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Cigarettes and chocolate por AoFushicho

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Llego ante la entrada del instituto y entro sin pensármelo mucho, porque si lo pienso echaré a correr hacia el lado contrario. Entro a mi clase asignada para este año, el último que pasaré en el instituto, que huele a cerrado después de estar todo el verano sin ventilarse, a pesar de que los más puntuales ya han abierto las ventanas. 

Busco un sitio que me guste y acabo sentándome en la tercera fila, al lado de la ventana. Creo que aquí no llamaré mucho la atención. 

La gente empieza a llegar y los sitios del fondo son los primeros en ocuparse, causando alguna que otra discusión que no llega a mayores. Todos los sitios van ocupándose, hasta que el único que queda libre es el que está a mi lado, aunque es normal, todo el mundo quiere sentarse con sus amigos, no con una mera conocida a la que apenas saludas por los pasillos. 

Llega la tutora, presentándose con una sonrisa falsa que me hizo pensar que lo mejor sería mantenerme alejada de ella todo lo posible. Empieza a dar el discurso de bienvenida de todos los años, con las diferencias pertinentes al ser el último año de bachiller, pero nada importante a lo que hubiese que prestar especial atención. 

Miraba por la ventana, abstraída en mi propio mundo hasta que llamaron a la puerta, cosa que no solo me afectó a mí, ya que la profesora paró de hablar y mis compañeros se volvieron, tratando de ver quién llamaba a la puerta, a pesar de que sólo los más cercanos a la puerta pueden ver por el estrecho cristal que hay en medio de la puerta. Una voz solitaria del fondo se atrevió a romper el silencio, preguntando si debía abrir la puerta, porque estas puertas se abren desde dentro, a no ser que tengas llaves. La profesora dio el permiso, dando paso a una chica de nuestra edad, claramente una compañera que había llegado tarde, de melena negra, bien cuidada, ligeramente rizada, ojos azules como el mar embravecido y fríos como el hielo, piel pálida imitando a la porcelana y alta. Llevaba vaqueros oscuros ajustados, que dejaban entrever la firmeza de sus piernas, una camiseta negra de manga corta, también algo ajustada y con algo de escote, marcando su nada pequeño busto. A pesar del calor, llevaba botas gruesas, estilo motero, con algo de tacón, también negras. Sus ropas oscuras hacían que su pelo y ojos pareciesen más oscuros de lo que ya eran por sí solos. Con voz impersonal se disculpó por llegar tarde, dirigiéndose al único sitio libre de la clase, que era justo el que estaba a mi lado, con paso seguro, fuerte pero grácil. Me pego más a la ventana para dejarle espacio, en parte alegre por tener compañera de sitio, en parte aterrada por el hecho de que alguien como ella se sentase a mi lado. En el momento de sentarse, ni siquiera me miró, causando en mi alivio mezclado con un poco de decepción. 

La tutora siguió con la charla y yo volví a mirar por la ventana, dando antes un ligero vistazo a mi reloj de muñeca. Quedaban veinte minutos de clase. Me pierdo entre fantasías imposibles, dejando que mi mente vague a su placer hasta que suena el timbre, dando inicio al recreo y sacándome de mis ensoñaciones. 

Mis amigas ya están en la universidad, así que decido quedarme en clase mirando cosas en el móvil. Mi compañera de pupitre tampoco se mueve, solo que ella para distraerse saca un libro. Los demás la miran, queriendo acercarse pero sin atreverse, ya que impone bastante su frialdad, y al rato desisten, olvidándose de ella temporalmente para reunirse con sus amigos y salir del instituto a comprar algo al chino, o simplemente a sentarse en el césped al lado de la rampa que hay cerca del instituto. En la clase solo quedamos nosotras dos, y a medida que pasa el tiempo me voy poniendo más nerviosa gracias al silencio, que para mi es claramente incómodo,  y a su cercanía. Nunca he sido buena para tratar con la gente, cuando estoy en este tipo de situaciones me da por hablar de cosas sin sentido, que suelen incomodar a la otra persona, consiguiendo que parezca rara (más rara de lo que parezco ya de por sí), estúpida y con un grave problema mental. Es lo que tiene ser tímida, no atinas una con las personas. Así que esta vez trato de contenerme, no quiero parecer tonta delante de ella, tampoco quiero incomodarla, pero el silencio cada vez me sofoca más, consiguiendo que los veinte minutos que entre clase y clase te parecen un suspiro se alarguen hasta parecer eternos. Podría salir, pero le tendría que pedir que moviese su silla para dejarme pasar, y no quiero arriesgarme... ¿A quién quiero engañar? Soy demasiado orgullosa como para "huir" de ese modo ¿O quizá sea masoquismo? Quién sabe, la cuestión es que hay algo que me impide moverme y dar mi brazo a torcer, a pesar de que con la que estoy discutiendo es conmigo misma. 

El timbre por fin vuelve a sonar, indicando el fin del recreo. La clase se vuelve a llenar de gente, acabando con el angustioso silencio, han sido los peores veinte minutos de mi vida... Vale, quizá exagero, ya que los últimos minutos estaba tan enfrascada en la discusión que mantenía conmigo misma que ni cuenta me di de que el tiempo pasaba, pero aún así no es algo que me gustaría repetir. 

La tutora entra, nos entretiene media hora más y nos deja marchar, ya que el primer día realmente solo lo utilizamos para conocer al tutor, así que como mucho pasamos dos horas en el instituto, y después nos dejan marcharnos. Ya podrían ser así todos los días. Mi compañera de sitio recoge rápidamente, para marcharse aún más rápido. Yo me cuelgo la mochila al hombro y salgo con desgana, realmente no tengo mucha prisa por llegar a casa.


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