Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

"Esclavo de tu amor" por ShineeLuhan

[Reviews - 321]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras, me extrañaron???

 

Les debo una disculpa por mi ausencia el anterior jueves, pero se me presentaron unos inconvenientes. Pero como ya estoy de vuelta otra vez, acá les dejo el capítulo correspondiente, es uno larguito, eh? Disfrútenlo.

 

Espero que sigan comentando las lectoras habituales, y muchas otras más. Me harían el día feliz

CAPITULO DIECIESEIS

 

 

 

Rowen yacía en su incómodo lecho, sobre el piso de la sala de tejer, completamente despierto. Se había vuelto a poner la camisola antes de acostarse. La lana tosca podía picar, pero el jergón de lana aún más áspera donde él estaba acostado era mucho peor, de modo que la camisola le ofrecía cierto alivio. No tenía otra alternativa más que aceptar su cruento e injusto destino. No podía escapar de ese hecho, ni de sus pensamientos, ni de su vientre y tampoco como resultado de las inquietantes sensaciones que ese lord de la venganza había provocado en él.

 

No comprendía esos sentimientos. “Él” no deseaba a William de Chaville. No podía desear a un hombre a quien odiaba con todo su ser. Pero durante estos últimos días muchas veces ese hombre había conseguido que él lo deseara, a pesar de su odio. Y su cuerpo había recordado esa noche en el cuarto de baño del señor y respondido de nuevo, y no como Rowen había deseado que respondiese….

 

William se había alejado tanto después que se le recordaron todas las razones por las cuales deseaba vengarse de su insolente prisionero. Había conseguido dominarse bastante bien. Esas reacciones estaban sólo en sus ojos expresivos. Pero eso era suficiente para lograr que Rowen temblase. Y a él le agradaba ver que Rowen tenía miedo. Eso era casi suficiente para pacificarlo…casi.

 

Rowen había sentido que los pies eran como de madera cuando se acercó a su amo con el lienzo suave para secarlo. Y su voz fría no lo había aliviado en lo absoluto.

 

“--Arrodíllate otra vez- él había ordenado- Y ten cuidado, doncel, que no se te escape una sola gota de humedad. Si me enfrío por tu negligencia, te castigaré”

 

Lo había dicho como si las restantes amenazas no hubiesen sido en serio. Rowen lo dudaba, pero en todo caso lo inquietaba sólo esta amenaza. Y en actitud de autodefensa, se impuso secarlo lentamente, para tener la certeza de que no dejaba una gota de humedad en una parte cualquiera de aquella tersa y bronceada piel.

 

Fue una experiencia que él no deseaba repetir. Su temblor de miedo se había convertido en otra cosa. Y bien lo sabía. Ese hombre lo observaba como un halcón a su presa, de modo que no podía menos que ver el efecto que ejercía sobre Rowen. Por supuesto, el efecto que Rowen ejercía sobre William era incluso más evidente, y se manifestaba en todo su esplendor, de modo que la fascinación de Rowen por la virilidad del hombre se repitió. Contra su voluntad, él incluso lo acarició al secarlo.

 

En ese instante su amo le ordenó bruscamente que saliera. Rowen se sentía sorprendido, pero no esperó a que el otro le repitiese la orden. Había huido inmediatamente, y se encaminó hacia la escalera que conducía a las habitaciones de las mujeres, entre las cuales estaban incluidas las salas de costura y tejido. Rowen aún no estaba del todo conforme en dormir con las demás criadas, pero Mary lo había prácticamente obligado a que compartiera habitación con ellas, porque no sabía dónde ubicarlo dentro de la fortaleza, siendo él un doncel, y además el único en el castillo, lo mejor era que lo pusiera en un lugar en donde ningún hombre intentara hacerle daño o propasarse con él.

 

Tanto la sala de costura como la de tejido estaban aún oscuras, pues todavía era muy temprano, y las restantes mujeres estaban abajo, en el Gran Salón. Rowen hubiera debido calmarse un poco, y después ir a buscar algo para comer. En cambio, se apoderó de una antorcha que retiró del corredor para encender unas pocas velas en la habitación, prepararse el jergón, ponerse de nuevo la camisola y acostarse.

 

Salió de su efímero ensimismamiento para tratar de conciliar de una vez por todas el sueño, pero le fue una tarea imposible de realizar. Dormirse era un asunto casi imposible.

