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Con el sol en sus ojos por shiki1221

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Cap 1: El niño de ojos de Sol

¿Cómo nadie lo veía? ¿Por qué nadie notaba lo especial que era aquel niño con ojos de Sol? El pequeño Naruto siempre se preguntó aquello desde que inició aquel nuevo año escolar en la primaria de Konoha. Lo miraba a la distancia con una gran cantidad de preguntas sin respuesta y peor aún, sin nadie que le creyera lo que afirmaba constantemente. No importaba cuanto lo repitiera, la respuesta siempre era la misma “tienes mucha imaginación”. Nunca nadie le daba una explicación del por qué de aquello, además de que todos creían que él mentía, pero se negaba rotundamente a aceptar que estaba viendo mal y quería encontrar una forma para demostrarles a todos que no era el mentiroso que lo creían desde que reveló su “descubrimiento”.

Aquel niño de cabellos negros, Uchiha Sasuke, era la causa de sus miles de dudas y objeto de su infantil obsesión. Era muy silencioso y solía perderse de la vista de todos durante los recreos. Aparentemente se iba a la biblioteca a leer algunos libros, evitando participar de los juegos en los que los demás niños lo invitaban a menudo. Era un comportamiento extraño para un niño de tan sólo ocho años, mas aquella seriedad que siempre mostraba iba acorde con esa actitud. Quizás aquel afán de perderse de los juegos básicos de los demás infantes era la causa de que fuera tan inteligente y que tuviera tanto conocimiento que superaba a sus pares.

El pequeño niño rubio perseguía constantemente al Uchiha en busca de que, por algún casual de la vida, el secreto de aquellos ojos tan misteriosos fuera revelado ante él finalmente. Naruto recordaba con claridad el primer día que lo vio y cuando todo inició.

Era un nuevo año escolar en la escuela primaria de Konoha y todos los viejos compañeros que Uzumaki tuvo en el año anterior, fueron colocados en salones diferentes al suyo. Por lo que cada uno tendría nuevos compañeros y amigos, pero aun así el pequeño rubio contaba con poder verlos en la hora del receso, ya que no creía que por no compartir el salón dejarían de ser amigos. Estaba sentado en su correspondiente mesa al igual que el resto de sus compañeros, mientras la maestra a su cargo les pidió a todos que se presentaran uno por uno a medida que ella los señalara.

La maestra Shizune comenzó a señalarlos, el seleccionado se paraba de su asiento y decía su nombre completo agregando de vez en cuando algún dato personal, como sus comidas favoritas, qué les gustaba, qué no, etcétera. Miró con mucha curiosidad las caras de las personas que serían sus posibles amigos durante ese año, mientras intentaba memorizar el nombre junto al rostro de cada compañero de clases. Al momento de llegar el turno de un niño de cabellos ébanos, sus ojos claros se abrieron impresionados, el moreno se levantó de su asiento para presentarse con aquel nombre que quedaría grabado en su memoria: Uchiha Sasuke. Cuando se presentó no pudo evitar cruzar su mirada con la suya y notar algo sumamente llamativo, queriendo una respuesta se atrevió a preguntar directamente.

—¿Por qué tienes soles en tus ojos? —cuestionó Naruto en voz alta provocando incontrolables risas en sus compañeros.

—Uzumaki Naruto, no haga ese tipo de bromas por favor —pidió la maestra mirándolo enojada, debido a que los demás niños no dejaban de hablar.

—Pero si es cierto ―replicó el rubio con un pucherito―. ¿Acaso no ven esos soles en sus ojos? —preguntó sin entender cómo solamente a él le había llamado la atención ese detalle.

―Uzumaki si sigue con sus bromas pesadas lo voy a castigar ―amenazó elevando más la voz―. Y a todos ustedes también si no guardan silencio ―afirmó señalando al resto de la clase logrando un silencio sepulcral.

―¡No son bromas! ―gritó el de ojos claros gritando para llamar la atención del niño―. Sólo tengo curiosidad de saber por qué tienes eso en tus ojos ttebayo ―dijo mirando fijamente al azabache quien se había mantenido muy estoico y silencioso ante las risas de sus compañeros y el alboroto que estaba armando.

―¡Suficiente! ―declaró la maestra al llegar al límite de su paciencia—. Está castigado, Uzumaki-san. Bien, sigamos —pidió la mujer a cargo de los niño―. Sin más bromas sobre sus compañeros, ¿oyó, señorito Uzumaki?

El niño de ojos azules en aquel momento no pudo hacer otra cosa más que acatar lo que su maestra ordenó. Por ello cumplió con el castigo que le habían impuesto, de no hacerlo seguramente los llamarían a sus padres y no quería que su mamá se enojara con él. Ella daba mucho miedo cuando estaba molesta por lo que lo mejor era evitar que la maestra citara a Kushina. Su madre podía ser una persona muy dulce y gentil cuando estaba de buen humor y tener que recibir un llamado por su mal comportamiento seguramente terminaría con ese ánimo y haría que retornara a sus días como “el habanero sangriento”.

