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Corre como si hubieras robado algo por neusa chan

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Notas del fanfic:

Disclaimer:

EXO no me pertenece.

Este texto es de fans para fans. 

Notas del capitulo:

Hola!!

Esta historia es la segunda de la serie de “Historias de Amor” en las que he estado trabajando desde el año pasado. Por fin la he traído aquí desde el infierno en el que se gestó :’D

Como el nombre de la serie dice, son historias de amor que son simplemente eso: de amor. Así que no hay mucho para investigar aquí. Son un montón de One-shots que subiré cada dos meses más o menos (quizá) sobre dos parejas: VKook/KookV de BTS y ChanBaek/BaekYeol de EXO.

Esta vez es un ChanBaek/BaekYeol de EXO. Espero que les guste mucho. Yo disfruté mucho escribiendo, aunque fue un trabajo grande y largo.

Parejas:

ChanBaek/BaekYeol 

J

 

Corre como si hubieras robado algo

 

Baekhyun no podía creer que esto le estuviera pasando a él.

Miró, por lo que pareció la centésima vez, el reloj que colgaba sobre el marco de la puerta. Sí, había pasado media hora desde la última vez que había visto a Jongin. Si no se movía rápido, habría esperado una hora por alguien que, claramente, no iba a volver.

Ambos habían decidido ir a tomar un par de copas en el bar que quedaba cerca del trabajo. Había sido idea de Jongin, que prefería el alcohol sobre cualquier otra cosa cuando se trataba de relajarse.

—Necesito un poco de licor en mi sistema—había dicho, como si en vez de soju estuviera consumiendo vitaminas.

—Pero yo no sé beber—murmuró Baekhyun.

Al final lo había seguido, porque eran amigos, y eso es lo que hacen los amigos.

Baekhyun imaginaba una salida relajada, en la que Jongin y él hablarían de lo difícil que era el trabajo y lo mucho que les gustaba. Sin embargo, a mitad de camino, se encontraron con una chica. Baekhyun no la conocía, pero Jongin, sí. Ambos se saludaron con tanta efusividad que Baekhyun debió haberlo predicho, debió haber sabido en qué acabaría la noche. En cambio, se hizo paso en la conversación y terminaron los tres en la mesa del bar.

La chica era una vieja compañera de la universidad de Jongin. Habían sido grandes amigos hacía años y era una feliz coincidencia que se encontraran esa noche. La chica se ofreció a pagar por el alcohol, y ambos la dejaron al ver que elegía lo más caro del menú para los tres. En las horas que siguieron, Baekhyun fue testigo de un coqueteo –del que él no hacía parte, lo cual era extraño- que incluía toques bajo la mesa e intenso contacto visual.

Finalmente, Jongin dijo que iba al baño y la chica lo siguió. Baekhyun se quedó sentado y solo, medio borracho, con los signos de que no había sido el único en la mesa. La chica había dejado su bolso y Jongin, su maletín. Se suponía que sólo habían ido al baño. Sin embargo, desde entonces, había pasado media hora, y no había signos de que ambos quisieran regresar de su escapada.

Era el momento más humillante en la vida de Baekhyun. Nunca lo habían dejado plantado. Normalmente, era él el que decidía abandonar a sus citas cuando se aburría. No sabía qué era lo que tenía que hacer ahora que era él quien se había quedado solo en la mesa. Sentía la mirada curiosa de varias personas sobre él, preguntando en silencio si había ido a beber solo y por qué había consumido el alcohol suficiente para emborrachar a tres personas.

Estaba tan avergonzado y sorprendido que no podía ni moverse. No podía entender por qué Jongin lo había dejado ahí, sabiendo que no era buen bebedor, por una chica que no había visto en años. Jongin y Baekhyun eran buenos amigos, eran grandes compañeros, ¿por qué, entonces, lo había abandonado en un bar?

Baekhyun podía, incluso, imaginarse a sí mismo en los ojos de los demás. Debía dar mucha pena ahí solo, sentado con cara de aturdido y la boca abierta de incredulidad. Tenía tanta vergüenza que estaba sorprendido de su propia capacidad.

—Nunca—murmuró, sintiendo que el cerebro le iba a menos velocidad de lo habitual, pero que sus emociones luchaban por salírsele del cuerpo—. Nunca me había pasado algo así.

No quería ponerse de pie e irse, porque eso habría significado que se rendía, que Jongin no regresaría, que sí lo habían dejado plantado. Pero no podía quedarse ahí sentado como una estatua. Tenía que hacer algo, cualquier cosa. Miró con disimulo -o lo que esperaba que fuera disimulo- a su alrededor. Había varias parejas y muchos grupos de oficinistas. Se le ocurrió que podía fingir que recibía una llamada, acercarse a la salida con el teléfono en la oreja y huir con toda su dignidad intacta.

Tomó un último sorbo de lo que sea que tuviera al frente y fingió que el celular le vibraba en el bolsillo. Haciendo gala de una sorpresa fingida, se puso el teléfono en la oreja y saludó “¡Hola!”. Una mujer en la mesa diagonal a su izquierda le dirigió una mirada interrogante. Baekhyun sonrió y se puso de pie. Fue en ese momento que se dio cuenta que era una mala idea. Sentado no podía saber si estaba muy borracho, pero ahora sí. Se tambaleó y vio el mundo dar vueltas.

No había manera en la que pudiera irse solo a casa así de borracho. Nunca lo habían dejado regresar a su hogar sin acompañante cuando bebía tanto. Era humillante. Quería echarse a llorar de lo avergonzado que estaba de haber sido abandonado, ebrio, en un bar.

Se tragó las lágrimas y siguió fingiendo: “¿Cómo has estado tú?”. Dio un par de pasos sosteniéndose de unas mesas, rogando porque el aire de la calle le ayudara a estar más sobrio. “No, he estado trabajando… ¡Sí! Ja ja”.

Cuando iba a medio camino hacia la salida, alguien lo llamó por su nombre. Baekhyun se giró tan rápido que el mundo dio vueltas sobre su eje y no pudo distinguir a Park Chanyeol hasta después de unos segundos.

En circunstancias normales, Park Chanyeol no le habría dirigido la palabra, aunque Baekhyun estuviera sosteniendo una pistola junto a su sien. Desde que había llegado como “el chico nuevo” al estudio, había actuado como si Baekhyun no fuera más que parte del mobiliario, y se pasaba los días fingiendo que no trabajaban en el mismo sitio. Al principio, esto había molestado a Baekhyun, pero después de un tiempo se había acostumbrado a ese trato hostil.

Ahora Park Chanyeol estaba en el mismo bar cerca del trabajo, llamándolo. Era un ángel caído del cielo. Humillado y desesperado, Baekhyun dejó de fingir que hablaba con alguien por teléfono y se lanzó como un loco hasta la mesa de Park Chanyeol. Sólo después de poner su trasero en la silla libre, se dio cuenta que Chanyeol no estaba solo. Una chica que sólo había visto en fotos y que identificó como la novia de Park lo miró con sorpresa.

Baekhyun se tomó dos segundos para preguntarse a sí mismo si era inteligente escapar de una pareja para sentarse junto a otra, pero resolvió que no importaba. Park Chanyeol y él no eran amigos, pero Baekhyun lo conocía lo suficiente para saber que el chico no lo iba a abandonar borracho en un bar. Era Park Chanyeol: el que ayudaba a Sehun a terminar su trabajo, el que hacía los trabajos que los demás rechazaban, el que hacía todo lo posible para no disgustar a Suho.

—¿Baekhyun?—preguntó de nuevo Chanyeol, con la misma expresión de sorpresa que tenía su novia en el rostro—. ¿Qué estás haciendo aquí solo?

Baekhyun le sonrió de una manera que esperaba que fuera suficiente para que no preguntara más. Chanyeol pareció entender, porque apretó los labios y preguntó:

—¿Necesitas alguien que te lleve a casa?

—¿Por qué eres tan bueno?—respondió Baekhyun, inclinándose sobre la mesa y agradeciendo a todas las fuerzas del universo por poner en su camino a su peor enemigo.

—Sí, ¿por qué?—repitió su novia, mirando a Chanyeol con el ceño fruncido—. Además, ¿quién es él?

—Bueno—dijo Chanyeol, encogiéndose sobre sí mismo, como si midiera mucho menos—, él es Byun Baekhyun, un compañero de trabajo.

—Conozco a todos tus compañeros de trabajo, menos a este—lo interrumpió ella, señalándolo—. ¿Por qué de repente trabaja contigo?

—No, es enserio—continuó Chanyeol—. No somos amigos, pero Baekhyun está conmigo en el estudio—se explicó—. Lo conozco y por eso me ofrezco a llevarlo a su casa. No es bueno dejar a las personas borrachas a su suerte.

Su novia se quedó muy quieta, como si pensar en lo que él le acababa de decir le tomara mucho esfuerzo, y al final se encogió de hombros y se arrellanó en la silla.

—Está bien, tú decides—dijo.

Sus manos temblaban sobre su regazo de una manera casi imperceptible, pero Baekhyun se jactaba de ser bastante observador – aunque esa noche no estuviera en su mejor forma- y tenía ganas de ponerle una mano encima a la chica para que dejara de moverse. Chanyeol también estaba visiblemente incómodo.

Parecía que Baekhyun había aparecido en un buen momento para esa pareja, porque habían acabado de tener una pelea.

—Y… ¿qué están haciendo por aquí?—dijo Baekhyun, alegrándose de que las palabras no se le atropellaran en la boca por la borrachera—. Además de, claro, beber.

La novia de Chanyeol le dio una mirada condescendiente, como si tratara con un niño de 12 años, y le hizo un gesto a su pareja con la mano para que respondiera por ella. Con la otra, levantó su vaso de cerveza y se lo llevó a los labios.

—Quería tener una cita—respondió Chanyeol. La chica frunció el ceño—. Pero aquí estamos.

Se hizo un silencio tan tenso que Baekhyun, con los sentidos embotados y humillado por haber sido abandonado, incluso se planteó regresar solo a su casa. Esa había sido una noche para recordar. Muchas cosas estaban sucediendo por primera vez.

—¿Sabes, Baekhyun?—dijo Chanyeol, después de un rato. El vaso de su novia se había vaciado ya tres veces y había una botella de cerveza a punto de terminarse en el centro de la mesa—. Deberíamos regresar a casa ya. ¿Vienes?—preguntó, poniéndose de pie y dándole una mano a su novia.

La chica lo miró con rencor y sus manos temblaron con más fuerza sobre sus piernas. Baekhyun tuvo que interrumpirse a sí mismo para no decirle algo. Parecía una bomba a punto de estallar.

—¿Vas a llevarlo a él?—preguntó ella, pronunciando cuidadosamente las palabras.

—Sí, ¿pensé que había quedado claro?

Ella desvió la mirada y se bebió lo que quedaba de su vaso de un solo tirón. Los labios le brillaban por el alcohol y lucía, Baekhyun tuvo que admitirlo, muy guapa. Sin embargo, su expresión agria pronto hizo que pronto pareciera una anciana. Chanyeol se quedó con la mano extendida hacia ella por un par de segundos, sabiendo que no la tomaría, antes de suspirar y ofrecérsela a Baekhyun.

—Vámonos—le pidió, parpadeando lento—. Te llevaré a tu casa y me podrás decir por el camino por qué estás aquí solo en este estado.

Baekhyun quiso recordarle que no estaba tan mal, que todavía estaba consciente de sí mismo y podía caminar más o menos en línea recta, pero prefirió callar y tomar su mano para que lo ayudara a ponerse de pie. Mientras se iban, Baekhyun se arriesgó a echarle una mirada a la mesa que había ocupado antes de encontrarse con él y no le asombró darse cuenta que Jongin aún no había regresado de su escapada al baño.

El auto de Chanyeol era espacioso y olía a nuevo. No era, de ninguna manera, el coche que tendría un artista venido a menos que trabajaba haciendo copia tras copia de pinturas trilladas.

—Me gusta tu auto—comentó Baekhyun, al entrar.

Eso pareció divertir a Chanyeol, porque sonrió y negó suavemente con la cabeza. El motor ronroneó cuando lo encendió.

—Gracias, tuve que trabajar mucho para conseguirlo—reveló.

—Valió la pena—Baekhyun silbó y palmeó el asiento mientras asentía—. Yo quisiera comprarme uno así. Pero, a menos que Suho decida triplicar mi sueldo, será sólo un sueño.

Chanyeol encendió la radio.

—Lamento que ella haya sido así, normalmente es mucho más agradable—dijo, refiriéndose a su novia. Baekhyun se encogió de hombros. Después de haber sido abandonado ebrio, cualquier cosa le parecía buena, incluyendo encontrarse con su peor enemigo no declarado y su amargada novia—. Se pone de mal humor cuando bebe.

—Pues no hay que dejarla beber—sentenció Baekhyun, frunciendo el ceño—. Yo tampoco puedo beber, porque me emborracho rápido. Si yo puedo hacerlo, no puedo creer que ella no pueda.

Chanyeol volvió a sonreír y negar con la cabeza, como si todo lo que Baekhyun dijera no fuera más que los desvaríos de un loco. La calle estaba vacía cuando salieron del aparcamiento y Chanyeol encendió el GPS.

—¿Puedes poner tu dirección? Así sabré a donde ir—dijo, señalando el aparato.

Baekhyun se inclinó en su asiento y tecleó la información.

—Oye, ¿por qué la dejas beber si se pone de mal humor?—le preguntó.

—A veces las personas no pueden dejar de hacer cosas que les hacen mal—dijo Chanyeol, tamborileando con los dedos sobre el volante. Era un conductor juicioso. Siempre miraba al frente y a los lados al girar, ponía las manos en el lugar indicado y parecía estar siempre pendiente de las luces de los semáforos—. Mírame a mí, estoy contigo dentro de un auto.

Baekhyun frunció el ceño y se sintió incómodo. Podía estar borracho, pero no era estúpido. ¿Qué quería decir Chanyeol con eso?

—No te caigo bien—murmuró, entrecerrando los ojos.

—No es eso… Baekhyun, yo…

—Le voy a decir a Suho—soltó, interrumpiéndolo. De alguna manera, le parecía que la mención de su jefe haría que Chanyeol se retractara de sus palabras—. Él podrá decirte que soy una persona encantadora, ¿escuchaste? Encantadora. He sido el Compañero Favorito de todos en el estudio incluso antes de que tú llegaras y no voy a permitir que ensucies mi buen nombre de esta manera.

Chanyeol se echó a reír. Tardó un rato en calmarse. Cuando habló de nuevo, sus hombros todavía temblaban, como si su cuerpo aún no pudiera asumir que había parado la carcajada.

—No lo dudo.

—¿Entonces? ¿Por qué te caigo mal?—preguntó Baekhyun inclinándose hacia él.

Chanyeol hizo un giro y lo único que Baekhyun pudo ver por un par de segundos fue la parte de atrás de su cabeza y las puntas de sus orejas que sobresalían a los lados. Luego, siguieron en línea recta.

—No me caes mal—se explicó Chanyeol—. Estoy completamente seguro que eres una buena persona y no tengo ninguna razón para odiarte.

—Quiero que me expliques entonces por qué no me hablas en el trabajo—insistió Baekhyun. Quizá, si no hubiera bebido, no estaría tan interesado en oír la respuesta. No era algo que le importara mucho—. Todos me aman.

Chanyeol hizo una mueca, como si no supiera si debía decir lo que tenía en la cabeza o guardárselo para siempre. Finalmente, decidió hablar.

—A mi novia no le gusta que hable con la gente como tú.

Baekhyun soltó un jadeo, airado, y cruzó los brazos sobre el pecho. Sólo entonces se percató de que no se había abrochado el cinturón de seguridad, y recordó a Kyungsoo riñéndolo por ello en la universidad. Distraído, olvidó preguntarle a Chanyeol a qué se refería con “gente como tú”. En cambio, le dio una mirada de soslayo y puso morros.

—Bueno, pues yo creo que esa señorita amargada puede meterse en sus propios asuntos—masculló—. En lo que a mí respecta, voy a hablar contigo hasta que me canse, porque me has salvado en el momento más humillante de mi vida.

—¿El momento más humillante de tu vida?—preguntó Chanyeol, divertido—. ¿Qué te pasó?

—Me dejaron plantado en un bar, ebrio—respondió, apretando los brazos sobre su pecho—. ¿Qué clase de amigo hace eso?

—En ese caso, me alegra haber estado allí para ayudarte.

—Podrás convertirte en mi chofer personal—bromeó Baekhyun.

En ese momento, recibió un mensaje de texto. Después de su pequeña actuación en el bar, lo había guardado de nuevo en su bolsillo. Con un poco de esfuerzo, lo sacó de allí y lo miró con los ojos entrecerrados. Era Jongin, le preguntaba “dónde se había ido”.

—¿Puedes creer esto?

Chanyeol lo miró de medio lado por un segundo, pero luego regresó su atención al camino. Le hizo saber que no había alcanzado a ver lo que Baekhyun quería enseñarle.

—Es un gusano arrastrándose de regreso—respondió Baekhyun, quejándose, y guardando el teléfono en su bolsillo otra vez—. Le va a responder su madre, porque yo no.

—Tú has lo que te ayude a dormir mejor por las noches—comentó Chanyeol, con una media sonrisa.

De repente, detuvo el coche y lo apagó.

—Bueno, ya estamos aquí—anunció—. La casa de Byun Baekhyun, y él aquí, sano y salvo.

Baekhyun se quedó un momento muy quieto, mirando fijamente el radio que ya no sonaba y el llavero de perritos que usaba Chanyeol.

—Gracias—murmuró, sin mirarlo a él—. No sabes lo mucho que aprecio que me hayas ayudado hoy. Nunca nadie me había dejado solo en un bar, borracho. No suelo hacer este tipo de cosas.

Chanyeol le dirigió una sonrisa cálida que él vio apenas antes de abrir la puerta y lanzarse como un resorte hacia fuera. Cerró detrás de él sintiéndose menos mareado que antes, pero aún bebido.

—No hay de qué, Baekhyun—exclamó Chanyeol, bajando la ventana del copiloto—. ¿Nos vemos el lunes?

—El lunes—respondió Baekhyun, asintiendo.

Chanyeol le dio un saludo, subió el cristal de la ventana y se fue. Baekhyun esperó un poco para ver el auto desaparecer detrás de uno de los edificios. Cuando las luces desaparecieron, suspiró y decidió entrar con pasos lentos. Podía haber llegado en una sola pieza a su casa, pero se conocía, en cualquier momento, si no tenía cuidado, se caería por haber bebido tanto.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando Yixing lo vio entrar en El Estudio, silbó y arqueó las cejas. Estaba, como siempre, descalzo, y pintaba con los dedos en un lienzo en el suelo. Manchas de diferentes colores se enredaban en espirales imposibles y líneas de todos los tamaños. Ese tipo de cuadros, que no reflejaban absolutamente nada más que ruido, eran los favoritos de los nuevos ricos. Suho se frotaba las manos cada vez que veía a Yixing trabajando.

—No digas nada—le advirtió Baekhyun, levantando un dedo amenazador y blandiéndolo como una espada frente a su nariz.

Yixing le sonrió brevemente de manera afable. Tenía una manera muy suya de fingir que prestaba atención a lo que le estaban diciendo, cuando en realidad su cabeza estaba en otra parte. Alguna vez le había dicho eso a Baekhyun, y él había estado tan sorprendido de que el perfecto Yixing no fuera tan perfecto que casi se había estrellado contra una pared al caminar.

—¿Puedo hacerlo ya?—preguntó Yixing, después de una pausa.

Baekhyun se cubrió la cara con las manos y gruñó.

—Bien, está bien, pregunta.

Yixing se apoyó en la pared y cruzó las piernas. Ahí en el suelo, parecía un niño muy grande. Una impresión que se acentuaba al ver sus manos untadas de pintura y sus pies desnudos. Tenía el cabello muy oscuro y desordenado, y la piel clara y limpia.

—¿Qué te pasó en la mejilla?

Baekhyun gruñó de nuevo y usó las manos para estirarse la cara como “El Grito”. Se sentía mortificado al tener que responder. Por un par de segundos, pensó que lo mejor sería mentir, pero finalmente se armó de valor y dijo la verdad. Si lo habían abandonado borracho en un bar y había salido de esa, podía soportar un poco más de humillación.

—Llegué borracho a mi casa y me caí—masculló, poniendo los ojos en blanco.

Yixing fue tan bueno que no se echó a reír, pero su sonrisa se amplió hasta que se vieron sus hoyuelos. Baekhyun pateó dos veces el suelo y cruzó los brazos sobre el pecho. La pintura de Yixing, la explosión de una piñata llena de colores, se secaba en medio del salón.

—Sé que fue muy tonto, ¿sí? Te juro que intenté ocultar el moretón con maquillaje, pero me di cuenta que me quedé solamente con delineador de ojos después de que la bolsa se cayera en el inodoro…

El otro chico asintió a su explicación, aunque Baekhyun notó en sus ojos que no estaba prestándole verdadera atención. Ya se conocían bien.

—No voy a molestarte más con esto. Tengo que trabajar—finalizó, repitiendo las patadas y echando a andar hacia dentro.

El suelo de El Estudio crujió bajo su peso cuando caminó. Toda su estructura era casi tan vieja como la misma calle. Suho lo había comprado en un arrebato mientras estudiaba en la Universidad y lo había transformado después en lo que era ahora. El lugar parecía caerse a pedazos por partes y sonaba como una casa vieja. Al principio, a Baekhyun le había dado mala espina, pero luego se había acostumbrado al Estudio como parte de su trabajo creativo. Si no estaba metido en una de sus amplias habitaciones, que respiraban por poros más viejos que él mismo, no podía pintar. Sabía que eso era un problema.

Subió las escaleras con cuidado, pues eran muy estrechas. Alguna vez, Jongin y Sehun habían caído rodando por ellas mientras Suho cerraba un trato en el salón, y los clientes y pintores se habían mirado con idénticas caras de miedo antes de llamar a una ambulancia. A Jongin y Sehun les habían dado tres días de recuperación y las escaleras habían recibido una remodelación. Ahora eran más firmes, pero todavía peligrosas.

Encontró a Kyungsoo en su lugar de siempre, con las cortinas cerradas y un maniquí masculino funcionando como modelo en la mitad de la habitación. En penumbra, el lugar tenía algo de macabro, pero Kyungsoo había traído consigo un par de luces que, gracias a un poco de papel, rojo, transformaban el lugar en un burdel de esos que la gente fingía que no visitaba.

—¿Qué haces?—preguntó Baekhyun, inclinándose levemente hacia la habitación. Desde que había empezado a trabajar ahí, entendía que no debía meterse en lo que Suho había delimitado como el espacio creativo de cada uno. Nunca se sabía qué podía dañar ahí.

Kyungsoo utilizaba una lámpara de piso para iluminar el lienzo en el que trabajaba. Mordisqueaba con aburrimiento la punta de su pincel y entrecerraba los ojos detrás del cristal de sus gafas.

—Pintar—fue su escueta respuesta. No miró a Baekhyun, y él lo agradeció internamente.

—¿Otro desnudo?—agregó, aunque sabía bien que así era—. ¿No había modelo?

El chico chasqueó la lengua y le dio un pincelazo con más fuerza de la necesaria a su cuadro.

—Tuve que hacer que Chanyeol subiera este maniquí hasta aquí porque ni Jongin ni Sehun han llegado—explicó, frunciendo el ceño—. Yixing se escurrió como si lo persiguiera satán cuando le iba a pedir ayuda y Suho sabe que Chanyeol no puede quedarse quieto por más de cinco minutos seguidos sin que empiecen a picarle las plantas de los pies.

Baekhyun le sonrió. Oh, Jongin. Habían hablado después del abandono y Baekhyun había necesitado muchos ruegos para perdonarlo. Sin embargo, y lo sentía mucho por su amigo, había perdido su confianza. Si Jongin le pedía que salieran de nuevo, Baekhyun movería el cielo y la tierra hasta conseguir que alguien más los acompañara. Él era bueno, pero no estúpido, y no saldría solo con Jongin otra vez en lo que le quedaba de vida.

—Antes de que lo preguntes, me caí y me pegué en la cara—le informó Baekhyun, alejándose de la entrada de la habitación—. El moretón parece muy feo, pero no fue algo muy serio. No hay que preocuparse mucho, ¿de acuerdo?

Ante la información, Kyungsoo levantó la mirada y entrecerró los ojos hacia Baekhyun. A pesar de que llevaba sus gafas, sus gestos de persona que no ve bien a grandes distancias se quedaban con él.

—Podría ser peor—dijo, escueto.

