Los días de turismo eran agotadores, y aún más si eres el guía.
El calor, la gente haciendo las mismas preguntas una y otra vez, los niños corriendo a tu alrededor, estar horas parado frente a una multitud que solo quiere tomarse fotos...
Pero a pesar de todo eso ....amo mi trabajo. La gente que se encuentra fascinada de escuchar la historia de Francia; el conocer gente nueva; lo inesperado que pueda ocurrir, como el que un muchacho le pida matrimonio a su novia en medio de la guía turística,justo en la cima de la torre Eiffel.
Un bebé a punto de nacer mientras comemos las mejores crepas de la zona y la suave brisa que es como una bendición en una tarde calurosa.
Definitivamente es agradable trabajar así, de este modo tan... libre. Estando aquí ya cuatro años trabajando de la manera mas grata, y aunque, como todo trabajo, hay malos ratos, no me molesta en absoluto el vivir de esta manera, la gente amable y las buenas personas.
Pero sin duda es molesto en cuanto se fijan en tu apariencia física, mi tatuaje me había dado problemas los primeros días de estadía en Francia. Me miraban mal y no se fiaban de uno. En cuanto comencé a trabajar las cosas se fueron calmando de a poco. Odio a las personas superficiales, las que se fijan en la belleza y no en el interior. Las relaciones de ese tipo son las que menos duraderas, las más frías, las más tristes...
Desgraciadamente soy una de las muchas personas que se vuelve un tonto enamorado cuando lo que creo sentir es amor. Es lindo mientras dura, pero mientras más conoces a la gente, desgraciadamente te das cuenta de lo retorcidas que pueden llegar a ser.
.....
El ardiente sol de París se encontraba azotándonos sin piedad. La gente se empezaba a fastidiar y yo rezaba internamente al creador para que el viento arrastrara alguna nube piadosa. Pero mis suplicas no fueron escuchadas. Decidí huir un poco.
- ¿Qué tal si nos tomamos un pequeño descanso?
Un suspiro de alivio recorrió la multitud y les di las instrucciones de donde encontrarnos dentro de veinte minutos. Afortunadamente estábamos cerca de los barrios más bonitos y nada difíciles de ubicar.
Caminé hacia un banco que se encontraba justo por debajo de un gran roble que se encontraba justo en medio de la plaza, podía apostar que el sol no había tocado su sombra en todo el día y que encontraría fresca cual lechuga, un lugar exquisito para recostarse un momento; pero, por alguna extraña razón, un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal llegando hasta lo vellos de mi nuca, provocando que se me pusiera la piel de gallina. Mire a mi alrededor intentado buscar algún indicio, alguna mirada o incluso el que alguien me haya hecho una broma, pero...
...Nada.
Una señora paseando a su perro ,niños jugando, los comensales de las mesas exteriores de los locales conversando animadamente. Normalmente esta sensación siempre se presentaba cuando creía que algo iba a pasar, fuera bueno o malo
Mire confundido a todas direcciones y levante los hombros, tampoco es algo a lo que tuviera que prestarle demasiada atención. Di un paso hacia adelante intentando seguir mi camino para llegar a esa refrescante sombra, pero algo me detuvo una vez más...
Café...
Ese olor precioso que puede levantarme de mi cómoda cama todas las mañanas, lo cual, estoy casi cien por ciento seguro, es sumamente difícil para la mayoría de las personas.
Una sensación demasiado conocida recorrió mi cuerpo, oí mi estómago rugir, lo que me hizo recordar que no había desayunado nada esa mañana, y a pesar de que hacía un calor de los mil demonios; decidí dirigirme a aquel lugar donde seguro estarían sirviendo café. Necesitaba saciar mi hambre;una vez que Leo Spindler quiere algo, debes dárselo.
Me dirigí hacia allá en grandes zancadas, mientras mis ojos paseaban por el ventanal que tenia escrito " Café Ardent " en grandes letras cursiva.
