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"Esclavo de tu amor" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras amantes del yaoi


Al fin es jueves, y les traigo el nuevo capítulo de hoy. En cuanto a su contenido, pues primero las dejaré leerlo y después nos vemos en las notas finales.


Gracias por todos sus comentarios, me alientan a seguir con la historia. Hay nuevas lectoras que se animaron a expresar sus puntos de vista, que alegría.

CAPITULO DIECISIETE

 

 

William estaba aturdido, dominado por la satisfacción total y el descontento. Ninguno de los dos sentimientos le agradaban en ese momento, pero ninguno lo dejaba en paz. Uno lo inducía a desear la posibilidad de negar al otro, pero no podía, pues zambullirse en el cuerpo de ese brujo de cabellos de lino había sido increíblemente satisfactorio. Por supuesto, todo eso era tan agradable porque le permitía vengarse de él. Un placer tan inmenso no podía responder a otro motivo.

 

Pero él no hubiera debido experimentar nada de todo eso, pues no alimentaba la intención de tocarlo de nuevo después de haberlo liberado de sus cadenas. Su intención había sido ciertamente continuar torturándolo, y cubriéndolo de vergüenza. Aún se proponía lograrlo, pues no estaba dispuesto a permitirle que viviese sin pagar por ello cierto precio, y él deseaba que Rowen lo recordase constantemente.

 

Pero esa noche, ese maldito chiquillo había demostrado a William que él era un tonto si creía que podía avergonzarlo obligándolo a prestar servicios íntimos, sin pagar el precio correspondiente. William hubiera podido hacerlo si Rowen hubiera continuado sintiendo sólo vergüenza, pero en cambio el doncel se había excitado, aunque había hecho todo lo posible para evitar que William lo advirtiese; y el hecho de que Rowen lo deseara había determinado que William se descontrolase. De todos modos, él había conseguido resistir la seducción de Rowen, y lo había apartado de su persona. Pero Rowen había continuado influyendo sobre su mente…y su cuerpo.

 

Que su ahora criado pudiese obligarlo a desearlo tan intensamente hubiera debido irritarlo enormemente. En verdad, esa expresión lo enfurecía, pues no se trataba de algo distinto de la falta de control que él mismo padecía cuando el doncel lo había tenido en su poder. Y en efecto, William había combatido esa ansia abrumadora de ir a buscarlo para llevárselo esa noche. Pero tan pronto William pensó que la condición en que Rowen estaba ahora junto a su lecho, tan indefenso y  tan excitante a la vez, le daba toda la excusa necesaria para poseerlo nuevamente, en ese punto William perdió la batalla.

 

Se inclinó para mirarlo. El doncel fingía dormir, con la esperanza de evitar que él continuase prestándole atención, y William sonrió para sí mismo. No había supuesto que ese chiquillo le parecería tan divertido. Su actitud y los intentos de desafiarlo eran ridículamente divertidos. La mayor parte del tiempo Rowen, en verdad, le temía, pero en otras ocasiones también se irritaba. Y William comprobaba que le agradaba la cólera de Rowen mucho más que su miedo, lo cual no parecía muy lógico.

 

Tampoco tenía mucha lógica que aquel insensato buscase intencionalmente provocar su cólera, en vista de la gravedad de la posición de Rowen. William no se había molestado en desnudarlo o desnudarse, y sencillamente le había alzado la camisola, como había advertido que podía hacer. Pero también le había dicho que él no deseaba la buena voluntad de Rowen, pero oírlo que rogaba que lo poseyese había sido bastante agradable, y había apaciguado la cólera del señor de Fulkhurst,

 

Rowen tenía la camisola levantada hasta las caderas. William apoyó una mano sobre el flanco desnudo del joven y vio cómo el chiquillo contenía la respiración. Pero Rowen no abrió los ojos, y continuó fingiendo que dormía. Otro pequeño gesto de desafío que él mismo decidió ignorar por un momento.

 

La actitud de William era extraña. Despreciaba a Rowen por lo que él le había hecho, pero le agradaba muchísimo tenerlo en su poder. Y esta ansia de atacarlo cuando ya se sentía perfectamente saciado no sólo lo desconcertaba sino que agravaba su descontento.