Durante el resto de la clase, Naruto miró con insistencia al Uchiha esperando algo, quizás que éste lo mirara y le explicara qué sucedía con sus ojos. Al ser rotundamente ignorado por el moreno tuvo que recurrir a los demás compañeros para conseguir algo que saciara su curiosidad. Preguntó a varios otros niños y todos decían lo mismo: “No veo nada” “sus ojos son negros” “son muy comunes”. Si bien los rasgos de Sasuke eran los típicos de cualquier japonés: ojos negros, cabellos oscuros y piel blanca; su mirada con aquel brillo especial, sólo hacían crecer la curiosidad de Naruto por averiguar por qué tenía aquellos soles rojizos en sus ojos.

Ese día cuando las clases llegaron a su fin Uzumaki quiso acercarse al de los ojos de sol, mas éste se apresuró en partir hacia su casa a la hora de la salida. Por lo que le fue imposible coincidir con él para preguntarle sobre sus ojos y eso lo hizo entristecer, lo cual fue notado por su madre cuando lo vio llegar a la casa. Siendo un colegio tan cercano y en un lugar tan amistoso y seguro como lo era Konoha, tenían plena confianza en que su hijo fuera y volviera sin problemas a su hogar finalizadas sus clases. Ella dejó lo que estaba haciendo y junto a su esposo Minato, oyeron que tal fue el primer día de su pequeño. La explicación de lo sucedido aquel día se basó casi por completo en el niño Uchiha, Naruto no dejaba de hablar de él. Su actitud, su apariencia y especialmente sobre sus ojos.

En su mente infantil sus padres lo sabían absolutamente todo, por lo cual estuvo seguro de que le dirían que eran esos soles. Empero cuando preguntó ellos no reaccionaron como él hubiera esperado. Su padre lo miró con una sonrisa conciliadora como siempre y su madre rio de manera divertida ante sus preguntas y palabras, esto provocó un ligero puchero en sus labios al sentir que se estaban burlando de él por haber preguntado.

―Minato ―dijo la pelirroja mirando a su esposo―, parece que nuestro pequeño tiene a su primer amor.

―¡¿Qué?! ―preguntó el rubio sobresaltado ante lo que decían sus padres―. Ese niño no me gusta, es más, ni siquiera me cae bien. Es muy serio y antipático ―afirmó cruzando sus brazos mientras fruncía el ceño recordando como lo estuvo ignorando todo el tiempo.

―Pero has estado hablando de él todo el tiempo desde que llegaste ―explicó Minato mirando a su hijo con tranquilidad―, si te cayera tan mal lo ignorarías.

―No puedo ignorarlo porque tiene esos soles extraños en sus ojos ttebayo ―se defendió cruzando sus bracitos sobre su pecho con molestia por las respuestas que no conseguía de parte de nadie.

―Eres tan tierno ttebanne ―dijo su madre acariciando el cabello de su hijo―. ¿Es un niño lindo?

―¡Mamá! ―exclamó escandalizado con un leve rubor en sus mejillas trigueñas―. Las niñas dicen que es como un príncipe, pero no es tan apuesto como se cree ―dijo frunciendo sus labios.

―Estos celos infantiles ―comentó Minato negando levemente al ver a su niño tan enfurruñado por esas niñas que le decían lindo al niño de su interés―. Mejor ve a terminar tu tarea y luego baja a cenar, Naruto.

Aun con su disconformidad y aquel malentendido sin aclarar, el pequeño rubio no tuvo más opción que obedecer a sus padres e ir a su habitación a terminar los deberes que le dejaron ese día en la escuela. Peor para él, tenía que terminar el doble de tarea como castigo por su comportamiento durante la clase. Y viendo como su tarea era más de la que debería no podía más que maldecir de nuevo a Sasuke por ser la causa de su castigo. Sin embargo, eso no lo detendría de su tarea de descubrir el origen de aquellos soles, por lo que más animado recompuso una sonrisa y se prometió a sí mismo no dejarse vencer por ese pequeño obstáculo.

Durante los días siguientes preguntó a varias personas, desde los adultos como maestros y vecinos hasta sus nuevos amigos que hizo en su salón de clases, obteniendo aquellas respuestas que no aclaraban nada. Todos negaban saber a qué se refería con eso de “soles rojos en los ojos de Uchiha”. Algunos adultos simplemente sonreían antes de decirle palabras similares a las de sus padres como que era muy “imaginativo” y tierno al estar tan interesado en aquel compañero suyo.

