Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

"Esclavo de tu amor" por ShineeLuhan

[Reviews - 321]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!!!! Ya estoy de vuelta, y como se los prometí acá está el nuevo capítulo q espero disfruten mucho, pasaran muchas cosas interesantes.


Gracias por todos los comentarios que me hicieron llegar, me animan mucho a darle con todo en la historia.

CAPITULO NUEVE

 

 

 

Sólo después de que Alexander se marchó, Rowen comprendió que él y su madre se habían salvado de la furia de su cruel hermanastro gracias a una distracción. Alexander tenía la mente tan concentrada en la amenaza que representaba Fulkhurst y en la necesidad de derrocarlo que había olvidado todo lo que se refería al hombre que debía estar encadenado en el piso alto. Si el prisionero hubiese permanecido allí, Rowen se habría visto en dificultades para explicar su presencia a los invasores cuando éstos se adueñaran de la fortaleza.

 

Felizmente, ésa no era una de las preocupaciones de Rowen. Tampoco prestó atención a las instrucciones de Alexander, por lo menos al principio, pues su intención había sido abandonar la fortaleza apenas él se marchase. Pero no necesitó mucho tiempo para descubrir que ese canalla despreciable se había llevado consigo a todos los guerreros, así como hasta el último de los caballos.

 

Rowen contempló brevemente la posibilidad de ir al pueblo y ocultarse allí, de modo que la fortaleza quedase abierta, ocupada sólo por los criados que debían recibir al ejército de Fulkhurst. Pero Fulkhurst deseaba venganza además de conquistar el castillo, y un hombre así bien podía incendiar hasta el pueblo en busca de Alexander, o del nuevo consorte de Lyons. Tampoco le serviría escapar al bosque, no podría salvar a su madre antes de que Alexander descubriese lo que él había hecho.

 

Esta vez no tuvo más remedio que atenerse a las instrucciones de Alexander, porque no podía hacer otra cosa. Pero no reclamaría nada. Esperaría a ver qué condiciones se le ofrecían, y luego partiría de allí. Nadie podía saber que la fortaleza estaba totalmente indefensa. Las almenas estaban cerradas, y las puertas clausuradas. Vista desde afuera, Ginza parecía una fortaleza bien resguardada. Rowen no dudaba de que podía conseguir del atacante condiciones favorables para él mismo y los criados.

 

Una vez que el doncel hubiese conocido a Fulkhurst y valorado qué clase de hombre era, quizá pudiese apelar a ese caballero y pedirle que lo ayudase. Si no era peor que Alexander, le ofrecería someterse a él. Por supuesto, Fulkhurst ya se había adueñado de tres de las propiedades de Rowen, y no era probable que las devolviera. Rowen no las mencionaría. Otras propiedades de Rowen continuaban en manos de Alexander. Pero de todos modos, Fulkhurst se proponía ocupar todo lo que estaba bajo el control de Alexander. A decir verdad, Rowen no tenía nada con lo cual negociar. Pero sí, podía ayudar a Fulkhurst. Conocía los planes de Alexander, podía advertirle que él regresaría en tres días. Pero ¿Fulkhurst llegaría a creerle?

 

Ágata había deseado ir con él hasta la entrada, pero éste la convenció de que continuase en el salón e hiciese todo lo posible para calmar a los criados. Llevó consigo a cuatro sirvientes, pues no tenía la fuerza necesaria para elevar los protectores de ballesta. Pero Rowen había esperado demasiado tiempo. El ejército de Fulkhurst había llegado, estaba al alcance de un tiro de flecha, y la visión de la fuerza de quinientos hombres armados de pies a cabeza estaban preparados para la guerra, con casi cincuenta caballeros montados. El joven doncel determinó que los pocos hombres que lo acompañaban se dejasen dominar por el pánico.

 

Sólo querían huir y ocultarse, y Rowen no pudo criticarlos cuando sintió él lo mismo. Sin embargo, no podía permitir esa actitud, y su propio miedo agregó a su tono cierta frialdad mientras explicaba serenamente que si no permanecían allí para ayudarlo, morirían; que el enemigo los mataría después de derribar las puertas….o hasta él mismo perecería. Los hombres permanecieron allí aunque se acurrucaron casi al nivel del suelo, lejos de las ballestas que permitían disparar las flechas.