Baekhyun le sonrió, aunque dolía, y siguió su camino. Suho no parecía estar, pero Chanyeol, sí, y eso lo hizo sentirse nervioso. Había decidido, dos semanas después de que el otro hubiera entrado a trabajar al Estudio, que no hablaría con Chanyeol a menos que fuera estrictamente necesario. Y es que Baekhyun estaba convencido de que Chanyeol lo odiaba. Haber pasado tanto tiempo con él, borracho, era mucho más de lo que él se hubiera permitido. Y el otro había dicho muchas cosas que él recordaba vagamente.

Llegó a su lugar y se apresuró a construir una cesta de fruta que se viera bonita. Yixing, y que los dioses en el cielo y en la tierra lo bendijeran, había comprado lo que necesitaba en la mañana y lo había dejado todo en una bolsa de plástico con una nota pegada que contenía solamente una carita feliz. Dentro había manzanas, bananas, fresas y muchas más cosas frescas, y Baekhyun las sostuvo en la mano durante un par de segundos para sentirlas en la piel.

Dejó cada una con habilidad, como tantas veces antes, y eligió las pinturas que usaría ese día. La semana pasada, cuatro clientes habían querido bodegones para sus salas de estar, y Baekhyun tenía más trabajo del que estaba acostumbrado. Calculaba que, si se ponía manos a la obra lo más pronto posible, podría acabar antes de las diez de la noche.

Pensó en hacer los cuatro cuadros exactamente iguales –de todas maneras, los clientes no se conocían entre ellos y nunca sabrían que había copias de sus exclusivas compras en otras casas-, pero recordó que Suho lo supervisaba todo. Si había algo que le molestara, era la pereza.

—Sé que no estás haciendo el trabajo de tus sueños—lo reñía, con su voz de jefe—, pero eres un artista. Y, como uno, debes hacer uso de ese talento que te ha traído hasta aquí y darle lo mejor que puedas a estas personas que están dispuestas a pagar por lo que tú produces.

Mientras pintaba, olvidó que Chanyeol estaba por ahí, y, en cambio, empezó a pensar en qué otras composiciones podría hacer con la fruta que Yixing le había comprado. Podía, también, experimentar con diferentes pinturas. Quizá óleo y vinilo…

A mitad de la mañana, se comió un par de uvas del racimo. Tenía las mangas de la camisa recogidas y el cabello desordenado después de haberse pasado las manos por ahí numerosas veces. También, creía que tenía un poco de pintura en la cara, y mucha hambre. Escuchó a Sehun llegar y quejarse del clima. Algo sobre el sudor y lo mal que lo hacía ver. Jongin llegó después, y se detuvo en la entrada de la habitación para darle una de esas sonrisas combinadas con los ojos de perrito apaleado que Baekhyun se negó a ver de frente, para conservar su orgullo.

En algún momento, Suho apareció con su séquito de compradores de arte que se reunían en el salón. Para ese entonces, Yixing ya había subido a continuar con sus fiestas de pintura a la buhardilla, y las voces llegaban desde el primer piso en lo que parecía una reunión de alta sociedad, con bandejas de queso y champán incluidas. Suho siempre iba por todo lo alto cuando se trataba de conseguir compradores, aunque lo que ellos hicieran no fuera, realmente, lo que Baekhyun consideraba verdadero arte.

—El truco está en engañarlos, Baekhyun—había confesado, un día en que se había quedado muy tarde cerrando El Estudio y había descubierto a Baekhyun en posición fetal y la cara torcida en una mueca de miedo porque no podía pintar más bodegones sin sentirse como si se prostituyera—. Ellos quieren creer que tienen buen gusto, que sólo ellos tienen este o ese cuadro que hace de sus casas un lugar único en el mundo. Yo les ayudo a que se lo crean de verdad, que la fantasía los llene. Entonces pagan. Y ustedes, mis queridos artistas, no se mueren de hambre.

No pensó en Chanyeol. O, al menos, no lo hizo, hasta que él mismo decidió aparecerse por su lugar creativo. Se paseó un par de veces fuera de la habitación, como si estuviera preocupado, con el teléfono en la oreja y un pincel en la mano. Si Suho lo viera, pensó Baekhyun, y esperó pacientemente a que el otro dejara de desfilar frente a su puerta y lo mirara.

La verdad es que lo estaba distrayendo bastante. Baekhyun se había pasado parte de su resaca pensando seriamente en cómo agradecerle a Chanyeol haberlo sacado de ese problema en el que se había metido. Tenía planeado invitarlo a almorzar cerca de allí, donde Chanyeol prefiriera, y con eso estaría saldada una deuda que él creía importante. Por eso, esperó tranquilo, pero nervioso, a que el otro lo mirara.

Finalmente, después de un rato, Chanyeol colgó el teléfono. Hubo un momento de silencio, como suspendido en el espacio, en el que él se giró sobre los talones y ambos hicieron contacto visual. Baekhyun lo recordó durante muchísimo tiempo, porque cuando levantó la mano y le dirigió un saludo tímido, Chanyeol frunció el ceño y se fue dando zancadas.

—¿Pero qué mierda acaba de pasar?—preguntó Baekhyun, un par de segundos luego.

Aún tenía la mano levantada en un saludo y se apresuró a bajar el brazo y apretarlo firmemente contra su torso. Sentía la cara roja de la vergüenza. ¿Cómo era posible que Park Chanyeol lo hubiese ignorado de esa manera? Después de que lo había llevado en su propio auto y sabía dónde quedaba la casa de Baekhyun… ¿Cómo?

Baekhyun, frustrado, apretó la mandíbula y decidió rápidamente. No podía ser que, en menos de una semana, fuera humillado dos veces. Él era Byun Baekhyun, elegido cuatro veces la persona más simpática del Estudio y ganador del premio de amistad en su universidad. Con paso firme, se apresuró a ir al lugar creativo de Chanyeol y no esperó a que le diera permiso para entrar cuando ya estaba de pie frente a él.

—¿Cuál es tu maldito problema?—soltó, levantando la cara.

Era difícil para él que Chanyeol fuera muy alto, porque le quitaba puntos de intimidación. Sin embargo, Baekhyun se plantó muy firme frente al lienzo en el que apenas lograban verse un par de árboles y un río cristalino, y esperó por la respuesta. Quizá su acercamiento no había sido el mejor, si consideraba que Chanyeol y él no habían sido más que colegas, casi desconocidos, hasta apenas unas noches, pero no había podido detener el impulso casi animal que lo había lanzado hasta esa habitación en la que no había entrado nunca antes. Nadie dejaba a Byun Baekhyun con la mano levantada en un saludo. Nadie.

Chanyeol era organizado, pero guardaba muchísimas cosas. De todos los cuartos del Estudio, era el que más reflejaba a la persona que se dedicaba a pintar en su interior. Había afiches y calcomanías pegados en las paredes y mesas llenas de objetos varios que parecían sacados de una tienda de curiosidades.

—¿Qué estás haciendo aquí?—preguntó Chanyeol en el mismo tono. Cruzó los brazos frente al pecho en un gesto defensivo y arrugó el entrecejo—. No te di permiso para entrar.

—¡Mira cómo me importan las reglas de Suho!—exclamó Baekhyun, saltando en las puntas de los pies frente al lienzo y haciendo un show en la habitación.

—¡Vete!

Responder con más agresividad ante la postura defensiva de Chanyeol no era buena idea, y él mismo lo sabía. Pero no iba detenerse. No podía creer que había pensado en invitar a almorzar a ese pedazo de idiota que lo miraba desde arriba como si el aire allí fuera más agradable.

—¿Por qué eres así?—preguntó Baekhyun, con la respiración acelerada—. ¡Tú fuiste el que se ofreció a ayudarme! Ahora no vengas a fingir que no hablaste conmigo esa noche, porque ambos sabemos que sí fue así. ¡Acepta mi agradecimiento!

Chanyeol dio un paso hacia atrás, sin relajar ninguno de sus músculos, antes de hablar.

—¡Te ayudé porque soy una persona decente y tú estabas en problemas!—gritó. Su voz hizo eco en la habitación.

—¡Ni siquiera sabías qué problema era antes de que te ofrecieras a llevarme a mi casa!

—¿Ves? ¡Una persona decente!—repitió, apretando las manos en puños—. No entiendo qué hice para que creyeras que ahora podíamos ser amigos.

Baekhyun intentó recordar toda la conversación que habían tenido aquella noche, pero había partes que se le escapaban. Lo único que venía a su mente con total claridad era la calidez con la que Chanyeol lo había tratado. No había punto de comparación entre aquella vez y ahora mismo. ¿Qué había hecho Baekhyun para que lo odiara de esa forma? ¡Ni se conocían!

—¿Quién eres tú? ¿Tienes dos personalidades?

—¡No!—respondió Chanyeol, frunciendo más el ceño—. ¿De dónde sacas esas cosas?

—¡Iba a invitarte a almorzar!—gritó Baekhyun, empujándolo.

Chanyeol perdió un poco el equilibrio, pero se compuso. Había algo en su expresión completamente sorprendida que hizo que el enojo que crecía en Baekhyun por la injusticia de la situación bajara un poco.

—Te hubiera dicho que no—gruñó Chanyeol, desviando la mirada. No hizo nada por devolverle el empujón, ni se movió de alguna manera que pudiera ponerlo en una situación de ventaja si llegaban a pelarse a puños. Simplemente, miró hacia otro lugar.

—¡Dijiste que no me odiabas!—lo acusó Baekhyun.

—Bueno, había bebido—se excusó—. Todos decimos cosas raras cuando bebemos.

—Tú, di lo que te ayude a dormir más en las noches.

Chanyeol se quedó boquiabierto, y por primera vez desde su enfrentamiento, bajó los brazos. Fue entonces que se fijó bien en Baekhyun, y su expresión cambió tan rápido que toda la discusión anterior pareció no haber existido para él.

—¿Estás bien? ¿Qué te pasó en la cara?—preguntó, inclinándose un poco hacia delante.

Baekhyun puso ambas manos frente a su cuerpo y negó con la cabeza.

—¡No te acerques!—le advirtió—. No te entiendo. No entiendo nada de lo que estás haciendo. Me ignoras y me ayudas y luego me ignoras de nuevo. Dices que no me odias, pero no puedes verme. ¡Ibas a rechazar mi almuerzo de agradecimiento!—Baekhyun hizo un pausa, mirándolo fijamente a los ojos. Ninguno parpadeó—. Pues bien, Park Chanyeol, te gusta que sea así, entonces va a ser así. Desde hoy, te declaro la guerra.

—¿La guerra?—repitió Chanyeol, y volvió a fruncir el ceño—. Ahora mismo nada de lo que dices tiene lógica.

—¡Tú tampoco eres lógico!—respondió Baekhyun—. Y por eso es completamente entendible que ahora estemos en guerra.

—No estoy entendiendo nada.

—Nadie entiende las guerras, nunca—dijo él, levantando la barbilla en un gesto de desafío—, pero pasan. Y esta apenas acaba de empezar.

No esperó a que Chanyeol le respondiera. Dio media vuelta en los talones, como si bailara, y salió de la habitación. Ese día empezó la guerra.

 

 

 

 

 

 

 

 

—Esto no es buena idea—murmuró Kyungsoo, por quinta vez. Sin embargo, todavía metía la cuchara de plástico en la bolsa de azúcar con una precisión casi quirúrgica, sin derramar nada en el suelo. Si Suho llegaba un día a enterarse, no habría pruebas de lo que estaban haciendo.

—Es una idea magnífica—respondió Baekhyun, en el mismo tono.

Estaban acurrucados en una de las galerías del Estudio, justo debajo de una de las grandes ventanas que Suho había ordenado construir después de haber comprado la casa. Por ahí entraba luz a raudales, y por eso solían dejar la habitación vacía, a la espera de que alguien quisiera alquilarla para una exhibición de arte. Hasta ahora, no había sido usada más que una vez. Y, por una semana, todos habían visto un montón de fotografías de culos de gatos colgadas en las paredes.

—Ahora cualquier cosa es arte—había susurrado Yixing, con una sonrisita sarcástica en la cara. Suho había pretendido no escucharle, porque el dinero era dinero sin importar de dónde venía.

Baekhyun miró afuera. Era de noche y la luz de la luna, tenue, era lo único que les permitía ver los contornos de la bolsa de azúcar y los tarros de pintura abiertos a sus pies. Baekhyun había traído todo lo que sabía que Chanyeo podía utilizar en sus pinturas. Había óleos, acrílicos y vinilos, y muchas cosas más, que descansaban junto a Kyungsoo para no ser utilizadas nunca más.

—Es una mala idea—continuó Kyungsoo. Una cucharada de azúcar fue a dar en un pote de pintura acrílica.

Los granos de azúcar reflejaban la luz de la luna como pequeñísimos diamantes y, si Baekhyun no estuviera tan concentrado en el primer paso de la batalla, se habría detenido para maravillarse ante su belleza. Había sido así desde siempre, se quedaba absorto –cuando podía- ante las maravillas que podía ofrecerle el mundo. Muchas eran simples, como el rayo de luz que solía entrar por un hueco en el techo de la buhardilla y bañaba un solo punto, redondo y perfecto, en el suelo. Otras eran más complejas, como la cara de un amante justo después de un orgasmo.

Sin embargo, ahora estaba en una misión, e ignoró la luz sobre el azúcar como si apartara una mosca. Se concentró, en cambio, en abrir todos los tarros con los guantes de látex bien puestos.

—Es una…

—Sí, ya entendí—se quejó Baekhyun, suspirando. Tenía un pote de óleo en la mano y no podía abrirlo. Estaba contemplando si debía golpear la tapa un par de veces contra el marco de la ventana para aflojarla o continuar forzándola—. Aun así, estás aquí ayudándome. Te dije varias veces qué es lo que íbamos a hacer y tú decidiste acompañarme.

Kyungsoo le dio una mirada exasperada, pues no le gustaba que lo interrumpieran. Siempre que abría la boca, soltaba algo importante. Era una de esas personas que pensaban que sólo debía hablarse si había algo necesario que decir.

—Dijiste que íbamos a hacerle una pequeña broma a Chanyeol—siseó Kyungsoo, después de una pausa en la que logró dañar media docena de potes más—. “No es nada difícil”, “verás lo divertido que será”, “sé que quieres hacer que llore un poquito”. ¡No tiene nada que ver con esto!

Y para hacer más énfasis en lo que decía, vertió con más fuerza de la necesaria el azúcar de la cuchara en la pintura. Los granos se quedaron en la superficie, flotando en toda su gloria de las leyes físicas.

—¿Qué pensabas que iba a hacer?—preguntó Baekhyun, en el mismo tono—. ¿Comprar un cojín de pedos y ponérselo en la silla? ¿Qué silla? ¡Aquí no hay sillas!

—Esto no es una broma—sentenció Kyungsoo, señalándolo con la cuchara vacía. De alguna manera, se las había arreglado para no derramar azúcar todavía, a pesar de que blandía el cubierto como si estuviera en la versión coreana de El Señor de los Anillos—. Tú quieres sabotearlo.

—Sólo estamos poniendo un poco de azúcar en su pintura. No entiendo por qué me acusas de esta horrible manera.

Kyungsoo volvió a mirarlo como antes, en parte desanimado y en la otra sorprendido, antes de suspirar.

—Te ofreciste a cerrar hoy porque querías dejar la puerta abierta—empezó, frotándose los párpados con los dedos enfundados en guantes de látex—. Así, tu y yo pudimos escabullirnos en medio de la noche a tomar los suplementos de pintura, que son caros, por cierto, que usa Park Chanyeol y meterles todo este azúcar—finalizó, señalando las bolsas que Baekhyun había traído del supermercado—. A Suho le va a dar un ataque y, entonces, ¿quién nos va a pagar?

Baekhyun puso los ojos en blanco y descartó la acusación con un gesto de la mano.

—No va a pasar nada, porque cuando Chanyeol se entere que sus pinturas son inservibles, no le dirá a Suho que fui yo—dijo, convencido.

—¿Y cómo es que estás tan seguro?

—Estamos en guerra.

Pasaron dos segundos exactos antes de que la expresión de Kyungsoo cambiara a una mueca de fastidio y se pusiera de pie. Hizo tanto ruido que Baekhyun vibró en su lugar, asustado, y se apresuró en tomarlo de las botas del pantalón. Nadie dormía en El Estudio, pero Baekhyun se sentía obligado –quizá por la naturaleza casi ilegal de sus acciones- a mantener el silencio suficiente para no ser descubiertos.

—Suéltame—ordenó Kyungsoo, sacudiéndose, sin ánimos, las manos de Baekhyun. Había dejado la cucharita de plástico medio metida en la bolsa de azúcar y el mango apenas asomaba encima del borde—. No había escuchado una estupidez semejante viniendo de ti desde hace años.

Kyungsoo y Baekhyun habían asistido juntos a la misma universidad y habían compartido algunas clases. Había sido Baekhyun quien recomendó a Kyungsoo cuando este fue despedido de su antiguo empleo. Se podía decir que eran buenos amigos, aunque Baekhyun no lo decía en voz alta, con el temor de espantar al otro. Pasaron por mucho, juntos, antes de llegar ahí.

—No es una estupidez. Es la verdad—lloriqueó Baekhyun, poniendo morros—. Estoy en guerra con Park desde hace una semana—reveló.

—No sigas hablando, lo estás empeorando todo.

—¡Pero es cierto!—continuó—. Además, es su culpa.

Kyungsoo meneó la cabeza y miró al cielo, como si le pidiera fuerzas para lidiar con él. Luego, se sentó pesadamente y tomó la cucharita de nuevo. Reanudó la distribución de azúcar con la misma expresión de descontento que ponía cuando la pequeña cafetería que quedaba al frente del Estudio estaba cerrada.

—Explícame por qué estoy poniéndole azúcar a la pintura de Park Chanyeol en mitad de la noche.

Con una sonrisa triste, Baekhyun le narró la noche más humillante de su vida y el trato que había recibido de Chanyeol después, cuando había querido agradecerle.

—¿Estás diciéndome que saboteas el trabajo de Park porque no quiso ir a comer contigo?—preguntó Kyungsoo, con los ojos muy abiertos.

—Si lo pones así…

—No está obligado a ser tu amigo.

—¡Todos son mis amigos!—se apresuró a exclamar Baekhyun—. ¡Todos!

—Somos compañeros de trabajo, Baekhyun—le explicó—. Y si Park no quiere ser tu amigo, está en toda la libertad de ignorarte.

—Pero me llevó a mi casa y…

—Lo hizo porque no es una mala persona, ¿sí? Contrólate un poco. Bienvenido al mundo real—masculló, arqueando las cejas—, donde no todos se quieren como hermanos y los compañeros de trabajo sólo se soportan y se ignoran cuando pueden.

Baekhyun le dio una mirada llena de rencor y apretó la boca hasta que sus labios fueron invisibles. Kyungsoo esperó un largo rato, en el que destruyeron muchos más potes, antes de romper el silencio.

—Seguirás en esta guerra unilateral, aunque yo te haya advertido, ¿cierto?

—Por supuesto. Park Chanyeol me odia, así que le demostraré que yo también puedo hacerlo—concluyó, intentando convencer al otro con su mirada.

—Esto es una terrible idea.

Pero Baekhyun, felizmente, tuvo razón. Al día siguiente, cuando Suho casi tuvo una crisis después de ver toda la pintura que Chanyeol iba a usar llena de azúcar, no se enteró de quién lo había hecho.

—¿Pero qué es lo que pasó aquí?—repetía Suho, mesándose el cabello—. ¿Por qué está todo lleno de azúcar?

Chanyeol estaba muy quieto, sosteniendo en una mano un tarro de vinilo cuyo interior se había endurecido en cristales azules, y lo miraba con la mejor cara de póker que Baekhyun había visto en la vida.

—Todas están llenas—anunció Yixing, echándole un vistazo a un par de pinturas que descansaban en la mesa de trabajo del cuarto de trabajo de Chanyeol.

Todos se habían reunido después de que Suho perdiera los estribos. Desde las esquinas más recónditas del Estudio, los artistas formaban un círculo fuera del espacio creativo del encargado de los paisajes. Jongin y Sehun apenas asomaban la cabeza por la puerta, temerosos de que su jefe pudiera explotar más de lo que había hecho ya. Suho solía ser un hombre paciente, pero esta vez se habían metido con algo que él no había previsto. Se aseguraba de que los problemas no ocurrieran al planear todo a la perfección.

—¿Quién pudo haber hecho esto?—preguntaba de vez en cuando, después de haber agotado su reserva de insultos al culpable—. ¿Quién?

Chanyeol había mirado a Baekhyun una sola vez por el rabillo del ojo. Había sido corto, pero fue el tiempo suficiente para asustarse, porque Chanyeol lo sabía. ¿Quién podría haber hecho algo tan ruin, si no era Baekhyun? Sin embargo, no dijo nada. Continuó ahí, quieto como una estatua, mirando casi con aburrimiento el lienzo que había intentado empezar a pintar esa mañana, antes de enterarse de que todas sus pinturas se habían convertido en masas brillantes.

—No lo sé—respondió, al final, Yixing. Todavía sonreía, aunque el escándalo había hecho que regara sobre su lienzo de colores cálidos un poco de verde menta. No creía que eso se convirtiera en un problema a largo plazo, pero no le gustaba cómo se veía—. Pero no podemos quedarnos aquí sin hacer nada por más tiempo. Tú me lo has dicho muchas veces, el tiempo es dinero.

Suho le dio una mirada incrédula. Sostenía un tarro de pintura y se había ensuciado los dedos con la masa de azúcar y vinilo. Sus huellas, si las hubiera plasmado en la pared, habrían sido rojas, como su estado de ánimo en ese momento.

—¿Cómo me puedes pedir que lo deje pasar si todas las pinturas de Chanyeol están llenas de azúcar?—dijo, despacio, como si Yixing no pudiera entenderle—. Necesito saber quién lo hizo.

—Bueno, no tenemos cámaras de seguridad—le recordó Yixing—. Entonces no podemos saber a ciencia cierta quién es el culpable. Además, Baekhyun fue el encargado de cerrar y estoy completamente seguro de que lo hizo a la perfección, como siempre. ¿O estoy mal?

Baekhyun vio que toda la atención pasaba a él y se imaginó a sí mismo en una sala de interrogatorios en una estación de policía, explicándole a los agentes por qué le había parecido una buena idea llenar de azúcar toda esa pintura.

—Eh… yo…

—Por supuesto que no sabe—lo interrumpió Chanyeol, salvándolo—. Él cerró bien El Estudio anoche.

Suho suspiró. Con el cabello revuelto de esa manera y los dedos rojos parecía un loco.

—¿Quieren que lo ignore y ya?

—Sabemos que Chanyeol era el objetivo, porque es el único de nosotros que fue afectado—continuó Yixing—, así que no me parece muy difícil ignorar el asunto. Pudo haber sido peor. Si entraron para echarle azúcar a la pintura, pudieron robar los cuadros que tenemos guardados, o destruir alguna de las habitaciones.

Kyungsoo soltó un resoplido, pero nadie le prestó atención. Finalmente, después de un par de segundos en los que todos se miraron entre sí sin saber qué hacer, Suho dejó la pintura sobre la mesa y tamborileó con sus dedos rojos en la superficie.

—Está bien, está bien, seguiré tu consejo—dijo, dirigiéndose a Yixing. Este le dedicó una sonrisa beatífica—. Pero si vuelve a suceder algo así, llamaremos a la policía.

—Si algo vuelve a ocurrirle a Chanyeol, de acuerdo—accedió Yixing, aunque nadie lo había nombrado socio del negocio.

El jefe salió de la habitación con paso firme y más relajado que antes, y pronto todos empezaron a seguirlo para regresar a sus trabajos. Antes de irse, Kyungsoo le dio un empujón a Baekhyun.

—¿Escuchaste bien?—masculló, frunciendo el ceño.

—Perfectamente—respondió Baekhyun, en el mismo tono.

Miró a Chanyeol sobre el hombro de su socio criminal y él ya lo miraba con una ceja arqueada. Parecía preguntar si esa era la primera batalla de su guerra declarada, y Baekhyun asintió en respuesta.

—No me ignores, idiota—continuó Kyungsoo, tomándolo del brazo y jalándolo en la dirección en la que estaban sus espacios creativos—. Lo que hicimos fue increíblemente arriesgado y espero que no vuelvas a meterme en una de estas cosas.

—Pero lo viste, ¿no? Chanyeol no le dijo que habíamos sido nosotros, aunque lo sabía—se regodeó Baekhyun—. Yo tenía razón.