Uno de aquellos recreos fue a reunirse con sus amigos del año anterior, siendo recibido con gran alegría por compartir un rato juntos. A ellos les había llamado la atención que los recreos se lo viera yendo de un lado al otro hablando con todos los que estuvieran cerca. Ahora al fin parecía dispuesto a jugar un rato con ellos como los demás y ciertamente, Naruto sentía que merecía un rato de distracción luego de haberse dedicado tanto tiempo a su “investigación sobre Uchiha Sasuke”. Hacía tanto que no estaba con ellos que le vendría bien convivir un poco aprovechando que el tiempo de recreo era su única oportunidad con ellos. En el patio los vio a todos dispersos listos para jugar futbol, por lo que se acercó saludando con la mano en alto.

—¡Hey, Naruto! ―llamó uno de los niños acercándose con una pelota en sus manos―. ¿Quieres jugar unas carreras? —preguntó un pequeño de cabellos castaños.

—Sí quiero, Kiba —aceptó Uzumaki con una gran sonrisa acercándose a él, deseando competir como siempre solían hacerlo―. Yo te ganaré. Soy mucho más rápido que antes ―advirtió confiado luego de haber estado practicando arduamente para no volver a perder en carreras contra el otro.

—No te dejaré ganarme —afirmó Kiba mirando con ganas de jugar como antes.

―¿Quieres comprobarlo ahora mismo? ―cuestionó Naruto sacándole la lengua a modo de provocación.

―Se supone que jugaríamos futbol ―comentó con el ceño fruncido un niño pelirrojo llamado Gaara.

―Oigan ―llamó un chico vestido de verde, de nombre Rock Lee―. ¡Déjenlos vivir la flor de su juventud!

―Bueno ―accedió algo inconforme el niño de rojos cabellos―, pero luego seguimos con el futbol.

―¡Yosh! ―gritó emocionado el blondo―. El primero en llegar a aquel árbol será el más veloz ―dijo señalando un árbol al final del patio.

Estaban por ponerse en posición para iniciar la carrera que definiría al más rápido del colegio, según lo que decían ambos niños. Mientras otros, algo curiosos por el alboroto que estos dos estaban haciendo, se acercaron a mirar su competencia. Entre ellos, Naruto pudo distinguir que Sasuke miraba disimuladamente lo que él estaba haciendo, notaba como aquellos oscuros y misteriosos ojos no se despegaban de él. De un momento a otro los ojos pasaron de ser negros a tener nuevamente aquellos soles en ellos. Parecía un átomo con una combinación de color rojo y negro, eran muy raros. Y aquel pequeño cambio en su mirada antes oscura se llevó por completo su atención consiguiendo que no pudiera contener su curiosidad por ellos.

—¡Oye! —gritó el blondo al chico de misteriosos ojos—. ¿Cómo haces eso con tus ojos?

Al oír esa pregunta expresada en un grito, la atención de todos los presentes antes fija en la competencia de los otros ahora se centraba por completo en él. Por lo que Sasuke huyó rápidamente alejándose de la multitud que lo miraba buscando qué era eso tan raro que pregonaba el rubio a gritos. Sin importarle que su carrera con su amigo quedara pendiente, Uzumaki corrió detrás del chico de cabellos negros dejando a los demás confundidos al ver lo rápido que corría tras el moreno, cual depredador a su presa.

—¡Naruto! —llamó Kiba al ver a su amigo alejarse detrás de aquel otro chico que no conocía—. ¿Qué pasará con nuestra carrera?

—Otro día te haré morder el polvo, Kiba —prometió el de ojos azules haciendo muecas de burla con su cara volteando levemente para mirarlo, mas sin dejar de correr en la dirección en la que se fue Uchiha.

El pequeño moreno corría a todo lo que daban sus cortas piernas, intentaba perder de vista a aquel extraño niño rubio que siempre gritaba cuando él estaba cerca. Eligió los pasillos del colegio como medio para perderlo, siendo tantos en alguna vuelta seguro que lo perdería y no tendría que verlo hasta que comenzará nuevamente la clase. Con eso en mente se escondió en uno de los salones vacíos, al ser recreo ningún salón tenía alumnos en esos momentos.

El corazón de Sasuke latía deprisa por la carrera para perder al rubio. Aquel chico sí que era persistente, no se rindió en todo el camino sin importar cuánto intentó perderlo. Respiró profundamente para regular su respiración y calmar sus nervios alterados al tener a todos mirándolo como si fuera una atracción de circo, realmente no le importaba la opinión de ellos, pero debía huir por otra razón más importante. Le faltaba el aire luego de tanto correr. Se habría quedado allí encerrado hasta que el recreo terminara, pero tenía demasiada sed. Al no oír a nadie cerca, abrió la puerta despacio y salió asomando su cabeza por la puerta.