 

Rowen observó, tratando de recuperar la calma. Eran demasiados caballeros. No había esperado eso. Y el dragón rojo que escupía fuego aparecía en varios estandartes claramente visibles, y muchos de los caballeros los habían agregado a los arreos de sus corceles.

 

Sí, era la gente de Fulkhurst indiscutiblemente, aunque él mismo no podía adivinar cuál de los caballeros montados era el señor de la guerra.

 

No pasó mucho tiempo antes de que un hombre se separase del grupo y avanzara hasta la entrada. No tenía una gruesa cota de mallas, por lo tanto no era un caballero. Por lo menos cuarenta de los soldados también estaban montados, aunque no en los grandes corceles, y ése era uno de ellos.

 

Tenía una voz potente. Rowen oyó claramente cada palabra que ese hombre decía, pero no pudo creerlas. No había condiciones ni garantías. La rendición completa o la destrucción total demandaban esas palabras. Disponía de tan dolo diez minutos para decidirse.

 

No había nada que decidir. Aunque fuese una fingida amenaza, de lo cual el doncel dudaba, Rowen no podía aceptar el desafío, pues los hombres que había traído con él no esperaron a escuchar su decisión. Corrieron despavoridos a abrir las puertas sin esperar la orden, y Rowen no pudo impedirlo. Ahora, lo único que podía hacer era esperar la entrada del ejército.

 

Los caballeros entraron con las espadas desenvainadas, pero allí los esperaba solamente Rowen, que permaneció de pie en el primer peldaño de la escalera. No parecieron sorprendidos de hallar esa situación. Y los que fueron enviados a guarnecer los muros lo hicieron de prisa, sin tomar muchas precauciones ni prevenirse ante la posibilidad de que alguien se opusiera.

 

El resto del ejército se aproximó a Rowen, encabezado por tres caballeros que desmontaron en primer término. Dos tenían vestiduras tan lujosas que probablemente eran nobles, aunque sólo uno podía ser Fulkhurst; el otro quizás era su vasallo. Pero el tercer caballero fue el que avanzó lentamente hacia él. Era más alto que los dos restantes, y mientras se acercaba envainó la espada. Mientras avanzaba no apartó los ojos de Rowen, aunque el doncel no pudo apreciarlo claramente porque el caballero tenía baja la visera del yelmo.

 

Rowen había elegido un mal lugar para esperar, pues el sol estaba detrás de los hombres y le daba directamente en la cara. Lo cual arrancaba chispas doradas a las hebras de lino del joven, y destacaba la reluciente blancura de su piel de alabastro, y le dificultaba decir algo acerca del hombre que se había acercado, excepto que era muy alto y estaba completamente revestido de armadura. Incluso el barbijo de malla estaba asegurado al mentón inferior, y el yelmo con el ancho protector nasal bien encasquetado; y ambos aditamentos ocultaban sus rasgos, excepto el tajo cruel que era la boca.

 

Rowen abrió la boca para saludar, pero sólo emitió una exclamación cuando las manos del hombre le aferraron los hombros, con tal fuerza que el doncel temió que le quebrase los huesos. Cerró los ojos a causa del dolor, y fue sacudido otra vez bruscamente y eso lo obligó a abrirlos.

 

--¿Tu nombre?

 

La voz del hombre era tan fría como cruel era la expresión de los labios. Rowen no sabía cómo interpretarlo. Ese hombre debía saber que era el consorte del dueño del castillo, simplemente por el atuendo que llevaba, y sin embargo lo trataba como a un siervo del campo, y eso lo aterrorizaba.

 

--Rowen Bell…Rowen Lyons- dijo con voz que era un mero chillido.

 

--Ya no llevarás más ese apellido. Desde ahora no eres más que mi prisionero.

 

Rowen casi se desmayó a causa del alivio. Por lo menos ese caballero no se proponía matarlo allí mismo, sobre los peldaños. Y ser prisionero no era tan grave después de todo, más siendo ésa una situación provisional. Según tenía entendido, se encerraba en habitaciones apropiadas a la mayoría de la gente de noble cuna, y se le concedían todas las cortesías que correspondían a su nivel. Pero ¿qué había querido decir al afirmar que ya no llevaría más el apellido de su difunto esposo?