—Disfrútalo todo lo que quieras, porque no va a ser así cuando él te devuelva el golpe.

—Chanyeol no haría eso—murmuró Baekhyun, entrecerrando los ojos—. Sólo dices eso para que yo me asuste y no continúe con la guerra.

Kyungsoo puso los ojos en blanco y Baekhyun lo recordó la noche anterior, mientras hundía la cucharita en la bolsa de azúcar con el pulso firme una y otra vez.

—Es una guerra—repitió Kyungsoo—, y, como tal, cualquiera de las partes puede atacar. Sé que después de esto, Chanyeol no se va a quedar en paz. Tú querías una pelea y la has encontrado.

Baekhyun entró a su habitación casi dando saltitos al saberse libre de toda sospecha después de su travesura. No había nada de lo que Chanyeol hiciera o de lo que Kyungsoo dijera que hiciera que su ánimo bajara. Él estaba bien, había ganado, no había nada mejor que eso.

—Sigue diciendo lo que quieras—dijo, imitando a Chanyeol aquella noche que había sido tan amable con él, aquella noche que parecía sacada de una película de ciencia ficción—, di lo que te ayude a dormir por las noches.

 

 

 

 

 

 

 

 

Chanyeol sí contraatacó, pero se tomó su tiempo para planearlo. Para ese entonces, Baekhyun casi había olvidado el asunto del azúcar y las pinturas, aunque Suho todavía se paseaba por ahí con una profunda arruga en el entrecejo y ojos vigilantes. La entrega de suministros había sido cambiada para las horas del día, cuando él estuviera presente, para que no volvieran a repetirse incidentes indeseados.

Por eso, después del almuerzo, todos se reunían en la galería, donde eran entregadas las pinturas de la semana y las herramientas para los cuadros. Yixing se ponía de pie junto al jefe y marcaba lo que había en una lista. Cada uno recibía lo que iba a usar, y las pinturas eran llevadas a cada habitación, que era cerrada después del trabajo.

Ese día, en la entrega, Sehun taconeaba impaciente. Baekhyun había decidido que sus uñas eran más importantes que lo que sea que estuviera sucediendo.

—Esto sería mucho más rápido si entregaran a cada uno lo que le corresponde desde que llega el camión—murmuró, cuidándose de que Suho no lo escuchaba. Yixing chuleó algo en la lista antes de poner un vinilo rojo en el montón que Kyungsoo debía llevarse a su espacio creativo.

—Sí, pero ya sabes por qué ahora se hace así—dijo Kyungsoo, mirando sin disimulo a Baekhyun, quien no le prestaba atención—. Nadie quiere más azúcar en este lugar.

Sehun bufó, pero no dijo nada más. La lista parecía interminable en las manos de Yixing, como los pergaminos de los pregoneros de las películas medievales. Baekhyun se preguntaba si no era más fácil tener todo en orden con la ayuda de algún dispositivo electrónico como una tableta o un teléfono. Al menos, así se ahorrarían tener que cargar con todo ese papel de un lado para otro.

Cuando otro tarro de pintura fue a parar al montón de Jongin, el móvil de Suho sonó. Fue tan inesperado que todos se quedaron muy quietos, mirando mientras su jefe respondía la llamada. La arruga, que desde el asunto del azúcar se había instalado permanentemente en su entrecejo, se hizo más pronunciada.

—Oh, señora Lee, qué sorpresa es recibir su llamada…— Suho se interrumpió y escuchó concentrado. Sus ojos se movían de un lado a otro como si estuviera leyendo—. ¿Qué?—dijo, y repitió—: ¿Qué? No entiendo cómo puede pasar algo así…— La señora Lee le soltó un discurso en un volumen tan fuerte que Baekhyun, casi en el otro extremo de la galería, podía escuchar sus gritos—. Sí, claro, tiene usted toda la razón, señora Lee, déjeme voy a…

Suho levantó un dedo y les señaló la montaña de pinturas con insistencia. Luego, con el teléfono todavía pegado en la oreja, se marchó del Estudio. Aún en el porche, pudieron escucharlo intentando calmar a la señora Lee, una de las clientes más viejas del negocio, que ya compraba cuadros de hombres desnudos antes de que Baekhyun llegara ahí a trabajar.

El silencio se alargó después de que Suho salió. Sin el jefe, la mayoría de ellos no sabía muy bien qué hacer. Fue Yixing, con su lista de más de treinta centímetros en mano, quien puso orden y continuó con la entrega de materiales.

Baekhyun estaba mirándose las uñas con atención cuando Chanyeol se acercó a la pila de pinturas y tomó una con una sonrisa torcida en la boca. Si hubiera prestado atención, podría haber detenido el ataque, porque Chanyeol se movió lentamente. Primero, sopesó el tarro en un mano. Después, lo abrió con un giro de la muñeca y dio un par de pasos en su dirección. Baekhyun podría haberlo detenido, pero no lo hizo.

La primera pintura que se derramó ese día fue azul, aunque después, cuando Suho recogió los testimonios de los implicados, varios aseguraron que había sido verde. Chanyeol sólo tuvo que inclinarla un poco sobre su cabeza, y todo el contenido del recipiente cayó en el cabello de Baekhyun y salpicó en la pared a su espalda y en su mano extendida con el dorso hacia arriba.

Baekhyun soltó un jadeo, sorprendido, y dio un paso hacia atrás para poder mirar hacia arriba. Lo que quedaba en el tarro de pintura cayó sobre su mejilla, un par de gruesas y pesadas gotas de color azul que se deslizaron hacia abajo como lágrimas.

—¡Park Chanyeol!—exclamó Baekhyun, con la pintura creando un casco en su cabeza—. ¿Qué estás haciendo?

Chanyeol sacudió el tarro de pintura, esperando que cayera más sobre él, antes de responder.

—Estamos en guerra, ¿no?

Baekhyun lo miró con la boca abierta, inmóvil, como todos los demás en la habitación.

—Tú hiciste que la señora Lee llamara a Suho—lo acusó, con la mano que tenía sucia—. ¡Estoy seguro!

—Por supuesto, ¿cómo iba a atacarte con él aquí?—respondió Chanyeol, con la misma sonrisita de autosuficiencia que tenía al abrir la primera pintura.

Baekhyun balbuceó y bufó, furioso hasta el punto en que no fue capaz de hablar. Finalmente, dio un par de zancadas hasta la pila de tarros, tomó uno al azar, amarillo, lo abrió con fuerza y lo lanzó como un proyectil a la cabeza de Park Chanyeol. Él, con los ojos muy abiertos, se agachó antes de que pudiera golpearlo. La pintura se estrelló contra la pared y dejó allí una estrella que se derritió hasta el suelo. Al ponerse de pie, Chanyeol miró a Baekhyun con las cejas arqueadas.

—Baekhyun, tú estás loco— dijo.

—¡Tú empezaste!

Ambos se miraron antes de que Chanyeol corriera hasta el otro lado de la pila y empezara a abrir la siguiente pintura. Más tarde, Suho sabría que se lanzaron todo lo que pudieron, y que, en medio de la batalla, el primero que recibió daños colaterales fue Jongin, quien se unió a uno de los dos bandos felizmente. Los demás cayeron después, con segundos de diferencia. Y pronto el lugar se convirtió en una guerra en toda regla.

La guerra de pintura duró hasta que las reservas de munición se agotaron, y todos los tarros de pintura que podían derramarse o lanzarse quedaron vacíos. La galería quedó como un campo de batalla, con impactos de pintura en las paredes, las ventanas y el suelo. Yixing, en un arranque de creatividad, utilizó los óleos para decorar el muro que quedaba directamente al frente del arco de la puerta.

Al entrar y verlos ahí a todos, de pie en medio del desastre, empapados de la cabeza a los pies en pintura de colores, Suho se puso pálido como un muerto.

—Oh—dijo—. Oh, oh, no.

—Si lo miras por el lado positivo—dijo Yixing—, la galería tiene mucha más personalidad ahora.

Suho le dio una mirada incrédula, una mirada de loco.

—¿Pero qué es lo que… hicieron?

 

 

 

 

 

 

 

Nadie fue despedido, pero después, cuando Baekhyun se encontró de frente con Chanyeol mientras fregaban de rodillas el suelo de la galería, lo empujó suavemente con el codo en represalia.  

—Espero que estés feliz—masculló, con los dientes apretados.

—Oh, me muero de la dicha—respondió Chanyeol, guiñándole un ojo—. Tenía planeado atacarte con una pistola de agua y llamarte a altas horas de la madrugada para que no pudieras descansar, pero me conformo con esto.

—No estás hablando en serio, ¿o sí?—preguntó Baekhyun, dejando de frotar el suelo.

—No—dijo—. ¿Qué tal si hacemos una tregua?—Chanyeol le sonrió, mientras le ofrecía la mano.

Baekhyun vio el brazo que el chico le extendía y frunció el ceño. Negó primero con la cabeza, luego, con la mano.

—Habrá tregua si te conviertes en mi amigo—respondió—. Tienes que ser mi amigo.

—¿Por qué quieres que sea tu amigo? No es necesario.

—¡Todos son mis amigos! ¿Qué te hace tan especial a ti, que no quieres serlo?

Chanyeol tuvo la insolencia de echarse a reír frente a él. Baekhyun esperó pacientemente, con la boca entreabierta en una mueca desdeñosa, a que acabara. Cuando lo hizo por fin, y continuó con su trabajo de fregar el suelo, le habló.

—Tienes que ser mi amigo, o esta guerra nunca acabará—lo amenazó.

—Sé que estás acostumbrado a que todo el mundo te adore, y me parece gracioso—comentó Chanyeol, todavía sonriente—. La oferta de la tregua sigue en pie. Y, sobre lo de ser amigos, dejemos que el tiempo pase.

—Eres la persona más extraña que he conocido.

—Y tú eres la más salvaje. Nunca había visto a alguien lanzar un tarro de pintura con la fuerza con la que lo hiciste tú. ¿Estás seguro de que no juegas baseball?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Suho se había convertido en la versión humana del Ojo de Sauron y no los dejaba en paz ni un minuto. Hacía rondas cada hora por todas las habitaciones, vigilando que nadie derramara alguna pintura, y había instalado un tablero que funcionaba por puntos con el objetivo de promover el buen comportamiento e incentivar a los empleados. Estaba en todos los lugares, y todo lo sabía… o eso era lo que creía.

Después de la segunda semana, el puntaje de Baekhyun estaba en números negativos, y Chanyeol se las había arreglado para quedarse en cero. Y aunque parecía que la estrategia funcionaba, ambos lograban colar algunas escaramuzas en un día de trabajo que pasaban desapercibidas para el jefe, pero no así para los demás empleados.

—Ustedes van a seguir comportándose como dos niños hasta que algo más serio ocurra, ¿no es verdad?—suspiraba Kyungsoo, al verlos lanzarse bolas de papel desde esquinas opuestas de la galería.

De alguna manera, los enfrentamientos diarios se habían convertido en algo más parecido a un juego que a una guerra de verdad, y el objetivo final de todo el asunto se le había olvidado a Baekhyun.

—Vive un poco, Kyungsoo—comentaba Yixing, observando también los proyectiles que volaban de un lado a otro—. Le están dando un poco de color a esa monótona existencia.

—Creo que tú eres el que necesita relajarse—le dijo Kyungsoo.

El Estudio seguía recibiendo oleadas de clientes con mucho dinero en los bolsillos, tiempo libre y terrible gusto que comían quesos traídos de todas partes del mundo y se gastaban todo lo que podían en un cuadro de frutas o arte abstracto que nadie entendía. El negocio marchaba tan bien como podía esperarse, y todas las pérdidas que había generado la improvisada Guerra de Pintura en la galería habían sido recuperadas con éxito en muy poco tiempo. Además del tablero de puntajes –con Kyungsoo en el segundo lugar, siempre el perfecto empleado y pintor-, las demandas de cuadros de retratos de mascotas empezaban a apilarse en el escritorio de Suho y el caballete de Sehun.

—Es porque está de moda—dijo Chanyeol, visitando a Yixing en la buhardilla—. Todos quieren ahora un cuadro de su perro colgado sobre el sofá.

El día en que todo cambió, Suho despidió a los clientes con una sonrisa brillante en la cara y más de diez ventas que comprendían cuadros de desnudos y más manchas de colores. Todos bajaron al primer piso para hacer la evaluación diaria junto a la tabla de puntajes. Baekhyun se puso de pie junto a Kyungsoo y le pasó un brazo por los hombros.

—Te apuesto a que hoy alcanzo un nuevo récord—susurró.

—Tú eres el único que tiene un puntaje bajo cero—Kyungsoo puso los ojos en blanco y agregó—: por supuesto que vas a romper un nuevo récord hoy.

—Parece que Sehun sigue encabezando la lista—dijo Suho, llamando la atención de todos y aplaudiendo brevemente. Su expresión sugería que estaba muy sorprendido, pero había sido de esa forma desde que la tabla de puntajes había sido colgada—. ¡Felicitaciones!

Sehun esbozó una sonrisa de suficiencia y se cruzó de brazos. “Si pintar culos de perros te hace el empleado del mes”, pensó Baekhyun, “estoy muy feliz con mi último lugar”.

—Ahora voy a sumar y restar los puntos de hoy que…

Suho se interrumpió a mitad de la frase y miró a la puerta de entrada al mismo tiempo que todos los demás. Las tablas de la vieja casa crujieron bajo el peso del recién llegado, quien, vestido de arriba a abajo de negro, parecía sacado de una revista de moda. Baekhyun estaba acostumbrado a que el único que pudiera distinguir en una multitud fuera el gigante de Park Chanyeol. Había empezado, incluso, a usarlo como punto de referencia. “¿Ves allí a ese enorme individuo? El baño queda en esa dirección”, “das dos pasos más allá de ese hombre que parece un poste de luz y llegarás al espacio creativo de Jongin”, “si miras a la derecha de Park, allí lejos, verás lo que perdiste”.

—Oh, lo siento, señor—dijo Suho, mirando con una ceja arqueada el reloj en su muñeca. A pesar de haber sido tomado por sorpresa, mantenía un aura cordial. No estaba dispuesto a perder una posible venta—, pero ya se ha acabado el horario de atención del Estudio. Si está interesado en comprar algo, puede venir mañana y yo lo atenderé personalmente.

El hombre lo ignoró y caminó un poco más dentro del lugar. Más cerca, era mucho más intimidante, y Baekhyun se preguntó cómo no lo habían escuchado entrar antes. Detrás de él, aparecieron más extraños con cara de pocos amigos.

—Eh, señor…— insistió Suho, después de que más hombres de negro empezaran a llenar El Estudio. Baekhyun se sintió como en una película de Hollywood, y algo parecido al miedo empezó a correrle por todo el cuerpo. Se preguntó de dónde salían tantas personas.

Pronto, el Estudio, que tan grande parecía cuando sólo estaban ellos o los clientes que se dejaban agasajar, se redujo de tamaño. El hombre del centro, a quien Baekhyun apodó El Líder, dio una vuelta completa sobre los talones, revisando el interior de la casa.

—Se…— empezó Suho, pero fue interrumpido por El Líder, quien, no sin sorpresa, tenía la voz grave y un fuerte acento.

—Quiero contratar sus servicios—le dijo, chasqueando los dedos. Uno de los otros hombres de negro le acercó lo que parecía un cuadro envuelto en trapos limpios.

Suho se tomó un par de segundos para recomponerse. Sin embargo, cuando habló, su voz no ocultaba su perplejidad.

—Parece que no me ha escuchado usted…

—Oh, sí, lo he escuchado—dijo El Líder, y empezó a desenvolver el cuadro—. Y ya le he pedido algo.

Alguien tomó la manga de la camisa de Baekhyun y él se tensó como una cuerda.

—Nunca había visto tanta gente vestida así desde que vi “Hombres de negro” en la televisión—susurró Jongin, cerca de su oreja. Todos los pintores se habían reunido, como una manada de corderitos, en un pequeño grupo frente a la tabla de puntaje sin darse cuenta.

—Esto es muy raro—murmuró Kyungsoo, frunciendo el entrecejo—. Pero al menos esa estúpida guerra tuya se va a acabar.

Baekhyun abrió la boca para quejarse, pero El Líder desenvolvió del todo el cuadro en sus brazos y, con un gesto teatral, se los enseñó. A Sehun se le escapó un gemidito que parecía el sonido que haría un animal asustado. La superficie de la pintura mostraba una flor de varios colores, que, en cualquier ocasión, habría sido como cualquier otra en el mundo, pero esta, esta no.

—¿Es lo que creo que es?—preguntó Chanyeol, cubriéndose la boca con las manos y dando ligeros saltitos, emocionado.

Baekhyun se tomó un momento para mirar a sus compañeros de trabajo y no le sorprendió verlos a todos conmovidos por el cuadro. Él también, si lo hubiera visto en otras circunstancias, habría reaccionado como ellos. Sin embargo, en ese momento, lo último que le importaba era lo que El Líder sostenía en las manos. Más hombres de negro habían entrado en El Estudio y se habían adentrado en la casa como si les perteneciera. Si prestaba mucha atención, Baekhyun podía escuchar a los que habían subido al segundo piso, donde todos los espacios creativos estaban abiertos y los cuadros, aún frescos, descansaban en los caballetes. ¿Por qué, de pronto, había tanta gente? Algo no andaba bien.

—Qué descortés, no me he presentado—dijo El Líder, antes de quitarse las gafas de sol y mirarlos a todos como si lo hiciera por primera vez. El gesto fue teatral, como de villano de película mala, así que Baekhyun se permitió soltar una risita que sonó nerviosa incluso para sus propios oídos—. Mi nombre es Wu Yifan.

Suho, con los ojos muy abiertos, ignoró la presentación y señaló la flor pintada.

—¿Es eso un Luhan?—preguntó, con la voz demasiado alta.

Wu Yifan sonrió, condescendiente, y habló como si lo hiciera con un niño.

—Por supuesto que no. ¿Pero qué cosas dice?—Soltó una risa burlona con los labios torcidos en una sonrisa sarcástica—. No tengo suficiente dinero para comprar un Luhan. Sus cuadros son muy bellos, pero no son baratos. No, señor, no es un Luhan original. Es, eso sí, una copia, y lo que quiero que ustedes hagan es hacer una igual para poder regalarla.

Sehun hizo un ruidito desde el fondo de la garganta que podía traducirse como una afirmación. Desde que lo conocía, Baekhyun sabía que Sehun era el mayor fan de Luhan que respiraba en ese momento el aire de la tierra. Coleccionaba los recortes de prensa en los que el otro pintor fuera mencionado, y por mucho tiempo estuvo encerrado en su espacio creativo intentando imitar la pincelada larga y suave que caracterizaba a Luhan. Superó esa última fase cuando Suho lo amenazó con despedirlo si no encontraba un estilo propio. Desde entonces, pintaba perros y gatos, o lo que fuera que los clientes conservaran como sus mascotas.

Cualquier persona que se considerara poderosa debía tener uno de los cuadros de Luhan en alguna parte de su sala de estar. Su nombre estaba a la misma altura que grandes de la historia, como Dalí y Picasso. Lo cual hacía que los precios exorbitantes en los que se vendían sus pinturas tuvieran algo de ridículo, porque, por lo que Baekhyun sabía, Luhan seguía muy vivo en alguna parte de China y continuaba produciendo flores como si se tratara de una fotocopiadora de arte a escala humana. No era por su muerte o por escasez que sus cuadros eran tan valorados, pero después de ver que Sehun encabezaba la lista de puntos en El Estudio con sus retratos de mascotas, a Baekhyun ya no le sorprendía nada.

—Disculpe, ¿usted dijo que quería qué?—preguntó Suho, entrecerrando los ojos—. Dijo una copia.

—Sí, una copia. Me ha escuchado bien—respondió, lacónico, Yifan.

—Una copia de esa copia de un Luhan.

Wu Yifan arqueó una ceja, como si le preguntara en silencio si repetir todo lo que decía era parte del servicio al cliente. Suho miró primero a Lay, luego a Kyungsoo, y después se aclaró la garganta para hablar.

—No, nosotros no hacemos eso—dijo, con los ojos todavía muy fijos en el cuadro de la flor de colores que era una reproducción perfecta -al menos desde lejos- de un cuadro del pintor más famoso de ese siglo—. Aquí nos encargamos de pintar cuadros para que usted decore su casa, y, definitivamente, copias de cuadros famosos no entran en nuestro repertorio.

—¿No?—preguntó Yifan, sonando muy sorprendido.

—Son originales, inéditos.

—He visto sus cuadros y no son esos los adjetivos que yo usaría para describirlos—dijo, ocultando el cuadro.

Sehun soltó un resoplido de fastidio. Baekhyun se tocó los labios con una mano, distraído. La manera en la que Yifan hablaba era desconcertante, como si alguien lo hubiera sacado de una historia antigua, como si recitara líneas de un guion.

—¿Qué ha dicho?—inquirió Suho, dando un paso adelante—. ¿Está insultando mi trabajo?

—He dicho que los cuadros que ofrecen no son originales ni inéditos. Creo que son copias de un mismo molde, copias vendidas una y otra vez.

Baekhyun abrió mucho los ojos, avergonzado de escuchar en boca de alguien más lo que él pensaba secretamente de su trabajo. Cuando había salido de la universidad, después de haber estudiado por más de cinco años, lo que menos esperaba de su futuro era pintar una y otra vez bodegones para los ricos que no tenían ni una pizca de buen gusto en su cuerpo. Eso, lo que él hacía, no era arte, y parecía que Wu Yifan lo tenía bastante claro.

Sin embargo, Suho frunció el ceño, furioso y ofendido, y señaló el arco de la puerta de la galería, que apenas podía verse en medio de tantos cuerpos.

—Váyase—ordenó—. No toleraré que hable así de mi negocio.

En ese momento, la atmósfera en la galería cambió. Fue como si los minutos después de que Chanyeol derramara la pintura sobre Baekhyun en la guerra anterior revivieran. El aire parecía haberse electrificado y las posturas de todos los presentes se tensaron. Incluso Chanyeol, a la espalda de Baekhyun y con un pincel que daba vueltas de manera nerviosa en la mano, se puso rígido. Parecía el preámbulo de un gran acontecimiento, y Baekhyun no tenía ganas de ver qué era.

—¿Está echándome?—preguntó Yifan, como si le diera la oportunidad para corregirse.

—Sí.

—No creo que usted quiera hacer eso.

Yifan se puso el cuadro bajo el brazo, envuelto de nuevo en los trapos. Se erguía en la mitad de la estancia con toda la seguridad de quien no tiene algo que perder, de quien tiene el control de la situación. En ese momento, uno de los hombres de negro bajó con las escaleras, tenía en las manos el lienzo en el que Kyungsoo estaba trabajando desde la mitad de la mañana, un retrato del torso de Jongin en colores cálidos.

—Encontré esto arriba, jefe—dijo. Baekhyun pensó “jefe”, y sonrió. ¿Jefe por qué?

—Usted no puede entrar a esa habitación—Kyungsoo se dirigió hacia el recién llegado e intentó arrebatarle la pintura—. Eso es mío.

—¡Eh!—gritó otro hombre en la galería.

Kyungsoo logró quitarle su cuadro, pero no pudo disfrutarlo por mucho tiempo, porque El Lider, dando sólo dos pasos hacia él, le cruzó la cara con un puño. Él cayó al suelo con el cuadro firmemente apretado contra el pecho, y su cuerpo rebotó suavemente sobre la madera. Jongin salió hacia delante.

—¡Usted no puede hacer eso!—exclamó, con el puño levantado.

Chanyeol intentó detenerlo, sujetándole de la parte de atrás de la ropa, y Baekhyun se hincó junto a Kyungsoo para ayudarlo a levantarse. La situación había empeorado en muy poco tiempo, y él aún no podía creerse lo que estaba ocurriendo. Todo empeoró cuando Kyungsoo se quedó mirando fijamente hacia algo a espaldas de Baekhyun, sin atreverse a ponerse de pie, y supo que debía ser algo muy, muy malo.

—No me digas que es lo que creo que es—habló. Y había tanto silencio que su voz se levantó como si hubiese gritado.

Kyungsoo no le dirigió ni una mirada por el rabillo del ojo, así que Baekhyun se dio la vuelta lentamente, siendo vagamente consciente que su pantalón se estaba llenando del polvo del suelo de la galería y debía recordarle a Suho que alguien tenía que barrer. El corazón se le detuvo un momento y luego empezó a latirle a una velocidad de vértigo al ver el cañón del arma apuntándole directamente a la cabeza. Para ser un hombre muy alto, Yifan parecía tener gusto por las armas pequeñas, femeninas. Casi ocultos por la enorme mano del Líder, había grabados en pintura dorada en la empuñadura de la pistola, flores con el mismo estilo que utilizaba Luhan.

