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"Esclavo de tu amor" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Hola a todos


Es jueves, y como cada jueves, acá está el nuevo capítulo que espero disfruten mucho. Al fin sabremos si nuestro bello y desagraciado doncel se casa o no con el cadáver viviente que es su prometido. Se llevarán una inesperada sorpresa de cómo se darán los hechos en este episodio...Disfrútenlo,


Como siempre, quiero agradecer a todas aquellas personas que me enviaron un comentario, gracias. Ya los contesté todos y como la mayoría lo pidió, desde ahora habrán capítulos más extensos, espero lo disfruten mucho.

CAPITULO CUATRO

 

 

 

El día avanzó inclementemente, con las esperanzas de que no fuera así, y poco después de la sexta hora, Rowen fue unido en matrimonio a lord Rupert Lyons de Ginza. No sucedió nada que lo salvara. En presencia de testigos, con la bendición del hombre- el doncel prefería creer que Dios todavía no lo había abandonado- pasó del control de un nefasto hombre que era su hermanastro, a otro mucho peor...su nuevo y vejestorio marido. El anciano había dormido durante toda la ceremonia.

 

Se había preparado un festín para pasar el resto del día. Rowen se sentó al lado de su esposo, observándolo engullir los pedazos que devoraba con su boca sin dientes. Pero para favorecerlo o quizá por perversidad, pues había observado que el doncel no comía, el viejo le llenó el plato de oro. Rowen estaba seguro de que si trataba de tragar algo, comenzaría a vomitar.

 

Alexander estaba de muy buen humor. Había ejecutado todo su plan, de modo que nada podía provocarle mal humor….ni siquiera el silencio de Rowen cada vez que él le hablaba.

 

Alexander se sentó frente al extremo opuesto de la mesa, comió con mucho placer, consumió cálices de vino con más placer aún, y se vanaglorió constantemente del modo en que ahora expulsaría de sus tierras a Fulkhurst, si no podía llegar a matarlo, que era lo que deseaba hacer en realidad. Y Ágata había dicho la verdad. Alexander ni siquiera permitía que los hombres de Lyons participasen plenamente en los festejos, una actitud que provocaba muchas críticas audibles entre la concurrencia; en cambio, los obligaba a salir del castillo en grupos de un centenar cada uno, organizados a los largo del día entero. Los enviaba al castillo del propio Alexander, para reunirse allí con su ejército, que ya tenía orden de marchar a Tures al romper el día. Alexander ni siquiera deseaba esperar hasta tener más hombres. Deseaba sitiar a Fulkhurst en Tures antes de que el señor de la guerra pudiera escapársele.

 

Rowen no estaba en absoluto interesado en los comentarios bélicos de Alexander. Ahora lo odiaba profundamente, incluso abrigaba la esperanza de que no pudiese arrebatar Tures a Fulkhurst, incluso si ello significaba que él mismo jamás lograra recuperar el castillo de su amado padre. Ya no le importaba. Alexander era un noble tan belicoso como el mismísimo Fulkhurst. En el fondo de su alma, Rowen esperaba que los dos se mataran, y cuanto antes mejor.

 

Cuando llegó el momento de que las doncellas lo llevaran a la cámara nupcial, Rowen se sentía tan agobiado por el temor que estaba seguro de enfrentar. Tenía la piel de un color blanco lechoso, como la de su esposo, y los ojos le dolían por el esfuerzo de contener las lágrimas a lo largo de todo el día.

 

No hubo bromas groseras ni comentarios ofensivos, como solían hacerse durante las bodas reales. Rowen solamente recibió miradas compasivas, y las mujeres lo prepararon de prisa y se retiraron sin perder el tiempo. Quedó en la recámara, cubierto únicamente con un fino camisón de seda. Nadie había propuesto que se lo quitase, y él tampoco deseaba despojarse de la prenda. Lyons veía tan poco que quizá no advirtiese nada, y de ese modo Rowen quizá por lo menos tendría algo entre su propia piel y la de su esposo. 

