Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

FREEZE! 그대로 멈춰라! por Robinzetta

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Como fan personal de SF9, siempre he seguido de cerca a esta pareja, y por ello les he hecho este pequeño homenaje, que espero que disfrutéis todxs.

Si conocéis a SF9, sois de los míos, y si no... ¿A qué estáis esperando? 

¡Un saludo!

ㅡ ¿Sois los nuevos?


Los cinco muchachos sentados en las butacas del recibidor de la comisaría, elegantemente vestidos con sus respectivos uniformes, se levantaron al unísono, como accionados por un resorte, en cuanto escucharon aquella voz, dirigiéndose a ellos. Alguien tragó saliva. Frente a los jóvenes, un muchacho de alta estatura, cabellos castaños y ojos rasgados. La sonrisa que se dibujaba en su rostro, enternecido ante la reacción nerviosa de los presentes, hizo que esos ojillos pequeños y almendrados se convirtieran en dos adorables medias lunas. Ninguno de los cadetes era capaz de entablar contacto visual directo con él, salvo uno. Era el más alto de los cinco, con diferencia; seguramente, estaría cerca del metro noventa, si no lo superaba. Al ver la sonrisa que el oficial que había salido a recogerlos mostró, se mordió el labio inferior, de manera disimulada.


ㅡ Tranquilos, chicos. Yo también estuve en esta situación no hace mucho, sé lo que se siente. ㅡmientras hablaba, mantenía esa sonrisa suave y amable, buscando calmar los naturales y más que comprensibles nervios de los jóvenes. Tras el comentario, abrió la carpeta que llevaba bajo el brazo, comprobando en uno de los tantos folios que allí dentro había algoㅡ. Comenzaré por pasar lista.


Tal y como los fue nombrando, por ese mismo orden y tras los pasos del muchacho castaño, caminaron hacia el interior de la comisaría. Allí, en una amplia sala con varias mesas, separadas por paneles, había de todo. Algo que llamó la atención de los muchachos fue que la gran mayoría de la gente que allí estaba no vestía con el mismo uniforme que ellos mismos llevaban desde que se lo habían entregado en la academia, sino que vestían con ropa de calle. Tan solo ellos, el oficial que iba frente a ellos, y alguna excepción más llevaban claramente el uniforme que los acreditaba como policías. Recorrían el lugar, mirando a su alrededor con avidez, como si no hubieran estado en una comisaría en su vida.


ㅡ Mi nombre es Kim Inseong, y a partir de hoy seré vuestro instructor. Supongo que sabréis que somos una comisaría pequeña, en un distrito pequeño de un barrio apartado, pero espero que os sintáis cómodos, y no tengáis miedo de preguntar dudas. También sois conscientes de que no todos los que estáis aquí hoy vais a pasar el periodo de prueba, aun así, yo seré el encargado de estos meses de entrenamiento.


No eran necesarias más presentaciones. Inseong repartió las tareas para cada uno de los chicos (a grandes rasgos, no eran más que ser el ayudante de los oficiales, en temas de papeleos y pequeños incidentes, como robos de enseres personales o multas de tráfico), tras haberlos guiado por las instalaciones de la oficina. Esta no era muy grande, a decir verdad, y al estar abierta, se podía ver todo si dificultad, así que esa pequeña guía fue más bien para presentarlos al resto del personal y los que iban a ser sus compañeros y jefes esos tres meses de preparación.


La gran mayoría de los cadetes observaron con especial atención a los inspectores, el trabajo soñado por prácticamente todos los que entraban en la academia de policía, creyendo que sería algo fácil conseguirlo. Toda la culpa de ese auge en el interés general por ser inspector se debía a las series televisivas, que lo idealizaban todo, pero no serían los propios policías los que se quejaran de ello, pues estaban más que encantado con tantas peticiones de nuevos alumnos. Si tenía un fallo aquello era que, en muchas ocasiones, al final los alumnos abandonaban al no conseguir lo que ellos esperaban; la realidad que se encontraban era, en casos de comisarías pequeñas como aquella en la que estaban, que los casos más graves que se podían encontrar no iban más allá de peleas callejeras entre pandilleros. Aun así, todos los reclutas miraban a los inspectores con un brillo especial en la mirada. Todos menos uno.


