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La marca del lobo por Kuroyami Mirai

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Notas del fanfic:

DISCLAIMER:

Todos los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto. No pretendo lucrar con esto, solo satisfacer mis deseos personales. Los cuales no son más que ver a mis personajes favoritos en toda clase de situaciones y mundos diferentes. La historia en cuestión es una adaptación de la quinta novela de Sherrilyn Kenyon. Sólo espero que la puedan disfrutar tanto como yo.

Notas del capitulo:

Ok, chicos, mátenme por no actualizar mis novelas en tanto tiempo, y además venir con una nueva historia. Pero, la necesitaba. Después de que me rompieran el corazón, decidí hacer algo que me ayudara a superarlo, y nada mejor que un fanfic SasuNaru para hacerlo. En fin, espero que lo disfrutéis, nos vemos en las notas finales.

 

Afueras de Konoha.

Verano del tercer año del lobo.

 

 

-Lo siento tanto, hermano. Nunca pensé que terminaríamos de esta forma.

Uchiha Sasuke rechinó sus dientes mientras volvía a fallar en su intento de levantarse. Sus brazos le dolían por el esfuerzo de levantar noventa kilos de puro músculo con nada más que los huesos de sus muñecas. Cada vez que estaba cerca de alzar el cuerpo hasta la rama sobre su cabeza, su hermano gemelo comenzaba a hablar, rompiendo su concentración y hacía que volviera a caer en su posición colgante.

Suspiró, tratando de ignorar el severo dolor de sus muñecas.- No te preocupes, Rasuke. Conseguiremos salir de esta.

De alguna manera, lo esperaba.

Rasuke no lo escuchó. En cambio, siguió pidiendo perdón por causar sus muertes.

Sasuke se estiró otra vez contra la cuerda que mantenía sus manos atadas juntas encima de su cabeza, asegurada a una delgada rama, mientras él colgaba precariamente de un antiguo ciprés sobre una de las más oscuras y desagradables aguas de pantano que hubiera visto. No sabía qué era peor, pensar en perder sus manos, su vida, o caer en ese agujero de lodo plagado de lagartos.

Francamente, prefería estar muerto que tocar esa peste.

Su hermano gemelo, Rasuke, estaba atado de igual manera sobre el lado opuesto del árbol donde ellos pendían entre el gas del pantano, las serpientes, los insectos, y los caimanes.

Cada vez que Sasuke se movía, la cuerda se clavaba en la carne de sus muñecas. Si no se liberaba pronto, la cuerda atravesaría sus tendones y huesos, cortando sus manos completamente.

Apretó los dientes otra vez, maldiciendo el lugar que una vez fue su manada, quienes le habían dado el castigo, tanto a él como a su hermano pequeño. ¿Y por qué? Por haber dejado que sus enemigos invadieran su hogar y asesinaran a Itachi, su hermano mayor, mientras él y Rasuke estaban lejos, de cacería.

Sí claro, como si hubiese querido que mataran a su propio hermano. Itachi era casi como un padre, los había protegido a él y a Rasuke desde que eran cachorros. Habría arrancado la cabeza del que osara de amenazarlo. Pero eso, era algo que su maldito padre no entendía, o no quería hacerlo.

Los de su especie eran animales que podían tomar forma humana y seguían la ley básica de la naturaleza: matar o morir. Si alguien o algo amenazaban la seguridad de la manada, era aniquilado.

Entonces Sasuke, que había causado el ataque de sus enemigos en un malentendido dentro del territorio de caza, había sido condenado a ser golpeado y dejado para morir en el pantano. Rasuke estaba con él sólo porque su padre los había odiado a ambos desde el momento en que nacieron y les había temido desde el día en que sus poderes sobrenaturales habían sido desbloqueados por sus hormonas adolescentes.

Más que eso, su padre los odiaba por lo que su madre le había hecho. Ésta había sido la oportunidad perfecta para que se deshiciera de ambos sin que la manada se volviera en su contra.