—¡Te encontré! —exclamó a todo pulmón Uzumaki al ver la negra cabecita salir de aquel salón.

Aquel grito sobresaltó al azabache, quien no pudo disimular su cara de asombro cuando de un momento a otro tenía a ese chico de sonrisa similar a la de un zorro a tan sólo unos cuantos centímetros de su cara. Aunque lo que más lo estaba molestando en ese preciso instante y que hizo que frunciera el ceño era el molesto pitido en su oído debido al grito que el blondo dio justo a dirección de su oreja.

—¿Qué es lo que quieres? —interrogó el azabache con una ceja alzada y gesto demandante.

—Sólo quiero hablar contigo ttebayo —respondió con simpleza el rubio poniendo sus manos en su nuca en un gesto despreocupado, aunque una de sus piernas no se quedaba quieta ante la ansiedad de preguntarle nuevamente por sus ojos.

—Pero yo no quiero, Dobe —expresó Uchiha mirándolo con el ceño fruncido.

—¿Cómo me dijiste, Teme? —respondió enojado al insulto con otro mientras lo fulminaba con su mirada azulina.

Naruto bajó las manos de su cabeza e hizo una mueca de desagrado al mirar la sonrisa de petulancia que le regalaba el moreno frente a él. Apretó los puños con molestia, tratando de contener las ganas de iniciar una pelea. Él quería ser amistoso y preguntarle de buena manera acerca de lo que tanta curiosidad le causaba, pero el otro era tan creído y antipático como lo describió en su primer momento.

—Aparte de tonto, eres sordo —comentó lleno de burla y diversión al ver al de las marquitas poniéndose cada vez más irritado.

—¿Quieres pelea? —preguntó sosteniendo el cuello de la ropa de Uchiha atrayéndolo hacia él para que notara lo furioso que respiraba.

—Con gusto, idiota —fue la seca respuesta que dio el de ojos oscuros—. No te tengo miedo —aseguró sosteniendo la ropa contraria mientras marcaba aún más su expresión de enojo en su carita infantil.

No faltaron más palabras entre ellos para comenzar a golpearse con sus manos. Se jalaban del cabello y trataban de derribar al otro para “demostrar” quien tenía la razón. Uno de los maestros, un hombre joven de cabellos castaños pasaba por ese pasillo justo en el momento en que aquella disputa verbal pasó a lo físico. Él se dirigía a entregar algunos papeles a la dirección, cuando en su trayecto vio a los dos menores golpeándose mutuamente, mientras rodaban en el suelo, había insultos, golpes y hasta mordidas. De inmediato frunció el ceño con molestia y se acercó hasta ellos para ordenarles detenerse.

—¡Niños! —gritó captando la atención de ellos. Se detuvieron de inmediato en un intento por disimular lo que habían hecho. Como cualquier niño a esa edad si no podían convencer a ese adulto que no estaban haciendo nada recurrían a la más vieja excusa de la historia:

—Él empezó —se señalaron él uno al otro queriéndose librar de las culpas.

—Fuiste tú el que me estuvo persiguiendo, Dobe —le recordó Sasuke queriendo dejar toda la culpa en el rubio.

—Pero yo sólo quería preguntarte un par de cosas —se defendió el de ojos claros—, pero tú empezaste a insultarme, Teme.

—Eso no me importa. —interrumpió el maestro Iruka antes de que iniciarán una nueva disputa. Los miró a ambos con molestia mientras cruzaba sus brazos— Ambos están castigados por pelear —determinó para ser justos con ellos.

—No es justo —se quejaron al saber que por culpa de ese niño ahora tenían un castigo.

—Debieron pensarlo antes de pelear en los pasillos en lugar de jugar con sus compañeros —afirmó Iruka llevándose a ambos agarrados de las manos hacia un salón desocupado.

Con gestos de molestia, los infantes no tuvieron otra opción que obedecer al maestro e ir a sentarse en el salón castigados. Eligieron los asientos más alejados posibles para no ver a la causa de su detención. Sasuke se sentó en la última silla en el fondo del salón y Naruto en las filas de adelante. Iruka entró al salón junto a ellos para vigilarlos, siendo el maestro que los encontró peleando tendría la responsabilidad de avisar a la maestra de ellos que estuvieron comportándose mal. Si los dejaba solos podrían escaparse o peor aún, volver a pelear. Lo mejor era evitar algún accidente. Ellos podrían estar en una disputa sin daños reales, pero un mal movimiento y seguro tendría que llamar a una ambulancia.

Pasados unos minutos y viendo que el receso estaba próximo a terminar decidió salir a buscar a la maestra de los pequeños peleadores para que se hiciera cargo de ellos. De paso se daría una vuelta por la dirección para entregar los papeles pendientes y consultar si hacía falta o no llamar a los respectivos padres de cada uno. El silencio no duro demasiado estando el inquieto Uzumaki presente.