 

Rowen aún estaba despierto cuando cuatro de las tejedoras entraron juntas, hablaron en voz baja unos pocos minutos, y después todas fueron a acostarse y se durmieron sin la más mínima dificultad. Aún estaba despierto cuando el ruidoso rumoreo de su vientre se unió a los suaves sonidos de las otras mujeres que dormían. Aún estaba despierto cuando se abrió la puerta, y una forma enorme se recortó en el hueco, contrapuesta a la luz que venía del corredor.

 

Rowen sabía quién era. Incluso había sospechado que él acudiría, y eso a pesar de que lo imaginaba gozando con Celia. A menos que….¿quizá ese hombre creía que Celia estaba allí? ¿Venía a buscar a su favorita, y no a Rowen?

 

Pero se acercó a Rowen y dijo:

 

--Ven.

 

Ahora, Rowen no dudó de que le hablaba a él mismo, a pesar de que la cara del visitante no era más que una sombra oscura. Ninguna de las mujeres se movió, pero Rowen tampoco reaccionó, excepto para menear la cabeza.

 

El fornido hombre extendió la mano y repitió esa única palabra, y Rowen se sintió asaltado por los recuerdos de las manos del hombre sobre su cuerpo, del placer increíble que ese cuerpo fuerte y musculoso le había impuesto poco antes y meneó de nuevo la cabeza violentamente. Rowen no deseaba de nuevo ese placer, por lo menos no de ese hombre.

 

Fulkhurst habló respondiendo a esa negativa, en voz baja, sólo para los oídos de Rowen.

 

--Tienes la misma dificultad que yo soporto, pues de lo contrario no continuarías despierto. Por mi parte, no quiero sufrir más tiempo esto que ahora me sucede. Ven ahora, o te llevaré yo por la fuerza.

 

Rowen temió la escena que ahora sobrevendría, y que sin duda podría despertar a las mujeres, pero aun así no se movió, de modo que él agregó:

 

--Tus gritos no importarán. ¿No lo comprendes?

 

Rowen tenía un poco más de dignidad que todo eso. Pero como era probable que gritase si ese hombre lo tocaba, se puso de pie y salió con él fuera de la habitación, pero sólo hasta el corredor vacío. William continuó caminando, pues esperaba que Rowen lo siguiese. Cuando al fin comprendió que Rowen no estaba detrás, retornó, aunque no estaba enojado. Por lo menos todavía no. Se limitó a enarcar el entrecejo mientras preguntaba:

 

--¿Necesitas ayuda, doncel?

 

La indiferencia del hombre era irritante.

 

--No iré contigo- dijo Rowen secamente- Ya te vengaste de mí. Si de nuevo me fuerzas no será ojo por ojo.

 

--¿Te dije que sólo sería ojo por ojo, doncel? Después de lo que sucedió hoy sabrás a qué atenerte. Lo que decida arrancarte, lo tendré- Y después se encogió de hombros, poco antes de que esa sonrisa sin humor se dibujase en sus labios- Pero esto nada tiene que ver con lo otro. Sencillamente, pensé que en verdad no eres más que un siervo en este momento, y por lo tanto estás atado a Fulkhurst como otro siervo cualquiera. Eso significa que no puedes hacer nada sin mi permiso, y que como otro siervo cualquiera estás obligado conmigo. Eso significa también que, como sucede con una sierva, si decido manosearte a mi entero placer y gozar de lo que tienes entre las piernas, en cualquier momento, en cualquier lugar, es mi privilegio. De modo que si te digo que vengas a mi cama, te apresurarás a obedecerme. ¿Me entiendes claramente?

                                                     

--Sí, pero….

 

--¿Sí, qué?

 

--Mi señor- masculló el menor.

 

--Aprendes con lentitud. Pero por otra parte, qué puede esperarse de un doncel tan estúpido.

 

--No soy estúpido….mi señor.

 

--¿No lo eres? ¿No te parece que fue estúpido tratar de robarme un hijo?

 

--No estúpido- confesó Rowen- sólo errado…pero no tenía alternativa.

 

--Nadie te había puesto un cuchillo en el cuello- dijo él con voz dura.

 

Habían advertido a Rowen que no presentara excusas. Ahora Fulkhurst estaba irritado y no era probable que las escuchase, incluso si Rowen se atrevía a intentar que ese hombre lo entendiese. Pero el joven doncel no podía dejar pasar algunas de las cosas que William había dicho, aunque eso lo enojase todavía más.

 

--Lord William, sabes muy bien que no soy un siervo. Si lo fuera, sin duda acordaría con todo lo que dijiste, e incluso quizá reaccionara de distinto modo cuando….tú me convocas en medio de la noche para dirigirme a tu cama. Pero llamarme siervo no consigue que lo sea, no modifica mis sentimientos, no me permite aceptar lo que tú denominas “tu privilegio”.

