Estoy preocupado —decía Taiga mientras cambiaba la venda de  Aomine. Sus manos temblaban cuando lo hacía. Pues la sangre aunque era muy poca no dejaba de salir cuando quitaba la venda. Su control era bueno. Y sed no tenia, pero cuando era la sangre de Aomine la que manchaba sus manos se sentía nervioso después de todo la deseaba.


Aomine también lo sabía o lo presentía pero no decía nada al respecto, pues no sabía cómo funcionaba o el esfuerzo que Kagami estaba poniendo en ello. Pero creía que lo apoyaba con su silencio.


—No tienes porque, ya te dije que sería algo lento, no moriré por ello.


—¿Cómo lo sabes? Y si esto te está provocando algún daño o ¿eventualmente lo hace?


Aomine sonrió, el rostro de Taiga le mostraba una mirada que hasta el momento no había visto. Estaba preocupado y al mismo tiempo avergonzado y no era como si quisiera ocultarlo. Y eso  lo hacía lindo. Término que Aomine estaba usando bastante ahora último para pensar en  Taiga.


El moreno llevó su mano a su mejilla. Con ese gesto quería transmitirle seguridad. Quería que estuviera tranquilo. Esa mirada por bonita que fuera no quería verla. Le gustaban otras expresiones, ya sea feliz o enojado eran sus favoritas. Cualquiera de las dos estaba bien.


Taiga se estremeció con esa cálida mano en su mejilla. Y no evitó apoyarse en ella mientras sus gemas rojizas se posaban en las puras de Aomine. El pensar que fuera un ángel le gustaba pero a veces se sentía demasiado impuro y además de culpable el estar junto él. Para un vampiro albergar sentimientos por alguien con esa descendencia  le parecía un mal chiste en el cual cruelmente había caído.  Pero del cual irónicamente tampoco quería salir.


¿Qué hacer entonces?...


Taiga cerró sus ojos y se dejó de llevar por sus deseos insanos. Solo guió su cabeza de manera hipnótica hasta  posar sus labios dulcemente sobre los de Aomine.


El moreno quedó petrificado cuando los labios de Taiga tocaron los suyos. Era la primera vez que compartía algo así. Sabía perfectamente que era un beso. Pero estaba muy confundido pues jamás había tenido deseo humanos como aquellos y ahora irremediablemente había agarrado la cabeza de Kagami para impedirle que se alejara. Taiga tomándolo como una aceptación a su actuar abrió su boca provocando la misma respuesta.


El beso se tornó intenso. Más apasionado he impregnado de curiosidad y sentimientos descubiertos por parte de Aomine. No sabía que nombre ponerle aquello o si de verdad era necesario ponerle uno, solo deseo desde el fondo de su alma estar por siempre así con Taiga.


Para Kagami todo estaba claro. Quería a Aomine como pareja y compañero de vida. Aun sabiendo que pecaba de egoísta al quitarle uno de sus ángeles al cielo.


 


~*~


 


Los días seguían pasando y la herida de Aomine no tenía mejora. Era un trabajo sin terminar algo le habían hecho estaba seguro. En algún momento u otro se vería forzado a mostrarse no podía seguir aplazándolo. Kagami también estaba preocupado por ello.


Hacia un día bonito. Lamentaba  que Kagami no pudiera presenciarlo con él. Miro el sol y sonrió pidiendo un deseo al cielo antes de entrar a la casita de la que se habían adueñado. Encontrando a Kagami recostado en la cama. Se sentó a su lado y lo miro con sus ojos cerrados sin inmutarse de su presencia. Más sabía que dormido no estaba.


—Daiki… tus alas… ¿Puedo verlas?


Aomine sonrió.  Cuando se encontró con esos ojitos dulces y a la vez feroces. De a poco y lentamente las dejo brotar de su espalda, parecían estar recién despertando de un profundo sueño, se extendieron en todo su porte y al ver que casi pasó a llevar la cortina se retrajeron.


Kagami sonrió ante su cara de susto. Una sensación de calidez le embargo, le perecieron familiar como si  ya las hubiera visto, algo vago pero tenía esa impresión.


—Son lindas, creo que esta una buena imagen para morir en paz. —lo dijo en tono de broma pero muy en serio. Por ello mismo Aomine le pegó con su dedo índice impulsado con su dedo pulgar.


—Eres un idiota


—Pero te enamoraste de este idiota — dijo el pelirrojo. Kagami Cerró sus ojos y sonrió. Aomine solo le miro serio. No sabía que tan pesada era esa palabra. Pero se le grabó en el pecho cuando Taiga  muy a su manera se lo había explicado.