—Oye —llamó Naruto luego de un largo rato sumidos en silencio, harto de la tensión y calma que había en el salón.

—¿Aun quieres pelear? —preguntó Sasuke desde su lugar suspirando con cansancio—. No quiero otro castigo —le advirtió a su acompañante antes de que intentara que les quitaran el recreo todo el mes.

—Yo tampoco quiero uno ttebayo —aclaró el rubio moviendo las manos repetidas veces como escandalizado por lo dicho—. Mi mamá me matará si sabe que conseguí que me castigarán por pelear.

—Entonces, ¿qué quieres? —preguntó fijando su mirada en la azul.

—Preguntarte algo ―fue la sencilla respuesta que dio antes de levantarse de su asiento para sentarse en uno justo frente al del moreno.

—¿Es sobre mis ojos? —cuestionó estando casi seguro de que sería sobre eso.

Desde que había iniciado el año, aquel cabeza hueca de sonrisa boba siempre se quedaba mirando fijamente sus ojos o intentando acercarse. Era bastante agotador huir de él. Quizás al oír algunas de sus respuestas se aburriera de él y lo dejaría en paz para poder seguir con su vida. Después de todo no tenía una historia fascinante para relatar como respuesta, así que si decía la verdad probablemente ese niño perdería su interés y él podría regresar a ser el solitario que siempre fue.

—Sí —afirmó totalmente decidido a averiguar que era lo que sucedía para que Sasuke tuviera esos ojos—. ¿Por qué tienes esos soles allí?

—No lo sé —respondió con sinceridad. Meneo la cabeza y cerró los ojos no queriendo que siguiera mirando algo como aquello.

—¿Por qué nadie más lo ve? —cuestionó Uzumaki levantándose de su asiento para pararse delante de Sasuke y sostener su cabeza con ambas manos mientras lo inspeccionaba a consciencia.

—Tampoco lo sé —fue la respuesta de Uchiha, quien movió la cabeza sin tener idea del por qué tenía algo como eso.

El de cabellos color obsidiana sólo suspiró. A él realmente le hubiera gustado saber a que se debía su situación. Recordaba como un día cualquiera mientras se lavaba la cara se miró de casualidad en el espejo. Sus ojos, los cuales siempre habían sido de un color negro profundo ahora tenían la forma de una especie de átomo de color rojo y negro. Aunque preguntó a sus padres y a su hermano mayor todos decían que imaginaba cosas, que sus ojos eran completamente normales. Mas él sabía que algo cambió y lo confirmó más pronto de lo que hubiera deseado.

—No sabes nada ttebayo —se quejó Naruto cruzando sus brazos enojado y decepcionado. Luego de tanto tiempo siguiéndolo por el colegio y cuando al fin hablaba con ese niño sólo obtenía un “no sé” por respuesta.

—Es mejor que tú tampoco sepas mucho —comentó Sasuke mirando la ventana de una manera triste.

El de cabellos dorados notó el cambio en la actitud de su compañero, parecía muy triste por alguna razón que no entendía. Se puso a pensar un poco y llegó a la conclusión que, si sólo él podía ver los soles, los demás tomarían a Sasuke por loco al decir eso de sus ojos. Seguramente le dijeron las mismas cosas que le decían cada vez que afirmaba que tenía soles en sus ojos. Por lo que podía apostar todo el ramen del mundo a qué Sasuke también moría de curiosidad y frustración como él al no encontrar alguna respuesta.

—¿Por qué? —preguntó Naruto poniendo su mano en el hombro del azabache intentando que lo mirara de nuevo.

—Soy peligroso —era la respuesta que Sasuke dio sin ahondar en ningún tipo de explicación—. Así que es mejor que te mantengas alejado de mí.

Uzumaki habría seguido preguntando a qué se refería, pero la maestra de ellos ya había llegado al salón gracias al aviso de su colega sobre el castigo que les había dado. Ella se los llevó a ambos a su respectivo salón mientras les daba un largo sermón sobre porqué su comportamiento estuvo mal, entraron en completo silencio para unirse al resto de sus compañeros, quienes ya estaban en sus respectivos lugares. La maestra les había dado un gran regaño por haberse estado peleando, mas fue un tanto compasiva y los dejó ir por esa vez, sólo con una advertencia. Si volvían a hacer algo como eso notificarían a sus padres y eso sí que sería un problema mayor. Dejado ese asunto de lado, regresaron a sus clases normales.

—Vengan, niños —llamó la maestra mientras se acomodaba con un libro de cuento en su mano—. Hagan una ronda que voy a contarles una pequeña leyenda.