 

--Te agrada decirme que no tuviste alternativa. ¿Y crees que tienes alternativa en todo esto?

 

--Si es así, tendrás que encadenarme otra vez- le aseguró Rowen- pues jamás iré voluntariamente a tu lecho.

 

William rió cruelmente al observar la confianza que el menor sentía.

 

--Doncel, esas cadenas fueron para tu beneficio, no para el mío. Yo habría preferido que te resistieras, pues no deseo tu sometimiento. No, quiero tu odio, y tu vergüenza cuando al fin sucumbas ante mí. Quizás incluso esta vez te haré rogar…, rogar lo que no deseas recibir.

                                                                                                                     

Rowen palideció al oír estas palabras, aunque William no percibió la palidez en la semipenumbra. Pero Rowen podía recordar la última vez en el lecho de ese hombre, cuando él había jugado con el joven y lo había excitado de tal modo que el doncel se sintió dispuesto a rogarle que lo poseyera….pero no pudo rogar porque estaba amordazado. Y eso hubiera sido más humillante que todo el resto combinado. Pero Rowen estaba encadenado entonces, y no podía impedir esas caricias tan íntimas…tan placenteras…tan suyas. Liberado, lucharía, de modo que ese hombre no podría llevarlo de nuevo a esa cumbre de la necesidad ardiente….no, ni siquiera podría lograr que Rowen le rogase…¡Jamás!

 

Armado con esa convicción, Rowen se disponía a cometer el absurdo error de decirle que lo que William buscaba era imposible, es decir, el método más seguro para conseguir que ese hombre demostrara todo lo contrario, fue cuando su vientre interrumpió el silencio con una queja ruidosa. Incluso eso lo avergonzó, sobre todo cuando William bajó los ojos para mirar fijamente al órgano de donde partía tal sonido.

 

--¿Cuándo comiste por última vez?- preguntó el fornido rubio.

 

--Esta mañana.

 

--¿Por qué? Tuviste tiempo sobrado….

 

--No lo tuve antes de tu baño, y después, yo…sólo deseaba ocultarme y tratar de recobrar el ánimo.

 

--No me culparás por la pérdida de una comida, y tampoco volverás a perderla. No me importa si mueres de hambre, pero tendrás que esperar hasta que mi hijo que está formándose en tu vientre ya no dependa de ti. Ya tienes muy poca carne sobre tus huesos. Si te saltas otra comida, te castigaré.

 

Rowen comenzaba a extrañarse cuando oía esa amenaza. Parecía que Fulkhurst hablaba en serio, que tenía la intención de cumplir lo que decía, pero formulaba la amenaza con demasiada frecuencia y por eso mismo ya no inspiraba mucho temor.

 

--No tengo la intención de morir de hambre para evitar tu venganza.

 

--Bien, porque ya comprobarás que no tienes modo de escapar. Ahora, ven…

 

--Regreso a mi propia cama.

 

--Vienes conmigo…¿y no te advertí que no debías interrumpirme?

 

--Lo hiciste, pero como tú mismo no cumples esa norma, no creo que desees que se te considere un hipócrita además de un monstruo.

 

Volvió a dibujarse la sonrisa sin alegría en el rostro de William. En realidad, esa sonrisa era mucho más intimidatoria que sus amenazas, porque hasta siempre había sido el preanuncio de los castigos.

 

William se adelantó un paso. Rowen retrocedió otro paso.

 

--¿No pensarás escapar de mí, verdad doncel?- se burló él.

 

Rowen levantó el mentón.

 

--Sí, ¿por qué no? De todos modos, tu intención es castigarme. Y yo no tengo otro recurso que ser más veloz que tú, patán demasiado corpulento.

 

Antes de que diese el paso que le permitiría apoderarse de Rowen, éste pasó a un costado del hombre, en dirección a la escalera circular que comenzaba al final del corredor. Si Rowen podía llegar al salón, encontraría muchísimos lugares para ocultarse, incluso entre los servidores que allí dormían. Pero lo que tenía en mente era el depósito que estaba en el sótano.

 

Rowen descendió las escaleras dos peldaños por vez. Oyó que su enfurecido amo lo maldecía detrás, escuchó el silbido de su propia respiración y el roce del acero sobre la piedra, al pie de la escalera. Rowen consiguió detenerse a tiempo. El hombre que le cerraba el paso tenía una vela en una mano, la espada en la otra. No era mayor que él, pero tenía por lo menos una palma más de estatura.

