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Estigmas por Pikacha-sama

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Notas del fanfic:

Los personajes de Naruto no me pertenencen, son de Kishimoto-sama.

Advertencias: Mpreg.

Género: Drama/Romance.

Pareja principal: SasuNaru.

Portada.

Beta render: Midori.

Notas del capitulo:

No es un fic enfatizado a crear empatía, es un fic con un transtorno de fondo. Serio.

 

Naruto sólo lograba pensar que Sasuke era tan… Sasuke.

 

Su tímpano de hielo personal, su amargado social favorito y su misántropo predilecto. Estaba tan enojado que no había otra manera de describirlo; al muy bastardo se le había olvidado completamente su cumpleaños. Toda la mañana en la universidad había esperado un mensaje suyo con alguna felicitación, era un ingenuo, jamás había llegado ¡Hasta Gaara que vivía al otro lado del continente lo había elogiado por sus 23 primaveras!

 

Chasqueó la lengua sin proponérselo, estaba frustrado ¡incluso sexualmente! Estaba en su último semestre de la universidad y el estar preparando la tesis, las prácticas, su trabajo; no le había dejado tiempo para sus necesidades fisiológicas, pero lo peor de todo es que Sasuke se miraba más fresco que un tomate, sí, un tomate, aquel maldito vegetal que su novio tanto adoraba.

 

Su mundo giraba tanto alrededor de ese frívolo que su cabeza jamás lo sacaba de sus pensamientos, después de todo, tenían diez años de novios. El pensarlo sólo hacía mella en toda su furia, ¡era también su aniversario y ese bastardo ni siquiera lo recordaba!, ¡¿qué mierda le pasaba por la cabeza al Uchiha?!

 

Rechinó los dientes mientras terminaba de estacionar su automóvil. Esa noche pensaba tener un momento desenfrenado de pasión con su pareja, pero no, no le iba a rogar a su novio; cenaría con sus padres y volvería a su departamento para ponerse a planear la venganza perfecta contra él.

 

No le vendría mal un escarmiento.

 

Porque Sasuke era tan… Sasuke.

 

En ocasiones no encontraba la manera perfecta de describirlo, sus sentimientos por él habían sido transparentes desde el principio. Lo había odiado, en toda la extensión de la palabra, habían sido al principio crueles el uno con el otro, al punto en el que Sasuke había tenido un “accidente”, al final solo habían sido boberías de niños, hasta que terminaron por aceptar lo que sentían.

 

En aquel entonces su novio había sido una persona muy fría con el mundo, demasiado recto y resentido con la sociedad. Vivía en una burbuja donde sólo había cabida para él, desgraciadamente, recordaba a su club de fans, siempre besando sus pies y aquel niñato arrogante no hacía más que tratar a las féminas y donceles con desdén.

Recordaba las lágrimas de varias de sus compañeras de clases, ¿Cuántas veces no había peleado con el azabache por romperles el corazón? Suspiró sin dejar de revisar sus memorias. Toda la actitud de Sasuke se debía a la interacción de su familia, no era mala, pero los estereotipos de su linaje estaban arraigados.

 

La familia Uchiha era un clan antiguo de Japón, de aquella época de ninjas y samuráis. Los descendientes se habían hecho menos, pero a los últimos hermanos (su novio y cuñado), habían sido presionados siempre por ser los mejores. Que él se hubiera atravesado en el camino de Sasuke había sido su salvación.

 

La relación de los hermanos no había sido muy buena. Estaba completamente seguro de que Itachi siempre había deseado lo mejor para su hermanito, pero Sasuke estaba tan opacado por los logros del primogénito que, sin querer, había llegado a odiarlo. No era sano, no para el criterio de Naruto.

 

Después de que iniciaran a ser novios, su pareja había comenzado a cambiar, seguía sin ser amable, pero había comprendido un poco de empatía. El Uchiha menor había decidido tomar su propio camino, sobrellevando la relación que tenía con su hermano. Sasuke había aprendido a sonreír aun cuando su padre lo reñía.