Aquel muchacho de cabellos oscuros, peinados en estilo tazón, no perdía de vista al que iba a ser su jefe durante esos meses. Ninguno de sus movimientos se escapaba a su ojo avizor. Fue consciente de que se había quedado embobado cuando sintió sobre él las miradas de sus compañeros y, por supuesto, de aquel chico cuyos rasgos le recordaban a un pequeño zorro del desierto.


ㅡ ¿Kim Rowoon? Eres tú, ¿cierto? ㅡel apelado sonrió rápidamente, algo avergonzado al haber perdido la concentración en ese momento, haciendo una reverencia suave, como señal afirmativaㅡ. Perfecto, tú vendrás conmigo. Necesito que me ayudes a una cosa. El resto, ya sabéis lo que tenéis que hacer y con quién tenéis que estar.


Los cinco muchachos juntaron talón y se llevaron la mano a la frente, en señal de obediencia, dispersándose a los segundos siguientes a lo largo y ancho de la comisaría. Rowoon siguió a sus compañeros con la mirada, pero él fue el único que no se movió, pues esperó a que lo hiciera el oficial Inseong. Este lo guió hasta una puerta lateral, escondida tras el mostrador de recepción: el almacén.


El almacén era una sala amplia, aunque no lo parecía por la cantidad de estanterías y montañas de folios y carpetas apilados en cada rincón, que restaba espacio al lugar y le daba aspecto de estar todo comprimido en una estancia enana. La imagen general era monocromática: destacaba sobre el gris de las paredes y del armazón de los estantes, el color marrón de las cajas y carpetas. Parecía que, en cualquier momento y con el más leve golpe a las estanterías, se fuera a caer todo aquello sobre aquel que se atreviese a perturbar aquella perfecta y peligrosa armonía. Rowoon miró a su alrededor, asombrado. Cada caja parecía ser un completo desastre, pero en conjunto daba la sensación de estar perfectamente colocado y ordenado.


ㅡ ¿Qué es lo que tengo que hacer exactamente, oficial? ¿Colocar archivos y ficheros? ㅡse aventuró a preguntar el joven, desde el respeto y la educación. Se imaginaba que, al ser el "nuevo", el "becario", lo más seguro fuese que lo pusiera a colocar aquellas cajas a rebosar de papeles.


Durante unos segundos, Inseong guardó silencio. Ante esa tardía respuesta ajena, el más alto de ambos miró en su dirección, y descubrió, para su sorpresa, un más que evidente tono rojizo en las orejas del oficial. Había agachado la mirada, y se frotaba la nuca, con nerviosismo. Alzó ambas cejas, sin comprender a qué se debía. Eran claros gestos de que se callaba algo que no era capaz de decir con naturalidad, seguramente algo que le diese vergüenza. Tuvo que apretar los labios para evitar soltar una risa ante aquello. Finalmente, Inseong habló.ㅡ Ne... Necesito que me a alcanzar los estantes más altos.


Aquel tímido susurro hizo que la sonrisa que Rowoon tanto se esforzaba en esconder saliese a la luz. Había sido adorable. La verdad es que le sonaba a una excusa bastante mala, porque el términos de altura, sí que era cierto que el moreno era el más alto (de lo que había podido observar) de la comisaría, pero el que ahora era su superior tampoco se quedaba atrás, quizás tan solo los separaban unos pocos centímetros; la cosa era que podría alcanzar perfectamente a los estantes altos sin necesidad de ayuda, pero no dijo nada al respecto, tan solo asintió, obediente.


ㅡ Lo que usted mande, Jefe.