 

Rowen no pudo encontrar el modo de esquivar la espada o al joven que la empuñaba. Se sintió alzado por detrás, y oyó la voz de William:

 

--Aparta esa arma, Bernard, y ve a despertar al cocinero- pero tan pronto como el joven fue a cumplir la orden, la voz dura cobró un acento suavemente amenazador al murmurar junto al oído del doncel- Si no habías merecido el castigo antes, lo tendrás ahora…pero primero, te alimentarás.

 

La cocina era un lugar inquietante sin el gran fuego que crepitaba y las muchas antorchas que disipaban las sombras. El gato residente emitió un gruñido quejumbroso antes de extenderse detrás del pozo. El cocinero mascullaba acerca de su sueño interrumpido; Bernard sostenía en alto la vela, de modo que el cocinero pudiese ver lo que estaba haciendo. Rowen continuaba encerrado en los brazos de William. Cada vez que él se movía un poco, William interpretaba el gesto como un intento de huir, y apretaba con más fuerza los brazos.

 

Cuando al fin el corpulento hombre lo depositó en un taburete, frente a la mesa, Rowen encontró una excelente diversidad de alimentos, entre los cuales podía elegir, todos eran platos fríos, pero aun así tentadores para un vientre vació. La media hogaza de pan todavía estaba blanda, lo mismo que la mantequilla distribuida sobre ella. Había una gruesa tajada de carne asada, algunos pedazos de ternera, un trozo de caballa condimentada con menta y perejil, menos la salsa de acedera que lo había acompañado antes. Una rebanada de queso, peras, y una tarta de manzanas completaban la exquisita comida, además de un jarro de cerveza.

 

--¿No quedaron perdices?- preguntó William alcocinero cuando Rowen empezó a comer.

                               

--Una, mi señor, pero lady Beatrix pidió que se la sirvieran en la mañana…

 

William lo interrumpió para ordenar:

 

--Úsala. Mi hija puede comer lo que se prepare por la mañana, como haremos todos los demás. Ahora este muchacho se muere de hambre.

 

Rowen no podía creer lo que estaba oyendo. ¿William no sabía que estaba creándole otra enemiga? Uno no quitaba cosas a la hija de la casa para darlas a un simple criado. A un huésped, sí, pero no a un criado. Y además, el cocinero tendría que lidiar por la mañana con la enojada Beatrix, de modo que ahí tenía otro enemigo, y el cocinero era el marido de Mary Blanz que tenía a Rowen a su cargo.

 

--Aquí hay más alimento que lo que puedo comer- le aseguró Rowen- Ya no necesito…

 

--Necesitas variedad- insistió William.

 

--Pero no me agrada la perdiz- mintió el menor.

 

--Te alimentas no sólo tú- replicó el otro.

 

El recordatorio le enrojeció la cara a causa de la vergüenza, sobre todo porque allí estaban los otros dos hombres, que lo miraban de diferente modo, como si la extraña conducta de su señor ahora fuese más comprensible. Que el nuevo criado de lord William estaba embarazado probablemente se difundiría por todo el castillo a ese paso. Este hecho, unido a la medida de atención que William concedía a Rowen, facilitaría a todos adivinar quién era el padre. ¿A ese hombre no le importaba? No, ¿por qué debía importarle, si su propósito era apoderarse del niño?

 

Ese recordatorio, determinó que Rowen lo mirase con hostilidad.

 

--El niño y yo no queremos perdiz, nosotros no la queremos.

 

William lo miró un momento más antes de aceptar el tono de aquel rezongo:

 

--Muy bien- y después se volvió hacia el aliviado cocinero y agregó- El muchacho debería beber vino en lugar de cerveza, y yo te ordeno que traigas una botella de ese vino suave que envié desde Tures.

                                                                                                                                          

Rowen endureció el cuerpo. También el cocinero, que dijo:

 

--Mi señor, tendré que despertar al mayordomo para conseguir la llave.

 

--Pues hazlo.

 

Rowen acababa de evitar la incorporación de dos nuevos enemigos al renunciar a uno de sus platos favoritos. Por lo tanto, no estaba dispuesto a conseguir a otro: el mayordomo, al aceptar su propio vino, con el cual probablemente se asfixiaría, porque era su vino. Era cruel ofrecerle la bebida que le habían arrebatado, pero no podía atribuirle esa crueldad a William, porque él no sabía que Rowen, ahora, era el señor de Tures con la muerte de su anciano esposo.

 

Detuvo al cocinero que ya se dirigía a la escalera.

