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"Esclavo de tu amor" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Se acuerdan de mí? (Corre a esconderse a un rincón)

Antes que nada les debo una gran, que gran…una inmensa disculpa por tan larga ausencia. Lamento, en verdad, haberme ausentado tanto tiempo, pero se me atravesaron algunos inconvenientes que no me  permitieron continuar con la historia. Entre ellos, mi compu finiquitó, literal, por falta de mantenimiento dejó de funcionar, y con el trabajo y otras cosas más, pues tardó un poco de ser reparada.

Pero ya estoy aquí, y con el tan esperado Lemon entre nuestra bella y obtusa parejita de enamorados, aunque ellos no quieran admitir ese echo….jajajajaja. Espero les guste ese encuentro y ya me dicen si les gustó o es que le faltó algo más.

Quiero agradecer infinitamente a aquellas personitas que se tomaron el tiempo de enviarme un RW para suplicar (si seré en verdad mala) que la historia siguiera su curso. Pues bien, para todas ellas y también para mis seguidoras habituales (que espero sigan siéndolo) va dedicado este capítulo. Disfrútenlo chicas. Y nuevamente, mil gracias por su apoyo, sin ustedes, esta historia creo que no sería posible.

CAPITULO VEINTE

  

 

 

Rowen nunca podría sobrevivir a ese episodio. Estaba seguro de que las murmuraciones acerca de la terrible escena del salón lo seguirían hasta el fin de sus días, a través de los campos y los pueblos, a través de los países, por donde fuese, si es que lograba salir de Fulkhurst. Pero ¿qué importaba eso al señor de la Venganza? Nadie murmuraría acerca de él. Que un noble se divirtiese con uno de sus siervos en su propio comedor sea éste del género que fuese, nada significaba. Después de todo, ¿quién se lo reprocharía?

 

El joven doncel aborrecía la idea de regresar para enfrenar al motivo de su vergüenza más reciente. Era lamentable que no hubiese modo de llegar al dormitorio de William viniendo de la cocina, sin atravesar toda la extensión del salón. Pero cuando Rowen retornó, después de su comida tan demorada, no vio que hubiese murmullos referidos en contra de él. En verdad, los hombres no lo miraron en absoluto, y las mujeres que estaban cerca desviaron prontamente la mirada.

 

Confundido, se preguntó: ¿se había mortificado sin motivo? ¿O solamente los que estaban sentados frente a la misma mesa habían visto cómo él se instalaba sobre las rodillas de William? Pero también allí lo ignoraban, excepto el propio William. Ahora lo miró, pero con aire distraído, pues estaba enredado en una profunda discusión con su amigo Sheldon.

 

Rowen estaba desconcertado, y la situación no le agradaba. Fulkhurst era el único que debía sentirse confundido, no él. Pero había un modo bastante sencillo de comprobar si algo desusado había sucedido en el breve tiempo que él había estado en la cocina, algo que determinase que las mujeres, e incluso las perezosas costureras que no habían prestado atención a sus enseñanzas esa tarde, ahora pareciesen intimidadas cuando lo veían.

 

Vio a la joven Emma, la misma que había ido a buscarlo a la llegada de sir Sheldon, y se detuvo junto a la mesa. Advirtió no muy claramente que la muchacha estaba sola.

 

--Emma, ¿puedo confiar en tu bondad y preguntarte qué sucedió aquí y que me pasó inadvertido cuando fui abajo?

 

--No sucedió nada después de ese hermoso espectáculo que nos diste.

 

--Comprendo- replicó Rowen con voz dura, y se volvió para salir, decepcionado, porque la muchacha antes había parecido más amistosa.

 

Pero Emma le aferró la mano para tranquilizarlo rápidamente:

 

--No, señor, no quise insultarte. Sólo que es extraño ver que el terrible dragón se comporta como un hombre normal.

 

¿El terrible dragón? Qué bien expresado, pero Rowen estaba más preocupado por la denominación que acababan de asignarle, pues sabía que era mucho peor que William lo tratase como un siervo si otros sabían que no lo era.

 

--¿Por qué me llamaste “señor”?

 

Emma se encogió de hombros.

 

--No puedes disimular lo que eres aunque luzcas las ropas de un siervo. Tus modales hablan más claramente que las palabras, aunque tus palabras hablan con igual claridad de tu noble cuna.

 

--Tú hablas también así- señaló Rowen, aliviado porque Emma se limitaba a formular conjeturas.

 

Emma sonrió.

 

--Me limito a imitar…aunque creo que mejor que Celia.

 

Rowen no pudo dejar de reír.