 

Fugaku, su suegro, había sido duro en la crianza de su hijo menor, al punto en que no lo felicitaba por sus méritos, si no, que le indicaba que siguiera el mismo camino que su primogénito. E Itachi, con su orgullo y vanidad no ayudaba mucho, pero a pesar de esa adversidad, Sasuke había logrado superarlo, aun cuando no se había dado cuenta.

 

El rubio tomó su celular saliendo de su ensoñación, pensando que tal vez tendría algún mensaje de su novio en el smartphone. Sin embargo, al no encontrarlo, frunció el ceño «¡Maldito teme!» Ni siquiera un whatsapp se había dignado a enviarle, mínimo un mensaje por de Facebook.

 

Se odio aún más al seguir contemplando el celular, de fondo de pantalla tenía una foto de ellos dos juntos. Ese maldito bastardo era demasiado apuesto para su propio gusto, ese cabello azabache junto con esos ojos ónix lo derretían, sin mencionar la piel de porcelana que se cargaba. Era un adonis, su figura era atlética sin rozar lo exagerado, aunque, todo eso, sólo lo hacía más arrogante.

 

Volvió a rechinar los dientes, ¡¿Qué diablos se creía Sasuke?! Juraba que esa sí se la cobraría, no podía creer que su cuñado y suegros ya lo hubieran felicitado y de su novio ni siquiera las luces. Itachi le había llevado un presente al trabajo, un Rolex dorado que lucía esplendido en su mano derecha.

 

¡Maldito, bastardo! Al día siguiente iba a escucharlo, le haría hacer saber que nadie debía hacer enojar a un Uzumaki. Bajó del auto murmurando impropios contra su novio sin prestar mucha atención a su alrededor. Caminó hasta el umbral de la casa de sus padres dando una última revisada a su celular.

 

¡Quería matarlo! No odiaba nada más en el mundo que se tímpano de hielo se atreviera a ignorarlo. Abrió la puerta sin despegar la vista de la luminosa pantalla, ni siquiera había notado como las luces del hogar estaban apagadas. Hizo una mueca triste, que al instante se vio opacada por la luz que lo cegó.

—¡Felicidades, Naruto! — gritaron varias voces al mismo tiempo.

 

No salió de su estado de aturdimiento hasta que su madre se lanzó a abrazarlo. Kushina, una mujer de cabellos rojos le jalaba las extremidades de sus mejillas mientras sentía la mano de su padre darle palmadas en la espalda. Contó veintitrés aproximadamente. Giró la vista hacia los lados observando a la mayoría de sus amigos ahí ¡Todos se habían reunido para felicitarlo por su cumpleaños!

 

Sonrió extasiado por el compromiso. A lo lejos miró como una cabellera rojiza se acercaba con pasos lentos, su sonrisa se ensanchó un poco más mientras él mismo corría a su encuentro.

 

—¡Gaara! — exclamó, se tiró a sus brazos eufórico. El pelirrojo lo había recibido con los brazos abiertos sonriendo de medio lado, contorneó su cintura con sus manos sabiendo que tal vez se estaba aprovechando un poco de la situación. —¡Estás aquí! ¡Viajaste desde allá ´ttebayo! — vociferó sin dejar de sonreír como sólo él podía hacerlo.

 

—Es tu cumpleaños ¿no? — preguntó, dejándose llevar por la alegría que acompañaba al rubio que reía entusiasmado.

 

Una extraña tos fingida los sorprendió a ambos. Naruto se había girado para ver, no le sorprendía la cara se Sasuke a punto de bullir, sólo que se atreviera a poner bajo su presencia después de desaparecer todo el día.

 

—Si no quieres que me arrepienta de haber patrocinado tu viaje, quita tus manos de mi novio, Sabaku — gruñó Uchiha acompañado de un tic nervioso. A Gaara le hubiera encantado seguir con su descarado roce, pero efectivamente, el azabache había preparado toda esa sorpresa para el rubio, e incluso, le había ofrecido su casa como hospedamiento con el fin de tenerlo ese día.