 

--Master Blanz, eso no será necesario. En este momento el vino me hace daño- mintió Rowen- Por eso no puedo beberlo.

 

El cocinero se volvió esperanzado, para obtener la confirmación de su señor, pero William ahora miraba irritado a Rowen.

 

--Es extraño- dijo- que lo que provoca molestias a otros es lo que te hace daño precisamente ahora a ti- dijo al menor.

 

--No es así.

 

--¿No?- replicó con aire de duda, y después agregó con presión hostil- Y nunca vuelvas a violar mis órdenes, doncel, te lo advierto. Si Master Blanz te obedece, en lugar de acatar mis órdenes, recibirá diez latigazos por tu impertinencia.

 

Al escuchar eso, el pobre cocinero ahora subió de prisa la escalera para despertar al mayordomo. Rowen cesó de comer, y se llevó las manos al vientre, de modo que William supiera que le estaba echando a perder el apetito.

 

--Eres despreciable en tu rechazo- murmuró William ante el descaro de Rowen, pero el joven preguntó:

 

--¿Qué harás con el vino? Pues yo no lo beberé.

 

--Ordenaré que lo lleven a mi dormitorio, para beberlo, como te llevarán a ti apenas hayas concluido con tu comida; a menos que ya hayas terminado…- Rowen volvió tan de prisa a la comida, que la sonrisa sin alegría apareció de nuevo en los labios de William- ¿Bernard?

 

Bernard no necesitaba que le repitiesen la orden.

 

--Sí, mi señor, apenas él haya terminado, lo llevaré a su recámara- aseguró el muchacho.

 

William puso un dedo bajo el mentón de Rowen, que éste estaba moviendo enérgicamente al masticar.

 

--No te atiborres de comida, insolente, y no tardes demasiado, pues tendré que regresar aquí para ver qué te demora tanto, y eso no me agradaría.

 

Dicho esto, lo dejó solo con el escudero y la comida. Rowen masticó más lentamente ahora, pero la ansiedad comenzaba a apretarle el estómago. William se disponía a violarlo otra vez. De hecho, había prometido eso.

 

Tal vez Rowen debía enfrentarse al escudero y no a William, y después escapar y ocultarse. Bernard era más corpulento que Rowen, aunque aún no se había desarrollado por completo, de modo que ciertamente Rowen tenía más probabilidades de huir de él que de su amo. Pero de ese modo lograría que castigasen al escudero. ¿Y si William venía a buscarlo?, ¿no despertaría a otros con el fin de que ayudasen en la búsqueda? Por supuesto, ese canalla desconsiderado adoptaría precisamente esa actitud. No le importaba que la gente del castillo trabajase de firme el día entero y que necesitara dormir. Tampoco a Rowen le importaba, pero en todo caso no deseaba que todos los habitantes de Fulkhurst lo mirasen con odio, pues allí no había una sola alma que lo protegiese de la venganza y los insultos.

 

--Es mejor que se dé prisa- dijo Bernard desde atrás- El humor de mi amo no incluye la paciencia para esperar mucho tiempo.

 

Rowen no miró hacia atrás para contestar.

 

--Pues bien, ahora vendrá a buscarme. ¿Crees que eso me importa? Que venga o que no venga, tendré que soportar su implacable cólera.

 

Y sus pequeños castigos”…pensó.

 

Rowen se preguntó cuál sería ahora su humillación por haberlo desafiado en el corredor, junto a las habitaciones por escapar de él, por contrariarlo. ¿Los ruegos que ese vengativo hombre había mencionado? ¿Algo peor? No. ¿Qué podía ser peor que rogar placer a un hombre a quien despreciaba?

 

--Eres un doncel perverso, y no agradeces su generosidad- escupió sus palabras, Bernard.

 

Rowen se atragantó con la carne que estaba masticando. Cuando el acceso de tos se calmó, él se volvió para mirar con odio al joven que había formulado esa absurda declaración.

 

--¿Qué generosidad?- preguntó.

 

--Te alimenta después que ya se cerró la cocina. Antes nunca la habían abierto en estas circunstancias. Master Blanz no se atrevería ni aunque el mismísimo lord William estuviera muriéndose de hambre.

 

Era una norma usual en la mayoría de los castillos. Si no se procedía así, se corría el riesgo de que hubiese despilfarro de las provisiones. Pero Rowen no estaba impresionado.

 

--Alimenta a su hijo, no a mí- se burló.

 

--Él no abriría la cocina ni siquiera para sus hijas- replicó el joven.

 

--¡Tú lo sabes todo!- exclamó Rowen, impaciente- Ese hombre me odia.

