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AoKise | Memories. por AllHailGermany

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Notas del fanfic:

Era primero un angst de una relación AoKise que estaba llegando a su fin. No sé cómo terminó en esto (un fluff ¿extraño?), pero me siento muy orgullosa del resultado. <3

¡Gracias por entrar a leer! 

 

 

Cuando Aominecchi le dice que quiere que vean juntos un álbum de fotos de sus días en secundaria y preparatoria, es como una invitación a entrar en la boca de un lobo. Kise lo sabe. Pero ese lobo jamás se hubo interesado en ver un álbum y menos en pedir su compañía, por lo cual Kise entra con todo gusto. 


Graso error. 


Con el rostro compitiendo contra un tomate, y a la vez contra una olla exprés. Acurrucado como un feto en la esquina del sillón, rogando en su mente para que se detuviera la tortura; la cabeza enterrada en el espacio entre sus rodillas. Así, la vista fijada en un punto cualquiera del piso, aparentando no pensar en nada aunque realmente esté pensando en todo.


Esa es la viva imagen de la vergüenza y la equivocación.


Ese, es Kise Ryōta.


Y el idiota que se está ahogando con sus propias carcajadas, es el idiota de su novio, Ahomine Daiki. 


¿Ya mencionó que era un idiota? ¿Qué? ¿Que lo hizo tres veces? Pues cuatro no hacen ningún daño.


El idiota de Aominecchi actualmente está buscando morir en lo que en serio es la felicidad. Si reírse de su pareja se considera como felicidad, claro.


—Mira, Kise: aquí estamos todos en el cumpleaños de Tetsu. 


— ¿El cumpleaños de Kurokocchi?


Oh, no. Kise recuerda muchos días, y aunque la mayoría son etiquetados como los peores de su vida, ese en concreto se lleva la corona. No hay nada peor que trabajo excesivo y de improviso, perder un juego en el torneo, escuchar absurdas confesiones de varias chicas cada cinco minutos, tener que cargar con regalos que ya rozaban lo exagerado, llegar a casa y que la comida solo sea un recuerdo borroso de hace una semana, dormir en la soledad de un hotel, lidiar con un móvil cuya batería dura unas pocas horas, entre otras situaciones que ha tenido la desdicha de pasar.


"No hay nada peor", o eso creía el rubio hasta que llegó el cumpleaños número dieciocho de Kuroko Tetsuya.


Intenta tragar; y vaya que duele. Ese nudo en su garganta le avisa que la tarde será tan larga como la fila de un cajero automático en quincena.


[...]


El 31 de enero no era Kuroko el más alegre de la reunión. Si cualquiera hubiera preguntado quién era entonces la persona que irradiaba regocijo por los poros, y era el causante de que los vecinos llamaran a la puerta varias veces para quejarse del alboroto, seguramente la respuesta común hubiera sido Kise.


Mas no era Kise. Ni era Momoi, tampoco Kagami. Era Aomine. 


Al no haber alcohol, quedaba sólo el resignarse a aceptar que el jugador de Tōō estaba sobrio, consciente de sus acciones. 


Kise naturalmente se entusiasmó cuando su pareja propuso contar anécdotas de ellos dos. Y a sus ojos, los demás no parecieron molestarse con el tema; porque Momoi, Kasamatsu, Imayoshi, Akashi, Takao, y Mibuchi, sí se mostraron interesados en saber cómo les iba. De lo que ninguno tuvo cuidado, fue que Aomine de vergüenza tenía lo mismo que Kuroko de presencia, lo que significaba que no iba a medir sus palabras.


Entre gritos, burlas y mucha fatuidad, llegó un punto donde nadie era capaz de tolerarlo idolatrar al modelo tanto en sus citas como en sus días libres y... en otras cosas más... personales. 


— ¿Adivinan qué pasó después? 


No queremos adivinar cuál de tus fantasías se hizo realidad, Eromine al menos los presentes podían contar con la falta de tacto de Midorima.


— ¡Midorimacchi!


— ¿Qué? Es la verdad; es un pervertido.


Esa noche, se escucharon risas por doquier. Kuroko juró no invitar a Daiki de nuevo. Mibuchi empezó su carrera como escritor de fanfic. Imayoshi estuvo mofándose por horas. Kasamatsu manifestó su preocupación por su anterior kōhai mediante bofetadas y patadas hacia el mismo; Kise, por su parte, sufrió demasiado.


[...]


Fue de los mejores días.


Tras el suspiro nostálgico del moreno, Kise se sorprende de la contrariedad que existe entre sus opiniones. No evita el sonreír, todavía escondiéndose bajo sus brazos. 


Kise, hagamos una apuesta el aludido tararea secamente en respuesta; te apuesto un batido a que estás sonriendo en este instante.


El rubio levanta un poco su cabeza, hasta que sus ojos ámbar siguen los azules de Aomine. El movimiento no es suficiente como para dejar ver si sus labios están curvados o no. El siguiente comentario de Kise, si bien lo hace con el fin de aclarar, no es necesario porque no necesitan confirmación; ambos saben que esos labios forman una hermosa a palabras de Aomine— curva.  