 

Apenas él quedó solo, se puso la bata y se apresuró a apagar todas las velas, excepto las que estaban encendidas junto a la cama, y que él podía apagar sin levantarse. Después, caminó hacia la mesa donde ya estaba la botella de vino y las dos copas, y una sola llena. Pero vaciló al extender la mano hacia el vino mezclado con el brebaje. El brebaje duraría sólo unas horas. Y su marido no venía a buscarlo hasta pasadas varias horas ¿No era mejor esperar un poco más? Él hubiera debido preguntar a Ágata cuánto tiempo debía esperar hasta que el brebaje hiciera efecto.

 

La puerta se abrió bruscamente sin previo aviso, y Alexander entró de prisa, y sus ojos oscuros se clavaron en la mano que se extendía hacia la copa.

 

--No, deja eso- ordenó secamente, dispuesto a impedir los movimientos de Rowen si él no le obedecía. Alexander traía su propia botella de vino, y la depositó sobre la mesa- Fue una suerte que me llamase la atención tu docilidad, hermanito.

                                                                                                                                       

--¿Acaso puedo actuar de otro modo, cuando tienes prisionera a mi madre?

 

El alto hombre ignoró las palabras del doncel, y con el entrecejo fruncido miró la copa de vino.

 

--¿Querías envenenarlo?

 

--No.

 

--Entonces, ¿envenenarte a ti mismo?

 

Rowen soltó una risa casi histérica; y deseó tener el valor necesario para dar ese paso. Alexander lo tomó por los hombros y lo sacudió con fuerza.

 

--¡Contesta!

 

Rowen se desasió.

 

--Si envenenara a alguien, tú serías el indicado- soltó con odio, toda la rabia que llevaba guardada desde hace mucho tiempo atrás, y su mirada cargada de un inmenso desprecio se lo hizo notar.

 

Alexander pareció desconcertado un momento, y Rowen pensó que en efecto lo estaba, pero luego volvió a retomar esa actitud altanera y arrogante que lo caracterizaba siempre.

 

--Exageras la importancia de todo esto- Rowen comprendió que su hermanastro se refería al matrimonio- Cuanto antes te quedes embarazado, antes eliminaré a este hombre.

 

--¿Piensas matarlo?

 

Alexander no contestó, pues había dejado abierta la puerta, y los dos alcanzaban a oír al grupo que se aproximaba con el esposo de Rowen.

 

--Métete en la cama para esperarlo- lo empujó un poco en esa dirección- Y compórtate como corresponde a un esposo.

 

Rowen se volvió bruscamente.

 

--Tú deberías esperarlo allí, pues maquinaste este aberrante matrimonio- murmuró furioso- Ve tan poco que quizá no note la diferencia.

 

Alexander sonrió.

 

--Me agrada ver que aún tienes el espíritu que he observado en ocasiones. Ciertamente, no sería prudente que confíe en ti, y por eso me llevaré estas cosas.

 

“Estas cosas”, eran la botella de vino y la copa llena con el brebaje depositado sobre la mesa. Rowen tuvo que morderse los labios para abstenerse de rogarle que le dejase al menos la copa. Pero esa acción tan solo daría pie a nuevas sospechas por parte de Alexander. De cualquiera de los dos modos, el doncel nada podía hacer.

 

Con un sollozo ahogado, corrió a la cama y acababa de cubrirse cuando llegó su esposo, traído por los pocos caballeros que aún no habían salido del castillo. Las risas y las bromas groseras terminaron al ver a Rowen en la cama, y Alexander se encargó de expulsarlos sin muchas ceremonias cuando vio que miraban a su bello hermanastro con ojos codiciosos. En menos de un minuto, Rowen quedó solo con su nuevo marido.

