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Cielo desaparecido por Ayumi Kuran

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Notas del capitulo:

¡Hola! Bueno, pues aquí estoy una vez más, con un nuevo 1827 nwn uno de los pocos que tengo. Seguramente, los pocos que hayan leído Bodas al estilo Vongola, me digan ¿podrás con ambos? Pues la respuesta es que sí ya que la otra la terminé de escribir hoy junto a este primer capítulo muajajaja.


Así que espero que lo disfrutéis nwn

Giotto Di Vongola era un hombre justo, quien amaba a su familia, una variada y completamente loca pero a la que adoraba, a la que protegía de todos y todo, volviéndose más fuerte solo por ellos. Era un hombre joven, de apenas dieciocho años que se encontraba en esos momentos en una de las etapas más felices de toda su vida. ¿Por qué? Bueno, había varios motivos.


Para empezar, había logrado que su familia tuviera un puesto respetado en la mafia, lo que les daba algo más de libertad a la hora de proteger a los demás. Le seguía que poco después se casó con el hombre de su vida, su amado Alaude, la nube distante de la familia, y para finalizar, ambos habían tenido un año atrás a su primogénito: Kyoya.


Kyoya era una réplica de su marido menos en el color del pelo, uno que era extrañamente azabache. ¿Por qué? Era uno de los grandes misterios de la vida. Pero no solo era igual a él en lo físico sino en la personalidad, era distante y frío, algo que había demostrado a su temprana edad. Giotto los amaba a los dos, eran su luz. Y ahora, su loca familia estaba por terminar de ser completada, porque un pequeño se gestaba en su vientre, uno que estaban deseando de que llegará a sus vidas para demostrarle cómo de importante era para ellos, uno al que estaban deseando de acoger para mostrarle la calidez que le estaban por dar…uno, que había llegado de sorpresa a su vida, uno que les tenía ansiosos. ¡Incluso Alaude sonreía al ver su vientre! Era una pequeña, suave, su mirada más cálida mientras lo acariciaba cuando pensaba que estaba dormido.


Y finalmente llegó el tan ansiado y maravilloso día.


Era una fría tarde de Octubre, uno que obligaba que empezaran a usar los abrigos cuando los gritos coronaban la mansión Vongola, todos provenientes de la enfermería donde se encontraba su adorado y amado cielo, gritando como poseso mientras su guardián del sol y una matrona se encontraban entre sus piernas, uno tratando de calmarlo mientras la otra veía cuanto faltaba de dilatación antes de que copmenzara a pujar.


- ¡Alaude, maldito desgraciado! ¡Hijo de puta!


- Giotto, tranquilo.


- ¡Y una mierda estoy yo tranquilo! ¡Tráemelo Knuckle, tráemelo que le voy a cortar las pelotas!


- Vaya vocabulario.- Murmuro el sol, viendo con miedo la cara de psicópata de su cielo.- Alaude está con Kyoya.


- ¡Me da igual! ¡Escúchame Alaude, como te ponga las manos encima te voy a castrar sin anestesia, ¿me oyes?! ¡Dos veces, me estás haciendo pasar por esto DOS PUTAS VECES!


La calma reinaba, de eso no había duda, solo se encontraba el hombre de cabellos rubios y ojos azules cielo, tratando de disipar su dolor, sollozando bajito mientras traía a su segundo hijo a la vida. Queda aclarar ciertos aspectos, como que Giotto maldecía hasta los muertos de su esposo, mismo que finalmente se encontró entrando a darle apoyó a su marido, recibiendo a cambios solo una mano rota y otra en camino.


En fin, esos son las maravillas de los embarazos, más específicamente, la entrega del pequeño.


Un fuerte llanto se dejo escuchar tras varias horas de laborioso trabajo, haciendo que todas las personas que se encontraban a la espera dieran un salto, sus miradas brillantes mientras escuchaban al recién nacido. No fue necesario esperar mucho para que Knuckle revisará a su jefe, dejándoles ver al pequeño recién nacido.