Todos los niños se acercaron y formaron una ronda alrededor de su maestra como ésta les había indicado anteriormente. Uchiha suspiró aburrido, ya que siempre solía aburrirse con esos cuentos de hadas y tonterías de princesas como solía decirles. Por el contrario, Naruto estaba muy emocionado esperando que la historia fuera acerca de héroes legendarios, esas eran el tipo de historias que su padrino le contaba y siempre conseguían que se emocionara de sobremanera por las hazañas de los protagonistas. Una vez que ellos estuvieron en posición, ella abrió un libro y comenzó a leer el relato:

Hace mucho, mucho tiempo existía una entidad conocida como Amaterasu era la diosa del Sol, cuyo nombre significaba diosa gloriosa que brilla en el cielo. Era una de las deidades sintoístas (Megami) más importantes conocidas entre los mismos dioses y querida por los mismos por su amabilidad al tratar con los demás, fueran dioses o mortales. Era la Megami de la que emanaba toda la luz, y en numerosas ocasiones se hacía alusión a ella como la Megami del sol por la calidez y la compasión por aquellos que la adoraban. Ella siempre brindó protección y luz a quien lo requiriera, guardando una humildad que acrecentaba la adoración por ella, pues no presumía de su belleza o popularidad como hacían otras deidades, tales como Atena o Afrodita, quienes en occidente eran capaces de maldecir a cualquier mortal que supusiera una amenaza a su “título” como la más hermosa.

Sin embargo, en completa oposición a lo que Amaterasu representaba, su hermano, cuyo nombre era Sunanno, era un ser muy detestado por los demás dioses. Él era capaz de destruir las ofrendas de otros dioses e incluso arruinó los campos de siembra que Amaterasu se había encargado de hacer crecer hermosamente. La envidia lo corroía por no ser tan querido o especial como su hermana, siempre oyendo hablar maravillas de ella siendo por completo opacada su labor como Dios. Por dicha razón, tenía un insano placer en disfrutar del dolor de su hermana ante los errores que él cometía y los cuales causaban ciertamente vergüenza y culpa en Amaterasu. La pobre diosa no se sentía digna de mirar a los demás dioses luego de alguna catástrofe causada por su hermano. Se le caía la cara de vergüenza cada vez que la llamaba y le mostraban lo que Susanno había provocado y que luego ella se ofrecía a recomponer.

La naturaleza compasiva y amorosa de Amaterasu le hizo pasar por alto aquellos actos de inmadurez de parte de su hermano, dejando sus regaños en pequeños recordatorios de que obraba mal. Jamás hizo algún acto que fuera un castigo severo o “real” contra el otro, ella quería creer que su hermano cambiaría su forma de ser si conversaba con él y lo convencía de que cambiara. Se dedicó a la tarea de arreglar cuanto su hermano arruinó con los demás dioses, arreglando sus templos destruidos, volviendo a hacer crecer los campos con su luz, ella trabajó hasta el cansancio para que todo quedara restaurado a su estado original. Siempre solía ser de esa manera, él hacia algún alboroto y ella tenía que ver la manera de solucionarlo. Sin embargo, un día su paciencia se vio agotada cuando su hermano tuvo la descares de ir a dejar los cadáveres de caballos celestiales a templos de otros dioses.

Ese era el colmo, la vergüenza que embargó a Amaterasu era demasiada, pues aquellos caballos eran tesoros divinos tan puros que jamás deberían ser dañados, nadie con corazón podría herir a un ser tan noble e inocente como un caballo celestial. Había soportado durante siglos, literalmente, a su hermano y sus descaros actos ruines contra sus semejantes, el estar emparentada con semejante personaje la hizo huir lejos de todos los que conocía y amaba. Dejando totalmente a su suerte las vidas que dependían de su presencia, ella no quería dejar de lado sus deberes como diosa, pues siempre fue muy responsable. Empero, ¿cómo mirar a los demás luego de aquel pecado cometido por alguien de su misma sangre?

Tras la vergonzosa conducta de su hermano Susanoo, Amaterasu se encerró en una cueva lo más alejada de todos, en un lugar donde ella creía que jamás sería encontrada de nuevo. Así pasó varios días viviendo cual ermitaña, completamente aislada de lo que alguna vez conoció. La soledad no le sentaba nada bien a ella, quien siempre estuvo cerca de los demás siendo su fuente de calor. Mas ese era su castigo auto impuesto por haber sido tan ciega de perdonar tantas fechorías de parte de Susanno, quizás si ella hubiera sido más severa con él muchas de las desgracias que causó hubieran sido evitadas. Mientras que Susanno sin una pizca de compasión por su hermana continuó haciendo de las suyas sin importar cuanto daño le hizo a su único familiar.