 

El caballero continuaba esperándolo, y apretándolo con fuerza. ¿Qué esperaba? ¿Que Rowen mismo se opusiera a la decisión de hacerlo su prisionero? No, Rowen no discutiría con ese hombre. Por lo que había visto y escuchado hasta ese momento, ese hombre era peor que Alexander. Pero ¿qué podía esperarse de un hombre que salía a hacer la guerra si uno le arrebataba apenas un centímetro de sus tierras?

 

Rowen comenzaba a inquietarse, sabiendo que el caballero lo miraba fijamente, pero sentía demasiado temor para mirar al hombre. Finalmente, el caballero se volvió, siempre sosteniéndolo, y literalmente lo arrojó sobre el pecho revestido de armadura de uno de los caballeros que se había acercado juntamente con él.

 

--Lleven al prisionero a Fulkhurst y pónganlo en mi mazmorra. Si no está allí cuando yo llegue, alguien pagará las consecuencias.

 

El hombre que estaba detrás de Rowen palideció. El doncel no lo vio. También él estaba pálido, casi al borde del desmayo, después de oír esas palabras ominosas.

 

--¿Pero por qué?- preguntó un aterrorizado Rowen, pero Fulkhurst ya se había vuelto para entrar en la fortaleza.

 

 

 

****

 

 

Ágata halló al caballero en la habitación en la cual no deseaba entrar desde hacía unos días. Las altas velas se habían consumido en su totalidad después de la última visita de Rowen a ese cuartito, poco antes del alba; pero el hombre había encontrado una vela nueva y la había fijado al soporte de metal del candelabro. Sus hombres estaban saqueando la fortaleza, y apoderándose de todas las cosas valiosas que deseaban. Ágata no imaginaba qué podía estar haciendo aquí ese caballero, cuando una simple mirada le hubiera bastado para saber que allí sólo se encontraba la cama.

 

La mujer vaciló al hablar. Él estaba de pie, mirando fijamente el lecho. Se había quitado el yelmo, pero la cofia de malla aún le cubría la cabeza. Era un hombre muy alto, y esos hombros anchos le recordaban a Ágata que….

 

--¿Qué quieres aquí, mujer?

 

Ella se sobresaltó ante esas gruesas palabras, pues el hombre no se había vuelto para mirarla cuando ella se acercó a la puerta, y tampoco Ágata había emitido un solo sonido. Pero tampoco ahora él se volvió. En cambio, se inclinó y levantó del suelo las largas cadenas, y ella caminó, fascinada, mientras el hombre se pasaba dos veces la cadena alrededor del cuello, como si  se tratase de un collar de perlas, y dejaba colgando los extremos desde los hombros hasta la cintura. Ágata se estremeció, y se preguntó por qué había recogido las cadenas, a menos que se propusiese usarlas en alguien.

 

--¡Contesta!

 

La mujer se sobresaltó ahora, y balbuceó:

 

--Dicen….dicen que eres el señor de Fulkhurst.

 

--Así es.

 

--Por favor, ¿qué has hecho con mi niño? No ha regresado….

 

--Y no regresará….jamás.

 

Él se volvió entonces al decir la última palabra, y Ágata retrocedió.

 

--Eso lo determinará la compasión de Dios, ¡no tú!

 

Una comisura en los labios del caballero se curvó con un gesto amenazador.

 

--¿Por qué yo no?

 

Ágata pensó en la posibilidad de huir. Pensó en la conveniencia de rogar. Recordó a su tierno y dulce Rowen en manos de ese hombre, y quiso llorar.

 

--¡Ah, Dios mío, no lo lastimes!- gritó horrorizada- Él no tenía alternativa….

 

--¡Cállate!- rugió él- ¿Crees que puedes disculpar lo que él me hizo? Sus motivos no me importan. He jurado que nadie me hace mal sin pagarlo diez veces.

 

--¡Pero él es un ser especial…!

 

--¡Porque es un doncel le salvo la vida! Pero eso no cambia su destino. Tampoco tú lo lograrás. De modo que no me ruegues por él, o recaerá sobre ti la misma suerte.

 

Ágata calló mientras William pasaba frente a ella para entrar en otra habitación, al lado del corredor. Pero él sabía que Ágata continuaba merodeando alrededor de la puerta, retorciéndose las manos, las lágrimas brotando de sus suaves ojos castaños. Tal vez él había contraído una deuda con la mujer por haberlo atendido en los pocos días que había durado su cautiverio, pero si ella de nuevo rogaba por ese maldito doncel de cabellos de lino, en efecto la enviaría también a las mazmorras para que vaya hacerle compañía a su amado niño. No era hombre de advertir dos veces.

