Hacía meses que dio con una joyería, las variedades de anillos predispuestos para la venta eran infinitas.
Jonathan estaba en una relación con el ahora, “Batman”, ambos eran mayores y habían dejado atrás las Universidades para dedicarse a lo que más amaban, contando también con la posibilidad de tomar el manto que sus padres tuvieron por muchos años, aun así, para Jon, el seguía siendo Superboy y su padre, Superman.Por el contrario Damian decidió aceptar con gusto el manto del Murciélago de Gotham, tanto por lo que había soñado así como la aprobación de su padre.
Se conocieron cuando él y Damian tenían entre 10 y 13 años, una edad en donde sin duda alguna era para formar una amistad, mayormente para ellos era una lucha en quien era mejor, peleas, riñas, hasta ataques físicos.
Jamás pensó en formar una relación amorosa con él.
A sus 24 años, vio como el tiempo pasó volando, recordando esa vez en que decidió dar su primer beso al tempano de hielo que tenía como compañero y amigo.
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─ ¿Y eso? ─ Fue lo único que atinó a decir el mayor de los dos, corroborando cada fricción de la cara de Jon, ya que el muchacho se encontraba completamente colorado como si fuera alguna fruta a punto de estallar.
─ Y-yo… es que… ─ Lo había hecho, había dado su primer beso a la persona que tanto quería desde que tenía 10 años, no había pasado mucho tiempo, solamente unos tres años acallando todo ese sentimiento que traía consigo. ─ ¡Es que te quiero, Damian!
El oji-azul gritó a los cuatro vientos, provocando que el de piel morena abriera los ojos sorprendido, no por aquel comentario, más bien porque lo tomó por sorpresa el grito enfrente suyo.
─ ….
─ Por favor... di algo, cualquier cosa ─ Jonathan estába nervioso, no sabía si lo iba a apartar de su lado por decir la verdad o simplemente estaba callado para ponerlo más nervioso.
Damian por el contrario tenía muchas cosas en su mente, miraba aquellos ojos azulados, completamente temerosos y a la vez con un deje de esperanza, dudaba en admitir que él también sentía lo mismo o soltarle cualquier insulto. Se imaginó eso por unos segundos, viendo como el pelinegro destrozado huía del lugar.
Solamente atinó a rascarse la nuca y suspirar, ambos se encontraban en la casa de Damian, Jon había decidido pasar el fin de semana con él y luego volvería a Metrópolis.
─ Tu... también me gustas. ─ Oh por dios, lo había dicho y ni él se lo creía, fue apenas un susurro, con la mirada agachas, viendo como sus pies arrastraban el pasto del jardín.
Jon por el contrario ante la inmensa felicidad, saltó sobre él, abrazando al de menor altura y riendo alegremente.
Ese fue el comienzo de todo…
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Y hoy estaba una vez más en la vereda de la Joyería, se había enamorado de ese anillo, tenía pensado pedirle compromiso hace meses, ya sería un año atrás, pero no tenía el dinero suficiente como para adquirir una y esa sin duda lo cautivo.
Tenía completo el dinero para comprar la sortija, pero la duda comenzó a carcomerle la cabeza.
¿Y si no le gustaba? ¿Y si era muy simple y de bajo presupuesto?... ¿Y si le decía que no?
Miró su rostro en el reflejo del vidrio, sus ojos ocultos por esas gafas de marco cuadrado y oscuro no eran lo suficiente como para cubrir el nerviosismo que traía.
Respiró profundamente, cerrando los ojos fuertemente para calmar su corazón, era el momento de decidid que hacer.
Abrió la puerta, sintiendo arriba suyo como la campana comenzaba a sonar para llamar la atención de los vendedores.
─ Joven, ¿Qué necesita? ─ Un hombre bastante mayor, de traje negro y bien presentable se acercó al de camisa de cuadros.
Jon por el contrario miró a su alrededor, viendo como había vitrina repletas de joyas, tantos como anillos, collares, pulseras y pendientes.
─ Busco un anillo de compromiso. ─ Fue lo bastante directo con la pregunta que le habían hecho y apuntó con el dedo a la vidriera junto a la ventana.
─ Me gusta la sortija del modelo B613-B, es de Oro Blanco.
─¡Oh sí!, por favor pase por aquí ─ El vendedor rodeó la vitrina más próxima a los dos y sacó una llave, dispuesto a abrir el compartimiento. De ella buscó varias cajas, con distintos modelos para mostrárselas.─ Tenemos una variedad de anillos de compromisos de Oro Blanco, por si desea mirar más de las cuales no se encontraban en la vidriera. Cada uno tiene una frase distintiva.
Jon decidió tomar en cuenta el consejo, viendo cada una de ellas y su vez el vendedor llamado “James”, pronunciaba de que estaban hechas y que material contenía.
Pero allí estaba, ese anillo que seguía llamando por su nombre una y otra vez.
─ Me gustan todas, pero esa sin duda la quiero. ─ Respondió tranquilamente sin apartar sus ojos de la sortija apoyada sobre aquella caja acolchonada.
─ Por supuesto. Este anillo es de Oro Blanco de 14 K. y 4 pts de Diamante con un corte Brillante. Como puedes apreciar contiene un motivo en la parte delantera como si fueran dos uniones como las olas sujetando el círculo pequeño compuesto por los Diamantes. ¿Quiere que le lea la frase que tiene consigo?
─ Por favor. ─ Asintió Jonathan con la cabeza.
─El reflejo de un deseo único se encierra en las formas armoniosas y perfectas de este anillo solitario de oro blanco. La joya esencial que cristalizará para siempre en la memoria el compromiso de un amor infinito. Ideal para decir: “Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado”.
─” Solitario, como Damian”─ Pensó distraídamente.
─ Es perfecta, me lo llevo. ─
─ Muchas gracias por dirigirse aquí, que tenga mucha suerte con su prometida. ─ Saludaron cortésmente los empleados.
Jon decidió no corregir prometida por prometido, solamente estaba embobado con el anillo. El vendedor le había dicho que tenía la posibilidad de realizarle un gravado, pero él no quería correr el riesgo con lo que quería gravarlo en el anillo, por lo que lo haría con su visión de calor.
“Mi Robin”
Dos palabras que sin duda alguna eran significativas para Jon.
Sus padres habían ayudado con la contribución del dinero para completarlo y comprar el anillo, sin duda estaba agradecidos con ellos. Pero eso no había sido todo, había pedido la opinión de Alfred con respecto a la velada en la que se le iba a proponer a Damian, pero a decir verdad Alfred le solucionó el problema.
─ Tranquilo Joven Jonathan, yo me haré cargo de todo.
Esas palabras tranquilizó a Jon, el resto de los Waynes sabían a ciencia cierta lo que el superchico tendría pensado a ser, ninguno dijo nada, no querían arruinar la sorpresa.
Esperaría con ansias el día siguiente, ya lo estaba deseando.