El miedo se desató en el grupo. Jongin se quedó muy quieto, con los brazos de Chanyeol rodeándole el torso, y Suho hizo que todos levantaran las manos en señal de rendición. Baekhyun intentó ponerse de pie, pero las rodillas no le respondieron. Decidió continuar hincado junto a Kyungsoo, quien abrazaba el cuadro de manera protectora; así, al menos, no estaría solo.

—Espero no orinarme en los pantalones—dijo, de pronto. El Líder arqueó una ceja y Kyungsoo lo miró con los ojos a punto de salírsele de las orbitas—. He escuchado que eso puede pasar cuando tienes mucho miedo.

—¿Baekhyun?—susurró Kyungsoo, como si alguien les hubiera pedido bajar la voz—. ¿Qué estás haciendo?

—No sé—respondió—. Estoy asustado.

Alguien tosió al fondo de la habitación. Baekhyun descubrió que todos los hombres de negro sostenían una pistola similar a la que El Líder tenía en las manos. La proporción de hombres armados en su lugar de trabajo, donde Baekhyun iba a pintar frutas, fue una gran sorpresa. Nunca, en toda su vida, se imaginó en una situación como en la que estaba.

—Vamos a quedar como coladores—continuó—. Nos van a disparar tanto que la mitad de nuestro cuerpo será plomo. No podremos pasar por los detectores de metales en los aeropuertos.

Uno de los hombres de negro miró de reojo a Yifan, quien le dedicaba toda su atención a Baekhyun. El arma aún le apuntaba, pero el chico notó, con cierto alivio, que no parecía dirigirse a una parte vital de su cuerpo.

—Si te disparo, lo menos que vas a querer hacer es pasar por el detector de metal de un aeropuerto—dijo Yifan, ladeando un poco la cabeza—. Baekhyun, ¿no?

—Por supuesto, iré directo al hospital—respondió, sonriendo. Un músculo sobre su ceja tembló y él deseó que Yifan no lo hubiera visto—, o a la morgue.

Yifan le devolvió la sonrisa.

—Oiga, ¿podría hacerme un favor?—preguntó Baekhyun, incapaz de detenerse. Había tanto silencio, ¿cómo es que todos los demás podían soportarlo?—. No me dispare en la cara. Quiero que mi madre pueda identificarme rápido en el depósito de cadáveres—Y luego, en tono confidencial, añadió—: A ella no le gustan ese tipo de lugares.

Alguien, detrás de Baekhyun, soltó un gemido.

—Por cierto, los grabados de su pistola son muy bonitos.

Yifan dejó de apuntarle con el arma y le dio un giro entre los dedos para que pudiera observar la culata más de cerca. Una gota de sudor le bajó a Baekhyun por la espalda mientras se inclinaba hacia El líder para trazar con los dedos los grabados de flores en el metal tibio. Era la primera vez que tocaba una pistola y rogó, de nuevo, no orinarse del miedo.

—Ay, Dios mío—murmuró Kyungsoo, inmóvil.

—Son flores, como las que pinta Luhan—comentó Baekhyun, sin que le temblara la voz—, ¡qué bonito detalle! Un poco de belleza en la muerte.

—Oh, me alegra que te guste—dijo Yifan, claramente complacido. Se hincó junto a Baekhyun, cuidándose para no ensuciar su ropa, y dejó el arma entre ambos. Así parecía muy inofensiva, como si no la hubieran usado para apuntarle en la cabeza un par de segundos antes—. ¿No crees que están muy bien hechas? Las flores, quiero decir.

—Sí, parece…

—Bueno, eso es porque Luhan las pintó—confesó.

Baekhyun se inclinó hacia delante, apretando entre sus manos las del líder que sostenían la pistola. Sintió su ligereza, la tibieza de su superficie, y pensó que sí, era bastante femenina.

—¡No!—exclamó, con vehemencia—. No puede estar hablando en serio.

—Muy en serio—Yifan asintió, todavía sonriente. Parecía modelo de pasarela, aunque estaba casi arrodillado en el suelo de una triste casa que se venía abajo en Seúl—. Con su propia mano, él las pintó. Somos cercanos.

—Y entonces, ¿por qué está aquí?—Baekhyun lo señaló con un dedo, juguetón, y le guiñó un ojo. Estaba aterrorizado—. Le dijo: “Perdona, Luhan, pero le voy a hacer una copia a tu cuadro y luego una copia a la copia”. Seguro que se sintió halagado. Yo me hubiera sentido halagado.

—Eh, puede que haya sido así…— dijo Yifan, torciendo la sonrisa hacia un lado.

—¿Por qué no le pidió, en cambio, un cuadro nuevo? Yo pinto para mis amigos—lo interrumpió—. El otro día, le regalé una pintura de un par de manzanas a una de las amigas del club de lectura de mi madre. Estaba muy feliz—Detrás de él, alguien susurró: “pero cuándo se va a callar” y Baekhyun decidió ignorarlo. El miedo era más grande que él—. Estoy seguro de que a Luhan le hubiera gustado pintar algo para usted, como estas flores, pero en versión grande.

—¿Versión grande?—preguntó.

—Oh, sí, sabe a lo que me refiero. No se haga el estúpido.

—¡Baekhyun!—chilló Suho, haciéndolo vibrar en su sitio. Yifan adoptó una postura más agresiva al escucharlo—. ¡Baekhyun, cállate! ¡Vas a hacer que nos disparen a todos!

—No le digas estúpido al cliente—añadió Yixing—. No es cortés.

Suho lo miró sin podérselo creer, con las manos todavía levantadas junto a la cabeza.

—¿En serio, Yixing? ¿En serio?—repitió.

—No pensé que moriría porque Baekhyun no sabe cuándo debe callarse—comentó Jongin, sonando terriblemente triste—. Pero debí haberlo imaginado.

—¡Perdón!—gritó Baekhyun, mirándolos de mala manera por encima del hombro. Aún sostenía las manos de Yifan y la pistola en ellas—. Por si no se han dado cuenta, voy a morirme del susto aquí.

—Yo creo…— dijo Yifan, elevando la voz.

—Disculpe, señor Líder de la mafia—lo interrumpió Baekhyun, de nuevo—, pero usted no se meta.   

—¡Baekhyun!—lo reprendió Kyungsoo, a su lado—. ¡Nos están amenazando con pistolas! ¡Cállate!

—Ay, vamos a morir—se quejó Sehun—. Y yo todavía no he…

—¡Cállense todos!—exclamó Chanyeol!

Y así hicieron. Él pareció sorprendido de que lo obedecieran, porque, al verse el centro de atención, empezó a ruborizarse. Pronto, las puntas de sus orejas estaban rojas. El silencio era tan profundo que escucharon a una pareja pelearse frente a la casa.

—Eh… yo sólo, quería decir que...—tartamudeó Chanyeol. Sus ojos vagaban de un lado a otro, ahora en las pistolas de los hombres de negro, luego en Sehun. Finalmente, se fijó en Baekhyun, en el suelo junto a Wu Yifan, y se armó de valor—. Quiero decir que yo acepto el trabajo.

—¿Qué?—preguntó Yifan, frunciendo el ceño.

—Sí, ¿qué?—lo imitó Suho, bajando, por fin, los brazos y cruzándolos frente al pecho.

—Acepto el trabajo—repitió Chanyeol, mirando a Yifan—. Yo haré la copia de esa copia de un cuadro de Luhan. Ya no tienen que amenazarnos.

Suho se puso muy pálido. Parecía estar debatiendo consigo mismo si obligarlo a retractarse o dejar que hiciera lo que quiera. Nunca habían hecho copias de nada en El Estudio, y que hubiera una primera vez hería su orgullo. Sin embargo, sus vidas parecían estar en peligro, y si alguien no detenía a Baekhyun, definitivamente les iban a disparar a todos.

—Me alegra que hayan cambiado de opinión—dijo Yifan, al ver que Suho no diría nada—. Espero prontitud y perfección en el trabajo. Me han hablado muy bien de ustedes, así que confiaré.

—Muchas gracias—respondió Chanyeol, haciendo una reverencia.

—Pero tengo una petición—Yifan utilizo el cañón de la pistola para señalar a Baekhyun, quien se mordisqueaba los labios, refunfuñando por lo bajo—. Quiero que él también participe. Es el único que tiene sentido de la estética en este lugar.

“¿Sentido de qué?” pensó Baekhyun, pero había una pistola señalándolo, así que apretó los labios y asintió.

—Claro, trabajaremos juntos—aceptó, y como todavía no podía librarse del nerviosismo, continuó—: Lo haremos tan bien que la próxima vez vendrá a comprar uno de nuestros cuadros originales.

—¿En serio?—preguntó Yifan, sonriendo de nuevo.

—Oh, puede apostarlo. ¿Qué tal un millón de dólares? ¿Le parece un buen inicio?

—Baekhyun, si sigues así, voy a ser yo el que acabe contigo—lo amenazó Kyungsoo, todavía sin moverse, y en voz muy baja—. Tenlo por seguro.

Baekhyun calló, feliz de que hubiera alguien que lo ayudara. Si hubiera sido por él, seguiría hablando hasta quedarse sin voz. Era interesante lo que una persona podía descubrir de sí misma cuando era puesta a prueba de la manera en la que él había estado. Ahora sabía que era el menos apropiado para negociar con criminales, porque no podía parar de decir lo que le pasara por la cabeza.

—¿Cómo desea la copia?—preguntó Suho, y su voz tembló. Sin embargo, su postura era firme. Había algo admirable en su mirada dura, como si estar asustado no lo hiciera menos que Wu Yifan.

—Exactamente igual. Debe ser lo mismo—dijo Yifan, poniéndose de pie y guardándose la pistola con un gesto tan teatral como al principio, cuando había entrado a la galería—. No debe notarse que es una copia.

—Ninguna diferencia—dijo Chanyeol, y fruncía el ceño, como si estuviera concentrado en una de sus pinturas.

—Ninguna—repitió Yifan.

Baekhyun abrió la boca, pero la mano de Kyungsoo en su antebrazo lo detuvo. Había dos cuadros en la habitación, el que Kyungsoo apretaba contra su cuerpo y el que Yifan había dejado a sus espaldas, antes de sacar el arma. Intentó imaginarse uno exactamente igual a este último, descansando en uno de los caballetes del segundo piso, y no pudo hacerlo. “Todo ha pasado en muy poco tiempo”, pensó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Eligieron la buhardilla para terminar la tarea, en parte porque así Suho no tendría que mirarlos mientras hacían algo con lo que él no estaba de acuerdo, y en parte porque era el lugar más apartado en El Estudio y así nadie los molestaría. La habitación era, como muchas otras en la casa, tan vieja que el suelo crujía bajo sus pies. Yixing solía utilizarla cuando el primer piso se volvía muy ruidoso. Casi siempre estaba vacía. Tenía tres ventanas y el techo inclinado y Chanyeol sólo podía ponerse de pie completamente en el centro.

Los primeros días, Baekhyun fingió que el asunto no tenía nada que ver con él. Se metía en su espacio creativo durante todo el día y pintaba bodegones y naturalezas muertas para los clientes que entregaba al final de la jornada. Evitaba a toda costa las escaleras estrechas que llevaban a la buhardilla, que se había convertido en territorio de Park Chanyeol desde la infame visita de Wu Yifan.

Kyungsoo había sido el que lo había buscado en Google.

—Sí se llama Wu Yifan, y es bastante famoso en China—les informó, como si no hablara de alguien que, hacía poco, había metido un montón de personas en El Estudio para amenazarlos a todos con pistolas—. Es modelo. Hace parte de un montón de campañas para perfumes y ropa.

—¿En China?—preguntó Sehun—. ¿Donde vive Luhan?

—No sé tú, Sehun, pero yo sólo conozco una China—respondió Jongin, frunciendo el ceño. Por ese entonces, todavía no se había librado del todo del miedo. Miraba furtivamente por encima del hombro cuando alguien entraba a su espacio creativo y las manos le temblaban tanto que había adoptado una nueva técnica para hacer sus pinturas.

—¿Podemos denunciarlo?—Yixing cerró los ojos y esperó pacientemente, aunque ya sabía la respuesta.

—No—dijo Kyungsoo, bajito—. No podemos hacer algo. Porque si Wu Yifan entró a Corea con todos sus amigos y sus armas, tiene más poder que cualquiera de nosotros—Lo pensó bien y agregó—: incluyendo a Suho.

—¿Entonces sólo vamos a quedarnos sentados aquí, esperando a que Chanyeol y Baekhyun terminen esa pintura, para que vuelvan a ponernos pistolas en la cabeza?—preguntó Jongin—. No, me niego.

—Cálmate, Jongin, confía en lo que ellos van a hacer—continuó Kyungsoo—. Es sólo la copia de una copia y no volveremos a ver a Wu Yifan nunca más.

—A menos que Baekhyun lo invite a comer con nosotros o algo parecido—dijo Yixing, sonriendo—, si lo dejamos.

Todo había funcionado igual que antes, a pesar de lo que había ocurrido, y Baekhyun había planeado que fuera de esa manera hasta el final. Pero, por supuesto, no fue así.

Un día, simplemente porque sí, Chanyeol por fin fue a buscarlo. Baekhyun había estado jugando con las pinturas y uno de los lienzos vacíos que ahora parecían ocupar todo su espacio creativo. Suho, después de que le hubiera entregado un par de bodegones, había decidido dejar de recibir pedidos que Baekhyun pudiera pintar, para que se concentrara únicamente en la copia. Ahora, se la pasaba metido en la habitación, haciendo absolutamente nada y muriéndose del aburrimiento, con el miedo constante de que Wu Yifan regresara con sus armas y sus matones a pedir más cosas.

Chanyeol tocó la puerta con los nudillos, a pesar de que estaba abierta, antes de entrar. Ese era uno de los hábitos que todos habían empezado a repetir después de Wu Yifan. Así le hacían saber a la otra persona que estaban por ahí y se evitaban disgustos innecesarios. Jongin era quien más lo agradecía, porque aún no lo superaba del todo. A pesar de que no estaba haciendo algo, y estaba desesperado por un poco de trabajo, Baekhyun cerró los ojos y fingió que no estaba.

—Baekhyun—lo llamó, entonces, Chanyeol. Tenía la voz aún más grave de lo habitual, como si no hubiera dicho palabra desde hacía mucho tiempo. A Baekhyun no le sorprendería que fuera así, porque desde la mañana hasta la noche, el chico subía a la buhardilla y no bajaba ni para comer. Su contacto humano debía haberse reducido en un 80 porciento—. Baekhyun, por favor, necesito que me ayudes.

La guerra había sido olvidada, como Kyungsoo había vaticinado. Algo más grave que sus tontas peleas de niños había ocurrido. Sin embargo, Baekhyun todavía veía a Chanyeol como su enemigo. Estaban en buenos términos y se suponía que iban a trabajar juntos, pero Baekhyun recordaba a Wu Yifan y lo que menos quería era ayudar a Park a hacer la copia y darle al otro lo que quería. Había muchas razones por las que no iba a hacerlo.

—Vete—le ordenó él, sin abrir los ojos. Se había llenado las manos de pintura porque Yixing le había dicho que así podría sentir más los colores. Si se concentraba un poco, podía imaginar que el azul se le metía por las venas y lo llenaba todo de frío—. Has estado pintando muy bien sin mí por dos semanas.

—Eso no lo sabes, no has subido ni una sola vez—dijo Chanyeol, frustrado—. Por favor, Baekhyun, necesito que vengas conmigo—Hubo una pausa, en la que escucharon a Sehun y Suho discutir algo en el primer piso, y Chanyeol suspiró—. Mira, yo tampoco quiero trabajar contigo, pero en serio necesito tu ayuda.

—¿Por qué ahora?—preguntó él, abriendo por fin los ojos. Chanyeol aún no entraba a la habitación. Había optado por quedarse de pie afuera, con los brazos colgándole a los lados como si no supiera qué hacer con ellos y el cabello como un nido de pájaros—. ¿Pero qué es lo que te ha pasado? ¿Te pasó un tornado por la cabeza?

—Muy gracioso—respondió Chanyeol, entrecerrando los ojos. Parecía, también, muy cansado—. Sube conmigo, por favor. Te lo estoy pidiendo.

—Pues no quiero—canturreó Baekhyun. La expresión molesta de Chanyeol era una victoria. No había pensado que se sintiera tan bien al verla—. ¿Recuerdas cuando quise invitarte a almorzar y tú me dijiste que habrías dicho que no? Yo sí. Y por eso no hay manera en la que yo vaya contigo arriba y te ayude con lo que sea que Wu Yifan quiera.

Chanyeol suspiró de nuevo y se pasó las manos por el cabello. Lo dejó mucho peor que antes y Baekhyun sonrió. Si prestaba mucha atención, podía ver un punto en la cabeza de Chanyeol en la que no había nada de cabello. Como el otro aún no hacía ningún movimiento para irse, continuó con la charla.

—Has estado muy estresado, ¿no?—dijo, señalándose vagamente su propia cabeza. Chanyeol lo miró, curioso y enojado al mismo tiempo—. Se te está cayendo el cabello—le informó.

Esto hizo que Chanyeol se mesara el cabello otra vez. Después, sin decir ni una palabra, entró en el espacio creativo de Baekhyun y se sentó a sus pies, apoyando la espalda contra su silla y dejándole ver con más detalle el punto calvo que tenía en la coronilla.

—¡Oye, yo no te dejé entrar!—exclamó Baekhyun—. ¿No conoces las reglas? “No entres a los espacios creativos de los demás”—recitó.

Chanyeol no le respondió. Se quedó sentado junto a él, en el suelo, respirando pesadamente. Baekhyun descubrió manchas de pintura en la punta de sus dedos y en sus muñecas; se las había ensuciado en su afán por seguir el concejo de Yixing. Deseó, de pronto, poder ir al baño para lavárselas, pero debía tocar a Chanyeol para salir y no quería hacer eso.

—Lamento haber rechazado tu no oferta de ir a almorzar—dijo Chanyeol, después de un rato. Su respiración se había vuelto tan acompasada para entonces que Baekhyun había creído que estaba dormido. No pudo evitar sobresaltarse al escuchar su voz, y se llevó una mano manchada de azul al pecho—, y también por no querer ser tu amigo. En realidad, no tengo amigos aquí. No deberías sentirte importante.

—¿No?—preguntó Baekhyun, sorprendido. Había estado seguro de lo contrario—. No me mientas. Te he visto hablando con Kyungsoo. Son amigos.

—Conocidos—respondió el chico, y se encogió un poco sobre sí mismo. Era extraño, siendo él tan grande, verlo intentando desaparecer—. A mi novia no le gustan las personas como ustedes.

Baekhyun recordó vagamente que había escuchado algo muy parecido antes, pero no pudo hacerlo con exactitud. Frunciendo el ceño, se concentró e hizo un esfuerzo aún mayor.

—Por eso yo no suelo socializar mucho, si me entiendes—continuó Chanyeol, interrumpiéndolo—. Sé que puede parecerte muy tonto, pero para mí, es importante su opinión.

—Aunque se ponga de mal humor cuando bebe—comentó Baekhyun. Eso sí lo recordaba bastante bien, y puso los ojos en blanco al pensar en las manos de ella, aquella noche, que temblaban en su regazo como si tuviera demasiada energía bajo la piel y no supiera qué hacer con ella—. Es un encanto de chica.

Chanyeol se rio un poquito, y su cabeza se inclinó un poco hacia abajo. Ahí la dejó, después, aunque siguió hablando.

—No le gusta que sea amigo de personas como ustedes y yo intento complacerla, para que esté feliz—explicó, encogiendo un hombro—. El día que te llevé a tu casa, se molestó muchísimo conmigo. Pensé que íbamos a terminar y me asusté. Por eso te traté como lo hice, estaba culpándote del casi rompimiento.

—¿Casi rompimiento?—preguntó Baekhyun, apoyando la mitad del cuerpo en el lienzo manchado frente a él. Se preguntó qué clase de imagen debían dar los dos tan juntos en la habitación si alguien decidiera echar un vistazo, y deseó que, si iban a descubrirlos así, ese debía ser Kyungsoo—. ¿No te libraste de la bruja, entonces? Nadie debería decirte qué clase de amigos son los que debes tener. Si yo no le caigo bien, a mí tampoco me gusta mucho ella.

—Baekhyun, no la llames así—dijo Chanyeol, aunque no parecía estarlo pidiendo de verdad—. Y sí, no rompimos. Estuvimos bastante cerca de hacerlo. Gracias a ti.

—No hay problema—murmuró Baekhyun.

Y Chanyeol se inclinó hacia atrás para poder encajarle un codazo en la pierna. Baekhyun fingió que le había dolido, aunque el otro chico usó tan poca fuerza que apenas lo sintió.

—La guerra fue divertida—continuó Chanyeol—. Era como un juego.

—Bueno, sí—Baekhyun sonrió y, sin pensarlo mucho, le peinó el cabello a Chanyeol con los dedos para cubrir la zona calva—. Ya está—susurró.

—¿Quién te ayudó con lo del azúcar? Estoy seguro de que no lo hiciste solo, pero no acabo de decidirme entre Sehun y Jongin.

—Fue Kyungsoo—Y Chanyeol soltó una risita y un airado “¿qué? No”—. Estuvo todo el rato diciendo que era una idea terrible, pero si tuviera que robar un banco, elegiría a Kyungsoo para que abriera la caja fuerte. Tiene las manos mágicas.

Chanyeol se rio un poco. Luego, se quedaron en silencio un rato largo, como si cada uno tuviera muchas cosas en las que pensar, y Baekhyun aprovechó ese tiempo para recordar a Wu Yifan y sus gestos de villano de película mala. Todavía podía sentir el miedo hormigueándole bajo la piel al imaginarse el cañón de la pistola apuntándole directamente a la cabeza, y podía recitar las palabras que le había dicho, una por una, como si se las hubiera aprendido en un guion.

—Bien, voy a ser sincero—dijo Chanyeol, sobresaltándolo. Se giró sobre el trasero para que quedaran frente a frente y le puso a Baekhyun las manos sobre la pierna. Por primera vez, Baekhyun miró a Chanyeol desde arriba, sentado en su silla alta frente al caballete—. Lo he hecho antes.

—¿Qué has hecho antes?—preguntó Baekhyun, inclinándose. Pensó que Chanyeol le diría que era cómplice de Wu Yifan, al verlo tan serio, y frunció el ceño.

—Copiar cuadros.

—Ah, eso—murmuró aliviado. Luego, se lo pensó mejor—: Espera, ¿qué?

—Eso es lo que hice durante toda mi carrera en la universidad—confesó Chanyeol. Ambos habían estudiado en instituciones diferentes, y Baekhyun agradeció mentalmente haber estado en la mejor. “Por supuesto”, pensó, “eso era lo que tú hacías mientras yo estaba pintando”—. Los profesores decían que ya todo estaba creado, así que, ¿por qué tomarse la molestia de intentar algo nuevo? Entonces nosotros tomábamos los cuadros de Van Gogh y Picasso y Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci y los pintábamos para presentarlos, al final, como nuestros— Hablaba con rapidez, como si hubiese esperado mucho tiempo para decir algo así—. Mi tesis fue una copia exacta de uno de los cuadros más importantes de Luhan, ese que tiene los detalles en dorado. Lo hice perfectamente, Baekhyun. Todos estaban confundidos, ¿era el cuadro real o la copia? Luego yo… En realidad, mi profesor y yo lo vendimos, lo hicimos como un Luhan real. No puedes imaginarte todo el dinero que hicimos. Y pude comprarme ese auto en el que te llevé a tu casa.

—No puede ser—dijo Baekhyun, con la boca abierta.

—Te sorprendería lo que se puede hacer cuando tienes Google y una herramienta para hacerle zoom a las fotografías—Chanyeol sonrió, un poco torcido hacia la izquierda—. Era el mejor, Baekhyun. Aún lo soy, creo. Estoy hecho para hacer ese tipo de cosas.

Baekhyun casi quería ver la cara de Suho mientras escuchaba a Chanyeol. Nunca, en lo que llevaba trabajando ahí, se habría imaginado que él se había dedicado a eso. Suho, con sus reglas sobre lo que era un verdadero artista escritas a fuego en la frente, sufriría una coronaria si sólo se lo imaginara. Y el otro estaba ahí, en El Estudio, pintando cuadros de paisajes de lo más inocentes.

—Copias pinturas—siseó Baekhyun, señalándolo con el dedo, pero no se apartó—. Eres un estafador.