ㅡ ¡No quiero bromas, ni risas! ¿Entendido? ㅡel tono grabe con el que pronunciaba aquellas palabras no era suficiente para camuflar la timidez presente en las mismas, de ahí la perenne sonrisa que tenía Rowoon, y que a duras penas podía disimular, a base de morderse el labio inferior.


Durante varias horas, la única luz que sus ojos captaron fue la procedente del iluminado artificial del cuadrado almacén.


ㅡ Creo que es suficiente por hoy. ㅡinseong colocó ambos brazos en jarra, entre resoplidos, observando satisfecho cómo, entre los dos, habían sido capaces de organizar toda una estantería entera. La verdad es que la diferencia entre un lado y otro del almacén era notable, y eso en parte lo desmotivaba, pues parecía que nunca se iba a acabar, por mucho que trabajasen. Se acercó al menor, y le dio un par de golpes en el hombre, seguidos de una amable sonrisa de reconocimientoㅡ. Buen trabajo.


Rowoon, que en esos momentos se encontraba tratando de estirarse y desentumecer su espalda por toda la carga y peso que le había metido, se sorprendió ante esos golpes, al no verlos venir, aunque enseguida volvió a aparecer en sus labios una amplia y brillante sonrisa, de satisfacción, una sonrisa que, en cuanto Inseong la vio, no pudo evitar apartar la vista, surgiendo una vez más en sus orejas aquel tono rojizo que Rowoon comenzaba a entender.


ㅡ ¿Cómo sois tan guapos hoy en día? No entiendo qué os dan de comer. ㅡmasculló entre dientes, buscando que el otro no lo escuchase (objetivo que claramente falló), fingiendo además estar molesto con ese detalle.


ㅡ No exageres, hyung. No es para tanto, soy del montón. ㅡsabía que con esa respuesta, se ganaría una buena bronca, y no tardó en recibir una fulminante mirada por parte del superior, provocándole una irremediable carcajada, que acalló enseguida con un rápido carraspeo.


ㅡ ¿Hyung? Nada de confianzas, sigo siendo tu jefe.


Rowoon se cuadró, llevándose la mano a la frente, ante esa pequeña reprimenda, aunque le costaba horrores no sonreír. Solo relajó la postura cuando el contrario se dio la vuelta, colocando las últimas cajas en su sitio. En la mirada del más alto había un brillo especial, un brillo similar al que aparecía en los ojos de un niño cuando estaba frente a su jugador favorito de fútbol; ante su ídolo.


Quizás Inseong no lo recordara, pero tanto él como Rowoon habían asistido a la misma escuela. El mayor había sido (y seguía siendo) como una leyenda en aquel instituto: siempre era premiado por sus altas notas, por su excelente comportamiento tanto con alumnos como con profesores. No había ni un solo comité de estudiantes en el que no hubiera sido elegido como representante o como miembro importante. Desde luego, era el estudiante modelo, por lo que no era de extrañar que se hubiera convertido también precisamente en el modelo a seguir de Rowoon. Esa diferencia de tres años que existía entre ellos le había permitido seguir sus pasos sin ser "descubierto", poder ser un discípulo silencioso. Había crecido bajo su sombra sin que el contrario lo supiese o fuera consciente y eso, en parte, lo ponía algo triste. Le habría gustado que, en algún momento, Inseong reconociese sus esfuerzos, le diera su enhorabuena, pero por otra parte, estaba contento de haber pasado tantos años sin destacar para el mayor, y que su primer encuentro fuese allí, en la comisaría, donde había conseguido entrar tras varios años de esfuerzos. No hacía falta decir que si Rowoon había entrado en la academia de policía era porque Inseong lo había hecho años atrás.


Ya no era necesario que lo recordara del colegio, o del instituto, no quería que lo recordase como uno más de sus fans; ahora lo que realmente ansiaba Rowoon era recibir su reconocimiento como agente de la ley. Y haría todo lo que estuviera en su mano para que eso ocurriese.