Era u pequeño de piel ligeramente acanelada, sus mejillas estaban rosadas mientras lloraba a pleno pulmón, sus ojitos eran castaños con pequeñas lágrimas en ellos, escurriendo por ellas hasta perderse en su pequeño. Una linda matita de cabello castaño, coronaba su cabeza.


Se enamoraron.


No hizo falta más que una pequeña mirada para que todos se enamoraran de ese pequeño, sobre todo los padres del infante. El primero en acunarlo fue Giotto, quien apoyado en la espalda de su mirado, quien mantenía sus brazos rodeando las caderas contrarias, observaban ese tierno rostro, limpiando las pequeñas lágrimas para besar su frente con amor.


- es precioso.


- Perfecto.


- Sí que lo es.


El rubio cielo se encontraba cansado, no era para menos después de todo lo pasado, pero deseaba estar con su pequeño un poco más antes de dormir.


- Knuckle, ¿sabes qué es este pequeño?


- ¡Al límite que lo podemos ver ahora mismo!


Con una gran sonrisa, limpió las lágrimas que caían de sus ojos de la pura emoción, recogiendo al infante por unos instantes para rodearlo unos instantes con sus llamas, concentrándose para buscar el lugar donde nacería su marca, una que le marcaría como varón o doncel, antes de entrergarlo a los padres, una sonrisa en sus labios.


- Es un extremo doncel.


- Mi pequeño.


- Hump. Nadie se acercará a él.


- jajaja Alaude, solo acaba de nacer, no es para que te pongas ya de sobreprotector.


- Humo.


- Aunque yo tampoco dejaré que nadie se le acerqué.


Acomodados, vieron como el pequeño se acurrucaba en el pechode su “mamá”, buscando su calidez para cerrar sus ojitos en busca de dormir mientras se llevaba su pulgar a sus labios, durmiendo prácticamente al momento.


- señores.- La matrona hizo una reverencia, viendo a todos los Vongola que se encontraban reunidos, con la baba cayéndosele al ver al nuevo miembro de la familia con sus hijos en brazos.- Necesito revisar que el infante no haya recibido daños durante el parto, no tardaré mucho.


- Está bien.- Giotto vio a su pequeño cielo, besando con amor su frente.- Nos vemos pronto, mi vida.


Si Giotto no estuviera tan adolorido, tan cansado, casi anestesiado, se habría dado cuenta de que su intuición saltaba como loca, rogándole y advirtiéndole que no dejará que esa mujer se llevará a su hijo. Pero no lo hizo.


La anciana cogió al pequeño en brazos, saliendo por unos instantes de la habitación con el pequeño, colocándolo en una canasta que había traído con comida para dejarlo oculta en esta, dándose prisa en ir hasta la salida.


- Matrona.- La voz de una de las sirvientas hizo que se girará a verla.- ¿Ya se marcha?


- Así es, ya he terminado mi trabajo aquí.


- ¡Oh, esto es maravilloso! ¿Qué ha sido?


- Es un pequeño dulce doncel, uno que se encuentra en perfecto estado y en brazos de sus padres.


- Que hermosa noticia, ¡debo decirles a los demás!


Y fue de esa forma que la muchacha se marchó sin ser consciente de que el pequeño Vongola se encontraba en esa maltrecha cesta, y que esa mujer solo estaba secuestrando al recién nacido.


No espero a que alguien en el lugar se diera cuenta de lo que pasaba, se marchó casi corriendo, adentrándose en la espesura del bosque para aparecer en una apartada del lugar. En el interior sentía algo de lástima por el pequeño, después de todo, ella necesitaba ganarse la vida y si para ello debía vender a uno de los herederos de la Vongola, pues que así sea.


Un disparo la hizo caer al suelo con un grito de dolor, la cesta cayendo unos metros lejos de ella. ¿Se habían dado cuenta de lo que hacía? ¿Habían ido a cazarla y acabar con su vida?