—Y bien que me necesitan ahora—respondió Chanyeol, sin dejar de sonreír—, porque será gracias a mí que vamos a salir de este problema en el que estamos metidos—Baekhyun lo miró con los ojos muy abiertos, buscando una chispa de duda—. Además, no soy un estafador. Sólo he vendido uno de esos cuadros una vez. Me sentí muy mal después de eso—susurró, con una expresión compungida.

—Hablas en serio, oh, Dios mío. Oh. Dios. Mío.

—Baekhyun, hey, escúchame— Y él lo obedeció, cerrando la boca y apretando los labios para evitar ponerse a hablar—. A ningún pintor le gusta decir que lo que mejor sabe hacer es imitar a otros. Pero es cierto, eso es lo que hago. Es lo que he aprendido. Soy muy, muy bueno.

—Tienes mucha confianza para ser algo tan… triste.

Chanyeol lo pensó por dos segundos, luego dijo:

—No puedes negar lo que eres.

Baekhyun cerró los ojos. Así, podía concentrarse mejor en las palmas de las manos de Chanyeol, grandes y cálidas, sobre sus piernas. Debía estar nervioso, pero definitivamente en su voz había un velado tono de orgullo que lo sorprendía. Era la primera vez que escuchaba a Chanyeol hablar así de sí mismo. Cuando abría la boca, solía tocar cualquier tema menos sus gustos artísticos o su propio talento. Todos pensaban que era un poco aburrido.

—¿Para qué me necesitas?—preguntó Baekhyun, al fin. Abrió los ojos, y descubrió a Chanyeol mordisqueándose de manera nerviosa el labio inferior—. Dices que eres muy bueno. Te creo—Y añadió—: No puedo creer que haya dicho eso—Sacudió la cabeza, contrariado—. Puedes encargarte solo. No quería ayudarte porque no creía que pudiera hacerse una copia exacta, pero ahora…

—¿Notaste algo raro en Wu Yifan?—Fue lo que dijo Chanyeol, en cambio. Apretó, suavemente, el muslo de Baekhyun, para enfatizar la pregunta.

—Eh, ¿qué?

—Estaba mintiendo, Baekhyun.

—¿Mintiendo?—Recordó la pistola y los grabados y el miedo, y frunció la boca en una mueca de desagrado—. Explícate.

—Cuando hablaste con él, dijo algo acerca de los grabados de su pistola.

—Eran flores. Las pintó Luhan con sus propias manos.

—Y no lo dudo—comentó Chanyeol, emocionado como un cachorro. Baekhyun casi pudo imaginar una cola batiéndose a su espalda—. Eran flores en pintura dorada, el tema favorito y el color favorito de Luhan. Lo sospeché entonces, mientras hablabas con él, pero cuando acepté el trabajo y tuve la pintura en mis manos, lo supe de verdad.

—¿Qué? ¿Qué cosa?

Chanyeol miró a ambos lados, como si hubiera alguien más en la habitación con ellos y no quisiera que escuchara, antes de inclinarse más hacia Baekhyun. Él, con la respiración atorada en la garganta, hizo lo mismo.

—Es un Luhan real—murmuró Chanyeol. Y estaban tan cerca que sus ojos se confundían, Baekhyun lo vio como un cíclope.

—No me jodas—dijo Baekhyun, en el mismo tono. El cíclope que era Chanyeol de cerca, sin enfocar, asintió—. El cuadro que tienes arriba es un Luhan real. No me jodas.

—Lo es, Baekhyunnie—El apodo fue tan natural, que el chico decidió no decirle nada, pero lo tomó como una nota mental—. Imité mucho a Luhan antes y puedo decirte que reconozco su estilo y los colores que suele usar. Es real. ¿Para qué querría Wu Yifan una copia de una copia? Qué estupidez. Quiere una copia de un original. Un Luhan original—finalizó, vocalizando con cuidado las últimas palabras.

—No me lo creo.

—No, tiene todo el sentido del mundo. Hace un par de meses, ¡tres!, no recuerdo, robaron a Luhan. ¿Recuerdas? Salió en las noticias. Alguien entró a su estudio en Pekín y le robó. Luhan no quiso dar declaraciones, y hasta ahora nadie sabe qué se llevaron. ¿No te parece una coincidencia demasiado perfecta?—Chanyeol no esperó a que respondiera, y se inclinó más, susurrando lo que había estado pensando por dos semanas—. Entra este hombre extraño a un estudio en Corea del Sur, pidiendo a la fuerza que alguien le haga una copia de un cuadro de Luhan y asegurando que los grabados que hay en su pistola los hizo él, también. ¿Y si eso fue lo que se llevó de Pekín, un cuadro?

—Muy bien, Sherlock, pero eso no explica la pistola.

Chanyeol puso una expresión triste, como si hubiera esperado que Baekhyun lo apoyara de una vez y saltara a sus brazos, emocionado por la verdad.

—No sé, Baekhyunnie, ¿quizá, antes de irse, le pidió a Luhan que pintara las flores para él?

—Y Luhan lo hizo con mucho gusto—respondió Baekhyun, sardónico.

—Nosotros también estamos haciéndolo porque sale de nuestros corazones, ¿no?

Entonces Baekhyun lo entendió. Sonrió, pensando que era una locura, pero tenía sentido. Era una historia digna de un estafador y parecía muy real cuando la escuchaba de Chanyeol. Lo que más le sorprendió, por encima de la historia, fue darse cuenta de que él quería creerle. Lo que sea que estuviera diciendo Chanyeol tenía pinta de ser muy, muy interesante, como de película, y se mezclaba con lo que Baekhyun sentía sobre todo el asunto. Desde la visita de Wu Yifan, su vida parecía hacer parte de un thriller de misterio, con protagonistas y villanos y todas las cosas interesantes que hacían que el corazón de Baekhyun echara a correr. Él quería que siguiera siendo así.

—Chanyeol, tú estás loco—murmuró Baekhyun, antes de echar hacia atrás la cabeza para reírse con todas sus fuerzas. Era demencial, pero podía ser cierto. Y ¡Oh!, si era cierto, Baekhyun podría hacer tantas cosas.

—¿Baekhyun?—preguntó Chanyeol, sentándose de nuevo en el suelo, muy quieto—. ¿Qué…?

—¿Qué quieres de mí? Vamos, dime. ¿Para qué me necesitas?—dijo, todavía con la risa saliendo de vez en cuando.

Chanyeol necesitó un par de segundos para recordarlo. Quizá la historia, sus propias teorías, le habían dejado la imaginación volando. Al final, sonrió, inocente.

—Luhan, desde hace dos años, ha estado probando con un nuevo estilo. Él lo llama “vuelo de pájaro”, porque pone el pincel muy, muy suave sobre la superficie del cuadro—Los ojos de Chanyeol brillaban, como si fuera él de quien hablaba—. No me había dado cuenta hasta hoy que lo había usado en este cuadro hasta que llegué al tallo y no pude hacerlo igual a la primera. Ese tipo de pincelada... me llevará mucho tiempo imitarla. Pero tú, tú, no—La sonrisa se le borró a Baekhyun de la boca—. Tú ya pintas así.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El primer contacto que Baekhyun tuvo con el cuadro fue, tristemente, normal. Esperaba, creyendo que era un Luhan original, que algo fuera de lo común ocurriera al verlo o tocarlo, pero lo único que percibió al tenerlo frente a él fue que a Luhan realmente le gustaba pintar flores.

—¿Y esto es todo?—preguntó al aire. Chanyeol estaba rebuscando algo detrás de él y se sobresaltó.

—¿Qué?—preguntó Chanyeol, acercándose. Traía en los brazos un montón de blocs de dibujo y diferentes pinturas—. ¿Qué cosa?

—Estaba pensando en voz alta—dijo Baekhyun, negando con la cabeza. El cuadro de Luhan ocupaba un lugar central en la buhardilla, como si fuera la pieza más importante en la exhibición de una galería. La flor de arcoíris descansaba en la superficie blanca del lienzo como si fuese una de las cosas que Chanyeol pintaba diariamente—. ¿De verdad es esto un Luhan original?

Chanyeol dejó lo que tenía en brazos junto al caballete y lo instó a acercarse. Con un dedo le señaló los pétalos y las hojas.

—Mira esto y esto—dijo, con una sonrisita en la boca—. Luhan suele curvar un poco las pinceladas largas como… así, justo así. Además, este tono de amarillo, seguramente lo has visto antes. A él le gusta mucho. La hoja izquierda, bueno, tiene la punta muy afilada, como si hubiera dejado el pincel de esta manera, como muchos cuadros antes…

—¿Qué es lo que no puedes imitar tú?—lo interrumpió Baekhyun, mirándolo brevemente por el rabillo del ojo—. Yo no veo nada raro.

—Oh, es aquí—El dedo de Chanyeol siguió el largo camino del tallo de la flor, que venía desde el borde inferior del lienzo hasta perderse detrás de los pétalos—. Mira bien cómo está pintado y luego compáralo con las hojas o los pétalos.

—Yo no—Pero sí. Si miraba bien, si se concentraba, quizás—, no sé si es diferente.

—Claro, claro—concedió Chanyeol, asintiendo. Se frotó las manos, como si tuviera frío y quisiera calentarlas, y le sonrió—. ¿Confía en mí? Te digo que la pincelada es diferente. Mucho más suave, como la que tú haces.

—Como la que yo hago—repitió Baekhyun, frunciendo el ceño—. Esto es una locura.

Sin escucharlo, Chanyeol se dispuso a abrir todos los blocs de dibujo que había traído consigo. Una vez lo hizo, empezó a dejarlos uno por uno alrededor del caballete, como si alumnos invisibles tuvieran que sentarse frente a ellos para dibujarlo.

—¿Qué haces?—preguntó Baekhyun. Dio un paso al frente y el suelo crujió, la buhardilla entera pareció temblar, a punto de caerse—. ¿Por qué tienes todas estas cosas?

—Tenemos que practicar antes de pintar la primera copia—respondió Chanyeol, agachándose y poniéndose de pie para dejar los blocs en su lugar—. Podríamos empezar a pintar ya, pero una vez que se comete un error, no hay manera de corregirlo. Se notará en una copia. Creo que Suho no nos dará lienzos de por vida, tampoco. Tenemos que ahorrar, tener paciencia. Va a salir bien.

—¿Practicar?—preguntó Baekhyun, poniendo una mueca, como si hubiera comido algo con mal sabor—. ¿Primera copia?

—Sí, vamos a hacer dos—dijo, levantando dos dedos en una mano para ejemplificar.

—¿Por qué dos?

—No quieres saberlo.

La respuesta críptica hizo que Baekhyun se cruzara de brazos, enfadado. Había aceptado ayudar a Chanyeol porque su tono de voz le había hecho creer que era imprescindible y que probablemente no se podría hacer la copia sin él. Había aceptado a pesar de que, si Chanyeol tenía razón, estaban ayudando a un verdadero criminal a salirse con la suya. Había aceptado y esperaba convertirse en algo parecido a un socio para Chanyeol. Ahora ambos eran responsables del cuadro.

—Oh, sí quiero saberlo, y quiero saberlo ahora.

Chanyeol resopló e intentó intimidarlo con la mirada. Sin embargo -y Baekhyun no sabía si era por el cabello desordenado o las orejas grandes-, terminó viéndose como un cachorro molesto.

—¿Vas a decirme?—insistió Baekhyun—. No puedes terminar esas copias sin mi—le recordó.

—Está bien, bien—Chanyeol respiró profundo, como si lo que fuera a decir fuera difícil para él—. Haremos dos copias porque vamos a quedarnos con el Luhan original.

—Y dices que no eres un estafador—dijo él después de un rato, entrecerrando los ojos.

—¿Crees que soy estúpido? Wu Yifan probablemente robó este cuadro y prefiero cualquier cosa a que él lo tenga en sus manos otra vez—explicó—. Vamos a pintar dos copias perfectas para darle una a él como “la original” y la otra como “la copia”. Nunca sabrá que nos quedamos con la pintura original. Entonces, vamos a buscar a Luhan y se la vamos a devolver.

Baekhyun lo miró por un largo minuto en silencio.

—Has pensado mucho en esto.

—Aquí solo—dijo Chanyeol, abriendo los brazos como si quisiera abarcar toda la buhardilla en un abrazo—, tengo el tiempo suficiente para ponerme a pensar de más.

—No sé por qué voy a hacer esto—murmuró Baekhyun, mirando los blocs en el suelo—. No sé nada de nada, pero ¿ya qué? Ahora tú mandas.

Un pensamiento fugaz le pasó por la cabeza y él lo desechó como si espantara una mosca. Quizá sentía desprecio hacia Wu Yifan, quien lo amenazó con un arma y lo dejó divagar frente a él por el miedo. Si podía, si lo dejaban, Baekhyun quería vengarse. Lo haría sufrir.

Era demasiado agresivo para ser algo que se le hubiera ocurrido a él, así que lo olvidó.

—Ven, siéntate junto a mí—lo llamó Chanyeol, palmeando el suelo a su lado.

—¿No tienes sillas o algún lugar más cómodo para…?—Chanyeol lo miró sin parpadear—. Vale, entiendo, entiendo. Ya voy.

Se sentó junto a él y dejó que le pusiera uno de los blocs de dibujo en el regazo. Estaban directamente al frente del caballete y Baekhyun vio que Chanyeol había esbozado en lápiz la flor de arcoíris con un nivel de detalle que no pudo evitar envidiar.

—Antes de darme cuenta que había cambiado la pincelada en el tallo, experimenté un poco con las pinturas—le informó Chanyeol, trayendo más cosas frente a ambos y dejándolas en el suelo—. Creo que tengo todo listo para empezar con la copia. Hice esto por mucho tiempo, mientras decidía si debía pedirte ayuda o no.

—¿Decidiendo?—Baekhyun bufó—. Tú me necesitas.

—Podría imitar esa pincelada, pero me llevaría tiempo hacerla perfecta. En cambio, tú, bueno, tú ya sabes por qué estás aquí.

—Pensé que yo era el único que podía ayudarte—se quejó Baekhyun, dándole un codazo. Chanyeol lo ignoró a favor de seguir moviendo de un lado a otro las pinturas—. Me mentiste.

—Nunca dije que eras el único—dijo él, sonriendo—. Podría encargarme yo solo, pero me llevaría mucho más tiempo y no sé si Wu Yifan está dispuesto a esperar tanto. No sé si todos están dispuestos a esperar tanto. Copiar es algo que se me da bien, pero no voy a engañarte, tarda bastante. Es mejor si ambos colaboramos.

—Claro, claro.

Chanyeol le señaló el tallo del dibujo.

—Esto es lo que vamos a hacer. Pasé mucho tiempo copiando el dibujo en todos estos blocs que ves aquí. Tú debes pintar el tallo de todos dibujos usando este pincel y esta pintura.

—¿Cómo estás tan seguro de que estos son los que debo usar?—preguntó Baekhyun, pero sólo le bastó un vistazo a la expresión de Chanyeol para arrepentirse—. Está bien, tú eres el experto y el que manda. Yo hago lo que tú digas.

—Gracias—dijo Chanyeol, sin ocultar lo regocijado que estaba—. No creo que sea muy difícil para ti pintar eso. Vamos a repetirlo tanto que vas a odiarlo.

—No me digas.

Baekhyun mojó la punta del pincel en la pintura verde que Chanyeol le había preparado y, ante su mirada atenta, hizo un movimiento con la muñeca que abarcó todo el tallo de la flor que tenía ante sí. Chanyeol frunció el ceño.

—No, así no es—dijo.

—¡Dijiste que era igual a como yo pintaba y así pinto yo!—exclamó Baekhyun, señalando el tallo recién hecho con el dedo meñique.

—Baekhyun, quiero que pintes como tú, no que intentes ser como tú—respondió Chanyeol. Baekhyun asintió, como si entendiera, pero no era así—. Mira, tenemos todavía mucho que hacer. No ibas a hacerlo perfecto la primera vez.

—Si sigues diciendo cosas así, voy a salir corriendo y no me verás nunca más—masculló—. Suena a tortura.

—Suena a copia de cuadros, para mí.

—No te hagas el gracioso.

Baekhyun sopló la pintura, para secarla más rápido, y luego pasó la página. Ahí estaba, otra vez, una copia exacta de la flor de arcoíris.

—Te tomas muy en serio eso de repetir—comentó Baekhyun—. Diría que es admirable, pero no, no lo es.

—La repetición te lleva a la perfección. Ya lo verás.

Puso el pincel en la pintura y luego en el bloc. Esta vez, tardó un poco más de tiempo en llevarlo de la punta hasta los pétalos. Sin embargo, no tuvo que ver la expresión de Chanyeol para saber que no era así como debió haberlo hecho.

—¡Voy a hacerlo mal si no dejas de vigilarme!—lo amenazó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como Chanyeol le había advertido, la repetición se convirtió en el trabajo de Baekhyun y pronto empezó a odiarlo. Desde que entraba al Estudio hasta que salía, pintaba tallos de flores en blocs de dibujo que el otro sacaba de todos lados como si se los hubieran regalado. Cada día tenía cinco o diez más de esos con flores exactamente iguales en cada página. A pesar de todo, Chanyeol se encargaba de entretenerlo cuando el tedio se hacía insoportable. Jugaban, hablaban y hacían ejercicios de estiramiento juntos. Como almorzar, según Chanyeol, ni siquiera podía pensarse, Baekhyun había empezado a pedirle a Yixing que comprara algo que ambos pudieran comer arriba en la buhardilla en vez de las cestas de frutas que solía traer.

La primera vez que sorprendió a Chanyeol con uno de esos almuerzos, ambos echados de cualquier manera en el suelo de madera que barrían por turnos cada dos días, sus ojos estaban tan abiertos que parecía que iban a salirse de sus órbitas.

—¿Comida?—preguntó, como si fuera un concepto ajeno a él.

—Sí, almuerzo—corroboró Baekhyun, sonriendo—. ¿Hace cuánto tiempo que no tomas un descanso como una persona normal?

—No lo sé, no lo había pensado.

Habían instaurado una rutina que los convertía en algo más parecido a un par de amigos que a socios, lo cual tenía a Baekhyun de muy buen humor la mayoría del tiempo. Sabía, por aquella vez que Chanyeol lo había llevado a casa, que el chico era una buena persona. Aunque después habían tenido problemas y Chanyeol se había reusado a explicarse a sí mismo, parecía que situaciones más grandes que ellos los habían obligado a acercarse.

Aún había muchas cosas que Baekhyun no sabía sobre él, pero estaba dispuesto a esperar a que se las dijera. A veces, Chanyeol soltaba cosas mientras trabajaba. “Me gusta este tono de azul”, “¿has pensado alguna vez en lo poco que sabemos sobre nombres de colores hasta que empezamos a pintar?”, “mi novia odia que haga esto. Qué bueno que no está aquí”, “debí haber traído el coche hoy, no tengo ganas de usar el autobús”.

Si antes quería acercarse a él por orgullo, porque él era la persona más encantadora del mundo y no podía entender cómo alguien podía odiarlo, ahora le agradaba genuinamente. Se habían convertido en una buena pareja. La prueba fue la segunda visita de Wu Yifan.

Primero subió Jongin, pálido como un muerto y temblando ligeramente. Detrás de él, entró Sehun, con expresión aturdida. Ambos miraron el desorden de papeles y pinturas que Chanyeol y Baekhyun se habían arreglado para dejar por ese día y luego se fijaron en ellos, descansando cuan largos eran frente al cuadro de Luhan y discutiendo en voz baja sobre los detalles en las hojas de la flor.

—Llegó—dijo Sehun, críptico, al darse cuenta que Jongin no iba a hablar.

—¿Qué?—preguntó Baekhyun, irguiéndose un poco con los codos. Chanyeol lo ayudó, poniéndole una mano en el brazo—. ¿Por qué tienen esa cara? ¿Vieron un fantasma en su largo camino hacia aquí?

Chanyeol se echó hacia atrás para reírse. Desde que pasaban tanto tiempo juntos, encontraba que muchas de las cosas que Baekhyun decía eran graciosas.

—Llegó—repitió Sehun, lentamente.

—¿Quién llegó?—preguntó Chanyeol, respirando pesadamente por la risa.

—Wu Yifan—respondió Jongin.

Y se hizo el silencio. Baekhyun descubrió, no sin sentirse ligeramente avergonzado, que había contenido la respiración. Dejó salir el aire con suavidad por la boca, deseando que nadie lo escuchara en ese silencio tan profundo, y miró a Chanyeol por el rabillo del ojo. El otro chico ya lo estaba mirando, y ambos parecieron comunicarse mentalmente.

—Bueno, ¿y qué quieres que hagamos?—preguntó Baekhyun, fingiendo demencia—. Estamos trabajando muy duro y no nos gustan las interrupciones.

—¡Baekhyun!—exclamó Jongin, mirándolo de manera acusadora—. ¿Por qué crees que Wu Yifan vendría de nuevo?

—Yo no sé ustedes, pero a mí tendrán que llevarme a rastras hasta abajo, porque yo no voy a ir por mi propio pie hasta Wu Yifan.

Jongin y Sehun intercambiaron una mirada, como si fuera un reto, y en dos zancadas pasaron por encima de los blocs y lo levantaron en volandas.

—¡No! ¡No! ¡No!—chilló Baekhyun, golpeando sin mucho resultado donde podía. Logró darle a Sehun en la parte trasera de los muslos y a Jongin en las costillas, pero no lo soltaron—. ¿Qué están haciendo?

Sin fijarse por donde caminaban –y pisando más de una de las flores en las que estaban practicando desde la mañana-, cruzaron la habitación y llegaron a las escaleras. Chanyeol, todavía con la camisa remangada y los dedos untados de pintura, los siguió de cerca. Parecía estar debatiéndose entre el dilema de ayudarle o dejar a los otros dos hacer lo que querían.

—¡No lo dejen caer!—les ordenó, al fin, mientras bajaban con dificultad las estrechas escaleras, ellos con Baekhyun a cuestas—. ¡No le hagan daño!

Baekhyun le dio una mirada furiosa por encima del hombro de Jongin, sabiendo que seguir luchando era fútil si su único aliado prefería no meterse en una pelea. Así, en medio del escándalo, y sin delicadeza, llegaron al primer piso, donde Wu Yifan, y un par de clientes más, miraban la escena, atónitos.

—¿Pero qué están haciendo?—preguntó Suho, obligando a Jongin y Sehun a bajar a Baekhyun—. ¿Qué va a pensar todo el mundo si nos ven así?—masculló.

Cuando tuvo ambos pies en la tierra, y Chanyeol se puso de pie a su lado, como si fuera su guardaespaldas, Baekhyun supo qué era lo que iba a pasar antes de que ocurriera. Abrió la boca y no pudo detener el torrente de palabras que salió de ella.

—¡Hola, Wu Yifan, nuestro cliente favorito!—soltó, elevando los brazos, como si saludara a un viejo amigo. Yifan, con otro abrigo peludo de esos que gritaban mal gusto por todos lados y un par de gafas de sol, asintió—. ¿A qué debemos tu visita?

—Quería saber cómo iban con…— miró a ambos lados, donde un par de clientes del Estudio eran testigos de todo con expresión aterrada, y se puso una mano junto a la boca para ocultar lo que iba a decir, aunque siguió usando el mismo tono de voz—, el trabajo.

—El trabajo—repitió Chanyeol, arqueando las cejas. Miró a Baekhyun, incrédulo—. ¿Acaba de decir “el trabajo”?

Sí, lo escuché—dijo Baekhyun, y sonrió—. ¿Qué es esto? ¿Nos ve cara de vendedores de droga o algo así? El trabajo—lo imitó, y Chanyeol soltó una risita.

—¡Chanyeol! ¡Baekhyun!—exclamó Suho. Jongin y Sehun, los dos secuestradores, se habían ocultado parcialmente a su espalda—. ¿Acaso quieren que nos apunten con pistolas otra vez?

Una mujer soltó un jadeo, como si alguien de verdad hubiera sacado una pistola y la sostuviera frente a su cara. Baekhyun puso los ojos en blanco.

—Todo va muy bien—respondió Chanyeol, sosteniendo a Baekhyun del brazo—. Avanzamos mucho más rápido de lo que creíamos.

—¿Puedo ver?—preguntó Yifan, dando un par de pasos en su dirección. Baekhyun puso ambas manos frente a él y lo detuvo. Luego, habló, sonriente.

—¡Por supuesto que no! Tenemos…

—Reglas—agregó Chanyeol, asintiendo.