Éste sería el último error que su padre volvería a cometer.

Al menos, si Sasuke conseguía sacar sus traseros de ese pantano sin ser comidos primero.

Ambos estaban en su forma humana, sin poder cambiar por culpa de los collares de plata que llevaban alrededor del cuello. Tonterías. Sus enemigos creían que así serían presa fácil. Pero había algo que Sasuke definitivamente no era...

Débil.

En el caso de Rasuke, no estaba tan seguro. Su hermano era realmente un problema si se acercaba a la plata.

Él no.

Aun así, el collar no solo le impedía transformarse, sino que estaba debilitando su capacidad de usar magia. Y eso lo estaba enojando seriamente.

Como su hermano, Sasuke estaba vestido con nada más que un par de jeans ensangrentados. Descalzo y sin camisa, los de su manada creyeron que sería divertido dejarlos así mientras los lagartos que podían oler su sangre se acercaban hasta hacer un mar justo debajo de sus pies, esperando por la sabrosa carne de lobo.

-Hombre- dijo Rasuke con irritación- Sai tenía razón. Nunca deberías confiar en nada que sangra durante cinco días y no muere. Debería haberle escuchado. Tú me dijiste que Hana era una perra, ¿pero te escuché? No. Y ahora míranos. Te lo juro, hermano. Si salgo de ésta, la mato.

-¡Rasuke! ¿Podrías acabar con el Festival de la Culpa y darme espacio para concentrarme? Si no, estaremos colgados de este árbol por el resto de la eternidad.

-Bueno, no por la eternidad. Calculo que tenemos una media hora más antes de que las cuerdas nos corten las muñecas. Hablando de eso, mis muñecas realmente duelen. ¿Cómo están las tuyas?- Rasuke hizo una pausa mientras su hermano suspiraba y sintió un diminuto movimiento en la cuerda que empezaba a aflojarse.

También escuchó que la rama crujía.

Con el corazón a mil por hora, Sasuke miró hacia abajo y se encontró con un par de ojos brillantes de lagarto, observándole desde las profundidades oscuras. Habría dado cualquier cosa por tener sus poderes por tres segundos y freír a esa lagartija.

-Juro que nunca más diré que muerdas mi trasero. Te escucharé siempre que digas algo, sobre todo si concierne a una hembra- Rasuke no parecía estar consciente del verdadero problema.

-¿Entonces escucharás cuando digo que te calles?

-Está bien, no hablaré. Solo digo que no soporto ser humano. Apesta. ¿Cómo lo aguantas?

-¡Rasuke!

-¿Qué?

Sasuke rodó los ojos. Era inútil. Siempre que su hermano estaba en forma humana, la única parte de su cuerpo que realmente ejercitaba, era la boca. ¿Por qué mierda no lo habían amordazado también?

-Sabes, si estuviéramos en nuestra forma de lobo, sólo tendríamos que roer nuestras patas. Claro, que las cuerdas ni siquiera nos sostendrían, así que…

-Cállate- ladró Sasuke otra vez.

-¿La sensación vuelve alguna vez a tus manos después de estar un rato entumecidas? Esto no pasa cuando somos lobos. ¿Esto le sucede a menudo a la gente?

Sasuke cerró sus ojos, disgustado. Entonces, así era como terminaría su vida. No en alguna gloriosa batalla contra algún enemigo, o su padre. Ni tranquilamente mientras dormía.

No. El último sonido que oiría, sería Rasuke maldiciendo.

Lo imaginaba.

Inclinó la cabeza para poder ver a su hermano en la oscuridad- Hey, perdedor. Estoy enfermo y cansado de estar colgado aquí, en medio de la nada debido a que tú y tu enorme bocaza de casanova decidieron contarle a su último juguete masticable que habíamos encontrado la zona de caza de los chacales. Bien hecho, hermanito. Muchas gracias por no poder cerrar tu boca.

