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Fotografías. por Valz19r

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Fotografías.
(Gouenji Shuuya x Fubuki Shirou)

.






No puedo describir cómo me siento en este momento. Lo que estoy experimentando está tan desligado de lo normal, que me hace sentir ajeno a mi entorno y a mí mismo. Me hace creer, también, que mi salud mental ha flaqueado y que he perdido por completo el juicio.

Conocí a Shirou en la primavera de mis 14 años, nuestros equipos se enfrentaron en un partido nacional. Él venía de otra ciudad y jamás podré olvidar el momento en que reparé en su existencia, era delantero junto a su hermano menor y yo tambiénocupaba esa posición. Cuando nos estrechamos las manos me sonrió de tal manera que todo en mí se estremeció, su mirada era brillante y misteriosa, tenía los ojos más profundos que yo hubiera visto en alguien y estaba seguro de que si me sumergía en ellos y miraba hacía arriba, veria un cielo estrellado aunque fuera pleno día. Al alejarse, él expresó en voz alta, para que todos lo escucharan "Si Hakuren gana, el capitán de Kidokawa Seishuu tendrá un cita conmigo." Y todas las miradas recayeron en el capitán: Yo. Su atrevimiento había logrado avergonzarme, pero me mantuve sereno. Aunque us equipo perdió accedí a salir con él, me pareció un chico muy interesante. No tardé en descubrir a un joven hermoso, gracioso, inteligente. Cuya risa era tan suave que parecía unacaricia para quien la oía. Cuya mirada era tan penetrante que disparaba un temblor a mi corazón. Me enamoré de él inevitablemente y de forma desmedida.

La distancia se presentó como un obstáculo cuando algunas fines de semana no podía visitarlo, peroél solía sorprenderme apareciendo desde un ángulo inesperado, con su cálida sonrisa y amables comentarios conseguía enamorarme otra vez.

–No hacía falta que vinieras, sé que no te sobra tiempo.– comenté con una amable sonrisa, no quería sonar como si su repentina aparición en la entrada de mi casa fuese una molestia.

–No es cuestión de tiempo.– dijo y me miró, había algo en sus ojos, un brillo especial. –Quería verte.

Mi corazón dio un vuelco en mi garganta.

En nuestro último día de secundaria, decidimos nuestro destino: estudiaríamos en la misma universidad y rentariamos un departamento donde viviríamos juntos. Para poder cumplir nuestro sueño debiamos esforzarnos como nunca antes, renunciamos a salidas con amigos, días de ociosidad y nuestra comunicación disminuyo; aunque solía dejarle mensaje de buenos días y buenas noches. Shirou documentaba todo lo que hacía y me enviaba vídeoa y fotos. Siempre estaba con su hermano y quien al momento de ser captado en cámara, sacaba su dedo medio y mi novio lo censuraba usando la imagen de una banana. Solía llamarme por las noches sólo para decirme que un avión surcana el cielo que él veía "No estamos tan lejos, ¡el cielo está conectado como nuestros corazones! ¡Yo te amo!". Cada una de sus acciones hace que mi corazón toque una melodía que incluye tristeza y felicidad. a veces nos quedabamos en silencio y en medio de la oscuridad decía:

–Oye, Shirou.– Y esperaba su respuesta. –Te amo mucho, Shirou Fubuki.

No acostumbro a decir lo que siento, no soy de decir mucho "Te quiero", él sabía eso y lo respetaba.

Permanecía largo rato en silencio, hasta que escuchaba un suave risa y él respondía. –Tonto, ya lo sé.– Y me hacía sonreír.

Después de todo, nuestro esfuerzo lo trajo hasta mí, estaríamos juntos finalmente y no iba a dejarlo ir. Claro que Atsuya Fubuki me había resentido por quitarle lo que uunavez fue suyo de una forma en que nadie más podía serlo; ellos eran hermanos. Pero él no lo demostraba cuando Shirou estaba presente, sabía que él quería que nos llevaramos bien. No quería que tuvieramos una relación estropeada por el odio. Yo aprendí a querer a Atsuya, pero él siempre me odió.

Pero esto no es solamente una historia de amor y celos de hermanos. Esto se trata de algo más siniestro.