—Exactamente. Tenemos reglas que impiden que los clientes vean una pintura hasta que esta está terminada—Detrás de ellos, Suho susurró: “pero, ¿de qué están hablando?” Baekhyun lo ignoró—. Sé que usted puede traer a todos sus matones y sus pistolas y todo eso para obligarnos a mostrarle el cuadro, pero creo que hoy puede ser más razonable y seguir nuestras reglas. Una vez no lo matará.

Yifan miró a Baekhyun, o parecía que miró a Baekhyun –con las gafas de sol, no podía estar seguro-, y después de un par de tensos segundos, asintió.

—Por supuesto, soy una persona razonable—dijo, metiendo una mano de manera casual en uno de los bolsillos de su horrendo abrigo peludo—. Confío especialmente en ti, Baekhyun, tienes una mirada aguda y sabes mantener una buena conversación.

Chanyeol se cubrió la boca con la mano libre para evitar echarse a reír. Baekhyun lo sintió temblar a su lado y sonrió. Pensó que Yifan no diría algo así si supiera la verdadera razón por la que empezó a hablar con él.  

—Somos expertos en el arte—dijo, con doble sentido—. Ya verá que estará muy complacido con el trabajo—finalizó, guiñándole un ojo.

Chanyeol se echó a reír tan fuerte que se dobló en dos. Repetía entre risas: “no puedo, no puedo”, y Suho estaba tan asustado que se había congelado en su sitio.

—Quiero que esté terminado lo más pronto posible—continuó Yifan, ignorándolos. Con gesto distraído, se acercó a Suho y le puso en una mano inmóvil un pedazo de papel—. Esta es mi tarjeta.

—Por dios—murmuró Baekhyun, sólo para que Chanyeol lo escuchara—, tiene tarjetas de presentación. Esto es peor de lo que pensábamos.

—¿Por qué?—preguntó Chanyeol, irguiéndose un poco.

—Porque es más que un mafioso de poca monta en China. Tiene doble vida, como los de las películas, Chanyeol—le explicó, en voz baja—. Ya no estoy tan seguro de hacer las dos copias.

—No dudes ahora. Sé que parece que lo hubieran sacado de una película para niños de Disney, pero ¿quizá necesitas que saque una pistola?

—No bromees con eso.

Suho sostenía la tarjeta con la punta de los dedos, como si estuviera llena de mierda o un desperdicio semejante, mientras Yifan iniciaba un discurso sobre la entrega del trabajo en unas fechas específicas y lo que quería después.

—¿Entendieron todos?—preguntó, al final.

—Sí, por supuesto, señor Yifan—respondió Baekhyun, sonriendo—. Todo saldrá perfecto.

Ya no tenía miedo. Sin embargo, recordaba muy bien la primera visita y entrecerró los ojos. “Vamos a joderte”, pensó, poniéndole a Chanyeol una mano en la espalda baja, “vamos a arruinarte y no vas a enterarte hasta que sea demasiado tarde”.

 

 

 

 

 

 

 

 

—Ella quería ser pintora—dijo Chanyeol una tarde. La luz del sol entraba por una de las ventanas con el marco atorado de la buhardilla, iluminando una pila de blocs de dibujo.

La pincelada que Baekhyun había empezado se desvió hacia un lado por la sorpresa. Él, estoico, pasó la página y mojó el pincel de nuevo.

—Pero no pudo, ¿sabes?—continuó el chico, sin mirarlo. Se daban la espalda. Entre ellos estaba el caballete con el Luhan original. Cuando se concentraban demasiado, ni siquiera recordaban que estaba ahí—. Por eso los odia tanto a ustedes. Dice: “el mundo se está llenando de vagos que se escudan detrás del arte y la cultura para justificar su inutilidad”. Ella quería, pero como no lo logró, los insulta. Culpa a todos los que sí pudieron de su fracaso. No soporta a Kyungsoo, ni a Sehun, ni a ti.

—Es un encanto de chica—repitió Baekhyun, un comentario que había hecho hacía mucho tiempo.

—Me enamoré de ella cuando todavía estaba intentándolo. Le dije que lo haríamos juntos, convertirnos en pintores. Y mientras yo hacía copias, ella se rindió. Un día, de pronto, me dijo que no iba más—Chanyeol le sonrió a la flor que estaba dibujando—. Fue como si se hubiera muerto. Se llenó de odio hacia todos ustedes.

—Dices ustedes como si tú no pintaras también—comentó Baekhyun, girándose por fin y mirando hacia su espalda. Estaba descalzo, y alargó la pierna para tocarlo con la punta de los dedos del pie.

—Ella me clasifica en otra categoría. Dice que soy “un intento de artista”. Supongo que eso está bien para ella, es suficiente para aceptarme todavía. Hacer copias no es ser pintor, hacer paisajes no es ser pintor.

—Oye…

—Yo pienso, Baekhyunnie, que los sueños te hacen brillar. No literalmente, claro, pero… ¿entiendes? Ella se apagó, se murió, y ahora sólo… sólo está ahí—Chanyeol hizo un gesto que abarcaba los blocs abiertos alrededor, todos en una página con una flor en lápiz y el tallo pintado—. Está conmigo porque es lo correcto, porque ha sido así desde hace mucho tiempo. Y yo no sé si puedo seguir así. Sé que no soy un pintor convencional, pero…

Alguien dejó caer algo en el segundo piso, quizá Sehun o Jongin, porque los escucharon reírse. Luego, la voz enojada de Kyungsoo subió de volumen por un par de segundos. No se entendía lo que gritaba, pero las risas cesaron.

—¿Qué pasó?—preguntó Baekhyun, después de un rato. Había esperado a que finalizara la frase, pero no sucedió.

—Nada—respondió Chanyeol, suspirando—. Últimamente estoy pensando demasiado.

 

 

 

 

 

 

 

 

Baekhyun hizo la pincelada perfecta cuando no estaba prestando toda su atención. El movimiento de muñeca era ya tan familiar como el que hacía para masturbarse o para lavarse los dientes. En un momento la flor en lápiz no era más que un bosquejo en el papel, luego, había un tallo.

No. Pero sí. Sí. Baekhyun lo miró fijamente.

—Chanyeol—llamó, y se sorprendió de que le temblara la voz—. Chanyeollie.

—¿Qué?—preguntó él, desde su lugar junto a la ventana atorada. Ese día no había luz del sol—. ¿Qué pasa?

—Ven. Ven rápido.

Chanyeol gateó hasta él, demasiado cansado para caminar. El tedio los consumía a veces, y se sumían en un silencio espeso, como si pintaran bajo el agua. En esos momentos, ambos se retiraban a esquinas opuestas de la buhardilla y a Baekhyun le gustaba imaginar que todavía estaban en guerra y se lanzaban bolitas de papel o tarros abiertos de vinilo.

—¿Qué pasó? A ver—dijo Chanyeol, con la voz ronca por falta de uso y los ojos a medio cerrar—. Si es otro insecto, Baekhyun, ya te he dicho que no voy a matarlos por ti. A mí también me asustan.

El resto de su queja se quedó atorada en su garganta cuando vio el bloc de dibujo que Baekhyun repetía. Lo miró con atención, con los ojos moviéndose de un lado a otro, como si en vez de una sola línea, estuviera revisando una pintura completa. Después, lentamente, tomó la cara de Baekhyun, y sonrió.

—Ahí está—dijo.

—Es esa—murmuró Baekhyun, sintiéndose a punto de llorar. No era una estupidez. Con una pincelada igual a esa iban a estafar a la persona que lo había amenazado a él con un arma.

—Es esa—repitió Chanyeol, y su sonrisa era tan grande que uno de sus ojos se cerraba más que el otro.

—Vamos a hacerlo, Chanyeol.

Chanyeol se rio suave, sin soltarle la cara, y negó con la cabeza.

—Oh, no, Baekhyunnie. Ahora soy yo el que tiene que practicar.

 

 

 

 

 

 

 

Baekhyun debió haberlo visto venir. Habían pasado demasiado tiempo juntos. Él no era tonto, sabía que no era suficiente para que naciera el amor, pero sí algo parecido.

Mientras era él quien practicaba, repitiendo el tallo de la flor en verde más veces de las que le habría gustado, la atención de Chanyeol solía estar en su trabajo, en él. Sí, ambos se concentraban en lo que hacían, pero sólo le bastaba llamarlo desde donde estuviera y el otro venía a su encuentro. Estaba siempre ahí. Sin embargo, ahora que era Chanyeol quien pintaba una y otra vez los pétalos y las hojas de la flor, era eso lo único que veía.

Fue entonces que Baekhyun se dio cuenta lo mucho que le había gustado haber estado en el foco de la atención de Chanyeol, y, por ende, lo mucho que él le gustaba. Chanyeol había tenido infinita paciencia con su progreso en la pintura, se sentaba a comer con él, le sonreía como si Baekhyun hubiese sido un regalo del cielo y brillara con luz propia, elogiaba su trabajo y lo que decía, lo escuchaba cuando hablaba, se había enfrentado por Baekhyun a un par de cucarachas que habían aparecido de pronto en la buhardilla, aunque a él también le asustaban. Chanyeol era un buen chico, y era sólo suyo cuando estaban pintando.

—Tu novia no me gusta—dijo, un día, echado en el suelo. Sabía que debía seguir pintando tallos, porque la repetición hacía la perfección, pero no podía dejar de observar a Chanyeol. Él se quedaba muy silencioso, y fruncía el entrecejo.

—Ajá—respondió Chanyeol.

—Dile que no me gusta.

—Estará muy contenta de saberlo—murmuró él, concentrado en su trabajo.

A veces, Baekhyun miraba por encima de su hombro al bloc en el que trabajaba, y se quedaba muy quieto, maravillado ante el talento de Chanyeol. Sabía que era un buen pintor, pero eso no era ni la quinta parte de lo que podía hacer cuando le daban un cuadro al que copiar. Era como si Luhan se hubiera metido en su cuerpo y usara su mano para ponerle un poco de color a los pétalos de lápiz.

—Sólo te tengo para mí cuando estás pintando, así que voy a hacer todo mi mejor esfuerzo para que nuestro tiempo juntos sea un tiempo bien usado.

—¿Debería interesarme por lo que estás diciendo o continuar con mi tranquila vida?—bromeaba Chanyeol—. Creo que esa pregunta se ha respondido sola.

Yixing debió haberse dado cuenta, también, porque cada viernes añadía una botella de licor al almuerzo que compraba para que Baekhyun compartiera con Chanyeol. Él sólo le agradecía con una sonrisa, incapaz de decirle algo más. Estaba seguro de que conocía a la preciosa y encantadora novia de su compañero de buhardilla. Eso no evitaba que se lo bebieran todo entre los dos, y lo que quedaba de la tarde lo pasaran entre copias a medio terminar.

—¿Cuánto más van a demorar?—preguntaba Suho, con los ojos paseándose nerviosamente de un lado a otro y negándose, quizá inconscientemente, a referirse directamente a la copia.

—Tardaremos lo necesario—respondía Baekhyun, de pie en la entrada a la buhardilla, bloqueando el paso en las escaleras—. Y te recomiendo que no nos apures. ¿Quieres que Wu Yifan regrese después al ver que la copia que tanto quería no es perfecta?

En momentos de aburrimiento extremo, Baekhyun se armaba con pinceles finos y se acercaba a Chanyeol en lo que creía era una manera silenciosa.

—¿Qué haces?—le preguntaba él, sin interrumpir el trabajo. Sólo se detenía cuando estaba tan bebido que cambiaba de lugar los colores de la flor en las copias.

—Voy a pintarte un montón de flores en los brazos.

—Baekhyun, no.

—Baekhyun, sí.

Y no importaba al final cuánto se quejaba, porque Baekhyun se salía con la suya. Empezaba en la piel descubierta que tuviera más cercana y luego hacía crecer el tatuaje temporal en la dirección en la que Chanyeol lo dejara. Así, lo había enviado a su casa con flores corriéndole por los tobillos, los antebrazos y el cuello. Le gustaba pintarle capullos de los mismos colores que tenía la pintura de Luhan, y lo hacía con mucho cuidado, como si en vez de un pincel, le estuviera dejando besos.

—¿Qué pasó?—preguntó Kyungsoo un día, antes de que Baekhyun pudiera refugiarse en la buhardilla.

—No sé de qué hablas—respondió Baekhyun, sin mirarlo. Estaba revisando diseños de flores en internet para pintárselas a Chanyeol en las clavículas.

—¿Qué pasó entre Chanyeol y tú?—insistió.

Baekhyun se quedó quieto, a punto de dar un paso en las escaleras que iban hacia la buhardilla. Fingió demencia, poniendo morros y guardando una mano de manera descuidada en el bolsillo del pantalón.

—No ha pasado nada entre él y yo—dijo, encogiendo un hombro.

—Bueno, pues no lo parece—Kyungsoo se cruzó de brazos y frunció el ceño.

—¿Y qué es lo que parece?

—No lo sé. No están nunca por aquí abajo, pero cuando lo están, no paran de hablar en voz baja y soltar risitas, como colegialas, y se miran todo el tiempo. No me creerás, pero conté la otra vez la cantidad de segundos que Chanyeol pasó sin quitarte los ojos de encima esperando a que terminaras de hablar con Sehun para subir a la buhardilla. 35, Baekhyun, 35 segundos.

—¿Tanto? Oh, vaya—comentó Baekhyun, todavía sin mirarlo.

—Además, ¿qué es todo eso que le pintas encima? ¿Estás marcando territorio o algo así? Porque te aseguro que su novia no está muy contenta cuando lo ve llegar así a casa.

Baekhyun puso una mueca y rodó los ojos.

—Es sólo pintura, Kyungsoo, no es nada—Hizo un gesto con la mano para restarle importancia y subió el primer escalón—. Si tanto le molesta, que se meta con él en la ducha y se la quite con jabón.

—Baekhyun, no creo que sólo sea pintura.

Se miraron en silencio, hasta que Baekhyun abrió la boca.

—Y qué bueno que seas el único que piense así.

El tiempo que tardó Chanyeol en perfeccionar la flor fue incluso menos de la mitad de lo que a Baekhyun le tomó hacer sólo el tallo. De repente, estuvo ahí. Chanyeol se la puso casi en la nariz, todavía fresca, cuando Baekhyun se había dedicado a hacer su trabajo diligentemente.

—¿Qué? ¿Qué?—repitió, tomando el bloc y alejándolo de su cara. Lo miró dos veces—. ¿Qué?

—Ya está—anunció Chanyeol, sonriendo. Y parecía un niño que se ha salido con la suya en una travesura—. Es un cuadro perfecto de Luhan.

—No me jodas.

—Mírala, es exactamente igual.

Baekhyun hizo lo que le decía y no pudo evitar el grito de emoción que le salió de adentro, casi desde el estómago. Recordó a Yifan y su pistola y el miedo, como tantas veces antes, pero esta vez sintió algo más: triunfo.

—¡No puede ser cierto, Chanyeollie!—exclamó, lanzándose hacia él. Se abrazaron, y a ambos les temblaban las manos—. ¡Lo tenemos, lo tenemos!

—Lo tenemos—respondió Chanyeol, ligeramente agachado para hacer el abrazo más cómodo.

—Vamos a estafar a Wu Yifan.

—Y le devolveremos la pintura original a Luhan.

—Vamos a hacer que sufra.

—Eh, sí, claro, lo que tú digas.

Cuando Chanyeol salió del estudio, tenía flores pintadas en los dedos. Kyungsoo no estaba feliz.

 

 

 

 

 

 

 

 

El primer lienzo parecía amenazador en toda su blancura. Chanyeol dijo que se había encargado de preparar ambos antes de que Baekhyun llegara.

—No pude dormir nada anoche, así que llegué aquí muy temprano y se los pedí a Suho—le informó—. No creerás la cara que puso. Estaba feliz, pero asustado, pero feliz. Yo creo que no sabía bien qué era lo que estaba sintiendo.

Había dejado los dos lienzos en caballetes frente al que sostenía el Luhan original. Las pinturas que Chanyeol había hecho durante el tiempo que practicaban también estaban ahí, justo a los lados. Las luces estaban encendidas. Baekhyun pensó que los lienzos se parecían mucho a la hoja de Microsoft Word vacía que le devolvía la mirada cada vez que, en la universidad, le pedían escribir un ensayo.

—No puedo creer que vamos a hacer dos de estas—dijo Baekhyun, al final—. Creo que me sentiría mejor si copiara a Dalí, porque al menos él está muerto y no puede demandarnos.

—Luhan no va a demandarnos.

—No ahora—Baekhyun hizo una pausa, resoplando, y añadió—: oh, pero después…

—Baekhyunnie, no seas pesimista.

Chanyeol se subió las mangas de la camisa y flores de colores fueron visibles. Baekhyun sonrió; su novia no se las había limpiado.

—Voy a empezar—anunció Chanyeol.

Se acercó al primer lienzo y respiró profundo.

—Vamos—susurró.

—Si quieres, puedo darte apoyo moral.

Chanyeol se rio, mientras tomaba un lápiz y lo ponía en el lienzo, sin apretar.

—¿Apoyo moral?—preguntó, sin mirarlo. Empezó a dibujar la flor, y fue rápido, como ya lo había hecho miles de veces antes. Era un experto en lo que hacía—. No, yo necesito algo más.

—Puedo dártelo—se apresuró en decir Baekhyun, mirándolo trabajar.

—¿Ah, sí? ¿Y qué sería eso?—Chanyeol lo miró encima del hombro, deteniéndose.

Baekhyun tragó saliva.

—No sé. ¿Qué es lo que quieres tú?—preguntó, en voz baja.

—¿Lo que yo quiero?

Se miraron en silencio, hasta que Baekhyun vio que el lápiz estaba moviéndose ligeramente hacia abajo. Con rapidez, se inclinó y apartó la mano de Chanyeol del lienzo.

—Vas a mancharlo—dijo, en el mismo tono bajo—. No queremos que se vea una mancha.

—Claro, sí—concedió Chanyeol, antes de aclararse la garganta. Sin embargo, siguió mirando a Baekhyun con intensidad. El chico pensó que era una sorpresa que nadie más que Kyungsoo le hubiera preguntado sobre su relación, porque sí se estaban mirando de manera sospechosa con regularidad—. Si esto sale bien, Baekhyun, tendrás que darme algo. Lo que yo quiero.

—Sí, te daré lo que tú quieras—accedió él.

Después de haber pasado tanto tiempo practicando y repitiendo, fue anticlimático pintar las copias. Cuando Chanyeol hizo que se sentara frente al lienzo y le diera las pinceladas necesarias para terminar el tallo de la flor, Baekhyun lo hizo sin darse cuenta. Movió la mano, arriba y abajo, un par de veces en el lienzo de la izquierda, un par de veces en el lienzo de la derecha, y dejó el pincel para que Chanyeol tomara su lugar. Luego, se echó en el suelo, junto a Chanyeol, y le pintó flores en el empeine mientras él terminaba el trabajo.

Al final, tenían tres pinturas exactamente iguales.

Chanyeol se acomodó a su lado, mirando al techo. Le temblaba ligeramente la mano, y Baekhyun se la apretó entre las suyas. Recordó la primera vez que lo había llamado Baekhyunnie.

—Hemos terminado—dijo Chanyeol, como un suspiro—. Estoy muy cansado. Quiero irme a dormir.

—O podemos ir a celebrar—ofreció Baekhyun, apretando su mano.

Chanyeol levantó una pierna y fingió que iba a patearlo. Una enredadera con flores azules subía por todo su pie, perdiéndose bajo la bota del pantalón. Hacía un par de horas, los demás se habían ido a casa. Ellos no se habían detenido ni siquiera para almorzar. Si se concentraba, Baekhyun podía sentir el hoyo que parecía haberse tragado su estómago entero. Pero estaba muy feliz.

—¿Qué propones?—preguntó Chanyeol, mirándolo de lado.

—El bar—dijo Baekhyun—. Vamos al bar. Y yo me pondré muy borracho, como aquella vez, para que tú tengas una excusa y puedas ir conmigo hasta mi casa. Te daré lo que quieres.

—¿Lo que yo quiero o lo que tú quieres?—dijo él, sonriendo torcido.

—¿No es lo mismo?

A Chanyeol se le borró la sonrisa, pero no dejó de mirarlo. Baekhyun se irguió lentamente, como si tuviera pereza, y le palmeó el estómago.

—Se acabaron las tardes en la buhardilla—dijo, como si estuviera pensando en voz alta, pero en realidad estaba recordándole—. Y ya no podremos estar más tiempo aquí, ambos.

Chanyeol se tomó un par de segundos para responder, como si no estuviera seguro sobre lo que había que decir. Había tres cuadros de una flor de arcoíris con ellos en la habitación, y las luces seguían encendidas. Afuera, era de noche. Baekhyun podía imaginarse a Kyungsoo mirándolo con desaprobación si escuchara lo que estaba pidiéndole a Chanyeol, aunque tuviera pareja. Probablemente se saldría con la suya, Baekhyun solía salirse con la suya.

—Le hice una marca a los bastidores de las copias—dijo, con cuidado—. Así sabremos cuáles son las que debemos darle a Wu Yifan y cuál es la que debemos quedarnos. No te preocupes, no es muy grande. Es una pequeña muesca, casi no se ve. Tengo que enseñártela…

Baekhyun le soltó la mano, para que pudiera ponerse de pie y trajera consigo uno de los lienzos. La pintura ya se había secado y él se preguntó cuánto tiempo había estado ahí, acostado en el suelo, junto a Chanyeol. Había tensión en el aire, y no se sentía capaz de soportarlo.

—Ha pasado tanto tiempo…— susurró. Esperó a que Chanyeol le enseñara el bastidor del lienzo.

Justo en la esquina superior izquierda, Chanyeol había hecho más profundo en el ángulo, como si hubiese usado un cuchillo para cortar la madera. Era muy pequeño y casi imperceptible, pero ahora Baekhyun sabía dónde estaba y, si quería, podía pasar la mano por ahí, palparlo lentamente, para saber si era una copia.

Chanyeol se llevó el cuadro consigo cuando se puso de pie. Después, con lentitud, empezó a envolver el original, como si tuviera en sus brazos a un bebé y no a un objeto inanimado. Parecía querer demorarse, quizá esperando que Baekhyun cambiara de opinión, pero él ya estaba cansado, también, y quería que todo acabara de una forma u otra.

Todavía en el suelo, Baekhyun habló.

—Voy a ir al bar y me emborracharé—le dijo—. Iré solo, pero te estaré esperando. Ya sabes para qué—Baekhyun pudo ver la mirada asustada de Chanyeol. Sí, sabía para qué lo quería ahí—. Dame una hora y vienes. Puedes dejar el cuadro en mi casa.

Baekhyun se puso de pie y se despidió con la mano.

—Una hora—repitió.

Y bajó las escaleras. Arriba, en la buhardilla, Chanyeol estaba quieto. La vieja casa solía temblar en sus cimientos cuando alguien caminaba dentro de ella, como si le doliera cargar con ese peso. Esa noche, ni una sola de las tablas de madera crujió cuando Baekhyun le puso el pie encima. Parecía flotar por el lugar, quizá como su estado de ánimo, porque él sabía, sí, lo que no iba a pasar después.

Entró en el bar, donde tantas veces había estado, y pidió lo mismo que aquella noche lo había hecho emborracharse, cuando Jongin lo había dejado abandonado en la mesa para ir a follarse a una chica en el baño. Se lo bebió todo con lentitud, disfrutándolo, mientras miraba a muchos otros que, como él, habían decidido que una noche en la mitad de la semana era buena para llenarse hasta las orejas de licor.

Finalmente, cuando ya estaba tan borracho que no podía ni ponerse de pie, llamó a Jongin.

—¿Puedes venir por mí?—le preguntó, aunque las palabras se le pegaban y ni él mismo se entendía—. ¿Puedes venir por mí? Estoy cerca del Estudio, en el bar, y estoy muy, muy, muy borracho. Creo que me voy a desmayar. Pero espera, me voy a desmayar después de vomitar. Sí, voy a vomitar antes.

Lo habían dejado plantado otra vez. Dos veces en el mismo lugar. Al menos, iba a cerrar el círculo, y, esta vez, sería Jongin quien vendría cabalgando en su coche para salvarlo de la humillación pública.

—¿Y qué haces ahí solo?—preguntó Jongin, adormilado.

—Perder el tiempo, Jongin. Así ha sido desde que Wu Yifan entró a mi vida.