— ¿De plátano, Aominecchi?  


 ¿Y si cambiamos el batido por un beso?


No. ¿Qué otra foto hay?


Siendo como es, no le gusta nada tener que cortar el momento con su pareja. Pero esa persona es conocida también bajo el apelativo de Eromine, con ello no hace falta ser genio para saber la manera en que un simple e inocente roce de sus labios puede terminar. La fama sumada a la experiencia, da como resultado una perentoria negación.


Y cuando Kise decide algo, ay de aquel que intente cambiar su determinación, porque no va a poder. Aomine del mismo modo recurre a la fama y la experiencia, y sólo se dedica a pasar de página en las dos cosas, el álbum y su deseo de besarlo.


Ah. Esta es una interesante.  


Si la palabra "interesante" es dicha por Aominecchi al referirse a algo, debe dar crédito, ese algo tiene que ser increíblemente estúpido o increíblemente llamativo.


Cuando Kise ve la foto, lo único que piensa es que está apunto de morir de un ataque al corazón. Por enojo, pudor, miedo, lo que sea. No le agrada lo que observa; es tan repulsivo que incluso si cierra los ojos o se aleja lo más posible, se llevará una horrible ilustración mental. Casi siente la textura de eso viajar entre las hebras de su cabello, tener la dicha de pasarse por semejante suavidad.


— ¿Te siguen sin gustar las lombrices, Kise?


Hace algunos minutos, el idiota de Aominecchi estaba buscando morir rodeado de felicidad. Ahora está buscando morir a manos del modelo y en completo rechazo.


[...]


No era una salida normal. La sonrisa llena de diversión del moreno era el detonante de dicha sospecha. ¿Quién ponía una sonrisa así de brillante si ha estado toda la mañana en un autobús?: Aomine, señoras y señores, porque era seguro que estaba planeando hacer que Kise sufriera más, como si estar encerrado no fuera suficiente.


Entonces, cuando el resto de la gente se dedicaba a disfrutar de un pacífico día de campo, él estaba ocupado con su preparación mental. Pudo haber reído a todo pulmón cuando su novio no consiguió pescar cangrejos de río y por ende peleó con el encargado, a pesar de que este le dijo desde el principio que no había cangrejos en ese río. Pudo haber improvisado un karaoke cuando comenzaron a cantar en las balsas; pudo haber hecho un drama cuando casi se caía al agua. Pudo haber filmado un vídeo cuando Aomine escapaba de una pequeña e inofensiva abeja. Pudo haber puesto una cara de tonto al verse enternecido cuando el jugador de Tōō se hizo amigo de un niño que jugaba solo al baloncesto. Pero no lo hizo bueno, lo último sí. No lo hizo gracias a que todo el día estuvo esperando lo peor.


Aun así, ninguna preparación fue eficaz para lo que sucedió.


De repente, mientras iban de regreso a sus casas y otra vez en el mismo autobús irritante, había sentido un intruso colándose en su cabello. Era algo pequeño, como un hilo; sus movimientos eran extraños, y el rubio juraba que sentía húmedo.


Al razonar sus pensamientos, pegó un grito acompañado de un salto, acción que lo llevó a darse cuenta de otras dos cosas: ahora era el entretenimiento de todos en el colectivo, y Aomine era un idiota.


¿A quién se le ocurría poner en la cabeza de su pareja una lombriz de tierra y encima, tomarle una foto?


[...]


Kise se cuestiona; la verdad es que hay muchos días que compiten por ser el peor de todos. El universo conspira en su contra. No puede ser que incluso los días compitan por un lugar especialmente odiado en sus recuerdos.


Y este, pasa a ser parte de la lista. No es fanático de aquellas memorias que duelen. Literalmente lo dice; ser golpeado por Kasamatsu y tocar una lombriz duele mucho.


El ver a Aominecchi gesticular carcajadas no es doloroso, sino lo contrario. Esa sonrisa es una memoria que quiere preservar hasta que lleguen al final del camino tan cambiante que es la vida.


Si sus ojos fuesen una cámara fotográfica, no se imagina cuántas fotografías de esa expresión y ese muchacho habrían guardadas. Aunque lo que sí tiene es memoria, tampoco sabe cuántos recuerdos de él ha conservado. 


O es masoquista o en realidad no duelen tanto como piensa, porque es imposible para Kise el quitar la felicidad que adorna su propio rostro.


Aún con esa cálida mueca, vuelve a la realidad. Observa en silencio a su pareja, quien cierra el álbum mientras se acerca para sostenerlo entre sus brazos. Aomine es consciente de que no ha apartado su mirada desde hace mucho, y eso le agrada.


— ¿Tanto te gusto, Kise?


—Calla. So tonto, si ya sabes la respuesta.


Y el desenlace no hace falta describirlo. Sólo hay un final cuando los dos comienzan a demostrarse su amor mutuo con ayuda de más besos y menos palabras.  

Notas finales:

Se agradece cualquier comentario o lectura. 


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