El sol empezaba a quemar más, así que me apresure a entrar a aquel local que encontré debido a mi olfato. Como un cerdo buscador de trufas abrí la puerta del local, olfateando por todos lados aquellos deliciosos olores que emanaban por todos lados.
Observe el lugar atentamente y me di cuenta de que no era para nada a lo que yo estaba acostumbrado. Los ventanales dejaban entrar una gran cantidad de luz, así que no era necesario el que se encendieran las luces de dentro; contrario a lo que me imaginaba, el interior se encontraba increíblemente fresco debido al aire acondicionado, sin llegar a estar terriblemente frío, pero aún así se podía sentir la calidez en cuanto entrabas al lugar... Como el regresar a casa después de haber estado mucho tiempo fuera; las mesas eran de un marrón claro decoradas con un lindo florero con magnolias en cada una.
Aprecie el lugar boquiabierto, definitivamente si alguien quisiera descansar, este sería el lugar ideal para hacerlo. Una mesera rubia y algo bajita, se acercó a mi:
-Señor, está bloqueando la entrada del establecimiento- me dijo algo nerviosa mirando detrás mío.
Se me subieron los colores a la cara y me aparte avergonzado.
-¿Tiene reserva?- me pregunto amablemente, una vez fuimos al mostrador.
-No, disculpe las molestias
-No es ninguna molestia. Como es verano y hace mucho calor, no tenemos demasiada gente, por eso es conveniente el que usted haya venido - La chica me regalo una sonrisa mientras me sentaba en la mesa y se retiro.
Por otro lado, y no podía salir de mi asombro, aquél lugar se sentía tan... tan... acogedor. Al menos esa es la palabra que encajaba a la perfección.
Jamás me había dado cuenta del "Café Ardent" debido a que el punto de descanso se encontraba un poco lejos de ahí, y los lugares que frecuentaba eran muy distintos a este. Yo era alguien de socializar demasiado y tomar en bares, cantar hasta el amanecer en karaokes con mis amigos ebrios y demás, definitivamente este no era para nada mi estilo.
Otra chica se acerco a mi y me pregunto que era lo que iba a pedir, tomé la carta y leyendo rápidamente los precios termine pidiendo una limonada y un chessecake de zarzamora.
Seguía embobado en observar cada detalle a mi alrededor. Definitivamente la dueña de este lugar debía ser muy perspicaz y, seguramente, muy hermosa. Mientras me tomaba mi limonada y daba pequeñas probadas a mi pastel, me divertía imaginando las mil y una formas que tendría aquella mujer. ¿Bajita? tal vez, ¿de que color sería su piel? blanca estoy casi cien por ciento seguro; imaginé mi contraste de piel morena con la de ella y me reí por lo bajo
Pero lo que no me concordaba era que no tuviera tantos matices rosas como hubiera creído que cualquier café vintage, daba lo mismo, esa mujer definitivamente tenía un buen gusto en cuanto diseño de interiores. Y que decir de la comida; se sentía como la gloria misma en cuanto dabas el primer bocado, y no simplemente en el sabor, si no también en la presentación, te podías imaginar los miles de detalles y un así no seria lo suficiente para dar lógica a aquello, a menos que haya sido hecho por las manos del mismo creador.
Mi descanso había terminado, y aunque no fue bajo la sombra de un roble refrescante, no me arrepentía de haber entrado. Una buena comida y un lugar acogedor es lo que necesito para ser feliz. Dejé una propina en la mesa para la chica bajita y me dirigí al mostrador para pagar. Ese lugar había mejorado mi humor aunque me hubiera sentido fuera de ambiente. Cuando saqué mi cartera, pude ver por el rabillo del ojo como salia un hombre de lo que debía ser la cocina.
Sentí como mi estomago se estrujaba y mis manos comenzaron a sudar.
El chico tenía una bandeja con dos cafés y sonreía abiertamente a todo el mundo. Él emanaba un aura de seguridad y bondad, era muy extraño. Era increíblemente alto y esbelto lo que acentuaba su elegancia y gracia.
Mientras lo observaba mi boca se había abierto sola y lo contemplaba a él y a sus cautivadores ojos ámbar.