 

 

 

 

 

 

 

No debería estar enojado y lo sabía. No había pasado absolutamente nada. Además, Chanyeol nunca le había hecho creer que pasaría algo entre ellos. Sí, hablaba con él en murmullos y se reía de sus chistes, había hecho todas esas cosas que lo habían hecho enamorarse un poquito, pero no había sido a propósito. Todo era culpa de Baekhyun, y eso era lo que a Kyungsoo no le había gustado.

Ahora, al menos, no tenía obligación alguna de hablar con Park Chanyeol, o de pasar tiempo con él. Durante un tiempo, los papeles se invirtieron, y aquel a quien le habían declarado la guerra, se convirtió en el instigador.

—Déjame pasar—pedía Chanyeol, ante la puerta cerrada del espacio creativo de Baekhyun. Era entonces cuando Kyungsoo decidía darse un paseo por todo el segundo piso. Según él, era muy incómodo pintar todo el día. Le empezaba a doler la espalda a esa hora—. Por favor, déjame pasar. Tengo que decirle algo muy importante.

—Está ocupado, Park—decía, poniéndose de pie junto a la puerta—. Y aunque no lo estuviera, dudo que quisiera hablar contigo.

Baekhyun no podía saber qué era lo que ocurría en esas pausas frente a su puerta, pero sí, imaginarlo. Chanyeol fruncía el ceño, como si lo hubieran regañado, y Kyungsoo se miraba las uñas de una mano, aburrido.

—Tú no entiendes…

—No, no entiendo—decía Kyungsoo, y quizá se encogía de hombros—, y no tengo que hacerlo. Ustedes no son amigos, no insistas. ¿No fue por eso que empezó esa guerra estúpida hace un rato? Ya se acabó, Park. Ahora todos debemos mirar hacia delante.

Suho había empezado a llenarlo de trabajos para suplir todo el tiempo que estuvo haciendo las copias de Wu Yifan. Ahora era Baekhyun quien se quedaba encerrado en la habitación, pintando bodegón tras bodegón y saliendo sólo para almorzar con sus amigos.

Habló con Chanyeol una única vez, cuando se encontraron en las escaleras hacia el primer piso. Baekhyun lo detuvo con una mano en el pecho y le sonrió.

—Fue un buen trabajo. Entiendo. Espero que les vaya bien.

—Baekhyun, tengo algo que decirte. 

—Pero yo no quiero escucharlo—le había dicho él—. Lograste lo que querías.

Al final, cuando Wu Yifan hizo su magnífica aparición, vestido de arriba abajo de negro y con sus innumerables matones a los costados, una tarde después de que se cerraran las puertas del estudio, todos estaban preparados. Baekhyun no sabía qué había sido del cuadro original. Después del fiasco del bar, no había querido ni acercarse a Chanyeol. Estaba seguro de que los dos cuadros que ahora tenían consigo para ser entregados y llevados a quién sabía dónde eran los falsos. Con cuidado y disimulo, había pasado los dedos por el borde de los bastidores. Las muescas estaban ahí. Chanyeol y él habían intercambiado una mirada, y él había asentido.

Wu Yifan los vio a todos desde su gran altura, por encima de los lentes de sol. Su mano parecía estarse moviendo de manera nerviosa e ininterrumpida en el bolsillo de su abrigo. Baekhyun imaginó que era ahí donde tenía la pistola, el arma con la que lo había amenazado hasta que, por el miedo, había empezado a hablar con él.

Suho encabezaba el grupo de pintores. De pie, con las piernas ligeramente abiertas y los brazos firmemente cruzados sobre el pecho, se veía como si quisiera protegerse de lo que sea que Wu Yifan tuviera para sorprenderlo esa vez. Había un silencio casi antinatural en la casa, como en la noche del bar. No pasaba ni una ráfaga de viento.

—¿Han terminado el trabajo?—preguntó Yifan, después de un saludo que nadie le respondió—. Estoy seguro de que les dije que lo quería para hoy.

—Sí, hemos termina…—respondió Suho.

Yifan levantó una mano enguantada frente a la cara de Suho, como si quisiera darle una bofetada. Nadie más se movió en la galería. El tablero con la lista de los mejores pintores seguía ahí, detrás de ellos, pero no había sido tocado desde hacía mucho tiempo.

—Quiero que sea él quien me lo diga—ordenó Yifan, señalando a Baekhyun con un gesto de la cabeza—. No me importa si eso no les gusta. No queremos repetir lo de la otra vez, ¿verdad?

—Eh, sí—casi exclamó Baekhyun, dando un paso al frente. Chanyeol lo siguió al instante, como si a él también lo hubieran llamado—. Hemos terminado la copia que nos pidió, Wu Yifan. Chanyeol, dale la copia al cliente.

Chanyeol lo miró por dos segundos, sin entenderlo, hasta que algo pareció hacer clic en su cerebro y se apresuró a tomar los cuadros que habían dejado apoyados a un lado, en la pared. Como si alguien lo hubiera atravesado con un palo, llevó, con movimientos rígidos y antinaturales, ambas pinturas a Yifan.

—Aquí están—anunció—. Puede revisarlos.

Baekhyun asintió, poniéndose los dedos en los labios, nervioso. Mientras Yifan miraba el cuadro, Chanyeol se puso de pie a su lado y llamó su atención con el codo.

—¿Qué?—susurró Baekhyun.

Chanyeol se remangó y le enseñó la flor que se había pintado en el antebrazo. Era una copia exacta de la pintura de Luhan, de los otros dos cuadros que habían hecho juntos. Baekhyun lo estudió un largo momento, casi olvidándose en el lugar en el que estaban, y con quién. ¿Qué era lo que quería decirle con eso?

—¿Cuál es la original?—preguntó Yifan, interrumpiéndolos.

—No lo sé—respondió Chanyeol, ocultando su tatuaje provisional con un movimiento del brazo—. ¿Por qué no las observa otra vez?

Alguien aspiró de manera ruidosa detrás de ellos, pero Yifan no se movió. En cambio, tamborileó con los dedos la superficie de uno de los lienzos durante un rato. Nervioso, Baekhyun buscó el brazo de Chanyeol y apretó ahí donde había visto la flor pintada. Esperaba que no se diera cuenta que el original no estaba ahí, que estaba escondido en algún sitio de esa ciudad y él nunca más lo vería de nuevo.

—Estoy sorprendido—dijo Yifan, pasándole los cuadros a uno de sus matones—, muy sorprendido, Baekhyun—. Él lo miró, sujetándose más fuerte de Chanyeol—. Bien hecho.

—Gracias—respondió Baekhyun.

—Aún necesito que me digan cuál es la original, ¿sí? Sé que deben estar muy contentos de que la copia sea, al menos a simple vista, perfecta, pero soy el cliente—Se señaló a sí mismo con un dedo enguantado—. Y nadie quiere volver a ver un arma aquí. Es un recinto para el arte y no debe ser mancillado.

—Es el de arriba—respondió Chanyeol—. El de arriba es el cuadro original.

—¿Cómo es que estás tan seguro?—preguntó Yifan, por fin mirándolo de frente. Desde su llegada, había ignorado hasta lo imposible su existencia—. No quiero que me engañes, chico.

—Estoy muy seguro, señor Wu, porque yo lo pinté—dijo él, con la voz firme—. Es el de arriba—. Baekhyun pensó que cualquiera podía ser el original si así lo quería Chanyeol.

Yifan lo observó por encima de sus gafas de sol antes de darse media vuelta y hacer un gesto. Los hombres que lo acompañaban empezaron a salir en fila, como si los hubieran entrenado para el ejército. Aún de espaldas, Yifan habló.

—Kim, le pagaré después, ¿sí? Ahora mismo debo dejar… los dos cuadros en un lugar seguro. Puede estar tranquilo, voy a contactarlo más pronto de lo que cree.

Y así, salió. Justo después, Sehun se desplomó contra la pared, a su espalda, y soltó una risita histérica.

—Al menos no hubo armas esta vez—comentó Jongin. Y en su voz no podía saberse si estaba feliz o no.

Suho se acercó a Baekhyun y Chanyeol, aún juntos, y les pasó a ambos los brazos por la espalda. Cuando habló, lo hizo bajito, como si estuviera contándoles un secreto.

—Gracias por lo que han hecho por todos nosotros. No puedo ni imaginar por lo que han debido pasar durante todo este tiempo. Estoy muy orgulloso de ustedes.

Chanyeol sonrió antes de agradecerle a él por el lugar y los materiales necesarios. Parecía un niño en navidad, feliz de que alguien hablara bien de su arte. Baekhyun recordó la flor de arcoíris que tenía bajo la manga y todo lo que habían pasado juntos. “Aún no ha acabado”, pensó.

—Suho, tengo que pedirte un favor—dijo, interrumpiendo a Chanyeol. Ambos lo miraron con aprensión; debía tener una expresión preocupante—. Es muy grande, pero creo que eres la única persona que puede ayudarnos.

—¿Ayudarnos?—repitió Chanyeol. Baekhyun le apretó el brazo, donde aún lo sujetaba—. Eh, sí, claro. Eres el único.

—¿Qué es lo que pasa ahora?—preguntó Suho, alejándose un poco de ellos. Aún les hablaba en susurros—. ¿Debemos ir hasta mi oficina?

—No, no. Es sólo un favor—continuó Baekhyun. Esbozó su sonrisa más encantadora y le puso la mano libre en el hombro—. Chanyeol y yo sólo queremos conocer a Luhan.

—¿A Luhan?—chilló Suho, con los ojos muy abiertos.

—Oh, sí, señor, a Luhan. ¿Crees que puedes ayudarnos? Recuerda que fuimos nosotros quienes los salvamos a todos del malo de la película—Baekhyun se quedó muy quieto, su sonrisa estaba intacta—. El malo de la película que tenía una pistola.

Chanyeol estaba tenso a su lado, pero no lo demostró más allá de su postura rígida. Sonreía de manera torcida, como si se hubiera salido con la suya.

—¿Luhan?—repitió Suho, en el mismo tono urgente—. ¿Cómo voy yo a conocer a Luhan?

—No lo sé—respondió Baekhyun, encogiéndose de hombros—. Algo puede hacer, ¿no? De todas maneras, usted es el jefe.

Suho los miró a ambos, atónito, quizá esperando que alguno de los dos se echara a reír y le dijera que todo era una broma. Pero no. La situación era, incluso, más seria de lo que parecía a simple vista.

 

 

 

 

 

 

 

 

El apodo del contacto era Xiumin, su nombre, Kim Minseok. Había una ficha completa con información tan inútil como su tipo de sangre y su altura en la oficina de Suho. Por qué guardaba él ese tipo de cosas ahí, ellos nunca le preguntaron. Por ahora, era suficiente saber quién era. Suho había señalado la pequeña fotografía sujeta por clip en la parte superior de la ficha.

—Él podrá ayudarles—dijo, al reunirlos en el primer piso—. Todo lo que necesitan saber está justo aquí, en estos papeles. Espero que sea suficiente.

—¿Él nos presentará a Luhan?—había preguntado Baekhyun, dejando que Chanyeol tomara la ficha y la observara.

—No sé qué hará—respondió Suho—, pero estoy completamente seguro de que él lo conoce. Convénzanlo, díganle para qué necesitan verlo, y quizá les diga dónde está.

Baekhyun revisó los papeles por última vez frente a la dirección del apartamento de Kim Minseok. A su lado, al volante, Chanyeol lo miraba con aprensión. Antes de salir del Estudio, le había pedido a Baekhyun que lo esperara un poco, y después había salido vestido como si Wu Yifan se hubiera convertido en su estilista.

—¿Pero a qué funeral vas a esta hora?—había preguntado Kyungsoo, con el ceño fruncido, al verlo pasar—. ¿Y de dónde sacaste ese abrigo?

—No digas que vas de incógnito o algo así, porque esa ropa es todo lo contrario—se burló Yixing, desde el suelo, donde estaba agachado.

—No, no es nada de eso—respondió Chanyeol, ligeramente sonrojado—. Dejen de preguntar.

Después, ambos habían subido en el auto de Chanyeol y se habían dirigido a la casa de Kim Minseok. Él había dejado que Baekhyun escogiera la música que ambos iban a escuchar. En el asiento de atrás, descansaba un cuadro envuelto en papel periódico. Baekhyun no debía mirarlo para saber qué era. Ya lo conocía.

—Antes de subir—dijo Baekhyun, mirando con desconfianza por la ventana, donde el apartamento en el que vivía Kim Minseok debía estar—, quiero que sepas que todavía estoy esperando a que Wu Yifan aparezca en El Estudio con una ametralladora y nos deje a todos como coladores por haberle robado su pintura.

Chanyeol, aunque intentó ocultarlo, soltó una carcajada. Aún no activaba el seguro de las puertas para que ambos pudieran salir.

—No creo que se haya dado cuenta—respondió, tamborileando con los dedos en el volante. Era la primera vez que hablaban normalmente después de la segunda noche del bar, y a él se lo veía nervioso—. No creo que se dé cuenta a menos que alguno de nosotros le diga—Miró a Baekhyun, girándose en el asiento—. No irás a decirle, ¿o sí?

—¡No!—exclamó Baekhyun, apretando la ficha en las manos. La fotografía de Kim Minseok se arrugó—. ¿Quién crees que soy? Yo ayudé a pintar esas malditas copias y prefiero morir antes de decir que me quedaron mal, ¿de acuerdo?

Chanyeol le sonrió, asintiendo.

—Bien, entonces vamos.

Baekhyun intentó abrir la puerta, pero no pudo. Suspiró, antes de mirar a Chanyeol con urgencia.

—¿Y entonces?—preguntó—. ¿Vamos a ir por Kim Minseok o no?

—Yo también tengo que decirte algo—Fue la respuesta de Chanyeol. Se había metido la mano en el abrigo—. Y ahora tendrás que escucharme.

Baekhyun puso los ojos en blanco, pero asintió.

—Bien, adelante. ¿Qué es tan importante, Park? Kim Minseok podría llevarnos directamente hacia el pintor más importante de estos tiempos y debe estar esperándonos.

—¿Recuerdas lo que te dije cuando estábamos pintando las copias?

—Dijiste muchas cosas y ese no es precisamente el día que más me gusta recordar, ¿sabes?—respondió Baekhyun, arqueando las cejas, intentando verse burlón. Sin embargo, pensó en la noche que pasó solo en el bar, emborrachándose, sabiendo que Chanyeol no iba a ir por él.

—Te dije que, si esto salía bien, tú tendrías que darme algo, lo que yo quiero. ¿Ya lo recuerdas?

Baekhyun lo miró fijamente durante un par de segundos, intentando adivinar si estaba tomándole el pelo o no. Al final, asintió lentamente. Luego, intentó abrir de nuevo la puerta, sin éxito. A menos que Chanyeol accionara el seguro, ambos estaban atrapados dentro del coche. Parecía que lo había planeado, acorralarlo ahí para que lo escuchara.

—Eso que dije todavía está en pie—continuó Chanyeol. Estaba nervioso, pero no vacilaba. Tenía las manos muy quietas sobre el regazo—. Sé que te gusta que todo vaya a tu ritmo, pero todavía tengo que terminar algunas cosas antes de que tú y yo consigamos lo que queremos.

—No sé de qué hablas—dijo Baekhyun, intentando abrir la puerta una y otra vez—. Sólo déjame salir, por favor.

—Lo siento por no haber ido al bar cuando tú querías, Baekhyunnie—Chanyeol se inclinó y tomó su mano en la puerta—. No sabes cuánto lo siento.

Era la primera vez que estaban tan cerca y el corazón de Baekhyun parecía querer salir por su garganta. Intentando mantener la compostura, dejó que sus ojos vagaran por todos lados, evitando la mirada de Chanyeol. Así descubrió las flores que parecían asomarse por debajo de la manga de la mano que lo sostenía.

—No voy a perdonarte, joder. No hiciste nada mal. Soy yo el que quiere más de lo que puedes darme. Además, y créeme que no lo olvido, no estás precisamente en una posición en la que puedas darme lo que quiero—Lo pensó durante un segundo, y agregó—: También puedes dejar de pintarte las flores. Sé que quieres acercarte a mí haciendo eso, pero no va a funcionar.

—Mi novia…

—Tu novia—lo interrumpió Baekhyun, rodando los ojos—. Sí, sí, la señorita encantadora. Eres un buen chico. No ibas a ponerle cuernos a tu novia sólo porque yo te lo pedía.

—Casi lo hice, pero supongo que tú tienes la razón—Chanyeol se encogió de hombros—. De todas maneras, ya terminé con ella.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Esa misma noche—respondió él, sonriendo—. No pensé que quisieras que las cosas pasaran tan rápido, así que, cuando tú estabas en el bar, yo regresé a casa para terminar con ella. Creí que me darías más tiempo para pensarlo.

—Oh, Dios mío—exclamó Baekhyun, dándose una palmada en la frente—, ¡terminé una relación! Soy una de esas personas.

Chanyeol abrió mucho los ojos y lo soltó.

—No, no, Baekhyunnie, no fue totalmente tu culpa—se apresuró a decir—. Está bien, sí fue por ti, en parte, que decidí terminar con ella. Pero no fue todo. La relación no iba bien. Ella y yo ya no teníamos nada en común y yo ya estaba cansándome de no poder hacer amigos porque ella no lo quería. No sé tú, pero yo quiero vivir una vida en la que pueda decidir qué hacer.

Baekhyun suspiró y se cubrió la cara con las manos.

—Estabas terminando con ella mientras yo te esperaba—repitió, lentamente—. Qué horrible.

—No voy a mentir: sí lo fue—respondió Chanyeol, con una sonrisa tímida—. Creo que era el empujón que necesitaba. ¿Quién sabe cuánto tiempo más hubiese aguantado junto a ella? Te acostumbras tanto a estar con una persona que no puedes ni pensar qué sucederá cuando no esté, aunque no seas feliz.

—Horrible—susurró Baekhyun, sin descubrirse—. Lamento haberte forzado a tomar una decisión así esa noche.

—Lo que pasó fue culpa de ambos. Este tipo de situación no ocurre a menos que haya dos partes muy dispuestas—dijo—. Y tú y yo lo estábamos. Yo… por eso yo sigo…

Se interrumpió, decidiendo enseñarle lo que quería decir, y se subió las mangas. Imitando lo mejor que había podido el estilo de Baekhyun, se había pintado flores de colores y enredaderas que parecían subir por todo su brazo. No eran iguales, y aquellas que estaban en su brazo derecho habían quedado torcidas y borrosas, pero el mensaje estaba claro. Baekhyun se quitó las manos de la cara y lo tomó del antebrazo.

—También hay unas en mis piernas y en mi estómago—reveló, dejando que Baekhyun lo mirara con atención—. Estabas enojado conmigo, así que pensé que, si las pintaba, te darías cuenta que yo no te había rechazado, que esto todavía no se había terminado.

—Esto es demasiado—dijo Baekhyun, después de un rato.

—En mi defensa, puedo decir que eres bastante encantador—Chanyeol le guiñó un ojo—. No todo el mundo se convierte en un lienzo humano para ti. Pasará mucho tiempo hasta que encuentres a alguien como yo. Baekhyun, perdóname, por favor.

En vez de contestarle, se inclinó hacia él y lo besó en la comisura de la boca. Se quedó un par de segundos ahí, respirando por la nariz, antes de hablar.

—¿Cuándo es el final de esto, Chanyeol? Porque después de que me hayas obligado a tener esta conversación, no creo ser capaz de esperar más por lo que ambos queremos—murmuró.

Chanyeol aspiró ruidosamente, como si no pudiera recibir suficiente aire.

—Quería hacerlo después de entregarle la pintura a Luhan—respondió—. Pero ahora ya no estoy tan seguro de que pueda aguantarlo.

—Bien, eso es perfecto— Baekhyun lo soltó y se cruzó de brazos—. ¿Ahora sí vas a abrir las puertas?

Mientras subían las escaleras hasta el apartamento de Kim Minseok, con el cuadro envuelto bajo el brazo, Baekhyun no podía dejar de reírse. Era extraño, pensaba, lo mucho que podía cambiar el humor de alguien en un momento. Si Chanyeol le hubiera dicho antes que aún no había terminado con su novia, todo el asunto del bar no habría sucedido, y él todavía habría estado pintándole flores en donde él le dejara. Se habrían ahorrado todos esos días en los que no habían hablado y Kyungsoo había actuado como guardaespaldas.

Kim Minseok, quien les abrió la puerta, era igual a su fotografía. Detrás de él, Baekhyun descubrió uno de sus bodegones colgado en la pared. Era la primera vez que veía uno de sus cuadros en la casa de alguien, y sintió algo parecido al orgullo correrle por todo el cuerpo. Minseok era uno de los clientes frecuentes del Estudio.

—Ah, Park Chanyeol y Byun Baekhyun—dijo, al verlos. Hizo un gesto para dejarlos pasar y continuó—: Los estaba esperando. Junmyeon dijo que vendrían.

—¿Junmyeon?—preguntó Chanyeol—. Qué extraño es escuchar que lo llamen así.

—¿Sí?—inquirió Minseok, invitándolos a sentarse junto a él en la sala de estar. El lugar era amplio y no había pared en la que no estuviera colgada alguna pintura del Estudio. Baekhyun vio, por el rabillo del ojo, uno de los desnudos de Kyungsoo. Era una de esas raras pinturas que representaba a una mujer—. Siempre se presenta así cuando va a venderte algo. Tiene el don de la palabra. Entras al Estudio y sales con más de dos cuadros pedidos para los siguientes meses. He estado pensando en comprar un apartamento más grande. Así puedo tener más pinturas—Miró a Baekhyun y le sonrió—. Soy un gran seguidor de tu trabajo.

Era la primera vez que algún cliente de Suho le decía eso. Baekhyun se sorprendió y complació a partes iguales. Ese día mejoraba cada vez más. Ambos se sentaron frente a Minseok, en sillas gemelas.

—Gracias—dijo—. No es nada.

—Sé que no han venido aquí a que yo les hable sobre sus pinturas. Deben estar cansados de eso—Minseok se miró el reloj de la muñeca con el rabillo del ojo—. Junmyeon no me dijo exactamente para qué me necesitaban, pero estoy dispuesto a ayudarles si entra en mis posibilidades.

Baekhyun y Chanyeol se miraron. Finalmente, eligieron quién de los dos le diría a Minseok cuál era el favor.

—Queremos conocer a alguien—dijo Baekhyun, inclinándose tanto en su silla que sólo estaba medio sentado en ella—, y es muy difícil contactar con esa persona. Por eso estamos aquí.

—¿Difícil?—Minseok frunció el ceño, revisó el reloj otra vez y chasqueó la lengua—. No quiero apurarlos, pero tengo poco tiempo. ¿A qué se refieren con difícil? ¿Acaso es alguien muerto?

—Oh, no, por supuesto que no—casi exclamó Chanyeol, con efusión—. No está muerto—Luego lo pensó mejor y añadió—: Ojalá no esté muerto. Ahora ya no sé.

—¿Qué? ¿Lo mataron?—preguntó Minseok, abriendo mucho los ojos.

—No han matado a nadie—respondió Baekhyun, recordando a Wu Yifan. Ahora que estaba lejos, parecía tan inofensivo como un gatito. Aunque había la posibilidad de que hubiera matado a Luhan—. No se asuste, por favor, señor Kim.

Minseok los miró a ambos, confundido. No entendía nada de lo que le estaban diciendo.

—¿Entonces por qué es tan difícil encontrar a la persona con la que se quieren encontrar?—inquirió—. Si no está muerto, ¿qué es lo que le pasa?

—Ah, es súper famoso—dijo Baekhyun—. Usted sabe.

—¿Súper famoso?—repitió Minseok—. Lo siento mucho, no conozco a muchas personas del mundo del espectáculo—Hizo un gesto con el brazo para abarcar lo que podía verse del interior de su casa—. Como pueden ver, soy un hombre de arte, no de lo que sea que pasen por televisión.

—Queremos encontrarnos con Luhan—finalizó Chanyeol—. El pintor. El pintor chino. El…

—Él sabe quién es Luhan, Chanyeol—lo interrumpió Baekhyun, poniendo los ojos en blanco—. ¿Qué dice? ¿Va a ayudarnos?

—¿A Luhan? ¿Luhan?—preguntó, sin podérselo creer—. ¿Quieren que haga qué? Voy, así no más, ¿y les presento a una de las personas más importantes del mundo?

Minseok se echó a reír tan fuerte que todo su cuerpo tembló. Durante un rato, ambos lo vieron retorcerse por las carcajadas en su sofá, mientras las lágrimas le corrían por las mejillas. Chanyeol intentó decirle algo, pero fue inútil, no estaba prestándoles atención. Decidieron esperar, pues no había nada más que pudieran hacer. Finalmente, cuando las carcajadas pasaron a ser risitas y, finalmente, silencio, Minseok volvió a hablarles.

