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Hyung es feliz por CrawlingFiction

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Hyung es feliz

 

Giró por enésima vez en la cama de hospital.

Bufó y acomodó mejor la sabana a su espalda. Aunque ahora estuviera usando un muy aburrido pijama completo aún no se le quitaba la paranoia de tener el culo al aire. Esa bata plástica que se vio obligado a usar semanas fue un infierno. Nunca había pasado tanta vergüenza en la vida.

Giró otra vez y gruñó de mala gana. El frío seco calaba a los huesos recordándole donde se encontraba, y era triste. No había enfermeras ni visitas familiares que le distrajeran de la soledad. Sólo se trataba de él solo en su habitación, en ocasiones escribía en su libreta, en otras tomaba siestas y en últimas revisaba las noticias en su celular. Era en esos escasos, pero intensos momentos que extrañaba a sus compañeros.

En el apartamento, por más que se encerrase en su habitación escuchando música o viendo televisión sabía que a un pasillo de distancia estaban con él. Podía escuchar los gritos y risas de SangHyuk y Ken, y los regaños agitados de HakYeon sin racionamiento alguno. Aunque más de una vez tuviera ganas de irse pitando de ese desordenado apartamento, momentos como este, solo y hecho un ovillo en una cama de hospital le hacían desear de esa compañía escandalosa. Le hacían desear tenerlos consigo.

Extrañaba las conversaciones con HakYeon, las bromas pesadas de SangHyuk, las duchas de cinco segundos de Rave, las alharacas de Ken y los gritos de HongBin cuando perdía una partida. Extrañaba trabajar con ellos por y para sus fans. Extrañaba hacer lo que le gustaba hacer. Extrañaba formar parte de ese algo maravilloso.

Melancólico se estiró a tomar su celular, revisando las noticias del grupo en un portal web. Sonriente miró las fotos, inevitablemente suspirando al detallar a alguien en particular entre sus amigos entrañables.

A él era a quien extrañaba más, posiblemente.

 

Hacía poco fue su cumpleaños. Un cumpleaños donde no estuvo, donde debió limitarse a escuchar su voz y al fondo quejas a son de broma de los demás por gastar tanto en una llamada internacional.

No importaba si se trataba de HongBin, gastaría lo que fuera.

Frunció el ceño y sacudió la cabeza cayendo sus cabellos al frente, cubriéndole la visión. ¿Desde hacía cuanto no se cortaba el pelo? Volvió a gruñir peinándose con la mano y queriendo olvidar el motivo de su mosqueo anterior.

—Ya date por vencido, TaekWoon... —se dijo a si mismo por enésima vez en estos seis años que ya le pesaban en el corazón.

No iba a ser correspondido.

Porque sí, estaba enamorado de HongBin desde hacía seis años.

A él parecía no atraerle los hombres —a excepción de Park HyoShin, claro— más bien, no parecía atraerle nadie. Ni chicos, ni chicas. Ni siquiera los personajes femeninos de Overwatch parecían llamar su atención, ¡siquiera para una noche a solas con la zurda! ¡Eso era peor! No daba razones contundentes para dejar de anhelarle. Seguía estando fielmente a su lado, seguía siendo su amigo especial y seguía sonriéndole como si fuese lo único que le importase en ese instante. Y, seguía siendo tan ciego como para no darse cuenta.

—Date por vencido —repitió en un murmullo entrecerrando los ojos.

Rebobinó y volvió a recordar segundos al azar con él. La primera impresión, las primeras peleas, la complicidad inherente por ambos ser tan semejantes y diferentes, las charlas a medianoche; de aquellas que te hacen conocer de verdad a alguien. Los abrazos, los roces discretos, las miradas brillantes y las mil ocasiones que se notó obviamente lo bobo que esta por él. O al menos todos los demás miembros se daban cuenta, menos él.

Lo extrañaba.

Cuando muerto de aburrimiento y con los brazos latiendo de tantos pinchazos giraba a revisar su celular, y no había mensajes. Ni siquiera los suyos eran respondidos de vuelta. Ni siquiera un poquito de su atención para tranquilizarle el alma apabullada.

Nada de nada.