 

--Sí, mucho mejor que ella. Pero dime, si nada sucedió, ¿por qué esas mujeres parecen casi temerosas?

 

--¿Cuando te miran?- ante un gesto de Rowen, la sonrisa de Emma se ensanchó- Supieron lo que le sucedió a Celia, y creen que fue porque tú lo pediste.

 

--Pero yo nunca…

 

--Yo no creí que fuese culpa tuya, pero ellas sí. También las impresiona el hecho de que no temas al dragón, ni siquiera cuando está de muy mal humor.

 

--Ciertamente, le temo. Tiene mi vida en sus manos.

 

--Tengo entendido que no mata ni a mujeres ni a donceles. Pero incluso Celia se escondió de él cuando estaba enojado, y todos aquí pudieron ver qué enojado estaba…y después tú lograste que él riese. Oír su risa es bastante extraño.

 

Por cierta extraña razón, Rowen se sintió muy triste al oír esto, pero se apresuró a rechazar ese sentimiento. A él no le importaba que ese hombre extrajese poco goce de la vida. El propio Rowen lo había pasado bastante mal los últimos años. Aunque él hubiera preferido permanecer allí y conversar, pues adivinaba que Emma podía ser su amiga, se separó de la joven, perfectamente consciente de la orden de William, que era presentarse en su dormitorio; no, en su cama: Y ahora que su vergüenza se había disipado, tenía que afrontar esa orden, y el nerviosismo que el asunto ya le provocaba.

 

En verdad, Rowen había preparado bien a William para la seducción, o más bien el señor del castillo había acomodado las cosas con sus descaradas bromas durante la comida. Ahora, Rowen ya no necesitaba siquiera mostrarse sutil. Lo único que podía frustrar su plan era que William creyese que lo motivaba el miedo, más que el deseo real de estar en su compañía. Era necesario que Rowen no demostrase el más mínimo temor. Pero la idea de seducirlo y el hecho concreto de la seducción de ningún modo eran lo mismo, y su nerviosismo estaba tan cerca del miedo que a los ojos del propio Rowen eran dos cosas inseparables.

 

¿Y qué sucedería sí todo era inútil, si sus avances no modificaban el modo de tratarlo de William? Ágata estaba segura de que las cosas cambiarían, pero Rowen no opinaba exactamente lo mismo. Y sin embargo…William se había sentido excitado nada más que por algunas palabras, y esa experiencia había cambiado drásticamente su humor, no del modo de tratar a Rowen, pero ciertamente sí su humor. El doncel tendría que esperar y decidir cuáles serían sus futuros avances.

 

Rowen entró en el dormitorio y apenas había echado una ojeada a la cama, donde no deseaba instalarse en espera de la llegada de William, cuando el hombre mismo cerró la puerta detrás de él. Rowen se volvió, sobresaltado, seguramente él lo había seguido apenas Rowen pasó al lado de la mesa, a pesar de que aún parecía enfrascado en la conversación. Y entonces, Rowen vio el ardor en sus ojos, y comprendió.

 

Ese hombre lo deseaba ahora mismo, lo deseaba enormemente. No estaba dispuesto a esperar un solo minuto más. La idea originó en el menor una cálida sensación de poder. Determinaría que lo que él mismo quería hacer y decir fuese mucho más fácil. Pero también, para irritación del propio Rowen, excitó vivamente sus propios sentidos.

 

William estaba allí, de pie frente a la puerta, mirándolo, mientras desabrochaba lentamente su capa. Usaba una hermosa túnica parda, bordada en el ruedo y el cuello con hilos de oro. El color se adaptaba a los cabellos dorados, que habían crecido mucho desde su encierro en Ginza, de modo que ahora le llegaban a los anchos hombros. No fruncía el ceño de modo que la apostura de sus rasgos estaban expuestas a la vista de Rowen, y turbaba sus sentidos.

 

Rowen tenía dificultad para mirarlo cuando se le mostraba así, normal, no como el hombre cruel que según él sabía William podía ser. Como la timidez era conveniente en Rowen, después de lo que había dicho a William en el salón, el doncel se refugió en ella y bajó los ojos.

 

--Ven aquí, Rowen.

 

El joven no vaciló cuando tuvo que acercarse, pero no quiso encontrar de nuevo la mirada del hombre. Esos ojos expresivos producían en él un efecto que no podía controlar.

 

--¿De modo que deseas compartir mi cama?

 

--Sí.

 

--¿Por qué?

 

¡Por Dios santo! ¿Por qué no podía aceptar en la palabra de Rowen? ¿Por qué? Rowen mismo no había previsto que habría un interrogatorio, y no podía pensar ahora que lo tenía tan cerca.