-Sí, pues cómo iba a saber que Hana correría a contarle a nuestro padre que tú estabas buscando presas en territorio enemigo y por eso decidieron atacarnos. Hembra hipócrita. Hana dijo que quería emparejarse conmigo.

-Todas quieren emparejarse contigo, imbécil.

-¡Vete a la mierda!

Sasuke soltó un resuello mientras su gemelo finalmente se calmaba. El tiempo que se tomaría Rasuke para buscar el insulto perfecto debería darle unos tres minutos de respiro mientras meditaba en la forma de salir de su gran problema.

Enlazando los dedos, levantó las piernas. El dolor se deslizaba por sus brazos mientras la cuerda cortaba su carne. Él solo rezaba para que sus huesos aguantaran un poco más sin quebrarse. La sangre brotó por sus antebrazos mientras levantaba las piernas encima de la rama sobre su cabeza. Si tan solo pudiera conseguir envolverlas… alrededor…

Tocó ligeramente la madera con su pie. La corteza era fría y frágil mientras raspaba el suave empeine de su pie. Envolvió la madera. Solo un poco… más…

Rasuke gruñó con fuerza- eres un tremendo estúpido.

Sasuke se concentró solamente en su faena y decidió ignorar los insultos de su hermano. Quedando de cabeza, por fin logró envolver una pierna alrededor de la rama y soltó el aliento. Gruñó de alivio mientras la mayor parte del peso fue quitado de sus palpitantes y ensangrentadas muñecas.

El tronco crujió peligrosamente.

Sasuke contuvo el aliento nuevamente, aterrorizado de que fuese su movimiento el causante de que la rama se rompiera en dos y cayera como una bolsa de papas en las espantosas aguas de abajo.

De repente, los cocodrilos se revolcaron en el agua. Luego se alejaron.

-Mierda- siseó Sasuke.

Esa no era una buena señal. Había solo dos cosas, que él supiera, que hacía a los cocodrilos huir como ratas. Una era el Cazador llamado Hatake Kakashi, que vivía en alguna parte del pantano. La otra, era la opción menos atractiva para él. Los Lycant, como él y su hermano, cambia-formas de diferentes especies animales. Ya que estaban divididos en dos grandes grupos, era normal para ellos matarse los unos a los otros.

Los Lykos, como su hermano y los de su manada; y los Ántrophus, que a diferencia de ellos, eran humanos que podían adoptar la forma animal. Como lo fue su madre y su hermano Itachi. Éste último dejándolo en secreto de su padre y de los demás miembros de la manada por su propia seguridad.

La diferencia estaba en que los Lykos eran lobos que tomaban forma humana. Y los Ántrophus eran humanos que podían tomar forma de lobo. Un gran parecido en sus vidas, pero a la vez una gran diferencia.

Había solo una razón para que los Ántrophus estuvieran allí. Alguien los había ofrecido como sacrificio para que dejaran a los Lykos tranquilos. Y no había duda de quién había hecho esa llamada.

-Púdrete de una maldita vez- gruñó Sasuke entre dientes.

-¿Y ahora qué te hice?- preguntó Rasuke con indignación- además de conseguir que te maten, en todo caso.

-Tú no, idiota- dijo mientras luchaba por subir su otra pierna lo suficiente para poder liberar sus manos.

Algo saltó del pantano al árbol sobre él. Sasuke torció su cuerpo para ver al alto y delgado cambia-forma ántropo justo encima, mirándolo con divertido destello en sus ojos hambrientos. Vestido todo de negro, el ántropo chasqueó su lengua hacia él.

-Deberías estar feliz de vernos, lobo. Después de todo, sólo queremos liberarte.

-Vete al infierno- gruñó Sasuke entre dientes.

El ántropo se rió y Rasuke aulló sonoramente.