 

--¿Cuando te desea antes que a otras? ¿Cuándo él nunca…jamás había tenido antes contacto con los de tu tipo? ¿Cuándo vaciló horas enteras ante la posibilidad de despertarte, pese a que su necesidad era tan grande? ¿Cuándo incluso te llevó en brazos para que no tomases frío porque estabas descalzo?

 

Rowen podría haber refutado cada una de estas afirmaciones, pero se había sonrojado intensamente ante la mención de la necesidad de William; la que Rowen mismo sabía había provocado durante el baño. Rowen había supuesto que ese hombre mandaría a llamar a Celia. ¿Por qué no lo había hecho? “Porque contigo él se venga y atiende su propia necesidad”, pensó. Pero ¿por qué esperó tanto tiempo? Porque a decir verdad William no podía soportar el contacto con el cuerpo de Rowen, del mismo modo que éste no podía soportar el contacto de F ulkhurst…no, Rowen estaba mintiéndose. En realidad, al doncel jamás lo había molestado tocar ese cuerpo hermosamente conformado cuando lo había tenido en su poder. Y esa noche, en realidad él se había excitado al tocarlo, a pesar de que su señor no lo tocaba. ¡Pero eso lo molestaba! ¡Le molestaba el efecto que ese hombre producía en él!

 

--¿No importa que yo no desee sus atenciones?- preguntó Rowen, como si pudiera lograr que el muchacho comprendiera y cambiase de opinión.

 

Pero tan solo el escudero se limitó a contestar:

 

--Como dije antes, eres perverso.       

 

--¡Y tú eres ignorante y prejuicioso! Tu señor es un individuo cruel y vengativo….

 

--¡No!- exclamó Bernard, ahora irritado- Es bueno y benévolo con quienes lo sirven. Sólo se apresura a castigar a sus enemigos.

 

--Y yo soy uno de sus enemigos- murmuró Rowen, volviéndole la espalda.

 

Miró fijamente la comida que ya no deseaba, y oyó que Bernard decía detrás:

 

--¿Su enemigo? ¿Un doncel? ¿Qué pudiste haber hecho para ganarte su enemistad?

 

“Sólo violarlo y robarle un hijo”. Pero ése era un crimen tan abrumador a sus propios ojos, que Rowen jamás lo reconocería ante nadie. Era probable que William cambiase de idea y lo asesinara si él hablaba, porque por lo menos la mitad de su odio provenía del hecho de que alguien pudiera haberle infligido esa ofensa, a él, que era un señor tan poderoso.

 

De modo que no contestó a la pregunta, y en cambio se limitó a decir con voz desfalleciente:

 

--Si piensas llevarme con él, hazlo. Ya he terminado aquí.        

 

El cocinero volvió ahora con el mayordomo, y se acercó presuroso.

 

--Jovencito, ¿no te agradan los restos?

 

--Master Blanz, fue una comida excelente, pero ya estoy satisfecho. Y en adelante haré todo lo posible para comer a horas normales, de modo que no le molesten de nuevo, y menos a causa mía.

 

El cocinero desechó la disculpa:

 

--El niño debe tener alimento. Me ocuparé de que en tus comidas recibas una ración más abundante.

 

--No, no es necesario…

 

--Lord William así lo querrá.

 

Y lo que lord William quería, se hacía.

 

Rowen rechinó los dientes y salió de la cocina. Pero antes de llegar a los peldaños de piedra, lo atraparon por detrás y lo levantaron en vilo, como antes. Sólo que con estos brazos él no se sentía seguro. Tenía la impresión de que podía caerse de un momento a otro.

 

--Suélteme, Bernard. Soy perfectamente capaz de….

 

--Perverso- repitió el joven escudero, mientras ascendía los peldaños- El doncel prefiere ponerse muy enfermo e incluso morir por ello, sin importarle para nada que a mí me desuellen a latigazos. Realmente perverso.

 

--Tonto, es más probable que me rompa el cuello cuando me caiga contigo.

 

--Es caballeroso ayudar a todas las mujeres, y en tu caso, a todos los donceles también...pero la próxima vez ten la bondad de usar zapatos.

 

¿El muchachito estaba quejándose? Rowen le habría arrancado las orejas, pero temió que a causa de la sorpresa el escudero lo dejase caer. Dios lo protegiera de los aspirantes a caballero.

 

--Bien- dijo finalmente Bernard, y lo depositó en el suelo- Este piso de madera no es tan frío. Necesito recuperar el aliento, y tú puedes continuar tu camino.