 

--¿Por qué un doncel querría compartir el lecho de un hombre?- replicó Rowen con voz dolida.

 

--Porque el mío es más blando que el tuyo.

 

Rowen le dirigió una mirada que chocó con la de William. El canalla…dudaba de él, y se proponía obligarlo a actuar para convencerlo. Rowen no había deseado seducirlo inicialmente. Y de ningún modo estaba dispuesto a esforzarse en esa tarea.

 

--Es cierto- dijo al fin el menor secamente- Si embargo, no duermo mucho. Tal vez después de todo sea preferible que use la mía.

 

Se volvió irritado, pero el otro le aferró el brazo y apretó con fuerza a Rowen contra su pecho. Y un momento después su boca demostró al doncel qué sensaciones provocaba en el señor del castillo, y su pasión se manifestó cálida o más aún, ardiente. Se aferró al hombre porque sintió que se le doblaban las piernas, se aferró a él porque no podía hacer otra cosa. Y allí estaba William, implacable en su ataque, decidido a lograr que Rowen sintiera lo que él sentía, y que Dios se apiadase de ambos.

 

Rowen casi se desplomó cuando él lo soltó. William no lo advirtió. Se había apartado de Rowen, el cuerpo le tensaba a causa de la agitación. William se sentó en su propia cama, y acarició con tal fuerza los cabellos del doncel que éste se estremeció. Pero cuando los ojos de William se clavaron de nuevo en él, Rowen gimió interiormente. Su expresión era ahora intensamente cruel, la expresión que el mismo Rowen temía.

 

--¿Aún dices que me deseas, doncel?

 

Si Rowen contestaba que sí, William se las arreglaría para obligarlo a sufrir; Rowen lo sabía, porque lo leyó en sus ojos. Pero si decía que no, era probable que el otro intentase mostrarle que mentía, y precisamente ahora, con el sabor de sus labios todavía en sus propios labios, él no estaba seguro de que una negativa fuera la verdad. En cualquiera de los dos casos, Rowen perdía….o ganaba. Pero ganar le costaría un poco más de su orgullo, porque su plan era una espada de doble filo. Ahora, Rowen sabía que por el papel que representaba en el asunto estaba condenado a sangrar un poco.

 

William esperó paciente, dándole tiempo sobrado para seguir el camino de aquel cobarde. Pero el joven de los cabellos de lino permaneció en su decisión. Iría hasta el final sin importarle el costo.

 

--Todavía te deseo, mi señor.

 

William no contestó durante un momento. Era casi como si no pudiese hablar. Y entonces su voz llegó ronca y áspera.

 

--Necesito pruebas. Demuéstramelo.

 

Rowen no había esperado menos. Se acercó lentamente a él, y comenzó a quitarle la chaqueta. La pasó sobre la cabeza de William, de pie al alcance de las manos del hombre. Soltó más lentamente la camisa. En verdad, el bello doncel estaba como hipnotizado al ver que William observaba este proceso, pues todo lo que ese hombre sentía, Rowen podía verlo…sentirlo, y esa sensación de poder retornaba, infundiéndole una audacia que en otras condiciones él mismo no habría exhibido.

 

Dejó caer al piso la camisa, de modo que quedó con la ropa interior, las medias y los zapatos. Para desanudar un zapato, no se inclinó, sino que apoyó el pie sobre la cama, cerca del muslo de William. Era un gesto descarado e intencional, y eso acabó con la resistencia del hombre. Gimió con una voz ronca y profunda. Luego extendió el brazo para cerrar la mano sobre el trasero de Rowen, y lo atrajo hacia él. El joven chocó contra el cuerpo de William, y sus rodillas se deslizaron a cada lado de las caderas masculinas, y Rowen inclinó torpemente la espalda, mientras el otro hundía la cara en los suaves y sonrosados pezones de su prisionero.

 

Fue un abrazo excitante. También tocó una cuerda más tierna en Rowen, pues William no hizo nada más, se limitó a sostenerlo así un momento. Rowen rodeó con sus propios brazos la cabeza de William, y ahora ya no se sentía seguro de que estuviese representado un papel o actuando por propia voluntad, pues se sentía muy bien reteniéndolo así.

 

Y entonces, el hombre inclinó hacia atrás la cabeza pidiendo a su prisionero:

 

--Bésame.

 

Rowen obedeció, apoyado las manos en las mejillas de William, dándole un beso desprovisto de pasión, un beso de tierna inocencia, durante los tres segundos que la caricia duró. Los labios de William obligaron a Rowen a abrir los suyos, y su lengua lamió el interior de la boca del menor antes de hundirse más profundamente en él. Por primera vez, Rowen experimentó el sentimiento de la agresión, y después se sintió abrumado por la pasión que su breve reacción desencadenaba en el señor del castillo.