 

Teme — gruñó el trigueño con rabia. El de cabellos rojos le había susurrado que volvería cuando arreglara sus cosas con el psicópata de su novio, sin más, le asintió al azabache y se permitió ir a saludar a Kushina de nuevo.

 

—Ese ojeroso sigue sin darse por vencido… — musitó más para sí que para su novio. Los malditos celos un día terminaría por traicionarlo. Se había esforzado por reunir a casi todos los conocidos del rubio en la casa de sus padres para festejar su cumpleaños y este no dejaba de mirarlo con furia.

 

—¡Tenías que ignorarme todo el día para planear esto! — agredió levantando la voz, sus amigos fingieron demencia acostumbrados a las peleas de aquellos dos. Incluso, los padres de Sasuke hacían como si nada pasara, hasta Fugaku había comenzado a sonreír con los chistes malos de Kiba.

 

—¡Quería que fuera una sorpresa, dobe! — resopló indignado. No había sido fácil reunir alrededor de cincuenta personas ahí, sin mencionar que a Gaara tuvo que ir a recogerlo hasta al aeropuerto y hacer como guía turística con tal de ver feliz a su novio. Pero resultaba que el malo lo pintaba él.

 

—¡Te voy a dar tu sorpresita, bastardo! — le contestó mientras le soltaba un derechazo que el azabache a duras penas esquivó. Lo tomó de ambos brazos antes de que los golpes se intensificaran.

 

—La que te voy a dar esta noche… — susurró sobre su oído con una sonrisa arrogante. Las mejillas de su novio se encendieron a más no poder, aflojando su agarre. Suspiró con felicidad sin creer del todo lo que estaba a punto de hacer. Naruto lo había mirado con los ojos entrecerrados cuando el bochorno se le bajo, Sasuke se estaba poniendo de rodillas.

 

Todos los presentes se quedaron en silencio cuando el azabache se inclinó. Pocas eran las personas que sabían que los amantes cumplían otro año más de noviazgo y, como si fuera tradición, sería el momento en que su compromiso se diera como anunciado.

 

—Namikaze, Naruto ¿quieres casarte conmigo? —preguntó con el tono más seductor que había podido tener, estaba seguro que esa voz mataría al rubio. Sin embargo, cuando miró el rostro de su futuro esposo no le gustó esa sonrisa tan maquiavélica que se cargaba.

 

—No.

 

—Creo que no te escuche bien, dobe — contestó Sasuke mientras afilaba la mirada, el muy idiota no se atrevería a rechazarlo, ¿verdad?

 

—¡Hasta yo escuché como te rechazaron, Uchiha! —gritó una voz muy conocida por ambos desde el fondo del lugar. De nuevo el tic nervioso se había instado en su ojo izquierdo, deseoso de ir a partirle la cara al mejor amigo de su novio ¡Estúpido mapache!

 

—Sacaste boleto, Sabaku — murmuró poniéndose de pie, estaba dispuesto a remarcarle que vivía en el friendzone cuando su novio lo interrumpió para tomarle una de las manos.

 

—¡Debiste ver tu cara, bastardo! — bromeó arrebatándole el costoso anillo para incrustárselo en el dedo que correspondía. Sabía que el azabache se pondría frenético contra el pelirrojo y no era algo que quería esa noche. Estaba sumamente feliz por saber que todo eso había sido un plan de su novio para pedirle matrimonio, al punto que el coraje había disminuido un poco.

 

Estaba un poco confundido por los nuevos cambios que se vendrían con ello, pero se sentía eufórico de saber que al fin darían ese paso que esperaba desde hace unos meses atrás. Tenía alrededor de quince años cuando supo que Sasuke era la persona con la que quería pasar el resto de sus días. Tal vez si el azabache hubiera tardado unos años más en declarársele fuera él quien le hubiera tenido que pedir nupcias.