 

Con el entrecejo fruncido apartó del joven la mano, y llegó a la conclusión de que la presencia de su prisionero debía ser la causa de su extraña disposición de ánimo. Por lo menos eso podía rectificarlo, y de prisa.

 

--Vete, doncel. Que te use no significa que compartiré mi cama más de lo que ya hice. No me agradó dormir en un jergón duro estas últimas tres noches.

                      

--Estoy desbordando simpatía- replicó Rowen mientras salía del colchón y se encaminaba hacia la puerta. Su sarcasmo era demasiado evidente y no divirtió a William.

 

--Recuerda mi lecho blando cuando duermas en tu propio jergón duro- dijo él.

                                                                

Rowen se volvió para dirigirle una breve sonrisa.

 

--Ya he olvidado tu cama excepto para pensar que una losa de piedra sería más preferible.

 

--No era ésa tu actitud cuando me rogabas que te poseyera.

 

La cara de Rowen se puso escarlata cuando oyó estas palabras. Bien, eso le enseñaría a ser un poco más hábil con sus burlas. Pero William lo olvidó apenas vio los pies desnudos de Rowen.

 

--Vuelve aquí, Rowen- la cara de Rowen pasó del rojo al blanco, y el hombre explotó- No estoy de humor para llevarte de regreso a tu cama porque olvidaste traer tus zapatos.

 

--¿Que yo olvidé? No tenía intención de abandonar el cuarto en que dormía. Tú me despertaste en mitad de la noche, ¿y pretendes que esté completamente vestido?

 

--No dormías. Pero de todos modos, tendrás que dormir aquí, hasta que yo ordene que te traigan los zapatos, por la mañana.

 

--No tomaré frío, te lo juro.

 

--¿Pretendes permanecer allí y discutir conmigo, doncel?- preguntó con febril intensidad. Rowen inclinó la cabeza.

 

--No- dijo en voz baja que el otro apenas lo oyó.

 

--Entonces, regresa ahora a esta cama.

 

William no dijo más mientras Rowen se adelantaba muy lentamente, poniendo a prueba la paciencia y el dominio de sí mismo que el otro ejercía, y sus buenas intenciones. Pero cuando Rowen llegó al lecho, William estaba tan irritado que agregó:

 

--Ante todo, quítate esa camisa. No deseo que me raspe la piel si llego a rozarla mientras duermo.

 

Rowen volvió bruscamente la cabeza para mostrar a William que no estaba asustado, como el otro había creído. Rowen había intentado ocultarle su furia. Ahora renunció a su ficción, y se quitó la camisa y la arrojó al suelo. Esa demostración de enojo era sencillamente divertida. La coloración roja en la piel de Rowen, a causa de la lana áspera, era lo que irritaba a William.

 

Condenada piel, tan delicada. William había hecho una excepción al permitir que Rowen compartiese su lecho, en defensa de su salud, y ahora se veía obligado a hacer otra excepción a favor del joven.

 

A William no le agradaba debilitar su venganza con aspectos parciales, pero de todos modos se dijo que debía ordenar a Edith que trajese las prendas de tela suave que había traído Rowen; quizá también su propia camisa, cuando por la mañana trajera los zapatos del joven. Pero más valía que ésta fuese la última concesión que él hacía a causa de la condición, o el cuerpo delicado de Rowen, pues si eso continuaba así el doncel comenzaría a pensar que él no sentía verdadero desagrado frente a su persona.

 

Para lograr que el chiquillo no pensara semejante cosa, William paseó la mirada sobre la desnudez de Rowen, y dijo:

 

--Realmente, es agradable enseñarte cuál es tu lugar.

 

--¿Bajo tus pies?- rezongó éste.

 

William comenzó a quitarse sus propias prendas de vestir, pero esbozó una sonrisa insegura antes de contestar:

 

--Si lo deseo, así será. Ahora, métete bajo las mantas. No quiero oír de ti esta noche una sola palabra más.

                        

O ver de nuevo ese cuerpo tan atractivo que Rowen ni siquiera intentaba ocultar ante los ojos de William.

 

Por una vez el doncel se apresuró a obedecer la orden, pero cuando William a su vez se acostó, después de apagar las velas, y se volvió hacia él nada más que para encontrar una posición cómoda, Rowen exclamó:

 

--No puedo soportar de nuevo tu contacto. ¡Enloqueceré!