 

William cayó sobre la cama, llevándolo consigo, y su boca ahora lo devoraba. Pero entonces William rodó rápidamente, presionando con el bulto duro de su virilidad entre las piernas de Rowen; y el pulso del joven se acentuó, y sintió que sus entrañas se conmovían, y el corazón le latió desesperadamente. Los dedos de Rowen se habían hundido en los cabellos de William, y ahora aferraban grandes puñados de hebras rubias. El doncel necesitaba ese anclaje, pues sus sentidos perturbados determinaban que perdiese el control de su propio cuerpo.

 

Rowen gimió cuando William lo dejó, pero él lo hizo sólo para cubrirlo mejor, y para acomodar el cuerpo esbelto del menor, ahora desnudo ante él. Sus ojos lo taladraron, y después sus manos provocaron un jadeo tras otro mientras ascendían lentamente por su vientre para cubrirle el torso y por ende los erectos pezones. Capturó uno y lo llevó a la boca, y se inclinó para acariciar el tierno botón con su lengua antes de intentar que toda esa esfera redonda cupiese en su boca.

 

Rowen jadeó con el siguiente intento, y no advirtió siquiera que arqueaba el cuerpo para acercarlo más a William, que sostenía la cabeza del hombre en una suerte de llave, inconscientemente exigiendo por más.

 

De hecho, el joven emitió un grito de protesta cuando William se detuvo para retroceder otra vez. Pero William no exhibió una sonrisa triunfal cuando escuchó la exclamación. Su necesidad era excesiva, y en ese momento no dejaba espacio para una venganza mezquina.

 

Ahora el señor de Fulkhurst jadeaba. Sus ojos no se apartaban de Rowen mientras intentaba desprenderse de sus propias ropas. Al quitársela, desgarró la preciosa túnica. Rowen se sentó para ayudarlo, pero sus dedos le temblaban tanto que sólo consiguió enredar los cordeles de las calzas, de modo que también se desgarraron cuando William se encargó de la tarea. Y ahora su enorme y majestuosa virilidad quedó entre ellos, inflamada, acero con terciopelo, y pareció que era la cosa más natural del mundo que Rowen cerrase la mano alrededor de ese duro miembro.

 

William aspiró con fuerza antes de gemir:

 

--No…Aún no, necesito sentirte- y tomó con la suya propia la mano de Rowen, y lo afirmó sobre la cama. El doncel gimió ante la contención, pero la boca de William se acercó para recibir el sonido, y después su cuerpo descendió para abrir los muslos del muchacho, y ahora a éste nada le importó excepto ese fuego que se disponía a penetrarlo. Colocó los muslos sobre los suyos y, de rodillas, se situó entre ellos. La punta húmeda de su miembro empujó, probando, retirándose, jugando con él. Rowen descendió la mano libre hasta la cintura de William, todo lo que pudo alcanzar, para inducirlo a que lo presionara. Pero el hombre se mantenía apartado, y esa mano también quedó prisionera cuando el mayor trató de dominarlo todo, sólo que Rowen ya no pudo esperar más.

 

--Vamos…por favor, William, ¡ahora!- rogó, esta vez sin que el señor del castillo se lo ordenase, en una actitud desafiante. Al intuir que el mayor no le obedecía, Rowen, de repente, se levantó y se situó sobre su regazo, guiándolo a su interior- Ahora

 

--Que apasionado estás hoy, doncel…Me encanta- gruño Fulkhurst.

 

--Entonces, que nadie diga que no lo obedezco, mi señor- gimoteó Rowen. De repente, le agarró los hombros y, mirándolo a los ojos, se dejó caer lentamente sobre él. La sensación de sentirlo lo hizo temblar, y sus gemidos se derramaron contra la boca del corpulento señor del castillo. Era enorme, pero empujó con más fuerza.

 

Desde un retorcido punto de vista, esa unión era placentera…plena…la pertenencia misma. Rowen supo que nada lo podría afectar más que en ese momento. Nada en su vida sería tan íntimo, aunque eso le carcomiera el alma. Había perdido su orgullo por ese vengativo hombre, y hasta quizás…el corazón. ¿Sería posible que en ese preciso momento sus almas se estaban uniendo, quizás, al fin? Rowen no pudo, ni quiso pensar en esa posibilidad.