Encogido y abrazándose a su tiesa almohada se quedó dormido. Más por agotamiento y desidia que ganas propias de cerrar los ojos.

Las horas corrieron pesadas y lúgubres en su habitación solitaria.

Las pestañas húmedas y selladas por orgullo y sueño cambiaron su estampa a una más amable.

Sonrió inconscientemente.

Soñaba con mucho café helado con mucho pollo frito y estar rodeado de los idiotas que tanto amaba. Estaban reunidos en una mesa, había pastel incluso. Todos reían y bromeaban, y él solamente observaba. Pero aun así estaba feliz. HongBin estaba a su lado, retorciéndose de risa, aplaudiendo y riendo ahogado. Tan rarito como siempre. Se limitaba a observarle y eso era suficiente. Tristemente se había resignado a que fuera suficiente. Pese a todo, se sentía feliz.

Era grandioso.

Retorció los tobillos con pereza y hundió la mejilla en la almohada. Boca abajo en la colcha se estiraba a gusto.

Los sueños dulces era un arrullo cuando se había acostumbrado a soñar en negro.

Y sin percatarse, una mano acariciando a su espalda también lo era.

Su corazón se detuvo.

Abrió los ojos de golpe. Encontrándose con aquella sonrisa encantadora, pero en un rostro ojeroso, sin base y con la barba a medio crecer.

—No quería despertarte, hyung —Leo parpadeó vacilante. ¿Sus sueños se habían vuelto espejismos? Sus ojos pesquisaron la blanca habitación. Adormilado no le dejaba de sonreír. Esa mirada cansada pero radiante era ambivalentemente preciosa.

—H-Hongbinnie... ¿No estaban en Japón? —preguntó sin caber en su asombro. HongBin carcajeó obviando lo tonto de su pregunta. Sacudió la cabeza y sonrojó— Bueno no, es decir, y-ya estás aquí. Estas aquí, pero tú, los chicos… ¿Qué día es? —se intentó incorporar para coger el teléfono de la mesita de noche, pero un brazo se lo impidió.

—Acabamos de llegar. Les dejé la maleta y tomé un taxi —explicó rápidamente rascando su ojo con el nudillo— Quería verte, hyung.

—P-pero, debes descansar... —negó necio volviendo a hacer amago de levantarse. HongBin le empujó por los hombros.

—Eso haría aquí contigo —bufó minimizando el asunto. Apenas logró parecer un poco más convencido hurgó su mochila con una enorme sonrisa infantil— ¡Te traje helado de ese que te gusta! —cuchicheó entregándole la bolsita cuadrada de helado japonés que tenía el antojo de comer cada vez que viajaban para allá— Lo vi en la tienda del aeropuerto. Es de cerezos, creí entender, ¡quién sabe de japonés es N hyung y no quiso decirme! —quejó de mala gana cruzándose de brazo. Al ver su expresión enigmática apretando la bolsita se preocupó— ¿Puedes comerlo?

—Creo que no... —musitó. HongBin suspiró derrotado— P-Pero... Por un día… —le arrebataron la bolsita con alegría.

—¡Wow!, Leo hyung rompiendo las reglas —burló sarcástico buscando la orilla de la bolsa para abrirla. TaekWoon tomó otra bolsa de helado y la abrió. Empujó hacia afuera una de las bolas de helado y se la llevó a la boca. Cabizbajo sonreía en silencio saboreando el postre. Sólo el ruido de la bolsita plástica estaba presente entre ambos.

—HongBin...

—Dime hyung —dijo resignándose a no lograr abrirla con las manos, comenzando a tirar con los dientes de un extremo.

—¿Puedes pasar la noche conmigo? —preguntó atreviendo a mirarle. Agradecía en secreto que el aire acondicionado estuviera encendido. Comenzaba a sudar de los nervios, parecía un niño pequeño enfrentándose a sus temores bajo la cama.

—A eso vine… —frunció el ceño para después enarcar la ceja, alterándose de repente— ¡Idiota ni pienses que me devolveré a estas horas en un taxi!

—¡No, no! —le tomó de las manos para callarle. La enfermera de turno no debía enterarse, o bueno, no por los momentos— Pero, promételo. Pase lo que pase.