 


 


 


 


ㅡ Estoy en casa.


Inseong dejó caer la cartera sobre el suelo de la entrada de su piso, al tiempo que escuchaba cómo se acercaban a él unas pequeñas patitas, en un suave trote. Pronto apareció, a la vuelta de la esquina de la entrada, un diminuto gato atigrado, no más grande que su antebrazo. Se sentó sobre sus patas traseras, mirándolo suplicante, buscando algo de atención por su parte. El chico, sonriente, se agachó para coger al felino en brazos, llenando su pequeño rostro de besos cariñosos. Tan solo pasaron un par de minutos hasta que este comenzó a revolverse, incómodo, y el castaño decidió dejarlo de nuevo en el suelo, observando cómo salía corriendo en el momento en que tocó el suelo tablillado con sus patas, en dirección a la cocina, seguramente en busca de comida o de agua.


ㅡ Cariño, ¿dónde estás?


El chico alzó la voz al tiempo que avanzaba al interior del pequeño pero acogedor estudio donde vivía. Este constaba de una sola estancia, donde se fusionaban el salón y la habitación, separada la cama por un simple y amplio biombo con estampado que evocaba a las antiguas dinastías chinas. La cocina también formaba parte de esta gran y única sala. Tan solo había una puerta en el estudio, sin contar con la entrada, y era la del baño, muy cerca de la cocina. De este, procedía el ruido sordo de agua cayendo. Inseong se acercó allí, y con los nudillos, tocó un par de veces antes de hablar.


ㅡ ¿Yeeun?


ㅡ ¡Sí! ¡Enseguida salgo! Te he dejado la cena en la encimera de la cocina.


Cual animal hambriento, en cuanto Inseong escuchó aquellas palabras, se acercó a la zona de la cocina, y destapó el plato que yacía cubierto con un curioso paraguas de colores vivos, especial para que la comida no se enfriase antes de tiempo, aunque a juzgar por el tiempo que llevaba cocinado, quizás lo más adecuado sería darle un golpe de calor en el microondas, pues ya ni el paraguas lo salvaría de estar frío. El castaño se relamía: pollo con verduras, su favorito. Esperó impaciente a que terminase de calentarse, y tomó asiento en la estrecha encimera que hacía las veces de separación entre el salón y la cocina. Parecía no ser el único con hambre en la casa. A los pies del taburete donde se había sentado, su gato maullaba, y lo miraba con esos grandes orbes verdosos, suplicante, pero Inseong no cedió a sus chantajes.


ㅡ Tú tienes tu comida. Esa que nunca te terminas porque siempre acabamos dándote de la nuestra...


Más que una regañina, parecía ser un monólogo, una reprimenda a sí mismo, por tener a su gato malcriado. Dicho y hecho, una vez terminó de comer él, echó en el cuenco del pienso del gato los huesos de pollo que no había sido capaz de limpiar, para que fuera el felino el encargado de dejarlos bien relucientes. Mientras fregaba los platos y los cubiertos que había utilizado, y los dejaba secando en las rejillas adaptadas para ello del armario que había encima de la pila, su prometida salía del cuarto de baño. Se acercó por su espalda, y depositó en su nuca un húmedo beso, que hizo estremecer al muchacho, además de provocarle una amplia sonrisa divertida.


ㅡ No te doy un abrazo porque la toalla está empapada y no quiero mojarte.


ㅡ Como si eso me fuera a importar...


La chica, que en efecto había salido del baño con el cuerpo cubierto por una corta toalla de tonos claros, que la tapaba hasta la mitad de sus pálidos muslos, vio las intenciones de su pareja, y antes de que consiguiera abrazarla, puso las manos en sus hombros y empujó para frenarlo, entre risas.


ㅡ ¡Inseong! No seas tonto...


