Un ruido estruendoso, luego un silencio sepulcral, podía escuchar su respiración, incluso creía poder escuchar los corazones latientes de todas las personas en la habitación. — ¿Dónde está? — gritó para todos los que le veían, una ligera mueca de confusión cruzó por el rostro de todos los presentes. — ¡Sé que estás aquí bastardo! ¡Sal sal de donde quiera que estés! — Comenzó a recorrer el lugar con pasos seguros, caminando entre las miradas atentas de los otros muchachos. Miraba cada uno de los rostros asustados, hasta ver a uno que captó su especial atención. — Tú, tú eres parte de su grupo de imbéciles, ¿dónde está? — Bramó mientras se acercaba con lentitud al joven, este último tragó saliva pesadamente y era visible el miedo en sus ojos. Cuando el azabache llegó junto a él, tomó su camisa y lo levantó ligeramente de la silla en la que se encontraba. — ¡Responde! ¡No tengo todo el jodido día! — Exclamó furioso mientras lo sacudía. Un golpe fue directo al rostro del joven rubio platinado y cayó de bruces al suelo. Una patada en su estómago lo hizo encogerse de dolor en el suelo.
— N-no está aquí — Susurró. Otro golpe en su estómago y tosió algo de sangre. — ¡No lo está! — Dio un grito ahogado con las fuerzas que le quedaban.
— ¡Mientes! Lo vi entrar, sé que está aquí. — Otra patada, pero ahora en su rostro. — No sé para que proteges a ese hijo de puta. —
El sonido de una puerta llamó la atención del azabache y la imagen le hizo sonreír torcidamente. — Justo a quién quería ver. — El pelirrojo se quedó inmóvil. Todos los espectadores estaban espantados, algunos se habían marchado a penas todo esto había comenzado, otros por el simple morbo de ver que sucedía se quedaron ahí en pie, esperando a que todo culminara. — Ahora, tienes exactamente 10 segundos para rogarme que no te mate y quizás considere no hacerlo. — Se acercó a pasos lentos mientras el otro retrocedía. — Diez... —
— Por favor, perdón. N-no... y-yo no... — El azabache volvió a sonreír de lado mientras daba otro paso.
— Nueve... — Otro paso más — Ocho... —
— ¡No pensé que era tu novio! — El azabache tensó la mandíbula y apretó los puños, ¿y por eso tenía el derecho de cometer tal repugnante acto?
— Siete... — Tronó sus dedos y avanzó otro paso. — Seis —
— ¡Basta! ¡Por favor! — El pelirrojo chocó con una pared y las lágrimas brotaban de sus ojos, el azabache seguía acercándose mientras la cuenta continuaba, cuando llegó al número dos se encontró frente a frente con el otro.
— Uno... — Su mano se tensó sobre el cuello del otro, ahorcándolo contra la pared. — Ahora intenta responderme el por qué, ¿por qué lo hiciste? — Preguntó mirándole con ojos oscuros, la ira lo invadía completamente. El otro sólo se retorcía intentando soltarse del fuerte agarre. Cuando su rostro se volvió completamente rojo,lo liberó por uno segundos, el pelirrojo tomo una bocanada de aire y lo volvió a ahorcar. — Responde, escoria. —
— Simplemente — Dijo con voz ahogada mientras lo veía con una sonrisa. — Se veía apetecible... — Terminó de decir.
— Date por muerto. —