—Prometido, hyung. ¡Deja de ser tan raro! —aceptó volviendo a enfocarse en la bolsa que no cedía ni a mordiscos y tirones— ¡Ah!, ¡¿cómo se abre esta cosa!? ¡La sellan como si uno no se lo fuera a comer! —bufó molesto sacudiéndola intentando descifrar el misterio del maldito helado. TaekWoon tomó aire y se la quitó de las manos. HongBin apenas iba a abrir la boca para quejarse cuando unos labios se atropellaron contra los suyos, dejándole sentado y estático en la cama. La sensación cálida y fría a la vez y la sensación esponjosa de sus labios fueron como una patada a la cara, despertándole de golpe al mundo real y a su vez dejándole más aturdido de lo que estaba. Abrumado entrecerró los ojos, sintiendo como la mano de TaekWoon tomaba de su mejilla, más confiado y atrevido en hacer del tímido beso un ápice más humano.

—Sabe mejor así —excusó torpemente al separarse de su boca. HongBin parpadeó pasmado, notando un rubor malsano en las mejillas del mayor. Y asumía, tendría él mismo uno peor en su cara. Hasta las orejas le escocían.

El silencio se mantuvo un par de segundos. Los ojitos de TaekWoon buscaban ansiosamente una respuesta, pero él era incapaz de hablar. De repente, se puso de pie y huyó corriendo. No obstante, parte de la manta colgaba hasta el piso, la pisó y resbaló cayendo al suelo de bruces. TaekWoon de un salto bajó a la cama, tomándole de los hombros para ayudarle a ponerse en pie.

—¡¿Estás bien!? —exclamó preocupado palpando su cabeza en busca de algún golpe. Apoyado de codos en el suelo HongBin negó avergonzado con la cabeza.

—¡Sí, estoy bien! —excusó rápidamente agitando las manos y sentándose a las tantas— Vine aquí a cuidarte, ¡déjame tranquilo yo me encargo, yo me encargo! —escuchó una pequeña risita burlona que aligeró toda la atmosfera.

—¿Te vas a reír al saber que estoy bien? —reclamó comenzando a crispar del bochorno. Las mejillas no le dejaban de escocer y su corazón latía hasta la garganta volviéndole más idiota de lo que podía reconocer normalmente—¿¡No?! ¡¿Primero preguntas y luego te ríes!? —quejó golpeándole el hombro. Pero por su parte, una mano acarició sus cabellos con cariño.

—Te extrañé tanto —murmuró con una pequeña sonrisa, enredando los dedos entre sus hebras azabache. HongBin bufó y desvió la mirada al suelo, derrumbándosele todas las fortalezas.

Sólo a un raro como TaekWoon le parecería buena idea dar un primer beso así. ¿Después de tantos años soñando despierto por este momento iba a ser así? ¿¡Con el corriendo como gallina y cayéndose al piso por una mantita?! Porque sí, ¡sí lo esperó con muchas ganas!

¿No podía ser menor tonto?

—S-Sí eres estúpido… —murmuró maldiciendo en silencio que aquella sensación calcinante a su cara no detuviera. TaekWoon inclinó a verle preocupado, temiendo lo peor— ¿Puedes repetirlo? —pidió en un hilo de voz esforzando cada nervio de su cuerpo a mantenerle la mirada.

—¿Repetir qué? —HongBin frunció el ceño y suspiró. Quizás sus ojos se acostumbraron más a la noche o mejoró la luz filtrada por la ventana, pero pudo verlo. Estaba igual o más abochornado que él mismo.

—Eso… con, con, tu sabes —inevitablemente miró al suelo. Agitó la cabeza recriminándose en silencio— Ese fue como un beso de drama barato, hyung, q-qué vergüenza.

No se fijó, pero sabía que le estaba sonriendo.

Se aproximó con cautela y HongBin se rehusó a cerrar los ojos tan pronto. La relativa oscuridad añil les permitía verse poco y sentirse mucho. Sus narices se juntaron con timidez. TaekWoon sonrió para sus adentros, frotándose contra la semejante. Por allí había una peca, las conocía de memoria. Todo detalle en él podría trazarlo a ojos cerrados desde su imaginación. En sí, le era memorable.