Fubuki no era un chico introvertido, su círculo de amigos era numeroso, pero si podía evitar salir a fiestas mejor para él y, cuando no tenía más opción que ir, se marchaba a media noche; como Cenicienta. Me explicó que las multitudes lo agotaban, consumían su energía y debía volver pronto a "recargarse" (eso explicaba por qué siempre tenía tanto sueño al volver de la calle), lo imaginaba como un pequeño nendoroi de baterías. Para su cumpleaños número 17, lo motivé a hacer algo especial, una simple salida de amigos. Fuimos al cine y luego a una discoteca algo cerca de nuestro departamento (así no tendríamos tanta dificultad al regresar), él era un chico responsable (quizás se debía a la personalidad rebelde de Atsuya) bebió con moderación y al caer la media noche ya estaba listo para volver a casa. Nos despedimos de todos y juntos emprendimos camino. Estabamos tan cansados, puedo recordar mis pies entumecidos y mis piernas acalambradas. Aún así, Fubuki parecía que su energía no se había agotado, hablaba sin parar para llenar el vacío de la noche, mis risas hacían eco en las calles. "¡Mira! ¡El cielo está despierto! ¡Las estrellas nos están saludando!" No podía resistirme a amarlo.

Estaba demasiado ocupado mirando el cielo cuando cruzó la desierta calle, y el Mercedez no tuvo tiempo de frenar. Un crujido enfermizo, y el mundo entero se descaminó al silencio.

Acune su delgado cuerpo en mis brazos, muy entumesido como para llorar, muy herido para moverme. Sus ojos estaban abiertos de paren par y sus extremidades temblaban delatando el insoportable dolor al que era sometido. Estaba sufriendo. Podía sentir el tibio líquido carmín brotando de sus heridas e impregnándose en mi ropa. Bajo el estado de shock en eelque me encontraba, sólo podía repetir una y otra vez "Tranquilo, todo va a estar bien. Vas a estar bien." Suena absurdo, debí llamar de inmediato a una ambulancia; pero una pérdida como esa arrancó todo pensamiento reflexivo. Le aparté el cabello del rostro y besé su frente sudada, de su garganta brotaban gemidos, como si quisiera decirme algo.

Pero él no alcanzó a darme un último mensaje.

Las semanas siguientes sd difuminan en mi memoria. No puedo conectar ni una sola memoria con una fecha, abrumado en medio de amigos y familiares extendiendo sus condolencias, habían asistido sus amigos de Hokkaido, sus padres y Atsuya, quien me miraba de una manera qqueme torturaba; no estaba enojado, su expresión retraida y sus ojos vacíos. No soportaba lp presencia de Atsuya Fubuki porque era idéntico a quien fue mi amor días atrás. En el funeral, los eventos adquirieron su propio curso, me había encerrado en un rincón de mi cabeza donde lo había mantenido vivo. Todos me querían decir cosas sobre Shirou y lo perfecto que era; como si no lo supiera ya. Como si ignorara el regalo que Shirou Fubuki fue.

Un chico destacó del resto a medida que caminó hacía mí y me entregó un diario de cuero. No vi su rostro, asumí, en el momento, que era alguno de sus amigos entregándome una colección de fotos con Shirou. O quizás me encontraba muy adormecido para procesar sus manos frías y pálidas.

"–¿Por qué siempre tienes las manos tan frías?

–Para que tus manos cálidas puedan calentarlas."

Me duele pensar en lo mucho que lo voy a extrañar.

Durante un año, me perdí. Bebí y permanecí a solas en nuestro departamento desocupado viendo nuestras películas favoritas y escuchando nuestras canciones, recordando nuestra vida juntos. Fue sólo cuando mi hermana llegó, me sostuvo de las manos y me habló, que comencé a salir de mi cascarón. Se sentaba y escuchaba las cosas descabelladas que le decía, persuadiéndome gentilmente abandonar las conductas destructivas que contribuían a mi depresión. Funcionó lo suficiente como para empezar a vivir de nuevo lo que era casi una vida real.

Entonces, un día especial, decidí abrir el diario, con la intensión de festejar la vida de Shirou y la alegría que me había obsequiado.

Era una carpeta llena de fotografías Polaroid de Shirou creciendo, eran bastante nítidas y tomadas desde la distancia, estando Atsuya en la mayoría de ellas; siempre fueron muy unidos. Perdoname, Atsuya. De seguro sus padres habían sido quienes inmortalizaron la infancia de los hermanos Fubuki. Las fotografías se acercaron hasta su octavo cumpleaños, pude ver el día que les obsequiaron sus pequeñas bicicletas y las rodillas raspadas que eso causó las siguientes semanas. El diario tenía tantas páginas, así que supuse que era una recolección de fotografías entre varias personas;sus familiares y amigos.