- ¡No, aléjate de mí! ¡Déjame vivir!


Un hombre de unos cuarenta años salió de los arbustos, su aspecto estaba demacrado, con cientos de heridas sangrantes mientras su rostro estaba teñido de pánico y horror, desesperación. Su mirada recayó en la anciana, no le hizo falta esperar mucho para cogerla de rehén con la esperanza de poder sobrevivir.


Del mismo camino de donde llegó ese hombre, apareció otro mucho más joven, su pelo era negro con unas curiosas patillas, tenía una fedora y una pistola verdosa en sus manos. Estaba vestido con un pulcro traje negro con camisa amarilla, no parecía haber sentimiento alguno en sus ojos mientras avanzaba con calma, ignorando a la mujer entre sus brazos.


- ¡Aléjate! ¡Hazlo o la mataré!


- ¿Crees que me importa la vida de esa mujer?


- ¡Déjame ir, juro que nunca más me volverás a ver el pelo!


La desesperación estaba latente en su voz, misma que temblaba, apretando a la anciana mujer contra sí. La anciana por su parte a penas era capaz de respirar, el agarre del hombre la estaba ahogando, ni si quiera tenía la fuerza para deshacerse de su agarre.


- Hump…jajajaja, no pienso dejarte ir. Eres mi juguete, uno que no me ha entretenido nada. Creí que sería más divertido cazarte, de la misma forma en la que lo hiciste con tantas otras mujeres.


- Por favor…


Un disparo se dejo oír, una bala atravesando la garganta del hombre que empezó a sangrar de una horrible manera pero que aún lo mantenía con vida, una dolorosa muerte pues poco a poco se desangrará hasta morir ahogado por su propia sangre. La mujer por su parte había muerto segundos antes, asfixiada mientras pensaba en todo el dinero que acababa de perder por culpa de estar en el lugar menos adecuado en el momento menos indicado.


El silencio embargo el lugar, solo se podía oír los jadeos ahogados del hombre que trataba de salvar su vida en vano. No fue necesario esperar mucho para obtener un maravilloso silencio.


- ¡Buuuuaaaaaa!


Reborn sintió como un tic le aparecía en uno de sus ojos, parando su camino mientras su leal León se colocaba en su sombrero una vez devuelto a su verdadera forma. Sus ojos vagaron por el lugar, buscando el lugar de dodne provenía tan horrible ruido, dispuesto a acabar con el problema de raíz. Lo que hayo fue una pequeña canasta a unos metros del lugar, misma a la que se acercó, mostrando el ruido aún más fuerte.


Con la punta de su pie abrió la canasta, encontrando a un pequeño bebé en ella, uno que no dejaba de llorar con sus puños cerrados con fuerza.


- Maldito mocoso, deja de llorar.


La mirada que le dio al bebé fue la misma que haría cagarse las patas abajo a cualquier hombre millones de veces más duro y experimentado que el pequeño mientras su fiel camaleón se transformaba en su arma favorita.


Lo que paso a continuación se sorprendió.


El infante abrió sus castaños ojos, dejando de llorar para ver al hitman, todo el miedo que había mostrado su llanto y orbes en un principio fue desaparecido en segundos, viéndolo con curiosidad. Sus brazitos se estiraron al otro, quien sin saber por qué, acabo agachándose y cogerlo. Quizás solo lo hizo por curiosidad. Al final el pequeño acabo soltando una risita, una dulce y pura, mientras se acurrucaba en su pecho sin ningún tipo de miedo a pesar de que la mirada que le daba haría temblar a cualquiera de puro pánico. Sus ojitos se cerraron, chupando su dedo mientras dormía apoyado en él, como si fuera su padre.


Nunca, jamás le había pasado algo así.


- Eres interesante.