Al no estar ella, el Sol no salía y el mundo se cubrió de tinieblas, los campos morían y el mundo se helaba. Mas esto no fue suficiente para conseguir que Susanno se arrepintiera y fuera por su hermana, es más, le alegraba ver el sufrimiento de todos ante la ausencia de su molesta hermana. Los demás dioses, temiendo que las tinieblas perduraran para siempre, buscaron incansablemente a la diosa y en cuanto dieron con su paradero, organizaron una fiesta en la puerta de la cueva. El ruido exterior atrajo mucho la curiosidad de Amaterasu, quien salió y se encontró con una Megami brillante y llena de luz. Un segundo después se dio cuenta que era su propio reflejo en el espejo, pues los dioses habían colocado un espejo en la salida de la cueva para que se viera a sí misma y recordara quien era. Ella no era como su hermano, por lo que no debía de cargar con culpa y vergüenza que le correspondían a él por ser el causante.

Aunque el pesar de Amaterasu era grande por todos los destrozos que hacía su hermano, al menos sabía que contaba con la ayuda de sus buenos amigos. Quienes, aunque no quisieran a Susanno, si la querían a ella, por lo que la ayudarían aun si eso implicaba limpiar los destrozos del irresponsable hermano que le tocó. Ella agradeció mucho la comprensión de los demás dioses y regresó a darle de su luz a todo lo que se sumió en las tinieblas por su ausencia. Muy a su pesar, sabía que su hermano necesitaba mano dura para abrir los ojos sobre su inmadurez, por lo que hizo algo que nunca había hecho: lo acusó con el dios supremo. Aquel que era considerado un rey entre los dioses, era la deidad más poderosa entre ellos, quien no había castigado antes a Susanno por los ruegos e intervenciones que Amaterasu hacía por él. Mas, siendo ella misma quien solicitaba el castigo no tuvo ningún reparo en imponer una maldición sobre aquel Dios imprudente.

—¿Y bien niños? —preguntó la maestra dando por finalizado el cuento—. ¿Les gustó esta historia? —cuestionó mirándolos a todos en general.

—¡Sí! —respondieron a coro la gran mayoría mostrando una gran sonrisa ante tan lindo cuento sobre amistad de Amaterasu con los demás dioses y de cómo pagó Susanno el haber sido tan malo.

—Qué bueno que les haya gustado porque dejaré tarea sobre el cuento —dijo Shizune mirándolos divertida levantándose de su asiento para comenzar a escribir la tarea que tendrían sobre ese cuento.

—Ah —suspiraron con pereza muchos de los niños, haciendo gestos de disconformidad ante la tarea que les dejaron, debido a que había muchas preguntas y cosas que deberían buscar en los libros.

Naruto mientras tanto no dejaba de pensar en esa diosa Amaterasu. ¿Cómo era su rostro? ¿Qué tipo de imagen tenía? Por alguna razón en su intento por darle forma a la misteriosa diosa, la imaginaba con cabello negro, largo y muy lacio. Unos hermosos ojos llenos de calidez y ternura. Seguramente fue muy hermosa y encantadora. El blondo suspiró profundamente y si no fuera porque Sasuke le dio un buen golpe en la cabeza seguramente no hubiera reaccionado. El de ojos claros lo miró de mala manera por lo que hizo, pero lo dejó pasar para no tener más problemas, aunque en cierto modo agradeció el golpe porque lo sacó de las nubes antes de que la maestra notará que no hacía la tarea que les dio.

Al salir de la clase muchos de los niños volvían solos, ya que la escuela no estaba muy lejos de ninguno de los hogares de los niños, así que algunos padres incluso eran capaces de ver desde la comodidad de sus puertas el largo camino de tierra por el que volvían sus hijos. Aprovechando que el rumbo que usaba Sasuke era poco transitado, pues se desviaba un poco del de los demás, Uzumaki se apresuró a alcanzarlo para caminar a su lado y volver a conversar.

—¡Sasuke! —llamó a gritos y sintiéndose ignorado aceleró el paso—. Te estoy llamando, Teme.

—¿Y ahora qué es lo que quieres? —preguntó con cansancio dándose la vuelta para encararlo.

—Quiero acompañarte a tu casa ttebayo —expresó con una enorme sonrisa poniendo sus manos tras su cabeza comenzando a caminar.

—Tu casa no queda en dirección a la mía —le recordó el moreno retomando su camino sin importarle dejar a Naruto con la palabra en la boca.

—Vayamos juntos —sugirió pasando su brazo por el cuello de Sasuke para caminar los dos juntos y que el otro no intentara escaparse de él.

—No me toques, Dobe —ordenó sin hacer ningún movimiento para soltarse.

—No quiero —negó abrazándose más a él.

—Ya, Dobe —exigió al sentir el peso extra que suponía tener a Uzumaki colgando de él—. Pareces un koala.