Sasuke buscó con la vista para ver a un grupo de diez ántropos derribando a Rasuke del árbol. ¡Maldición! Su hermano era un lobo. Él no sabía cómo luchar en su forma humana sin sus poderes…, a diferencia de él.

Enfurecido, Sasuke levantó las piernas. La rama se rompió al instante, enviándolo directamente al agua del pantano. Contuvo el aliento mientras el podrido y putrefacto aroma se metía en su cabeza. Trató de impulsarse hacia la superficie, pero no podía.

Alguien lo agarró del cuello y lo sacó a la superficie de golpe. En cuanto su cabeza estuvo fuera del agua, el ántropo hundió los colmillos en su hombro desnudo. Gruñendo de rabia, le dio un golpe con el antebrazo y usó sus propios colmillos para devolver la mordida. El ántropo chilló y lo liberó.

-Éste sabe pelear- dijo una mujer mientras caminaba hacia él- debemos matarlo primero.

Sasuke le pateó las piernas antes de que ella pudiera agarrarlo. Usó el delgado cuerpo de la chica como trampolín para salir del agua. Como cualquier buen lobo, sus piernas eran bastante fuertes para propulsarlo hasta la saliente del ciprés más cercano.

Su oscuro cabello mojado colgaba sobre su cara mientras su cuerpo palpitaba por la lucha y la paliza que le había dado su manada. La luz de la luna destellaba sobre su musculoso y mojado cuerpo mientras se ponía de cuclillas con una mano en la vieja saliente de madera que se dibujaba contra el telón de fondo del pantano. Oscuro musgo español colgaba de los árboles mientras la luna llena, cubierta en parte por las nubes, se reflejaba misteriosamente en las negras, y aterciopeladas ondas del agua, con la oscura silueta de Sasuke a contraluz.

Como el animal que era, aulló fuerte a la luna y miró a sus enemigos con las pupilas rubíes brillando de rabia. No era de los que se rendía aunque estuviese rodeado. Y podría no ser un cambia-forma Lykos como su hermano, pero estaba tan maldito como él.

Levantando las manos hasta su boca, Sasuke mordió las cuerdas alrededor de sus muñecas para liberarse.

-Vas a morir, Lykos- le dijo un ántropo mientras se acercaba lentamente.

Con sus manos libres, Sasuke se lanzó del tronco cortado al agua. Se zambulló hondo en las oscuras profundidades hasta que atrapó un pedazo de raíz del fondo. Rápidamente pataleó de regreso a donde Rasuke estaba colgado. Salió del agua justo al lado de su hermano para encontrar a los ántropos mordiendo su carne.

A uno lo pateó, mandándolo a volar quince metros hasta estrellarse contra un árbol, dejando sólo un manchón oscuro. A otro lo agarró por el cuello y se lo partió. Y a otro le enterró en el pecho la estaca improvisada que había sacado del lago. Los demás se volvieron hacia él.

-Hagan fila- gruñó Sasuke- aún les queda mucho por ver.

El ántropo más cercano se rió- tus poderes están bloqueados, cachorro.

-Dile eso al agente fúnebre- se abalanzó sobre él, con los colmillos desnudados.

El cambia-forma ántropo brincó hacia atrás, pero no lo bastante lejos. Acostumbrado a luchar con humanos, no tuvo en cuenta que Sasuke era físicamente capaz de saltar diez veces más lejos.

Sasuke no necesitó sus poderes. Su fuerza animal era suficiente para terminar con el asunto. Apuñaló al ántropo y se dio la vuelta para enfrentarse a los demás mientras su último contrincante caía lapso a las profundidades del lago.

Los demás se le lanzaron encima inmediatamente, pero no funcionó. Sasuke rasgó a dos más con la estaca mientras Rasuke permanecía inmóvil en el agua. Comenzó a entrar en pánico, pero se esforzó por calmarse. La calma era el único modo de ganar una lucha.