 

William se sintió tentado de refutar esas palabras. En cambio, dijo:

 

--Cállate. Estoy demasiado fatigado para forzarte de nuevo….por mucho que lo ruegues.

 

Pero perversamente ahora le pasó un brazo por la cintura y lo atrajo a la curva de su propio cuerpo.

 

--No podré dormir así- dijo el menor, rechinando lo dientes.

 

--Será mejor que podamos dormir, porque de lo contrario no importará qué cansado esté- Rowen se mantuvo tan quieto que ni siquiera respiró. William se echó a reír y lo apretó con más fuerza- Si te deseo de nuevo, tus tontas travesuras no lo impedirán, de modo que duérmete, no sea que yo cambie de idea.

 

Rowen respiró hondo y no dijo más. William en efecto estaba cansado, pero no tanto que no apreciase la calidez del cuerpo apretado contra él. Después de todo, la suavidad del menor era agradable, y él comprendió que si no se andaba con cuidado terminaría acostumbrándose a esa calidez.

 

 

 

****

 

 

Dios se mostró compasivo esa  mañana, pues permitió que Rowen despertase en una habitación vacía. No sabía cómo afrontaría a William a la luz del día, después de lo que había sucedido la noche anterior, pero por lo menos sentía un alivio temporal, aunque no a causa de los recuerdos.

 

Gimió cuando evocó diferentes escenas, y hundió la cabeza bajo la almohada. Se había sentido tan seguro de que podía resistir la tentación de rogar a William, pero con los labios y los dedos de ese hombre torturándolo, con su sangre cada vez más apremiada por la necesidad, las palabras que William había deseado oír brotaron de los labios de Rowen. Y a él no le había importado nada excepto el placer exquisito que ese hombre le había negado hasta que Rowen obedeció las órdenes impartidas. La mortificación y el odio de sí mismo habían llegado después, pero duraría mucho más tiempo, probablemente para siempre. Y él aún no podía soportar la idea de mirarlo a los ojos y ver su expresión regocijada.

 

Rowen estaba seguro de morir, agobiado por la vergüenza, y William se reiría. La debilidad de Rowen no significaba nada para ese cruel hombre; su propio triunfo era todo. Sí, se echaría a reír, y él lo odiaría más que nunca…

 

--Despiértate, doncel, y ponte esto.       

 

Rowen emitió una exclamación y se movió y vio a William de pie junto a la cama, con la ropa interior en sus manos, así como la chaqueta y los zapatos que Rowen había dejado en la sala de costura. Lo miraba con el entrecejo fruncido…y ahora continuó hablando con su habitual brusquedad.

 

--¿Crees que puedes haraganear en la cama, lo cual probablemente es tu costumbre, sólo porque anoche me complaciste un poco? No, tu condición no cambia, y tampoco tus obligaciones, las mismas que hasta ahora has descuidado durante la mañana. Pero como yo ya comí, no necesitarás servir en la mesa del estrado hasta la noche, por lo tanto, ve a desayunar ahora y ocúpate de tus restantes deberes.

 

Dicho todo eso, William salió antes de que Rowen pudiese suministrarle una respuesta adecuada e irritante. De modo que él haraganeaba en la cama. Como si pudiera hacerlo, sobre todo en la cama de ese hombre.

 

Y de pronto advirtió que había afrontado la situación y sobrevivido. ¿Fulkhurst no estaba dispuesto a vanagloriarse de la vergüenza de Rowen? ¿El único modo de mencionarlo era decir que había encontrado en Rowen un poco de placer? Ciertamente, Rowen no lo entendía. William no había aprovechado una oportunidad perfecta para obligar más a su prisionero.

 

Rowen contempló las prendas dejadas sobre la cama, y su confusión se agravó. Él sabía por qué le habían entregado las ropas propias de un criado- de modo que esas prendas tan ásperas le recordasen constantemente su nueva condición- Sin embargo, ahora tenía su propia ropa interior, de fino y suave hilado, que le protegía la piel. Aún tendría que vestir la chaqueta y la túnica de criado, pero ya no sufriría la irritación en la piel a causa de esas toscas prendas.