 

El viejo estaba ya preparado para su bello consorte. Vestía un camisón negro que determinaba que su piel fuese aún más blanca. El lazo que cerraba el cuello se había aflojado en el camino al dormitorio, y él no se había molestado en ajustarlos; en definitiva, se soltó del todo apenas avanzó el primer paso. Rowen había cerrado un instante los ojos, pero esa imagen del cuerpo de su marido no lo abandonaría fácilmente; las piernas tan delgadas que parecían nada más que huesos; las costillas salientes, el vientre hundido, y esa cosa minúscula entre las piernas. Rowen había oído que los miembros de los hombres eran llamados de muchos modos, todos los cuales lo denominaban un arma monstruosa, pero lo que ahora veía no era precisamente un arma que le provocase ni una pisca de miedo. Se podría decir que, hasta era más pequeño que el suyo propio.

 

Casi se echó a reír, pero al mismo tiempo estaba demasiado cerca de las lágrimas. Comenzó a orar en silencio, pidiendo fuerzas para soportar eso, pidiendo que terminase de prisa, y que él no enloqueciera una vez que ese hombre lo hubiese tomado en contra de su propia voluntad.

 

--Bien, ¿dónde estás, precioso?- preguntó el viejo con picardía- Soy demasiado viejo para andar persiguiéndote.

 

--Aquí, mi señor.

 

Como el anciano continuaba buscando a la izquierda, Rowen comprendió que no lo había oído, y entonces el doncel repitió sus palabras alzando el tono de voz, casi gritando. El hombre se acercó a él, y medio tropezó en los peldaños en su intento de subir a la cama.

 

--¿Bien? ¿Bien? ¿Qué esperas?- preguntó en el mismo modo regañón, de pie en el último peldaño, pero sin hacer el más mínimo esfuerzo para meterse en la cama- ¿No ves que mi guerrero necesita ayuda para adoptar la posición de firme ante ti?....Esposo mío, ven y juega con él.

 

¿Esa cosa minúscula era un guerrero? Rowen emitió un sonido negativo que el anciano no alcanzó a oír. Lyons sonreía para sí mismo, y en realidad no lo miraba; sino que clavaba los ojos más allá de la cama, en una expresión de desconcierto.

 

--No me parecerá mal si lo besas primero, precioso- sugirió, siempre sonriendo.

 

Rowen se llevó la mano a la boca como si la idea misma le provocara náuseas, y la bilis le subió a la garganta, con esfuerzo consiguió rechazarla. Si el anciano hubiera podido ver la expresión de Rowen, se habría reído. Pero realmente su ceguera era tan grave como su sordera. Y Rowen realmente deseaba matar a Alexander por todo lo que él ahora estaba pasando.

 

--¿Bien? ¿Bien?- preguntó de nuevo el anciano. Sus ojos comenzaban a recorrer la cama, pero incluso de pie allí mismo, no podía encontrar al doncel- ¿Dónde estás, niño tonto? ¿Tendré que llamar a mi criado John y decirle que te encuentre? Pronto lo conocerás. Si no te quedas embarazado dentro de un mes, te entregaré a John para que se encargue del asunto. Soy demasiado viejo para pasar de nuevo por esto. Eres el último doncel que tendré en mi poder y tendré un hijo de ti de un modo o de otro. ¿Qué me dices?

 

¿Quizás intentaba impresionarlo? ¿O Rowen había oído mal?

 

-Mi señor, ¿acaso escuché bien?- cuestionó el joven doncel, elevando la voz- Pareces un hombre desesperado. ¿Acaso me entregarás a ese hombre John con el fin de que me embarace, si tú no puedes hacerlo?

 

--Sí, eso haré. Simpatizo con John, y no me importaría decir que su hijo es mío. Mejor eso que entregar todo a mi hermano, un hombre a quien desprecio más que otro cualquiera.

 

--¿Por qué no dices que John es tu hijo?

 

--No seas estúpido, muchacho atrevido. Nadie creería que es mío. Pero no se dudará de que yo soy el padre de tu hijo.

 

¿Tan seguro estaba? Ese hombre era peor de lo que él había pensado. Rowen era su esposo, y sin embargo se proponía preñarlo exactamente como hacía con sus vacas y sus yeguas. Si no podía lograrlo él mismo, dejaría a otro, no…insistiría en que otro lo hiciera. Alexander tampoco protestaría, pues deseaba lo mismo, que hubiese un hijo sea quien sea el padre.