Uno de los ántropos lo empujó con una ráfaga de viento hasta estrellarlo contra un árbol. El dolor se expandió por toda su espalda, haciéndolo soltar un quejido. Fuera de costumbre, recurrió a sus poderes sólo para sentir cómo el collar se apretaba y lo sacudía. Soltó un taco por el nuevo dolor y luego lo ignoró. Se levantó y corrió contra los dos demonios que se acercaban a su hermano.

-Ríndete ya- gruñó uno de ellos.

-¿Por qué no lo haces tú?

El ántropo se lanzó contra él y ambos cayeron en el agua. La lucha submarina duró lo suficiente hasta que Sasuke enterró la daga en la garganta de su enemigo y lo dejó clavado en el fondo. Cuando salió a la superficie, los otros dos ya habían escapado.

Sasuke se paró en la oscuridad, escuchándoles chapotear para alejarse de él. La rabia lo consumía al punto que el corazón le palpitaba en el oído. Echando su cabeza hacia atrás, con la respiración acelerada, soltó un largo aullido a la luna, que resonó por varios kilómetros hasta las afueras del pantano, advirtiendo que una bestia estaba suelta.

Inhumano y tenebroso, era la clase de sonido que enviaría hasta los espíritus a esconderse.

Sasuke se quitó el cabello mojado de los ojos mientras se dirigía hacia su hermano, quien todavía no se movía. Ahogado en su pena mientras tropezaba a ciegas por el agua con sólo un pensamiento en su mente… Que no esté muerto.

Una y otra vez su mente repetía la imagen de Itachi, sin vida, con la frialdad invadiendo cada tramo de su piel. No podía perderlos a ambos, no podía. Por primera vez en su vida, quería que Rasuke le dijera alguna de sus estupideces. Cualquier cosa.

Un dolor inimaginable lo atravesó. Su hermano tenía que estar vivo. No podía perderlo, no así.

-Por favor, hermano- suspiró mientras cerraba la distancia entre ellos. Los ojos de Rasuke estaban cerrados y sus mejillas pálidas, reflejando la blancura de la luna. Sasuke se arrancó el collar sin importarle que le hiriera la piel del cuello. Algo como eso no lo mataría, y necesitaba usar sus poderes para sacarlos de ahí. Cerrando los ojos, se saturó con el poder que le brindaba la luna antes de tele transportarse a un campo abierto lejos de allí.

Observó a Rasuke que permanecía inconsciente. Tenía heridas de mordeduras y zarpazos por todo su cuerpo.

-Vamos, Rasuke, no te mueras- dijo con voz quebrada. Pero, en lugar de llorar y dejarse llevar por el dolor, gruñó a su hermano- no te atrevas a morir encima de mí, estúpido.

Tiró un poco de él y se percató que en realidad no había muerto aún. Todavía respiraba. Superficial y áspero, el sonido apesadumbrado de la respiración de Rasuke era una sinfonía para sus oídos. Las lágrimas emanaron de sus párpados cuando el alivio lo atravesó. Acunó a su gemelo con cuidado entre sus brazos, meciéndose junto con él.

-Vamos, hermano- susurró- di algo estúpido para mí.

Pero Rasuke no dijo nada.

Al menos estaba vivo.

De momento.

Sasuke rechinó sus dientes mientras la cólera lo consumía. Tenía que encontrar un lugar seguro para ambos, al menos hasta que Rasuke se recupere. A toda costa. Y con sus manos desnudas, tal como había hecho con él mismo antes, partió el collar de Rasuke en dos y lo lanzó lejos. Rasuke instantáneamente se volvió un lobo.

-Está bien, hermanito- susurró al menor en su oído mientras lo cargaba en brazos. El peso del lobo marrón era insoportable, pero no le preocupaba. No le prestó ninguna atención a su cuerpo que se quejaba por el dolor que le provocaba el peso de Rasuke.

Mientras hubiese latido en su pecho, nadie jamás volvería a dañar a alguien que le importara. Y mataría sin escrúpulos al tonto que lo intentase.