 

Miró divertido la puerta por donde había salido William. Ese hombre cruel rehusaba permitir que él pasara hambre, rehusaba permitir que tuviese frío, aunque su inquietud con ese asunto tenía que ver con el niño que él llevaba en su vientre. Pero ahora rehusaba permitir que su piel se irritase con las prendas que el otro había insistido que Rowen usara, y eso nada tenía que ver con el hijo. Eso se relacionaba directamente con él mismo…¿Cruel? Sí, ciertamente, lo era…pero quizá no demasiado.

 

Y bien, ¿qué estaba pasando? No había bondad en William de Chaville, ni siquiera un poco. Sin duda alguna, ese hombre tenía algún motivo oscuro y ulterior al devolverle esas ropas, un motivo que Rowen no alcanzaba todavía a adivinar, pero que probablemente lo avergonzaría. Un hombre odioso. ¿No tenía nada mejor que hacer que imaginar los modos más eficaces para molestarlo?

 

Se vistió de prisa, suspirando complacido ante la conocida comodidad de su combinación de fina tela blanca, y la camisola roja ajustada que le llegaba hasta los tobillos, como debía ser el caso, por lo menos, tratándose del hijo de un noble. La superficie áspera de la chaqueta ya no le tocó la piel, pero Rowen comprobó que tenía un problema para asegurarla sobre los hombros, ahora que debajo estaba la camisola suave, en lugar de la áspera lana que por lo menos mantenía en su lugar la otra prenda.

 

De todos modos, se sintió mucho mejor usando por lo menos algunas prendas propias, y casi sonreía cuando entró en el Gran Salón, y en efecto sonrió cuando vio que William no estaba allí para desconcertarlo con esas miradas tan frías y tan suyas. Buscó a Ágata cerca del fuego, pero allí estaban únicamente las hijas de William con su tutora, aprendiendo nuevos estilos de costura. No les dirigió otra mirada, de modo que no vio cómo ellas lo observaban mientras se acercaban a la escalera que conducía a la cocina, con expresiones casi tan odiosas como las del padre.

 

--Queridas, no le presten atención- les recomendó lady Roberta- Una dama no se digna a prestar atención a personas de esa clase.

 

--Pero pasó la noche en el dormitorio de nuestro padre- señaló Melissa, de trece años- Celia nunca pasó toda la noche con él.

 

--Con sus aires altaneros, Celia no es una compañía muy agradable- dijo Beatrix con expresión desdeñosa.

 

Beatrix era la hija mayor, con sus catorce años, si uno no contaba a la bastarda Emma, por quien el padre, William de Chaville, jamás preguntaba, y a la cual ninguna de las hijas legítimas reconocía como hermana. Melissa era la más bonita de las dos, con sus cabellos rubios y sus ojos grises, que tenían mezcla de azul en la medida suficiente para evitar que fuesen tan fríos como los de su padre. Beatrix tenía cabellos y ojos castaños, y pómulos muy pequeños. Se la hubiera creído hermosa si su expresión no hubiese sido siempre tan dura y desaprobadora. Por otra parte, era bien sabido que William se había comprometido con la madre de Beatrix en edad muy temprana, y la madre había sido una mujer poco atractiva. En cambio, William había elegido personalmente a la madre de Melissa por su belleza.

 

Beatrix no guardaba mucho rencor a su hermana menor. Después de todo, tenía más edad, y era la heredera de su padre. Melissa recibiría toda la herencia que le correspondía por parte de su propia madre, pero Beatrix quedaría con el resto, mientras no hubiese herederos masculinos. Y ésa era la razón por la cual Beatrix vivía temerosa de la llegada de lady Isabella, y en silencio se había regocijado al saber que Isabella ahora había desaparecido, y posiblemente había muerto. William había necesitado mucho tiempo para encontrarla cuando llegó a la conclusión de que era el momento de casarse otra vez; y le había llevado todavía más tiempo cerrar trato por ella. Y William estaba tan atareado con sus guerras y la ampliación de su propiedad, que sería la propiedad de Beatrix, que no había tenido tiempo para buscar otra esposa.