Sus labios se reencontraron con mayores protocolos, rozándose con una delicadeza que exasperaría hasta al menos apasionado de los amantes, pero querían grabarlo a hierro en los recuerdos. Reconocerse en un beso difícil de olvidar. Sus labios finalmente se juntaron, siendo los del menor capturados con posesión. Ladeó el rostro y comenzó la sincronía. Sus lenguas rozaban a cada movimiento de sus bocas, lo suficientemente tímidas para no atrever a más. Las manos de HongBin tomaron de sus mejillas, acariciando con las yemas la suave piel. Lamentó no sentir sus mofletes regordetes, sino más bien hendiduras por su enfermiza delgadez. Aun así, el cariño de sus caricias no se detuvo. Lo externo era irrelevante a este punto del tiempo. Ya no podía excusar su interés hacia Jung TaekWoon a mera admiración, añoranza de no haber tenido hermanos o simple atracción física.

Lo quería.

Una mano más grande que la suya se posó encima, encogiéndose la propia dentro su palma por instinto. Entrecerró los ojos y sonrió contra sus labios, frotándose contra su nariz, contra su boca y dejando besitos sin ton ni son por sus comisuras. TaekWoon como un animalito se acurrucó contra su cuello, abrazándole con fuerza.

Ambos cerraron los ojos con dicha.

Habían sido unos tontos todo este tiempo.

—L-Levántate —balbuceó regresando a la Tierra palmeando sus costados— El suelo está frío y se te va a congelar ese trasero enyesado que tienes.

Una risa delicada se hizo escuchar.

Se quitó los zapatos y los pantalones poniéndose un pijama que sobraba por ahí en la habitación. Revueltos en la cama se prodigaban caricias que en otra situación a ambos les hubiera causado grima. No eran particularmente del tipo cariñoso, pero no podían decir que no a lo que sus manos inconscientemente hacían. TaekWoon apoyaba la cabeza a su pecho, dejándose hacer como un gato gordo y somnoliento. Los dedos del menor masajeaban débilmente su espalda, paseaban entre los moretones perceptibles de sus antebrazos minados de pinchazos y a la media luna oscura debajo sus ojos cerrados. Pero, aun así, le era precioso.

—Deberíamos suspender el comeback... —resopló peinando su melena alborotada hacia atrás. TaekWoon se incorporó apenas, mirándole extrañado.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Estás muy demacrado, hyung —lamentó con un suspiro— Necesitas reponerte y descansar...

—Estoy mejor ahora mismo —replicó con su característica necedad. HongBin entornó los ojos, haciéndole reír un poquito— Sólo estoy en observación, el doctor dijo que podrían darme de alta en unos días.

—No quiero que vuelvas a enfermar así... —confesó ante TaekWoon, quien apoyando el mentón y manos cruzadas a su pecho le miraba sonriente— Te extrañaría más de lo que ya hice.

—¿Lo hiciste? —vaciló más en serio frunciendo el ceño en confusión— No respondías a mis mensajes…

—E-Estaba ocupad-

—¿Jugando videojuegos desde el celular? —le interrumpió alzando las cejas. No necesitaba confirmación, el gesto estrangulado de HongBin fue suficiente.

—Sí —admitió—¡Pero si te extrañaba, hyung! —justificó abochornado. El mayor volvió a sonreír, apoyando la mejilla a su pecho con comodidad.

—Era obvio, todos extrañan a Jung TaekWoon —canturreó vanidoso a ojos cerrados. Sintió un golpecito en la frente. Le gustaba molestar a su voluble dongsaeng.

—T-Tonto... Sí lo hice… —TaekWoon se estiró a tomar de sus mejillas, mirándole con una intensidad que no necesitaba de claridad para ser obvia. La distancia se había acortado vertiginosamente, robándole el aliento al menor.

—Entonces, hyung es feliz.

Con las piernas enredadas entre el desastre de sábanas se besaron.