 

William besó su boca con hambre y deseo, y Rowen comenzó a moverse. Fulkhurst jadeó, apretando los dientes. A Rowen le encantó es expresión en su rostro mientras se movía. Sus enormes manos le agarraron las caderas, ayudándolo en su movimiento seductor. El doncel era diminuto en sus  brazos, sus esbeltas piernas se flexionaban para levantarse y volver a deslizarlo en su interior, a la vez, que su pequeño miembro, ya erecto, se friccionaba deliciosamente entre los duros y marcados abdominales de su carcelero. Con cada movimiento, William entraba más profundamente y, mirándolo a los ojos, supo que deseaba más y más aquel seductor cuerpo. Deseó rugir por la fuerza que le daba. Su pasión hizo que deseara hacerlo sollozar de placer.

 

Lo tumbó nuevamente sobre la cama y lo observó mientras embestía y se retiraba. Sus ojos brillaron y le sonrió felina y seductoramente. El fuego de la pasión bañaba sus cuerpos desnudos, y sus gemidos sofocados atravesaban las ventanas y las paredes de piedra. La tormenta entre la lujuria y el deseo se hallaba dentro de un apogeo único y pleno.

 

William colocó la mano bajo la sudorosa espalda de Rowen y lo volvió a penetrar una y otra vez, la fricción aumentó con cada embate, convirtiéndose en un húmedo y tenso abrazo. El placer iluminó el bello rostro de Rowen.

 

--Mi señor…Oh…Ahhhh…- el doncel se clavó aún más contra su amo, dejándose llevar por el pulso del deseo. Cada empuje aumentaba la tensión de su sexo. El hombre continuó empujando y empujando. Entre el momento de la pasión desmedida, y mirándolo a los ojos, William le dijo que adoraba su mente desafiante, y que sólo él era su único y auténtico dueño.

 

Se retiró y lo penetró de un golpe. Cálido, húmedo y deseando mucho, mucho más. Sus músculos se retorcían sobre el cuerpo de Rowen, flexionándose con el ritmo de su placer y su pasión por ese doncel hermoso, suave y dúctil. En la oscuridad sus cuerpos no tenían principio ni fin. A la luz de las llamas que revoloteaban dentro de la chimenea, en el castillo del dragón del norte, se fundieron en una nueva y apasionada entrega total.

 

Bajo de William, Rowen se ondulaba como una pálida cinta de seda, y su pasión se desbordaba. Sus paredes interiores lo agarraron como un puño de terciopelo. Tenso, le clavó los dedos en el pecho y se abrió aún más a él, dándoselo todo. William perdió el control y se clavó en su prisionero, arrastrándolo por las sábanas, con una fuerza salvaje y una energía que llenaba su cuerpo. Dio otro empujón y Rowen soltó el aire de golpe, apretó las piernas alrededor de las caderas del hombre, y con ese movimiento, friccionó aún más su sexo contra el vientre contrario. Gimió de placer cuando el éxtasis lo invadió. Y el joven gritó en la culminación, derramándose sobre su dueño y señor, con tanta intensidad que casi se desmayó.

 

Fulkhurst echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un gruñido ronco y sordo, liberando por fin a la bestia que llevaba en su interior. Se vació dentro del cuerpo de Rowen. Éste por su parte, percibió la cálida descarga y lo atrajo más profundamente. William se estremeció, y el doncel le acarició el rostro, y el pecho. Se oyó el chisporroteo del fuego. William le acarició la espalda y eso le encantó. Muy a su pesar, pensó, que le había gustado que Rowen lo acariciara. Lo beso una vez más en los labios mientras se recostaban jadeantes, sobre el lecho consumado.

 

Flotando dentro de una lánguida satisfacción, Rowen le oyó decir un rato después:

 

--Me pregunto, doncel, si alguna vez te poseeré tranquilamente, o si siempre me provocarás para caer en esta locura.

 

Rowen se limitó tan solo a sonreír.

 

CONTINUARÁ….

Notas finales:

Bueno, bueno, bueno…Al fin Dioses!!!! Estos dos se unieron como Dios manda.


Espero que les haya gustado el lemon que estuvo escrita con mucho amor y cariño para todas ustedes. Espero que después de esa entrega plena y total, estos dos al fin se den cuenta que ya están prendados el uno del otro. Qué pasará ahora???? Mmmm muchas cosas, eso se los aseguro.


Me alegra estar de vuelta. Así que como cada jueves, esperen la continuación. Prometo no ausentarme nuevamente. Claro, siempre y cuando no se presente algún inconveniente catastrófico. Espero comenten como siempre, ya que es un aliciente muy importante para mí. Cuídense mucho y tengan una bonita semana.


PC: Se me olvidaba, el siguiente jueves no podré actualizar, así que esperen la continuación el subsiguiente jueves, ¿está bien? Bye bye    


 


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