 

Fugaku desde el fondo había sonreído mirando la cara de derrotado que tenía Minato. Su hijo se casaría con su novio, tantos años esperando que el suceso no ocurriera y ahí la prueba de ese amor que había pasado por muchas cosas. Kushina palmeaba su espalda tratando de revertir ese instinto paternal que tenía su esposo, sobre todo cuando los dos prometidos habían sellado la propuesta con un larguísimo beso.

 

Tsunade sonreía mientras Jiraiya pagaba la apuesta que hace muchos años habían hecho sobre los dos jóvenes. Todos se habían sumido en una burbuja que los acompañaba en la felicidad de los prometidos. Sin notar como una persona en ese momento se retorcía mentalmente por la noticia, mientras un vaso yacía quebrado entre sus dedos.

 

No iba a permitirlo, no lo dejaría ir, ¡nadie podía quitárselo! Naruto simplemente no podía pertenecerle a otra persona que no fuera él.

 

 

 

 

Eran las tres de la mañana cuando Naruto y Sasuke tuvieron su momento de intimidad. Los dos habían consumado ese amor tan verídico que se profesaban. Tenían diez años de relación y más de la mitad de ella proclamándose como suyos.

 

Se aferraban a esos labios que adoraban, mientras las manos de ambos rozaban aquellos puntos que sabían que los volvían locos, perdiéndose en el mar de la pasión. A Naruto no le importaba cuando marcara Sasuke su cuello, siempre viviría en su memoria que le pertenecía por completo a él.

 

—Voy a cobrarme la de hoy, usuratonkachi — le susurró con arrogancia a su oído, su mano se había perdido entre la longitud del menor, consumiéndose por la imagen tan erótica que le brindaba.

 

—Sasuke… — soltó en un gemido que sólo logró erizarle más la piel. El rubio sabía cómo controlar su sentir, sabía manipular a su cuerpo tanto, que ahora él quien se encontraba abajo. Sonrió egocéntricamente mientras dejaba que su novio tomara la situación entre sus manos, cegado por el placer que le corría cuando miraba los cabellos rubios descendiendo lentamente hasta llegar a su miembro, sabía lo que venía y era una de sus partes favoritas.

 

Se dejó embaucar cuando sintió la respiración cortada tan cerca de su falo, estaba tentado a ayudar a Naruto a hacerlo ya, pero cuando sus rostros se encontraron supo que algo no andaba del todo bien.

 

—Oe, dobe… — lo llamó mientras se apoyaba con las manos para quedar más próximo a él.

 

—¿Tú quieres tener hijos, teme? — le preguntó sin saber que su pregunta estaba a fuera de contexto, Sasuke estuvo a punto de tener otro tic nervioso. Es decir, todos sabían que ni siquiera le gustaban los niños ¡los aborrecía! Y sentía que era un sentimiento mutuo, pero no era el momento oportuno para ponerse a conversar de ello, sin embargo, cuando miró el rostro contraído y dolido del rubio sabía lo mucho que significaba para él.

 

Tal vez en estado de sobriedad jamás se hubiera atrevido a preguntarle, ya que su novio siempre había sido claro al momento de expresar su desdén contra los infantes. El azabache suspiró acercándose un poco más al rubio hasta envolverlo en un abrazo, esa noche culparía al alcohol de todo.

 

—Sólo si son tuyos, idiota — musitó con amor. En ocasiones todavía le costaba expresar tan abiertamente sus sentimientos, pero Naruto lo valía, lo valía absolutamente todo. Por ese chico daría cualquier cosa, no por nada se había dejado embaucar por esos hermosos ojos azules. —¿Qué te parece si comenzamos a trabajar en ello? —preguntó antes de volver a tomar sus labios como el mismo elixir de la vida.

 

Naruto simplemente se dejó llevar por la ola de calidez que se había instalado en su pecho. Ninguno de los dos era capaz de saber el peligro que les asechaba desde las sombras, totalmente cegado y corrompido por los celos y envidia.

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

¿Recuerdan que cada vez que Tsunade acierta en una apuesta algo malo pasa? Espero que lo tengan presente, jajaja.


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