 

Pero no le agradaban los rumores que le llegaban acerca del nuevo criado, que para variar era un simple doncel. Dos veces ya le habían murmurado que ese muchachito estaba embarazado, y que el niño probablemente pertenecía a su padre. En sí mismo eso no era alarmante, pues William jamás contraería matrimonio con un siervo de categoría inferior, y mucho menos tratándose de un doncel de baja cuna. Era verdad hasta cierto punto, que esos seres raros y por así decirlo, “especiales”, eran aceptados dentro de la sociedad vanguardista; pero habían otros grupos conservacionistas que aún no los aceptaban y los repudiaban enormemente. Beatrix pensó, o creyó pensar, que su padre era uno de los que los repudiaban, pero estaba equivocada, muy equivocada.

 

Pero ahora no era momento de adentrarse en esos temas triviales. Lo que más importaba en ese momento era que su padre no podía casarse con un siervo, y el bastardo que éste esperaba jamás heredaría Fulkhurst, aunque se tratara de un hijo varón. Pero el otro rumor que había llegado a sus oídos era que ese doncel en realidad no era un siervo, sino era el hijo de un noble que simplemente se había ganado la enemistad de William, lo cual modificaba toda la situación.

 

Beatrix no lo creía. Ni siquiera su padre, que se encontraba completamente cruel con sus enemigos, trataría de ese modo a un noble señor. Pero si era cierto, y el muchacho daba un hijo varón a William, podría inducirlo a contraer matrimonio con él.

 

Ella sabía que William quería un heredero varón. Todos lo sabían. Pero ella no podría soportarlo si ese heredero varón nacía, después de que ella había vivido toda su existencia con la esperanza de ser la heredera de las posesiones de su padre. Ella lo deseaba, lo necesitaba. No tenía la belleza de Melissa. Sólo la promesa de que Fulkhurst le permitiría conseguir el marido que deseaba.

 

--Ahí está de nuevo- dijo Melissa mientras Rowen aparecía en el salón, esta vez con Edith- Me gustaría saber de dónde sacó esa bonita camisa roja.

                                                                                                                                                                        

--Sin duda, despojos que nuestro padre le regaló- replicó Beatrix entrecerrando los ojos- Creo que lo llamaré y….

 

--No harás eso, lady Beatrix- la reprendió severamente la tutora, que sabía muy bien cuán rencorosa podía ser su pupila- Si le provocas dificultades al preferido de tu padre, es probable que pagues las consecuencias. Recuérdalo cuando tengas esposo.

 

Beatrix miró hostil a la anciana, pero no discutió con ella. Había comprobado que era más fácil ignorar los sabios consejos de lady Roberta, y después hacer lo que se le antojaba cuando la vieja tonta y piadosa no estaba cerca. Como por ejemplo, indagar más acerca de ese molesto e irreverente doncel de pacotilla.

 

 

CONTINUARÁ….

Notas finales:

Ante todo…Gomenasai!!!!!

En verdad siento mucho no haber descrito ese otro encuentro apasionado, aunque forzado, de nuestra bella pareja. Sé que les prometí, quizás, un suculento lemon. Por lo cual, muchas de ustedes estaban deseosas por leer. Pero!!!!! Hay un motivo por lo cual no lo hice. Ése nuevo acercamiento entre la pareja en este nuevo episodio, no distaba mucho de ser el mismo que el anterior. Forzado, sin sentimientos de por medio y aún con un poco de resentimiento entre la pareja. Aunque nuestros personajes lo disfrutaron de igual manera.

Cuando llegue, al fin, ese ansiado lemon que muchas de ustedes quieren que suceda, pues llegará, y no sólo esta vez forzado. Quiero que cuando suceda ese hecho, la pareja esté compenetrada por completo. Y para que eso suceda, tienen que irse conociendo más íntimamente. En el siguiente episodio, sabrán al fin, el por qué William tiene ese sentimiento de odio incrustado en su oscuro corazón. 

Espero puedan comprenderme. Al menos pudimos conocer un poco los sentimientos de amabas partes. Se atraen, se gustan, aunque no quieran admitirlo. Conocimos un poco más de las personalidades de las hijas de William. Qué les pareció la hija mayor de Fulkhurst??? Tal parece que Beatrix será otra piedra en el zapato para Rowen, no lo creen así???

Nos vemos en el siguiente episodio que estará muy interesante, no se lo vayan a perder. Que les vaya bonito y cuídense mucho.


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