—Supongo… — dijo con pesadez viendo gustoso como Taiga frunció el ceño y le miraba molesto.


—Verdad…  no sabes nada — lo molestó


—¿Porque no me enseñas entonces? — le dijo coqueto Aomine pasando su dedo índice desde su pecho hasta  su ombligo.


—No gracias, Si te corrompo más de lo que lo he hecho de seguro mi entrada al cielo estará vetada.


Aomine se carcajeo por segunda vez en su vida, un estruendo tan alegre que Kagami sonrió antes de levantarse y besar su boca con salvajismo. Las alas  se esfumaron cuando Kagami retiro la polera de Aomine.


Su torso era glorioso. Su piel una maravilla que deseaba tocar y experimentar de todas las maneras posibles. Esa herida que odiaba le detuvo y enfrió su calentura. Trayéndolo a la realidad de la cual ambos solo estaban huyendo.


 Aomine levantó la mirada de Kagami. Odiando el hecho de tener que preocuparlo aun cuando él también lo estaba.


—Mañana voy hacerlo — le dijo Aomine viendo con claridad el susto de que quizás mañana todo acabara para ellos.


—Hazlo en la noche, me iré temprano en la mañana, para hablar con Himuro y Mura, por favor espérame y hazlo cuando este contigo.


Amine sonrió antes de besar sus labios. En aceptación a su pedido.


Ya no había nada más que decir. Kagami se levantó incitando a que Aomine se recostara en la cama.  Su acto  y muestra del amor que sentían comenzaba con la sensación de una dolorosa despedida.


Aomine se sentía cálido, querido y protegido. Cada uno de esos besos en su cuerpo estaban siendo protección, las manos de Kagami lo tocaban con delicadeza. Su toque eran suaves caricias. Él quería hacer lo mismo pero se encontraba sin armas. No estaba nervioso. Pero sentía que la inexperiencia le pesaba un poco y se avergonzó por ello.


 Mas sin embargo solo una mirada de Kagami le dijo que no se preocupara y que se lo dejara a él. Ciertamente de eso poco pudo hacer sus manos cobraron vida cuando ambos se encontraban desnudos y rosando sus hombrías. Apretar a Kagami con sus piernas para más contacto fue explosivo, como podía ser que su cuerpo  experimentara semejante placer. Kagami trataba de moverse por ambos para que Aomine no tuviera que hacerlo. Pero para el moreno era imposible el  no hacerlo, quería fundirse con él. Devorar su boca al son de cada movimiento de su cuerpo.


Habían llegado a la cúspide. Su ser se tranquilizó cuando un líquido blanco brotó de su intimidad. Sabía que era y como se llamaba. Pero era la primera vez que experimentaba algo así y se preguntaba por qué antes no había tenido esos deseos. Semejante placer no podía ser malo.


Sus ojos se encontraron con los de Kagami y ambos riéndose ante uno nuevo descubrimiento se besaron con amor.


Kagami se sentó a horcajadas sobre su cuerpo moviéndose sensualmente. No todo había terminado. Aun quería mostrarle algo más a ese ángel del que se había adueñado.


Aomine estaba fascinado. Solo concentrado en Taiga. Ahora no había nada más en  su mente que entregarse de manera definitiva y ante toda redención. Los supo por fin cuando su hombría estuvo cobijada por las paredes ocultas de su amado. Sus cuerpos se conectaron de manera irremediable. Dándole no solo placer si no vida también.


Aomine supo que ante esa conexión algo más que cuerpos se habían conectado y más de un pecado habían cometido. Pero lo primero era tan fuerte como para ni siquiera lamentar lo segundo.


El cansancio hacía mella en sus cuerpos pero ninguno quería acabar. Ninguno quería soltar la mano del otro. Querían regalarse hasta el último aliento si era necesario.


Kagami se levantó de su pecho cuando su cuerpo no dio más. Aún conectado a él. Aomine miro embelesado como líneas de sangre caían por la comisura de sus labios sintiendo palpitar su propio hombro. Sus ojos carmesí lo eran aún más. Brillantes y penetrantes como un demonio en su mejor luna.


Aomine sonrió enamorado de esa visión de un ángel demoníaco. Kagami eso era para él. Un ángel con las manos machadas por culpa de un cielo oscuro.


 


~*~


 


La noche había llegado y tal y como había prometido lo había esperado. Ambos se habían besando al solo verse. Las palabras sobraban  no eran necesarias. La noche anterior lo habían dicho todo.


