I
Y todo se precipitó al vacío, tan rápido como lo que tarda una piedra en caer.
Realmente no creyó que por tan simple acción –que debía importarle sólo a él– se desencadenarían tantas situaciones que darían un cambio tan drástico en su vida por completo, de acuerdo a las decisiones que tomara a partir de ese momento. Empezaba a recordar de nuevo como todo había cambiado, porque sólo debía verlo para que su mente le llevara a grises y tristes días tan lejanos que a pesar de todo estaban aún frescos en su mente. Y es que, a pesar de todo, su vida, a partir de ese preciso momento, sólo se hizo un poco más vacía cada día hasta que en un instante ya nada quedaba.
Aunque sólo tratara de memorar ciertas etapas en específico no podía, porque inevitablemente una cosa llevaba a otra y terminaba por recordarlo todo, que había hecho cosas de las que no estaba orgulloso, que lo había olvidado todo intentando escapar; absolutamente todo lo que fue su vida lo últimos diez años desfilaba por su mente, no más que supervivencia. Pero no importaba mucho ya que al recordar cada una de esas situaciones, de forma más esporádica y espontánea de lo que quisiera, le permitía tener presente que gracias a todo aquello es más fuerte, es capaz de superar cada una de las pruebas y obstáculos que se le presenten y por sobre todo valorar cada día a cada una de las personas –las pocas personas que están a su lado, como una familia; aun cuando también sea más doloroso de lo que permite admitirse y mostrar frente a los demás.
Más ahora tiene miedo y no importa que los demás lo sepan. Tiene miedo y eso es todo, no hay nada más y no puede evitarlo ni quiere hacerlo, porque desea realmente, desde lo profundo de su corazón que él se dé cuenta lo que puede provocar aquello que planea y se retracte, que no siga por esa línea y lo deje todo como está, porque así está bien.
-Naru. –Su voz fue de un tono tan suave y dulce que le hizo estremecer todo el cuerpo.
Ignorando su llamado no dijo nada, sólo permaneció ahí sentado con los puños fuertemente cerrados sobre sus rodillas y su rostro escondido tras su cabello.
-Naru. –Escuchó volverle a llamar, pero no obtuvo respuesta de nuevo.
Él acunó entre ambas manos su rostro y lentamente lo levantó. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo al notar el fino camino que las lágrimas se abrían paso en tan hermoso y delicado rostro. No confrontaba su mirada así que limpió las lágrimas con ambos pulgares, en una tierna caricia deslizó lentamente el dorso de su mano en la cálida mejilla pintada de rojo y el agua aglomerada en sus ojos volvió a caer. Una única lágrima. La última que quería permitirse derramar.
Debía enfrentarlo, sabía que tarde o temprano sucedería y aunque es más temprano de lo que quisiera ya nada podía hacer, y lo sabía, lo entendía, pero no por eso se privaba de la emoción que recorría su cuerpo. No es miedo, es algo que va más allá. Pánico. Es sólo que su mente se niega a comprender. Porque conoce a esas personas, de lo que son capaces de hacer; y es por eso que está temblando en ese momento entre sus brazos, porque tiene miedo de ser nuevamente dejado atrás, de ser olvidado. Porque siempre deseo, incluso hasta ese último momento en que cuando lo vio supo qué sucedía, que este día nunca llegara. No está preparado y cree firmemente que nunca lo estará.
-Vendrás a la fiesta conmigo. –Las palabras seguían nadando entre sus pensamientos y cada vez no podía más que sentir como su cuerpo se entumecía presa de un absoluto terror y sus ojos dejaban escapar lágrimas que seguían siendo limpiadas por gentiles y amorosos dedos, mientras buscaba refugiarse aún más de ser posible en la seguridad que le brindan aquellos fuertes brazos.