 

¡Santo Dios!!!....¿tenía que pasar realmente por todo eso? Ese anciano estaba tan debilitado que Rowen mismo podía rechazarlo con una sola mano si se lo propusiese. Pero, ¿qué le sucedería a su madre si él adoptaba esa actitud? Y ahora Lyons era su marido. Un marido era todopoderoso. La vida misma de Rowen ahora dependía del capricho de ese hombre, pues si él decidía matarlo nadie lo obligaría a rendir cuentas de sus macabros actos.

 

--¿Acaso hice un mal negocio?- la voz del anciano se elevó al contemplar esa posibilidad.- ¡Ven aquí, esposo, y ayúdame a hacer lo que tengo que hacer, y ahora mismo!

 

Era una orden directa, y el doncel no podía andar con rodeos; pero Rowen estaba seguro de que se desmayaría si debía tan solo tocarlo.

 

--No puedo- dijo al fin, en voz bastante alta de modo que no tuviese que repetirlo- Si pretendes tomarme, hazlo. Pero yo no te ayudaré.

 

La cara del viejo se tiñó de un rojo tan intenso que el joven doncel tuvo la certeza de que ninguna de las diez esposas anteriores, incluidos los donceles, jamás se habían atrevido a rehusar lo que él pedía. ¿Ordenaría que lo golpeasen por eso? Era evidente que ese hombre no tenía fuerza suficiente para castigarlo por sí mismo.

 

--Tú…tú…

 

No dijo nada más. Y pareció que los ojos se le salían de las órbitas. El color se le oscureció todavía más. Vaciló sobre el peldaño. Una de las manos apretaba con tanta fuerza contra el pecho que Rowen temió que las costillas se le quebraran. Estaba a un paso de decir algo conciliador, sólo para calmarlo, pero antes de que pudiese hablar, el anciano cayó hacia atrás, sin producir el más mínimo sonido.

 

Rowen se aproximó al borde de la cama para mirar hacia el piso. El anciano no se movía. Estaba allí, sobre la alfombra, la mano todavía apretada contra el pecho, los ojos siempre desorbitados, parecía que no respiraba.

 

Rowen continuó mirándolo fijamente…¿Estaba muerto? ¿Acaso eso representaba un golpe de suerte para él? Una risa salió de su garganta, pero se convirtió en un blando gemido. ¿Qué haría ahora Alexander? Lo que había sucedido no era culpa de él. ¿O sí? Si él no se hubiese negado, el viejo seguiría aún con vida. Si en efecto el resultado era su culpa, él tenía un justificativo. ¿Cómo podía saber que un breve gesto de desafío podía matar a ese hombre?

 

Pero ¿estaba realmente muerto? Rowen no quería tocarlo para saber. Incluso ahora, la idea de tocarlo le parecía repulsivo. Pero alguien tenía que comprobarlo.

 

Saltó de la cama y corrió hacia la puerta, y después salió al corredor….y fue cuando sintió que unos brazos lo tomaban con fuerza…eran los brazos de Alexander.

 

--Sí, es lo que me temía- dijo Alexander con vivo desagrado- Te proponías huir. Pero no lo conseguirás. Volverás allí y….

                                                                                                                      

--¡Alexander, está muerto!- exclamó Rowen.

 

Las manos de Alexander apretaron cruelmente los brazos de Rowen antes de que él lo empujara de regreso al dormitorio nupcial. Se acercó al anciano e inclinó la cabeza hacia el pecho de la figura caída. Cuando Alexander miró a Rowen, tenía la expresión sombría a causa de la furia.

 

--¿Cómo lo hiciste?

 

El doncel retrocedió ante la intensidad de la acusación.

 

--No, no lo toqué, y en la habitación estaba sólo el vino que dejaste, que él no bebió. Ni siquiera había entrado en la cama. Se aferró el pecho y cayó al pie de la cama.

 

Alexander volvió a mirar al anciano, y pareció que creía lo que había dicho Rowen. Cubrió el cuerpo de lord Lyons con la túnica negra antes de incorporarse y mirar al joven. Después de pensar un momento dijo:

 

--No abandones esta habitación. No permitas que nadie entre.