Sus negros ojos vagaron a la figura que sostenía con sutileza, tan calmado, como si esto fuera algo de cada día. No estaba seguro de por qué pero ese pequeño le transmitía calidez, amor, las ganas de protegerlo…un cielo puro. No tardó en darse cuenta de ello al comparar la sensación que le daba al compararlo con su sobrina, Uni.


Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, cubriendo ese pequeño cuerpo con parte de su chaqueta mientras caminaba adentrándose dentro del bosque, iba a quedarse con él por ahora, ya le buscaría después una familia.


Pero no lo hizo, le resulto imposible poder buscar a otra persona que se quedará con él, fue algo que admitió para sí mismo después de tres días de viaje, tres días en la que el pequeño se había ganado su amor y la poca humanidad que le quedaba.


- ¿Qué es esa cosa?


- Es un bebé, Bermuda.


Comentó como si nada Reborn mientras entraba en la sala de la parte de la casa que era Vindicare.


- No lo quiero aquí. Tíralo.


- NO es un objeto.- Lo vio de forma enfadada.


- ¿Me llevas la contraria?- Su voz tomo un tinte peligroso, viendo al otro que ni se inmutaba.


- Adoptémoslo.


- ¡¿Estás loco?! ¡No pienso cuidar de un mocoso!


- Ya tenemos un hijo.


- Y bastante es como para que adoptemos a otro.


Reborn no dijo nada, solo se acerco a Bermuda y le dio al bebé. El nombrado estaba a punto de renegar, mandando a lo más profundo de la prisión al pequeño solo por aparecer ante él cuando sus ojos chocaron. El pequeño castaño vio ese atemorizante rostro, soltando una pequeña risa antes de poner sus manitas en las mejillas del otro con dificultad, juntando sus frentes en una risilla antes de acomodarse entre sus brazos, durmiendo al momento siguiente.


Entonces paso algo que no se había visto desde hacía mucho tiempo, ¡Bermuda tenía un diminuto, casi invisible sonrojo! El pequeño se había ganado su inmunidad.


- Es un cielo puro.


- Lo sé, me di cuenta.- De forma elegante se sentó en uno de los sillones, tomando de su taza de café.- Quiero que lo adoptemos.


- ¿Sus padres?


- No tiene. Lo encontré en una cesta, supongo que lo llevaba la vieja que murió en aquel lugar. Debe de haber sido abandonado por sus padres y recogido por ella, posiblemente para ser vendido.


- ¿Realmente quieres repetir la experiencia?


- ¿Por qué no? Amor.


La sonrisa que apareció en el rostro del sicario ante la mirada de puro odio que le daba el jefe de la prisión, que estaba a punto de saltarle a la yugular, le hizo ver que nod ebía jugar…pero era tan divertido hacerlo enfadar.


- Tsunayoshi.


- ¿Um?


- Se llamará Tsunayoshi Von Veckenschtein.


- ¿Por qué debe llevar tu apellido?


- Porque es mi hijo.


- También el mío.


- Yo mandó.


Y de esa forma se dio por terminada la conversación. No paso mucho tiempo antes de que el resto de los Arcobaleno y Vindicare conocieran al nuevo miembro de su extraña familia, de la misma forma en las que conocieron al otro bebé recién adoptado, en este caso por parte de Jager y la Arcobaleno del cielo: Uni. Y el mayor de todos los tres infantes que formaban la unión de esas extrañas familias (también adoptado) veía con encanto y amor a su nuevo hermano pequeño: Tsunayoshi.


- Tsuna, yo te protegeré siempre. Te lo prometo.


- Y yo me aseguraré de que lo hagas Dame – Dino, te entrenaré bien para ello.


- ¡Sí, por favor, padre!


 


Mientras, muy alejados de allí, en la mansión Vongola se encontraba un cielo destrozado, buscando con desesperación a su hijo al igual que todos sus guardianes y hombres bajo su servicio. Lo que no sabía es que ya habían perdido a su hijo menor.

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Os gusto? Espero que sí y nos veamos pronto, en un nuevo capítulo.


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