Había una foto de Shirou justo antes del cine en su cumpleaños 17, pude reconocer mi brazo rodeando sus hombros y el collar con la mitad de un corazón que le había obsequiado cuando teníamos 15. No había ninguna fotografía del accidente. En su lugar, su vida continuó dentro del libro. Había una foto de él en un jardín, descansaba apoyado en un tronco, bajo la sombra de un árbol. A la derecha había un mantel y sobre él, repostería, sándwich y un pastel de chocolate. Su cumpleaños número 18.

Su cumpleaños número 18. Hoy.

La realidad de lo que estaba viendo me golpeó a medida que cerré el libro. Me senté ahí, en la mesa de la cocina, prestando atención a la placa dorada que adornaba la portada y decía "Los muertos nunca se van." –Esto debe ser algún tipo de photoshop sádico.– Me conforte a mí mismo. –Alguien se tomó el tiempo de hacerme una broma repulsiva.– Pero, ¿por qué? ¿Con cuál objetivo?

Me armé de valor para seguir mirando.

No había un orden cronológico en las siguientes fotografias. El día que perdió su primer diente de leche, su primer día de secundaria. Recorría las páginas observando con diligencia, y empecé a notar algo: el fotografo se acercaba. Se acercaba a él más y más. Shirou era hermoso. Impactante; ojos grandes y puras sonrisas. Y las fotos comenzaron a excluirnos; a mí, Atsuya, sus padres y a sus amigos.

Una fotografía destacó ante mis ojos por sobre las demás, Shirou no se encontraba solo pero era su imagen la que estaba mejor enfocada. Llevaba su uniforme sel equipo de fútbol; a un lado podía distinguir a Atsuya. Pero eso no fue lo que llamó mi atención, lo hizo el hecho de había alguien en el fondo.Oculto entre los árboles que estaban cerca rdela cancha donde había sido el partido; la secundaria Kidokawa Seishuu. Era una persona alta, por lo que me hacia pensar se tardaba de un hombre, o quizás sólo se veía alto porque su sombra se desplegaba en el cespéd.

Me recosté un momento y exhalé. La situación se había tornado demasiado mórbida. Me había enfrascado demasiado en apreciar a mi lindo novio, que no me detuve a pensar en cómo culminaría la historia. Caí en un agujero surrealista que me motivaba a removerme del asunto. Pero no podía, era mi novio el implicado y debía llegar hasta el final; por él.

Continué.

La sombra misteriosa se hizo más presente en las fotografías, imponiendo su presencia, gritando que estaba ahí. Que siempre lo estuvo. Me hacía sentir ansioso, un miedo similar al ddeun niño cuando espera que algo salte del armario. Quería que desapareciera. Pero siempre estaba allí, anunciando cada cumpleaños con la fase "Un año más" al pie de la Polaroid. El escenario ya no era algo que pudiese reconocer.

Las imágenes fueron tomadas en una habitación pobremente iluminada. Su rostro era atacado por el terror y se mostraba una secuencia repetitiva, una atmósfera inquietante se cernía sobre su cabeza. Shirou estaba atado, con esposas en sus muñecas, a una cama de sabanas que alguna vez fueron blancas. Otras veces, de pie en una pared donde no podía moverse, estaba atado como un animal en el matadero esperando a ser degollado. Exponiendo su desnudez y delgadez enfermiza; habían moretones en sus piernas, estaba pálido; enfermo. Su rostro con una expresión de agonia.

No quería seguir. Era degradante. Propiamente degradante.

Shirou. Mi novio.

La última fotografía que vi, antes de cerrar abruptamente el libro, fue de su cumpleaños 18 (hoy). La anotación en la esquina de la Polaroid decía, con trazos descuidados: "¡Por fin!"

Él veía directo a la cámara, llorando. Estaba apoyado en sus rodillas y manos, con sólo una correa en su cuello y una mordaza en su boca. Sus mejillas empapadas por sus lágrimas estaban sucias. Sus brazos adornados con moretones. Despojado de cualquier vestimenta. Era como si me estuviera implorando que lo aayuarad que fuera por él. Pero no podía hacerlo.

No podía llamar a la policía; él está muerto.

Cerré el libro y juré que nunca, nunca lo volvería a ver. Abandoné la habitación. Mi cuerpo entero convulsionando al ritmo de mis sollozos.Pensé que moriría en ese momento. Quería morir en ese momento.

Lo que me mantiene despierto por las noches no es el contenido de lo que vi. Es que aún sobraban tantas páginas.

 

Notas finales:

La explicación es: No hay ninguna.


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