—¿Soy adorable como uno? —preguntó con una mirada ilusionada.

—No son adorables —negó con simpleza―, tienen pulgas, son lentos y tienen una nariz muy grande.

Caminaron un largo trecho sin mediar palabras y sólo miraban hacia el frente evitando que sus miradas se chocaran, Uchiha jamás había regresado acompañado por algún amigo o compañero de clases. Sin embargo, el silencio que adornaba la escena junto al atardecer que se veía en el cielo no iban a durar mucho. El mutismo del momento se vio interrumpido por Sasuke y no por Naruto, como era de esperarse por lo hablador que era aquel rubio.

—¿No te da miedo? —preguntó el pequeño moreno mirando hacia un costado para que el rubio no viera su cara en esos momentos.

—¿Qué cosa? —cuestionó sin entender mientras intentaba conectar su mirada con la suya.

—Mis ojos —dijo el de ojos ónix en un leve susurró mientras su mirada llena de tristeza se desviaba hacia el horizonte—. Son raros, no sé de dónde surgió esta cosa, pero son raros y dan miedo.

—Me parecen muy especiales —confesó Naruto mirándolo sin titubeos obligándolo a verlo de frente.

—A mí no me gustan —reveló Sasuke cubriendo su mirada con su cabello—. Cuando me di cuenta de que nadie más podía notar lo que les sucedía a mis ojos me alegré mucho. Luego tú… —no pudo terminar de explicar sin que su acompañante hablara primero.

—Son especiales —afirmó con seguridad Naruto levantando un poco su mentón y con su mano libre elevó su flequillo para que dejara de ocultar sus ojos—. Me gustan como son ttebayo.

Ambos habían dejado de caminar sin saber en que momento fue, estaban frente a un arroyo viendo el agua correr siendo iluminada por el Sol, creando el efecto de que era la propia luz la que corría por los canales. Los tonos anaranjados que adquirió el agua gracias al reflejo del atardecer hicieron que pareciera que el agua era rayos de sol fluyendo allí, algo que a ellos les gustó observar por unos momentos mientras seguían allí parados en medio de un camino solitario donde su pequeño secreto sobre los ojos del moreno permanecía como algo exclusivo de ellos.

—Hay algo que no te conté sobre mis ojos —comenzó a hablar el azabache—, pero deberías alejarte de mí porque…

—No lo haré —negó sosteniendo sus hombros—. Juntos averiguaremos que es lo que te sucede.

—No creo que importe —comentó el moreno con indiferencia aparente, a él le asustaba lo que podían llegar a hacer sus ojos y temía que el de ojos azules se viera implicado por su culpa—. Nadie nos cree. Así que, ¿a quién le preguntaríamos?

—Encontraremos a quien ttebayo —aseguró el rubio mirándolo decidido elevando el puño con determinación―. Si la primera persona a la que preguntemos no sabe, preguntaré a otra, buscaré en libros o lo que haga falta. Te lo prometo.

—¿No me abandonarás aun si no logramos averiguarlo? ―cuestionó con seriedad no queriendo promesas vacías que sólo lo lastimarían después.

—Ten por seguro que desde ahora seremos estamos juntos en esto y no te dejaré solo —afirmó golpeando con el puño su propio pecho con completa convicción.

Allí mismo, con un día muriendo lentamente mientras el sonido del agua correr era el único sonido además de sus voces sellaron una promesa. Juntaron sus dedos índice y corazón, jurando firmemente que descubrirían que secreto guardaban los ojos de Sasuke. Como la noche estaba demasiado próxima, Naruto se despidió del azabache para volver pronto a su casa o lo regañarían por haberse ido sin avisar y eso, definitivamente causaría preocupación en sus padres quienes seguramente hace mucho tiempo estaban esperándolo.

Por su parte, Sasuke se apresuró en llegar a su casa caminando más rápido mientras no dejaba de pensar en ese extraño e insistente niño rubio que le había prometido estar a su lado.

―¿Será cierto que seguirá a mi lado sin importar…? ―preguntó en voz alto para sí mismo―. ¡No! Él me dejará, nadie querría a alguien peligroso como yo ―dijo frunciendo el ceño con molestia.

La mirada antes negra se volvió a tornar rojiza a la vez que los soles en ellos comenzaron a girar. Siguió su camino tratando de quitarse aquel atisbo de esperanza que le habían dado aquellas palabras que le dedicó el blondo, a medida que caminaba por el sendero de tierra algunas flores comenzaron a quemarse espontáneamente. A cada paso que daba Uchiha dejaba flores ennegrecidas y otras quemándose lentamente.

Sin dudas, Naruto no sabía el alcance que tenía la promesa que había realizado.

 

CONTINUARÁ….

 
Notas finales:

dejare a su criterio si quieren o no el extra :D


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