••••••

Los pajaritos trinaron desde su ventana, haciéndole parpadear todavía muy dormido. Sonrió como idiota cuando al mejorar su visión se encontró con HongBin enredado contra su cuerpo cuan calamar a su presa.

—¿Duermes? —preguntó cauteloso picando su mejilla. Rio al notar la saliva seca en su pecho. HongBin se removió limpiándose con el puño.

—¿Ah? Eh, sí, sí —murmuró estirándose con pereza entre la confusión de piernas, y hundiéndose más contra su pecho calentito y babeado.

—¿Muy cómodo? —sonrió estrechando las amplias manos a su cintura. El chico asintió un poquito más avispado.

—Eres muy cómodo, todo aguado y sin músculos como una almohada —burló con su picardía de siempre. Suspiró abriendo los ojos. Sus dedos dibujaban figuras abstractas sobre su pectoral debajo la camisa— ¿Crees que…? ¿Podríamos dormir más veces así?

—¿Sólo dormir? —HongBin con los ojos bien abiertos sintió la sangre subírsele al rostro en una bofetada. TaekWoon mordía la cara interna de sus mejillas para no estallar de risa.

—S-Salg-gamos primero —balbuceó nervioso. TaekWoon asintió inocentemente.

De un sonoro portazo se abrió esa habitación particular, con ropa desconocida y bolsitas de helado japonés derretido en el suelo.

—¡Hola, hola! —exclamó SangHyuk bien sonriente alzando con orgullo el envase plástico repleto de pollo frito—¡Traje polli- ¡¿Pero ¡¿qué?!  —detuvo en seco chocándose Ken y Ravi detrás.

—Vaya, ¿qué tenemos aquí? —suspiró HakYeon cruzándose de brazos y juzgando con la mirada al enredo de piernas y brazos bajo las sábanas— Ni nos extrañó el cerdo este —entornó los ojos, resignándose a tirar toda su preocupación maternal excesiva al traste.

—¡N hyung! —HongBin rojo cuan tomate volvió a sepultarse en las cobijas muerto de vergüenza. Llevaban ropa, no hicieron nada malo, llevaban ropa, no hicieron nada malo, se repetía dentro su cabeza para darse valentía. Pero era inevitable, quería que la Tierra se lo tragase.

Por su parte, un sonriente y adormilado TaekWoon le abrazó más contra su cuerpo, estirándose con tranquilidad. Juraba que apenas pudiera reaccionar le partiría la cara.

—Buenos días —saludó con naturalidad frotándose los ojos con los nudillos— ¿Noona les dejó pasar? —preguntó con un bostezo sentándose en la cama con HongBin encogido a un lado, crispado de pánico y bochorno.

—¡Trajimos pollo, Leo hyung! —exclamó Ken sentándose de un salto a orillas de la cama— Sí, nos dejó pasar, pero lucía enojada.

—En sí tiene cara de pocos amigos —concordó Ravi apoyando la mano al hombro del adorable vocalista principal, secundando sus palabras.

—¡Claro que va a tenerla! ¡Se le metió un tipo como ninja a la cama de su paciente! —carcajeó Ken. HongBin gimió enrollándose más dentro su concha de sábanas. Quería morir.

—Parece un fantasma esa mujer. Imagina que se te aparezca por la noche al ir al baño —cuchicheó entre risitas SangHyuk— ¡Te extrañamos mucho, hyung! —se le tiró encima, más por molestar que por verdadero cariño, ya que lo acabó aplastando como lo haría un mastín gigante y lanudo sobre un pequeño hámster flacucho. Ken se sumó al relajo, trepándose hasta también aplastarlo en un abrazo asfixiante. HongBin pataleaba sin poder respirar bajo las sábanas. Con esfuerzo TaekWoon logró asomar la cabecita por sobre la pila de personas.

—Te veo muchísimo mejor de lo que esperaba, ¿eh? —sonrió HakYeon tras otro de sus suspiros. Estos idiotas nunca tendrían remedio— ¿Cómo estás? —se hizo un espacio desde el respaldo de la cama, colgándosele al cuello comenzando a dejar besitos a sus cabellos y arrullarlo. Aunque ese arrullo rustico parecía que más bien le podría desnucar.

—Feliz —respondió.

 


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