 

--¿Qué harás?

 

--Encontraré un sustituto adecuado. Ahora es imperativo que te quedes embarazado esta misma noche. Por desgracia, tengo los cabellos negros, o lo haría yo mismo.

 

Los ojos de Rowen centellaron al comprender lo que significaban esas últimas palabras, y también las primeras.

 

--No. Yo no…

 

--Sí- ordenó él- si deseas volver a ver viva a tu madre.

 

Ahora le había dicho claramente lo que el doncel sospechaba con anterioridad, y Rowen palideció, pues no dudaba de que ese desgraciado hablaba muy en serio. Pero el horror de lo que se proponía hacer lo descolocó por completo….¡un sustituto!!!....¡Dioses!!!

 

Desesperado, preguntó:

 

--¿Cómo podrás mantener semejante engaño? Ese hombre está muerto.

 

--No es necesario que nadie lo sepa hasta que haya pasado bastante tiempo y te hayan visto embarazado. Mientras puedas, permanecerás encerrado en este dormitorio….

 

--¿Co-con el cadáver?- tartamudeó Rowen, retrocediendo otro paso.

 

--No, yo retiraré el cuerpo- dijo Alexanderimpaciente- Cuando llegue el momento de enterrarlo, encontraré otro cadáver que lo remplace. Sea como fuere, ante los ojos de toda la corte estará enterrado antes de que su hermano sepa que ha muerto, y tú seguramente estarás embarazado antes de que aquel hombre llegue para tratar de reclamar sus derechos. Pero no le daremos nada. Eso es lo que habría deseado Lyons.

 

Probablemente así era. Pero…¿eso justificaba lo que Alexander se proponía hacer? Y parecía que confiaba tanto en su nuevo plan. Pero…¿por qué no? También en esta situación Alexander se limitaba a no hacer nada y esperar mientras el cuerpo de Rowen se veía sacrificado ante el altar de la mentira. Y esta vez la vida de su madre realmente dependía de que Rowen se sometiera antes sus macabros planes nuevamente.

 

 

****

 

 

 

Cayeron sobre el cuerpo del fornido hombre cuando salía del cuarto de baño de la posada. Eran cinco y vestidos con las prendas de cuero de los escuderos, aunque el hombre dudaba de que fueran eso. Parecían más bien simples ladrones. La delincuencia prevalecía en la mayoría de los pueblos y las ciudades que tenían un señor débil o alcaldes corruptos. Y aquel hombre no conocía el pueblo de Ginza, antes nunca había pasado por allí. Por lo que sabía, podía ser otro refugio de bandidos donde se asaltaba y robaba a los viajeros y los forasteros, o se los torturaba para que prometiesen elevados rescates. Viajar solo o con una pequeña escolta a través de la Inglaterra de Stephen era arriesgarse a sufrir o a perder la vida.

                                                   

Sí, su actitud había sido estúpida y engreída, pues había llegado allí sólo con su escudero, porque deseaba ocultar su apariencia antes de reunirse con su prometida. Un gesto de vanidad, y se había metido en este embrollo. Demasiado tiempo había dependido de su reputación de hombre que respondía sin vacilar a los agravios que le infligían. Eso le había servido bien durante un buen número de años, desde el momento en que él había consagrado su vida a la venganza. Pero si alguien deseaba que una reputación sirviese, era necesario que la conocieran, y como él no conocía esa región, tampoco los habitantes conocían al visitante.

 

Podía perdonarse su descuido a William de Chaville, aunque él no lo hiciera, pues no era un hombre propenso a perdonar. El pueblo le había parecido pacífico y tranquilo. Tenía muchas cosas en que pensar. Pronto se casaría por tercera vez, y no quería que su nueva esposa le temiese como le había sucedido con las dos anteriores. Había depositado muchas esperanzas en lady Isabella, su nueva y hermosa prometida. Durante casi un año la había cortejado siempre que había tenido tiempo suficiente, pese a que ése no era su estilo. El padre de la dama se la había concedido apenas la pidió, pues deseaba vivamente que se concertara esa unión. Pero William quería contar con el consentimiento de Isabella y no quiso comprometerse con ella hasta no obtenerlo. Ahora que lo tenía, ansiaba hacer suya a la dama.

