Aquí estoy, de pie frente a tu tumba, aún sin saber qué decir y cómo hacerlo.
Han pasado tantos años. ¿Cuántos han sido? Aaah...ocho años...ocho interminables años sin tí. Y cada vez el tiempo pasa más lentamente. Ocho años sin verte cada día. Ocho años sin tí...es como si me hubiesen robado el alma. No me acostumbro a no estar junto a tí. No me acostumbro a no ver tu hermosa sonrisa un día sí y otro también.
¿Qué me ocurre? ¿Por qué no puedo olvidarte? ¿Tan hondo te clavaste en mi corazón? ¿Tan débil soy ante el amor? Amor...tardé bastante tiempo en darme cuenta de qué era lo que en realidad sentía por tí. Cuando, finalmente, acepté mis sentimientos, fui incapaz de confesártelo. Todas las noches me dormía pensando “Mañana...mañana será el día en que se lo diga”. Pero siempre ocurría algo que me hacía pensármelo dos veces.
Cuando te veía con Yoshiki o con Toshi, me molestaba. En realidad, sentía celos. Ellos hacían que te sintieras tan feliz...y tú siempre les regalabas una de tus preciadas sonrisas. En verdad, les envidiaba. Les envidiaba porque ellos podían hacerte feliz y yo no. Les envidiaba porque ellos podían tenerte y yo no. ¿Por qué yo no, Hideto? ¿Por qué? ¿Por qué te entregabas tan fielmente a Yoshiki, si sabías que él no te amaba y sólo jugaba contigo? Comprendo que te entregaras a Yoshiki aún sabiendo que no ibas a recibir a cambio tanto como lo que tú le ofrecías. Yo hubiese hecho lo mismo contigo. Lo hubiera hecho por tí. Porque tú te lo mereces todo. Tu felicidad es lo único importante para mí.
¡Ah, Hideto! Sólo venías a mí en busca de palabras de consuelo. En busca de un amistoso abrazo. En busca del cariño de un amigo. Sabías que yo nunca te abandonaría. Llevábamos juntos desde siempre...y siempre estaríamos juntos. Por eso nunca me utilizaste como hiciste con Toshi. Decías que no querías perder mi amistad por una tontería. Eras tan inocente, mi querido Hideto.
Recuerdo un día en que llegaste a mi casa totalmente empapado por la lluvia, que se unía en tu rostro a las lágrimas que asomaban por tus oscuros ojos. Otra vez por culpa de Yoshiki. ¿Sabes? Hubo momentos en los que realmente llegué a odiarle. Le odiaba por el enorme daño que te acusaba...y me odiaba a mí mismo por no poder hacer nada para evitarlo.
Ese día, te consolé con mis palabras y abrazos, como tantos otros días antes y después de ese, pero también me aventuré a besarte. Al principio, no me dijiste que parara, creo que necesitabas ese gesto de cariño. Luego reaccionaste, y te separaste lenta y dulcemente de mí. Había un atisbo de sonrisa en tus labios. En ese momento, me dijiste que no querías utilizarme de ese modo para secar tus lágrimas; que nuestra amistad era lo que más te importaba y que nunca te lo perdonarías si algo que tú hicieras la estropeara.
¿Lo recuerdas? Fue nuestro primer y último beso. En ese instante, tras tus palabras, me sentí avergonzado, pero también feliz, porque al fin había podido probar el sabor de tus labios. Tus labios...los que tanto ansiaba.
Hubiera hecho cualquier cosa para hacerte feliz. Te hubiera traído esa luna que tanto te inspiraba; aquella que tanto amabas. Ahora estás con ella. Cogiste tus alas y volaste hacia ella. Te has convertido en una estrella; eres la estrella que más brilla. Todas las noches te veo brillar en el cielo. Y lo haces como ninguna.
Cómo quisiera estar a tu lado, allá arriba, en el firmamento. Aquí abajo me siento impotente. No puedo cuidarte. No puedo protegerte. Quisiera estar ahí contigo, abrazarte y protegerte de todo mal.
Te extraño tanto. Extraño tu manera de reir. Extraño tu dulce mirar. Extraño el olor de tu cabello y el tacto de tu suave piel. Quisiera volver a tomar tu mano y acariciar tu tez; rodearte con mis brazos; besarte una vez más. Si cierro los ojos y respiro hondo, puedo oler tu perfume; veo tu mirada; tu sonrisa. Y sonrío ante tu bella imagen.
No sé cómo he podido vivir todos estos años sin tí. Cada noche sueño contigo. No hay noche que no se aparezca tu recuerdo en mi mente. Dulces sueños. Dulce imagen de un ángel. Tejiste tu tela hasta el cielo, una tela de sueños e ilusiones, que se vio rota aquel día que extendiste tus alas de libertad para volar lejos de todo lo que te hizo daño alguna vez. ¿Había llegado la hora de tu marcha? Sin despedirte te fuiste lejos de mí. Te llevaste una parte de mi alma. Dejaste un hueco en mi interior. Un hueco que, aún hoy, sigue ahí, esperando tu utópico regreso. Aunque sé que nunca volverás, y te sigo esperando, y cada 13 de diciembre vengo a verte. Vengo a extrañarte. A recordarte que aún te amo; que yo siempre te recordaré. Mi alma siempre estará contigo.
Te amo, Hide. Más que a mi vida. Siempre te he amado y siempre lo haré. Nunca olvides eso. Yo te lo recordaré de nuevo en nuestro próximo encuentro.
Siempre serás mi Pink Spider.