 

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Ocho meses más tarde.

 Tienda de regalos de Konoha, Little Fox.

 

 

Aturdido, Naruto miró fijamente la carta en su mano y parpadeó. Parpadeó de nuevo. No podía estar diciendo lo que él realmente creía que decía. ¿Verdad? ¿Era una broma?

Pero, mientras la leía por cuarta vez, supo que no lo era en absoluto. El podrido cobarde hijo de puta en realidad había roto con él a través de su propia cuenta de correo.

Lo lamento, Naruto.

Pero, necesito a mi lado la clase de persona que sea acorde con mi imagen, mi reputación. Voy a muchos sitios y necesito conmigo a alguien que me ayude, no que me entorpezca. Te enviaré tus cosas a tu edificio y un poco de dinero para un cuarto de hotel en caso de que no tengas ninguna habitación libre.

Saludos, Neji.

-Tú lo lamentas, estúpido chupador de bolas de cerdo- gruñó mientras se paseaba por su tienda, sacudiendo la carta como todo un lunático. Sostuvo las ganas de llorar con toda su fuerza de voluntad mientras la volvía a leer.

Su novio de dos añosrompía con él de esa forma tan baja, sin siquiera dar la cara.

-¡Púdrete en el infierno, cerdo asqueroso!- rugió a toda voz.

Normalmente se limitaría de usar ese tipo de lenguaje en su propia tienda, pero esto… esto ameritaba un lenguaje muy serio. Y claro, un hacha en la cabeza de su ex. Luchó contra el impulso de gritar y sintió la necesidad de subir en su escarabajo V.W. de los sesenta con la brillante pintura mandarina, ir como una flecha por toda la carretera y aparecerse en el departamento de Neji con una nueve milímetros.

Tal vez lo mejor era dejar de pasarse la madrugada viendo películas.

¡Maldición!

Una lágrima cayó por su mejilla. La borró con el dorso de la mano y sorbió por la nariz. No lloraría por esto. Él sí que no se lo merecía, ni una sola de sus lágrimas. Y profundamente en su interior… ni siquiera estaba sorprendido. Durante los pasados seis meses sabía que algo como esto pasaría. Lo había sentido siempre que Neji llegaba del trabajo y decía que estaba demasiado cansado para hablar, o la frialdad con la que lo miró muchas veces.

Por no mencionar la importante cena de hace un par de semanas donde le había dicho que no quería que fuese con él.

No hay ninguna necesidad de que vayas a un evento tan aburrido. En serio, es mejor que vaya solo.

Supo en ese instante que no estarían juntos por mucho tiempo más. Aun así lastimaba. Estaba dolido. ¿Cómo pudo hacerle semejante cosa?

¡Como esto! Pensó con ira mientras de nuevo daba vueltas por el recibidor de la tienda, agitando la carta en su puño.

Pero entonces lo supo. Neji nunca había sido realmente feliz con él. Naruto tenía por naturaleza el don de atraer a la gente, pero nada más como amigo. Su carisma e hiperactividad, mezclado con su baja autoestima, era algo exótico que perdía el encanto al cabo de un tiempo. Eso había pasado con Neji. Estaba seguro de que al principio sí estuvo interesado en él, pero cuando se supo aburrido, lo botó como un pañuelo desechable.

Bien. No lo necesitaba de todos modos.

Estaba mejor sin él.

Pero ni todos los argumentos del mundo aliviaron el amargo y horrible dolor de su pecho que le hacía querer enroscarse como un ovillo y gritar hasta que estuviese agotado.

-No lo haré- dijo y se limpió otra lágrima- no le daré la satisfacción de verme débil.

Tirando la carta lejos de su vista, tomó la aspiradora como si fuese su mejor arma. Su pequeña tienda necesitaba una limpieza.

-Tú sólo aspira como si no hubiese un mañana, Naruto- se dijo, y así lo haría hasta que la maldita alfombra estuviese raída.