 

Lady Isabella Malduit no sólo era una gran belleza y una mujer muy deseada, también tenía el habla dulce, el temperamento tierno, y un encantador sentido del humor. William deseaba que hubiese humor en su vida. Quería amor y risa, algo que faltaba en su existencia desde que destruyeran a su familia y sólo había quedado odio y amargura. Tenía dos hijas, pero eran criaturas frívolas y egocéntricas. Él las amaba, pero no podía soportarlas mucho tiempo con sus querellas y sus tonterías. Deseaba una vida de hogar como la que había conocido en su infancia, una vida que lo indujese a volver siempre a su casa, en lugar de llevarlo a consagrar sus esfuerzos en la guerra. Y quería un hijo varón.

 

No estaba pidiendo demasiado, y en todo caso no pedía más que lo que cualquier hombre podía esperar. Y la esposa apropiada podía darle todo eso. La había encontrado en Isabella. Es más, ya sentía mucho afecto por esa dama. Abrigaba la esperanza de que pronto sería algo más que afecto, aunque a decir verdad no estaba seguro de ser capaz de sentir ese tipo de amor después de tantos años de odio. Pero no era necesario que amase a su esposa. Sólo quería que ella lo amase. Y nada de todo eso importaba si estaba destinado a morir esta noche a manos de esos bandidos.

 

No estaba bien armado. Había dejado la espada y la armadura en la habitación alquilada, donde ahora su escudero Gilbert seguramente estaba limpiándolas. Había llegado al cuarto de baño con tan solo una daga sostenida por el cinturón. Ahora ni siquiera tenía sus ropas, pues las había dejado en manos de un criado con el fin de que la lavasen. Tenía puesta únicamente una larga túnica de baño, asegurada a la cintura con la daga pequeña metida bajo el cinturón.

 

A pesar de que se lo veía indefenso, los cinco hombres que lo rodearon al principio vacilaron ante la idea de desenfundar sus espadas, pues William de Chaville no era un individuo de proporciones comunes y corrientes. Con su metro noventa de estatura, sacaba sin problema alguno media cabeza al más corpulento de los atacantes, y más aún que los otros cuatro restantes. Con los brazos y el pecho desnudos, no podía dudarse de la fuerza de su cuerpo grande y musculoso. Pero más que eso, tenía un aspecto más duro….más intimidante. Había un gesto implacable en la cara, como si le agradase matar por el mero placer de hacerlo. Y los ojos grises que habían determinado que lo eligiesen como víctima eran tan fríos que por lo menos un hombre sintió la necesidad de persignarse antes de desenvainar la espada contra él.

 

Pero aún así, desenvainaron las espadas. El jefe intentó proferir una amenaza, tal vez la hubiese formulado antes de combatir, pero William no era un caballero de actitud pasiva ni benevolente. Tenía una actitud en general agresiva, y esta vez no fue la excepción. Aferró su daga con una mano y emitió un grito de guerra que casi retumbó los cristales de los ventanales. Al mismo tiempo, se lanzó hacia adelante y tajeó en la cara al hombre que estaba más cerca. Había apuntado a la garganta, pero el grito del hombre benefició a William porque con esa acción asustó a los otros. Pronto fue evidente que esos bandidos o eran torpes con las armas o no deseaban matarlo. Bien, era un error que cometía el grupo de asaltantes. Hirió a otro, pero entonces la hoja de la daga de William comenzó a chocar con el acero de las espadas de los otros. No querían lastimarlo, pero tampoco deseaban morir.