Aomine no podía seguir con una herida que lo estaba matando. Quería al menos intentar llegar a la razón. Pensar que podría tener una oportunidad era una esperanza que no podía dejar ir. Obtener la libertad y vivirla con Kagami era lo que deseaba.


Esperaba que el cielo lo hubiera escuchado.


De la mano de Kagami desbloqueo su poder. Sus alas se desplegaron  y brillaron de una manera que deslumbró a Taiga justo al momento que también se asustaba al ver cómo en estas aparecían cadenas de plata.


Dos ángeles aparecieron a cada lado tirando de ellas. Fue separado bruscamente de taiga y obligado  a hincarse en el suelo cuando más cadenas recorrían su cuerpo. Sin embargo Taiga no se movió. Solo sintió como si la vida le hubiese sido arrancada por el miedo a que realmente pasara.


Estaba asustado. Tres ángeles más aparecieron, pero eran muy diferentes a los otros dos. A Taiga lo ignoraban. El simplemente no era nadie para ellos.


Aomine también tenía miedo. El juzgado llegaría tarde o temprano. Su pecado no tenía perdón ni siquiera para ser desterrado y convertirse en un ángel caído.


—¿Te arrepientes? —preguntó uno de los tres ángeles. Refiriéndose al asesinato y traición a Dalisha


—No — no lo hacía. Ni siquiera podía decir una mentira a algo que le había complacido tanto.


—¿Por qué lo hiciste?


—¿Enserio no lo saben? —Aomine levantó la vista y  miro con  tristeza a los seres que respetaba.


 


Es su destino Daiki. Interviniste la primera vez.


 Él hubiera muerto de frío o hambre si no fuera por ti.


Luego  volviste a salvarlo, hubiera sido mejor que muriera en ese instante.


 


Aomine repitió aquellas palabras que martirizaron  sus ideales por primera vez.


—Dalisha dijo eso  justo después de que dejo que un niño de ocho años  fuera abusado mientras lo golpeaban. Perdonen pero no logro entenderlo. Si yo estaba ahí para evitar que muriera era por algo. Eso es lo que creo.


Ciertamente era una información que desconocían se miraron entre ellos. Antes de que  el tercero que hasta el momento no había dicho nada hablara.


—Ese demonio te ha corrompido Daiki — dijo mirando despectivamente a Kagami — Dalisha quería evitar eso.


La mirada de Aomine se oscureció. Ya no había esperanzas ellos eran iguales. Miro a Taiga y le sonrió amargamente. Taiga se acercó despacio y se incoó frente a él. Sus miradas se encontraron encontrando la resignación en los ojos oscuros y la confusión en los ojos rojizos.


—No soy un ángel corrompido — les dijo Aomine mirándolos convencido de sus palabras —  solo uno… enamorado.


Sin más poso sus labios sobre los de Taiga. Aomine sentía como su calor le daba calidez a los labios fríos del vampiro.


Taiga escucho palabras en un lenguaje que no conocía menos entendía  y por primera vez sintió lo que era el verdadero terror. Abrazo a Aomine con desesperación  mirando desorbitadamente hacia todos lados  implorando con su mirada que no se  lo arrebataran. Las alas de Aomine se encogían de dolor al verse torturadas.


Un sufrido te amo escucho Kagami antes de verse  con nada más que plumas blancas en sus manos. Y alrededor de todo su cuerpo. El tiempo pareció detenerse pues las plumas permanecían ahí cayendo tan lentamente como su mente para procesar lo ocurrido.


Sus lágrimas solo corrían no entendiendo porque lo hacían. Su pecho dolía. Se encontraba solo. La luna solo mostraba parte de ella compadeciendo su dolor. Pero alumbraba lo suficiente para ver eso tintes blancos que alumbraban el suelo. Su mano cayó y tomo una luego otra. Las acaricio como si la piel de Aomine se tratara.


Eran suaves… tal y como Aomine en cada poro de su piel. En cada gesto de su ser.  Rio al recordar que nunca le había dado las gracias. Miro  la luna y se preguntó si le concedería un deseo. En el cielo ya no creía.


 


“Una vez más… solo quiero verlo... una vez más.”


 


La luna no había querido escucharlo. Pero con una sonrisa recibió al sol que al parecer  sí lo haría.


 


Fin.

Notas finales:

Lo siento u.u

Espero les haya gustado... alguito n.n

Nos leemos, que estén teniendo buena semanita.

 

 

Lamento los errores u.u


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).