 

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Sasuke se sentía como la mierda. Acababa de dejar la oficina de Haruno Sakura, donde la buena – y él usó la palabra con total rencor – psicóloga le había dicho que no había nada que pudiera hacer para curar a su hermano si él no estaba dispuesto a curarse.

No era exactamente lo que necesitaba oír en esos momentos. La palabrería psicológica era para los humanos, no para los lobos que tenían que sacar sus patéticos traseros del sitio antes de que los perdieran.

Desde que había salido arrastrándose de forma lamentable de aquel pantano con su hermano a cuestas, ellos habían estado viviendo en La Guarida. Un lugar que refugiaba a los desgraciados como él y su gemelo con el camuflaje de un bar de mala muerte. Propiedad del clan de los osos Lykos, quienes le daban la bienvenida a cualquier especie en desgracia. Siempre y cuando mantengan el orden y la paz, los osos te permitían quedarte… y vivir.

Pero no importaba lo que los osos Akimichi le dijeran, él sabía la verdad. Tanto él como Rasuke vivían bajo amenaza de muerte y no había ningún lugar seguro para ellos. Tendrían que moverse antes de que su padre descubra que siguen con vida.

Al instante en que lo descubriese, un equipo entero de asesinos sería enviado tras ellos. No había duda de que podría enfrentarlos, pero no si arrastraba a un lobo comatoso de sesenta kilos. Necesitaba a Rasuke despierto y alerta. Sobre todo, necesitaba a su hermano dispuesto a luchar otra vez.

Pero nada parecía alcanzar a Rasuke, que aún no se movía de su cama pese a que sus heridas ya habían sanado.

-Te extraño, imbécil- susurró por lo bajo mientras su garganta se apretaba con la pena. Era tan difícil estar solo en el mundo. No tener a nadie con quien hablar. Nadie en quien confiar.

Quería tanto a sus hermanos de regreso, que con mucho gusto vendería su alma por ello.

Suspirando, se metió las manos en los bolsillos y dio vuelta al final de la calle, entrando en la zona comercial de Konoha. Hizo una pausa mientras se acercaba a una de esas tiendas para regalo que estaban dispersas por todas partes en el distrito. Era un gran edificio de ladrillo rojo adornado en negro y borgoña. El frente entero era una muralla de cristal que mostraba el interior de la tienda, abarrotado de figuras de cerámica, porcelana y vidrio. Algunas macetas colgantes, frescas y bien cuidadas, custodiaban la entrada y los ventanales del frente.

Pero no fue la tienda lo que hizo que se detuviera.

Fue él.

Un pequeño rubio de alborotados cabellos y brillantes ojos azules. Era el ser más hermoso que jamás había visto.

Su cabello era lo suficientemente largo como para acariciar sus hombros, dejando que algunos mechones se metieran en medio de su rostro de porcelana. Llevaba unos vaqueros ajustados y una sudadera de mangas largas que cubría sus manos casi por completo, dejando a la vista solo los dedos. Sus pies metidos dentro de un par de converse de bota, blancos, resaltaban mientras se movía de un lado para otro por el recibidor, peleando con una aspiradora.

Cada instinto animal en su cuerpo reaccionó, rugiendo con fuerza. El sentimiento era primario, exigente. Necesario.

Y no escucharía a razones.

En contra de su voluntad, se encontró dirigiéndose hacia él. No fue hasta que abrió la puerta color borgoña que se dio cuenta de que el pequeño humano estaba llorando.

La cólera floreció feroz, abriéndose paso a través de él. Ya era bastante malo que su vida apestara, lo último que quería era ver a alguien como a ese humano llorar. No había sentido tanta rabia desde el día que perdió a sus hermanos.

Y quería asesinar al culpable.

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Bueno, hasta aquí el capítulo. Espero que lo hayan disfrutado. Pronto vendré con la actu.

Nos leemos n.n


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