 

La recámara mucho más amplia estaba preparada para alojar, indiscutiblemente, a un noble, con sus comodidades costosas aunque escasas; pero tenía pocos objetos de carácter personal que indicasen a quién pertenecía. Pero William lo sabía….oh, claro que lo sabía. Abrió bruscamente el único baúl que había allí, y la abundancia de prendas finas confirmó lo que había sospechado.

 

De todos modos, preguntó:

 

--¿Le pertenecen?

 

Ágata consiguió responder, aún con el corazón en la boca.

 

--Sí- musito.

 

--Mis hijas podrán usar esas prendas. Después de todo, no difieren mucho de sus excéntricos gustos. Los donceles, indiscutiblemente, se parecen más a las mujeres que cualquier otra cosa.

 

William lo dijo con tanta indiferencia que se disipó el temor de Ágata y se avivó junto con ello su cólera, aunque no era tan estúpida como para manifestarla allí mismo, frente a ese cruel y temible hombre.

 

--Es todo lo que le queda.         

 

Entonces, él se volvió para enfrentarla, y no había falta de sentimientos en esos ojos de expresión odiosa, como antes en su voz.

 

--No, todo lo que le queda es la piel de la espalda, y los harapos que yo decida entregarle. Aunque no olvido que a mí se me concedió todavía menos.

 

No, pensó Ágata, en ese hombre no había indiferencia. Sólo el deseo de venganza, y por eso se apoderaba de las prendas de su niño; pero probablemente era el menor de los castigos que él pensaba infligirle a Rowen. Y Ágata no encontraba el modo de ayudarlo, pues ese hombre no deseaba saber que Rowen había sido una víctima tanto como él mismo. Ciertamente, las razones de Rowen poco importaban a un hombre como éste, que no era un siervo, ni un caballero de escasa categoría, sino un poderoso y maligno señor. Uno simplemente no le hacía a un señor lo que le habían hecho a él, porque después no podía vivir para contarlo.

 

El temor de Ágata se reavivó intensamente, pero tampoco ahora fue temor por ella misma.

 

--¿Te propones matarlo?

 

--Ese placer sería poco- dijo él con frialdad- No, no lo mataré. Es mi prisionero ahora. Jamás lo liberaré por un rescate, jamás le permitiré salir de Fulkhurst. Estará a mi disposición hasta el día de su muerte.

 

--¿No tienes compasión?

 

--¿Por los que me dañan? No, mujer, no la tengo- paseó de nuevo la mirada por la habitación antes de preguntar- ¿Lyons tenía parientes?

 

Ágata estaba demasiado conmovida para formularse interrogantes acerca de la pregunta.

 

--Sí, creo que tiene un hermano.

 

--Aquí no le quedará nada más que una casaca ennegrecida.- dijo William- Pero tampoco quedará nada para el hermano de ese doncel.

 

A Ágata se le agrandaron los ojos.

 

--¿También piensas quemar el castillo?

 

--¿Todo fue por este lugar, no es así?

 

Ella no entendía que el sentimiento de venganza fuese tan grande. Lo que había obligado a hacer a Rowen había sido por Ginza. Si se trataba sólo de ese lugar, quizás ella podía entenderlo. No lamentaría ver que lo incendiaran, y sabía que a Rowen tampoco le molestaría que frustrasen así los planes de Alexander.

 

--¿Y qué sucederá con los servidores que queden sin casa?

 

Él se encogió de hombros, como si el asunto no le importase en lo más mínimo, pero dijo:

 

--No quemaré el pueblo…excepto la posada- y agregó fríamente- los moradores del castillo pueden trasladarse al pueblo, o yo los dispersaré en distintos lugares de mis propiedades, lo cual mejorará su situación, a juzgar por el aspecto harapiento que tienen- y después miró más atentamente a Ágata, y la túnica de fina lana que ella usaba, y dijo- Tú no vives aquí, ¿verdad?

                                                        

--Vine hace apenas tres días cuando trajeron a mi niño.

 

--Entonces, estás en libertad de regresar a tu hogar.