—Son muy graciosos—dijo, recuperando el aliento. Se limpió una lágrima con el dorso de la mano y soltó otra risita—. Es la mejor broma que me han hecho en mucho tiempo. Tengo que decírselo a Junmyeon.

Entonces, los miró, y la sonrisa que todavía tenía en la boca se borró lentamente.

—No están… ¿Están? No puede ser. ¿Están hablando en serio?

—Eh, ¿sí?—Fue la respuesta de Chanyeol, encogiéndose un poco donde estaba sentado. A su lado, descansaba el cuadro de Luhan envuelto en papel—. Queremos conocer a Luhan y Suho nos dijo que usted podía ayudarnos.

—No puede ser—repitió Minseok, ignorándolo. Movía sus ojos de uno a otro como si se encontrara en un partido de tenis especialmente entretenido—. ¿Y cómo es que Junmyeon pensó que yo podría ayudarles? ¡No!

—¿No?—preguntó Chanyeol, encogiéndose más. Suspiró, antes de negar con la cabeza—. Parecía demasiado fácil para ser verdad.

Baekhyun se puso de pie.

—Usted no entiende, necesitamos conocer a Luhan. Chanyeol—lo llamó—, enséñale el cuadro.

Al escuchar su nombre, el chico levantó la cabeza y se apresuró a hacer lo que le pedían. Desenvolvió el cuadro con cuidado, como si temiera romperlo, y luego lo giró hacia Minseok para que pudiera verlo. Sus ojos se abrieron tanto que parecieron a punto de salirse de sus cuencas. Sin embargo, Kim Minseok se aclaró la garganta y miró de nuevo su reloj de pulsera.

—Es una copia muy buena, chicos—dijo—. Y realmente me gustaría ayudarles a conocer a Luhan, pero no puedo. Sólo soy un simple amante del arte que cayó en las garras de su jefe y no ha podido salir de ahí—bromeó, sonriendo. Pero había cierta tirantez en su expresión facial, así que Baekhyun continuó.

—Este es un cuadro que Luhan pintó con sus propias manos—insistió, señalándolo—, y nosotros queremos devolvérselo.

—Creemos que lo robaron y luego lo trajeron aquí para ser copiado—añadió Chanyeol, detrás de la pintura—. Nosotros lo salvamos y queremos devolverlo, pero para eso necesitamos conocer a Luhan. Es él al único a quien se lo vamos a entregar.

Sin palabras, Minseok boqueó un par de segundos. Finalmente, negó con la cabeza, todavía sorprendido, y volvió a rechazarlos.

—No puedo, no puedo—dijo—. Quisiera ayudarlos, pero ¿cómo sé que no están mintiéndome?

—Entonces, ¿sí lo conoce?—preguntó Baekhyun, después de una pausa—. ¿Usted conoce a Luhan?

—No—respondió Minseok, firme—. Yo no he dicho nada de eso. No insistan más—añadió, al ver a Baekhyun abrir de nuevo la boca—. No hay nada que pueda hacer por ustedes. Ahora, por favor, tengo poco tiempo. Si no hay nada más que necesiten, retírense.

Chanyeol miró a Baekhyun por detrás del cuadro que aún sostenía, quizá esperando que le dijera algo para darle ánimos, pero él suspiró y apretó los labios.

—Gracias, señor Kim.

—Gracias a ustedes—respondió Minseok. Se miró por última vez el reloj de la muñeca y agregó—: De verdad lo lamento. ¿Habrá otra exhibición en El Estudio? Me gustaría mucho ir a ver su trabajo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue extraño cuando todo regresó a la normalidad.

El constante miedo de que Wu Yifan apareciera en la puerta del Estudio reclamando a gritos el cuadro original desapareció casi al mismo tiempo que los recuerdos de terror que había creado en el personal. A veces, cuando Baekhyun veía a Sehun y Jongin estallar en carcajadas cuando iban a almorzar todos juntos al restaurante del frente, se preguntaba si ellos podían recordar el miedo que habían pasado. Todos parecían tan tranquilos, como si nunca alguien los hubiera amenazado con pistolas.

El negocio iba bien. De vez en cuando, Kim Minseok se paseaba por ahí para hablar con ellos, como si fueran grandes amigos, y más de una tarde se había unido a sus almuerzos. Ahora algunos de ellos habían empezado a llamar Junmyeon al jefe, cosa que a él no le gustaba mucho.

—Mira lo que les has enseñado—le recriminaba a Minseok, utilizando los palillos para señalarlo—. Ahora no me tienen respeto.

El tablero por puntos que Suho había instalado para evitar las guerras entre empleados desapareció una noche. Baekhyun supuso que Chanyeol tuvo que ver con eso, pero él nunca le dijo absolutamente nada sobre el asunto.

Todo parecía ir muy bien, aunque no había un final, exactamente.

Y un día, Baekhyun apareció con una galaxia en la piel.

—Baekhyun, ¡hola! Había estado pensan…— Yixing se interrumpió en mitad de la frase y se acercó, entrecerrando los ojos—. ¿Pero qué es lo que tienes ahí? Déjame ver.

Con un dedo, lo hizo levantar la cabeza, y soltó un murmullo de aprobación.

—¿Qué pasó?—preguntó Kyungsoo, desde las escaleras.

—Alguien le pintó estrellas a Baekhyun en el cuello—respondió Yixing, sin soltarlo.

—¿Estrellas?—repitió Kyungsoo, frunciendo el ceño—. ¿Por qué querría alguien pintarle estrellas a Baekhyun?

—Adivina—dijo Baekhyun, y sonrió.

 

 

 

 

 

 

 

 

Por supuesto, no podía ser perfecto para siempre. Sobre todo, si se hablaba de Wu Yifan, el villano de película mala. Porque de repente, una tarde, apareció como se lo habían imaginado: blandiendo su pistola de un lado a otro como una espada y gritando desde el fondo del estómago por la pintura original.

—¡Pensé que ya nos habíamos librado de ti!—exclamó Baekhyun, al verlo. Chanyeol estaba junto a él y se puso el teléfono celular en la oreja; él esperó que estuviera llamando a la policía.

—¡Baekhyun!—chilló suho—. ¡Vas a hacer que nos disparen a todos!

Wu Yifan los miró a ambos como un loco. Parecía haber perdido completamente la razón, ahí de pie con su pistola, solo, a medio vestir y furioso. Los gritos de antes le habían dejado una capa de saliva cerca de la boca.

—Todos, cálmense—dijo Kyungsoo. Los pintores, reunidos, retrocedieron hasta la pared donde solía estar colgado el tablero de los puntos. Formaron un grupo compacto como las anteriores visitas de Wu Yifan—. Si no se mueven, los ignorará.

—Creo que eso es un consejo para evadir depredadores salvajes—comentó Jongin. Sin embargo, le hizo caso y se acurrucó a su espalda—. Pero espero que sirva.

—¿Dónde está la pintura, Baekhyun?—preguntó Yifan, a gritos, apuntándolo con la pistola.

Baekhyun se quedó quieto. La primera vez que Wu Yifan lo amenazó con una pistola pasó como una película frente a sus ojos. Recordó el miedo y el pánico y la urgencia de decir algo porque no podía soportar tanto silencio. En ese momento, había sido diferente. No sabía si era por la manera casi loca en la que Wu Yifan había irrumpido en El Estudio este día o su actitud cómica de malo de caricatura, pero era así. Buscó dentro de sí algún sentimiento similar al miedo, mas sólo encontró molestia que crecía cada segundo.

—¿Y tú qué haces aquí? ¡Han pasado meses!—le espetó, dando un paso hacia él. Al instante, alguien lo agarró de la camisa y lo haló hacia sí. Supuso que era Chanyeol—. Déjame ir, voy a partirle la cara.

—Baekhyun, ya te lo he dicho—murmuró Suho, con las manos levantadas junto a la cabeza—, por favor no hagas que nos maten.

—¿Es que no lo ves? ¿Quién se cree que es?—continuó Baekhyun, ignorándolo. Dio un puntapié a la pared y se revolvió, intentando alejarse de su captor—. ¡Estábamos bien! Y luego llega él, con toda su maligna gloria, y nos arruina la vida ¡de nuevo!

—¿Maligna gloria?—dijo Sehun—. ¿Gloria?

—Esto es trágico—comentó Yixing.

—¡Tardaste demasiado tiempo en darte cuenta que las dos pinturas eran una copia!—exclamó Baekhyun, luchando con todas sus fuerzas para librarse—. Ya no tienes ningún derecho de reclamar la original. Mejor regresa por donde viniste, Wu, porque aquí no hay nada que te puedas llevar.

Wu Yifan resopló por la nariz, furioso. La mano con la que sostenía el arma empezó a temblar. Baekhyun se dio cuenta de que no tenía abrigo.

—Voy a matarte a ti primero—dijo, refiriéndose a Baekhyun.

—Quiero verte intentándolo—respondió él.

Con un movimiento tan fluido que pudo haber sido practicado muchas veces antes, como la pincelada del tallo de la flor, Yifan levantó la mano y disparó al techo. La vieja casa pareció suspirar, toda ella dejando escapar el aire, y, en donde había impactado la bala, apareció un hueco perfectamente redondo que daba directamente al espacio creativo de Kyungsoo. Instantáneamente, se hizo el silencio. Baekhyun dejó que Chanyeol se pusiera de pie frente a él en un torpe intento de protegerlo. Ambos estaban temblando.

—Qué conmovedor—comentó Yifan, al verlos. Bajó el brazo y apuntó a Chanyeol con la pistola—. Apártate, quiero matarlo a él primero.

—¿Cómo te diste cuenta?—le preguntó Chanyeol, intentando sonar firme, pero tartamudeando—. Eran perfectas.

Yifan se mofó de él.

—Dijiste que tú las habías pintado, ¿no?—dijo, sin esperar respuesta—. Sí, eran perfectas. Demasiado, diría yo. Me engañaron y eso no me gusta, por eso voy a matarlos y regaré partes de sus cuerpos por toda la Tierra.

—Eso suena como mucho trabajo—susurró Sehun, detrás de ellos.

—Fueron esas marcas en los bastidores—reveló, con el ceño tan fruncido que su frente era una colección de arrugas—. ¿En serio pensaron que soy tan tonto que no sé cómo luce exactamente la pintura que les di?—Soltó una maldición en mandarín y continuó—: Dos marcas pequeñas, como si no existieran. Pero sí lo hacen, ahí están. Y estoy completamente seguro de que no estaban antes.

—Bueno, pudo haber sido peor—murmuró Chanyeol, con el brazo rodeando a Baekhyun—, pudo haberse dado cuenta antes.

—¿Qué estás diciendo?—gritó Yifan, acercándose para ponerle el arma en la frente.

—Kris, baja el arma. Estás haciendo un escándalo.

Yifan giró sobre sus talones, sorprendido, y miró a Minseok. Él y otra persona más habían entrado en silencio y estaban de pie en la entrada de la galería.

—¿Xiumin?

—¿Luhan?—preguntó Sehun, en un jadeo. Baekhyun lo miró antes de prestarle atención a los recién llegados.

—Debería instalar una alarma antirrobos—comentó Suho, en voz baja—. Todo el mundo entra aquí después de que se acaba el horario laboral. Eso no parece bueno para el negocio.

Minseok había levantado ambas manos al lado de la cabeza, como ellos, y sus ojos se movían de Yifan al grupo congregado junto a la pared como si quisiera que alguno abriera la boca para explicarle qué había pasado. El extraño detrás de él tenía la cara aniñada, como si apenas hubiera cumplido 18 años, y el cabello claro y desordenado sobre la frente.

—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí?—dijo Yifan, sin dejar de tocar a Chanyeol en la cabeza con la punta de la pistola. Baekhyun sentía su cuerpo rígido y la piel donde lo tocaba, helada—. ¿Cómo se enteraron que estaba en Corea?

—Baja el arma, Kris—dijo el extraño de pie detrás de Minseok. No parecía muy asustado, sino cansado y aburrido. Si alguien le hubiera ofrecido una silla, probablemente se habría sentado a ver cómo se desarrollaba la escena—. Estás avergonzándonos a todos.

—Es Luhan—repitió Sehun, maravillado—. Mira, Jongin, Luhan está aquí.

—¿Y tú cómo sabes que ese es Luhan?—le preguntó Jongin, en el mismo tono.

—Google—respondió—Es él, estoy seguro.

Yifan tenía la mano crispada en la pistola y la atención en otro lugar. Sabiendo que, por el miedo, Chanyeol estaba inmóvil, Baekhyun lo empujó ligeramente, hasta que el cañón de la pistola apuntó al vacío. Una gota de sudor le bajó a Chanyeol por toda la parte de atrás del cuello.

—Baja el arma—repitió Luhan, acercándose—, y dámela. Mira todo el problema que has causado. Tienes suerte de que no hayan ido a decirle la policía—Cuando estuvo lo suficientemente cerca, puso la mano con la palma hacia arriba, esperando—. ¿En qué estabas pensando? Si tanto querías quedarte con la pintura, podrías habérmelo dicho.

Yifan suspiró. Pasaron dos segundos en los que ambos se miraron, como si discutieran en silencio, hasta que, derrotado, Yifan soltó el arma en la mano de Luhan.

—Dijiste que no ibas a pintar nada para mí—se quejó Yifan, perdiendo de pronto toda su fachada de hombre malo—. No pude venderla en el mercado negro como me dijiste.

Luhan puso los ojos en blanco.

—¿Y ahora vas a decirle a todos aquí qué clase de cosa ilegal vamos a hacer?—preguntó, frunciendo el ceño—. Es mejor que te calles, Kris, y me sigas. Vamos a regresar y lo haremos mejor esta vez—Se detuvo un momento para hacer un par de trucos con la pistola, después de ponerle el seguro. Luego, miró a Suho—. Lamento mucho todos los problemas que hemos causado. Le prometo, señor Kim, que no volverá a molestarlos—esbozó una sonrisa encantadora.

—¿Eh, qué?—soltó Suho.

—Kris, pídeles perdón—ordenó Luhan, guardándose la pistola en uno de los bolsillos de su chaqueta impermeable—. Y luego nos vamos. Si hubiera llegado más tarde, estoy seguro de que ya les habrías dicho todo a estas amables personas—murmuró—. No necesitas mezclar a más gente.

—No voy a pedir perdón—protestó Yifan, cruzando los brazos y pateando el suelo, como un niño haciendo una rabieta.

—Haz lo que quieras—dijo él. Y se dio la vuelta para irse. Sin embargo, antes de que saliera completamente de la visión estupefacta de todos los presentes, Chanyeol, recobrado de su momento cercano a la muerte, lo llamó.

—¡Oye! ¿No quieres tu pintura de vuelta?—preguntó, con la voz demasiado alta—. Está en mi casa.

Luhan le restó importancia encogiéndose de hombros.

—Quédatela—dijo—. Esa ya no la puedo vender porque, aparentemente, hay otras dos exactamente iguales cambiando de mano en mano por ahí—Le dio una última mirada hostil a Yifan antes de irse.

Pasaron un par de segundos antes de que la persona que hubiera plagado las pesadillas de la mayoría de ellos por una gran cantidad de tiempo saliera trotando detrás de él. Wu Yifan los dejó tan rápido como había entrado, y con mucha menos elegancia. Kim Minseok los vio irse y bajó las manos, lentamente, con una mueca adolorida.

—Eso estuvo cerca—comentó.

Kyungsoo tenía una expresión pasmada en la cara. Ni siquiera parpadeaba.

—Gracias por llamarme. Evitamos una tragedia—dijo Minseok, dándose a sí mismo un masaje en los hombros y sonriéndole a Chanyeol—. Normalmente, Kris se controla mucho más, pero hemos tenido algunos incidentes antes y… estoy aliviado. Gracias.

—¿Pero qué está pasando aquí?—preguntó Suho, todavía con los brazos levantados—. No entiendo nada.

—Sabía que Luhan lo haría entrar en razón—murmuró Minseok, y añadió en voz más alta—: Ustedes no necesitan saber qué pasó. La ignorancia los hará felices.

Baekhyun se liberó del abrazo de Chanyeol y señaló a Minseok.

—¡Dijiste que no conocías a Luhan!—exclamó—. Mentiroso.

—Baekhyunnie…— empezó a decir Chanyeol.

—Tú, cállate—espetó—, que tú estás con él. ¿Cuándo ibas a decirme que los conocías a todos? ¿Qué son? ¿Parte del mismo grupo criminal?

Minseok se puso pálido.

—¿Saben qué?—continuó Baekhyun, dejando caer los brazos y negando con la cabeza—. No quiero saber nada, nada de nada. Mientras Wu Yifan no aparezca otra vez a apuntarnos con armas, estaré satisfecho. Voy a ir al bar a beber algo, algo fuerte. ¿Vienes, Kyungsoo?

—Él dice que sí—respondió Sehun por él—. Jongin y yo también vamos—caminaron detrás de él, juntos, como si no pudieran separarse—. No puedo creer que vi a Luhan en persona. Este es el mejor día de mi vida.

—Entonces tus días han sido bastante terribles—comentó Jongin.

—Yo también voy—añadió Yixing—. No creo que haya mucho que hacer aquí.

—Chanyeol, ven conmigo—lo llamó Baekhyun, desde la entrada—. Nos vas a explicar qué es lo que sabes—Chanyeol lo siguió y dejó que tomara su mano, fría y temblorosa—. No te preocupes, Yixing va a pagar por todos.

—¿Voy a hacerlo?—preguntó él.

—… y después iremos a mi casa. Haremos lo que tú quieras.

—Nadie necesita escuchar eso, Baekhyun—dijo Kyungsoo, pasando por su lado.

—No voy a cerrar la boca. Hoy le pusieron una pistola a mi novio en la cabeza, tiene derecho a cualquier cosa que desee.

Kyungsoo bufó.

—Preferiría que todavía estuviéramos en esa época en la que se lanzaban tarros de pintura a la cabeza—dijo, fatigado—, al menos no había pistolas.

 

 

 

 

 

 

 

Epílogo

Suho se puso de pie frente al cuadro de Luhan que habían colgado a la pared y situó las manos con las palmas unidas frente a su boca. Parecía dispuesto a presidir una misa en la iglesia.

—Estamos reunidos aquí hoy porque alguien decidió sabotear pinturas—Esperó un momento y añadió, más fuerte—: de nuevo.

—Me pregunto quién habrá sido—murmuró Sehun, arqueando las cejas, sarcástico.

—De parte de todos los presentes, quiero pedirle perdón a nuestro nuevo pintor—Suho cerró los ojos—. Jongdae, que esto no te haga renunciar, por favor.

Jongdae se echó a reír.

—Nunca me había pasado esto y creo que es muy divertido—dijo—. Deberíamos convertirlo en algo así como una bienvenida. Cada vez que llegue alguien, le echamos azúcar a su pintura.

—Es la peor idea que se le ha ocurrido a alguien el día de hoy—comentó Baekhyun—, me encanta.

—Esta vez no voy a ayudar—masculló Kyungsoo—. Ya han sido dos veces.

Suho abrió los ojos y lo miró.

—¿En serio, Kyungsoo?—preguntó—. ¿En serio?—Aspiró fuerte por la nariz, enojado, y continuó—: Ya ha pasado esto antes, así que no los voy a dejar solos de ahora en adelante con la mercancía. No queremos que se repita…

—Ahora la llama mercancía—murmuró Chanyeol, soltando una risita después—. Esto es genial.

—Sabemos todos qué es lo que pasó la última vez—los riñó, mirando especialmente a Baekhyun y Chanyeol.

—Yo no sé qué pasó—dijo Jongdae, levantando la mano—. ¿Alguien me haría el favor de explicar?

Jongin y Sehun se ofrecieron al instante, con idénticas sonrisas burlonas.

—¡No! ¡Aquí nadie le va a explicar algo! Déjenlo que crea que este todavía es un sitio de seriedad y profesionalismo y…

Suho se interrumpió en mitad de la frase al escuchar las tablas de la entrada del Estudio crujir bajo el peso de alguien que apenas entraba. Al poco tiempo, lo vieron aparecer. Y fue como un déjà vu colectivo, porque ahí de pie, flanqueado por dos matones musculosos con gafas de sol, estaba un hombre con pinta de modelo, vestido de arriba debajo de negro. Un cuadro mediano, envuelto en una bolsa, le colgaba de un hombro. Parecía que lo había llamado el destino en el momento perfecto.

—Ay, no otra vez—susurró Baekhyun, y Jongdae lo miró con expresión alarmada.

El silencio era tan denso que parecía poder cortarse con cuchillo. Incómodo, el recién llegado se aclaró la garganta y jugó con el cuadro.

—¿Eh? ¿Buenas tardes?—empezó, con una acento pesado, igual al de Wu Yifan—. Mi nombre es Hwang Zitao. Me han hablado de este lugar y del increíble trabajo que hacen. Quiero pedirles algo.

—Trabajo—repitió Chanyeol, arqueando las cejas. Miró a Baekhyun, incrédulo—. ¿Acaba de decir “trabajo”?

Sí, lo escuché—dijo Baekhyun, y sonrió—. ¿Quién eres? ¿El hermano menor de Wu Yifan?

—No, por el amor de Dios, no—respondió Hwang Zitao, rápidamente—. Yo sólo quiero una copia, por favor. Me hablaron de este lugar y yo vine desde China…

Suho suspiró, mientras el recién llegado –quizá posible cliente- se explayaba en su petición.

—Debí haber instalado la alarma antirrobos—murmuró, mortificado—. Podría haberme ahorrado tantos problemas.

 

FIN

Notas finales:

Puntos de “Corre como si hubieras robado algo”:

1. De las dos historias que he escrito de la serie (“Todo lo que debes saber acerca de dormir” y “Corre como si hubieras robado algo”), esta tiene más trama. No sé qué me pasó. Me emocioné (?) Lo cual es un problema, porque debía centrarme en la historia de amor y ya vieron que de eso no hubo mucho.

2. Reescribí esta historia 5 veces. 5 VECES. En algún punto sólo quería echarme a morir y ya. No saben lo aliviada que estoy de que ya la haya publicado. Podría echarme a llorar de la emoción y todo.

3. La primera versión de “Corre como si hubieras robado algo” tenía a Chanyeol vendiendo su alma al diablo, Baekhyun entrenando para maratonista y una banda criminal creada de tinta. Ya se imaginarán qué montaña rusa habría sido ja ja ja Y fueron 5 versiones diferentes :’)

4. La versión final nació después de que la autora se preguntara de dónde salían todos esos cuadros que parecían pintados con molde que están colgados en casi todas las casas de por aquí y le diera flojera investigar. Ajá.

5. Sé que muchas personas aprenden a pintar como pintores famosos (hay incluso videos de eso en YouTube), pero, por el bien de la historia, finjamos todos que no es algo común, que es raro :D

6. El resumen no se entiende a menos que se lea la historia. No sé si eso es bueno o malo.

7. No hay ni una escena de beso por aquí y yo sufro mucho por eso :’D Se supone que debía haber, se supone que es una serie de historias de amor, se supone que debía centrarme en el desarrollo de sus sentimientos y eso. Pero no, pero nooooo.

8. Mi personaje favorito de “Corre como si hubieras robado algo” es Suho. Me siento muy identificada con el pobre hombre lol

9. Y el enredo va más o menos así: Luhan está en quiebra, así que le pide ayuda a su amigo de los bajos mundos para que le ayude a vender una de sus pinturas en el mercado negro. Fingen un robo y luego Kris debe ir y hacer su parte del trato. Pero como todo tiene que salir mal para que haya historia, decide ir a que copien el cuadro y él pueda quedarse con uno. Podrían tener mejores métodos, ambos, para solucionar sus problemas (pero así no sería divertido ja ja ja)

10. Temía que la historia fuera muy seria con todo el asunto de las armas, así que intenté suavizarla un poco (?) Espero haberlo logrado.

11. Es canon que Baekhyun hable mucho cuando está asustado.

12. Un diálogo que nunca llegó a entrar en el fic, pero que se suponía que Chanyeol le diría a Baekhyun en la historia es este: “No me lo has dicho nunca, pero por cómo me miras, estoy seguro de que piensas en mí como un igual, como un pintor, y por eso te doy las gracias”. No creo que haya logrado mostrar aquí lo mucho que Chanyeol de la historia admiraba a Baek. Me gusta pensar que se lo dijo después :’)

¡Muchas gracias por leer! La siguiente historia de la serie será un VKook/KookV (BTS)

Si tienen alguna pregunta, estaré por aquí: neusa_chan

Hasta la próxima. 

J


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