 

¿Podía hacerlo? Rowen decidió ser tan perverso como Bernard decía.

 

--¿Cómo puedes saber si el piso está frío cuando tus pies no están descalzos? Se me hielan las plantas de los pies. Después de todo, tendrás que llevarme a cuestas.

 

El jovencito estaba de pie, jadeante. El oscuro salón se extendió ante ellos, y había sólo una antorcha al fondo para iluminar el angosto sendero entre los cuerpos dormidos de los criados.

 

Bernard lo miró horrorizado.

 

--Esto…¿quieres que te preste mis zapatos?

                                                        

--Lo que quiero es regresar a mi propia cama.

 

El horror de Bernard se acentuó.

 

--¡No puedes hacer eso!

 

--Pues mírame.

 

Rowen se volvió y comenzó a recorrer el sendero, pero apenas habían pasado cinco segundos cuando se sintió levantado de nuevo. Ahora Bernard estaba enojado, y le habló con malhumor.

 

--Doncelito, tus aires de gran señor no te sientan. ¿Crees que el favor de un verdadero señor te eleva a esa condición? No es así, y será mejor que lo recuerdes.

 

Las palabras de Bernard lo ofendieron en verdad, y lo indujeron a contestar sin pensarlo.

 

--No necesito que me eleven a una jerarquía que ya es mía. “Tu magnífico y benévolo” señor fue quien quiso hacerme algo distinto de lo que soy ahora, a pesar de que soy el señor de….- Su sentido común regresó antes de que dijese “Tures”. En cambio, dijo “Ginza”- Un lugar que él destruyó hace poco.

                                 

--Mientes doncel.

 

--Y tú hablas como tu amo, estúpido- replicó Rowen- En realidad, la única mentira fue acerca del frío de los pies. ¡Ahora, suéltame!

 

El escudero obedeció, y lo soltó porque en realidad ya no tenía fuerzas en los brazos. Pero eso no sirvió de mucho a Rowen, pues habían llegado a la antecámara del dormitorio, y la puerta del dormitorio interior permanecía abierta y pronto apareció el señor, atraído por la voz sonora de Rowen.

 

--¿Qué te sucede?- preguntó William a su escudero, pues el muchacho ahora jadeaba realmente.

 

Rowen contestó antes de que pudiera hacerlo Bernard.

 

--Pensó imitarte y traerme, pero descubrió que tiene que crecer un poco antes de que comience a representar el papel de bárbaro que impone su voluntad tanto a mujeres como a donceles.

 

La doble burla no pasó inadvertida para ninguno de los dos varones. Bernard se sonrojó intensamente. William sonrió, la misma sonrisa helada que Rowen detestaba.

 

--De modo que mi nuevo criado tiene garras, ¿eh?- contestó William- Ya me ocuparé de cortárselas. Entra, Rowen.

 

El doncel no se volvió un centímetro, horrorizado por lo que acababa de hacer. Por la tontería que acababa de cometer. ¿Qué lo había inducido a pensar que podía burlarse de ese hombre e insultarlo sin pagar el precio por ello? Pero de todos modos, mientras Rowen se viese obligado….

 

--Yo…estoy harto de aceptar castigos que no merezco….- dirigió una mirada a Bernard antes de terminar con estas palabras- Si quieres que entre allí, tendrás que arrastrarme. Ya te lo dije, no iré por mi propia voluntad.

 

Todo habría estado muy bien si Bernard no bloqueara la única salida, pero ésa era la situación, y por lo tanto Rowen no tuvo adónde ir cuando William aceptó su desafío y se acercó para aferrarlo por el brazo. Y aunque el doncel intentó con todas las fuerzas que poseía retirar su muñeca del apretón de los dedeos de William, se vio llevado bruscamente al dormitorio, y allí Fulkhurst cerró de un golpe la puerta. Y no se detuvo hasta que se acercó a su propia cama y lo arrojó sobre ella.

 

Después, lentamente, y con evidente placer, William acercó su cuerpo al de Rowen, hasta que el chiquillo comprendió que no tenía la más mínima posibilidad de apartarlo.

 

--¿Ves ahora qué poco importa tu voluntad?- lo provocó.

 

--Te odio.

 

--Te retribuyo de todo corazón el sentimiento, y te aseguro que si se trata de odiar tengo mucha más práctica que tú- William estaba mostrándole su sonrisa cruel; de modo que Rowen alimentó pocas dudas acerca de eso.