 

¿Regresar a la morada de Alexander, que Fulkhurst sitiaría en un futuro próximo? ¿O de retornar a su verdadera residencia en Tures, que ya había sido tomada y que Alexander había decidido recuperar? Hermosas alternativas, pues ambas la obligarían a vivir en medio de la guerra y la destrucción. Pero Ágata no quería decírselo. Si Fulkhurst no sabía aún quién era Rowen, o que el hermanastro de Rowen era su enemigo jurado, Ágata no sería la persona que le proporcionaría esa información, y mucho menos acentuaría aún más la venganza que ese hombre de por sí ya sentía.

 

--Mi hogar está destruido- fue todo lo que dijo.

 

Él la miró con el entrecejo fruncido, y el gesto provocó un escalofrío en Ágata, pues él parecía aún más cruel.

 

--Así como pago mi deuda con los que me hacen mal, también recompenso a los que me prestan sus servicios. Puedes ir a vivir en el castillo de Fulkhurst, si así lo deseas.

 

¿El lugar adonde él había enviado a Rowen? Ágata no había esperado eso, y casi no podía creer en su buena suerte en medio de tanto desastre.

 

Pero él percibió el placer que Ágata sentía, lo interpretó con acierto, y lo rechazó sin contemplaciones.

 

--Entiéndeme, mujer- agregó- Si vas al castillo de Fulkhurst, será para servirme y servir a los míos, no a él. A él jamás volverás a servirlo. Si no puedes concederme tu lealtad…

 

--Puedo- se apresuró a asegurarle la criada- Lo haré, de buena gana, mi señor.

 

--¿Sí?- preguntó él con escepticismo, la duda todavía evidente en esos ojos expresivos- Falta verlo. Pero ¿quizá tú me dirás el nombre del hermano?

 

Las consecuencias de esa información atravesaron la mente de Ágata. Alexander no estaría peor si Fulkhurst se enterara de su nombre, y lo mismo sucedería si su enemigo lo hallaba, pues ya era el blanco de su odio. Pero Rowen sufriría más si ese hombre sabía a qué atenerse. Incluso podía cambiar de idea y matarlo para tener derecho total a las propiedades de su niño. Pero ¿no era probable que él se enterase del nombre de Alexander mientras estaba allí? No, los criados sólo lo conocían por el nombre de lord Alexander. Y ella dudaba de que William interrogase a todos los hombres que habitaban en el pueblo.

 

--Mujer, ¿por qué vacilas?- cuestionó- Seguramente conoces su nombre.

 

Ágata miró con dureza a su interlocutor, dispuesta a soportar toda la expresión de su cólera.

 

--Sí, lo conozco, pero no lo diré. Aunque mi niño lo odia…pero ahora él es la única esperanza que le queda de verse a salvo de “tu merced”. Yo no lo ayudaré, pero tampoco te ayudaré contra él. Si me pides eso, tendré que rechazar tu ofrecimiento.

 

William la miró largamente, antes de preguntar:

 

--¿Por qué no me temes?

 

--Te temo.

 

El hombre gruñó.

 

--Pues lo disimulas muy bien.

 

Pero él no reaccionó encolerizado, y sólo se limitó a emitir el típico gruñido masculino, lo cual indicó a Ágata que él aceptaba las condiciones, aunque no lo satisfacían en lo absoluto. Ágata descubrió que estaba sonriéndole, y preguntándose si era tan cruel como parecía.

 

A William no le gustó esa sonrisa, pero no formuló más palabra alguna a la mujer, y le ordenó que recogiese sus cosas, y envió a uno de sus hombres para retirar las ropas de Rowen. Beatrix y Melissa podían usarlas después de reformar las prendas, pues ambas jóvenes eran un poco más altas que el doncel de los cabellos de lino. Y a él le agradaría ver que sus hijas usaban las posesiones de éste. Como había dicho antes, a los donceles se les atribuía tanto como a las mujeres la importancia de usar dichas prendas femeninas. Así que…Sí, a William le agradaría….y también lo complacería muchas otras cosas más.

 

Por otra parte, tendría que hallar una recompensa apropiada para Robert Fitz-John, su capitán de guardia, ya que había sabido actuar rápidamente en esa toma de la propiedad de Rupert Lyons. Sir Robert había quedado al mando de los hombres que William había traído para escoltar a Isabella en su viaje a Fulkhurst. Otros dieciséis caballeros habían sido parte del grupo; algunos tenían más edad que Robert, pero William se había sentido impresionado por la capacidad de liderazgo del hombre más joven en varias redadas del año precedente. Es por eso, que se había limitado a ascenderlo al cargo de capitán de la guardia.