Debido a ese movimiento brusco, la toalla que llevaba alrededor del pelo, para secar este, se sacudió ligeramente, deshaciéndose el nudo que tanto esfuerzo le había costado hacer. Sabiendo que no conseguiría que se quedase igual, optó por quitarse esta y dejar que su larga melena oscura se secase al aire. Inseong le lanzó un beso, que ella recogió al instante, pegando el puño cerrado a su mejilla, como si el beso hubiese impactado ahí. Ambos rieron.


ㅡ ¿Has tenido mucho trabajo hoy?


ㅡ No demasiado. Ha sido un día bastante normal, aunque nos han mandado ya a los nuevos cadetes en prácticas. ㅡuna vez terminó de fregar, se dejó caer sobre el sofá, junto a ellaㅡ. No creo que vayan a durar mucho. Me sorprende que algunos se gradúen, cuando aún están tan verdes.


ㅡ Bueno, ya sabes... ㅡcomenzó Yeeun, llevando una mano a los cabellos de su pareja, para peinárselos, en un gesto cariñosoㅡ. Muchos chicos de la academia consiguen el uniforme después de que sus padres paguen grandes sumas de dinero. En tu promoción hubo varios de esos, y lo sabes.


ㅡ Los recuerdos a todos, sí.


Inseong resopló, molesto con aquella fea realidad. Por mucho que se esforzase, el dinero seguía siendo el arma más poderosa en la sociedad actual, y tener un hijo que era parte de las fuerzas del Estado era casi tan importante y relevante a nivel social como que se dedicara al campo de la medicina. Odiaba esa falta de vocación en un trabajo tan importante como era defender a la población. ¿En qué clase de país inseguro vive la gente si aquellos que tienen que protegerlos resulta que están puestos por dinero? ¿No se llama eso ser un mercenario? Gracias a las caricias de su chica, pudo relajarse un poco y evitar pensar más en aquel tema, que lo tenía siempre en el borde de saltar como el próximo justiciero.


ㅡ Pero ahora en tu mano estar detectar a esos que llegan nuevos, y que vienen de esa manera, para así enviarlos a sus casas o de nuevo a la academia. Debes ser un modelo a seguir para ellos, como siempre lo has sido para todos.


ㅡ Los tengo fichados a todos, te lo aseguro.


Durante unos segundos, Inseong guardó silencio. Se dejó caer sobre el hombro de Yeeun, notando la suavidad de su piel desnuda, ese olor a vainilla que le volvía loco. De pronto, recordó algo.


ㅡ Oye, Yeeun.


ㅡ ¿Hm?


ㅡ ¿Tú conoces a un tal Rowoon?


El chico de cabellos claros notó enseguida cómo las caricias de su pareja cesaban de golpe y, preocupado, alzó la vista en su dirección. Descubrió así que la chica se había quedado pálida, más de lo habitual. Ella reaccionó enseguida, parpadeando rápido, como quien se acaba de despertar de un sueño incómodo.


ㅡ Cariño... ¿Estás bien?


ㅡ ¿E-eh...? Sí, sí... ¿Qué me habías preguntado?


Yeeun sonrió como si no hubiera pasado nada, ante la mirada atónita y preocupada de Inseong, que no acababa de estar seguro del bienestar que aseguraba tener la chica, ante lo cual se mordió la lengua para no preguntar de nuevo e incomodarla.


ㅡ Que si te suena de algo el nombre de Rowoon, Kim Rowoon. En la ficha aparecía que había estudiado en el mismo instituto que nosotros, pero soy incapaz de recordarlo. Y eso que conocía a prácticamente a todos los estudiantes...


ㅡ Quizás fuese de intercambio. No lo pienses demasiado. Dudo que sea muy relevante, al fin y al cabo en nuestro instituto había muchísimos alumnos, es imposible que puedas recordar a todos los que apenas destacaban.


ㅡ Tienes razón...


Inseong volvió a colocarse sobre el hombro de la chica, que enseguida retomó las caricias, buscando relajarlo después de un largo día de trabajo. Ambos estaban en silencio, mientras que en sus mentes un solo nombre se repetía continuamente.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).