 

De pronto, Rowen sintió deseos de llorar. Incluso unas pocas lágrimas asomaron a sus ojos, y los iluminaron con el brillo de un par de joyas. William vio las lágrimas y las examinó pensativo durante un momento antes de decir:

 

--¿No piensas facilitarme las cosas, verdad? ¿Dónde está la resistencia que me prometiste?

 

--Tú te complaces demasiado con mi odio y mi resistencia. Prefiero no concederte el más mínimo placer.

 

--Doncel egoísta- se burló él, aunque de pronto en sus ojos se manifestó un auténtico humor- ¿De modo que piensas dejar inerte el cuerpo, y abrigas la esperanza de que yo me aburra y te abandone?

 

Rowen aún no conocía ese tipo de reacción de William, y dijo con expresión fatigada:

 

--Ahora que lo mencionas….

 

El corpulento hombre rió, confundiendo a Rowen, y rió todavía más cuando vio la confusión del muchacho. Después, acercó la mano a la mejilla de Rowen, una mejilla tan suave, y el pulgar se deslizó lentamente, inquietante, sobre la totalidad del labio inferior.

 

--¿Qué haré contigo?

 

La pregunta no pareció destinad al doncel, era simplemente como si William pensara en voz alta. Pero de todos modos, Rowen contestó:

 

--Déjame ir.

 

--No, jamás- dijo él con voz suave, mientras fijaba los ojos en los labios de Rowen- Tú eras virgen en más de un aspecto. ¿Y qué me dices de esto?

 

Ahora el hombre lo miraba con ojos cálidos y una sonrisa que lo hacía tan apuesto que Rowen casi se sintió hipnotizado. Y entonces, sus labios tocaron los de Rowen.

 

El doncel había previsto eso, estaba preparado para resistir, pero no para la imprevista participación del resto de su propio cuerpo, sobre el cual no ejercía ningún control. La lengua de William rozó los labios de Rowen, y éste experimentó sensaciones en su vientre. William introdujo la lengua entre los dientes de Rowen para acariciarlo más íntimamente, y el doncel sintió el calor en su vientre.

 

Era cierto que los labios de un amante jamás le habían revelado ese modo de besar. Lo que Alexander había hecho poco antes de dejarlo a merced de William no se parecía en nada a esto, distaba a muchas leguas luz. Ese beso había sido breve, duro, y repugnante para Rowen. En cambio éste era suave, interminable, y él deseaba no verse obligado a percibir la diferencia. Pero Rowen no podía negar que se trataba de otra venganza de su enemigo que él mismo no deseaba conocer.

 

--Como dije, otro terreno virgen que explorar- dijo William, y pareció complacido por la idea- Seguramente viviste encerrado hasta que yo te descubrí. 

 

Las palabras parecían la única defensa que William le permitía. Rowen las usó ahora como una actitud desesperada, pues comprendió que él mismo tendría que luchar tanto como ese hombre si esa situación se prolongaba.

 

--Tú no me encontraste, te encontraron para mí. Recuérdalo, y recuerda que realmente no deseas hacer esto. Suéltame, William.

 

La respuesta de William fue besarlo de nuevo, una caricia no tan dulce esta vez, pero de todos modos en absoluto repulsiva. De hecho, Rowen se sintió arrastrado tan de prisa por la pasión del momento que olvidó el sarcasmo que había usado poco antes para evitarlo.

 

Pero William no. Se sentía tan enojado con Rowen como Rowen había deseado que estuviese, con la única salvedad de que el resultado no era lo que el mismo había querido. Además, Rowen no cobró conciencia del asunto sino mucho después, cuando oyó la orden impartida en un murmullo:

 

--Ruégame- y Rowen había llegado a un punto de necesidad tan desconcertante…tan irrevelante, que obedeció.

 

--Por favor…

                        

--¿Por favor qué?

 

--Por favor…mi señor.

 

 

CONTINUARÁ….

Notas finales:

OMG¡¡¡¡¡

Acaso habrá lemon en el siguiente capítulo?????

Qué opinan ustedes, les gustaría????

Bueno, espero sus apreciaciones a este capítulo. Tal parece que a nuestro apuesto seme le importa mucho más su bello prisionero de lo que él cree, qué pienasn ustedes????

Rowen, oh Rowen….el pobre poco a poco está sucumbiendo ante la potente virilidad de su captor, olvidándose hasta de lo que éste trata de hacer con él. Cómo irá a parar todo esto???? Nos vemos el siguiente jueves sin falta. Feliz Año Nuevo y les deseo los mejores éxitos, prosperidad y mucha felicidad en sus vidas a todas mis queridas lectoras.Bye Bye.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).