 

Se había desempeñado bien. Cuando William no se reunió con sus hombres como se había previsto, Robert envió a varios caballeros de regreso al pueblo de Ginza, para comprobar qué lo había detenido. El posadero afirmó que William había partido apenas se abrieron las puertas del pueblo, esa misma mañana. Se descubriría poco después esa mentira apenas se pusiera el sol. Pero Robert no había tenido motivos para dudar de la versión del posadero. Supuso que William ya no estaba en el pueblo, y comenzó a buscar en la campiña y sus alrededores. Pero los bosques eran espesos hacia el sur, y treinta hombres no podían cubrir mucho terreno con la rapidez que Robert deseaba. Además, necesitaba mantener a varios en el camino, para salir al encuentro de Isabella cuando llegase a su grupo.

 

Robert había decidió después enviar un mensajero a la más cercana de las posesiones de William, para pedir ayuda. Era la fortaleza de Manns, ocupada por su vasallo, sir Félix Cook, y a sólo una legua y media al oeste de Ginza. Entretanto, Isabella había llegado y se sintió turbada cuando supo que William no estaba allí para salirle a su encuentro, y que en realidad había desaparecido.

 

Según se vio, otro de sus vasallos había estado visitando a sir Félix cuando llegó el mensajero de Robert, y sir Brian tenía casi doscientos hombres consigo. Así que cuando William esa mañana se encontró con sus hombres después de haber escapado de su confinamiento, los dispersó por toda la región, se le informó después, de que sir Félix y sir Brian llegarían en pocas horas más con sus dos pequeños ejércitos para unírsele, y con toda la intención de destruir a Ginza si aún no se había hallado al propio William.

 

William no podía haberse sentido más sorprendido o más complacido. Había contemplado la posibilidad de perder varios días enviando a su castillo la orden de reunir más hombres, pues Félix ya le había dado la conquista de las propiedades de su más reciente enemigo, el señor D´Ambray. Y no habría exigido más tareas a Félix, por mucha impaciencia que sintiera, pero Félix había acudido de buena gana. Y sir Brian simplemente amaba la pelea, y ésa era la razón por la cual siempre tenía disponible un pequeño ejército de mercenarios. En realidad, William acababa de enviar a Brian de regreso a su hogar con el fin de que se ocupara “de sus asuntos” con respecto a su reciente prisionero.

 

Lo único que no se había desarrollado de acuerdo con el plan era que lady Isabella no había esperado por él; después de acampar a los sumo un día, había partido al siguiente con su escolta. William no entendía qué la había inducido a adoptar esa actitud. Y no había dejado a Robert ningún mensaje, salvo las palabras “continúo con mi camino”. Realmente, William no deseaba castigarla antes de que estuviesen casados, pero no estaba dispuesto a soportar esa clase de actitud absurda de una esposa. Él había dejado a Robert al mando de los hombres, y ella hubiera debido acatar las órdenes de éste.

 

Pero incluso eso no podía menospreciar a su éxito, pues la visión de Rowen Lyons de pie en ese patio, completamente solo, lo había colmado de una salvaje alegría. Lo tenía. Como lo había jurado que lo haría, lo tenía en su poder, y el doncel lamentaría eternamente haber llegado a esa situación.

 

William salió de Ginza, pero no antes de acercar personalmente una antorcha encendida a la cama que lo había tenido encadenado e impotente, y no antes de enviar a veinte hombres más para garantizar que su prisionero no llegare a escapársele bajo ninguna circunstancia.

 

 

CONTINUARÁ….

Notas finales:

OMG!!!!!

William resultó ser el señor de la guerra, o sea el belicoso Fulkurst…Qué hará ahora nuestro indefenso doncel ante la venganza de este hombre??? Lo envió derechito a su mazmorra. Qué le deparará allí??? Es más, qué hará Rowen cuando descubra que Fulkhurst es el hombre al cual abusó??? Ágata podrá ayudarlo??? Esto se prendió, señoras y señores, y bien grueso.  

Espero me den sus opiniones acerca de este episodio. Nos vemos el siguiente jueves con la continuación de la historia. Besos y cuídense mucho.

PD: Quiero poner en conocimiento, que los donceles de esta época son un tanto femeninos, tanto en los rasgos, comportamiento y vestimenta, espero no incomodar a nadie con ello.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).