 

Y entonces Gilbert se incorporó a la pelea con un grito de batalla menos resonante, pues había escuchado el de William. El jovencito tenía sólo quince años, y no era el escudero que William habría enredado en un combate, pues consideraba que aún no estaba en condiciones de afrontar ese tipo de luchas. Era hábil con la espada, pero su cuerpo todavía no estaba completamente desarrollado, de modo que no podía poner mucho peso en sus golpes. Tenía más brío y voluntad que otra cosa, pero también partía en la errónea idea de que podía combatir exactamente como lo hacía su señor. Atacó, pero como tenía un cuerpo débil, fue atravesado antes de que pudiera siquiera completar su ataque.

 

William vio la expresión de incredulidad y después de horror que apareció en la cara juvenil de Gilbert cuando se inclinó sobre la espada clavada en su vientre, supo que en pocos instantes más estaría muerto. El muchacho se había criado en la casa de William desde que había cumplido los siete años. Un año antes William lo había puesto bajo su protección, a pesar de que ya tenía varios escuderos a su servicio y no necesitaba de otro. Había llegado a sentir mucho afecto por ese jovencito que siempre se mostraba tan ansioso de complacerlo; y ahora estaba muerto. Con un grito aún más atemorizante que del anterior, incrustó su daga sobre el hombre que había matado a Gilbert. Dio en el blanco, y enterró la daga en lo más profundo de su cuello, y mientras el individuo se desplomaba, William le arrebató la espada.

 

Pero no llegó a usar esta arma que era mucho más eficaz, ya que el pomo de otra espada cayó sobre su cabeza, y William se desplomó lentamente. Los hombres que habían tenido la suerte de permanecer fuera del alcance de William ahora se inclinaron sobre él, jadeantes. Pasó un minuto entero antes de que considerasen la posibilidad de envainar sus espadas. Uno tocó con la bota a William para asegurarse de que no se movía. Los cabellos rubios, aún húmedos a causa del baño, se mancharon de sangre, pero William respiraba. No estaba muerto, y aún podía servir de utilidad.

 

--Este hombre no es un simple siervo, que es lo que nos ordenaron buscar- dijo un hombre al otro- A juzgar por el modo de pelear, tiene que ser un caballero. ¿No pudiste ver la diferencia cuando entró en el cuarto de baño?

 

--No, estaba cubierto con el polvo del viaje. Sólo vi que no llevaba armadura, y que tenía el color adecuado en los ojos así como los cabellos rubios en que insistió lord Alexander. Me pareció que éramos afortunados porque al fin habíamos encontrado lo que nuestro amo nos pidió.

 

--Bien, amordázalo, y ojalá lord Alexander no decida hablarle.

 

--¿Qué importa? La mitad de los caballeros de lord Alexander son nada más que bestias, y no encontramos otro que tenga los cabellos y los ojos adecuados. Y a propósito, ¿para qué lo quieren?

 

--Eso no nos importa. Nosotros hacemos lo que nos mandan. Pero ¿tenías que golpearlo tan fuerte? Ahora tendremos que cargarlo.

 

El otro rezongó.

 

--Mejor eso que tenerlo de nuevo despierto. La primera vez que lo vi, no me pareció tan corpulento. ¿Crees que el muchachito era su hijo?

 

--Quizás, y eso significa que al despertar volverá a luchar. Mejor le atamos las manos y los pies. Incluso lord Alexander tendría dificultades para imponerse ante este hombre.

 

--Tienes razón, tienes muchísima razón.

 

 

 

CONTINUARÁ….  

Notas finales:

Y bien, que les pareció el capítulo???


Les dije que se llevarían un sorpresa inesperada. Seguro que muchas de ustedes pensaron que nuestro doncelito iba a acostarse con ese viejo impúdico, no?  Pues ya vieron de que no fue así, se murió antes de siquiera pudiera tocarlo. Aunque la boda fue inevitable. Ahora, ¿qué pasará? Un sustituto!!!! Y es nada más y nada menos que el seme de nuestra historia….Pobre Rowen, ahora sí que empieza su calvario pero de adeveras. Muchas incógnitas están en puertas. Y todas se irán descubriendo en los próximos episodios. Gracias por leer, y me gustaría saber su opinión acerca del capítulo. Nos vemos el siguiente jueves y tengan una bonita semana.


 


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